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Gracias por el fuego

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El diario de Villa María, Córdoba, es el primero recuperado por sus trabajadores. Tuvieron que soportar y superar a Papel Prensa y un incendio. Ahora lucen orgullosos una historia que es película.

Gracias por el fuego
Empecemos al revés: el final es feliz. El edificio de El Diario está en la calle Periodistas Argentinos. Fue una casualidad, pero que haya sido el humorista de El Diario el que haya encontrado, justo en esa calle, el galpón que compraron para construir la redacción y la imprenta no deja de ser un dato. Él es quien está hoy sentado en la recepción, dando la bienvenida a cada uno de los que llega hasta allí para poner un aviso. Uno, dos, diez: no cesan. Los vecinos y vecinas desfilan durante toda la tarde. El ejemplar que tengo en mis manos lo explica: tiene más de 20 páginas de clasificados. Hay también grandes avisos de empresas comerciales (Musimundo, el hipermercado Chango, las concesionarias Honda, Peugeot y Citröen) en cada una de las 72 páginas de la edición. Las primeras 26 están dedicadas a la realidad política, social, deportiva y cultural de Villa María. Ese es el corazón periodístico que late con potencia y los convirtió en el diario más importante de la ciudad. Cada domingo venden 7.000 ejemplares. Clarín, 300.
El edificio es moderno y largo y está diseñado de acuerdo a la lógica de producción de un diario. Adelante, atención al público, administración y salón de reuniones, donde el artista Raúl Ortelli –caricaturista de El Diario– pintó un mural que resume la historia. Lo tituló El gran triunfo sobre la noche anunciada y es un díptico, me dice, porque en esta historia hay un antes y un después. También hay un ahora: en ese salón está reunida la asamblea que hoy le dedicará 5 horas a debatir el mañana.
El antes nació el domingo 1° de abril de 1984 y se apagó en 2001, cuando a los trabajadores de El Diario comenzaron a reducirles el salario y luego, a entregarle entre 10 y 30 pesos por semana “a cuenta” de un pago que nunca llegó. Lo esperaron durante 6 meses, mientras las ventas del diario caían al ritmo del vaciamiento que estaba urdiendo la empresa, con clara intención de cerrarlo. La batalla por la continuidad del trabajo duró todo el año 2001 e incluyó que acamparan durante 2 meses frente a las puertas del diario. Finalmente, el 13 de diciembre de 2001 lograron un acuerdo con la empresa que legitimó el Ministerio de Trabajo cordobés: consiguieron la marca, la circulación y la rotativa a cambio de los salarios impagos y de asumir las deudas con los sindicatos de prensa y gráfico, por las cargas sociales impagas. Nacía así el primer diario recuperado por sus trabajadores del país.
Deuda externa
El parto fue complicado, doloroso y sacrificado. Tenían rotativa, pero no papel. Lograron que les presten el dinero para comprar una bobina (que se cotizan a 600 dólares), pero Papel Prensa –que monopoliza la producción y comercialización del papel de diario– los obligó a asumir la deuda que había dejado el diario con patrón: 10.000 dólares. Negociaron un plan de pagos. Un acto de fe si se tiene en cuenta que ninguno de los 36 trabajadores que se hicieron cargo de la empresa sabía qué les esperaba.
Armaron una redacción con dos computadoras (“Mientras uno escribía tenía atrás otro que esperaba el turno para tipear su nota”, recuerdan), pero sin teléfono: Amabilio García, el amable veterano propietario del locutorio de enfrente, se encargó durante meses de tomarles los mensajes. Para hacer entrevistas llamaban desde un público, con monedas. Lograron así editar, imprimir y colocar en los kioscos los ejemplares en horario.
Faltaba lo más importante: un diario no es un diario sin patrón si no hay lectores. Vendieron 1.200 ejemplares. No fue un milagro: fue el resultado de una decisión periodística que colocó en el centro de la información a la comunidad que los había apoyado.
La verdulería de la esquina les aportaba lo necesario para hacer la comida comunitaria con la que pucherearon, mientras pagaban deudas y repartían entre los socios de la cooperativa lo que quedaba: 40 pesos por semana. “Yo tenía 2 hijos y gastaba 35 en pañales”, cuenta Gustavo, redactor de Deportes. “Trabajamos en esa condiciones esforzándonos por no perder calidad informativa. Nuestra premisa fue que no teníamos a los lectores comprados: nos los teníamos que ganar todos los días”. Así y antes del año lograron alcanzar una venta promedio de 4.000 ejemplares. A los 2 años y con las deudas saldadas, comenzaron a respirar.
Lo peor había pasado.
En llamas
Lo peor sucedió el 5 de mayo de 2005: un incendio. Lo mejor sucedió ese 5 de mayo de 2005: cientos de vecinos se arremangaron para salvar del fuego a la rotativa. Otro diario recuperado por sus rabajadores, Comercio y Justicia, los llamó inmediatamente desde la capital cordobesa para decirles: “Hagan el diario. Nosotros lo imprimimos y nos comprometemos a llevárselos para que esté en los kioscos, como siempre”.
Lo hicieron.
El título de esa edición resume todo: “El fuego de la gente es más fuerte”.
