CABA
Paredes que gritan
El destino del Padelai en San Telmo. La administración macrista cedió el edificio por 30 años a España, previo pago de 12 millones a una cooperativa fantasma. Escenario de un brutal desalojo que representa para el barrio una herida social, ahora lo decoran carteles que obligan a pensar.El guardia de seguridad lleva uniforme e insignia de la empresa Prosegur, pero se muestra entrenado para otras artes. Responde el timbre con amabilidad y explica pacientemente que las obras que se promocionan son las que decoran las paredes exteriores del viejo edificio, que adentro está vacío. Como para compensar el malentendido, entrega el folleto desplegable con la programación del Centro Cultural de España en Buenos Aires y la revista que edita esa entidad. Tres ejemplares, uno para cada una las personas confundidas. Minutos después, deberá repetir la ceremonia con otras dos mujeres que llegaron ese sábado de sol hasta el Padelai para encontrarse con una sorprendente propuesta: las paredes del edificio son, por ahora, las únicas que hablan. Lo que dicen representa quizás uno de los debates pendientes de la cultura actual. Un mensaje difícil de descifrar a simple vista, excepto para los que fueron expulsados de allí en febrero de 2003, con gases lacrimógenos y a los palos.
El vacimiento
El desalojo de las 24 familias que quedaron como residuo de una ocupación que se inició en 1984 y que alcanzó a albergar a 759 personas, representó también la primera gran derrota en territorio porteño de ese movimiento que unió en las calles aquello que el mercado había separado. Fue también el bautismo de fuego de los jóvenes que integraban, por ejemplo, el colectivo Indymedia, ese laboratorio de información que surgió al calor de las protestas de Seattle y que aquí encontró en 2001 la agitación necesaria para darles aire a esas propuestas que se bautizaron a sí mismas contrahegemónicas. Recuerdo especialmente la larga y flaca figura de Blicero, un joven anarco italiano que había llegado a Buenos Aires para trabajar en el fortalecimiento técnico de ese colectivo, zamarreado por la policía que aquel día del desalojo cosechó 52 detenidos y 16 heridos, entre ellos dos camarógrafos, uno de El ojo obrero y otro de Punto.doc. Hasta la crónica publicada por el diario La Nación rememora así el episodio:
“El primer mazazo se escuchó a las 17 y sacudió el edificio. Cerca del efectivo de la guardia de auxilio de la comuna que golpeaba con decisión, dos nenas miraban cómo caían los ladrillos de lo que había sido su ruinoso baño. Ellas estaban allí esperando que sus madres terminaran de sacar las pertenencias del cuarto que hasta ayer ocuparon en el Padelai, que fue desalojado. Todavía olía a gases lacrimógenos cuando las nenas veían caer los escombros. Sus vecinas decían que habían sido golpeadas”.
El entonces jefe del gobierno porteño, Aníbal Ibarra, había intentado desocupar el edificio entregando un subsidio que rondaba los 30 mil pesos a cada familia. Los que habían quedado resistiendo pertenecían al grupo que no había sido incluido en este beneficio. Fueron expulsados por la fuerza con la excusa de un posible derrumbe para dejar así el Padelai vacío, a la espera de un destino que prometía aquello que otros vecinos de San Telmo querían escuchar: un proyecto cultural que regara valor inmobiliario.
Me pregunto qué será de Blicero y le escribo a su viejo mail, que por suerte sigue activo. Me responde que recuerda aquel día “como un momento muy intenso y de verdadera solidaridad entre las personas”. Cuenta que ahora es profesor de matemáticas de niños de 12 y 13 años y de informática para personas que tuvieron problemas mentales. “Además sigo siendo un activista en el campo de los derechos de los trabajadores… precarios (: y persona digna: por lo menos eso intento”.
El regalo
La propuesta que selló el destino del Padelai floreció recién en junio de 2008, cuando Mauricio Macri firmó un acuerdo para ceder el edificio al gobierno español. Para concretarlo fue necesario que la Legislatura porteña aprobara dos polémicas leyes:
La expropiación: Se concretó el 19 de marzo de 2009. Luego de conocerse el convenio con España, el estudio del abogado César Arias –hijo del ex ministro de Justicia de Carlos Menem– presentó una demanda en nombre de la cooperativa San Telmo Ltda. que poseía la propiedad del 70% del edificio, según un acuerdo suscripto con el ex intendente Carlos Grosso. El argumento: la Ciudad había pagado a las personas físicas, pero no a la persona jurídica y hasta no hacerlo no podía disponer libremente del lugar. Macri envió entonces un proyecto de ley a la Legislatura para declarar de interés histórico el Padelai y destinar 12 millones de pesos al pago de su expropiación, que depositó en una cuenta del Banco Ciudad a nombre de la cooperativa. La gerencia de Inspección del Inaes informó al gobierno de la Ciudad en agosto de 2009 “el estado de incertidumbre planteado en torno a la situación institucional de la cooperativa, la existencia actual de asociados, como así también que puedan acreditar tal calidad y ser debidamente individualizados”. El último domicilio legal declarado por la cooperativa es el estudio de abogados Mariño, Coconi y González.
