Mu71
Andate al diablo
Resistieron ataques de patotas de la UOCRA, represión policial y debates en tevé. Lograron mantener el bloqueo y detener la construcción de la planta de semillas transgénicas más grande de mundo. Corren el riesgo de ser detenidos, criminalizados o golpeados. Pero se mantienen firmes con una consigna: Sí a la vida, no a Monsanto.
El infierno es un lugar incómodo. Monsanto lo sabe y por eso está pagando el costo de haberlo olvidado. Su pecado fue regodearse con la impunidad que le otorgaban las bendiciones del más allá. Acá, en Malvinas Argentinas, sólo cosecha maldiciones. La más popular es un término autóctono que los cordobeses pronuncian con gracia y cantito: “culeado”. Así adjetivan el hecho que marcó el conflicto que hoy representa el bloqueo a la construcción de la planta que Monsanto pretende instalar para acopiar semillas transgénicas de maíz, la más grande del mundo, según se vanagloriaba hasta hace poco. Ese hecho clave fue, nada menos, que el anuncio de la presidenta Cristina Fernández sobre la construcción de la planta en Malvinas Argentinas el mismo día en que se dictaba el fallo que confirmó las denuncias de las Madres de Ituzaingo: los agrotóxicos habían asesinado a sus familiares y vecinos.
Dos datos geográficos ayudan a entender cómo se prendió esta hoguera:
- La Presidenta hizo en el anuncio en Nueva York.
- Entre el barrio de Ituzaingo y la localidad de Malvinas Argentinas hay apenas 10 kilómetros de distancia.
El resultado fue que ese mismo día nació la Asamblea Malvinas por la Vida y que hoy las obras de construcción de la planta están paralizadas por un grupo de madres, vecinos, jóvenes y militantes que han logrado dos hazañas: frenar por primera vez en el mundo a una multinacional maldecida en todo el planeta, y lograr que la prensa se refiera a ellos con el despectivo adjetivo de “ambientalistas”, como si se tratara de activistas profesionales o hippies trasnochados.
Culeado.
El factor género
El acampe comenzó el 18 de septiembre y con un motivo concreto: al día siguiente estaba previsto el festival Primavera sin Monsanto y los organizadores temían que la policía ocupara el predio para impedirlo. Sofía Gatica, una de las fundadoras de las Madres de Ituzaingo, tuvo la idea: “Quedémonos”. Siete carpas albergaron a los primeros ocupantes. El festival reunió a más de 1.200 personas y eso les confirmó el camino en el que siguen firmes hasta hoy, cuando escribo estas líneas, luego de hablar por teléfono con Sol: “Estamos bien. La lluvia fue brava, pero nos trajo un montón de donaciones. ¿Sabés qué nos llegó? La carpa de Famatina. Lloramos cuando la armamos”.
El acampe tiene 5 puestos de bloqueo, dos baños secos, una huerta orgánica, dos construcciones de adobe, tres docenas de carpas y un cartel que anuncia las normas de convivencia acordadas en asamblea:
- Separar la basura orgánica e inorgánica.
- Si te quedás a comer o a dormir, avisá.
- No andar solo de noche.
- Lavar lo que uses y dejar todo en su lugar.
- Respetar las horas de descanso.
- No tomar alcohol ni estupefacientes.
- No cruces la ruta de noche, porfa.
- Si vas al baño, hacelo acompañado.
- Aquí trabajamos todos juntos.
La comida se prepara colectivamente y con los alimentos donados que reciben diariamente. Los turnos en cada puesto de bloqueo son rotativos y de 3 horas, y las asambleas, diarias. Expuestos al paso de autos y camiones, porque están a la vera de la ruta provincial N° 88, reciben bocinazos y gritos de aliento y hasta el silbato del tren que los saluda a su paso. Ahora mismo el conductor de un camión de YPF les grita: “Aguantennnnnn”. Sol sonríe y me aclara: “También están los que nos gritan ´vayan a laburar´, pero son los menos. Sabemos que no estamos solos, pero igual es duro poner el cuerpo acá”.
