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Googleate ésta
Cuando Google encontró a Wikileaks: Julián Assange revela en este libro su encuentro con los directivos de Google y pone en contexto las relaciones de esa corporación con los servicios de inteligencia global.
Adiviná quién vino
En julio de 2011 Julian Assange, editor de Wikileaks, fue entrevistado por los ejecutivos de Google; entre ellos, su presidente, Eric Schmidt. La transcripción de esa entrevista es hoy Cuando Google encontró a Wikileaks.
Assange pone en este libro esa conversación en su debido contexto: quién es Google en la disputa por Internet, sus relaciones con el Departamento de Estado norteamericano y los organismos de inteligencia globales, entre otros datos que recién pudo descubrir meses después de esa entrevista.
Lo que sigue es su versión y visión de aquel encuentro clave.
La época protesta
La oleada de furor revolucionario tardó poco en extenderse por Europa y otros lugares; para cuando me reuní con (Eric) Schmidt en junio (2011), la Puerta del Sol de Madrid estaba ocupada y los manifestantes se enfrentaban a la policía antidisturbios por toda España; había campamentos en Israel; Perú había tenido varias protestas y un cambio de gobierno; el movimiento estudiantil en Chile había tomado las calles; el Capitolio estatal en Madison, Wisconsin, había sido sitiado por decenas de miles de personas defendiendo el derecho de los trabajadores; y había motines en ciernes en Grecia y posteriormente en Londres.
Paralelamente a los cambios ocurridos en las calles, Internet estaba sufriendo una rápida transformación, pasando de ser un apático medio de comunicación a una especie de demos, un pueblo que compartía cultura, valores y aspiraciones, un lugar en el que tenía lugar la historia, con el que sus habitantes se identificaban y del que incluso sentían que procedían.
El general de Wikileaks
Wikileaks siempre había seguido el método de guerra de guerrillas en sus publicaciones: si atraíamos a la vigilancia y la censura en su jurisdicción, nos trasladábamos a otra, atravesando fronteras como fantasmas. Sin embargo, en Ellingham me convertí en un activo inamovible en estado de sitio; ya no podíamos escoger nuestros terrenos de batalla, y se abrieron frentes desde todas partes, por lo que tuve que aprender a pensar como un general.
Estábamos en guerra abierta. Nuestra “base industrial” estaba siendo bombardeada.
Secciones enteras de la infraestructura física y humana de WikiLeaks estaban desapareciendo, a medida que los bancos nos imponían bloqueos financieros ilegales mientras las compañías de comunicación, los gobiernos extranjeros y nuestras redes humanas debían soportar la presión de Washington.
Aunque no se me acusaba de ningún crimen, el caso de mi extradición fue de apelación en apelación, consumiendo mis ahorros y mi tiempo, y amenazando con la posibilidad de que en cualquier momento WikiLeaks quedase decapitada.
El dream team Google
En el mes de junio (de 2011), en este ambiente convulso, Google se presentó ante mí. Schimdt llegó primero, acompañado por su entonces compañera, Lisa Schields, a quien me presentó como vicepresidenta del Consejo de Relaciones Internacionales – un comité de expertos estadounidenses especialistas en política exterior.
Poco tiempo después llegaron Jared Cohen y un tal Scott Malcomson, el editor del libro (para el que le harían la entrevista).
Tres meses después de la reunión, Malcomson sería nombrado jefe de redactores de discursos en el Departamento de Estado y principal asesor de Susan Rice (entonces embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas y actualmente consejera de Seguridad Nacional); anteriormente había sido asesor senior en la ONU y durante muchos años ha sido miembro permanente del Consejo de Relaciones Internacionales.
Cuando escribí este libro, trabajaba como director de comunicaciones en el Grupo de Crisis Internacionales.
En aquel momento, la delegación era una cuarta parte de Google y tres cuartas partes del Departamento de Política Exterior de Estados Unidos, pero yo eso aún lo ignoraba.
