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Acoso a la identidad

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La policía, el DNI y las requisas arbitrarias. Detenciones al azar o por aspecto. Pedidos de documentos, ilegalidad, prepotencia. Dos casos que muestran que el hostigamiento contra jóvenes y adolescentes no es sólo policial. ¿Qué hay detrás de estos procedimientos? ▶ LUCAS PEDULLA

Acoso a la identidad

El filósofo Michel Foucault plantea que una época no oculta nada.

Nada.

Sólo hay que saber leerla.

Para eso, Foucault postula dos condiciones: ver y hablar.

Lo que se ve y lo que se dice en una época permiten extraer su esencia.

¿Qué es lo que podemos agrupar de un lado y de otro? Destellos y discursividades.

Por ejemplo.

El 23 de diciembre de 2015 el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires resolvió por mayoría (con los votos de los jueces Luis Lozano, José Casás, Ana María Conde, Inés Weinberg y la disidencia de la doctora Ana María Ruiz) que la Policía Federal está habilitada a pedir DNI, a cualquier persona y al azar. Organismos de derechos humanos y organizaciones sociales alertaron que la máxima autoridad judicial porteña fallaba en favor de una práctica policial que, entre otros casos, habilitó la privación ilegítima de la libertad, la tortura y asesinato del joven Walter Bulacio en 1991, que motivó una condena al Estado por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

¿Cuál fue el inexplicable recorrido de esta sentencia emitida por un tribunal porteño? La respuesta proviene del conurbano bonaerense.

El 14 de abril de 2014 Lucas Abel Vera -19 años, de La Matanza- es detenido a las 15.20 horas en la estación Constitución. El oficial de la Policía Federal Matías Hoyos (también oriundo de la zona oeste del Conurbano: Haedo) es quien labra el oficio. Allí sostiene que por “reclamos” realizados por la empresa ferroviaria y “las denuncias” de usuarios “por el consumo de estupefacientes y por diferentes hechos ilícitos”, realizó “un control poblacional” y una identificación de “personas al azar” (sin especificar ningún criterio para ambas abstracciones), por lo que pidió documentos a un joven que, afirma, “comenzó a demostrar un cierto nerviosismo” y que “de forma espontánea manifestó poseer un arma de fuego en la cintura”. El oficial lo esposó, le extrajo el arma y solicitó la cooperación del personal de la Brigada de Investigaciones.

El defensor oficial planteó la nulidad de la detención, al ser inconstitucional “la identificación al azar”, sin ninguna razón. El argumento del defensor es convalidado por el Juzgado de Primera Instancia en lo Penal, Contravencional y de Faltas N° 25 y la Sala II de la Cámara de Apelaciones. “No es facultad de la policía, si no cuenta con un motivo válido para hacerlo”.

El Ministerio Público Fiscal apela dos veces.

Así el proceso llega hasta el máximo Tribunal porteño, que deja sin efecto la resolución de la Cámara y devuelve las actuaciones para que otros jueces se pronuncien sobre la legitimidad del procedimiento “con arreglo a la doctrina fijada por esta mayoría”. Es decir, ellos mismos. Y establece que, además de considerar que la intervención es “nimia” sobre las personas, es una “facultad implícita” de la Policía Federal para la “prevención del delito”. El presidente de la Corte, doctor Luis Lozano, aclara que la medida debe “estar dentro de la competencia que habilita la ley”, por lo que “no puede violar ninguna garantía constitucional” ni “asumir solapadamente criterios de sospecha por notas de las personas que harían odiosa una distinción” como, por ejemplo, “el color de la tez” o el nivel económico revelado por la indumentaria (sic)”.

Los hechos muestran que eso no sucede. Por eso el fallo de 18 páginas abrió una Caja de Pandora.

Y una época.

Hasta aquí los discursos del centro.

Los destellos provienen, como siempre, de los bordes.

Por ejemplo: Quilmes, sur del conurbano bonaerense.

En primera persona

Laureana Rodríguez tiene 17 años y cursa su último año en el colegio Sagrado Corazón de Jesús. Está sentada en un bar, se pide una Aquarius de manzana y dice que quiere hablar. Enfrente suyo está sentada una amiga, 16 años, que prefiere no decir su nombre. Laureana: “Estábamos escuchando tantas barbaridades que pensé que era necesario hablar. Mi papá estuvo de acuerdo. Se decían cosas que nada ver. Y el colegio pidió que no hagamos declaraciones”.

¿Qué nos está contando?

Nos está contando eso que se vio en Internet y en todos los medios de comunicación del país.

