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La mano del amo
El feudo de los Blaquier se sacude al ritmo de las marchas y un juicio que, al fin, juzgará la complicidad de la empresa con la dictadura. El rol del nuevo sindicato y las tensiones que siembran las amenazas de la empresa. Impunidad vs. memoria.
El Ingenio Ledesma fermenta hace más de cien años y, sin embargo, sigue creciendo. Desmonta y expande sus cultivos de caña de azúcar sobre la provincia de Jujuy, cuenta con 40 mil hectáreas (según indica la propia empresa) que asfixian y condicionan el día a día de sus pobladores. Lo dice bien clarito Ernesto Saman, vecino de Ledesma, docente e integrante de la Asociación de Ex Detenidos de Jujuy, quien fue secuestrado y estuvo preso durante 2 años “por pensar” en tiempos de dictadura: “Algo huele muy mal en General Libertador General San Martín”.
De inmediato acuerdo con él, aunque sospecho que no se refiere sólo al olor a podrido generado por la producción de papel del Ingenio, sino a la historia de la empresa y a su actualidad.
Abrazo al amo
La noche anterior a la multitudinaria Marcha del Apagón en Jujuy, una cantidad importante de vecinos “se solidarizó” con la empresa Ledesma y realizó un abrazo simbólico a las instalaciones del ingenio, para defenderlo de los cuestionamientos que crecían a medida que se acercaba la hora de la movilización, apoyada por organizaciones de varios puntos del país. Mientras los vecinos se congregaban en las puertas de la compañía, desde dentro del ingenio sonó una sirena especial. La misma que fue utilizada muchos años atrás, para avisarles a los vecinos de Ledesma que Herminio Arrieta, uno de los fundadores de la compañía, había muerto. Ese sonido, entonces, marca la tensión actual: en el barrio hay quienes piensan que las acusaciones que pesan sobre Ledesma ponen en riesgo la única fuente de trabajo de la zona, y hay quienes creen que lo que se está muriendo allí es otra cosa. La impunidad.
Ese día, el licenciado Federico Gatti, administrador del ingenio, participó del encuentro con los vecinos y aprovechó la ocasión para insistir que el directorio de la empresa, comandado por Carlos Pedro Blaquier, nada tuvo que ver con la dictadura. Ratificó también su confianza en la justicia y es bastante lógico que así sea: el Poder Judicial guardó en un cajón las causas sobre violaciones a los derechos humanos durante casi treinta años.
A la vez, el administrador Gatti dejó escapar el fantasma de la desocupación de una manera hábil: agradeció la muestra de apoyo porque los hacía seguir apostando por Libertador General San Martín. Quizá así Gatti reconoció, al fin, que la falta de trabajo es una preocupación concreta, que se nota en las numerosas organizaciones de desocupados y su incidencia en la vida política jujeña.
Los medios locales también participaron activamente en el abrazo simbólico y recogieron una frase dicha por una señora que representó a todos los presentes:
“No se muerde la mano del amo que da de comer”.
El poder verdadero
El profesor Ernesto, así es como llaman a Saman sus amigos y compañeros, considera que frases como esa desnudan la cultura patronal que aún vive en Ledesma, una cultura que se trasladó a la política y retroalimenta todo el círculo. “La gente cree que Ledesma es todo, que si te echan ya no hay más nada, y se somete. Inclusive elige a los candidatos que son impuestos por la empresa porque se sabe que quien tiene el poder verdadero es el Ingenio”. Saman nombra entonces al ex intendente de Libertador General San Martín, Marcelo Llanos, actual diputado nacional de esa localidad por el Frente para la Victoria. Este funcionario protagoniza actualmente una disputa pública con su ex amigo y actual jefe comunal de Ledesma, Jorge Ale. Ambos se acusan mutuamente de corrupción y de enriquecimiento ilícito. Casi no es necesario aclarar que Llanos y Ale también coincidieron en dejar intacto al poder económico y político de la empresa Ledesma durante sus gestiones.
