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Las olvidadas. Transfemicidios y mujeres en situación de prostitución

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En Santa Fe este año el asesinato de tres mujeres en situación de prostitución reveló la vulnerabilidad a la que quedan expuestas y la falta de acompañamiento estatal y social. Sus compañeras sospechan de sus parejas, clientes y, sobre todo, de la policía. Según el sindicato AMMAR, el 95% de los femicidios de putas quedan impunes. Por Lucrecia Raimondi.

Las olvidadas. Transfemicidios y mujeres en situación de prostitución

El  dato lo dice todo: todas las víctimas no son iguales ante la ley. “El 96% de los femicidios de trabajadoras sexuales queda en la impunidad”, expresa un comunicado de AMMAR para denunciar la falta de justicia que caracteriza a estos femicidios. “La clandestinidad en la que ejercemos las trabajadoras sexuales nos expone a constantes situaciones de vulneración de derechos y muchas veces no nos atrevemos a denunciar por el estigma y la discriminación que afrontamos”, concluye el comunicado, parido tras el femicidio de dos trabajadoras sexuales en Rosario, una en febrero y la otra en agosto de este año. 

A la lista de  impunidad de los crímenes y desapariciones de mujeres en situación de prostitución en Mar  del Plata -que sumaron 24 víctimas- hay que agregarle otros casos emblemáticos, como el femicidio de Sandra Cabrera, asesinada el 24 de enero de 2004: le dispararon por la espalda en la nuca frente a una casa cerca de la terminal de ómnibus de Rosario, zona en la que hacía esquina.

Sandra era trabajadora sexual y secretaria general de AMMAR. Sus compañeras aseguran que la asesinaron porque denunciaba la complicidad de la policía con el crimen organizado y la explotación sexual de niñas y adolescentes. También por su tarea gremial, que la llevaba todos los días a recorrer las calles para que sus compañeras conocieran sus derechos frente al acoso, las detenciones arbitrarias, los abusos y extorsiones policiales. Sandra marcó un momento histórico en la lucha sindical de las mujeres en situación de prostitución.

Las voces marginadas

Gabriela Hamela, referente rosarina de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR), analiza el crimen de sus compañeras en clave territorial: 

“Sandra denunciaba a los locales nocturnos y a la policía por la trata de personas y decía que, aun siendo trabajadora sexual, no aceptaba bajo ningún punto de vista la trata de menores dentro de estos espacios donde corría el proxenetismo”, cuenta Gabriela. “Por denunciar estos lugares su femicidio quedó impune. Porque aunque en ese momento no existía esa figura  penal, para nosotras lo de Sandra Cabrera fue un femicidio”. 

Por el crimen de Sandra  el único imputado es Diego Víctor Parvluczyk, ex subjefe de Drogas de la Policía Federal en Rosario, y presuntamente el último vínculo amoroso de Sandra. “Lo absolvieron por falta de pruebas y en 2007 quedó sobreseído, a pesar de los testimonios de las trabajadoras sexuales que lo incriminaban”. 

Pese a que en la causa escucharon los testimonios de sus compañeras, para Gabriela la impunidad del crimen la garantizó el estigma judicial que pesa sobre esas voces: “Ser trabajadora sexual es lo que garantizó la impunidad de su asesinato. Acá en la ciudad de Rosario, y en toda la provincia de Santa Fe, la policía tiene un gran poder. Nuestras voces no tuvieron la suficiente fuerza para vencer a esa realidad. Las maniobras, los actores políticos y las complicidades del Poder Judicial lograron que este tipo quede en libertad”.

Cuidarse solas

Gabriela reflexiona sobre los femicidios que padecieron este año en clave de cuidados: “Podemos pensar en redes de cuidado, lo hacemos, nos avisamos, pero no alcanza. Ahí es donde se ven las consecuencias de no tener derechos: el Estado nos obliga a la clandestinidad porque penaliza el trabajo sexual y tenemos que ejercerlo en un marco que no nos conviene a nosotras, de vulnerabilidad extrema. Hace unos años atrás, acá la ciudad de Rosario, fueron prohibidos todos los cabarets y los paseos nocturnos  (prostitución callejera) donde por decisión propia y de manera autónoma, muchas de las pibas trabajaban en estos lugares. En el cabaret una sentía una protección y una contención. Entonces el hecho de estar desprotegidas a nivel estructural para poder laburar es la situación que deriva este año en dos compañeras que quedaron expuestas a situaciones de violencia patriarcal que terminó con sus femicidios”.

