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El mundo desde abajo

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¿Cómo viven los obreros de la era global? ¿Quiénes encabezan el ranking de la discriminación en la sociedad moderna? ¿De dónde salen los delincuentes? ¿Qué oculta el racismo cibernético? ¿Cómo se construye una casa sin dinero y quiénes erigen otro modelo de sociedad? ¿Cuál es el arte de estos tiempos? ¿Qué suena en la música y qué grita la calle? ¿Cómo escapar del aburrimiento? ¿Quiénes son los desaparecidos de hoy? Estos y otros enigmas zurcen esta recorrida por la isla que marca el fin del mundo y traza una cartografía diferente de la actualidad. Postales para sembrar preguntas, desarmar el mapa y poner las cosas en otro lugar.

El mundo desde abajoSobre la nieve están los niños sikuris (por la flauta andina que aprenden a tocar), que se hacen cuernitos para la foto y luego saldrán a esquiar deslizándose en tablas de aglomerado. Están también un maestro kolla, un homosexual rapado, un cronista freezado y un globo terráqueo. La temperatura es de unos 3 ó 4 grados bajo cero y para vernos tiritar hay que mirar hacia arriba: en Ushuaia los obreros están escondidos en las laderas de la ciudad. Favelas sobre la nieve, hechas en madera o chapa. Las casas parecen flotar: la parte de atrás apoyada en la montaña, y la de adelante sobre vigas de varios metros, según la pendiente. En lugar de pasillos y calles, hay escaleras y senderos de madera. Desde allí pueden verse el Canal de Beagle, la bahía azul, los rompehielos rojos, las montañas blancas.
Según la moda global y el electroencefalograma local, estos asentamientos –que en Ushuaia albergan a 30.000 de los 70.000 habitantes que se calcula tiene la ciudad– son considerados aguantaderos. En los comentarios de algunos blogs locales se lee:
 
“Ladrones de tierras… sepan que son INDESEABLES en esta ciudad”;
“Okupas, sigan mamando”;
“NAPALM para los NEGROS DE MIERDA… hay que hacerlos jabón (eso a los gorditos que rinden más)”.
 
Hay muchos otros llamamientos por el estilo, realizados por cierto establishment nacido y criado en la zona, siempre con el coraje del anonimato. Para descubrirlos, hay que ir hacia abajo del globo terráqueo, hacia un puntito del que podríamos llegar a caernos sobre la mesa. La idea de que el sur es “abajo” es un capricho cartográfico del norte (que se reservó estar “arriba”), cuyo principal efecto gravitatorio ocurre en la cabeza y la escala de valores de la gente. Las oficinas turísticas refrendan el argumento: estamos –dicen– en el fin de mundo. Como hablamos de un artefacto esférico, ¿no habría que pensar que éste es también el principio del mundo, o el centro?
En todo caso, Ushuaia es la ciudad más austral del planeta, Tierra del Fuego es la isla más grande de Sudamérica, y la provincia más joven de Argentina. Es tierra de nómades, sede de un genocidio perfecto, isla de la fantasía del progreso.
Pero ahora tocan los niños el sikuri y el universo no es tan frío. Las latitudes laten, las brújulas danzan, y no es muy clara la utilidad del globo terráqueo ni de otros caprichos, en un lugar donde hay demasiada gente intentando sus propias cartografías.
 
