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Hagamos de todo

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Maruja Bustamante. Es dramaturga, directora, actriz, líder de una banda, cineasta y dibujante. Una nueva versión de la mujer orquesta, que elige el arte como escenario de batalla.

Hagamos de todo
Dicen que el que mucho abarca poco aprieta, pero ya sabemos que a veces los dichos populares no son ciertos o, por lo menos, vale la pena cuestionarlos. La errata, en este caso, puede ser asumida por María Eugenia Bustamante. Más conocida como Maruja, esta inquietante mujer de 34 años es actriz, dramaturga, directora de teatro, de cine, cantante, compositora y aprendiz de artista plástica que encara su multiplicidad vocacional con decisión y deseo de experimentar gozosa lo que sucede en cada ventana por la que se asoma. Veamos:

  • Es hija de padres separados y la mayor de tres hermanos, “el mal ejemplo”, dice divertida.
  • Gestiona, junto con dos amigos, un espacio artístico: la Casona Iluminada.
  • Dicta clases de teatro.
  • Tiene en este momento dos obras de su autoría en cartel: Paraná Porá y La leyenda de Lis Chi.
  • Ensaya otras dos en las que actuará: una para reestrenar en julio (Doberman), otra para estrenar en agosto (Maruja enamorada).
  • Prepara una presentación con su banda Te Amo.
  • Planea estrenar en el circuito independiente una película que dirigió junto a una amiga.
  • Colecciona chanchitos de juguete.
  • Es de Libra con ascendente en Aries y esto, según los entendidos, configura una combinación explosiva de creatividad e impulso.
  • ¿Más? Asegura que necesita contactarse con la gente, valora la amistad, desde hace un tiempo se siente cómoda tomando decisiones y le gusta ser dirigida por mujeres para desterrar el mito de que cuando se juntan varias “va a haber quilombo”.

