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Gracias por el fuego
La lógica de los partidos políticos y las viejas vanguardias, frente a los nuevos movimientos sociales. ¿Por qué los recursos naturales se transforman en maldiciones de la historia, y la dicha en desdicha? Las luchas de las mujeres, las técnicas para someter a las sociedades, y los modos en que éstas superan los límites del miedo y el autodesprecio. Hace 40 años Galeano terminaba de escribir su obra sobre las venas abiertas de un continente y ahora llegó a mu para conversar acerca de las pasteras, las mineras, los modos actuales de la piratería y las palabras para recuperar el sentido común.
Galeano recuerda algo, y ríe. Ojos claros, musculosa negra, y memoria divertida. Estamos hablando de política, futuro, historia, colores, economía y palabras, cuando ríe. Recuerda la historia de una señora de Montevideo que tenía la costumbre de usar palabras complejas, un poco pomposas, pero no le salían. Una vez comentaba cómo cierta infusión podía mantener vivo el deseo sexual: “Es muy afroasiática” dijo la mujer, frase objetivamente memorable. Ríe Galeano: “Teníamos un compañero con la misión militante de anotar lo que decía. La señora administraba un consorcio. Cuando le reprocharon algunos gastos del edificio, se ofendió: ‘¡Esto no va a quedar impugne! Voy a llamar a un perítono para que revise todas las cuentas’. Y nuestro amigo anotaba cada palabra”.
Eduardo Galeano hace eso desde siempre. Anota las palabras en libretas y cuadernos, anota las ideas, las investigaciones, los hallazgos. Está en Mu. Punto de Encuentro. Sobre la mesa hay un libro que el señor Chávez le regaló al señor Obama, se llama Las venas abiertas de América Latina, y su autor dice: “Lo escribí hace 40 años, en 1970, pero salió publicado a comienzos del 71. Cuando lo releo tengo sensaciones contradictorias. Por un lado celebro haber escrito cosas que no resultaron tan bobas, porque la realidad las confirmó y hasta las multiplicó. Pero por otro lado me duele, porque significa que un libro escrito para que el mundo cambiara, no ayudó tanto a cambiarlo. Las cosas siguen siendo como eran, o incluso peores”.
La primera frase del libro es: “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder”. A partir de ahí planea la precocidad latinoamericana en la materia.
Es un poco la división entre el jinete y el caballo, pero la distancia que separa a los que tienen de los que necesitan es muchísimo más abismal que cuando yo escribí el libro. Por otro lado, en esta parte de la región hay un lindo proceso que permite alimentar esperanzas.
¿Por ejemplo?
Bolivia, Ecuador, tienen procesos que provienen de pueblos muy mentidos, países indígenas, los más despreciados están dejando de escupir al espejo. Porque fueron entrenados para hacerlo durante más de cinco siglos. Entrenados para despreciarse. El autodesprecio desemboca en línea directa en la cultura de la impotencia.
¿En qué consiste?
En que te enseñan que no podés cambiar la realidad por la sencilla razón de que no podés ni siquiera entrar en ella. Sólo podés ser su mano de obra. Ahora hay lugares donde se está recuperando el derecho que no se ejerció durante siglos: a pensar con tu propia cabeza, sentir con tu propio corazón, y caminar con tus propias piernas.
Es algo doble entonces: lo personal y lo social.
Sí, porque nadie es mucho mejor ni mucho peor que la sociedad y la realidad de la que proviene. Pero eso no hay que aceptarlo como un destino. La realidad no es un destino: es un desafío.
Maldiciones y Reyes Magos
Eeconoce que hoy escribiría muchos fragmentos del libro de modo diferente. “Cuando hablo de la conciencia de los hombres… hoy escribiría: las mujeres y los hombres. Las venas fue un punto de partida, no uno de llegada. Fue el primero de los libros que hice con resonancia internacional, pero luego recorrí muchos otros caminos, y traté de descubrir otras realidades. Éste es un libro sobre política económica, sobre la recuperación de la memoria perdida y lo que pasó en el continente con los recursos naturales. Sobre cómo la dicha se transformó en desdicha y los bienes de la naturaleza terminaron siendo maldiciones de la historia”.
