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¿Qué campo?
La patria sojera tiene claros perdedores y ganadores que este libro pone en contexto. Cómo fue el proceso que cambió brutalmente la postal rural.
Rodolfo González Arzac es, desde hace muchos años, periodista. Y desde hace unos meses, escritor. Esta nueva faceta la inauguró con su libro Adentro. Millonarios, chacareros y perdedores en la nueva Argentina rural. “Después de estar tanto tiempo viajando para cubrir el conflicto rural, de recorrer casi todos los piquetes y de hablar con tantas personas, me propuse contar pequeñas historias que den cuenta de un gran tema: qué es hoy el campo”. Queda claro luego de leer su libro que para Gonzalez Arzac se trata del lugar de la actual concentración económica. El lugar donde no hay Estado. El lugar de los pooles de siembras. Pero también, el lugar de los ranchos, el glifosato y las deforestaciones. Y es el lugar donde miles de personas son hoy obligadas al exódo hacia las periferias de la pobreza urbana.
Biografías no autorizadas
En su libro puso en juego tres factores. Primero: “La complejidad y las contradicciones de esos tipos”.Y cuando dice “esos tipos” se refiere a personas tan diversas como Alfredo Olmedo, Gustavo Grobocopatel. Eduardo Buzzi y Alfredo De Angeli. Cuenta, por ejemplo, que Alfredo Olmedo se fue a los 13 años a trabajar a Rosario de la Frontera como cadete en un aserradero y hoy está al mando de Olmedo Agropecuaria. Señala que cuando le preguntan a Olmedo cuántas hectáreas tiene, su respuesta es: “No me acuerdo”. Gónzalez Arzac afila el lápiz y trata de traducir en números la amnesia de Don Olmedo: “En el año 2000, el gobernador Juan Carlos Romero le entregó las tierras fiscales de la compañía Salta Forestal, una sociedad entre la provincia y Fabricaciones Militares que extraía madera y producía carbón. La concesión fue de 362.000 hectáreas por 64 años, renovables, con la ventaja de que los veinte primeros años la concesionaria no pagaría canon y a partir de entonces sólo debía poner 300.000 pesos anuales. Un tiempo después, la empresa Ecodesarrollo, donde los Olmedo estaban asociados con la firma Agropecuaria Cervera, pactó una operación comercial por la que Olmedo se quedó con 200.000 hectáreas y el resto fue a parar a manos de Cresud, el gigante de irsa, que maneja 450.000 hectáreas propias en todo el país”.
El libro también traza un perfil de Gustavo Grobocopatel, quien se define progresista, admite su voto por Oscar Alende y declara su admiración por Arturo Frondizi. Los Grobo son conocidos como “el gigante de la soja”, y se presentan como formadores de pools de siembras. González Arzac explica qué significa esto: “A veces la empresa les alquila la tierra a los pequeños productores y la siembra con los fondos de un fideicomiso. Otras, se asocia con ellos y les vende servicios e insumos”. Es el propio Eduardo Buzzi quien sintetiza qué generan: “Aumentan los alquileres y se quedan con la tierra”. Jorge Zabala, uno de los productores que compite con Los Grobo, confiesa en el libro: “Tienen abogados, contadores, todo un circo armado con el que yo no puedo competir. A mí me cuentan las costillas y ellos están cubiertos en las espaldas. Porque ellos también están con el poder político. Son gente muy hábil, muy trabajadora y muy eficiente. Pero acá habría más riqueza si no estuviera Grobo y si sus empleados, en vez de sus empleados, fueran chacareros”.
En la lista de González Arzac sigue Eduardo Buzzi. Relata que de pequeño vivió con su abuelo en un rancho de paredes de adobe y que era la mascota de los peones golondrinas que iban a recoger maíz al campo. Cuenta el libro que eran épocas de músculos y no de plaguicidas. Y que Eduardo iba todos los días a una escuela rural y una vez al año al pueblo. Que a los 19 años entró en el Consejo de Agricultores Federados Argentinos (afa) y que en 1983 lo nombraron presidente de la filial de la Federación Agraria Argentina (faa) en J.B. Molina, su pueblo. Ingresó en el peronismo en 1985 y salió horrorizado en 1989 por la alianza entre el gobierno de Carlos Menem y la exportadora de cereales Bunge & Born. Se hizo amigo de comunistas y llegó a lo más alto de la Federación Agraria. Tuvo simpatía con los Kirchner, pero la resolución 125 lo hizo ingresar a la Mesa de Enlace. Dice Gonzalez Arzac que le dijo Eduardo: “No nos unió el amor sino el espanto”. En agosto de 2009, Buzzi fue el primer presidente de Federación Agraria que subió a la tribuna de la Rural y que desde allí aplaudió el discurso de Hugo Biolcati, al cual González Arzac define de la siguiente manera: “… un empresario con uno de los tambos más grandes del país en Carlos Casares, un descendiente de italianos como él, pero rico, pero antipático, con un discurso altisonante y liberal”.
