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Cómo hablar de sexo con adolescentes. El programa de salud pública con más trayectoria comparte las claves actuales del diálogo sobre sexualidad.

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Dentro de una masa gigante de cemento gris hay una pared pintada de colores. La sala de espera del Programa de Adolescencia del Hospital de Clínicas está enmarcada por un mural alegre. Varios pibes esperan, algunos acompañados de adultos. El programa -creado en 1987- es una estructura interdisciplinaria integrada por profesionales de diferentes especialidades orientada a atender a adolescentes entre 11 y 18 años, con o sin cobertura médica. La doctora Elizabeth Domínguez –ginecóloga  y jefa del programa- pone en foco una primera clave: lo heterogéneo de la atención resalta la importancia de hablar de adolescencias, en plural.

Y ese plural se transforma en la primera pista que nos aporta la sexualidad para analizar la actualidad.

La oportunidad ganada

“El motivo de consulta depende de la época del año; a esta altura son los aptos físicos. Tenemos la visión de la oportunidad perdida, por lo cual por más que vengan por el apto físico nosotros nos enfocamos en cuál es el motivo de consulta manifiesto y cuál el latente, por eso tenemos una visión compleja. No nos importa el por qué, sino la oportunidad de darles un espacio para la escucha, para nosotros poder entender y decodificar qué les está pasando. Lo importante no es por qué vinieron sino cómo se van: con la idea de que acá pueden consultar por problemas vinculares, de relación, en la escuela, de pareja, con amigos, con los pares. La idea de que es un lugar de confianza, de confidencialidad y de respeto”, explica la licenciada Delia Villegas, trabajadora social y coordinadora asistencial del programa. Y agrega: “En este pasaje por el programa la idea es acompañarlos, logrando la autonomía, el juicio crítico. Acompañar en estos procesos de libertad”. El objetivo, dice, es lograr un espacio para que surjan las preguntas más importantes: ¿Qué es ser varón? ¿Qué es ser mujer? ¿Qué es lo femenino? ¿Qué es lo masculino? ¿Cómo puedo elegir? ¿Cómo me posiciono yo ante el otro o los otros si me violentan? Y si yo violento a otros, ¿por qué lo hago?

El doctor Ignacio Lanús -psiquiatra y coordinador de salud mental del programa- suma: “Nuestro objetivo es poder acompañar a los adolescentes a una conciencia de respeto por sí mismos, la autoconciencia de una propia identidad, su propio deseo, respeto por lo que siente, piensa, necesita, cree”

¿Cómo preguntar?

La historia clínica del Programa de adolescencias son tres hojas repletas de ítems que van desde antecedentes familiares y personales, hasta -por ejemplo- vida social, vivienda y hábitos. Los profesionales que conforman el equipo se plantean cómo no invadir con tantas preguntas. El resultado es un trabajo artesanal que van armando mientras comparten y suman experiencias.

“Desde nosotros lo que más cambió es la forma de preguntar. Tuvimos que ir adaptando la  forma en la que abordamos a los adolescentes porque fueron pasando cosas o porque los adolescentes nos fueron diciendo cosas que nos modificaron”, cuenta la licenciada Mercedes Porello, psicóloga y coordinadora de psicología.

La licenciada Adriana Gordon -psicopedagoga y coordinadora docente- agrega: “Tuvimos que reformular la historia clínica. Antes por ahí se preguntaba: ¿tenés novio/a? Luego fue: ¿tenés pareja? Y ahora es: ¿estás con alguien? Fue un trabajo que tuvimos que hacer y que debemos hacer todos los profesionales que trabajamos en salud con adolescentes para que pueda realmente haber otro tipo de comunicación y vínculo con ellos”.

Otro cambio: “Nosotros antes preguntábamos ¿tenés amigos? Ahora también  preguntamos: ¿tenés enemigos? Porque sabemos lo que pasa con el bulling. Si uno no pregunta no te cuentan, porque precisamente un chico que está violentado en sus espacios de pares tiene mucho temor a hablar de estos temas. Si nosotros no estamos atentos a que estos temas los tenemos que convocar, no aparecen. Como en la violencia en todos sus aspectos, en todas sus manifestaciones: tenemos que estar muy atentos. La nuestra es una sociedad donde todos, de alguna manera, o la padecemos o la ejercemos”.