Maricas sin gueto
Los chicos salen corriendo de la escuela y se quedan jugando en la pendiente, esquiando con risotadas y tablitas sobre la nieve. Son prácticamente el único grupo humano que pude ver en Ushuaia haciendo algo puertas afuera.
Leandro González se pone un gorro sobre la cabeza rapada. Quiere que lo llamen de cualquier modo, menos gay: “Que me digan homosexual, puto, marica, cualquier definición es preferible a la de gay” postula. “Gay es una palabra inglesa, que significa alegre, divertido, pero se ha transformado en un cliché, en la imagen estereotipada de un consumidor con plata, que además está metido en un gueto. Nosotros queremos otra cosa. Planteamos la cuestión sexual como una de las posibles luchas, pero priorizamos cuestiones como el derecho a la tierra y a una vivienda digna”.
Leandro es inspirador del colectivo Ají Picante, de donde nacen la revista Ají y un cúmulo de intervenciones sociales y culturales que facilitan que personas de Tierra del Fuego (mujeres y hombres homo y heterosexuales que a su vez son inquilinos, desocupados, niños, migrantes e inmigrantes, okupas, artistas, obreros y escondidos, entre otros oficios) puedan conocerse y ser conocidos. No es lo habitual: pese al clímax tecnológico de la comunicación, muchas veces las personas y grupos sociales andan ensimismados, absorbidos por sus problemas cotidianos, o reducidos al rol de espectadores de pantallas. La incomunicación de la comunicación.
Datos tipo wikipédicos de Leandro: nació en Mar del Plata, donde vivió con su mamá Alicia y su hermana. “Siempre me acuerdo que un día íbamos en colectivo, Yo tendría 5 años. Subieron dos chiquitos sin plata, y el chofer les dijo que si aparecía el guarda los iba a hacer bajar. Mi mamá fue y les dio nuestros boletos. Dijo: ‘viajen tranquilos’. Ella falleció, pero hoy estaría haciendo trabajo social en cualquier asentamiento”. Clásica historia de padre ausente: “Iba, venía, se fue. No pasa nada”. Terminó la primaria y llegó la mudanza a Ushuaia, a una casilla en un asentamiento: “Las ventanas eran de plástico, estábamos colgados de la luz, el agua la teníamos que ir a buscar al chorrillo, la garrafa a tres cuadras”. Siempre hizo militancia en el barrio por la suya, no en partidos políticos. “Lo importante es hacer cosas para acompañar, para ayudar a solucionar problemas. Hacíamos chocolateadas gigantes en el barrio. Pero para mí eso es lo natural, lo que hay que hacer”.
Sin embargo, se hacía preguntas inquietantes. “¿Cuál es mi función en la vida? No puedo pasarla trabajando y siendo feliz con lo que el mundo denomina ‘feliz’: haciendo turismo y comprando”. Siguen las preguntas “¿Y cuál es mi lugar si quiero lograr transformaciones, utopías, llamalo como quieras? No soy un intelectual, ni un artista. Pero me siento un productor. Alguien que puede colaborar para difundir, para que las cosas se conozcan, que no sean invisibles, y se conecten entre sí para ser más fuertes. Eso es revolución”.
 
¿Existe la revolución?
Existe en lo que uno puede hacer cada día. Es el cambio. Y yo lo veo: lo estoy viendo en montones de cosas. Es cuando uno descubre su función, su potencia, y la pone en práctica. El tema es que cada uno sepa qué rol va a cumplir en la revolución. Yo encontré ese lugar: soy un link.
 