Es el turno del “arrendatario y contratista” Alfredo De Angeli. González Arzac escribe: “De Angeli se instaló en Gualeguaychú en la década de los 80. Y tardó muchos años en hacer su debut gremial. Recién en 1997 participó de un tractorazo contra el Banco Nación, que, por entonces, amagaba rematarle los campos a cientos de productores. Fue apenas el principio. El Melli, como les dicen a él y a su hermano mellizo Atilio, se fogueó en las protestas rurales y, más cerca en el tiempo, participó activamente de la lucha contra la instalación en Fray Bentos de la pastera Botnia. En marzo de 2008 tenía 51 años y ya era un dirigente de peso de la Federación Agraria. El azar hizo que estuviera en el principal foco de tensión de la protesta. Fue cuando unos trescientos camioneros -enviados por Pablo Moyano, el hijo del líder de la Confederación General del Trabajo- intentaron impedir el corte que él dirigía en el cruce de las rutas 12 y 14. Los móviles de televisión corrieron al lugar. Y por meses lo enfocaron, día y noche, siempre en primer plano”. González Arzac trata de dilucidar una sospecha que está en boca de todos: cómo y quién financia las giras de De Angeli. En un momento se escuchó el nombre de Alfredo Olmedo, “el productor que siembra más hectáreas propias de soja en el país”. Pero tanto De Angeli como la familia Olmedo desmintieron ese rumor. González Arzac sigue preguntando y llega al apellido Blaquier. Pero De Angeli lo niega.
Si hace bum, es soja
¿Qué contradicciones unen y separan a estos nuevos personajes que aparecieron en el centro de la escena política durante el conflicto entre el campo y el gobierno? González Arzac responde: “El boom de la soja. Y el ‘bum’ de la soja. La soja multiplicó los fajos. Trajo dólares frescos. Engordó las arcas estatales. Alimentó las ganancias de los productores. Se puso de novia con las inversiones especulativas. Empujó todo lo que se le puso adelante. Subió el precio de la tierra. Y el de los alquileres. E invitó a muchos chacareros a descansar. En los pueblos nació una nueva generación de productor. Un productor chico que no produce. Que alquila su poca tierra. Que tiene para vivir. Pero no tiene nada para hacer. Hasta que alguien los tentó con un tour por las rutas. Una manera de matar el tiempo. Una excusa para salir en televisión. Pero también una forma de agruparse, de participar.”
El otro campo
El segundo factor que trata de explicar es el proceso de concentración económica generado por obra y gracia de un Estado ausente. Y el resultado de esta política que fue la expulsión de los participantes más pequeños. Y cuando dice los “más pequeños” se refiere a Ángel Strapazzón de un sector del Movimiento Campesino de Santiago del Estero; a María Raimundo Luna, del paraje Agua Amarga; a los agricultores de la banquina de San Martín, Chaco, y a los tobas de Pampa del Indio, entre otros. A ellos también los visitó Rodolfo.
Sobre Ángel Strapazzón escribe: “Es líder natural de un sector del Movimiento Campesino de Santiago del Estero, compuesto por nueve mil familias, alineadas con el movimiento internacional Vía Campesina que agrupa a 148 organizaciones en 69 países del mundo y defiende la agricultura familiar y sustentable. En la Argentina hay cerca de 250.000 unidades domésticas agropecuarias que representan al 82% de la población rural y ocupan apenas el 14% de las tierras cultivables”.
La historia de María Raimundo Luna es otra, pero la injusticia idéntica. Luna vive en el paraje situado en el límite de Santiago del Estero mal llamado Agua Amarga. Porque ni siquiera hay agua para tomar. Ni luz. Y sólo dos lugares con energía eléctrica. Pero además en Agua Amarga la tierra es un problema y los campesinos deben enfrentarse al avance de las topadoras. González Arzac escribe: “Santiago del Estero, además, es la provincia con mayores niveles de deforestación de Argentina: entre 1998 y 2006 se desmontaron 821.293 hectáreas de bosques nativos. Una ley nacional sancionada a fines de 2007 hacía suponer que todo terminaría. Pero no. Los gobiernos provinciales, por lo bajo, siguieron entregando permisos para desmontar”.
Otra historia: la de los banquineros del Chaco. Son 300 familias que eligieron vivir al lado de la ruta que lleva a la ciudad de General San Martín, ubicada a 130 kilómetros de la capital provincial. “Muchos de ellos fueron peones o familiares de peones que quedaron sin trabajo cuando cambió de manos el establecimiento. A otros, su patrón les pidió que dejaran el lugar porque ya no los necesitaba porque cambiaba el cultivo de algodón por el de los porotos de soja. El tradicional cultivo de algodón, que en 1997 representaba más del 70% de la superficie cultivada en la provincia, cayó un 9.9% en 2001”, explica González Arzac.
“Este no es un libro sobre el conflicto rural”, advierte. Rodolfo se queda callado. Toma un sorbo de café y suelta: “Pero el conflicto dejó cosas interesantes sin resolver. ¿Para qué queremos la tierra?, por ejemplo. La ausencia del Estado se vuelve impiadosa. No hay reglamentaciones. O cuando las hay, no se cumplen. No existe una ley de contratos que equilibre el mercado. A la vez, estar parado sobre un recurso natural es como estar en la ley de la selva: nadie te defiende si sos bueno; nadie te condena si sos malo”.
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