El Familiar
¿Por qué el Ingenio es para muchos el amo al que hay que aceptarle todo? Norma Villalba, esposa de Ernesto, también docente, intenta dar una respuesta: “Los hijos de los obreros y trabajadores de la empresa emigraron, estudiaron, se convirtieron en profesionales y no volvieron a este pueblo. Quedamos los que tenemos callos en la espalda de luchar y los que no tienen otra posibilidad más que trabajar para Ledesma y mantener en secreto lo que vieron detrás de las ventanas durante la dictadura. Y por todo eso quieren olvidar”.
Insisto en buscar más explicaciones, quizá la historia nos dé más pistas sobre el presente. Ernesto Saman apunta: “El Ingenio Ledesma, que en sus inicios se llamó The Sugar States Refining Company Limited, fue construido sobre las tierras de los pueblos originarios que vivían en la zona: los chiriguanos. A los originarios se los expulsó o se los sometió sin piedad ni memoria de esa injusticia”. En esos inicios de la producción azucarera en el norte del país, nace la leyenda de El Familiar. Habla de la existencia de un demonio –que se presenta de diferentes formas– que a cambio de la riqueza y prosperidad del ingenio exigía, como ofrenda a los patrones, la vida de uno o más obreros originarios o criollos. No era casualidad, señala la leyenda, que los elegidos fueran quienes cuestionaban las condiciones de trabajo. La enseñanza para los demás era sencilla: había que aceptar el poder absoluto del patrón, callarse y no preguntar.
Héroes y tumbas
La cifra parece un récord, pero en realidad es un acto colectivo de heroísmo. Rafael Vargas, secretario general del Sindicato del Azúcar del Ingenio Ledesma, dice: “El año pasado hicimos un paro luego de 25 años de comisiones sindicales totalmente patronales”.
Habla del histórico cese de actividades del 7 de julio de 2011 que paralizó al ingenio casi en su totalidad. Esa medida de fuerza le sirvió al flamante sindicato para discutir con la empresa Ledesma, más allá de las paritarias, la suba del salario que cobran los obreros de la categoría 1, la más baja. Luego de muchas discusiones, poco habituales en el Ingenio, la remuneración se estableció en 4.871 pesos por jornadas de 8 horas de trabajo.
Vargas, junto a sus compañeros de la Lista Gris, ganó las elecciones celebradas en junio del año pasado en la compañía Ledesma. Reconoce que lo hizo “en un marco donde los trabajadores de otros ingenios del norte del país están terminando con los viejos representantes, sumisos a los empresarios. El cambio atraviesa el Ingenio La Esperanza, Río Grande, La Mendieta y El Tabacal”.
Vargas cree que, sosteniéndose unos a otros y entablando conexiones por fuera de la provincia de Jujuy, estos nuevos sindicatos van a poder continuar y hacer oír las verdaderas demandas de los obreros, porque el poder que deben enfrentar está muy arraigado y es muy fuerte.
Le pregunto qué es lo más difícil de lograr en esta etapa y, sin dudar, me responde: “Lo más difícil es mantener el espíritu de lucha y compañerismo, porque el directorio no se queda con los brazos cruzados mientras nosotros avanzamos en la organización”.
Así aparece otra de las cosas que no huelen bien en Ledesma: “Recién ahora, quizá por la aparición del nuevo sindicato, pero sin duda por la presión de la Marcha del Apagón y los procesos judiciales, la empresa comenzó a anunciar obras relacionadas con la comunidad: la promesa de construcción de mil viviendas, la asistencia con materiales a las escuelas. Incluso, antes de la Marcha, convocó a una reunión con todos los referentes sociales de Ledesma para consultarles qué opinan de la empresa. Algo inédito”.
El proceso actual es para Vargas todo un desafío: “En definitiva estamos aprendiendo y enseñando a ejercer nuestros derechos como trabajadores. Algo que quedó interrumpido por el accionar de la dictadura militar y de la propia empresa. Nosotros retomamos la lucha de los compañeros que tuvieron que irse y de los que están desaparecidos. Y esos atropellos no pueden quedar en la nada”.
Tres genocidios
Adriana Arédez dejó Catamarca y se mudó hace más de un año a la casa de sus padres en Tilcara. Lo hizo para impulsar y seguir muy de cerca la causa que investiga la desaparición de su padre, Luis Arédez, ex intendente de Libertador General San Martín. Una causa en la que la empresa Ledesma está seriamente implicada.