Cuestión de peso
Desde chica supo que quería dedicarse al teatro. A su padre no le gustaba que realizara actividades sedentarias como escribir y leer, sus ocupaciones favoritas, y cuando se fue a vivir con él, solía leer en la calle, sentada en algún zaguán para evitar problemas en su casa. Tampoco hizo caso al consejo paterno, que le advertía: “No estudies actuación. Todas las actrices de la televisión son lindas y flacas”.
Simpático el papi.
Grrrrrrr.
Maruja comenzó a estudiar con Hugo Urquijo y Helena Tritek. Ellos le recomendaron que, por sus habilidades, se dedicara a la dirección teatral. Cuando se fue de viaje Helena la dejó a cargo de sus compañeros en la obra Si no vuelvo no te asustes, con textos de Silvina Ocampo. En ese momento se había convertido en una precoz directora de 18 años.
Luego transitó por talleres literarios, hizo un curso con el reconocido dramaturgo y director Mauricio Kartun, otros más de escritura teatral, hasta que logró entrar en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático y estudió un año de maestría en el Instituto Universitario Nacional del Arte.
Cuando se quedó sin trabajo, estuvo a punto de irse a vivir con su madre a Bariloche. Justo a tiempo, le ofrecieron participar de un casting y le sugirieron que no asistiera con el buzo de Mickey que se había puesto en otras oportunidades. Sin el buzo y demostrando su talento, quedó seleccionada para integrar Un año para recordar, una tira diaria de tevé protagonizada por Carla Peterson y Gastón Pauls. Tiempo después participó en otra tira, Tiempos compulsivos. Con el dinero que ganó trabajando en televisión financió un largometraje, basado en su obra Trabajo para lobos. La filmaron en Bariloche, Epuyén y Lago Puelo, junto con doce actores. Cuenta la historia de un hombre que está en estado vegetativo. Su esposa reúne a sus hijos para tomar la decisión de practicar o no la eutanasia. Al juntarse para deliberar, inevitablemente salen a relucir sus miserias.
¿Qué características creés que tienen en común los jóvenes dramaturgos?
Yo vi muchas cosas autorreferenciales hacia el teatro, hacia el artista, hay algo de volver a reconocernos. Fue muy fuerte la generación de los 90. Hay una generación en el medio que vendría a ser la mía, que quedó medio boyando, dudando entre hacer lo de siempre o hacer algo diferente. Me parece que los de 20 vienen con otra cabeza, se animan a hacer otras cosas. Cuando yo tenía esa edad estábamos embelesados mirando lo que hacían los más grandes, no hubo lugar para nosotros mismos. Había muchas máximas en el teatro de los 90 como no llorar, no hablar con acento, evitar las emociones; había algo de la no actuación, el minimalismo, pegó la forma más que el contenido. En realidad, buscar el contenido a través de la forma. Veronese, Tantanian, gente muy grossa, pudieron embellecer el teatro a través de la plástica, de la forma. Era muy seductor, de excelencia internacional. ¿Cómo romper con eso? Es muy difícil. Creo que ahora a los más jóvenes les volvió el amor por las letras, por la actuación, que se había perdido. De chica cuando iba al teatro quería quedarme con algo en el cuerpo. Tengo esa ambición cuando hago algo como actriz o como directora, que quede algo.
¿Cuáles son las herramientas a las que recurrís a la hora de escribir una obra de teatro?
Tomo anécdotas personales y las lleno de ficcionalidad. En general, detrás de todas mis obras hay dos o tres escenas reales que me sucedieron a mí o a alguna otra persona. Modifico algunos datos como la época o el ambiente en el que transcurre. Me interesa el exceso metido en un orden, darle un sistema, no me gusta mucho lo minimalista. Pienso que es una salida fácil hacer todo perfecto y simétrico, es más difícil darle orden al caos. También me gusta que sucedan las obras al aire libre. Ahora estoy con las historias de amor, dándole vueltas a eso.
La vida a escena
Maruja enamorada es la obra que estrenará en agosto en el teatro El Extranjero, con la dirección de Vivi Tellas. Es un biodrama, término creado por Tellas, que formó parte de una investigación que desarrolló cuando estuvo a cargo de la dirección del Teatro Sarmiento. Durante el verano Maruja tomó un curso con Vivi, hizo una performance que le gustó y le anunció que quería dirigirla. Así surgió la idea de esta obra para la que están trabajando sobre las historias de amor de Maruja desde sus 3 años, con archivos, documentos y cartas. Sobre el escenario, Maruja actuará y además cantará con su banda Te amo.
Lo popular no quita lo valiente
Maruja también incursionó en plataformas virtuales. Actuó y dirigió Plan V, una serie cuyas protagonistas eran lesbianas. Hicieron dos temporadas, filmaron todo de corrido y fueron subiendo a la web un capítulo por semana. Cuenta Maruja que fue muy importante para la visibilización de la comunidad. En tono de comedia, se reían de los estereotipos. Tuvieron más de 5 millones de usuarios en todo el mundo y se tradujo al inglés y al italiano. Para poder encarar los gastos, hicieron 25 fiestas para recaudar fondos y poder comprar equipos y pagar gastos de producción.
Ahora, en su obra de teatro Paraná Porá las protagonistas también son mujeres. Dos aparentes enemigas, a bordo de una barca sobre un río congelado, con la incertidumbre de la llegada y la inminencia de un parto, vivencian al límite sus fortalezas y debilidades en un viaje sin retorno. La solidaridad y complicidad entre ellas es clave para el sostén de la travesía.
¿El teatro debe estar en contacto, sensibilizarse y reflejar los conflictos que suceden hoy en día?
Cuanto uno más personal es, más universal es. Y además, sincero. Uno habla desde donde es. Yo soy una chica que se crió en la clase media baja. Si soy sincera con mi vida, con mi posición como mujer, como artista, va a salir todo lo que pasa alrededor. En algunas obras soy explícita con eso. Creo que el teatro, hasta el más burgués, aunque no se lo proponga, refleja lo que sucede en la sociedad. No me parece bien que se estén haciendo acá obras comerciales del off de Londres, de Brodway, teniendo grandes dramaturgos locales. ¿Por qué comprar derechos por miles de euros? ¿Para hacer una obra estúpida que sucede en Illinois, que no me importa nada y que sale 300 pesos la entrada? Prefiero ir a ver a Moria. Muchos dramaturgos del teatro independiente se ponen en la postura “yo hago teatro arte, no hago teatro comercial” y en realidad es un espacio de trabajo para nosotros, donde los dramaturgos podríamos hacer espectáculos de calidad y también populares. ¿Por qué tanto miedo a lo popular? No soy popular, dicen. Es una especie de don, de cualidad y yo creo que hay que empezar a cruzarse un poco. Es difícil tomar esa decisión porque uno quiere que los pares lo acepten. Si piensan que sos un grasa popular que querés plata, no te aceptan. No pienso que el teatro arte no tenga que existir, me gusta ir a ver todo, trato de entender qué me quiso proponer, no me interesa criticar por criticar. El teatro, como cualquier manifestación artística sirve para autoconocerse, descubrirse. Si te entregás, te empezás a pensar vos y eso a veces da miedo. Creo que el teatro está para eso: para apagar el celular, dejar el reloj y ver qué te pasa.

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