#NiUnaMás
Una película de terror: Sayak Valencia, teórica feminista
La autora de Capitalismo Gore repasa en esta entrevista la actualización del impacto de la necropolítica a diez años de aquel libro, pandemia mediante y comparando a México con los territorios latinoamericanos. La complicidad estatal, la geopolítica mundial y las series de Netflix como una forma de moldear subjetividades. El trabajo de las víctimas y el transfeminismo para proponer proyectos de vida en medio de un modelo de muerte. Por Inés Hayes y Melissa Zenobi.
Capitalismo Gore cumple diez años: después de una década y pandemia mundial mediante, ¿cómo se actualiza el impacto del necrocapitalismo en la vida de los pueblos?
Capitalismo Gore se publicó hace diez años, pero lo escribí entre 2006 y 2009, entonces ya tiene prácticamente 15 años. “Capitalismo Gore” era una definición que yo hacía sobre un problema muy específico como era el narcotráfico en México, como un problema de género vinculado con la colonialidad y con la espectacularización de la violencia y una serie de cuestiones más amplias. Pero diez años después, el necrocapitalismo -el capitalismo que se alimenta de las industrias de la muerte- se actualiza constantemente, y el impacto en la vida de los pueblos se va acrecentando de una manera muy tangible a partir de las crisis económicas, como la de 2008.
De alguna manera el capitalismo gore se sigue alimentando de sangre pero ha ampliado, o más bien, ha vuelto a la explotación de material de los bienes comunes; en términos de Silvia Federici, tierra, agua, recursos naturales. Y ya no es una cosa que únicamente tiene que ver con criminalidad armada o el narcotráfico, sino también con una explotación neocolonial de los territorios, de las personas y de las potencias incluso afectivas de las personas. Entonces las economías de la muerte, como podríamos traducir el capitalismo gore en nuestros días, se han ensanchado y con la pandemia ha sido más evidente porque se ha dejado muy claro quiénes merecen vivir y quiénes se dejan de lado. Quiénes son trabajadores esenciales, qué significa ser trabajadores sacrificables que van a poner el cuerpo, que van a poner la vida para salvar a otros, en una pandemia que tiene un tinte geopolítico higienista, pero que en el fondo sustenta un modo de producción que se alimenta de sangre y de la destrucción del cuerpo de otras personas que le dan sentido y plusvalía a ese capitalismo sangriento. Yo creo que la pandemia nos actualiza las lógicas del capitalismo gore porque las amplía, amplía esta vulnerabilidad a los sectores, clases y a toda la geopolítica mundial, y no queda únicamente en los sectores marginalizados económicamente, por raza y por género.
Aquí, con la pandemia, nos damos cuenta de quién sostiene el mundo y cómo se sostiene: desde el cuidado y no desde la economía formal, sino desde una economía de los afectos, de las solidaridades que están en contraofensiva ante este capitalismo de muerte.
¿Cómo se relaciona la necropolítica con los femicidios?
El capitalismo sangriento y espectacular que yo estudio está muy vinculado con el femicidio y con la máquina feminicida porque de alguna manera la masculinidad de la necropolítica es aquella masculinidad que ejerce violencia de baja y alta intensidad. Pero que también ejerce violencia como un modo de restitución simbólica del orden masculino: utiliza el cuerpo de las mujeres para explotarlo a través de la reproducción del trabajo no pago -que la pandemia dejó exponencialmente visible, porque incluso hablamos de triple jornada- para muchas mujeres y poblaciones femeninas que son las que se hacen cargo del cuidado de los y las niñas, las personas mayores, las casas y todo lo que ya sabemos.
Lo vinculo con este orden de masculinidad necropolítica o violenta que puede y tiene el poder de matar a otros, y en este caso a mujeres, para poder alimentarse del control sobre estos cuerpos y para dar una lección y una pedagogía a otros cuerpos femeninos que buscan también autonomía, libertad, derechos. El capitalismo gore utiliza la máquina feminicida para agenciarse derechos sobre el cuerpo de las mujeres, y el feminicidio tiene todas las variables para pensar que es un crimen de género, por el hecho de ser mujeres, pero también es un crimen que trabaja a nivel simbólico restituyendo las potencialidades y las potencias que tiene el género masculino de vida y muerte sobre las mujeres. De alguna manera el capitalismo gore y la máquina feminicida hacen que el pacto patriarcal siga siendo posible a través de un aleccionamiento atroz, con una pedagogía de la crueldad -en términos de Rita Segato-, para conseguir que las cosas se queden donde están, porque no se está buscando la justicia social. Y esto está muy alimentado también por el Estado y su incapacidad de garantizar derechos a las mujeres de vivir una vida libre de violencia.
