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Lo esencial

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Crónica del más acá

R ara los extranjeros que visitamos la Capital, el 12 es como una boutique de los bondis en Plaza Constitución. Limpito, modelo última generación, sin ruidos extraños o agujeros sospechosos, transita sobre la calle Constitución (no tengo la culpa de tanta legalidad catastral en el lenguaje) aristocráticamente, sin permitirse una mirada de reojo a las ofertas de vereda que las chicas, a la hora que sea, ofrecen con una sonrisa fatigada.
De todas maneras, resopla de alivio cuando dobla por Entre Ríos, más clase media, escondedora, prolija, hipócrita…
Y te deja en Congreso. Y ahí me bajé. Y al pie de un poste de luz, ante mi nariz, en plena bajada del distinguido 12, hay una placa homenajeando a Tomás Alva Edison. Que esté al pie de un poste de luz, es apropiado pero…
¿Edison?
No haré chistes de lamparitas. No.
Las plazas no son sólo espacio verde, pulmón urbano y todas esas frases comunes, aburridas y persistentemente inexactas que se dicen de ellas.
Son algunas cosas más. Por ejemplo, anfiteatro de actualidades y fósiles ideológicos, de capas de humus y roca que develan los movimientos de “placas” políticas y sociales, caóticas, amontonadas, desorbitadas como suele ser la realidad.
No se trata de describir. Se trata de ver y descubrir.
¿O no es Plaza Congreso unos de “esos” lugares del orgullo nacional?… ¿No?… Ya me parecía.
Entre perros, oficinistas, pobres, distraídos y personajes de todo tipo (lleno de gringos por donde mires), aparece en un costado, casi al descuido, una estatua a y de Ricardo Balbín, mano en el bolsillo, mirada hacia el Congreso y apologías de la Defensa de la Libertad y la Democracia y qué sé yo… Si Roca tiene estatua y plaza, por qué no el Chino Balbín.
Tiemblan Pigna y Adamovsky.
La Plaza está descuidada, sucia, pasto largo, verjas maltrechas, fuentes con agua podrida y esas lindezas tan frecuentes que cuesta verlas.
José Manuel Estrada está escondido, entre mucho verde, en una plazoleta, y mira desafiante a Mariano Moreno que está en otra, junto a un gomero robusto y descarnado.
Se ve que Don Mariano es más acogedor ya que varios han elegido tener su monumento como vivienda.
Vive gente en la plaza.
No es que está en la plaza
Vive. Y son unos cuántos.
Ahora… Si no te ven en Congreso… ¿dónde te ven?¿En Gonzalez Catán?, ¿en Tartagal?
Ellos charlan en un mate o un vino descuidado o duermen en un piso apenas cubierto por gomaespuma que alguna vez tuvo ilusiones de colchón.
Hay puesta de sol detrás del Edificio Legislativo y una belleza ajena.
Me siento un rato porque me cansé de nada. Tomo nota otra vez de la cantidad de pichichos (con sus dueños) que pasean por Congreso y calculo el volumen de meadas y cagadas que van depositándose en la Plaza.
Camino por primera vez mirando la vereda y, a poco andar, me veo necesitado de retener los oceánicos deseos de patear esas palomas gordas, feas y molestas, que deleitan (¡que palabra!) a los niños e irritan a los mal llevados como yo.
Por supuesto que el Gran Monumento del Congreso tiene tantas alegorías, tantos significados, que me pierdo en mi ignorancia artística. Porque a mí me parece feo, pero no debe ser feo.
Ocurre que no entiendo, que soy algo lento como decía mi maestra de sexto, y entonces me pregunto, por ejemplo: ¿qué significan esos angelitos gordos como las palomas, que están en bolas, en actitud de baile y sonrientes?
¿De qué se ríen, eh?

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Las venas de Andalgalá

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El 15 de febrero pasado una fiscal ordenó desalojar a los vecinos que montaban guardia para impedir que avanzara el proyecto minero Agua Rica. Resistieron pacíficamente y soportaron una brutal represión, que al día siguiente fue repudiada por toda la ciudad con una movilización que presionó para que liberaran a los presos, apedreó la sede de la minera y sacudió la intendencia, que terminó arrasada por el fuego. Lograron así ser escuchados: un juez ordenó detener las obras. La determinación de los vecinos de Andalgalá tiene su base en una experiencia concreta: allí se estableció hace más de una década Bajo Alumbrera, la minera que anunciaba el progreso y sólo les deja hambre y contaminación.
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Otro paraíso en peligro

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Las empresas forestales Arauco y Stora Enso retomaron el proyecto iniciado por la española Ence para instalar una nueva pastera en Uruguay. El lugar elegido es Conchillas, un pueblo declarado Monumento Histórico Nacional.
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Gracias por el fuego

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La lógica de los partidos políticos y las viejas vanguardias, frente a los nuevos movimientos sociales. ¿Por qué los recursos naturales se transforman en maldiciones de la historia, y la dicha en desdicha? Las luchas de las mujeres, las técnicas para someter a las sociedades, y los modos en que éstas superan los límites del miedo y el autodesprecio. Hace 40 años Galeano terminaba de escribir su obra sobre las venas abiertas de un continente y ahora llegó a mu para conversar acerca de las pasteras, las mineras, los modos actuales de la piratería y las palabras para recuperar el sentido común.
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LA NUEVA MU. Generación Nietes

La nueva Mu
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