En síntesis: a la fecha no está claro el destino de los 12 millones que depositó la ciudad para entregar los 5.970 metros cuadrados del Padelai. Y mucho menos si correspondía ese pago.
La expropiación se convirtió en ley en aquella sesión en la que la entonces diputada Patricia Walsh cubrió su banca con una bandera española para expresar lo que calificó como un “acto de entrega y colonialismo”.
La cesión: Se aprobó en agosto de 2009, cuando la Legislatura despachó en tiempo récord la ley que cedió a España el uso del Padelai por 30 años: el tratamiento en las respectivas comisiones y su aprobación en el recinto consumió solo seis días. Las objeciones más importantes tuvieron que ver con los grandes enigmas que sigue teniendo hoy este proyecto: no fija un cronograma de obras ni define el monto de la inversión. Para enmendar este vacío, los legisladores acordaron agregar un artículo que condiciona la cesión a la presentación de los plazos para realizar las obras, el proyecto arquitectónico y la línea de la programación cultural, entre otras cuestiones básicas. Sin embargo, ninguno de estos datos son públicos y los legisladores consultados por mu, y que en su momento objetaron estos puntos, no supieron informar si se cumplieron tales exigencias.
El proyecto
El Centro Cultural de España en Buenos Aires tiene una larga historia de intervención en la cultura porteña. Desde sus inicios, a fines de la década del 80, apostó a resaltar la producción cultural de vanguardia, en el sentido más heterógeneo de la palabra, tal como lo sintetiza en su libro La venganza del gallego el primer director de ese centro, José Tono Martínez, en el que resume la experiencia de los cuatro años en los que condujo esa institución. Su sucesora fue Lidia Blanco, quien eligió acompañar los caminos de la cultura social, manteniendo un perfil mucho menos mediático que su antecesor. Durante su gestión sumó a la vieja sede de Florida una sucursal emplazada en Suipacha, a metros de la avenida Santa Fe. Las dos sedes se mantienen activas y su actual director, Ricardo Ramón, sumó este año varias actividades organizadas en el Centro Cultural Borges. También planificó las intervenciones en las fachadas del Padelai como forma “de anticipar la propuesta cultural” que esa sede brindará a San Telmo.
En su charla con mu, Ramón descartó que la crisis económica española haya impactado en los planes del Centro Cultural. “La inversión está aprobada y rondará los 9 ó 10 millones de dólares, pero la cifra definitiva dependerá del proyecto”. Explicó que las demoras están relacionadas con el proceso que requiere una reconstrucción como la que implica ese edificio. “Se trata de una licitación internacional y las pautas las estamos fijando junto con el Colegio de Arquitectos”. Asegura que los pliegos y condiciones estarán listos “antes de navidades, seguro” y que la fecha de inauguración dependerá –reitera– del tipo de proyecto que gane el concurso.
¿Presentaron un plan de obra?
Claro.
¿Y qué fechas se fijaron allí para cada etapa?
Es que el plan de obra depende de qué obra hagamos, porque primero hay que ver qué proyecto gana el concurso. ¿Cuál es el compromiso con el ayuntamiento? Que la obra se haga lo mejor posible. Los concursos tienen sus tiempos. Un edificio así necesita un pliego de descripciones técnicas que requiere hacer primero desde un estudio estructural hasta uno histórico. Eso es lo que hemos estado haciendo todo este tiempo. Luego, hay que elaborar un programa de necesidades que está siendo pactado con todas las asociaciones del barrio. Porque si un centro cultural no es del barrio, no es nada. Tiene que nacer del consenso y en eso estamos trabajando.
¿Ustedes ya invirtieron en el edificio?
Pues claro. ¿Tú sabes las toneladas de basura que sacamos? Hemos fumigado, talado árboles que estaban a punto de caerse, ratas, todo…
¿Y a cuánto asciende hasta ahora la inversión?
No tengo a mano la cifra exacta, pero ronda los 200 mil dólares. Lo que quiero dejar claro es que esto de la cesión es una fórmula que se usa habitualmente en todo el mundo. Las ciudades no pueden proteger todo su patrimonio porque es algo que cuesta muy caro…
También puede pensarse que habiendo destinado 12 millones a la expropiación, la ciudad tenía recursos para destinar a ese edificio.
Eso a mí no me afecta.
Pero a la ciudad sí.
Es el tema: la política pone el dinero donde le da la gana, pero sobre eso no me corresponde opinar a mí. Sí puedo decirte que ésta es una práctica normal en el mundo. España misma ha cedido varios de sus palacios, por ejemplo, en Italia, para poder mantenerlos y conservar su valor. Pero, ¿cuál es tu opinión? ¿Verías más lógico que el ayuntamiento nos alquilara el Padelai?