¿Qué rol cumple el Estado, pensando fundamentalmente en la policía y el Poder Judicial, en la trama que define a la necrocapolítica?
En el Estado Mexicano tenemos un problema de feminicidios desde hace varias décadas, al menos tres, y sabemos que fue en Ciudad Juárez donde empezó a denunciarse, pero la impunidad estatal y el machismo institucionalizado ha hecho que las cifras de feminicidio en pandemia se hayan acrecentado más de lo que estaban antes de la pandemia. Estamos hablando de 12 feminicidios al día, cuando el año pasado eran entre 9 y 10. De alguna forma el capitalismo gore se alimenta de sangre, pero también de dividendos de género, de raza y de geopolítica para poder seguir manteniendo en el poder este tipo de distopía de género y en contra de las mujeres y las personas vulnerables. El feminicidio sería la parte más visible de este entrecruce entre colonialismo, machismo, Estado impune o corrupto y economías de la muerte.
¿Las mujeres en México pueden denunciar la violencia ante los poderes del Estado? Porque en Argentina muchas veces no toman las denuncias, las desestiman y cuando las toman las medidas de protección no se cumplen o no son suficientes.
En México también es así, y hay muchas que ni siquiera denuncian porque el caos que hay en los ministerios públicos para denunciar, incluso el robo de un celular, es kafkiano. A las víctimas o a las sobrevivientes de intentos de feminicidios, o a los familiares que van a denunciar, con pruebas incluso, se las revictimiza, se cuestiona a las víctima, de hecho las autoridades del Estado en México han tenido una actitud muy torpe de desoír las recomendaciones de las abogadas feministas y grupos de Derechos Humanos y de negar la importancia de procuración de derechos a las mujeres. La verdad es que vivimos en un Estado machista, y sus bases están en una cultura machista que hace que la noción de Estado y la idea de nación en México estén basadas en fundamentos culturales sobre la superioridad masculina y guerrera, y en detrimento de las mujeres: las personas racializadas, los gays, y todas las personas que no detentan el pacto patriarcal y masculino, son consideradas menos valiosas.
Ahora estás estudiando puntualmente el efecto de la espectacularización de la violencia en las series de moda, así como en Capitalismo Gore ya hablabas de Los Soprano, ¿cómo ves que se actualiza la idea de la necropolítica respecto a la industria cultural de moda, de Netflix a Hollywood, pasando por las variantes locales?
Esto es bien importante. El análisis de series y películas que yo hacía de los primeros 2000 (2006, 2007, 2008) indicaban que había una influencia que de alguna forma se podía contrarrestar porque había muchos insumos culturales que no pertenecían a la inmediación de la serie, pero ahora, en la última década, las series y las plataformas de distribución de contenido y de entretenimiento como Netflix y otras, se han vuelto el único espacio de ocio y además, acelerado por la pandemia, la gente consume muchísimas series. No digo que ver una serie te va a transformar en alguien específicamente, sino que lo que se está haciendo con trabajo de producción de subjetividad y sensibilidad es normalizar desde hace muchísimo tiempo la violencia, y sobre todo normalizar la violencia contra ciertas poblaciones. Esto hace que el shock que debería ocasionar que una persona sea asesinada por su condición de género, o de clase, o de raza, ya no cause ningún tipo de shock, porque hay un anestesiamiento social donde ver a mujeres destrozadas en las películas o en los programas forenses -que han tenido mucho auge desde principio de los 2000- ya sea normal. Cada caso policíaco es una mujer asesinada, y a veces el caso se resuelve y a veces no, pero la cuestión es anecdótica, porque el femicidio está construyendo una mirada patriarcal necropolítica normalizada.