No seas malo
Da toda la impresión de que los jefes de Google creen genuinamente en el poder civilizatorio de las iluminadas corporaciones multinacionales y consideran esta misión como parte de la remodelación del mundo de acuerdo con el mejor criterio de la “benevolente superpotencia”. Sin duda dirán a todo el que le pregunte que la apertura de mente y la ausencia de prejuicios es una virtud, pero que toda perspectiva que amenace la prepotencia que guía la política exterior de Estados Unidos es y será siempre invisible para ellos. Esta es la increíble banalidad del “No seas malo”: están convencidos de que están haciendo el bien. Y eso es un problema: Google es diferente, Google es visionario, Google es el futuro, Google es más que una simple compañía, Google vela por la comunidad, Google es una fuerza del bien.
Nadie desea reconocer que Google se ha vuelto grande y malo, pero así es.
El periodo de Schmidt como presidente y consejero delegado ha visto cómo Google, a medida que ha ido convirtiéndose en una megacorporación geográficamente invasiva, se ha ido integrando en las estructuras de poder más turbias de Estados Unidos.
Relaciones carnales
Las pruebas:
· En 2003, Google aceptaba hasta 2 millones de dólares procedentes de la Agencia de Seguridad Nacional (ASN) de Estados Unidos para que proporcionase las herramientas de búsqueda para acumular rápidamente información robada.
En 2010, la Agencia Nacional de Inteligencia Geosepacial (NGA) concedió a Google un contrato de 27 millones de dólares a cambio de “servicios de visualización geoespacial”.
En 2010, después de que el gobierno chino fuese acusado de hackear la página web de Google, la compañía inició una relación de “intercambio formal de información” con la ASN, que supuestamente permitiría a los analistas de esta última “evaluar vulnerabilidades” en el hardware y el software de Google. Aunque los detalles exactos del acuerdo nunca fueron revelados, la ASN incluyó en el mismo acuerdo a otros organismos gubernamentales en concepto de asistencia técnica, entre ellos el FBI y al Departamento de Seguridad Nacional.
Más o menos al mismo tiempo, Google se estaba involucrando cada vez más en un programa conocido como “Marco de Seguridad Duradero” (ESF), cuyo objetivo es compartir información entre las compañías tecnológicas de Silicon Valley y las agencias asociadas al Pentágono “a la velocidad de Internet”.
En otoño de 2013, la administración Obama intentó conseguir apoyo para los ataques aéreos estadounidenses a Siria. El 10 de septiembre, Google cedió su página principal – la más popular de todo Internet- para publicitar los esfuerzos bélicos, insertando una línea bajo la caja de búsqueda: “¡En directo! El secretario Kerry responde a preguntas sobre Siria. Hoy a través de Hangout a las 2 PM , hora de la costa este”.
Negocios & política
Una forma de verlo es simplemente considerarlo como un negocio. Si un monopolio estadounidense de servicios por Internet desea garantizar su dominio global del mercado, no puede limitarse a hacer su trabajo y dejar de lado la política.
La hegemonía estratégica y económica de Estados Unidos es un pilar imprescindible de su primacía comercial. ¿Qué debe hacer una megacorporación? Si desea cabalgar a lomos del mundo, debe pasar a formar parte del genuino imperio del “No seas malo”.
Se trate de una simple compañía o de “más que una simple compañía”, las aspiraciones geopolíticas de Google están fuertemente mezcladas con la agenda de política exterior de la superpotencia más grande del mundo.
Su influencia en las elecciones y en el comportamiento de la totalidad de los seres humanos se traduce en un poder real para influir en el curso de la historia.
A quién le importa
En Estados Unidos se pueden producir muchos “cambios” políticos, pero estos cambios políticos, ¿realmente cambiarán mucho las cosas? ¿Cambiarán el saldo de la cuenta corriente de la gente? ¿Cambiarán los contratos? ¿Invalidarán los contratos ya existentes? En realidad no.