“Hicimos la fiesta del UPD, que es Último Primer Día de clases, donde festejamos el inicio del último año del colegio. Tipo 5 de la mañana paramos en una plaza cerca de la escuela y nos quedamos ahí. En ese momento se acercan algunos pitufos (así son conocidos en el Conurbano los efectivos de las policías locales, por sus trajes azules) y dicen que nos vayamos porque iban a venir más policías. Dieron a entender que iban a ser otros, como más grandes. Supuestamente había otros colegios que estaban haciendo quilombo porque tenían aerosoles y bombos, pero por festejo. Nosotros no teníamos nada, pero nos fuimos, porque ya era hora de entrar al colegio. Estábamos a una cuadra y vemos llegar policías. Muchos. Vimos cinco patrulleros, que son esas camionetas grandes que tienen ellos. Ni estacionaron: abrieron las puertas con todo y bajaron con las armas en medio de la calle. La cortaron. Cuando los vi me asusté, pensé que nos iban a meter a todos en la camioneta. Eran mujeres y hombres. Nos empezaron a gritar,  y de mala manera nos dijeron que nos pusiéramos de espaldas, que tiráramos las mochilas. A algunos los revisaron. A los chicos les chocaron la cabeza contras las rejas. Hubo gritos y varios vecinos salieron a ver qué pasaba. Ahí fue cuando nos vieron a todos en fila y los vecinos empezaron a filmar”.

El video se viralizó en minutos y llegó a todos los canales de televisión y portales web. Allí se ve a adolescentes con sus uniformes de colegio católico requisados por la Bonaerense y se escucha a una señora que grita: “¿Por qué no van a agarrar a los trapitos que nos rompen todo y se cagan a tiros todos los días? ¿A estos pelotudos agarrás? Esta es la policía que tenemos”. La amiga de Laureana recuerda la respuesta de la Bonaerense: “Gorda, metete adentro”.

Laureana: “Nos gritaban. Nos decían que éramos unos chetos. Decían: ‘¿Ustedes se hacen los chetos, los cancheros? Bueno, hacete el vivo conmigo’. Y estaban con armas grandes, como escopetas. Como si estuviéramos afanando un banco. Una compañera se enojó y les dijo: ‘Ustedes pretenden que nosotros seamos educados pero no dan el ejemplo, no son respetuosos’. Una mujer policía, la más agresiva, que parecía que en cualquier momento iba a hacer algo, le gritó: ‘¡A ver, vení vos, date vuelta: callate la boca!’. No podíamos emitir palabra”.

Las jóvenes critican la cobertura del episodio en los medios: “Hablaron con profesores que no eran de nuestro colegio que dijeron que estábamos alcoholizados. ¡Mentira! Entrevistaron a un remisero que no tenía nada que ver: la remisería estaba cerrada. Después, otro periodista publicó la noticia en Facebook y vi comentarios que hablaban como si estuviéramos en un gobierno militar. Decían que estaba bien lo que nos habían hecho, que nos tenían que castigar así, que los policías actuaron perfecto, que los padres tenían que poner límites. No saben nada. Por eso salimos a hablar. Uno se queja de la policía, pero también la gente repite y fomenta estas cosas”.

Otro de los alumnos habló con el programa Ir a más, de FM Sur 88.9. “Supuestamente nos pararon para ver si teníamos navajas o armas de fuego”, dijo. “Nos pidieron documentos. Lo más violento es que te agarraban del cuello y te ponían la cara contra la pared: me quedó una marca en la frente. Lo hacían para meter miedo. Nos decían: ‘No me mires porque te llevo a la comisaría’”.

Lo normal de lo policial

Las chicas dicen que a ellas no les pidieron documentos. Pero Laureana recuerda una situación que pasó esa misma madrugada: “Tipo 2, por ahí, salimos a comprar con una amiga porque faltaba jugo. Nos frenó la policía. Lo único que faltaba, pensé, es que nos metan adentro. Me asusté. Nos llamaron y nos preguntaron si teníamos documento. No lo tenía a mano. Me pidieron que cuando salga lo lleve conmigo, porque era su ‘deber pedirlo’. Y lo tenemos que tener. Dijeron que vayamos tranquilas porque el documento es supuestamente para saber quién sos, por si te llega a pasar algo. No habíamos hecho ni dos pasos que nos paró de vuelta. Nos dijo que ellos nos iban a llevar a comprar en el patrullero. Yo lo vi normal. Después, cuando lo cuento, todos dicen que la policía no tiene por qué llevarme en el auto. Nos metieron en la parte de atrás, ¿viste que hay como una rejita? Ahí nos llevaron al kiosco. Bajé, compré, y dijeron que nos iban a llevar al salón. Uno de los policías era medio gordito y otro flaco. En ese momento pensé que si les decía que no, no sé qué me podían hacer. Supuestamente lo hicieron por seguridad, por si nos pasaba algo. Un amigo cuando conté esto en el aula, dijo: ‘Si hubiera sido yo, no me llevaban’. Me pidieron los datos: de dónde era, nombre completo, numero de teléfono como para llamar y el nombre de mi papa. Lo anotaron”.