En estos últimos tiempos, para Adriana parece que comienza a despejarse el mal olor que toman las cosas sucias guardadas durante mucho tiempo. Resalta que fue positivo el alejamiento del juez Carlos Olivera Pastor, quien para ella fue el responsable de toda la maniobra dilatoria: “Fragmentó e hizo todo lo posible para que los delitos cometidos durante la dictadura no se juzguen”. A esto le suma la correcta actuación del juez federal tucumano, Fernando Poviña, subrogante en el Juzgado Federal 2 de Jujuy. El magistrado dispuso, el pasado 26 de abril, el allanamiento de las oficinas y domicilios de la empresa perteneciente a la familia Blaquier y citó a indagatoria a Carlos Pedro, quien intentó eludir ese llamado alegando una enfermedad.
“La empresa Ledesma puso dinero para apoyar el golpe”, dice Adriana sin vueltas y hace bien nítida la participación de los civiles en la última dictadura. Da una pista para entender esa estrecha relación: preguntarse quiénes fueron las víctimas de las detenciones, secuestros, torturas y desapariciones en Libertador General San Martín. Su didáctica respuesta es: personas relacionadas laboralmente con la empresa Ledesma. Da un ejemplo: su padre, Luis Arédez, había sido médico de los hijos de los obreros del ingenio, luego fue director del Hospital Salvador Mazza de Tilcara y más tarde fue elegido intendente. Adriana cuenta que su padre puso una condición para asumir el cargo: “Pidió que lo acompañaran en las decisiones que tomara para que los que tengan más, paguen más”. Y así fue como una de las primeras medidas de su gestión como jefe comunal fue confiscarle a la empresa Ledesma 400 hectáreas, por impuestos no pagados.
El 24 de marzo de 1976 se ejecutó el golpe de Estado y el intendente Arédez y otras cuatro personas fueron sacados de sus domicilios durante un operativo llevado a cabo por la policía provincial. Los agentes se trasladaban en vehículos de Ledesma conducidos por choferes de la empresa. Los funcionarios estuvieron detenidos durante dos meses en distintas comisarías e, inclusive, dentro de las instalaciones del ingenio. En marzo de 1977 fueron liberados, pero Aredez fue secuestrado nuevamente dos meses después y sigue desaparecido.
En el juicio que comenzó el 12 de julio se acumularon 5 causas en las que están procesados tres represores por privación ilegal de la libertad y tormentos cometidos contra 43 personas, muchas de las cuales permanecen desaparecidas. Carlos Pedro Blaquier, presidente de la empresa Ledesma, y Alberto Lemos, ex administrador de la compañía, están citados a declarar en este proceso.
Adriana está convencida de que Carlos Pedro Blaquier, su esposa Nelly Arrieta y todo el directorio tienen cuentas pendientes “por su complicidad con la dictadura, por el desplazamiento de los pueblos originarios cuando se instaló el ingenio y el genocidio ambiental que producen esas grandes chimeneas y que afecta a toda la población de Ledesma”.
La respuesta
Es curioso, cuanto menos, que a esta altura de la batalla contra la impunidad, no existan datos ni a nivel municipal ni provincial sobre posibles enfermedades respiratorias asociadas a la producción a gran escala de la caña de azúcar en Libertador General San Martín. Olga Márquez de Arédez, esposa de Luis, y Madre de Plaza de Mayo y de Adriana, fue quien sostuvo la lucha y la memoria de las victimas de la Noche del Apagón, dando sola y todos los jueves su ronda alrededor de la plaza de Libertador. Hoy parece ser, también, la única reconocida víctima de la contaminación que produce el ingenio:
en marzo de 2005 Olga murió de “bagazosis”, una enfermedad pulmonar producida por el bagazo de caña enmohecida.
Olga demandó a Ledesma por la desaparición de su marido y por su enfermedad. Ya comenzó el primero de estos juicios. Adriana anuncia que también retomará la causa por la muerte de su mamá.
La pregunta que ni Adriana ni nadie se atreve todavía a responder es la que importa: ¿puede ser este relato el comienzo del final del feudo de los Blaquier?
La respuesta depende de que todos hagamos que así sea.
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