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Lo que más hincha

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El fútbol, las barras, la violencia, la dictadura y el después es la historieta que narra este libro creado por Fabio Zurita con dibujos de Francisco Barón.

Lo que más hincha
Septiembre de 1983. El clima ya se presentía. Sabían que era un día jodido. En la previa del partido contra Chacarita, en San Martín, la barra de Deportivo Morón evaluaba la posibilidad de un duro enfrentamiento con la banda del Funebrero y con la policía. El partido fue malo. Hubo heridos, presos, y una balacera contra el tren en el que volvían. Y lo peor de todo: El Polaco había desaparecido. “¡Que aparezca El Polaco o quemamos San Martín!”, cantó la barra al siguiente partido. El rumor era que El Polaco estaba secuestrado en una villa de San Martín. Pero la historia se cayó cuando recibieron un mensaje de la barra de Chaca: “Dice que ellos no lo tienen, pero que si lo llegan a encontrar, lo matan”. La barra siguió clamando por la aparición de El Polaco apuntando hacia otra dirección: la policía. Gol. Y así, a puro grito de tablón lograron liberarlo. Esta es la historia que sedujo a Fabio Zurita.
A fines de los 80, este guionista, cineasta y director de teatro había realizado un documental sobre las barrabravas y la policía. Lo llamó Pato Criollo. “La represión a las hinchadas en la década del 90 fue muy fuerte. Si eras morochito y de pelo largo, eras candidato a que te fajen sin que nadie diga nada. Aparte, te rompían todo”, explica. Por esa razón, en 1994, Zurita incorporó nuevo material y llevó la obra actualizada a festivales y eventos. “La policía participaba como si fuera una barrabrava más. Ya era folklore. Y los medios lo cubrían”.
En esas presentaciones siempre le preguntaban lo mismo: su opinión sobre el vínculo del poder político con las barras. Él cambiaba el eje: le interesaba analizar cuál fue la relación de las barras con el poder durante la dictadura. “Ahí surgió este libro”, asegura.
“La violencia fue una notable respuesta al sistema opresor. Era el único camino posible de manifestarse. No violencia armada, sino de base, gente de barrio, de personas de la calle, de los marginados”.
Zurita tiene editados otros dos libros de historieta: Colombia y El pollo. “Me gusta el género, cómo llega a la gente, es mucho más barato y, también, más popular. Y uno puede volar mucho más que filmando un documental”, cuenta. Por eso para ¿Dónde está El Polaco? eligió ese formato.
La producción le llevó dos años de investigación. Zurita armó luego la historia en ocho meses, y se puso en contacto con el dibujante Francisco Barón. El prólogo lo escribió Juan Sasturain, y Osvaldo Bayer aportó otro texto donde señala la cuestión de fondo: la historieta retrata una época argentina y El Polaco es el hilo conductor de un momento histórico en el que se cruzan las desapariciones, las torturas, los fusilamientos en la calle, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, el rock nacional, Malvinas, las operaciones de prensa. Y el fútbol, como escenario y campo de batalla.
El desaparecido que habla
De mediana estatura, rubio y ojos claros, El Polaco toma un café en un bar, frente a la Universidad de Morón. Tiene gestos duros. Parece hecho de barro. Habla poco. Su voz es ronca: muy ronca. Es la primera vez que El Polaco habla con un medio para presentar la historieta que lo caracteriza como protagonista de una época. “Que vayan a la casa a hacer notas no me interesa. No por los periodistas ni nada. No me llama la atención”, dirá.
Su vínculo con Deportivo Morón comenzó desde muy chiquito. “Soy del 62. Vivía a cinco cuadras de la cancha. Mi viejo nunca fue, pero yo me escapaba de casa. Despacito, empecé a entrar en el club: al buffet, al metegol, a la pelota, a molestar…”.
¿Militabas?
No: no me gusta la política.
En la historieta se te ve con una foto de Evita.
Mi hermano era peronista. Yo conocía a Rousselot (Juan Carlos, intendente de Morón en tres ocasiones).
¿Se hablaba de política durante la previa de la barra?
