#NiUnaMás
Triple narcofemicidio: la respuesta al horror

Por Claudia Acuña
Brenda del Castillo, 20 años
Morena Verdi, 20 años.
Las tres fueron torturadas, asesinadas, descuartizadas y enterradas en el fondo de una casa de Florencio Varela.
Habían desaparecido el viernes 19 de setiembre poco después de las 9 de la noche, pero su familia, amigas y vecinos tuvieron que cortar durante cuatro días la rotonda de La Tablada y el canal Crónica transmitir en loop la protesta durante horas y horas para que comenzaran a buscarlas. Los narcofemicidios tienen esta brutal característica: son crímenes atroces, crueles, despiadados que se cometen sobre los cuerpos jóvenes de mujeres vulnerables porque sus asesinos creen contar con la impunidad policial, el prejuicio judicial y el silencio social para cometerlos. Fue la dirigente Georgina Orellano quien lo definió con precisión en la espontánea y multitudinaria movilización que comenzó este miércoles puntualmente a las 19 en la Plaza Flores: “Dejen de repetir ese discurso clasista de que esto le puede pasar a cualquiera. No: le pasa a las pobres, a ver si entienden Son los cuerpos de las pobres los descartables para este gobierno nacional”.

Foto: Manu Mendiondo para lavaca.
El discurso de Orellano fue breve, fue el único y fue amplificado por un pequeño megáfono, porque la pobreza impregna hasta la transmisión de las voces que la denuncian. Comenzó así:
“Basta de indagar en nuestras vidas. Entiendan el enojo de las feministas: no nos pasamos tres pueblos. Nos quedamos cortas. Hoy hay tres menos, hay tres familias destrozadas y va a haber muchas más si no recomponemos el tejido social que está roto”.
¿Hace falta decir algo más?
Hace falta.
Al finalizar el breve y contundente discurso de Orellano la multitud reunida en Plaza Flores decidió ocupar la avenida Rivadavia y dar vuelta la plaza cantando una misma consigna:
“Yo sabía, yo sabía, que a los violadores los cuida la policía”.
Al culminar la ronda la aludida policía intentó detener la columna para impedir que volvieran a ocupar la avenida. Lo que sucedió fue extraordinario, en el sentido literal: la nutrida fila policial, con escudos, armadura y cascos, terminó huyendo a las corridas, mientras la multitud las perseguía al grito “Fuera cana, fuera”. Retengan esa imagen porque eso es el movimiento feminista argentino: un montón de personas hartas de tanta violencia, autoconvocadas y sin miedo.

Foto: Manu Mendiondo para lavaca.
Lo narco del triple femicidio
Este miércoles despertó con la confirmación de que los cuerpos hallados en la casa de Florencio Varela pertenecían a las chicas desaparecidas en La Tablada. Los detalles de la autopsia son tremendos. Los días previos esa condición se aplicó a desnudar la vida de las víctimas. Eso también es característico de los narco femicidios: se informa siempre y con detalle de las asesinadas y casi nada de sus asesinos. Doctrina del shock: el horror y el morbo opacan aquello que importa, que en el mejor de los casos se nombrará como “ajuste cuentas”. ¿Qué cuentas? Eso es lo que no se detalla.
Por la tarde de este miércoles horrendo fue Javier Alonso, ministro de Seguridad bonaerense, quien aludió a “una venganza narco” al definir en una conferencia de prensa qué había pasado con las tres chicas. “Iban a participar en un evento al que les habían invitado, sin saber que estaban cayendo en una trampa de una organización transnacional de narcotráfico que había perpetrado una estrategia para asesinarlas”, aseguró. Toda la sesión de asesinato y tortura fue transmitida en vivo por Instagram para un grupo cerrado de 45 personas
Informó también que hay cuatro detenidos: Andrés Maximiliano Parra, de 18, Iara Daniela Ibarra, de 19 , Miguel Ángel Villanueva Silva, de 27 años y Magalí Celeste González Guerrero, de 28. La primera pareja es la que estaba limpiando con lavandina la sangre que regaba la casa. La segunda es quienes la alquilaban. Todo indica que falta lo importante: saber si fueron los asesinos o los encubridores. Y más: conocer quién ordenó la masacre.