En las relaciones sexuales también  indagan sobre la violencia a través de preguntas tales como ¿Estás presionada? ¿Lo hacés porque vos querés? ¿Cómo te sentís después? ¿Cómo hiciste la elección? “Muchas veces aparece la violencia y no está nombrada así por los chicos. También le tenemos que enseñar a ponerle nombre, a decodificar sentimientos, pensamientos, acciones que aparecen en la vida cotidiana”, completa la licenciada Villegas.

Los riesgos

En el programa hay una regla principal: no se puede generalizar. Si bien se está dentro de un hospital escuela y enmarcado en un ámbito académico y científico que tiende a las reglas, números y estadísticas, las consultas siempre parten desde la particularidad.

El doctor Ignacio Lanús esclarece: “En lo que sí podemos generalizar es en nuestro enfoque hacia los adolescentes. Tuvimos que cambiar nuestro paradigma en cómo abordarlos porque cosas que nosotros- por nuestras culturas, edades, historias- consideramos poco común o habitual, los adolescentes probablemente no. Tenemos que tener siempre un enfoque de riesgo: preguntarnos si la conducta que representa ese adolescente es una conducta de riesgo o no. Esa tiene que ser nuestra evaluación, independientemente de lo ético y de lo moral. Nuestra función es ser agentes de salud, y como agentes de salud tenemos que velar porque sean adolescentes saludables. Entonces el chico, lo que está haciendo ¿representa un riesgo? Puede tratarse de un chico que tiene relaciones sexuales todas las semanas con personas diferentes, pero en su realidad eso no implica un riesgo porque es una decisión y se cuida, y otro adolescente que lo hace con una sola persona que es su novia o novio, es mucho más riesgoso por la forma, el motivo, etc. Nuestro enfoque tiene que ser si lo que está haciendo el adolescente representa un riesgo o no. Esa es nuestra única vara para medir, sino empezamos a marearnos frente a tantas posibilidades, interacciones y demás”.

Lo que no se sabe

El equipo plantea que si bien la información circula, las chicas y chicos siguen preguntando en las consultas sobre los mismos mitos de siempre. Algunos ejemplos: “Si el sexo oral embaraza, si me cuidé la primera vez no necesito cuidarme más, si tomo pastillas o no, si tomamos pastillas los dos, si mejor dos preservativos que uno, si lavarme después de tener relaciones es un método anticonceptivo, si la masturbación hace mal”.

Es por eso que el equipo distingue entre información y comunicación: “Cuando hablamos de información, lo que vemos es que la información en sí misma no es suficiente. Lo importante es acompañarla trabajando y haciendo prevención y promoción en la salud. Además, la información siempre tiene que ser más subjetiva, personal. Cuando damos determinada información tenemos que saber cómo hacerlo, qué está esperando el otro”, apunta la licenciada Gordon.

El matiz es importante para comprender que con respecto a la sexualidad la educación tiene aun deudas pendientes. Es cierto que el Programa Nacional de Educación Sexual Integral fue sancionado por ley en el año 2006 y se aplica en establecimientos educativos iniciales, primarios y secundarios, pero… El doctor Lanús reflexiona sobre su implementación: “En un momento se vio que  a nivel salud no había información, entonces se hizo la ley. Pero con dar solo información no alcanza. En el programa nos pasó: se trabajó mucho en que los adolescentes sepan, conozcan y ahora nos damos cuenta que la información es importante, pero que hay que contextualizarla. La información sola no sirve, sobre todo en adolescentes. Nosotros podemos interpretar que un adulto es una persona suficientemente capaz de recibir información, metabolizarla, juzgarla y después decidir. Los adolescentes muchas veces están en esa transición de niños a adultos, entonces esa información tiene que ir acompañada de un contexto, acompañando la subjetividad de esa persona que la está recibiendo. Es importante darles información, pero acompañar a ver si los chicos están pudiendo metabolizarla, porque si no nos damos cuenta que saben, que conocen, pero después no entendemos por qué en el momento repiten conductas”

¿Cómo hacerlo? “Trabajamos mucho en el desarrollo de las habilidades asertivas, la capacidad para decidir, para decir que sí, para decir que no. La cuestión de decodificar las sensaciones corporales y ponerle un nombre a algo de lo que le puede estar pasando”, sintetiza la licenciada Porello. En síntesis: acompañar la información significa  sumarles a  las y los adolescentes la mayor cantidad de herramientas que aporten a su sexualidad y les permitan decidir.

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