 
¿Con qué rima boliviano?
Leandro anduvo recorriendo mundo: Chile, Bolivia, Europa, Buenos Aires, y el regreso a Ushuaia. Hace cinco años (tiene 36) creó el proyecto Ají Picante, y una productora de contenidos llamada Le Ind que edita revistas relacionadas con el turismo y el comercio. Podría decirse que con Le Ind se gana el sustento, y con Ají se gana la vida. “Al principio me negaba a una militancia homosexual, pero con el tiempo entendí que podía ser una parte de lo que yo hacía, porque para los que no somos heterosexuales, la sexualidad te marca la vida, las relaciones con la sociedad. Pero entonces empecé a juntar todo. Y aquí en Ushuaia vi el hostigamiento que había hacia la comunidad boliviana. Yo había vivido en La Paz, ciudad que amo. Y entonces hice un clic y por primera vez escribí mi propia frase: Boliviano rima con Hermano. Empecé a pegarla en papelitos con cinta scotch para que la gente se la llevase, o la pintaba con esténciles. ¿Sabés qué me decían, incluso algunos amigos? ´¡Qué frase chocante!´ Para mí es al revés. Es hermoso hermanarse con un pueblo”.
Otro descubrimiento: el torneo de discriminación en Argentina es encabezado por bolivianos y paraguayos. “En tercer lugar, la diversidad sexual. Entonces dije: juntémonos con los que están igual o peor que nosotros”.
El link con Leandro conduce, así, al asentamiento El Obrero, y a Edgardo Quisver, en la escuela de apoyo escolar del barrio. “Aquí ayudamos a los chicos de primario con el estudio, pero además armamos una banda de niños sikuri, enseñando el instrumento, y estoy en otra escuela del asentamiento que es un proyecto intercultural bilingüe con el quechua, donde tratamos que los chicos aprendan a socializar y no se avergüencen de usar su idioma. En todos los casos tratamos de no reproducir la educación tradicional, con ese sistema de maestros que depositan sus saberes en los niños como si fuera el depósito de un banco. Queremos aprender nosotros de ellos y con ellos, que se sientan cómodos, aprendan y puedan crear. Es una enseñanza que no apunta a lo individual, sino a lo colectivo”. Parece perplejo, y se cruza moviendo los dedos de ambas manos: “O sea: todo esto está entrelazado. ¿De qué quiere hablar?”.
Empiezo a sospechar que Edgardo es otro link.
Su nexo es musical, a través del sikuri, esa flauta hecha de tubos (originalmente de caña) que representa un sonido que es el adn de la música del altiplano. Puede ser místico y alado, o puro carnaval y fiesta. Pero en el fin del mundo, Edgardo enseña el sikuri con una particularidad: “El instrumento tiene dos hileras de tubos en los que hay que soplar, ira y arka, macho y hembra, con distintas notas y sonidos que se complementan. Nosotros separamos esas dos partes, para que nadie pueda tocar solo. Al tocar con los otros, se aprende lo comunitario. Nos necesitamos. Y encima sale mejor, con más intensidad y más posibilidades musicales”. Otro link: Leandro conectó a los niños sikuris con bandas de rock y hip hop fueguinas, que quedaron maravilladas y ensambladas con todo esto, y pensándolo para nuevas fusiones.
Edgardo llegó desde Jujuy hace unos 20 años. “Desciendo de aymaras, soy kolla. Y muchísima gente del asentamiento viene de allí: de Bolivia, Jujuy, Salta. Para mi la identificación es regional. Puedo pasar fronteras y ser boliviano o argentino, y no quedarme en el nacionalismo que genera xenofobia”. Los chicos de familias bolivianas detectan que es argentino, porque come pan: “Es como la milanesa, que es de aquí, allá es chuño con picante de pollo. Pero hay diferencias que a veces se hacen fuertes entre nosotros mismos. Un boliviano le dice ´indio´ a un santiagueño. O se ofende si le dicen argentino. Y viceversa. Divisiones que no nos sirven para nada. Y nacen de una sociedad totalmente discriminatoria que convierte la identidad o el aspecto en un insulto”.
¿Cómo lo insultan a usted?
Se te ríen cuando te ven. Más si me pongo el chulo (el gorro de lana con orejeras). Se lo pone un turista y es muy pintoresco, pero abajo, en la ciudad, cuando paso con el chulo me eructan en la cara. ¿Qué hicimos para merecer esto?
 
Progreso, lavado y minga
La población de Tierra del Fuego (estimada en casi 140.000 personas) creció un 153 por ciento en los últimos 20 años y se calcula que actualmente está incrementándose en un 10 por ciento anual. Un ejemplo: en 1980 Ushuaia tenía 10.000 habitantes, hoy llega a los 70.000. Edgardo explica estas cifras con dos palabras: “Necesidad económica”. Y la explica así: “Venimos de lugares donde no hay trabajo. La familia sigue siendo patriarcal, entonces depende principalmente de lo que el hombre consiga. Se trabaja en verano, en invierno es la veda. La gente no tiene dinero para alquilar. Entonces se viene a los asentamientos a construir su casa”.
 
¿Cómo se construye?
Los paisanos andinos tienen un principio, el ayni, la reciprocidad. La minga minkay es otro concepto que nos hace ser iguales y complementarnos sin una cuestión de dinero de por medio. Se concreta haciendo una casa entre todos, capaz que en un día. El que convoca invita con un asado, un picante, todos trabajan. Luego hacen la casa del otro. Es ayudar al vecino. Y se consiguen materiales haciendo el pasanaku, como un círculo cerrado de ahorro entre todos. Así se va avanzando. En la ciudad dicen: ´Mirá cómo progresan, seguro que lavan plata´. No: lo que hacemos es trabajar y movernos en conjunto.
 
