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Diccionario mediático argentino

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Por el académico Pablo Marchetti.

Voto bronca
Sufragio que el/la ciudadano/a emite contra todo el sistema político de representación. No confundir con el voto castigo (ver), que sólo elige como blanco al oficialismo. El voto castigo, en todo caso, es parte del voto bronca. Pero el voto bronca representa un estado de hastío total. Es curioso que se elija el sistema que se pretende hostigar justamente para hostigarlo. Algo así como quemar libros para luchar contra el analfabetismo u organizar orgías para luchar por la castidad. El voto bronca puede tener formatos de lo más curiosos. Por un lado, el más obvio, la impugnación: ingresar en el sobre y luego en la urna una feta de salame; una foto de excrementos; el nombre de algún personaje de ficción (historietas, dibujos animados, etc); y demás formas de nulidad del voto. Pero lo más común es votar a alguno/a de los/as candidatos/as que efectivamente se presentan. En ese caso siempre debe tratarse de dirigentes que representen ideas absolutamente extremistas y de poco arraigo en la sociedad, sean estas machistas, fascistas, trotskistas o veganas. El voto bronca también puede estar representado por el sufragio a personas provenientes de otros ámbitos no políticos (espectáculo, deporte, ciencias, etc) que se presentan por primera vez a elecciones. Aunque últimamente son tantas las personas famosas que pelean por un cargo en las urnas, que esta modalidad de voto bronca perdió sorpresa, un elemento fundamental para que el voto bronca tenga verdadera fuerza en los comicios.
Voto castigo
Subgénero del voto bronca (ver), aunque con un carácter más puntual. El voto castigo siempre es contra el oficialismo de turno. Y dicho castigo, como con el voto bronca, puede tomar cualquier formato ideológico y programático. El voto castigo siempre está capitalizado por la lista opositora mejor posicionada en un comicio, sin importar la orientación política. Claro que antes no hay datos certeros de ese posicionamiento. Lo que importa, entonces, es medir bien en las encuestas (ver encuesta) y lograr una buena llegada a la opinión pública (ver opinión pública).
Voto cuota
Voto condicionado por una situación económica que se presenta coyunturalmente más o menos favorable, pero de cuya continuidad se duda, por aquello que los cientistas políticos definen como “temor a que se vaya todo a la mierda”. El voto cuota se denomina así porque los/las votantes se encontrarían atados a terminar de pagar cosas que compraron en muchas cuotas fijas, y saben que un cambio de rumbo en la política económica puede elevar el valor de esas cuotas hasta transformarlas en impagables. Los artículos que deben pagarse con esas cuotas marcan el grado de calidad y/o fragilidad de los planes económicos que tanto buscan defenderse con el voto cuota. Una cosa es votar con temor por el aumento de la cuota de una minipimer, otra por la cuota de un televisor HD de 48 pulgadas, otra por la cuota de un auto, y otra muy distinta el temor por la cuota de una casa. Aunque la experiencia histórica en los planes económicos de la Argentina indica que no es descabellado apelar el voto cuota para defender el valor de una cuota por una minipimer, por temor a que el aumento en esas cuotas termine con el remate de nuestra casa.
Voto esperanza
Sufragio que implica un convencimiento profundo en el/la candidata/a elegido. En realidad se trata de un fenómeno que pocas veces en la historia argentina ha excedido un minúsculo microclima de militancia y compromiso político. Rara vez el voto esperanza ha tenido un alcance masivo como para despertar grandes pasiones en grandes mayorías de la población. La categoría es más una ilusión de los encuestadores, los asesores de imagen, los habitantes de la rosca (ver), que viven de la política, mueven grandes cantidades de dinero y necesitan vender esperanza y pasión para poder seguir alimentando la maquinaria, tanto política como la de sus autos importados.
Voto electrónico
Superstición futurista que parte de la idea de que todo lo digital es moderno y menos manipulable que el viejo sistema de la boleta de papel. El voto electrónico se efectúa dando un click en una pantalla, acto que reemplaza a la antigua modalidad de boletas, cuarto oscuro, sobres, fiscales, etc. Es cierto que el daño ambiental por la tala de árboles se reduce si las boletas no se imprimen en papel. También es cierto que eso se compensa con la megaminería contaminante que se necesita para extraer los componentes con los que se hacen las computadoras. En cuanto a las posibilidades de fraude, son tan grandes como con las boletas y las urnas, quizá superiores. Es curioso: las mismas personas que defienden esta forma de votación por considerarla “transparente” son las que se aterran cuando reciben algún mensaje extraño por correo electrónico o alguna red social, pues creen que puede tener un virus que aniquile todo el material de su disco rígido. En aquellos lugares donde se ha implementado el voto electrónico las cosas transcurren electoralmente más o menos del mismo modo que con urnas y boletas. Es decir, con el triunfo de los partidos con mayores aparatos y redes clientelares, y con constantes sospechas de que los resultados pueden ser adulterados, aunque nadie diga nada porque siempre está latente la posibilidad de poder manejar las urnas, las computadoras, los clicks o lo que sea.
Voto útil
Superstición electoral que, en este caso, se resume en la opción por el “mal menor”. El asunto funciona así: las grandes estructuras partidarias/electorales tratan de convencer a la mayoría de los/as votantes de que no tiene sentido un sufragio que contenga convicción, pues la convicción siempre va de la mano de magros resultados electorales, que transforman a las propuestas en testimoniales y, por lo tanto, inviables. El voto útil sería, pues, votar a alguien que tal vez no genere convicción ni simpatía, pero que dentro de todo sería lo más simpático o lo menos malo entre la gente que sí tiene posibilidades de acceder a un cargo. Cuanto menos son los cargos en cuestión, más se hace presente el fantasma del voto útil. Por eso el asunto tiene mucho más peso en las elecciones ejecutivas que en las legislativas.

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