Foto: Manu Mendiondo para lavaca.
La respuesta social
En una esquina de la plaza está parado el periodista Ernesto Tenembaum con su hijo: fue él quien lo invitó a acompañarlo a esta movilización con una frase imposible de desoír: “Tenemos que estar”. Ese imperativo, que no es moral sino ético, recorre todos los testimonios que compartieron quienes se acercaron con sus cartulinas escritas a mano para acompañar la convocatoria que realizó al mediodía Ammar, la organización de trabajadoras sexuales, con una consigna: “Todas las vidas importan”. Estar ahí, entonces, es responder al prejuicio judicial que beneficia a los asesinos de las vidas de las consideradas “malas víctimas”. Lo dice María Magdalena, la abuela que fue con su hija, Luján y su nieto, Nehuen, de 12 años: “Cuando la violencia baja desde el poder esta es la consecuencia. Las pobres son las que más sufren esto y no podemos mirar para otro lado. Entonces no nos queda otra que salir a la calle: es la única forma de parar esto”.
En tanto, agazapado a unas pocas cuadras, el pelotón de la Policía de la Ciudad espera que la multitud se disperse para hacer su show represivo de cierre: el final del miércoles es con seus personas detenidas, liberadas a las pocas horas porque la fiscalía no convalidó la versión policial El de esta historia recién comienza.

Foto: Manu Mendiondo para lavaca.

Foto: Manu Mendiondo para lavaca.

Foto: Manu Mendiondo para lavaca.

Foto: Manu Mendiondo para lavaca.

Foto: Manu Mendiondo para lavaca.

Foto: Manu Mendiondo para lavaca.
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La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños
El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.
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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.
Por Claudia Acuña
El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación: es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.
Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.
¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.
A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.
Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.
El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.
Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.
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Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

Por el Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez
Todas las administraciones del Estado se han adjudicado falsamente la baja de femicidios y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich acaba de rendirle tributo a esta tradición. Pero las cifras del Observatorio Lucía Pérez, construidas a partir de casos judiciales, denuncias y relevamientos provinciales, demuestran una realidad diferente.
Antes de los números, una aclaración: el 2023 fue el primer año en que el Estado nacional publicó estadísticas criminales sin clasificar. Lo hizo con un archivo Excel desordenado que abarcaba una década, sin distinguir delitos ni consolidar provincias. Algunas jurisdicciones directamente no informaron datos en categorías sensibles, como violaciones. Así, la ciudadanía no puede verificar ni auditar los números oficiales.
En ese vacío, las declaraciones de Bullrich remiten a una lógica conocida: la de la inflación. Como con los precios, la diferencia entre los números oficiales y la vida real se amplía cuando se manipula o se oculta información.
Por eso, este Observatorio público y autogestionado carga 12 padrones de manera diaria. Para realizar un seguimiento estructural de la violencia machista, y también para controlar el rol del Estado.
A diferencia de los 178 registrados que mencionó la ministra, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 217 femicidios y travesticidios en lo que va del 2025. Estos son las cifras que pueden verse y verificarse, ya que el OLP es un padrón público:

Otro dato que se oculta es el que representan los femicidios cometidos y sufridos por integrantes de fuerzas de seguridad, que están bajo la responsabilidad de la ministra.
En 2025, el primer femicidio del año fue el de una mujer policía asesinada con su arma reglamentaria (Guadalupe Mena). Y el último, ocurrido apenas el 26, también: Daiana Raquel Da Rosa.
Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.
Armas reglamentarias, vínculos jerárquicos y falta de sanción disciplinaria conforman una trama donde la violencia institucional se reproduce dentro y fuera de las comisarías. ¿Y Bullrich?
Más preguntas que emergen: ¿cómo se mide el porcentaje de crueldad? Los “narcofemicidios” de Lara, Brenda y Morena muestran una violencia cada vez más planificada y asociada a redes delictivas con complicidad del Estado.
Otra cifra invisibilizada en este crimen social que es un femicidio es la de las infancias huérfanas. En lo que va de 2025, el Observatorio registra 139 infancias huérfanas por femicidios. En todo 2024 fueron 173. Y detrás de cada una hay un Estado que sigue sin garantizar la Ley Brisa, que establece una reparación económica y acompañamiento a hijas e hijos de víctimas de femicidio.
Mientras la violencia machista sigue cobrando vidas, multiplicando huérfanos y exponiendo la precariedad institucional, el Estado tergiversa y oculta.
La pregunta es: ¿por qué?

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