Fue duro cuando al noveno día del acampe llegó una patota de la UOCRA con la intención de romper el bloqueo del acceso principal. “Nosotros teníamos buen diálogo con los trabajadores. Ellos nos contaron que les habían anunciado que si no se levantaba el bloqueo iban a empezar a llegarles los telegramas de despido. Ese día la policía liberó la zona. Nos dejaron solos enfrentándonos a la patota. Pensamos que nos iban a golpear, como pasó en otros lados, pero se ve que cuando vieron quiénes éramos, no se animaron”. Lo que vieron los obreros de la UOCRA fue lo que también vio la policía cuatro días después, el 30 de septiembre. “Dieron la orden de reprimir y lo primero que hicieron fue arrastrar a Sofía Gatica. En ese momento una mujer policía se quebró: se le llenaron los ojos de lágrimas”.
El intento de represión tuvo el resultado contrario: a las dos horas había más de 500 personas plantadas en el acampe. “Había gente que llamaba a la radio para avisar por dónde pasaba con el auto para levantar gente que quisiera venir a hacernos el aguante”, cuenta Melina, integrante de Ecos Córdoba, el portal periodístico que se conformó para cubrir el juicio a los agrotóxicos de Ituzaingo y que hoy es referente obligado para informarse sobre todos los conflictos ambientales que afectan a la provincia.
El día de la represión Sofía Gatica terminó internada con traumatismo craneal y hubo dos chicas detenidas. El saldo es una muestra de aquello que vieron la patota de la UOCRA y la policía: el bloqueo lo mantiene un grupo mayoritariamente femenino.
Son madres.
Son hijas.
Son vecinas.
Primer round
Vanesa Sartori tuvo el extraño privilegio de ser la primera integrante de la Asamblea Malvinas por la Vida en debatir ante las cámaras con el gerente de Relaciones Institucionales de Monsanto, Adrián Vilaplana. “Fue una trampa, porque el canal no nos avisó que iba a estar él, pero él sabía que íbamos nosotros. Me puse nerviosa, lógicamente: nunca había estado en televisión, así que imagináte. Pero mis compañeros estaban ahí y me dieron confianza. Nos salió bien, porque ellos buscaban que me pusiera violenta y yo soy una persona tranquila”. Cuenta que fuera de cámaras el Sr. Monsanto le dijo: “Sabemos que por este tema estás peleada con tu padre”. No lo dejó terminar de hablar, pero le quedó claro que tenían información personal sobre los miembros de la Asamblea.
Vanesa es psicóloga y madre de Alma, una beba de 2 años. “Se crió escuchando asambleas porque cuando empezamos con esto tenía apenas 2 meses”. Alma es una de las criaturas que se presentaron ante la justicia para impedir la instalación de la planta. “Decidimos que fueran nuestros hijos los que planteen el amparo porque es por ellos que estamos luchando”.
La jueza Graciela Escudero Fernández, titular del juzgado cordobés N°4 ordenó a la municipalidad de Malvinas Argentinas que se abstenga de autorizar a Monsanto la puesta en marcha de la planta “mientras no se cumplimenten los requisitos previstos por las leyes, con la verificación de todos los recaudos por parte de los distintos organismos públicos, en especial la realización del correspondiente estudio de impacto ambiental”. El dictamen se conoció el 8 de octubre. Dos días después llegó el segundo round: el programa de tevé Bichos de campo sentó frente a frente a Sofía Gatica y Adrián Vilaplana, el gerente de Monsato.
Segundo round
Ubiquémonos: de un lado, una mujer que vio morir a su hija a los 3 días de nacer y comenzó a indagar qué había pasado. Puerta por puerta, vecino por vecino, realizó un censo que demostró, por primera vez, las consecuencias homicidas de los agrotóxicos. Frente a ella, el representante de la multinacional responsable del paquete tecnológico que produjo esas muertes. En el medio, un periodista que no dismula que está del lado de la empresa. El resultado es este diálogo antológico entre la vida y el diablo.
Estamos en la televisión, así que la primera palabra la tiene el diablo:
Sr. Monsanto: Esto no es nuevo: hace muchísimos años que estamos en Córdoba. Lo nuevo es que la inversión que representa esta planta va de la mano con lo que nosotros aspiramos sea un crecimiento del maíz en Argentina. ¿Por qué en Córdoba? Porque precisamente es la provincia donde más está creciendo el maíz.
Periodista: ¿Por qué está en contra de esta inversión?