O sea que podría editarse como nuevo esta semana. Tenemos las pasteras del lado uruguayo, las mineras del lado argentino.
Desde el principio estuve en contra de las pasteras, porque Uruguay no tiene espaldas para eso, es un país con recursos naturales que tiene que cuidar, como su tremenda riqueza de agua. Y estas empresas chupan el agua, nos van a secar, y nos van a envenenar el aire y la tierra. Tampoco generan trabajo. Prometían 20.000 empleos, son los Reyes Magos. Te dicen: “Les vamos a arruinar el país, pero les vamos a dar trabajo”. Y resulta que ese empleo no existe. Hay que aprender de la historia, para evitar que se repita. Cinco siglos te muestran que los recursos se van y se van, y ni siquiera te dicen “gracias por la gauchada”.
No es por competir, Eduardo, pero las mineras son iguales o peores.
No hay industria más contaminante que la minería a cielo abierto, porque echan cianuro al agua, los ríos, los mares. Lo niegan, pero lo echan. Pero hay ejemplos contra esa cultura que te enseña que sos un castrado, un impotente. Tambo Grande, en Perú, es un pueblo chiquito, convertido en un vergel por el trabajo humano que lo rescató del desierto, productor de frutas deliciosas. El pueblo no sabía que dormía sobre un lecho de oro, hasta que supongo que por satélite las empresas se enteraron. Vía satélite descubren el cuerpo y el alma, el suelo y subsuelo (cualquier comparación con Andalgalá queda a criterio de los lectores). Saben todo.
Antes decían que era Dios el que sabía todo.
Ahora Dios le pregunta a las empresas. Se enteraron de que había oro, y el gobierno se lo regaló a una empresa de esas que se presentan como canadienses, pero en realidad son todas norteamericanas que se instalan en Canadá porque las leyes son más permisivas. La empresa llegó a Tambo Grande anunciando que se tenían que ir, porque tenía el permiso del gobierno para explotar una mina. De generosos, les iban a dar casas en otro lado. Durante años el pueblo resistió, al precio de más de una muerte y de amenazas y todo tipo de presiones. Yo creo que se acordaron de la historia de Francisco Pizarro, que capturó al cacique Atahualpa y prometió liberarlo a cambio de una habitación llena de oro y dos de plata. Los indios pagaron ese rescate, pero los españoles no liberaron a Atahualpa, y además lo desnucaron. Fue toda una lección sobre el valor de la palabra. En Tambo Grande no escucharon las promesas, resistieron y lograron un plebiscito en el que el 99% votó contra la empresa. La empresa se fue. Ellos siguen viviendo de sus frutos y producciones, sobre un lecho de oro. Pero desprecian esa riqueza, porque saben que es una riqueza maldita.
De la guerrilla a los movimientos
Aquí pasó algo similar en Esquel, con un plebiscito contra otra minera canadiense.
Porque este tipo de movimientos sociales muestra que la naturaleza no es moda, y que la gente no está condenada al silencio, ni a la obediencia. Es un cuento que te contaron desde que nacés. Pero sólo tenés que cumplir lo que tu conciencia te diga, no lo que los mandones te manden a hacer. Ése es un cambio grande que, creo, empieza a operarse en América Latina. Son procesos que el mundo entero mira con mucha atención. Para atacarlos, lo que tal vez los elogia, o para aprender de ellos. Es la primera vez que ocurre algo así. Antes los movimientos prestigiosos eran los armados, las guerrillas que intentaron tomar el poder para cambiar las cosas. Eso se desvaneció. Era una cosa más restrictiva, bastante dogmática, la idea de que había un grupo de portadores de la verdad que iban a iluminar a los demás al precio que fuera, aunque fuese convenciéndolos a tiros, es una idea que por suerte está quedando atrás. Ninguno tenía la modestia de estar en la retaguardia sino en la vanguardia: aunque fuese la vanguardia de uno solo.
Así era el ambiente cuando nació Las venas abiertas. ¿Y ahora?