Edgardo cree que el principal problema del barrio es el frío. La población urbana de Ushuaia tiene el gas de red subsidiado, que jamás se apaga, a unos 50 pesos el bimestre. Pero en los asentamientos dependen de las garrafas: las subsidiadas, de 10 kilos, cuestan 10 pesos. Duran un día y hay que hacer cola para conseguirlas. Las no subsidiadas están entre 40 y 50 pesos. Por eso se recurre también a la leña (y los vecinos con red de gas acusan a los asentamientos de daño ecológico). Otros problemas son obvios: desocupación, pobreza, indiferencia. Menos obvio: “El alcohol, que es algo ajeno a nuestra cultura, y es un flagelo para muchos paisanos, con el que por un lado te controlan la cabeza y por otro se afecta a muchas familias”.
Miguel Ángel, del asentamiento La Bolsita, dice que tan grave como todo esto es el problema del agua: “A veces hay presión, pero si no, tenemos que ir a buscarla en tachos”. Una opción clásica en muchos hogares fueguinos es tener siempre las canillas abiertas. Es un desperdicio de agua, pero en el fin del mundo se aprende algo importante: todo lo que se queda quieto termina congelado.
Cómo deshacerse de un pueblo
Leandro dice algo raro: “Me siento nómade”. (De hecho, oscila su vida entre Ushuaia y Río Grande). El nomadismo tal vez sea una marca de estos tiempos. Los migrantes e inmigrantes son nómades expulsados o empujados casi siempre por la pobreza, pasajeros en tránsito que no tienen claro su destino. Para Leandro ser nómade es el modo de no congelarse, como el agua de las canillas fueguinas.
Los nómades fueron los primeros habitantes reales de Tierra del Fuego (o sea: anteriores a los “nyc” que escriben blogs). Es una historia de 10.000 años que en 40 años de lo que se suele llamar “civilización” quedó exterminada. Los selk’nam (los rebautizaron onas), con sus hogueras, son los que inspiraron a Hernando de Magallanes para que esto se conozca como Tierra del Fuego. La historia oficial es narrada a veces como un anecdotario de viajeros españoles, criollos y británicos. Entre éstos estuvo Charles Darwin, colectando datos para estipular su teoría de la evolución (horror cristiano: no descenderíamos de Adán y Eva) que terminó siendo malversada como “darwinismo” o “ley del más fuerte”, según la cual la evolución es una carrera en la que los “débiles”, los que no pueden o no quieren adaptarse, quedan en el camino destinados a desaparecer.
Sin necesidad de teorías, en Tierra del Fuego exterminaron a todo el pueblo indígena a lo largo de unos 30 años. Se calcula que 4.000 habitantes de la isla murieron por enfermedades contagiadas, por envenenamiento consumado por los civilizadores blancos, y merced a la cacería: se pagaba una libra esterlina por indio muerto, dato que debía confirmarse con la presentación de la oreja correspondiente. Las masacres permitieron la instalación del progreso, a través de la ganadería (ovejas). Los selk’nam que sobrevivieron fueron deportados y recluidos en la isla Dawson, chilena, donde la misión salesiana rubricó la tarea santamente, con cementerio y cruces. En 1910 no quedaba ni uno vivo, y la misión se cerró.
Como la zona quedó un poco despoblada, las autoridades (temerosas de Chile) idearon reactivar el crecimiento demográfico instalando una cárcel. Los presos traídos desde el norte (en Tierra del Fuego, el resto del mundo es el norte) eran usados de paso como mano de obra. Hubo asesinos seriales como Cayetano Godino (el “petiso orejudo”), anarquistas como Simón Radowitzky (cuyo atentado mató al jefe policial Ramón Falcón), pero sobre todo obreros díscolos y dirigentes políticos (los radicales, en tiempos de la llamada Década Infame, por ejemplo). Entre presos, guardiacárceles y burocracias afines se sumaba menos de 1.000 personas. Se cerró en 1947, durante el primer gobierno peronista, por razones humanitarias. En los 70 se militarizó la zona por el conflicto del Beagle. Luego llegaron las leyes de promoción industrial, que llenaron la isla no de industrias reales, sino de ensambladoras de electrodomésticos, pero generaron la posibilidad de trabajo para miles de nómades que llegaron para reescribir su propia teoría de la evolución.
¿De dónde vienen los delincuentes?
Según informes policiales, en un semestre de 2009 hubo en Ushuaia 170 robos, 224 hurtos, 189 daños y 590 delitos contra la propiedad. Es difícil saber cómo se ensamblan estos informes siempre alarmistas y promotores de pedidos de mano dura, genéricamente, contra la gente de los asentamientos, culpabilizada por la supuesta ola de inseguridad. Esto fue desmentido por Gustavo Ariznabarreta, el defensor oficial de Tierra del Fuego ante el Tribunal Superior de Justicia, cuando informó, en junio pasado, que aproximadamente el 90 por ciento de los detenidos en las cárceles de Ushuaia son fueguinos, o personas instaladas desde hace mucho en la isla. Con lo que sí cumplen, aclaró, es con la selectividad del sistema penal, que siempre encarcela a un determinado tipo de persona, o de estándar socio-cultural: los pobres. Dijo Ariznabarreta: “Nos alteramos solamente con aquello que pone en peligro mi seguridad, estereotipada por un modelo o arquetipo de persona: tatuado, pelo largo, color de piel, determinada forma de hablar”. (Nada es exagerado, todo puede ser antológico: en junio, los taxistas de Tierra del Fuego solicitaron a la gobernación que impidiera el ingreso a la isla de personas tatuadas, hasta registrar sus antecedentes penales).
Ariznabarreta advirtió sobre las tendencias xenófobas, y agregó que la cantidad de presos en Tierra del Fuego es diez veces mayor que el promedio nacional. “El nivel de persecución penal y detención de personas es muy superior al promedio, al contrario de los que piensan que acá no pasa nada”. Aclaró que las condiciones en que viven esos presos son “aberrantes”.
 