Sofía Gatica: Porque Monsanto es una empresa genocida. Está expulsada de muchos países. La presidenta de la Nación le abrió la puerta a esta multinacional, pero no vamos a permitir que se instalen. Es como planteó él recién: hace muchos años que están acá. Y por eso nosotros tenemos 30% de la población de Ituzaingo con tumores y el 80% de los chicos con agrotóxicos en sangre.
Periodista: Pero imagino que hubo estudios que se realizaron para autorizar la instalación de la planta.
Sofía Gatica: No hay estudios. Jamás los hicieron. Y vos no podés plantear eso porque como periodista sabés muy bien lo que dijo la jueza en su dictamen. El problema es que si ellos ya están construyendo es porque saben que eso no importa. Si no decime, ¿para qué van a empezar a construir si después les van a decir que no?
Sr. Monsanto: Es incorrecto decir que la empresa no tiene autorización porque se la otorgó la Secretaría de Ambiente de la provincia de Córdoba, que está haciendo muy bien su trabajo, es súper exigente. La verdad, no es que no entendamos el reclamo. Lo entendemos en el sentido de que hay gente que tiene otra visión de lo que debe ser la agricultura y por tener otra visión, se manifiesta. Y tiene toda la libertad de hacerlo. Lo que también le pedimos –y aprovechamos que estamos ahora con Sofía para decírselo públicamente– es que se acerquen y dialoguen. Y separar los temas. Creo que gran parte de las preocupaciones de Sofía se generan en las malas prácticas que se generan en el campo, vinculadas con las aplicaciones de los agroquímicos. Compartimos con ella esa preocupación y estamos convencidos de que tenemos que generar sistemas de buenas prácticas agroquímicas, para que la gente que hace las cosas bien las siga haciendo y la gente que hace las cosas mal pague por eso.
Periodista: Sofía ¿Ustedes están en desacuerdo con la instalación de la planta o con el modelo productivo?
Sofía Gatica: Estamos en contra de la empresa Monsanto. Estamos en contra del modelo productivo que se ha instalado en Argentina. Y estamos a favor de la salud y de la vida. Nosotros no negociamos la salud. La salud no se negocia: de nadie. De ninguno de los 40 millones de argentinos. Esta empresa yanqui se tiene que ir porque enferma y contamina. Y quiero poner algo en claro: él dice que la Secretaría de Ambiente avaló la instalación. En esa Secretaría de Ambiente hay una comisión interdisciplinaria que, por ley, debe dar la autorización. ¿Y sabés qué pasó? No hubo comisión interdisciplinaria. Cuatro personas decidieron el futuro de Argentina.
Periodista: Concretamente ¿a qué se oponen?
Sofía Gatica: Esta empresa enferma y mata. ¿A qué nos oponemos entonces? A que nos maten. Nos estamos oponiendo a que nos contaminen, nos enfermen y nos maten. Te estoy diciendo que tenemos el 80% de nuestros chicos con agroquímicos en sangre y ésta es la empresa que nos trae esos agroquímicos. (Dirigiéndose al Sr. Monsanto) Yo te quiero hacer una pregunta y que me respondas públicamente: ustedes dicen que la planta es solo para semillas y que no hacen nada las semillas. ¿Van a usar agroquímicos dentro de los 260 silos que pretenden colocar en esa planta?
Sr. Monsanto: Es una buena pregunta.
Sofía Gatica: ¿Cuántos litros?
Sr. Monsanto: Básicamente lo que se hace es que la semilla se la cosecha en el campo con mucha humedad, porque tiene que mantenerse viva. Esto se trae a la planta, se desgrana y se lo pone en los silos, para secar. Hasta ese momento no hay ningún proceso químico, es todo mecánico. Una vez que se logra eso, en un circuito cerrado lo que se hace es generarle a las semillas protección con insecticidas. Como usted dice, ahí están los químicos. Pero se aplican en un circuito cerrado. Créame que es una forma segura y amigable con el medio ambiente para darle al productor una semilla de altísima calidad.
Sofía Gatica: Créame que no vamos a permitir que se instalen para hacer eso. Créame que mientras yo viva no van a entrar los camiones para construir esa planta.
El tercer round iba a ser con el biólogo Raúl Montenegro, autor de un informe que detalla los peligros de contaminación que implican la instalación de la planta. El Sr. Monsanto no se presentó.
Culeado.
El infierno
Monsanto es el símbolo de la mutación de un país, cuyos alcances todavía no pueden predecirse. Lo que representa hoy y hasta ahora se caracteriza por:
- Concentración y monopolización de la propiedad de la tierra en manos de corporaciones y pooles de siembra.