Por ello, en mi opinión la libertad de expresión en muchos países occidentales no es el resultado de unas ciertas condiciones de libertad, sino más bien es el resultado de que con un sistema de control tan intenso da igual lo que digas. A la élite dominante ya no le asusta lo que piense la gente, porque un cambio de visión política no va a cambiar el hecho de que sean propietarios o no de una compañía o de un terreno.
China sigue siendo una sociedad con predominio de la política, pese a estar transformándose rápidamente en una sociedad controlada. Y otras sociedades, como Egipto, aún siguen estando fuertemente politizadas. Sus gobernantes realmente necesitan preocuparse por lo que piensa la gente, y por ello dedican mucho esfuerzo al control de la libertad de expresión.
Yo suelo decir que la censura es motivo de celebración: siempre es una oportunidad porque revela miedo a la reforma; significa que el poder tiene una posición tan débil que tiene que cuidarse de lo que piensa la gente.
La otra censura
Otro tipo de censura que me viene a la mente a menudo, pero de la que hablo pocas veces, es la censura mediante la complejidad.
Es básicamente lo que ocurre con los paraísos fiscales. ¿Censura de qué? Censura de la indignación política.
Si se alcanza la suficiente indignación política se consiguen reformas de la ley, y con reformas de la ley ya no se puede hacer esto. ¿Por qué son, entonces, tan complejos todos los meticulosos entramados de ingeniería fiscal? Puede que sean perfectamente legales, pero ¿por qué son tan jodidamente complejos? Pues porque los que no lo eran se comprendían fácilmente, y aquellos que se comprendían eran regulados, por lo que solo quedan las cosas increíblemente complejas.
La mala prensa
Sí, tenemos algunos momentos heroicos, como el Watergate y cosas así, pero en realidad, seamos sinceros, la prensa nunca ha sido muy buena; al contrario, siempre ha sido muy mala.
Los buenos periodistas son la excepción que confirma la regla.
Cuando estás implicado en algo, como yo lo estoy con WikiLeaks, y conoces cada faceta de ese algo, si lees lo que se publica sobre ello te encuentras con una mentira detrás de otra, y sabés que los periodistas saben que son mentiras, que no se trata de simples errores. Luego la gente repite esas mentiras, y la cosa empeora.
El estado de los grandes medios de comunicación es tan horrible que sinceramente no creo que pueda reformarse; creo que no queda otro remedio que eliminarlos por completo y sustituirlos por otros mejores.
De hecho, esto pasa todo el tiempo: la gente sencillamente se lo inventa, a veces hasta tal punto que nos llevan a la guerra por ello.
La mayoría de las guerras del siglo 20 comenzaron como resultado de mentiras amplificadas y difundidas por la prensa.
Muchos dirán: “Eso es algo horrible; es terrible que todas estas guerras comenzasen con mentiras”.
Y yo digo que no, que se trata de una extraordinaria oportunidad, porque ello significa que a la inmensa mayoría de la gente no le gustan las guerras y tiene que ser engañada para entrar en ellas, lo que a su vez implica que puede llegar a la paz a través de la verdad. Esto es motivo de gran esperanza.
La encrucijada
Estamos en una encrucijada en la que esas organizaciones que están luchando contra aquellas personas que desean poder publicar libremente y revelar información importante al público podían emitir, si tienen éxito, una señal que desaliente a casi todo el mundo a participar de esas actividades. O podríamos ser nosotros y la gente que comparte nuestros valores los que tengamos éxito y consigamos que este comportamiento se convierta en la nueva norma.
Sería interesante saber si cuando la gente lea esto y actúe en consecuencia, su acción será suficiente para cambiar el resultado.
Esta es la razón por la que estamos en un período muy interesante.
Creo que estamos literalmente en una encrucijada, y que un pequeño empujón en un sentido o en otro puede suponer un gran cambio en el resultado. Por ello, si la gente desea que los valores que promovemos tengan éxito, deberían apoyar a aquellas organizaciones e individuos que representan dichos valores, y empezar por promoverlos ellos mismos.
