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El cuerpo presente
Carlos Trosman, especialista corporal. En su libro Corpografías reflexiona sobre el impacto de la nueva religión: el mercado. Qué hay detrás de la salud que nos venden y por qué hay que bailar más.
Somos carne, piel, sangre, hueso, pelos: somos cuerpo. Nos enfermamos, nos alegramos, nos excitamos, nos bajoneamos: no somos máquinas. Es evidente. Sin embargo Carlos Trosman, autor de Corpografías. Una mirada corporal del mundo, nos va a decir: “Lo evidente es lo que no se ve”.
Reconozco que fui a verlo entusiasmada con sus formas de expresarse sobre lo corporal, pero charlar con él en patas sobre eso reafirmó mi fascinación. Carlos Trosman es muchas cosas: corporalista, psicólogo social, psicodramatista, docente, tallerista y periodista corporal (en revistas como Kiné, Topía y Campo Grupal). También es miembro fundador del MOTRICS (Movimiento de Trabajadores e Investigadores Corporales para la Salud), un espacio autogestivo de encuentros e intercambios de especialistas en el tema corporal y un semillero de muchos de los actuales docentes del IUNA.
La red que hace posible su exploración sobre los cuerpos tiene base en años de realizar diversas terapias corporales y entrecruzarlas: yoga, eutonía, shiatzu, gimnasia consciente, masajes, rei ki, entre otras. Desde su formación en Río Abierto, pasando por sus estudios en la escuela de Pichon Riviere hasta sus anécdotas amistosas con David Le Breton, Carlos trazó el camino que le permite delinear mapas sobre los cuerpos.
Reflexión central de sus pensamientos: “Todos los intentos de naturalizar al cuerpo son colonialistas. Se naturalizan procedimientos culturales, sociales y económicos para imponer ciertas normas que hagan predecible al consumidor y lograr así que un determinado cuerpo consuma determinada belleza, salud, alimento y moral como si fuese natural”.
Carlos cuenta que las culturas ancestrales tenían una relación de comunión con la naturaleza y consideraban que la salud del cuerpo dependía de la salud de la comunidad y del ecosistema. Los cuerpos nacían de la tierra como los árboles. Por eso decimos: plantas de los pies, palmas de las manos, tronco. El problema llegó con la modernidad: el cuerpo es un bien de consumo. “Hoy se piensa que uno no es un cuerpo, sino que tiene un cuerpo. Se posee y se paga por el cuerpo todo el tiempo”.
El cuerpo mediático
Otro concepto central: “Antes las luchas sociales eran por los medios de producción, pero luego del invento de la televisión la lucha es por los medios de producción de las subjetividades”. Paso en limpio: el poder está en producir a las personas que compran las cosas, no a las cosas en sí. Claro y conciso expresa: “El que tiene los medios de comunicación es el dueño del mundo”.
Carlos describe la pesadilla actual: “Hay televisión hasta en el subte y te meten propagandas por la orejas mientras hacés otras cosas. Eso condiciona los cuerpos porque te obliga a escuchar algo que vos no podés elegir si escuchar o no”.
En su libro, expresa que nuestros cuerpos se encuentran cruzados por la Nueva Santa Trinidad: Mercado, Ciencia y Comunicación. “Ahora la religión es el mercado que impone que la gente quiera tener la imagen que está socialmente aceptada. El problema es que la mayoría de los cuerpos no encaja en esa imagen. Ahí ya se tiene la batalla casi perdida porque se quiere ser otro”.
Pienso: es hora de dejar de ser carne de cañón y no consumir todo lo que nos venden. Carlos me explica por qué no es tan fácil:
Primero: “La sociedad de consumo pide consumidores y consumir es ser adicto. Esta es una sociedad para adictos”.
Segundo: “Nada de lo que ofrece el mercado como solución resuelve los problemas de fondo porque un problema resuelto es un consumidor menos. Se producen problemas, no se resuelven”.
En este marco, ¿qué pasa con la alimentación? “Hoy el dueño de la industria alimenticia es dueño de los medios de comunicación, dueño de las armas y dueño de la química: son los mismos capitales. Por eso aparecen lo que llaman alimentos funcionales. Lo que parece leche no es leche: es vitamina K, calcio, vitamina E y muchos agregados. Ponen químicos donde nadie les pidió y ya no se sabe si es un alimento o un remedio”.
Carlos recuerda una escena común de la televisión: aparece un señor respetado que dice la frase “está científicamente comprobado” y concluye que una leche de determinada marca es lo mejor para la vida: “Así se logra que la gente compre esa leche aunque valga el triple y no sea leche”. Fiel a su carisma, dice algo bastante serio mientras se ríe: “Hay que prohibir las publicidades. Con el mismo método se venden alimentos, políticos, ideas, morales y todo. Además las ciencias no deberían estar en función del dinero, sino de la humanidad”.
En este mundo del revés, la ciencia médica también tiene sus problemitas: hablamos de salud como sinónimo de perfección. Carlos indica que si uno piensa que la salud perfecta existe estará siempre enfermo, porque la vida es una constante adaptación entre la enfermedad y la cura. “No somos estables, la idea de estabilidad es para que seas eficiente y predecible socialmente. Te venden tanto la idea de estabilidad como la de normalidad, pero como dice Caetano Veloso: de cerca nadie es normal”, dice sonriente.
¿Hay salidas posibles a estos acorralamientos de nuestros cuerpos?
A bailar, mi amor
Carlos propone: “Hay que apropiarse del cuerpo, pero no como un bien de consumo, sino darse cuenta de que nuestro cuerpo es parte de una comunidad y de un entorno. Hay que entender que somos trascendentales y poder pensar en la salud de la comunidad”. Y nos recuerda: “Nos puede salvar como humanidad darnos cuenta de lo frágiles que somos, hasta el más poderoso es frágil. Todos somos mortales”.
¿La puerta de escape? La danza. “Un cuerpo que no danza es un cuerpo enfermo”, cita y recomienda: “Cada uno, de acuerdo a sus posibilidades y ganas, debería bailar porque produce alegría. Así nos propone ser autores de nuestras “corpografías”: cada uno debe encontrar qué significa el cuerpo para sí mismo. “No hay una norma, una estabilidad o reglas a seguir. No hay un cuerpo universal, somos diversos”.
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Política al dente
Desde la Cátedra de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Medicina de la UBA investiga el mapa de la concentración empresaria que controla los precios y la basura que comemos. Toda la información que nunca vas a leer en la prensa comercial.
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Duro de tragar
Soledad Barruti, autora de Malcomidos. Una investigación sobre la industria de alimentos en Argentina que describe, sin tregua, el cóctel de químicos, medicamentos, aditivos y drogas que estamos ingiriendo sin previo aviso ni control. Un viaje al infierno con salida y propuestas saludables. >>por Sergio Ciancaglini.
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Rebelión en la granja
Martiniano Molina, el cocinero mediático que fue cara de los corporaciones alimenticias hasta que comenzó a leer las etiquetas de los productos que promocionaba. Se negó a ser parte de ese negocio insalubre y comenzó a utilizar su popularidad para difundir otras ideas. “Hay que frenar cosas que hacen mucho daño”, dice ahora. Se refiere a la ley de patentamiento de semillas, la megaminería y la producción de alimentos.
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