- Desplazamiento de producciones como la ganadera, encerrada ahora en feed lots en los que se hacinan animales alimentados no con pastos sino con anabólicos, antibióticos y granos transgénicos, que pasan a formar parte de una industria alimentaria cada vez más enferma y menos soberana.
- Monocultivo transgénico que provoca la caída o desaparición de otras producciones relegadas por la soja, lo cual equivale a más pérdida de soberanía alimentaria.
- Eliminación paulatina de los bosques nativos, humedales y ecosistemas que regulan el clima y garantizan la biodiversidad. Como cuestión científica y técnica, en esa diversidad radica la sustentabilidad futura del planeta.
- Por lo mismo, contribución crucial al desquicio climático cada vez más perceptible: tormentas, inundaciones, sequías.
- Deterioro de las tierras, desertificación, extracción, a través de los granos, de los minerales y nutrientes de suelos que, por poseer esos nutrientes, eran de los más ricos y fértiles del mundo.
- Envenenamiento de suelos, aire y agua, que genera la aparición de situaciones inéditas en muchos lugares del país: crecimiento exponencial de cánceres de diverso tipo en barrios y ciudades afectadas por fumigaciones, malformaciones de bebés, abortos espontáneos, enfermedades de piel, pulmonares y renales, entre otras, comprobadas cada vez que se investiga el tema.
- Despoblamiento del campo, debido a un tipo de producción que casi no requiere trabajo humano: una persona cada 500 hectáreas, cuando en zonas de agricultura familiar pueden producir y vivir hasta 30 familias en esa misma superficie.
- Expulsión de campesinos, agricultores y pequeños productores desde los campos en que vivían a las periferias urbanas en las que no hay oferta de trabajo, lo cual a su vez incrementa el hacinamiento, la exclusión y la violencia, además de la necesidad de planes sociales y de infraestructura para contener (y controlar) esas periferias.
- Ruptura de la cultura del trabajo, mediante rentas excepcionales que incitan a abandonar cualquier tipo de producción en la que sea necesario un trabajo cotidiano y metódico.
- Dominación tecnológica y productiva por parte de una empresa que se ha apropiado de las patentes de las semillas con la connivencia de los funcionarios públicos, privatizando de hecho lo que hasta ahora eran bienes públicos.
- Distorsión de toda noción sobre desarrollo y progreso: el modelo extractivo (que funciona con esta misma lógica en áreas como la minería o la pesca) genera crecimiento de números macroeconómicos que en realidad representan concentración de riqueza en pocas manos, a costa de bienes públicos y recursos naturales, culturales y políticos que no se sabe aún de qué modo podrán regenerarse.
Ideario
La palabra que más pronuncian los jóvenes del acampe es idéntica: despertarse. Implica muchas cosas a la vez, pero también una sola: darse cuenta de lo que está en juego y hacer algo. Fui anotando en un cuaderno las frases que escuché y dibujan una idea de lo que lo que implica:
- “Esto no es un campamento: esto es un basta”.
- “Estar acá es una acción política”.
- “No se trata de cortar la ruta sino de cuestionar que nos están amenazando la vida”.
- “Estamos poniendo el cuerpo para recuperar un poco de dignidad”.
- “No es normal la enfermedad. No es normal tener químicos en sangre. No podemos resignarnos a vivir así”.
- “¿Cuál es el punto máximo de acciones contra la vida? Patentar semillas. Eso es Monsanto: el punto máximo”.
- “En ningún otro lado se habla de esto: se asesina la escucha”.
- “Esto va más allá. No podemos hacernos los boludos. Acá empezamos a hablar de lo que no queremos hablar. Del monocultivo, de si comemos basura, de cómo nos hacen vivir como basura, de que lo único que podemos cambiar es a nosotros mismos”.
- “Tenemos que empezar a pensar qué nos llevamos a la boca. La basura que nos venden no merece llamarse alimento. Comer es validar un sistema de producción”.
- “Ser rebelde es ser orgánico: tenemos que sacar al sistema de nuestra sangre”.
- “Tenemos que recuperar la noción de comunidad: los hijos fumigados son nuestros hijos”.
- “No nos dan bola ni los organismos de derechos humanos, ni los partidos, ni el Estado. Son ignorantes o payasos que solo saben hacer monadas para las cámaras”.