Cooperativa de destrucción
El link-Leandro también conecta con otro asentamiento, La Bolsita, donde los vecinos se han organizado como cooperativa de autoconstrucción de viviendas Balcones de Ushuaia, inspirados en el moi (Movimiento de Ocupantes e Inquilinos) con el símbolo de dos caracoles que se dan la mano con su hogar a cuestas.
La Bolsita nació en 2005, sobre un morro. Cuenta Edi: “Abajo había un basural, el viento hacía volar las bolsitas de plástico. Toda la mugre venía hasta acá, y nos quedó el nombre”.
Teresita integra el Foro Social Urbano, otra asociación de personas que no se resignan, y explica que este proceso autogestionario logró dos cosas: “Una, desjudicializar, porque estaban todos con causas abiertas por usurpación. Y la otra, pelear por el acceso a la tierra a través de la cooperativa. Nunca se había hecho esto. Siempre es el Estado que te daba la tierra, o te hacía vivir en un listado”. Hay 5.000 familias inscriptas en el Instituto Provincial de la Vivienda (ipv), esperando acceder a casas de construcción discutible, por las que deberán pagar cuotas siempre arriba de los 1.500 pesos mensuales. Miguel Ángel: “Yo tengo el número 107, pero además de los inscriptos hay unas 17.000 personas que fueron a pedir casa o lugar”. La mayoría no logra ni anotarse, por no cumplir requisitos como el de tener cuatro años de residencia en la isla.
Otro filtro es el de los desalojos permanentes, que han sido tercerizados a través de una cooperativa de signo contrario, dedicada a la destrucción de viviendas, llamada Magui Mar. Instalaron casillas en las entradas de los asentamientos para evitar que suban materiales (y como un obvio modo de vigilar a los vecinos). Por lo tanto, en plan hormiga, las casas se van haciendo con elementos y retazos que no excedan el tamaño del baúl de un auto para burlar esa frontera. “No los dejan subir ni una cama” explica Fernanda Rivera Luque, que ha estado realizando ensayos fotográficos en los asentamientos durante los últimos cinco años.
Cuando aparece la orden de desalojo, Magui Mar sube con fornidos sujetos poco cooperativistas, custodiados por la policía local. Tiran abajo las casillas, y luego serruchan y hachan cada material para dejarlo inutilizable. El propio intendente radical, Francisco Sciurano (el ingenio local lo rebautizó Scianuro) salió a avalar a Magui Mar y se ha fotografiado junto a las casas así destruidas como mensaje para futuros nómades que quieran acercarse a la isla. Algunos concejales de Ushuaia (del ari y fpv) sospecharon que la contratación de Magui Mar era un tanto gaseosa, la pusieron en tela de juicio y fueron amenazados públicamente por los fornidos sujetos.
Edi, en La Bolsita: “Nosotros nos mensajeamos para convocarnos a resistir, y armamos barreras humanas, pacíficas, para evitar los desalojos. Lo logramos a veces. Otras no”. Su diagnóstico: “Esto era una mina de oro con las leyes de promoción industrial. Quedó la mina, pero ya no hay oro”.
Edi agrega un dato pocas veces pensado: “Nosotros somos los que llevamos adelante día a día la ciudad. Los que la armamos, los que la construimos, hacemos los hoteles, hacemos los trabajos, compramos en los negocios, pero no hay políticas sociales ni de ningún tipo para nosotros”. No vende falsas imágenes: “En los barrios hay problemas, para un chico no hay nada que le dé alguna perspectiva de educación, trabajo o vivienda. Para colmo la discriminación. Tenés que mentir tu domicilio. Bueno, acá ni siquiera teníamos un domicilio, fue otra pelea que tuvimos que hacer”. Se acomoda el gorro celeste y blanco argentino: “Además de la cooperativa, vamos a poner una radio. No queremos ser noticia, sino decir lo nuestro. Si ésta es una sociedad en la que todos vivimos, queremos que nos escuchen y que podamos participar en las decisiones que se toman sobre nosotros mismos”. La cooperativa Balcones de Ushuaia integra hasta ahora a 300 vecinos de La Bolsita. Teresita: “Y esto va a replicarse. Porque aquí pasa lo que decía la Biblia: crecemos y nos multiplicamos”.
Una fórmula
Ahora estamos en otro asentamiento y en otro galpón, con 50 personas en ronda, con carpetas, mate y proyectos. Desde Cero es otra cooperativa de autoconstrucción de vivienda, que está esperando la cesión de un terreno ya detectado donde instalarse para construir conjuntamente 36 casas. Nahuel Mieres preside la cooperativa. “Pero acá nadie manda, esto es horizontal” dice Marita, la tesorera. Nahuel: “Somos inquilinos. Yo pago 1.800 pesos por mes en la montaña por dos habitaciones”. Algunas características que explican casi coralmente.
 
