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Río Clarín

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La represa de Ayuí. Dos símbolos de la concentración, José Aranda y George Soros, intentan desviar el cauce del río Uruguay para regar sus empresas arroceras. Qué rol juegan los medios en este negocio y por qué la Corte espera que alguien saque del limbo a la causa.

Río ClarínEl antropólogo Luis Landriscina ha revelado investigaciones según las cuales un soldado correntino pidió hablar con su superior (era la época del servicio militar) para decirle:
–Mi teniente, voy a necesitar salir de franco el fin de semana. Mi mujer está muuuuy enferma.
El teniente, desconfiado, le preguntó:
–¿Y le va a alcanzar un fin de semana nomás para que se cure su señora?
–Sí, mi teniente, el lunes ya va a estar bien.
Para el oficial fue la frase delatora:
–Y dígame soldado: si le informo que su señora me notifica que está perfectamente de salud, usted, ¿qué me diría?
El correntino agachó la cabeza:
–La verdad es que yo no tengo mujer, así que le diría que usted es tan mentiroso como yo.
El cuento Picardía correntina no salió al aire, porque el autodenominado Canal Rural levantó en 2008 esa emisión del programa de Luis Landriscina, Mano a mano con el campo, ya grabado, que incluía una entrevista a Enrique Lacour, presidente de la Fundación Reserva del Iberá.
Lacour y la Fundación, como muchas otras organizaciones vecinales de Corrientes, se oponen a la construcción de la represa Ayuí. La represa es un plan conjunto del especulador financiero norteamericano de origen húngaro George Soros, asociado al vicepresidente del Grupo Clarín, José Antonio Aranda. El Canal Rural pertenece al Grupo Clarín y nada de esto merece ser llamado ni “picardía” ni “correntina”, ni emana esa inocencia de cuento de paisanos. Nada es inocente ni gracioso en esta historia, que brinda una pequeña enseñanza.
Mientras muchos “expertos” consideran que las guerras del futuro serán por el agua, emprendimientos como Ayuí demuestran que los capitales concentrados dedicados a agroindustria, forestación, minería & afines no necesitan futurología para chuparse los recursos como un mate, ni requieren de ejércitos de soldados invasores (menos todavía los soldaditos de los cuentos de Landriscina) para quedarse con el agua hoy mismo. Esas guerras están ocurriendo.
Según se ha revelado hace mucho de un modo redondo, el futuro ya llegó.
Botnia criolla
El Ayuí Grande es un arroyo que desemboca en el río Miriñay, que desemboca en el río Uruguay, en el departamento correntino de Mercedes, junto a los Esteros del Iberá, y unos 800 metros arriba del Acuífero Guaraní. Pese a ser llamado “arroyo”, el Ayuí en muchos momentos tiene un caudal mayor que el Miriñay. La idea de los terratenientes José Antonio Aranda y su vecino George Soros (aunque no hay constancias sobre a quién se le ocurrió primero) es construir lo que la propia Unidad Transitoria de Empresas (UTE) que los une llama una “mega-represa”, en los siguientes términos:
Anular el curso del arroyo Ayuí. Debe recordarse que se trata de un bien público, o sea, no es de ellos, sino, en términos generales, nuestro.
Construir una represa como dique que inundará 8.000 hectáreas, que hoy son campos y bosques.
Esa palangana lisérgica (también llamada “lago artificial”) servirá para obtener gratuitamente agua que riegue al menos 25.000 hectáreas de arrozales, de los campos de los susodichos. Eso afectará –por rotación de cultivos– a 77.000 hectáreas en total.
Según Salvemos al Iberá, la maniobra implicará además la monopolización del buena parte del negocio arrocero.
Es cierto que las fumigaciones contaminarán el agua, pero el tema se soluciona (en el proyecto Aranda-Soros) dejándola correr cual cloaca hacia el Miriñay y de ahí al Uruguay, creando una especie de Botnia argentina y arrocera.
Acción y suspenso
El proyecto Ayuí reposa en un limbo raro. Ante las demandas de organizaciones vecinales, el Superior Tribunal de Justicia de Corrientes ordenó no comenzar la obra. La Corte Suprema ratificó esa decisión. El gobierno kirchnerista de Corrientes, sin embargo, la aprueba con entusiasmo operístico y espera ponerla en marcha ya. Y el gobierno kirchnerista nacional, que había hecho la presentación ante la Corte contra la represa (a través del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández), ahora entró en el célebre cono del silencio. En Corrientes comentan que la muerte de Néstor Kirchner dejó al gobierno sin el principal adversario de la represa.
El proyecto había sido denunciado primero por la Fundación Reserva del Iberá ya en 2005. La Fundación envió cartas, reclamos, informes, un trabajo donde el eje estaba puesto en lo ambiental (y no en el aspecto clarinesco del asunto), que permitió incluso publicar solicitadas con firmas de celebridades artísticas como Ramona Galarza y Antonio Tarragó-Ros, o el escritor Mempo Giardinelli, además de profesionales, científicos y organizaciones ambientalistas.