Y ahora aparece el vigor asombroso de los movimientos contra la cultura de la impotencia. Como estos contra las minas. Y las mujeres. La insurgencia del mundo femenino, el movimiento feminista, la memoria de las mujeres para ayudar a que la realidad cambie y no repetir la historia. En los países musulmanes le atribuyen a Mahoma palabras que no dijo para justificar el desprecio de la mujer y los crímenes contra ellas. Nosotros tenemos lo nuestro, de niño yo quería ser cura, con eso te digo todo, pero la Iglesia no se portó mucho mejor. Durante siglos las mujeres no pudieron cantar en las iglesias porque las voces de las hijas de Eva ensuciaban la pureza del aire. Eva había traído la perdición al mundo.
Bueno, lo solucionaron castrando niños para los coros.
Claro, podían cantar los castratti pero no las mujeres. Pero hay más. Yo no tengo religión salvo las que me invento para consumo personal, en el fondo soy un pagano irremediable, pero para laicos, la Revolución Francesa no trató mejor a las mujeres. En Espejos (su último ensayo/poema/investigación) cito el caso de Olimpia de Gouges, que frente a los Derechos del Hombre propuso una Declaración de los Derechos de las Mujeres, que no podían votar ni participar en las discusiones públicas, asunto de machos. Olimpia propuso la declaración, y los revolucionarios le cortaron la cabeza en la guillotina, para que aprendiera. O sea que las revoluciones laicas de defensa de los derechos humanos, no se portaron mucho mejor. El machismo, el racismo, es no entender que estamos todos hechos igual: mitad basura, mitad maravilla. De lo que se trata es de la igualdad de oportunidades y de derechos y que haya un sistema universal que en lugar de estimular lo peor, permita el desarrollo de lo mejor que cada uno tiene.
Crisis, sentido común y el poder
Galeano y su compañera Helena, argentina, andan de capa caída tras la muerte de su perro Morgan. “Todos tenemos una vida fugaz, pero los perros más fugaz aun, entonces te toca vivir el dolor del compañero que ya no está. Morgan era mejor que buena parte de la gente que conozco”. Viajan a Buenos Aires con relativa frecuencia: “Pero vivo en Montevideo y me gusta, porque me gusta caminar y respirar. Las grandes ciudades no son caminables ni respirables”. Buenos Aires es parte de su historia de exilio político: “Y de mi memoria, porque fui uno de los que hicimos la revista Crisis, y todo lo que implicó aquello cuando éramos parte de la espuma de una ola muy linda y de mucha creatividad”. Vuelve a reírse, recuerda el día que llamó a Roberto Fontanarrosa para contarle algo que a su vez le habían dicho en Brasil: “Si el pelo fuese necesario, estaría adentro de la cabeza y no afuera”.
No quiere definirse ni que lo etiqueten: “Había un humorista uruguayo, Peloduro, al que le pidieron una autodefinición. Contestó: no tengo auto, ni definición. Yo tampoco. Cuando alguien te dice: sos tal cosa, te clasifica, de congela, te somete. Es una dictadura universal de mercado que necesita clasificarlo todo para dominarlo. Si no sos clasificable, no te someten. No sé si soy ensayista, narrador, poeta, ni quiero enterarme. Los géneros son uno de los inventos de los expertos, para ganarse la vida vendiendo sus fábulas en universidades y para omitir la verdad de la experiencia humana creadora. Ninguna experiencia de creación es clasificable. Entonces no quiero que me pongan una etiqueta en la frente, que me definan precio, valor y destino de mercado. Lo decía Machado: cualquier necio confunde valor y precio”.
Suele darle más relevancia a lo que pueda lograr el sentido común, que la ideología, la concientización y otras palabras acaso más prestigiosas: “Razonar con sentido común parece sencillo de decir… te cuentan que las mujeres son una minoría oprimida. El sentido común me dice: Eduardito, nunca fuiste fuerte en matemática, pero la mitad de algo no puede ser la minoría. Y es así. Hace poco estaba en España y vi la historia que se armó porque los piratas somalíes habían secuestrado barcos españoles. Sentido común: ¿quiénes son los piratas? ¿Esos muertos de hambre de Somalia? ¿O serán los pirateados por los barcos europeos y japoneses que pescan en aguas prohibidas, de modo ilegal, pero a los que nadie llama piratas? Y además, los somalíes pueden perjudicar a un barco o dos, pero los piratas de Wall Street hicieron naufragar al mundo entero, bandidos especuladores, pero recompensados por Obama como si fuesen héroes de la patria”.
