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Diccionario Mediático Argentino

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Por el académico Pablo Marchetti.

Femicidio
Asesinato de una mujer a manos de un hombre, por el sólo motivo de ser mujer. Lamentablemente, hoy la palabra sólo forma parte de un grupo de gente vinculada directa o indirectamente a agrupaciones feministas o concientizadas sobre el tema. Pero no está instalada en el resto de la sociedad para describir a un accionar. Y esto se ve reflejado en la mayoría de los medios comerciales, que aún utilizan términos como “crimen pasional”, aunque cada vez menos. Lo que ocurre hoy con el término “femicidio” encuentra analogías a lo que sucedió en los años de la última dictadura cívico-religiosa-militar, cuando los términos “desaparecido”, “dictadura militar” o “genocidio” formaban parte del léxico de los organismos de derechos humanos y personas allegadas. Se presume que, con este razonamiento, hubo un tiempo en que las palabras “tomate”, “pan”, “guiso”, “churrasco” y “flan” eran de uso exclusivo de los cocineros pero desconocidas para la mayoría de la gente. Aunque esto último es tan sólo una hipótesis que resulta difícil de comprobar.
Género
Eufemismo que se utiliza no se sabe bien para qué, aunque la mayoría de la gente cree entender vagamente qué es, sin poder explicarlo con certeza. Según consta en su DNI (e inclusive después de la sanción de una supuesta muy “progresista” Ley de Identidad de Género), el género de una persona puede ser “masculino” o “femenino”. Sin embargo, el término “género” suele ser utilizado para hablar de cuestiones que tienen que ver con el “femenino” o aquello que no es ni una cosa ni la otra: trans, por ejemplo. El término “género” suele estar acompañado por dos términos. Cuando se habla de “cuestiones” (“cuestiones de género”) en general la referencia plantea relaciones problemáticas, de discriminación, de humillación, etc. En general, el “género” sufre: las “cuestiones de género” de las mujeres tienen que ver con la discriminación, el maltrato, cobrar salarios inferiores a los hombres o la interrupción voluntaria de un embarazo; las “cuestiones de género” de las personas trans son más o menos las mismas, pero sin la interrupción voluntaria del embarazo. Curiosamente, aunque el “masculino” es un género, no aparece mencionado en ninguna de las “cuestiones de género”. Además de las cuestiones, el género suele ir acompañado del término “violencia”. Pero la “violencia de género” merece una definición aparte (ver).
Ni una menos
Frase que hizo furor en las redes sociales como hashtag. El término se transformó en un grito colectivo urgente, una expresión que sintetiza un hartazgo y un reclamo social frente a una serie de crímenes, en este caso de mujeres, a causa de femicidio (ver). La frase se volvió masiva cuando muchas personas empezaron a sacarse fotos con carteles donde se leía “Ni una menos”. Y enseguida surgió una movilización para reclamar por el fin del femicidio, del machismo y de la violencia contra las mujeres. Como toda convocatoria masiva y transversal, se sumó muchísima gente que, se cree, no habría mostrado en su accionar político y mediático una gran preocupación por desterrar cultural y políticamente el machismo. Los casos más notorios fueron los de un ministro, un secretario de Estado, un jefe de Gobierno y un muy conocido dirigente del fútbol y también empresario, productor y conductor televisivo.
Violencia de género
En apariencia, podría parecer que este término se utiliza para designar los golpes dados con un mantel, una sábana, una toalla o tan sólo un pedazo de tela o género. Pero no, su utilización es otra. Al igual que ocurre con casi todo lo referido a género (ver), la “violencia de género” sólo se aplica a los casos de violencia hacia la mujer. La única diferencia con las “cuestiones de género” es que aquí no cuentan las personas trans, y que la “violencia” siempre se refiere a violencia física. Se trata, como todo lo que tiene que ver con “género”, de lenguaje de jerga, de gente iniciada en el tema. Aunque en este caso, el uso es llamativo, porque no se trata de un fenómeno que desde los sectores dominantes se pretende ocultar o minimizar, como ocurre con “femicidio” (ver). Aquí son las propias organizaciones y oenegés feministas (la mayoría) quienes optan por utilizar “violencia de género” (un término de alcance acotado y que no describe con crudeza una situación criminal) en lugar del mucho más sencillo, contundente y fácil de entender “violencia hacia las mujeres”. Muchas organizaciones feministas prefieren complejizar la terminología para hacerse de un coto cerrado apto para conseguir subsidios. Es decir, para vivir del problema. Aunque el costo de vivir del problema represente ser parte y no solución de ese problema. El mecanismo es análogo al de los economistas que disfrazan de terminología técnica cosas que -como el dinero y las transacciones comerciales- están al alcance de todo el mundo y forman parte de la vida cotidiana de cualquier persona. Es decir, esos economistas (y esos medios que los avalan y amplifican sus discursos) para quienes los “pobres” se transforman en “personas de bajos recursos”, o el “aumento del pan y la leche” pasa a ser un “incremento en el valor nominal de los productos de la canasta básica de alimentos”.
Yegua
Término despectivo con el que los hombres se refieren a las mujeres con “carácter fuerte”. Es decir, quienes no obedecen el mandato masculino y logran descollar en tareas en las que hasta hace algunos años (el fenómeno se viene revirtiendo, aunque lentamente) sólo mandaban los hombres. La palabra tuvo un resurgir político muy marcado en los últimos años, pues muchos opositores al gobierno Nacional la eligieron como epíteto para definir a la Presidente de la Nación. Algunos, inclusive, le agregan al “yegua” el término “montonera”. Y aunque la Presidenta no sea ni una cosa ni la otra, semejante desmesura y desatino no hace más que fortalecer la imagen presidencial, en un rubro muy paradójico: por un lado, la presidenta es una mujer e impulsó desde el discurso algunos cambios pequeños, pero significativos; por otro, estos cambios discursivos no fueron acompañados por políticas concretas. Fueron más los spots televisivos y las campañas llamando a denunciar la violencia hacia las mujeres, que el presupuesto para que haya gente atendiendo esas llamadas. Inclusive se aprobó una ley muy progresista de asistencia a las mujeres víctimas de violencia. Pero nunca se implementó ni se asignó presupuesto para hacerla cumplir. De todos modos, el término yegua sigue siendo un insulto machista despreciable.

#NiUnaMás

Apuntes para pensar qué nos pasa

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La autoconvocatoria a poner el cuerpo para decirle basta a la violencia contra las mujeres representa un cambio. ¿Por qué? ¿Cómo se expresa? ¿Qué significa? El rol de la condena social en la batalla contra la impunidad, la experiencia de H.I.J.O.S., la relación de los medios y las oenegés son algunos de los interrogantes que nos hicieron reflexionar y que compartimos con la esperanza de construir juntas, juntos, nuevas respuestas.
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Es machismo y mata

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No hay información oficial sobre femicidios y esa ausencia dice mucho de las políticas estatales. En menos de una semana MU se propuso realizar un listado. El resultado es incompleto, pero revelador. Reproducimos solo una parte de la información reunida para dar dimensión de un problema social y político que exige respuestas urgentes.
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Detrás de cada caso hay mujeres de todas las edades, barrios y condiciones sociales. No son un número: son vidas. Juntas representan memoria, verdad y justicia. Las tres palabras que simbolizan el Nunca Más.
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