Uno de esos crímenes ocurrió el 17 de febrero. La víctima fue Karen Liliana Peralta, 39, años, apareció asesinada de un golpe en la cabeza en un departamento del centro rosarino donde ejercía el trabajo sexual. Descartaron la hipótesis de un robo porque estaban todas sus pertenencias, a excepción de su celular, que presumen se lo llevó el asesino para evitar ser descubierto por haber tenido conversaciones con Karen. Los peritos forenses dictaminaron la causa de muerte por un traumatismo de cráneo producido  con un objeto contundente. La investigación es responsabilidad de la fiscal Marisol Fabbro, de la Unidad de Homicidios Dolosos. Se investiga como femicidio. 

Karen tenía tres hijos. 

A casi diez meses de su asesinato no hay detenidos ni pruebas que identifiquen a un posible asesino, pero la hipótesis de la fiscalía apunta hacia un prostituyente. Sin embargo, el sindicato y las compañeras de Karen dudan  de esa hipótesis y piden que también se investigue a la pareja, un hombre de 44 años, que podría estar involucrado en el crimen. 

La muerte de una guerrera

El último de esta dolorosa lista ocurrió el 22 de agosto. Lorena María del Luján Riquel, 33 años, fue asesinada a golpes en la cabeza con un bloque de cemento en un callejón de la ciudad de Rosario. Lorena esa noche trabajó en la esquina de Rouillón y Avenida Perón, junto a dos compañeras, hasta que un hombre se acercó en auto y la llevó al callejón; pese a las advertencias de sus compañeras que querían acompañarla, ella se fue confiada porque lo conocía. Lorena sufría consumo problemático y él le proveía la cocaína. El hombre la obligó a tener sexo, la golpeó en la cabeza, se masturbó frente al cuerpo inconsciente de Lorena y antes de escaparse le robó las zapatillas.

El hombre fue identificado como Carlos Daniel B. de 32 años, apodado Lágrima, gracias al testimonio de dos vecinos que escucharon los gritos de auxilio de Lorena y describieron las características de su agresor: 1.70 de altura, vestido con jean y buzo gris y una lágrima negra tatuada en el pómulo izquierdo.  Así cayó Lágrima.

La sociedad ya no es ni ciega ni sorda ante los femicidios.

La causa se investiga como femicidio y abuso sexual con acceso carnal y hurto calamitoso en carácter de autor. Lágrima está imputado con prisión preventiva sin plazo “por haber abusado, robado y causado la muerte de Lorena Riquel por un traumatismo cráneo-facial grave”, sintetiza el procesamiento. 

Las mujeres en situación de prostitución que compartían calle con Lorena señalan que Lágrima continuamente las hostigaba y que en otras oportunidades le había pegado a Lorena. Suman que otra joven había tenido problemas con él porque la obligaba a hacer un servicio que ella no quería. Los datos judiciales  confirman sus testimonios: el último registro en el sistema es que había estado detenido seis meses por amenazas contra una mujer. 

Lorena Riquel era jefa de familia, madre de tres hijes de 13, 15 y 18 años. Era también una militante solidaria: cocinaba y gestionaba la olla popular de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), organización en la que participaba en su barrio, Bella Vista. Una de sus compañeras de militancia, Vanina Otero, contó al medio local Rosario3 cómo era su compromiso social: “Era una luchadora, en lo personal siempre estaba con una sonrisa en la cara más allá de lo que pudiera estar pasándole. Era alegre y nos daba fuerza. Una chica trabajadora, tenía a cargo su madre, una mamá mayor; era jefa de una familia humilde que se ponía al hombro. La peleaba mucho tratando de vivir día a día y siempre al frente. Era emprendedora, siempre estaba al pie del cañón. Era abierta y no tenía prejuicios. Si a alguna compañera le pasaba algo, ya estaba ella preguntando qué se podía hacer. Era guerrera, iba al frente por sus hijos y los hijos de todas nosotras”.