El argumento se relaciona con las formas actuales de poder. Toma algo de cerveza, y sigue diseñando ideas: “El sistema de poder es tan omnipotente, sobre todo con los medios de comunicación, que logra emputecer al diccionario. Las palabras terminan significando lo contrario de lo que querían decir. Comunidad internacional es una expresión muy hermosa, que habla de un destino humano universal, y un mundo sin fronteras. Pero ahora lo usan para hablar de un club de generales y banqueros que se arrogan el derecho de exterminar a los demás. Otra palabra traicionada es mercado. Para mí y para muchos el mercado era un lugar maravilloso, donde la gente compraba verduras y frutas, intercambiaba chismes con los vecinos. Ahora el mercado es el poder de someter. Libertad era el nombre de la cárcel de la dictadura militar en el Uruguay. Y medios de comunicación en realidad son miedos de comunicación, que tienen por tarea primordial difundir gases paralizantes para que nadie se sienta capaz de cambiar la realidad”.
La verdad de la milanesa
Un tema que atraganta a Eduardo Galeano (que solicita no hablar sobre Pepe Mujica, al menos por ahora) es la derrota en el plebiscito por la ley que mantiene la impunidad de los militares uruguayos por violaciones a los derechos humanos. “Hay una contradicción entre los partidos políticos de la izquierda y los movimientos sociales, ecologistas, feministas, de derechos humanos. Lo acabo de vivir de modo personal. Yo fui uno de los que impulsaron los dos plebiscitos, el de los derechos humanos contra la ley de impunidad, que es una vergüenza nacional. Y el que les otorga el derecho de voto a los que viven afuera, expulsados, y a quienes encima se les niega el derecho de votar. Me parece mezquino y miserable. Pero perdimos los dos. Estoy como Inodoro Pereyra, mal pero acostumbrado”.
¿Qué pasó con el Frente Amplio en esos casos? “Yo celebro la victoria, es mi partido. Pero no me gustó nada que el Frente no nos apoyara. Y eso fue la verdad de la milanesa: no apoyó. ¿Por qué? No sé, tal vez los partidos políticos tienden a inclinarse sobre la falsa idea de que todo se dirime entre los partidos, en la disputa por los cargos. Yo creo que no. Que la concepción de la política tiene que abrir paso a la realidad, que te muestra cantidad de movimientos y experiencias nuevas, que surgen y se levantan contra los esquemas heredados”.
Cuando se está por ir, Galeano hace algo rarísimo: pide disculpas por haber llegado tarde (20 minutos). “Llegué angustiado por la tardanza, porque soy hijo de un lugar donde los acuerdos de palabra se cumplen. Ahora a nadie le importan. Te citan a las 3, llegan a las 4, pero el tiempo es parte del carácter sagrado de la palabra, del respeto al otro. En Uruguay la palabra empezó a ser desprestigiada por la dictadura. Yo me resisto a eso, pero es un reflejo prehistórico. Capaz que soy del paleolítico”.
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Lo esencial
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Las venas de Andalgalá
El 15 de febrero pasado una fiscal ordenó desalojar a los vecinos que montaban guardia para impedir que avanzara el proyecto minero Agua Rica. Resistieron pacíficamente y soportaron una brutal represión, que al día siguiente fue repudiada por toda la ciudad con una movilización que presionó para que liberaran a los presos, apedreó la sede de la minera y sacudió la intendencia, que terminó arrasada por el fuego. Lograron así ser escuchados: un juez ordenó detener las obras. La determinación de los vecinos de Andalgalá tiene su base en una experiencia concreta: allí se estableció hace más de una década Bajo Alumbrera, la minera que anunciaba el progreso y sólo les deja hambre y contaminación.
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