El relato estremece.

El papá de Laureana es Adrián Rodríguez, juez de Faltas de Quilmes, que denunció el accionar policial junto a otros padres. La denuncia penal se tramita como “abuso de autoridad” en la fiscalía penal N° 5 del municipio, a cargo del fiscal Jorge Zaizar. Hay cinco patrulleros y al menos 10 policías identificados de la Comisaría 1° y del Comando de Prevención Comunitaria (CPC). El propio jefe distrital de la Unidad Regional de Quilmes dispuso un sumario administrativo y dio aviso a Asuntos Internos de la Bonaerense.

“Es muy fuerte y absolutamente desagradable enterarte que a tu hija adolescente, con un uniforme escolar y cuando estaba yendo al colegio, la ponen contra la pared, con una actitud desmedida de la fuerza de seguridad policial, injustificada y sin orden judicial”, dice el juez Rodríguez a MU. “Los derechos constitucionales no pueden ser avasallados por la autoridad policial. Hay que tomar conciencia de que vivimos en un Estado de Derecho: no podemos retroceder 40 años. Esto debe llamar la atención del Gobierno: deberían repudiarlo. De lo contrario, interpreto que hay una liberación injustificada del accionar represivo. Es la justicia la que debe determinar qué tipo de responsabilidad existió. Como persona del Derecho, digo que existieron responsabilidades penales. Desconozco si esto obedeció a una falta de formación policial o a una orden. Probablemente estén autorizados a actuar al margen de la ley. Pero yo quiero saber quién fue la persona que impartió la orden”.

El color penal

La Defensoría General y la Defensoría General en lo Penal, Contravencional y de Faltas (PCyF) de la Ciudad presentaron un recurso extraordinario federal para revocar el fallo del Tribunal porteño sobre el caso de Lucas Vera, el joven detenido inconstitucionalmente que dio origen al fallo que derivó en la generalización de las requisas arbitrarias.

Se refieren a la acción de identificar al azar y sin causa, y van al hueso:

“Siempre estuvo claro para todos que la policía usaba esa facultad para justificar sus intervenciones o sospechas sin otro fundamento, y que la aprovechaba selectivamente para poder interrogar o revisar a los ‘seleccionados’. Es decir, invariablemente funcionó como un mecanismo para sortear la exigencia legal de orden judicial de detención, en casos donde no hay delito flagrante alguno. Y aunque los doctores Weinberg, Lozano, Casás y Conde válidamente aspiren que no ocurra, lo cierto es que la policía nunca pidió documentos de identidad a la gente que suponía ‘decente’ y de apariencia ajustada a sus propios estándares, sino a las que atribuía ‘notorias características sospechosas’, y que, después de su derogación, redefinió como propio de su ‘olfato policial’”.

“No existe ninguna norma que exija la portación de documento de identidad para la sola circulación por la vía pública”.

Horacio Corti, defensor general de la Ciudad, dice a MU: “Este caso trasciende la situación del joven Vera. Hay un contenido simbólico: el fallo se dio a conocer el mismo día del anuncio de la transferencia de la Policía Federal al ámbito de la Ciudad. ¿Qué mecanismo institucional es posible y factible que asegure que la policía no está realizando detenciones al azar, o que no están jugando criterios implícitos para seleccionar a las personas?”.

La respuesta de Corti: “Ninguna”.

Luis Duacastella Arbizu, defensor general adjunto: “Si Lucas Abel Vera hubiera tenido documentos, ¿qué pasaba? ¿Hubiera seguido teniendo una supuesta arma? El juez Lozano dice que no puede detenerse por discriminación, pero no es el juez el que está en la calle, sino un agente de la policía al que le estamos otorgando una facultad discrecional. Sinceremos esto: existe una cifra negra de detenciones ilegales. Y estudios que muestran que el 80 por ciento de las detenciones por identificación no terminan en causas penales. La policía siempre lo maquilla: no reconoce  que detuvo a una persona para pedirle documentos, sino porque ‘estaba nerviosa’ o ‘volvió sobre sus pasos’. Tenemos 24 defensores de primera instancia: ya nos está llegando esa información. Y la vamos a sistematizar”.

Por ahora no hay datos.