La movida fue sumando adhesiones. Salvemos al Iberá, la Asamblea de Paso de los Libres, la propia Asamblea de Gualeguaychú se sumó a los reclamos. El abogado de esta última, Luis Leissa dijo, por ejemplo: “Es tan grave lo de Botnia como lo del Ayuí, y confío en que se frene porque es una locura alterar un curso natural por una arrocera”.
Puede deducirse que el propio terrateniente y conservacionista norteamericano Douglas Tompkins, sin intervenir demasiado directamente, continuó brindando apoyo a todos los que se oponen a este proyecto (como lo ha hecho con los terraplenes de la estancia San Eugenio, de la familia Macchiavello, o las represas de la francesa Gilberte Beaux), cosa que, según Emilio Spataro, de Guardianes del Iberá, ha provocado que el Grupo Clarín active contra Tompkins: “Lo atacan para generar polémica y desviar la atención de gente como George Soros, el socio de Aranda, de quien nunca dicen nada”.
Como una devolución de atenciones, las campañas ambientalistas detectaron que las broncas del gobierno contra el Grupo Clarín podrían interesarlo en el tema. Uno de los efectos fue una interesante serie de notas en el periódico oficialista Tiempo Argentino. Spataro: “La verdad es que el gobierno tomó el tema y actuó muy bien. No nos interesan sus intenciones, sino que se hizo lo que había que hacer: parar la obra. Por lo menos hasta ahora”.
Agarrate Catalina
José Antonio Aranda es el vicepresidente del Grupo Clarín, egresado de Ciencias Económicas de la Universidad de La Plata. Entró al diario como gerente de finanzas a comienzos de los años 70 y su alianza eterna con Héctor Magnetto llevó a ambos administrativos a fumigar desarrollistas y otras malezas hasta la captura de la conducción del grupo, con notable eficacia. Fue el encargado de echar de Clarín a Osvaldo Bayer, por ejemplo (que era jefe de Política y Fuerzas Armadas), por mencionar un mínimo anecdotario de quien compartió la conducción de una empresa que arrasó con toda representación sindical y negoció con la dictadura la apropiación de Papel Prensa, entre otras historias.
Aranda es miembro de la Comisión Directiva de ACDE (Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa), del directorio de IDEA (Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina), presidente de FUNI (Asociación para el Futuro del Niño), de la Asociación Braford Argentina. Integra incluso la Comisión de Recursos Económicos del Convento Santa Catalina. Súmese a estos oficios el rol en el Grupo Clarín con respecto a los pooles concentradores de siembra, industria, finanzas, minerías y otras sectas, y se comprenderá lo que representa Aranda en determinado establishment.
En Corrientes maneja la empresa COPRA, que posee la estancia El Rocío, 40.000 hectáreas dedicadas al arroz, con producción de 50.000 toneladas, facturación de 30 millones de dólares anuales, exportación del 70 por ciento que en buena parte se destina, sin hacerle asco al cliente, al gobierno venezolano.
Especulación + marihuana
George Soros cumplió 80 años, nació en Budapest, nacionalizado estadounidense, alcanzó la fama por considerárselo el especulador financiero responsable de la quiebra del Banco de Inglaterra. Representa los clásicos “grupos inversores” que vuelan cual golondrinas con sus capitales, comprando y vendiendo territorios, empresas, shoppings, laboratorios o jugadores de fútbol, con plata que nunca se sabe de dónde viene, ni a dónde va (ya no es dinero surgido de la producción, sino capitales que fabrican más capitales y se reproducen a sí mismos, hasta que algo estalla, pero nunca en las manos de Soros).
Su marketing liberal progre incluye la fundación Open Society (Sociedad Abierta) inspirada en Karl Popper: apoyo a causas humanitarias (en los países del Este, de ser posible) y respeto a los postulados liberales coherentes, que proponen la legalización del consumo de sustancias como la marihuana, por ejemplo. En Argentina no se le conoce el lado progre. Ha finaciado, sí, algunos informes sobre temas como el reparto de la pauta oficial y foros de defensa de la libertad de expresión, puntos que comparten la agenda sensible del Grupo Clarín.
En Corrientes su empresa Adecoagro tiene las estancias Itá Caabó y San Agustín, además del molino ubicado en Mercedes y Santa Ana Ñú y de un campo con nombre que el área de marketing debería debatir: Oscuro.
Adecoagro anunció inversiones de 55 millones de dólares en Argentina, 23 millones de los cuales son en Corrientes, fluyendo por el Ayuí. Otro embrutecimiento Clase A: se habla de “inversiones”, como si se pusiera dinero en la provincia, cuando en realidad son “compras”. Suena bien: tal vez deba considerar que compro dulce de leche no por adicción a dicha sustancia, sino porque estoy invirtiendo en la industria alimentaria.