- “Hay que perder la esperanza: no esperemos nada”.
- “No hay futuro: lo tenemos que construir nosotros”.
Lucas se conmueve tanto como yo al escucharlos. Es vecino de Malvinas y uno de los fundadores de la Asamblea. Todas las tardes acarrea bidones de agua hasta el acampe. No es un gesto menor: el agua es paga “y la factura, saladita”, me aclara su vecina. Lucas confiesa: “Me asombra que estén acá noche y día. Yo no puedo porque trabajo y tengo familia, pero vengo todos los días y les ofrezco mi casa para que se den una ducha o duerman un rato en una cama. A mí me conmueve porque siento que están haciendo esto por nosotros”. Cuenta que hace 35 años que vive en Malvinas y que esta batalla le costó “muy mucho. Hay vecinos que me odian porque piensan que al denunciar la contaminación estamos perjudicando el valor de su terreno. Cosas así, tristes, feas, jodidas. Pero ¿cómo no voy a hacer algo? ¿No entienden la gran amenaza y peligro que es esto?”. Lucas señala la planta que parece una postal congelada.
Misiles y más allá
Una semana antes de las elecciones el gobernador José De la Sota retiró a la policía y anunció: “El problema debe resolverlo el gobierno nacional”. Monsanto, por su parte, comunicó que detenía la construcción y licenció a los trabajadores. El 8 de noviembre comenzó a moverse otra obra: la judicial. La multinacional envió carta documento a Sofía Gatica y a Eduardo Quispe, integrante de la Asamblea, acusándolos de “actos de violencia, amenazas, empujones y lanzamiento de misiles” (sic). Los intiman a levantar el bloqueo y les advierten que si continúan, serán querellados por delitos que contemplan “hasta 3 años de prisión”.
La respuesta de Sofía fue la siguiente: pidió vacaciones en su trabajo en la municipalidad de Ituzaingo y se instaló en el acampe. Este fin de semana esperan la llegada de los participantes del Encuentro de Pueblos Fumigados. Lucas organizó un desfile de murgas por las calles de Malvinas para convocar a los vecinos a acompañar el bloqueo. Melina, de Ecos Córdoba, informa que una encuesta realizada por Noalcanzoaescucharquécátedra de la Universidad Nacional de Córdoba contabilizó que tienen el 69% de apoyo. Desde la ruta suena una bocina y un grito: Aguantennnnnnnnnnnnn.
Mientras tipeo estas líneas llamo una vez más a Sol por teléfono. La escucho contenta. Me cuenta que la gran pensadora india Vandana Shiva les ha enviado un mensaje. Lo busco en Youtube. Está fechado en octubre de 2013 y dice:
- “Desde la Alianza Mundial para la Libertad de las Semillas, desde Navdanya, el movimiento que fundé, y desde mí, personalmente, con todo mi amor y solidaridad, yo Vandana Shiva, estoy totalmente con ustedes en esta lucha contra Monsanto.
- Monsanto emergió como la cara de los peores comportamientos en este planeta, cometiendo crímenes contra la Tierra, contra la biodiversidad, y crímenes contra las personas todos los días.
- Su lucha contra la planta de Córdoba para la producción de maíz transgénico que Monsanto planea poner en marcha, y su compromiso al oponerse a la instalación de esta planta, es un símbolo impresionante en la lucha por la libertad de las semillas en contra de la dictadura y el fascismo que representan las semillas que Monsanto quiere imponer.
- Han sido fuertes luchando desde septiembre del 2012. Manténganse fuertes, estamos con ustedes, el mundo está con ustedes. No vamos a permitir que Argentina se convierta en un campo de muerte de Monsanto. No vamos a permitir que Monsanto convierta la hermosa tierra de Argentina en un desierto verde. Juntos vamos a reconstruir un mundo post Monsanto. Libre”.
Lo mismo, dicho en cordobés, suena breve y divertido: culeado.
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Los presos de Corral de Bustos. Vecinos hartos de jueces y fiscales quemaron el edificio de Tribunales. Por los disturbios detuvieron a 41 personas. Las movilizaciones lograron liberarlos hasta que el juicio oral los condenó. Hoy están en prisión un abogado, un periodista y otros cuatro trabajadores por un fallo que le pone límites a la libertad de expresión.
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