Películas como Match Point, que es una película de Woody Allen de 2005, no se trata de feminicidio y sin embargo es una película de feminicidio porque matan a una mujer y no pasa nada, porque eso ocurre en una situación normal, y se considera una obra de arte, y nadie da cuenta de que hay un feminicidio. El Guasón, que salió el año pasado, es una película que muestra la historia de un hombre con problemas de salud mental. Si bien es muy buena y podemos decir muchas cosas de ella, a mí me llamó la atención la violencia contra las mujeres que se ve allí: el asesinato de la madre por parte de este hombre, sin ningún juicio moral; hay una mujer asesinada, violentada sexualmente que luego ya no aparece. Hay una ruptura de todos los logros que se han hecho por parte de las gramáticas feministas donde se toman como importante el dolor de la masculinidad fragilizada y precarizada, pero las mujeres seguimos siendo un botín de guerra que puede aparecer de manera anecdótica en cualquier tipo de narrativa, y donde si hay un asesinato de mujeres o de personas afro, no sucede absolutamente nada. Esto es lo que yo denomino necroscopía, que es la normalización y glamourización de la muerte de ciertas poblaciones o del placer que se encuentra en el consumo de estas imágenes, pero se borran las responsabilidades de quienes cometen los asesinatos y sobre todo se espectraliza a las víctimas y se las revictimiza. Creo que en la cultura contemporánea de las series y otros productos culturales hay una especie de necropop o de normalización de la muerte de ciertas poblaciones que constituyen una atmósfera visual que neutraliza cualquier consecuencia y normaliza la violencia contra las mujeres y diferentes poblaciones fragilizadas. En ese sentido, la necroscopía causa un anestesiamiento social que impide las alianzas para la búsqueda de justicia social para las mujeres y de los derechos humanos para la población en general. No digo que sea lineal, pero sí digo que los insumos y productos culturales constituyen y apoyan a una subjetividad capitalista basada en la normalización de la violencia, en la espectacularización de las muertes y en la desresponsabilización de los agresores.
¿Cómo trabajan ustedes, o cómo has visto que trabajan las víctimas, para romper con esta política de la muerte y plantear proyectos de vida? ¿Cuánto tienen para aportar los movimientos feministas en este sentido?
El movimiento feminista es un movimiento social de larga data pero también es un movimiento epistemológico, es decir, que construye una forma de conocimiento, una teoría y una forma de práctica política y social desde hace muchísimo tiempo, pero de manera muy intensiva en América Latina el último siglo, nos ha dado gramáticas por la justicia social donde se hable de la consecución de derechos a través de una conceptualización muy específica de ponerles nombre a las violencias, de ponerles datos a estas vulneraciones y modos de entender el mundo y que además sirven no solamente para las personas que se identifican con el feminismo, sino para la gente en general. Es decir, el feminismo y los feminismos han armado una gramática de resistencia junto con otros movimientos antirracistas, antifascistas, movimientos por la tierra, movimientos politizados por la justicia social, para hablar de la posibilidad de una igualdad de derechos para la mayor parte de las poblaciones y también de una autonomía del cuerpo. Lo que han hecho los distintos feminismos es una contraofensiva discursiva y social que ha tenido frutos, por ejemplo en Argentina con la legalización del aborto, que ha sido una victoria y una inspiración para toda Latinoamérica. Pero también ha logrado crear una sensibilidad feminista, y en las gramáticas por los derechos sociales es imposible no pensar ya en las demandas de los feminismos para las mujeres y personas feminizadas en una agenda que presume la búsqueda de derechos humanos. Ese tipo de calado ha tenido la gramática feminista y la práctica feminista. Y también nos han enseñado que se puede luchar sin armas, que las armas conceptuales, las redes de afectos y las solidaridades y todo aquello que mantiene al mundo funcionando, son las redes afectivas, las redes de comunidad, y eso el feminismo lo ha estado poniendo sobre la mesa una y otra vez, incluso el feminismo marxista de los ‘70, cuando Federici habla del trabajo doméstico y de cuidados no pagado, y que ahora se ha visto que es lo que sostuvo al mundo durante la pandemia, con una crisis de salud y económica muy importante y una crisis psicológica que va a venir muy pronto.
