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El tren de la utopía
Los Okupas del Andén. Una estación abandonada se convirtió en escenario y camarín de este grupo de teatro comunitario que revolucionó a todo el barrio con sus obras y alegría.
Tengo tantas escenas en la cabeza porque esta historia es sobre un grupo de teatro. Son las imágenes que se alojaron en mí luego de visitar el barrio Meridiano V, en los márgenes de La Plata. Para marcharme juro que tomé el 338, aunque ahora siento que nunca pude irme del todo, que definitivamente una parte de mí sigue estando ahí.
Primera escena: calle 17 y 71, vieja Estación Provincial del tren La Plata al Meridiano V (paralelo que separa Buenos Aires con La Pampa y que terminó por nombrar al barrio): 102 señoriales años de historia en cada baldosa. Allí, en una vieja estación tan abandonada como la pretensión de lo que supo ser, un grupo de vecinos decidió, post 2002, recuperar ese espacio emblemático. Los trenes ya no circulaban sobre esos rieles, pero sí otras locomotoras como la autogestión y la cultura popular. En ese viaje fue parido Los Okupas del Andén, el grupo de teatro comunitario que integra el centro cultural Estación Provincial y que fue unos de los actores que transformó un barrio oscuro y abandonado en un polo turístico de la ciudad de las diagonales.
Además de ser un medio de transporte, el ferrocarril era un medio de comunicación para muchos de los pequeños pueblos que unía en su recorrido. Hasta que, en julio de 1977, la dictadura que hizo desaparecer personas también hizo desaparecer el tren. En Meridiano V no hubo escena más conmovedora que la del jefe de la estación quedándose a vivir en ella casi dos décadas más, aunque el tren no surcara esas vías: esa fue su manera de luchar para mantenerlo vivo y es uno de los pasajes de Historias Anchas de Trocha Angosta, la primera obra que estrenaron Los Okupas del Andén, donde reflejan los avatares ferroviarios.
La cultura es la sonrisa
Helen Trionfetti tiene la risa fácil, ancha, contagiosa. Es una de las coordinadoras teatrales del grupo y quien me guía por los pasillos de la estación, recuperada y reciclada por los vecinos. En el segundo piso, Los Okupas tienen dos salas donde realizan sus actividades y guardan el vestuario. Junto a ella está Miguel Yamul, vecino-actor del barrio. La alegría es, me dicen y lo veo, una de las principales características del grupo.
Me cuentan el parto: “Teníamos la historia del ferrocarril para contar. Entonces se hizo una convocatoria a los vecinos del barrio para un taller de teatro comunitario que, después, terminó pariendo el grupo”. La que habla es Belén. Con la sonrisa dibujada como estandarte agrega: “Se estaba dando un proceso de recuperación de este espacio. Había como una cuestión muy dolorosa de volver a entrar, y más en las condiciones de abandono en la que estaba. También había mucha resistencia a las actividades nocturnas, como recitales. Es un barrio de gente grande y el teatro comunitario fue una de las razones que hizo que cambiara aquel paradigma”.
Sacando a los vecinos de sus casas a la estación, no para subirse al tren sino para hacer un viaje hacia su propia historia, los vínculos se hicieron más sólidos. Los coordinadores invitaron a los viejos ferroviarios a contar historias, entre ellas la de Mate Cosido, el bandido rural que le robaba a los ricos para repartir el botín entre los pobres, que se movía por la zona.
Con todo ese brebaje crearon, colectivamente, Historias anchas de trocha angosta. Desde entonces, el proceso creativo fue absolutamente grupal. Los ensayos y las presentaciones les permitieron ir ocupando el espacio alrededor de la estación, entonces terreno baldío, hasta transformarlo en el precioso parque que es hoy.
Otra escena: imaginen rencarnar ese oscuro y abandonado barrio en otro que se sea la sede del Encuentro Nacional de Teatro Comunitario. Imaginen 1.100 actores-vecinos, de veinticinco grupos diferentes, concentrados en torno a la estación recuperada. Miguel: “Eso fue en el 2005 y fue formidable porque todos los grupos exponían sus obras. Para el barrio, te imaginás la movida que era: gente bailoteando por la calle, disfrazada. Había una alegría bárbara”. Imaginarlo ya emociona.
Votos de alegría
Por estos días, los Okupas están restructurando Postales barriales de fulano de tal, que estrenaron en el 2010, y que refiere a la mirada de los vecinos sobre el barrio, ahora que se convirtió en un atractivo turístico. Es la tercera obra del grupo; la segunda fue La fiesta electoral.
El proceso creador de ese espectáculo fue estupendo. Lo cuenta Belén: “Teníamos que hacer una fiesta para juntar plata, en el 2007. Entonces dijimos: ‘Hagámosla con personajes que digan algo, que la gente no pague una entrada y listo’. Nos cebamos tanto que terminamos armando una obra. Como era un año de elecciones armamos una fiesta electoral: la del Presidente de la República de Meridiano V”.
Miguel: “Eran dos candidatos con sus séquitos. Uno, más bien de corte liberal y otro, cumbiero, más popular. El público votaba: la entrada era una boleta electoral. Se hacía la elección, se pasaba la urna entre la gente y contábamos voto por voto. Era todo verdad. Nunca se sabía, previamente, quién ganaba. En cada función era alguien distinto.
Así, de manera creativa, lúdica y original, armaron un espectáculo maravilloso. Y más transparente que cualquier elección. Con esas herramientas -ingenio, participación colectiva, y humor- van camino a los 9 años de vida. Para celebrarlos realizarán, el 15 y 16 de septiembre, un encuentro regional junto a los Cruzavías de 9 de julio, más los otros grupos de teatro comunitario de la zona (Berisso, City Bell, Tolosa y Los Hornos). Allí piensan estrenar la versión renovada de la obra en la que posan su mirada sobre el barrio.
A la charla se suman Alejandro Piro y Ernesto Mosetti. A ellos les pregunto qué generó Los Okupas en el barrio. Ernesto: “Lo revolucionó. Yo vivía a tres cuadras y esto era un páramo: te daba miedo cruzar”. Alejandro: “Se puede ver lo que pasa con la gente que viene: está haciendo algo y eso es transformador y enriquecedor para todos”.
La escena con la que, supuestamente, me despido del barrio es una ronda de 40 personas de todas las edades, en un ensayo, moviéndose con alegría. Alegría: esa es la locomotora que nadie puede parar.
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