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Operación rescate
Teatro Sanitario de Operaciones. Crearon una obra que desnuda el vértigo, las contradicciones y el presente de la ciudad de Buenos Aires. En una fábrica recuperada como escenario, despliegan su arte con un ambicioso objetivo: cambiar el mundo.
Un hombre en bicicleta, una mujer que habla impacientemente por celular, personas que se empujan, bocinazos, un accidente, un robo. Confusión, ansiedad y violencia conviven sin discreción y se infiltran en los resquicios de una ciudad áspera, encendida de pasiones alborotadas. Secuencias de la vida cotidiana que transcurren una y otra vez por las calles porteñas, pero replicadas en un espacio con techo de cemento, por actores y actrices que se mezclan con el público.
Todo sucede a tu alrededor: la persona que está parada a tu lado puede ser un personaje de la obra. La pasión por el fútbol, los vaivenes históricos, la patria peronista, las delicias del tango, una lluvia inesperada en una ciudad atravesada por las contradicciones, son algunos momentos que propone CABA, el lugar que somos, del Teatro Sanitario de Operaciones (TSO).
La experiencia
El TSO se creó en 1996, a partir de un seminario que vino a dictar el reconocido grupo catalán la Fura dels Baus. Algunos alumnos prepararon una performance que fue apreciada por el dueño del local Dr. Jekyll y les propuso ser teloneros de las bandas que tocaban allí. Babasónicos, Divididos y Fabulosos Cadillacs, fueron algunas de las bandas con las que compartieron escenario, haciendo intervenciones con la temática de la lucha de clases.
Son 23 artistas provenientes de diferentes ámbitos: plástica, video, actuación, música, escenografía y en sus diecisiete años de recorrido cuentan con siete creaciones montadas en espacios no convencionales. CABA sucede en IMPA, la fábrica recuperada por sus trabajadores, lugar ideal para la obra.
“Al principio éramos muy punk, pero desde hace 6 años empezamos a definir un proceso artístico que nos fue cambiando. Nos interesa contar cuentos, pero a la vez terminar con el límite entre el público y el actor, llegar a una fusión en la imagen donde la gente se integre como parte de la obra”, dice Quique López, uno de los directores de TSO.
Y lo logran. No es ésta la tradicional obra de teatro en la que te instalás para dirigir tu atención hacia actores en un escenario. Aquí no hay escenario, ni espectador pasivo. Tampoco hay sillas: tu cuerpo se va moviendo por el enorme espacio del tercer piso de la fábrica, de acuerdo a lo que percibís con tus sentidos. La experiencia se siente, se vive. No te la cuentan.
¿Qué tenían ganas de contar acerca de la ciudad de Buenos Aires?
La idea de tener a la ciudad como objeto artístico es parte de una trilogía a la que le siguen Conurbano e Interior: lo geográfico como objeto teatral para contar una historia. La escena del tránsito, velocidad, ansiedad, muestra a Buenos Aires. La memoria la hace diferente de otras ciudades, hay una cuestión de resistencia de una generación que ya no está. Es reaccionaria, por eso tenemos el gobierno que tenemos en la ciudad. Le damos un rol muy protagónico a la gente, trabajamos con un teatro sociológico. No somos un grupo netamente esteticista, sino que tenemos una historia que contar y queremos que el público forme parte del espectáculo.
¿Qué relación intentan establecer con el público?
Es fuerte tener al actor tan cerca porque el público se siente muy expuesto. Y cuando se relaja está buenísimo porque es otra la sensación, que no es la del espectador. En esta propuesta no sabés quiénes son los actores, te metés adentro de una historia. Todo el tiempo miramos al público para ver qué le pasa, qué puede suceder. El actor es receptivo al hecho de que estamos tan domesticados que a veces la gente no hace nada. Nadie se da el permiso.
El TSO es “sanitario” porque intenta hacer foco en lo que es obvio, en reflexionar acerca de lo que hacemos todos los días de manera automática: “Hay tal grado de estímulo que quedás insensible, ves gente hurgando en la basura y es como un poste, nadie repara en eso. No hay un extrañamiento, una reflexión. En la cancha de fútbol se puede gritar, descargar y ahí también se adormecen un montón de otras cosas. Es el gran circo romano, se mantiene entretenido al pueblo”, opina Quique. Este teatro es “de operaciones”, explica, porque considera al actor como un operador, que toma su energía de la acción. A partir de operaciones concretas, montan una obra.
Identidad autogestiva
Después de la primera experiencia como teloneros de bandas de rock surgió Aparecido, una intervención urbana en el puente de La Boca. Sobre ese río muerto aparece una estructura metálica que corresponde a un hombre desmembrado al que van rearmando, se incorpora, termina en posición fetal y lo prenden fuego. Luego vinieron Amarra, sobre la descolonización; Mantúa, acerca del sueño de Julieta cuando está en la cripta; Piedad, que refleja la historia de los mártires a partir de la escultura de Miguel Ángel; Cotidiana, que plantea la pregunta de si somos algo más que humanos cotidianos o si podemos ir más allá de eso.
Se manejan con la autogestión como forma de encarar su arte que hizo pie en lugares como el Centro Cultural Recoleta, la Manzana de las Luces, el Konex y Cemento. En 2002 llegaron a IMPA y la simpatía fue mutua.
Hicieron giras por distintos puntos del país. Uno de ellos fue la localidad de Perico, en Jujuy, y aseguran que les encantó “volarles el cerebro”. También estuvieron en Brasil y España.
Como manera de subsistencia y para juntar dinero para sus producciones, trabajan cada tanto para agencias de publicidad, para las que guionan performances de acuerdo a las características del producto.
Cómo grupo, ¿qué objetivos persiguen?
Cambiar el mundo. Con el teatro se cambia el mundo, no por nada los griegos y los romanos invirtieron tanto. Las artes entran en ese lugar que en un momento podían ocupar la religión o la filosofía. En el teatro hay una imagen que te hace plantear algo que de otra forma no te lo hubieras preguntado. Hay mucha desconfianza, que está impuesta. Hay un grado de aceptación y asimilación, como las vacas en el camión que no saben a dónde van. Tenemos que hacernos cargo de nuestro destino, ver qué está bien y qué está mal sin que alguien te lo diga, ser más autogestivos como personas y como pueblo. La música, la danza, las artes, son eso que logra que las civilizaciones tengan una identida
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