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Pasala bomba
Vivi Pozzebón. Con su disco Madre Baile se consagró como una artista que te mueve al ritmo de la música popular actual.
En cada presentación de Viviana Pozzebón sale al escenario una dragona, una amazona que cambió el arco y la flecha por los tambores. Ella es La Vivi, así, con el artículo orgulloso de la identidad cordobesa y una alegría profunda que te alcanza, te abraza y te cura. Sabelo: mientras suena su música el cuerpo se adueña de todo, la cabeza no responde; ya no juzga, no compara, ni opina. Sólo trata de recordar los estribillos de la canción para poder así participar de la fiesta:
“Ya es tiempo
de que te dejes hipnotizar,
mi melodía te va a liberar,
y con mi música vas a bailar,
te va a sanar”.
Y cuando termina de sonar queda comprobado su efecto: ¿quién te quita lo bailado?
Picantita y sabrosa
En la casa de la pequeña Vivi sonaban los pasodobles y tarantelas que su padre ensayaba en el acordeón. Don Pozzebón se ganaba la vida y las noches tocando en fiestas y bailes de los clubes de barrio de la ciudad de Córdoba. Entonces, la nena sintió que era imposible eludir esa sangre y empezó a estudiar música, sin perder nunca de vista los ritmos populares.
A principios de los años 90 La Vivi integró Bandula, a cargo de Carlos Pelusa Rivarola. El líder de la banda había vuelto a la provincia con una valija cargada de ritmos y sonoridades de sus viajes por Latinoamérica. “Con ese grupo conocí el mundo de los tambores y no lo solté más”, resume.
Más tarde y durante más de una década, participó en De boca en boca, un cuarteto vocal de mujeres que, desde la percusión, presentaban un repertorio de música étnica. Editaron tres discos y fueron invitadas a tocar en grabaciones y presentaciones de Rubén Blades y Cecilia Todd, entre otros. Al mismo tiempo, La Vivi se sumó a Combo 9 Pimienta, un grupo de percusión formado por nueve mujeres. Allí conoció a su hermana musical, Liliana Zavala, quien actualmente reside en Suecia. Juntas fundaron Tamboreras, mujeres al tambor, un proyecto que tiene forma de taller y de intercambio de experiencias de mujeres vinculadas a la percusión, y que se congregan una vez al año. “Las mujeres dudamos mucho antes de elegir este modo de expresión; decimos ‘esto es una cosa de hombres, mejor no me meto’. Inclusive, algunas se sienten intimidadas cuando tocan con hombres, por la fuerza y la velocidad que ellos muestran. Tamboreras va en contra de estos miedos y a favor de la diversidad, porque las mujeres percusionistas aportamos sutileza, otra sensibilidad. Ni mejor ni peor, otra cosa”.
Hay otro punto que pone bajo la lupa: la cuestión de raza. “Viajé a Salvador de Bahía, Brasil, porque quería participar de una comparsa de percusión de mujeres negras –relata La Vivi– y me sucedió algo similar que con los hombres: tener que ganarme la confianza y hacer real eso de que yo ‘blanquita’ también toco percusión. Entiendo ese desafío, ese sentido de la pertenencia, porque la raza negra es la dueña del tambor”.
Menéalo
Su carrera solista comenzó con Tamboor beat, editado en 2009. Ella lo define como la unión de los tambores con el beat electrónico. Y también como una semilla creativa que terminó de florecer en su segundo disco, Madre Baile, que vio la luz a fines de 2011. Un trabajo en el cual abandona un poco lo electrónico, hace eje en la mixtura de los ritmos latinos y pone de relieve la impronta de la negritud en las músicas folklóricas nacionales. La Vivi explica las razones que la impulsan a generar estos sonidos: “Investigo la huella de los negros en Argentina. Recién ahora se está haciendo evidente su importancia y también que hubo intenciones de que quedara en el olvido, para que no quedara nada”.
Madre Baile cuenta con una chacarera mezclada con un festejo peruano, un funk samba brasileño, una versión samba reggae de Arriba quemando el sol, de la chilena Violeta Parra, y un cuartetazo que le da nombre al disco. “La canción Madre Baile está dedicada a Leonor Marzano, La Leo, creadora del ‘tunga-tunga cordobés’ que luego derivó en el cuarteto –explica La Vivi–. El cuarteto no era un ritmo; eran cuatro músicos con piano, contrabajo, violín y acordeón. Funcionaba, en la práctica, como una reducción de las grandes orquestas. La Leo hizo un híbrido entre la tarantela y el paso doble, que interpretaba con su grupo en los bailes. Y asi creó el cuartetazo”.
Aporta otra info del ritmo cordobés: el 4 de junio pasado se conmemoró el Día de la Música Popular de Cuartetos. Además, se cumplieron 69 años de que, por primera vez, un cuarteto sonara en una radio. Para La Vivi mencionar estos datos y contar la historia que hay detrás del tema que compuso no sólo es un reconocimiento a Leonor Marzano, sino a las raíces de su provincia: su búsqueda musical también tiene que ver con poner al cuarteto en el abanico de los ritmos latinoamericanos.
Oremos
El disco Madre Baile, además, posee una mixtura al cuadrado: el tema Santitos, definido como un afrochamamé, es una selección de santos populares argentinos y deidades brasileñas. A saber: el Gauchito Gil, la Difunta Correa, Elegúa, Iemanjá y “la que no se arrepiente de amar”, Gilda. La Vivi señala que esa canción le permitió hablar de Latinoamérica y de todas las cosas que tenemos en común: “los dioses, lo pagano, la incertidumbre constante que te obliga a ser creativo, a moverte y salirte de las casillas”. Lo dice con palabras y también con percusión. Y te lo hace bailar cuando canta:
“Esta es la nueva era,
abran las ventanas,
y a brillar afuera”.
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