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Rotas cadenas

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Rimas de alto calibre. Cumbia, rock y guajira creadas por un gupo que tiene 7 integrantes presos. Disco y recital, en julio y en el Bauen.

Rotas cadenasDice Waldemar Cubilla, 21 años, mientras nos acercamos al Complejo Penitenciario San Martín: “El hecho de que exista el muro es voluntad de ocultar algo”. La entrada a la cárcel es apenas un espacio abierto entre un largo camino de alambres. No resulta conveniente ingresar por la puerta habitual porque la están prendiendo fuego: los familiares de Patricio Barros Cisneros, un pibe de 26 años que fue asesinado el 28 de enero pasado por cuatro guardias del servicio, acampan y protestan sobre el Camino del Buen Ayre.
Del otro lado del muro, al fondo de este complejo penitenciario –después de atravesar tres unidades de régimen cerrado y un panóptico: el mundo que habitan 480 presos– hay un pequeño edificio que nació para cambiar la historia: el CUSAM (Centro Universitario de San Martín). Un terreno ganado por los presos y peleado por la Universidad Nacional de San Martín, un convenio con el servicio penitenciario, un espacio autónomo donde se dan talleres de música, encuadernación, pintura, informática, periodismo y derechos humanos, una extensión de la carrera de Sociología dentro de la cárcel donde presos y guardias estudian juntos, una biblioteca, un centro cultural, un caso aparte: todo eso es el CUSAM, desde fines de 2008.
El observado observa
Si bien una de las cláusulas del convenio es que la seguridad –obviamente– quede bajo el servicio penitenciario, la reglamentación dentro del espacio es regida por la autonomía universitaria”, explica Waldemar, que comenzó la carrera dentro de la cárcel y hoy, cuatro años después y ya libre, está a punto de recibirse como sociólogo. “La sociología en sí, como la antropología, nacen como disciplinas de élite, queriendo conocer al otro, al que es visto como amenaza. Nacen en el siglo 19 para dar una herramienta de análisis contra la gente que se está rebelando, y como instrumentos de dominación. Por eso elegimos esa carrera cuando vimos que estaba la posibilidad de abrirla en la cárcel. Nos preguntamos: ¿qué pasaría si estudiamos sociología desde los márgenes? La respuesta fue invertir los roles: que el observado empiece a observar al observante”.
Al tiempo que dispara estas visiones que amenazan las posturas de muchos próceres del pensamiento, Waldemar llega al CUSAM para saludar a sus amigos y compañeros de Rimas de Alto Calibre, el conjunto musical que formaron ahí mismo a partir de un taller de música y versada, donde aprendieron los ritos de las cuartetas, las sextillas y las décimas. Ese proyecto, que empezó en 2009, está al borde de estrenar un disco. La fecha exacta es el 12 de julio en el hotel Bauen. Marcelo, el bajista de Rimas, pone los puntos: “La diferencia que tiene con una banda cualquiera es que, primero, la mayoría de los integrantes (7 de 10) están presos. La segunda: que hacemos varios géneros. Cumbia, rock, guajira. Hay diversidad”.
Los integrantes de Rimas tienen una sala de ensayo y biblioteca con una enorme variedad de instrumentos. Los presos que se anotan a la carrera de Sociología pueden pasar las mañanas y las tardes leyendo, dibujando, escribiendo o haciendo música. Eso hizo que la movida se contagie por todo el pabellón y cada vez sean más los que quieran entrar al CUSAM.
Ariel, uno de los cantantes de la banda (altísimo, de cara alargada, barba semi-prolija, excelente pintor de influencia dalineana, manos gigantes y con un buzo canguro que dice “Harvard”), preso hace catorce años, dice: “A diferencia de los otros pibes, a la hora de componer, yo estaba re canchero. Llegué al taller de música con letras compuestas, pero no sabía cómo armar una canción. El Laucha y los pibes nos enseñaron eso”. El Laucha es Lautaro y los pibes son Juan Pablo y José, los talleristas que –después de viajar por toda América grabando a familias y cantantes populares con el estudio rodante La Burra Records– fueron a la cárcel para ayudar a que estos presos inventen un mundo.
Así fue como ese estudio de grabación viajero grabó con gente que no podía hacerlo. “Durante dos meses montamos un estudio de grabación dentro de la Unidad 48”, recuerda Laucha. El disco tiene como invitados –entre otros– a Lidia Borda, Andrea Prodan (hermano de Luca), Miss Bolivia, Sergio Dawy (saxofonista de Los Redondos) y Liliana Daunes. También recibieron la visita y el apoyo de René, de Calle 13, y de un ex Ministro de Cultura de Brasil, del que nadie se acuerda el nombre.
El mal pensamiento
El CUSAM corre paralelo a una estadística clave para entender sus efectos: los presos que estuvieron en contacto con talleres o carreras universitarias, salen y caen en la reincidencia, son sólo un 3% del total. Los que no acceden a este tipo de espacio y reinciden, llegan al 30%. Dirá Waldemar más tarde: “A mí me parece loco que uno encuentre un lugar de expresión en la cárcel y no antes. Celebramos que exista el CUSAM, nosotros peleamos por eso. Pero llama la atención que el Estado no logre garantizar el acceso a la educación en todos los niveles y desde siempre”.
Ariel vuelve sobre la cuestión: “Cuando tenés acceso a todas estas cosas, también aprendés. Yo me saqué una banda de cosas, de la prepotencia, del mal pensamiento, por las cosas que vengo haciendo. Antes no era sociable ni ahí. Me costaba estar con los demás. Pero viendo las acciones de la gente de acá, las reuniones, te vas animando. Te abre la mente. Porque te hace mal el encierro. Para mí lo bueno de este proyecto en general es que de todo nuestro grupo, ya siete salieron en libertad. Y los que volvieron no fue por caer presos, sino por el compromiso con todo esto. Y uno siente que sale a la calle y no está en banda”. La banda está en la cárcel y se prepara para el ensayo.
Waldemar: “Muchos que piensan un poco parecido a nosotros, dicen que las cárceles no deberían existir. Ojalá. Pero la realidad demuestra que ya vamos por la 55 en la Provincia de Buenos Aires, sin contar las de régimen federal. La cárcel es funcional a todo el sistema social. Están cumpliendo una función, y bien. Si no, no seguirían haciéndolas”.
¿Por qué es funcional? “Porque es un depósito de cuerpos. Nosotros decimos que los 30.000 presos son los 30.000 desaparecidos de esta época. Lo bueno de todo este proyecto es que, al menos en la UNIDAD 48, se transforma la realidad de la cárcel, que por ahora no va a dejar de existir. Por eso, y mientras tanto, ¿qué hacemos con esto?”.

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La violación de los derechos humanos durante la dictadura uruguaya sigue siendo un tema que avanza tan lentamente como el movimiento social que lo sostiene.
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