Propiedad colectiva: “Vamos a ser los dueños del barrio pero nadie va a poder negociar la propiedad por su cuenta. Todo es de todos. Todos somos dueños de la propiedad colectiva”.
Ayuda mutua: “La vivienda se hace con el apoyo del moi y construida por autogestión se abarata en un 40 por ciento, pero encima se usan los mejores materiales. La casa que te hace una constructora es mucho más cara, y los materiales son de cuarta. Poniendo horas de nuestras vidas, vamos a ayudar en la construcción de nuestro barrio”.
Me pasan un mate y relatan que una casa actualmente puede valer entre 200.000 y 300.000 pesos, según el tamaño. “Sacale el 40 por ciento”. Bien, ¿pero de dónde sale esa suma? Nahuel: “Hay un convenio impulsado por el moi (que integra la cta) por el cual el gobierno nacional y provincial otorgarán créditos blandos a proyectos de autogestión. Cada vecino irá pagando su casa, pero el valor de la cuota será mucho menor que el de un alquiler”. Calculan 1.000 pesos por mes (todo según resulten los costos finales) para casas de calidad donde gran parte del valor estará dado por el propio trabajo de los vecinos.
El MOI ha planteado una especie de fórmula, que trata de responder una pregunta que venían haciéndose los zapatistas: ¿cuál es la velocidad del sueño? La fórmula es así:
vs = c x n x
(a + am + pp + op + m + at ) – fn
 