El feminismo ha dado esa red de afecto, pero también de comunicación de una idea de igualdad sustantiva para las mayorías de las poblaciones de Latinoamérica, con unos tintes muy específicos que no son aplicables en todos los contextos, pero hay una sensibilidad feminista que compartimos en la mayor parte del mundo desde diferentes lugares. Por otro lado, también hay una contraofensiva que yo denomino una sensibilidad regresiva que tiene que ver con el conservadurismo, pero también con ciertas ramas de las izquierdas, de los movimientos antirracistas que se niegan a soltar los privilegios que se tienen sobre las mujeres. Los feminismos son el sujeto político del momento contemporáneo, por eso en la agenda conservadora se ha comprendido como el enemigo público número uno. Pero hemos logrado modificar un montón de cosas, y también están inspirando a las poblaciones más jóvenes a través de la memoria histórica para decir que las cosas para que puedan existir más allá de su materialidad, hay que saber nombrarlas de manera específica para que tengamos una forma de comunicación específica y que podamos crear una especie de nueva forma de vida, que sea con justicia por las mayorías y que esté atravesada por las gramáticas feministas. Lo que ahora mismo el feminismo con sus alianzas transfeministas está haciendo es demostrar que podemos romper muchas de las alianzas que habíamos suscrito sin haber sido consultadas. Los feminismos son parte del movimiento de resistencia pacífica organizada.
La pandemia nos está llevando a ver que los feminismos son fundamentales si queremos que el mundo futuro sea posible para las mayorías, sin discriminación y sin violencia para las poblaciones.
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El Estado responsable: femicidios y fuerzas de seguridad
El expolicía Miguel Ángel Mazo, femicida de Florencia Albornoz (foto principal), saldrá hoy en libertad después de una condena de solo 15 años; un caso que llegó a instancias internacionales y volvió a dejar al descubierto la peor de las violencias: la ejercida por el propio Estado. A pocos días de iniciado el año ya hay 13 víctimas de femicidios y en tres están involucrados integrantes de las fuerzas de seguridad. El compromiso que el Estado argentino no cumple: capacitar, prevenir y reparar.
Por Evangelina Bucari
Durante la madrugada del 17 de enero de 2010, Miguel Ángel Mazo, policía de la provincia de Buenos Aires, asesinó con su arma reglamentaria a Florencia Albornoz, de 21 años, y a un amigo de ella, Ernesto Escudero. El caso fue catalogado como doble homicidio agravado por el vínculo, ya que en ese momento no estaba vigente la figura del femicidio. En 2012, Mazo fue condenado a solo 15 años de prisión. Hoy quedará en libertad.
Florencia y su femicida tenían una hija y, además, ella tenía un hijo de una pareja anterior. Durante toda la relación y aun cuando terminó, Mazo la sometió a hechos de violencia. Ella realizó la denuncia, pero no se dictó ninguna medida de protección. Y cuando las agresiones escalaron, fue la Comisaría de Quilmes, sección primera –en la cual el agresor prestaba servicios– la encargada de custodiar su integridad. Algo que no sucedió: finalmente, Mazo ingresó a la casa donde estaba Florencia con Ernesto Escudero y los asesinó.
A la impunidad y al dolor que siente la familia Albornoz porque el asesino de Florencia caminará libre por las calles de la zona sur del conurbano bonaerense, se suma otro incumplimiento por parte del Estado. Ocurre que en 2023, tras un reclamo presentado ante la Convención Internacional para la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer (Cedaw, por su sigla en inglés), habían lograron una serie de medidas de reparación y de no repetición, con la firma de un acuerdo de solución amistosa del cual las autoridades nacionales, las de entonces y las de ahora, nunca se hicieron cargo. “El Estado argentino reconoció su responsabilidad por no haber podido resguardar a Florencia ni prevenir su femicidio. Sin embargo, el cumplimiento del acuerdo es tierra de nadie”, denunció Christian Berndt Castiglione, fundador de Justicia y Reparación, uno de los abogados que brindó asistencia jurídica para llevar adelante el reclamo del caso en la Cedaw.
¿Qué pasa cuando los agresores son parte de las fuerzas de seguridad y la violencia patriarcal se combina con la portación de un arma y la balanza desequilibrada del acceso a la justicia? De los 13 femicidios registrados en los primeros 15 días de 2025, tres fueron cometidos por y/o están acusados parejas o exparejas que eran policías, al igual que las mujeres asesinadas:
Guadalupe Mena, el 1º de enero; Yanina Noemí Zárate, el 5 de enero; y María Soledad Poblete, el 9 de enero. Al menos en uno de los casos existían denuncias previas o había medidas judiciales en curso, como pasó en 2010 con Florencia y, más recientemente, en 2021, con Úrsula Bahillo, asesinada a puñaladas luego de que un juez desestimara las múltiples denuncias contra Matías Martínez, su expareja, quien pertenecía a la Bonaerense.