Creo que el Padelai tiene una deuda social con el barrio y que se deben controlar los destinos de los dineros públicos, Las dos cosas, sumadas, hacen necesario que la información sobre el destino del edificio tenga que ser pública y clara.
Y es mi obligación darla. Lo que me pone contento es que los vecinos están apoyando el proyecto. Y se trata de un proyecto que tiene nuestra línea. Es decir, una línea que fomenta el diálogo interamericano. Nuestra historia deja en claro que no venimos aquí a vender cultura española, sino a darle espacio a lo mejor de la cultura argentina, lo más vanguardista de lo local, que muchas veces no encuentra espacio en otro lado. Nuestro compromiso es que todas nuestras actividades van a ser gratuitas y que, además, le vamos a dar al barrio una infraestructura que hoy no tiene. Por ejemplo, para los niños que no encuentran en San Telmo un espacio adecuado para desarrollar su creatividad. Mi deseo es que ese jardín sea la plaza del pueblo. ¿Sabés qué pasa? Aquí nos estamos jugando muchas cosas y yo prefiero entonces que el proceso sea lento a que luego digan: España ha hecho aquí una auténtica cagada. Yo soy un técnico, no un político. Y como técnico mi tarea es que todo salga lo mejor posible. Nosotros somos conscientes de que vamos a hacer un centro cultural en un lugar que tiene una historia, que incluye violencia, y ésa es una herencia dolorosa que tenemos que tener en cuenta. Me he encontrado allí con gente que me ha dicho: “ésta ha sido mi casa”. Y yo le he respondido: “pues sigue siéndolo”.
El mensaje a descifrar
Las heridas sociales están presentes en el edificio del Padelai. No son fantasmas, sino vecinos que siguen resistiendo el brutal ritmo de un barrio agitado por una especulación inmobiliaria que los expulsa. Esa melodía de los nuevos tiempos es la que para ellos convierte a ese edificio en otra cosa: el lugar de los otros. Esa paradoja –por llamarla de alguna manera– sutil, compleja, difícil de descifrar, es la que le otorga otra lectura al mensaje que ahora se lee en la fachada del Padelai. El Centro Cultural de España lo anuncia en su programa como una muestra compuesta de “12 backlights con temáticas que giran alrededor de la soberanía alimentaria, la defensa de la autonomía de los cuerpos y los territorios y la reparación de una memoria histórica que incluya las voces acalladas” entre otros derechos. Uno en particular me llama la atención. Merece quizás una lectura más profunda, menos solitaria y sin duda más rumiada que la que puede insinuarse en esta nota, que no pretende ser un juicio, sino una señal.
El cartel dice:
“Libertad para decir, autonomía para hacer. Tenemos derecho a ser libres”.
Lo suscribe el grupo “Iconoclasistas, laboratorio de comunicación y recursos contrahegémonicos de libre circulación”. Y lo custodia una cámara de seguridad.
Edificio, cartel, texto y cámara adquieren entonces la categoría de una verdadera instalación que dispara preguntas inquietantes sobre las nuevas fronteras que se esbozan entre la memoria y el arte, entre los textos y los contextos, entre el adentro y el afuera, entre el eje y su anti, entre la ciudad y su progreso.
Ése es el debate pendiente que las paredes del Padelai reclaman a los gritos y no es fácil responder a sus demandas. Intento, por ejemplo, conversar con los Iconoclasistas, pero están de viaje. Les envío entonces el siguiente mensaje:
“Qué pena que no podamos hablar personalmente porque temo que por mail la consulta adquiera un tono que no pretendo. Es sobre la muestra en el Padelai. La pregunta es: ¿Cómo creen que son leídos esos mensajes en un lugar sobre el que pesa la memoria de un desalojo tan violento? Quisiera que lean la pregunta sin mala leche y pensando en que se lo preguntan algunos de los expulsados de allí que aún son vecinos del barrio. Un abrazo”.
Los Iconoclasistas responden:
“Nosotros no trabajamos con la memoria del barrio, ni lo trabajamos con ellos. Estos carteles fueron sólo un primer arranque de una intervención llamada ¡Menos derecha, más derechos! que está girando con mucha fuerza y reapropiación por diferentes espacios y como recurso de libre circulación. De hecho están subidos en la página web en buena calidad, como todos nuestros trabajos. En otras palabras: pensamos que la política es ocupar espacios y así lo aprovechamos, pero esta campaña no nace y muere allí, es sólo una parada. De todas maneras no pensamos que tu pregunta haya sido de buena leche… hace cuatro años que desarrollamos un intenso trabajo por todo el país, con apoyo y articulación con movimientos sociales, pero llamativamente recién ahora te llama la atención… eso nos genera, por lo menos, una suspicacia”.
El Padelai representa, entonces y también, esa conversación imposible, esa escena de lo común que va vaciando la lógica facciosa, ese momento en que la voz social la emiten las paredes porque en las personas la palabra se ha infectado de… llamémoslo, por lo menos, suspicacia.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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