VS es la velocidad del sueño;
C es caracol (o sea, la familia que quiere tener su casa);
N es cantidad de caracoles;
A es la autogestión;
AM, la ayuda mutua;
PP, la propiedad colectiva;
M, movilización;
AT, asistencia técnica;
FN, las fuerzas negativas (burocracia, falta de voluntades políticas, no asignación de recursos, desaliento, debilidades internas propias, y la falta de todo lo que incluye el paréntesis de la fórmula). Marita lo explica de otra forma:
 
“Uno sólo no tiene fuerza.
El grupo te alienta.
No queremos que nos regalen nada.
Estamos probando cómo hacer algo diferente”.
 
 
Rap radioactivo
La conectividad fueguina de Leandro nos lleva ahora a conocer a José Luis Miralles, un artista que de la pintura pasó a la basura: “Reciclo lo destruido por el neoliberalismo para demostrar lo que se puede hacer con casi nada”. Instrumentos musicales que funcionan a partir de dibujos escaneados, construcción de imágenes luminosas y hasta un cortometraje sobre una fábrica recuperada, Renacer (la vieja Aurora Grundig) con el símbolo de un Mickey Mouse crucificado. José Luis aporta al trasfondo de mucho de lo que ocurre aquí: “Me cambió la vida cuando vi el cierre de fábricas, vi cómo les pegaban a los obreros que reclamaban, y estuve en el acto en el que la policía mató a Víctor Choque (obrero de la construcción asesinado de un balazo de plomo en la cabeza, en abril de 1995). Pensé: esto no puede estar pasando. Pero pasaba, y cambió toda mi relación con el arte”.
Otro link: Radioactiva, una radio instalada en una casita que parece de cuento, entre el bosque y la nieve. Es la única emisora comunitaria argentina al sur de Radio Encuentro de Viedma. “Por definición nos salimos de la agenda y el periodismo pedorro de las radios convencionales” plantea Paul Maturo, quien con Guillermo Wilson se encargó de revivir un proyecto que parecía coagulado como el hielo, pero que ahora propone una grilla de 21 producciones propias, con lo cual superan a todas las radios comerciales del área. En los barrios se ilusionan con radio propia: “Y para nosotros eso es buenísimo y vamos a ayudar en lo que podamos. No lo pensamos como competencia, sino como una forma de concretar la idea de pluralidad y libertad de voces”, dicen, aclarando que celebran la posibilidad abierta por la Ley de Servicios Audiovisuales.
En esta radio actuó, justamente, el conjunto de hip hop Edición Sur, formado por Fraca, Seraf, Pono y Charly (edad promedio: 20 años), que cantan:
 
“Patria sucia,
esconden la basura bajo la alfombra
escondidos siempre
detrás de la sombra
y qué te asombra,
nación acostumbrada
todos a kejarse,
¡pero nadie hace nada! ”.
 
Hijos de trabajadores migrados a Tierra del Fuego, ellos mismos trabajan haciendo changas, y se presentan en festivales organizados por Ají. Dice Fraca: “Yo le desconfío al gobierno tanto como a Canal 13. Todos hablan de libertad, pero nadie le da pelota a la sociedad que reclama y protesta. Los del gobierno dicen ‘qué lástima la gente pobre’ y se compran hoteles de millones de dólares. Pero con un hotel de esos, sacás a todos los pibes de la calle”. Y agrega: “Nosotros decimos lo que pensamos. Ésa es la libertad de expresión”.
 