A la misma fuerza pertenece el oficial Fabián Vázquez, detenido y acusado por el femicidio de Guadalupe Anahí Mena, de 19 años, quien recibió un disparo mortal en el parietal derecho. Vázquez dijo que mantenían un noviazgo con Guadalupe, que también pertenecía a la fuerza provincial, y que el arma reglamentaria se disparó cuando intentó evitar una broma de la joven.
La agente María Soledad Poblete, de 28 años, era mamá de dos niños. La encontraron asesinada en Bariloche, Río Negro. Tenía un tiro en el abdomen. Los vecinos aseguraron haber escuchado una discusión y detonaciones. Detuvieron a un policía y la investigación es por femicidio.
Yanina Noemí Zárate, de 38 años, era sargento de la Bonaerense y fue asesinada por su expareja, Gustavo Alejandro Juárez, también efectivo de esa fuerza, que luego de matarla se suicidó en su casa de Villa Gesell y ante la presencia de las dos hijas que compartían. Yanina lo había denunciado por violencia y el hombre tenía restricción de acercamiento. La causa está caratulada como “femicidio seguido de suicidio”.
Yanina Noemí Zárate, sargento de la Bonaerense asesinada por su expareja.
No son cifras
En 2024, el Observatorio Lucía Pérez registró 317 femicidios, 14 de los cuales tuvieron como autores a integrantes de la policía, las fuerzas federales o las fuerzas armadas, un número que se mantiene estable hace varios años. Según datos del Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina, elaborado por la Corte Suprema de la Nación, los agentes federales y provinciales acusados de femicidios fueron:
14 en 2023,
15 en 2022,
23 en 2021,
7 en 2020,
16 en 2019,
18 en 2018,
12 en 2017. Un dato a destacar de ese año es que todos utilizaron su pistola reglamentaria para cometer los asesinatos.
Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.
De acuerdo al informe “Uso de armas de fuego y participación de fuerzas de seguridad en femicidio (2017-2022)”, en ese período de cinco años hubo 70 víctimas directas de femicidio atacadas con armas de fuego por parte de 68 sujetos pertenecientes a las fuerzas de seguridad:
55 utilizaron su arma reglamentaria,
Dos emplearon armas de fuego autorizadas (no reglamentarias),
En un caso el arma no estaba autorizada
En los 12 restantes no hubo datos de autorización.
No repetición, no cumplimiento
En julio de 2023, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación Argentina –desmantelado por Javier Milei– acompañó el acto institucional de firma del acuerdo de solución amistosa ante la Cedaw en los casos de Florencia Albornoz y Analía Margarita Aros Soto, quien fue asesinada en 2017 y donde también se demostró la impericia estatal al demorar la solicitud de restricción. “El Estado argentino se comprometió a una reparación para ambas familias, pero ya pasó más de un año y todavía no cumplió con su parte del convenio”, explicó Berndt Castiglione. “El Estado brilla por su indiferencia: es brutal. No responden. Solo existió el pedido de disculpas en ese momento. Pero tanto en el gobierno anterior como en el actual hay una conducta de Estado sistemática, que revictimiza a las familias y eso es terrible”, enfatizó el abogado.
Berndt Castiglione detalló que entre los obligaciones asumidas se encuentran la asistencia psicológica a los familiares de las víctimas, el compromiso de llevar adelante políticas públicas que promuevan la prevención, la sanción y la erradicación de la violencia por motivos de género; y la inclusión de los casos en diversas instancias de capacitación de las fuerzas de seguridad. “Se logró algo histórico, que era el compromiso de capacitar a 20 mil efectivos policiales sobre el tratamiento y sensibilización a la hora de tomar este tipo de denuncias”, explicó Berndt Castiglione.
“Estamos a la espera de que nos respondan –detalló fundador de Justicia y Reparación–. Desde hace más de un año pedimos reunión con las autoridades del Ministerio de Justicia, la Secretaria de Derechos Humanos y la Cancillería para que el Estado les explique a ambas familias en qué instancia estamos y cómo viene el cumplimiento de todo lo que ofrecieron”. Además, se trata de “familias humildes que necesitan con urgencia esa reparación”.
Otros incumplimientos
En 2019, la Cedaw ya había intervenido en un caso contra el Estado argentino, que asumió su responsabilidad por no haber protegido a Olga del Rosario Díaz, por el intento de femicidio por parte de su expareja, el policía Luis Rolando Palavecino, luego de más de 15 años de desidia judicial por la violencia de género de la que era víctima y pasar 45 días en terapia intensiva. La denuncia ante Naciones Unidas contó con el patrocinio de la Defensoría General de la Nación.