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Oraciones, entre la cruz y la raya: un ritual para presentar el nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez

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Este domingo 16 de noviembre presentamos el nuevo libro del Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez, editado por lavaca, con una perfomance conmovedora: Oraciones, entre la cruz y la raya fue una obra de teatro danza basada en los ejes teóricos de Femicidios, narcotráfico y Estado. La puesta transformó en lenguaje poético, corporal y musical una realidad que duele y mata, de la mano de talentosas artistas.

Oraciones, entre la cruz y la raya: un ritual para presentar el nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez

Familias sobrevivientes de femicidios, con el libro del cual son parte: el nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez.

Oraciones, entre la cruz y la raya: así se llamó la presentación performática del nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez editado por lavaca y titulado Femicidios, narcotráfico y Estado.

La obra de teatro y danza indagó en los mecanismos que operan sobre los cuerpos y los territorios desde una dramaturgia que combinó texto, movimiento y música. El resultado fue una experiencia que funcionó tanto como obra artística como herramienta para hacer sentir, colectivamente, de qué hablamos cuando hablamos de femicidios.

La obra fue ideada y escrita por Claudia Acuña, también responsable de la dirección general del Observatorio Lucía Pérez. En escena, Oraciones desplegó el trabajo de las intérpretes Julieta Costa, Lola Dominguez Hayes, Lucía Harismendy, Pia Leone, Luca y Juana Torras, quienes construyeron una trama sensible entre la fragilidad y la fortaleza. La música en vivo, a cargo de Santiago Torricelli en piano, aportó un pulso emocional que atravesó toda la pieza.

El diseño sonoro siguió de la mano de Pía Leone, junto con la operación técnica de Teo Escobar y Lucas Pedulla. Y el diseño gráfico estuvo a cargo de Jonatan Ramborger (autor, también, de la tapa del libro) y Julie August.

La puesta en escena fue realizada por Julieta Costa, mientras que la dirección coreográfica estuvo a cargo de la reconocida directora y coreógrafa Carla Rímola.

Oraciones dejó en quienes asistieron la certeza de que el arte no sólo puede denunciar lo que duele, sino también abrir caminos para imaginar otras formas de vida y de cuidado.

Y también, otras formas de presentar un libro.

El Observatorio y su libro

El Observatorio Lucía Pérez es una herramienta de análisis, debate y acción creada por lavaca.org con el objetivo de profundizar el trabajo sobre formas de prevención y erradicación de la violencia patriarcal.  

Cada día un equipo conformado por Claudia Acuña, Amalia Etchesuri, Anabella Arrascaeta y Pablo Lozano actualiza 12 padrones de manera autogestiva, datos que sumados al seguimiento de lo publicado en medios de todo el país son luego chequeados y precisados con fuentes judiciales y periodísticas. Se trata del único registro público del país, lo cual quiere decir que pueden consultarse las fuentes de cada dato.

Cada mes el Observatorio realiza un resumen de este diagnóstico junto a víctimas y familias sobrevivientes de femicidios. El resultado es el informe mensual que se difunde a través de organizaciones sociales y referentes de la política y la cultura que intenta pensar, más allá de las cifras, la radiografía social y política de esta violencia.

Femicidios, narcotráfico y Estado reúne ahora y por primera vez los distintos informes, investigaciones y acciones del Observatorio Lucía Pérez. Es un material que indaga a través de la articulación de textos teóricos y reportajes periodísticos las vinculaciones entre lo narco, la violencia machista, los femicidios y el rol del Estado en la trama de la impunidad.

Todo eso quedó plasmado en esta presentación-ritual colectivo para empezar a sanar una realidad que duele, y organizar la realidad que viene: aquella que queremos, deseamos y nos merecemos.

Si querés el libro escribinos al teléfono que figura en este link, y suscribite para apoyar todo lo que hacemos:

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La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños 

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El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.

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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

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Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Por Claudia Acuña

El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y  familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación:  es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.

Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.

¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.

A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.

Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.

El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.

Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.

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