Antes se podía hablar. No había peleas. Ahora no podés porque son todos contras. Y, aparte, ahora es pago.
¿Cómo nació tu vinculación con la barra?
Ya de chiquito me mandaban a hacer los mandados.
¿Fuiste capo?
Y… ahí. Acompañante.
¿Había violencia?
Era distinto. Ahora van y te dan un tiro. Antes te peleabas mano a mano. No había tanta maldad. Ahora son internas por los negocios que hay, por lo que genera el capital que existe. Si no hay plata, no hay violencia. Como hay, todos quieren ver quién se la lleva.
Los nuevos enemigos
Zurita afirma que el cambio de lógica se dio en los 90, cuando las barras comenzaron a participar en las negociaciones de los pases de jugadores y en el manejo de las entradas –entre otras cosas–, y el enemigo dejó de ser tan solo la policía y la parcialidad rival. Las propias facciones de la barra comenzaron a disputarse el manejo de la torta. “Los dirigentes compran la participación de la barra porque les interesa tener su grupo de choque. Muchas veces, cuando entra un nuevo dirigente, lo primero que hace es cambiar al barra, al líder, porque son ellos los que tienen el poder de decidir a quién le dan la plata”, detalla Zurita.
Subraya que la violencia en el fútbol se expandió a partir de la dictadura, y que no es fácil frenarla. “Uno se acostumbra a vivir así. Por eso, hay que reeducar. Después de la dictadura, la policía siguió siendo un poder muy fuerte. Ahora se la está queriendo controlar. Es difícil. Hay que educarla”, razona.
Zurita acuerda con que la impunidad institucional que desapareció a El Polaco en dictadura es la misma que hoy, reciclada y actualizada: desaparecen pibes en democracia, torturan en comisarías y cárceles, y liberan zonas para que, como ocurrió en Zavaleta, las bandas diriman sus negocios. Su hipótesis: así como en tiempos dictatoriales la violencia significó la comunicación contra el sistema opresor, hoy expresa la reacción ante la injusticia social. “Por eso existe la violencia. Por más que pongan 200 mil cámaras, no va a terminar facilmente, porque la cuestión no pasa por ahí. Creo que un 80 por ciento de las personas que delinquen, no lo hacen porque lo eligieron como su profesión. Si pudieran, nadie elegiría eso”.
Violencia gorila
Zurita financió la historieta con fondos propios y aportes de los mismos hinchas de Morón. También, contó con el apoyo de algunos sindicatos. Pero el financiamiento colectivo fue la chispa que le permitió cocinar su proyecto autogestivo: en lugar de generar un espacio en la web para recaudar el dinero, el guionista decidió caminar Morón, entrar negocio por negocio, visitar el club y gremios, para conseguir el capital. “De paso, iba haciendo una previa de la historieta”, dice.
Reconoce que uno de los mayores desafíos a la hora de pensar y planificar la producción de ¿Dónde está El Polaco? fue dejar bien en claro cuáles iban a ser los límites de la obra. Esto es: ¿de qué manera el guión y los dibujos no se malinterpretarían como una apología de la violencia, sino como la caracterización de una época histórica?
La maldad
El Polaco cuenta que es vendedor. ¿Qué vende? “De todo. Golosinas, lo que haiga”. Aclara que dejó de estar vinculado a la barra de Morón y que ya no va seguido a la cancha, pero que cuando asiste, va a la platea. “Vivo más tranquilo sin ir a la cancha. Antes de ir a la cancha me voy a comer por ahí. Me sale más barato. Me pudrí de la violencia, de todo. Son todos problemas. Y eso de que no dejen ir al visitante es un horror, también. ¿No estamos en democracia?”.
El diálogo final de la historieta es ficticio. El Polaco habla con Lucho, otro hincha, que le dice, romántico: “Antes existía un mínimo concepto anarco” de la barra. “Ahora son todos mercenarios”. El Polaco real, de carne y hueso, tampoco escapa al juicio breve. Con su voz ronca dice: “Los que van a la cancha a romper todos los códigos son otra cosa. Eso no es ser hincha: eso es ser dañino”.
Esa sentencia encierra la idea que Zurita guionó y buscó retratar con los impecables dibujos de Francisco Barón.
 

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