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Don Alumbrera

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Abel Peirano. Con su farmacia fincanció sus expediciones. Descubrió el mayor yacimiento minero que donó a la universidad pública con una condición: que sea para el pueblo.

El hombre que le regaló el yacimiento minero Bajo la Alumbrera a la educación universitaria nació el 5 de junio de 1896 y en Buenos Aires. Precoz, a los 5 años comenzó su educación pública en la localidad bonaerense de San Martín, donde vivió hasta que cumplió 8 años. Luego, su historia se traslada a Tucumán, aunque años después fue la Universidad de Buenos Aires la que le entregó, con medalla de oro, el diploma que le permitió abrir una farmacia en Santa María, Catamarca, con la que financió todas sus expediciones geológicas.
“Alto delgado y fuerte, despreocupado del confort, desaliñado en el vestir, desgarbado, introvertido, no fumaba ni ingería bebidas alcohólicas o fermentadas y atribuía su buena salud a su hábito vegetariano. Cuando estaba en las montañas, su ambiente predilecto, con equipaje liviano y alimento ligero, la impresión de su juventud se acrecentaba, pues Don Abel no parecía experimentar fatiga cuando se trataba de transitar quebradas y laderas empinadas”. Así lo describen Yolanda Vaca y Mario Alderete en la biografía que atesora el archivo histórico de la Universidad Nacional de Tucumán, creado en 2004 con fondos de la explotación por parte del consorcio multinacional formado por las empresas Xstrata Cooper (suiza), Goldcorp Inc y Northern Orion (canadienses) del yacimiento descubierto por Peirano. Una irónica manera de consolar la memoria de aquel hombre que, en 1958, dejó en claro las condiciones de su legado: “Quien ose entregarlo a grupos reducidos tendrá que dar cuenta al pueblo entero de nuestro país”.
El descubrimiento
Peirano fue un geólogo autodidacta que recibió en el campo de batalla todas las lecciones. Con un grupo incondicional de amigos se dedicó a explorar territorios que nunca antes habían sido estudiados. En 1936, orientado por el dato de un poblador originario, entró por primera vez a una zona llamada Agua del Dionisio. Allí recogió pruebas de la riqueza minera del lugar que luego le sirvieron para despertar el interés del Instituto de Geología provincial, que sumó los estudios necesarios para confirmar sus impresiones. En 1942 publicó sus hallazgos bajo el título Agua del Dionisio: un centro volcánico moderno, que contribuyó a sistematizar y difundir el tema entre científicos y autoridades. Así logró sumar a Fabricaciones Militares y a la Dirección de Geología y Minería de la Nación, que realizaron estudios e instalaron una planta piloto.
La clave que permitió este impulso oficial fue el apoyo del entonces rector de la  Universidad Nacional de Tucumán, Horacio Descole, con buenos contactos en la Casa Rosada. Para convencerlo, en el laboratorio de su farmacia Peirano obtuvo el pequeño lingote de oro que le mostró al rector. De esto modo logró que le gestionara la entrevista con el entonces Presidente Juan Domingo Perón. Así fue que en 1951 partió a Buenos Aires rumbo a la Casa Rosada. En la biografía de uno de sus amigos, recuerdan qué pasó en ese encuentro: “Cansado de esperar, salió a los pasillos a estirar las piernas cuando se le acercaron dos guardias que le notificaron que debía permanecer en la habitación, donde lo encerraron con llave hasta el momento del encuentro con Perón. Después del saludo y conversar un rato, el Presidente le dijo: ‘Por fin recibo a alguien que viene a ofrecerme algo, porque todos los que vienen aquí vienen a pedir’. Satisfecho el doctor Peirano con el resultado de su entrevista, llevaba entre ceja y ceja el encerrón aquel y se desahogaba diciendo ‘Es la primera vez en mi vida que me han tenido preso. ¡No volveré más a la Casa Rosada!´”.
Una vez confirmado el alcance monumental del yacimiento, Peirano registró su propiedad a nombre de la Universidad Nacional de Tucumán con la clara intención, que hizo explícita, de entregarle a la educación pública recursos para su sostén y fortalecimiento. Luego, se dedicó a bregar por la creación de una legislación que garantizara las condiciones de su explotación. La logró en 1958, durante el gobierno de Arturo Frondizi y bajo las condiciones que por entonces fijó la ley 14771: el yacimiento iba a estar dirigido y administrado por un directorio integrado por cuatro vocales y un presidente. Dos vocales serían designados por la provincia de Catamarca, dos por la Universidad Nacional de Tucumán y el presidente, por el Poder Ejecutivo de la Nación. El destino y el proceso necesario para poner en marcha la explotación del yacimiento quisieron que recién comenzara en 1978. Fue la dictadura, entonces, la responsable de modificar los artículos centrales de esa ley, permitiendo la tergiversación que hoy padecemos.
El reparto
El yacimiento actualmente es explotado por el YMAD conjuntamente con La Alumbrera Limited (MAL), una empresa extranjera formada por el grupo suizo Xstrata Cooper, que posee el 50% de la inversión, y las empresas canadienses Goldcorp y Yamana Gold que cuentan con el 37,5%. Las utilidades producidas, desde la creación de YMAD y de todas las concesiones mineras incluida La Alumbrera, se distribuyen conforme está previsto en la deformada ley, de la siguiente manera:
 