Y esa ausencia es un dato: la falta de producción de información policial y judicial deja en el vacío cuántas personas detienen y el por qué. La doctora Verónica Heredia (abogada del caso Iván Torres, desaparecido en democracia, que motivó otra condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos al Estado Argentino en la que prohíbe las detenciones al azar) realizó un trabajo para la Universidad de Palermo: El color del derecho penal. Cotejó la información de 163 expedientes ingresados en un turno de una fiscalía porteña. La información involucraba a 272 personas. Algunos resultados comprueban la hipótesis del proyecto: casi el 90 por ciento de los detenidos son varones de tez trigueña/morena, de pelo negro, contextura física delgada y se visten con campera capucha, jean y zapatillas.

Es decir, el prototipo del pibe pobre.

La mayoría de las detenciones eran porque las personas “cambian de rumbo” al ver el control policial o muestraban “signos de nerviosismo y sudoración” o porque se los observaba “manipulando algo pequeño” que luego “esconden” o “arrojan”. Tal lo escrito en las actas policiales.

Ese es el “olfato policial”.

Por esa razón, Duacastella Arbizu cree que el fallo repercute en otras fuerzas provinciales y nacionales. “Cuando uno le da más facultades a la policía lo que le está dando es más autonomía. Y nuestra policía no fue democratizada. Los cuadros policiales conservan intacta la capacidad de actuar de forma autonómica y contraria a la ley. Y la policía también es muy rápida para advertir un cambio político: cuando advierte que el Ejecutivo da una orden y, por otro lado, el Poder Judicial libera y convalida actuaciones excesivas, rápidamente sienten que hay piedra libre. Y la usina generadora de estas libertades es el poder mediático”.

Ninguno de los jueces y las juezas del Tribunal porteño quisieron hablar con MU. Todos coincidieron que el fallo todavía estaba en trámite y que no era “pertinente” dar entrevistas. De todos modos, el doctor Lozano, si bien remarcó que los jueces “hablan por su voto”, sostuvo que le gustaría hablar para aclarar algunas “malinterpretaciones” de la sentencia. “Cuando esto se resuelva, hablamos con gusto”, afirmó. Otra respuesta dio el magistrado José Osvaldo Casás: “Los jueces no tienen por qué defender la sentencia. Lea el fallo. Entrevista, imposible”.

Por otro lado, el recurso extraordinario presentado por los defensores tiene grandes posibilidades de llegar hasta la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Allí se habilitaría una instancia para que organizaciones sociales, sindicales, cooperativas y movimientos de derechos humanos se presenten como amicus curiae para manifestar su opinión dentro de esta discusión vital para la democracia. Ante el hipotético caso de una sentencia negativa por parte del máximo tribunal, MU pregunta a los defensores: ¿hasta qué instancia buscarían llegar para revertirlo?. Responde Corti: “Hasta a la Corte Interamericana”.

La pregunta

Vanesa Orieta lleva en el cuerpo esta discusión. Referente ineludible, cita el caso de su hermano, Luciano Arruga, que con 16 años fue hostigado sistemáticamente por efectivos de la Bonaerense en La Matanza. Su desaparición en 2009 se convirtió en uno de los símbolos de la brutalidad del Estado. Luciano vivía en un barrio pobre y se había negado a robar para la policía. En septiembre de 2008 fue detenido por una supuesta denuncia de un robo que nunca se comprobó ni se juzgó, por lo que fue llevado a un destacamento por “averiguación de antecedentes”. Alli fue torturado por el oficial Julio Diego Torales, condenado luego a 10 años de prisión.

Vanesa sabe, entonces, de qué estamos hablando:

“¿A quién le van a pedir el documento? ¿A un chico de Recoleta? ¿O al que venga del Conurbano a la Capital porque le ven esa cara que ellos consideran ‘peligrosa’? Seguimos hablando de lo que ya está instalado hace mucho tiempo: acá se persigue por portación de cara”.

¿Cómo leer entonces esos destellos que  se emitieron en Quilmes?

“Está mal. Estamos mal. Y es peligroso: muchos salen a decir en los medios que parar a los pibes está mal, pero son los mismos que aclaran que ‘igual hay muchos delincuentes’. Y ahí ya me justificaste la requisa. Hay que combatir ese discurso: es una persecusión anticipada en base a una sospecha que viene de la mano de discriminar y criminalizar la figura de una persona. Y, en este caso, son chicos de un colegio privado. Y va a llegar un punto donde la violencia no va a distinguir entre clase media o pobre. ¿Hay que esperar a eso para darnos cuenta que ya nos han liquidado una cantidad enorme de pibes?”.

La pregunta queda resonando. ¿Una posible respuesta? Ver y hablar.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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