Sergio Vaudagnotto fue el primer presidente de la cooperativa y es el actual director periodístico. Está orgulloso de los logros que les permitieron este presente que disfrutan y se nota. “No son solo nuestros: este es el diario de la gente”, dice con la convicción de quién ha puesto el cuerpo y el alma en la construcción de una realidad que ahora pueden mostrar con datos concretos. Lo interesante es a quiénes: “Cuando cerró el diario Crítica nos reunimos con los trabajadores para contarles nuestra experiencia y alentarlos a que formen una cooperativa”. Es la que hoy edita la revista Cítrica, que se distribuye los domingos con varios diarios cooperativos del interior.
Sergio cuenta que después de la pesadilla del incendio empezaron a soñar con el edificio propio. Encontraron el viejo galpón y comenzaron a hacer cuentas. Para financiar la compra, les ofrecieron a los principales anunciantes la venta del espacio publicitario por dos años, a precio de la tarifa del momento. “Le explicamos por qué y para qué. Y le dijimos que si nos recuperábamos antes, financiera y económicamente, les re comprábamos ese espacio para poder, a la vez, recuperar nuestra capacidad de comercializar avisos, que son la base de nuestros ingresos”. En criollo: lo que estaban vendiendo eran sus propios salarios.
Así lograron reunir la cifra necesaria para el boleto. A través de préstamos de otras cooperativas, ahorros y aportes personales (algunos hasta vendieron el auto) reunieron el resto. “Cuando sacamos la plata del banco para concretar la operación nos acompañó un policía, por seguridad. Resulta que ahí nos dicen que teníamos que pagar un sellado. Eran 100 pesos. Ninguno tenía un mango: habíamos puesto todo, hasta las monedas. Nos miramos con desesperación. ¿Qué pasó entonces? Los puso el policía”.
De película
Ahora están por estrenar una película que cuenta esta epopeya. La dirigió Sergio Stocchero, redactor de policiales y padre de dos documentales: El Mula, que fue seleccionado en la 22 edición del Festival de Cine de Mar del Plata, y Se me perdió una niña, que cuenta la pueblada de Corral de Bustos, un tema que El Diario siguió desde el primer día y acompaña hasta hoy muy comprometidamente.
La película sobre esta gesta autogestiva la bautizó Barquito de papel y se estrenará en los cines de todo el país en los próximos meses. En la cooperativa ya la vieron y en Villa María será exhibida a fin de este mes, un privilegio que para Stocchero tiene el peso de una obligación: “Ellos son los protagonistas”.
Stocchero colaboraba con el diario en tiempos de patrón, pero cuando lo recuperaron estaba en México, trabajando en su otro oficio: realizador de dibujos animados. “Volví cuando ya llevaban dos meses de trabajo cooperativo y ofrecí sumarme. Quería estar para no sentirme, ante una experiencia así, un trostko de café. Como dice uno de los testimonios en el documental, estaban haciendo una revolución sin saberlo. Y yo quería ser parte de eso”.
Le pidió a sus compañeros autorización para hacer de esa historia una película personal. “Es mi mirada”, aclara. Se presentó a un concurso del INCAA (“porque si bien siempre había hecho mis documentales con dos mangos, sabía que esto tenía que hacerlo con full HD, grúas, todo: honrar con calidad de imagen la calidad de la historia”) y buscó completar la financiación que le faltaba con charlas pagas en París que le consiguió un estudiante francés que hizo una pasantía en el diario. “Me interesaba tener su mirada porque él compartió momentos importantes con nosotros, pero nunca habíamos hablado sobre qué le parecía más interesante a un extranjero de esta experiencia. Cuando lo entrevisté para el documental me dijo: ‘Que no haya habido conflicto ni diferencia entre los trabajadores manuales e intelectuales’. Era algo que nunca habíamos pensando”. Sin embargo, es lógico que llame la atención que durante varios años la señora de la limpieza cobrara lo mismo que el director del diario.
La película resume lo que hoy todos sienten: “Ser parte de un proyecto increíble y que, encima, nos vaya bien es la prueba concreta de que esto es posible”. Esto es, nada menos, que editar todos los días un diario sin patrón y sin moldes. No es imposible, pero sí difícil. Ahora mismo están dedicando 5 horas a una asamblea que debate temas complicados. Uno: la composición del Consejo de Administración. “Todos los años cambia, así pueden pasar todos los compañeros por esa experiencia. De todas formas, nuestro máximo órgano de decisión es la asamblea y el Consejo está obligado a informar en detalle todos los temas que trata, como forma de no trabar el funcionamiento cotidiano, pero a la vez controlar que las cosas se resuelvan según lo hayamos acordado en la asamblea”. Sin embargo, es otro tema el que les ha consumido el tiempo y las energías de este día: alguien hizo algo que perjudica los intereses cooperativos. No es algo grave. Al contrario: en cualquier otro contexto esa falta es una práctica cotidiana y naturalizada. Pero en este edificio gobernado por la democracia de la autogestión, la confianza y el respeto a lo acordado es el piso que construye y soporta todo. El debate, entonces, es un recordatorio de por qué están ahí, juntos, y qué los mantuvo unidos. Al finalizar y como para relajar la tensión, sortean un viaje a Brasil, obtenido como canje de una aviso publicitario. Lo gana el interpelado. La asamblea estalla en carcajadas. Algunos miran al cielo, agradecidos. “Esto sólo nos pasa a nosotros”. La épica de esta historia tiene también eso: suerte y humor.

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