 
El desaparecido
En Río Grande, a 210 kilómetros de Ushuaia, Leandro González ha instalado otro link con los jóvenes de la ciudad: “Estaba organizando el festival Abajo, en Ushuaia, y vino todo un grupo de chicos desde Río Grande. Flashearon y flashé. Otra vez lo mismo: no eran homosexuales, sino tipos creativos que querían hacer cosas”. Leandro de adolescente había hecho un juramento: “Lo escribí y todavía lo tengo. Juré que cuando creciera nunca iba a ser como la gente adulta que conocía. Prefiero seguir pensando como los adolescentes. Ahora soy adulto, pero comparto los espacios con los pibes para que puedan expresarse. Y de hecho creo que Río Grande es el polo cultural más importante de la Patagonia Austral, a pesar de las trabas”. Una confirmación: “Los adultos actuales siguen siendo iguales que los que yo veía de chico. Para permitirles hacer la muestra de arte tienen que pagar una custodia policial, o les levantan la presentación”.
Hay cosas peores. Uno de los jóvenes de Río Grande estaba haciendo un graffiti hace poco y lo rodeó la policía: “Me dijeron que si hubiera militares no existiría gente como nosotros. Me pegaron. Dijeron que me iba a pasar lo que le pasó a un pibe de acá, que desapareció”. El joven Ezequiel Huirimilla (18 años) está desaparecido desde abril último. Su familia apunta a la policía. Las investigaciones no avanzan y los medios repiten la narración policial acerca de un supuesto suicidio. En cambio, lo que los policías le dijeron al chico que pintaba el graffiti abre al menos la hipótesis de que la familia tenga razón. Mientras, otro chico sigue desaparecido en el país de los desaparecidos.
Pese a todo, lo que se armó entre Leandro y los chicos fue Maraño, una muestra artística que ya lleva siete ediciones, y que reúne fotografía, pintura, cine, DJs, poesía, teatro, hip hop, rock, danza, arte urbano, presentación de revistas, libros y fanzines independientes, entre el cúmulo de ideas y proyectos que forman una maraña que para cualquier concurrente desprevenido no puede resultar sino una fiesta. Detalle: hay más de 100 expositores, decenas de grupos musicales, artistas de todo tipo, y con un bajo promedio de edad, masivamente ubicado entre los 15 y los 25 años.
El proyecto ya ha permitido además la edición de tres libros: Mother Earth (recopilación de fanzines de Vicky Veganito), Jorf (sus bocetos y dibujos), y Solo (poesía de Florían D’Lumo). Maraño interviene además en las calles, con graffiti, pintadas y esténciles: dos curas besándose bajo el lema “Opus Gay”; “No seas parte del rebaño, sé tú mismo” o “Nazionalismo = Patriotismo = Mierda”. Los chicos de Río Grande linkean naturalmente con los raperos, con los okupas y desocupados, con los ofendidos y humillados, con Ají y las ideas de diversidad, con los problemas de la época.
Vicky Veganito (21 años) explica: “Ésta es una ciudad-fábrica. No te da muchas opciones. Pero las opciones uno tiene que crearlas. El problema es que Río Grande es aburrido”. El aburrimiento, según investigaciones inéditas, es un posible acercamiento al cementerio. ¿Qué hacer frente a eso? Diego: “Hay pibes que trabajan en las fábricas. Ganan bien. Viven con los padres. Esperan el sábado y salen a dar vueltas con sus autos nuevos. Se emborrachan. Pasa el fin de semana, vuelven a la fábrica. Y siempre así”. Nico: “No me copa pensar que eso es la vida, aunque todos crean que es lo correcto y lo normal”. Vicky: “Yo hice trabajos de ese tipo. La verdad, sentí que sólo perdía el tiempo. Creo que estamos mostrando que puede haber otra forma de vida. Que podés tratar de cambiar las cosas, hacer lo que te gusta. A veces estás solo, pero cuando salís, conocés gente, te juntás, pensás proyectos, libros, músicas, ideas, todo eso te enriquece”.
El moi armó una fórmula. Los chicos de Río Grande no son tan algebraicos. “¿Para romper el aburrimiento? Hay que estar con otros, pensar las ideas que querés, y concretarlas” dicen estos jóvenes que no necesitan memorizar fórmulas porque parecen conectar fluidamente con una intuición que a tantos adultos se les ha congelado: saben cuál es la velocidad de los sueños.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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CABA

La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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