Contra corriente
La consecuencia de poner en evidencia a la clase militar y diplomática de Estados Unidos es que hemos sufrido un contraataque bastante significativo por parte de un grupo de que no solo se encuentra en la cúpula de la Casa Blanca, no son solo unos cuantos generales, sino que también incluye a toda la gente conectada con este sistema y que se beneficia del mismo. Esto incluye a un tercio de la población estadounidense, desde Chelsea Clinton hasta alguien de los barrios bajos de San Antonio que tiene un hermano destinado en Irak.
Actualmente, en Estados Unidos hay unas 900.000 personas con acceso a información altamente confidencial, y cerca de dos millones y medio con acceso a información clasificada; si consideramos los últimos veinte años y preguntamos cuánta gente ha tenido autorización para acceder a esta información, puede que la cifra ascienda hasta los 15 millones; y si incluimos todos los maridos y esposas, hijos y socios comerciales, estamos hablando de que en torno al 30• de la población estadounidense está estrechamente relacionada con esa estructura ideológica y ese sistema de apoyo político. En Estados Unidos resulta muy difícil decir algo que vaya contra ese sistema.
Manipulación
Respecto a los ataques, siempre nos acusaron de haber “puesto en peligro a las personas”. ¿Riesgo en relación a qué? Ahora mismo corremos el riesgo de que un meteorito atraviese el techo de esta casa y nos mate a todos. Es un riesgo, sin duda, pero ¿es un riesgo lo bastante significativo como para mencionarlo? La respuesta es no.
Ocurre lo mismo con la palabra “posibilidad”: existe la posibilidad de que un meteorito nos caiga encima en este preciso instante, pero la probabilidad es muy escasa.
Las personas que esgrimen el tema de la seguridad a menudo se sirven de estos trucos retóricos: existe el riesgo de algo, o existe la posibilidad de algo. La gente debe defenderse contra esta manipulación retórica, y comprender que si alguien menciona que existe un riesgo sin especificar si ese riesgo es mayor que cruzar la carretera o que te pique una abeja, hay que ignorar a ese alguien. Y lo mismo ocurre con la cuestión de posibilidad frente a la probabilidad.
Amigos y enemigos
Tienen una gran organización interna; tienen sus listas de contactos; tiene un sistema de correo electrónico interno; tiene su estructura de órdenes y control para asignar tareas a las personas y asignar recursos a estas tareas; y tienen personal disponible para dedicarlo a nosotros, tal vez unas 10.000 personas. Eso es Google. En este caso concreto, estos son nuestros enemigos.
Por otro lado, nosotros tenemos millones de personas de todo el mundo que nos apoyan y apoyan nuestros valores, personas que normalmente están completamente desperdigadas. Para ellas no existe una estructura de órdenes y control, por lo que entre otras tantas cosas no pueden coordinarse de forma efectiva.
Esa es la situación inicial pero, a medida que esta gente se va a encontrando a nivel local, comienza a formarse una organización. Y a medida que se van conociendo mutuamente, la organización se va optimizando: la red de nodos empieza a crear vínculos, volviéndose cada vez más eficiente a la hora de entender su entorno, planificar sus acciones y llevarlas a cabo.
Tenemos planes para potenciar eso.
La batalla
Es imposible saber si ganamos en este tipo de situaciones; es una lucha continua que la gente ha llevado a cabo durante mucho tiempo. Por supuesto hay muchas batallas individuales en las que ganamos, pero en general en la naturaleza del ser humano está mentir, engañar y jugar sucio.
La gente que no hace nada de esto suele encontrarse y formar grupos organizados, y son más eficientes porque, como tienen esa manera de ser no se mienten, ni se engañan ni juegan sucio el uno con el otro. Es una lucha muy antigua entre oportunistas y colaboradores, y no creo que vaya a terminar nunca.
Pienso que podemos hacer avances significativos, y tal vez son precisamente estos avances y la participación en la lucha lo que es bueno para la gente: el proceso es parte del objetivo final.
No se trata simplemente de llegar a algún sitio, y de hecho lo más valioso para las personas es el sentimiento de que merece la pena estar involucrados en este proceso y esta lucha.
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