Detalle: se aumentó la superficie sembrada de arroz en 20 mil hectáreas en el último año, generando una cosecha extraordinaria que ubica a Corrientes a la vanguardia de la producción arrocera. Salvemos al Iberá pregunta: “¿Ello modificó la calidad de vida de los correntinos?, ¿se redujeron la pobreza y la desocupación? Los mismos datos oficiales de entes gubernamentales demuestran que no”. La oración sirve para terminar de entender quién se beneficia con las “inversiones”.
Salvemos a Sabsay
El diario La Nación publicó en 2005 un editorial notable, tomando denuncias como las de la Fundación Iberá contra el proyecto Ayuí, titulado “Las venas de nuestro planeta” (¿los empleados del diario andarían leyendo a Eduardo Galeano a escondidas de Claudio Escribano?). Con el tiempo corrigieron este desmadre, y plantearon que las críticas al proyecto Ayuí eran parte del ataque del gobierno a la libertad de expresión, en el marco de los debates sobre la Ley de Medios. El clímax de este argumento se produce cuando Clarín, La Nación & otros sugieren que recordar hoy la complicidad de los medios con la dictadura y la censura “es un ataque a la prensa libre”, o algo por el estilo.
En los combates del Grupo Clarín contra el gobierno por cuestiones mediáticas, como antes por el entuerto con el campo en 2008 (donde todos terminaron felizmente reconciliados y avanzando con el monocultivo), el diario divulgó siempre las ideas del constitucionalista Daniel Sabsay, coincidentes con lo que el Grupo Clarín quería divulgar.
Pero Sabsay es también miembro de la Fundación de Ambiente y Recursos Naturales (FARN) y, como tal, ha trabajado junto al biólogo Aníbal F. Parera –quien fue director de Conservación de Parques Nacionales– en diversos trabajos que denuncian la situación del Ayuí a raíz del proyecto Aranda-Soros. En el capítulo sobre Ayuí del “Informe Ambiental Anual 2011” de FARN, escriben el constitucionalista y el biólogo sobre la represa:
“Ésta es una pretensión ilegal, de grave impacto ambiental y jurídico. Curiosamente las autoridades provinciales acompañan este emprendimiento, llegando incluso a afectar los derechos de los habitantes, desoyendo los reclamos legítimos de la sociedad civil, e inclusive, oponiéndose a decisiones de la justicia”.
El informe denuncia la censura sistemática de Clarín a cualquier información sobre el Ayuí, calificando como escándalo la que sufrió Landriscina y agrega:
“Pronto pudo advertirse de qué forma los medios relacionados con el Grupo Clarín evitaron publicar toda noticia relacionada, poniendo en evidencia la relación entre la empresa líder del Proyecto Ayuí Grande y el principal grupo multimedios del país. El dueño de la primera era el Vicepresidente del directorio de la segunda”.
Denuncia también las aprobaciones “fraudulentas” por parte del anterior gobernador Arturo Colombi, primo y enemigo del actual Ricardo Colombi (pero todos unidos en pro del proyecto Aranda-Soros). Hacia el final, el informe plantea que el caso “dejó entre otras enseñanzas el reconocimiento del valor que puede adquirir una custodia ciudadana perseverante, en un país donde desafortunadamente no existen todas las garantías necesarias para la preservación del ambiente, de las instituciones ni aun de la ética ciudadana”.
Por supuesto, Sabsay ha desaparecido de las páginas del diario, más todavía si es para hablar de estas cuestiones.
Preguntas
El diario La Nación cambió su posición sobre Ayuí, en beneficio del Grupo Clarín. No mencionan entre los ataques a la libertad de expresión lo ocurrido con Landriscina o con el propio Sabsay. Tiempo Argentino no volvió a tocar el tema desde que no hay un ex presidente incentivando la denuncia. El gobierno entró en el cono del silencio, al menos por ahora.
A todo el párrafo anterior le caben dos preguntas, modestas y molestas:
1) ¿Por qué?
2) ¿Quién les pide tanto?

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Douglas Tompkins. En la década del 90 llegó a la patagonia chilena y compró las mejores tierras. Luego, pasó a Argentina donde acumuló estancias en zonas estratégicas. Dice que su proyecto es conservar la biodiversidad y donar al Estado esas tierras salvadas de la depredación del modelo extractivo. Se declara enemigo del monocultivo sojero y la minería. Y amante del chamamé. ¿Un excéntrico, un visionario o un gringo de última generación? Pasen y lean.
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Bailando por un Facebook

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Ojo con el carpincho

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