Las autoridades argentinas se comprometieron en un acuerdo de solución amistosa a tomar “acciones destinadas a mejorar el acceso a la justicia de mujeres víctimas de violencia”. También, a realizar capacitaciones a las fuerzas de seguridad, incorporar en el plan de estudios de los cadetes y en todos los cursos exigidos al personal policial materias que traten la temática de género; y a realizar un registro público de denuncias realizadas contra jueces y juezas por casos de estos tipos de violencia. Como respuesta a ese compromiso internacional, el Consejo de la Magistratura de la Nación resolvió por unanimidad crear un registro público, que tiene datos hasta 2023, escasos si se compara con los elaborados por el Observatorio Lucía Pérez.
Para las cientos de familias que perdieron a alguien en manos de un femicida, y para los hijos e hijas que quedaron huérfanos de madre, la noticia de que Miguel Ángel Mazo quede en libertad es un duro golpe. Incuso, ya desde el penal el expolicía se dedicó a hostigar y a amenazar a la familia Albornoz. “Queremos alertar a la sociedad. Tendremos a un asesino libre en las calles”, comunicaron desde Atravesados por el Femicidio, organización de la que son parte. Y pidieron: “Como no tenemos una justicia coherente que dé penas acordes ahora vamos por la condena social para el asesino de Florencia que no se merece la inserción en la sociedad porque no cambio en nada ni se arrepintió nunca”.
Mientras el gobierno nacional asegura que bajaron los casos de femicidios, a la vez que desmantela casi todos los programas y las líneas de atención a víctimas de violencia, e incumple los tratados internacionales que podrían ayudar a la prevención, los familiares y amigos siguen exigiendo justicia y que el Estado se haga responsable y no sea cómplice con su silencio e indiferencia.
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No son cifras: femicidios y blablá
¿Qué tienen en común el vocero presidencial Manuel Adorni y la ex ministra de las Mujeres, Eli Gómez Alcorta? Ambos anunciaron que la cantidad de feminicidos habían disminuido. Adorni lo aseguró ayer en su habitual rueda de propaganda oficial. La ex ministra, el 30 de mayo de 2022. Es solo una de las coincidencias. La otra es la más contundente: ni uno ni otro gobierno asumió que todo femicidio es evitable. La tercera coincidencia está relacionada con la sensibilidad social y la responsabilidad política: no son cifras. Son vidas.
La declaración de Adorni tiene, además, un agravante: diciembre es históricamente el mes en el que se comete la mayor cantidad de estos crímenes. Este es particularmente trágico.
- En un solo día –15 de diciembre– sufrimos seis femicidios en seis diferentes provincias argentinas.
- En un solo día –el 20 de diciembre– la violencia femicida asesinó a tres víctimas, dos de ellas criaturas. Una de dos meses en Jujuy, otra de dos años en Santiago del Estero.
Durante este 2024, además, el gobierno decretó la desaparición de una herramienta esencial para la visibilización y el registro al enmudecer a la agencia Telam. Se trata, nada menos, de una fuente de información oficial y nacional que en su agenda, durante los últimos años, le dio centralidad a la cobertura de estos casos. Sin esa fuente informativa los observatorios sostenidos por la sociedad civil –como el nuestro– e incluso por los organismos de control como la Defensoría del Pueblo de Nación, han tenido que realizar un gran esfuerzo para obtener la información necesaria para actualizar sus registros. En nuestro caso, el rol de los medios territoriales ha sido central para compensar esa pérdida, ya que la mayoría de estos crímenes se cometen en localidades alejadas de las capitales provinciales.
La lista de coincidencias es extensa e incluye que ni antes ni ahora el Estado analizó los datos para diseñar lo que desde siempre falta: programas de prevención y contención. Una lectura atenta y responsable de los registros históricos podría establecer, por ejemplo, qué época del año es la más indicada para campañas de prevención y qué localidades son prioritarias para establecer programas pilotos de prevención. Esto implicaría, por supuesto, dedicar recursos económicos y profesionales a sistemas eficaces de recepción de alertas, de acompañamiento a víctimas y de contención de violencias. Implicaría, además, analizar sus resultados concretos, corregir y profundizar políticas y, sobre todo, rendir públicamente no solo los gastos, sino los porqués, los quiénes y las consecuencias negativas y positivas de cada programa. Nada más lejos de la motosierra con la que el actual gobierno arrasó lo poco que la sociedad movilizada y organizada había logrado arrancarle al Estado durante la última década.