Un 80% para el consorcio extranjero MAL.
Un 20% para el YMAD, que a su vez redistribuye sus utilidades con la provincia de Catamarca (60%), la Universidad de Tucumán (20%) y el resto de las universidades nacionales (20%).
Minera Bajo la Alumbrera fue inaugurada durante el gobierno de Carlos Menem, quien sancionó las leyes de expoliación minera (24228 y 24226) que fijan las regalías en el orden del 3% y proporcionaban seguridad fiscal a las inversiones mineras durante 30 años. Esa seguridad garantizada por la ley menemista aún vigente la exime de pagar impuestos provinciales y municipales (sellos, ingresos brutos, tasas, etc.), retenciones a las exportaciones, impuesto a las ganancias, entre otros.
Actitud Peirano
Las anécdotas sobre la generosidad de Abel Peirano pueblan las escasas reseñas biográficas que lo recuerdan. Una de ellas fue escrita por Florencio Gilberto Aceñolaza y publicada Todo es Historia, y recuerda: “Habiendo cobrado una importante suma de dinero que le adeudaban, decidió comprar la colección de publicaciones y libros que fuera del insigne geólogo alemán Pablo Groeber, para luego donarla a la Universidad para enriquecimiento de su biblioteca. Gestos de desprendimiento como éste son numerosos: un día cobró una retroactividad de su sueldo y lo repartió entre los obreros del campamento de Agua Tapada”.
También allí se mencionan sus cualidades como poeta. Peirano publicaba los resultados de todas sus expediciones en los Cuadernos de Mineralogía y Geología, una publicación académica a la que le dio la impronta de verdadero medio de comunicación: su hermano era quien aportaba las fotografías, su amigo Honorio Folquer el glosario y él redactaba el artículo central, que introducía con una poesía. Un ejemplo:
 
¡Escucha alma viajera!
La montaña te ofrece sus caminos/
los llanos, los ondulados, los derechos y los tortuosos./ (…)
Tampoco la vida transcurre pareja y sin vueltas/
También ella tiene sus altibajos
y sus pendientes./ (…)
Desde arriba,
lo verás todo en derredor tuyo;/
lo amplio, lo grandioso, lo eterno
y lo pequeño también/ (…).
Desde abajo, sólo conocerás
lo que las ventanas/
de tu prisión te dejen ver.
 
Abel Peirano falleció el 10 de julio de 1969 sin honores.

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