Las consecuencias del negacionismo femicida son las que están a la vista, por tremendamente reales y cotidianas.
Los femicidios no se detienen.
El Estado es responsable no es una frase.
Acá podés leer la introducción al Informe 2024 de nuestro Observatorio Lucía Pérez de Violencia Patriarcal.
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Conmovedora acción contra los femicidios en el estadio Maradona
Todas las luces del Estadio Diego Armando Maradona se apagaron. Minutos antes del partido de Argentinos Juniors contra Barracas Central, solo se encendió un reflector: el que iluminaba las butacas de la platea Francis Cornejo. Cada una de las butacas con un nombre.
Tamara
Vanesa
Sheila
Abril
Rocio
Elena
Ana
Los nombres en las butacas del estadio de Argentinos Juniors. Fotos: Sebastián Smok/lavaca.org.
Aquí se puede ver la imagen de cómo fue ese momento.
Fue el modo que se utilizó para mostrar los 277 nombres de víctimas de femicidios y travesticidios en lo que va de este año hasta hoy: 25 de noviembre, Día Internacional de la Lucha contra la Violencia hacia la Mujer.
En la oscuridad absoluta la voz del estadio dijo desde todos los parlantes: “Esas butacas vacías, cada una con el nombre de una víctima de femicidio, son un recordatorio doloroso: en lo que va del año 277 mujeres han sido asesinadas por el solo hecho de ser mujer. No son solo cifras, son historias, son ausencias”.
Fotos: Sebastián Smok/lavaca.org.
Y un aplauso conmovedor y sincero inundó todo el estadio.
La acción fue impulsada por Secretaría de Género de Argentinos Juniors junto al Observatorio Lucía Pérez para visibilizar la violencia machista en nuestro país.
Las integrantes de la Secretaría de Géneros de Argentinos Juniors y del Observatorio Lucía Pérez. Fotos: Sebastián Smok/lavaca.org.
“La idea fue dejar un espacio vacío de la tribuna con los nombres de las mujeres asesinadas durante este año, y mostrar así la falta, que ellas hoy no están pudiendo venir a la cancha. Tomamos el mensaje del Observatorio: no son solo cifras, sino que detrás de cada uno de estos nombres , hay una historia”, dice a lavaca Mariel Alonso en la previa al partido mientras se repartían volantes con la invitación a visitar la web de la Secretaría del club y conocer la acción que se estaba por llevar a cabo.
Las camisetas de los jugadores adaptadas para el evento programado por la Secretaría de Géneros del club. Fotos: Sebastián Smok/lavaca.org.
Las butacas vacías se iluminaron luego de la entrada en calor de los jugadores, que minutos después salieron a la cancha con un parche en la camiseta oficial que dice 25N, en homenaje a este día. Los suplentes salieron al campo con una remera especialmente diseñada para hoy que en la espalda tenía un dibujo que entre mujeres y banderas dejaba ver dos mensajes: “25N” y “Rompamos el silencio”.
Fotos: Sebastián Smok/lavaca.org.
“Hacer estas acciones en un club es fundamental”, explica Vanina Sánchez, secretaria de Géneros de la Asociación Atlética Argentinos Juniors. “Los clubes de fútbol no son solamente de fútbol, son también espacios donde las mujeres y los hombres venimos a pasarla bien, a alentar por nuestros colores, y son lugares donde estas batallas hay que darlas. Es súper importante que como institución deportiva podamos dar un mensaje: el de que es importante involucrarnos, defender nuestros derechos, y pedir también justicia por todas las mujeres que ya no están”.
Fotos: Sebastián Smok/lavaca.org.
El Observatorio Lucía Pérez, que lleva el nombre de la joven asesinada en Mar del Plata, es una herramienta de información, análisis, debate y acción creada por Cooperativa lavaca con el objetivo de generar el primer padrón autogestionado y público de femicidios y travesticidios de Argentina. Toda la información está disponible y es de libre acceso con el objetivo de que aporte así a encontrar una solución frente a la violencia. Toda la info se puede ver acá: https://observatorioluciaperez.org/
Fotos: Sebastián Smok/lavaca.org.
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