Nota
10 de diciembre: la sesión para votar el Aborto Legal ya tiene fecha
La diputada Cecilia Moreau confirmó hoy, el día del cuarto debate legislativo, la fecha en la que la Cámara de Diputados votará la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Anticipó la dinámica para que la calle se organice para acompañar y empujar la media sanción de la Ley. Qué dijeron las y los diputados para argumentar a favor y en contra. Y el remate de Moreau sobre el final, quien relató un aborto clandestino en primera persona que debió hacerse a los 16 años: “A cada una de nosotras le puede pasar. Y no tenemos que tener miedo; miedo a hablar, miedo a poder decidir qué hacer, miedo a charlarlo los padres; miedo a tomar una decisión que, si no lo hacés contenida, acompañada y cuidada por el Estado, te puede sacar la vida”.
Se confirmó la fecha. Por segunda vez en la historia el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo llegará al recinto para ser votado en la Cámara de Diputados en búsqueda de la media sanción. Lo confirmó la diputada Cecilia Moreau, presidenta de la comisión cabecera del tratamiento, durante la última jornada de debate en sesiones informativas.
“Quiero recordar para quienes tengan que viajar que el día miércoles (9 de diciembre) se va a firmar el dictamen y el día jueves (10) se va a convocar a la sesión por este tema”, detalló la diputada.
Y así quedó confirmada una nueva fecha histórica.

Voces a favor
En el plenario de comisiones, esta vez sin invitados ni invitadas, se escucharon las voces -no sin obviar problemas técnicos y de conexión- de alrededor de treinta diputados y diputadas. La mayoría a favor, la mayoría mujeres, y la mayoría, también, del oficialismo. Durante la mañana la posición a favor de la legalización fue casi unánime; solo un diputado -Karim Alume, del Frente de Todos en San Luis- se mostró en contra pero argumentó por la despenalización. Durante la tarde varias legisladoras expusieron sobre porqué no alcanza con la despenalización.
A la tarde hubo más variedad pero mayoría acompañó el proyecto. La primera voz militantemente en contra se escuchó recién cerca de las cuatro de la tarde, fue la diputada Dina Rezinovsky, del PRO de la Ciudad de Buenos Aires que, aunque es parte de una de las instituciones de la política argentina, dijo que no vio cómo la política transforma la vida de las personas como lo hace la iglesia. Su compañera de partido y de distrito, Camila Crescimbeni, de las más jóvenes de la Cámara, tiene 30 años, argumentó a favor. También lo hizo con una sentida exposición la diputada Silvia Lospennato, vicepresidenta de una de las comisiones intervinientes, y quien en 2018 fue parte del grupo transversal Las Sororas.
Mientras tanto, la calle acompañó vestida de verde. Desde la mañana hubo acciones alrededor del Congreso de la Nación, donde la Cámara de Diputados estaba discutiendo el proyecto en comisiones, pero donde también los senadores y senadoras sesionaban en el recinto. Fueron varios los y las legisladoras que durante la jornada reafirmaron que el debate volvió a ingresar al parlamento por la fuerza del movimiento feminista y no respondiendo, únicamente, a lo partidario. El diputado Leonardo Grosso, en esa línea pidió que el debate no quede atrapado por la grieta, y dijo: “Si bajaron las muertes en la clandestinidad del aborto fue porque los feminismos construyeron redes que permitieron garantizar condiciones más seguras, el que está en deuda con la sociedad es el Estado».
Algunas diputadas también recordaron a mujeres muertas por la clandestinidad. Patricia Mounier compartió la historia de Ana María Acevedo, nombró la lucha de Norma, su mamá, y de sus hijxs, y pidió «por tantas Ana Marías en nuestro país: que sea ley». La misma historia también la contó la diputada Carolina Gaillard, presidenta de la Comisión de Legislación General, quien también relató como en su pueblo en Entre Ríos le obstaculizaron el acceso a un aborto legal a una niña, le ofrecieron una casa a la familia y se la pintaron de celeste. En el debate se nombró también a Mariela, quien murió en Córdoba a causa de un aborto clandestino y que su historia se conoció esta semana.
Los dolorosos números en relación a niñas y adolescentes los compartió la diputada de la UCR por Córdoba Brenda Austin: de las muertes maternas de 2016-2018 el 15% eran niñas entre 15 y 19 años. En esos mismos tres años 7262 niñas entre 10 y 14 años fueron madres y 5800 fueron producto de embarazos no intencionales. La diputada Florencia Lampreabe, del Frente de Todos en la Provincia de Buenos Aires, expuso en la misma línea “Queremos un país en el que no haya niñas torturadas, ni violentadas, ni mujeres forzadas a ser madres”.

Hubo argumentos políticos, sanitarios –hubo diputadas argumentaron como trabajadoras de la salud-, jurídicos y sociales. La mayoría a favor, pero también en contra.
La salteña Alcira Figueroa compartió lo nerviosa que estaba por el debate y cómo pidió ayuda a la Pachamama para saber qué decir. Regaló entonces una pregunta: “¿En qué momento el aborto pasó a ser un pecado y la mujer fue criminalizada por esa práctica tan antigua y ancestral?”.
Relato en primera persona
Cerca de las seis de la tarde fue nuevamente Cecilia Moreau la encargada de cerrar el plenario de comisiones, tal como lo había iniciado el martes de esta semana. Agradeció el marco de escucha y respeto en el que se dieron las reuniones y remarcó el logro que significa dar el debate: “Esta discusión no la abrió la política. Muchas veces creemos que dar estos debates son contraproducentes, porque como decía alguna diputada tenés la mitad de la biblioteca para un lado y la mitad de la biblioteca para el otro; porque son debates que generan dilemas y muchas veces la dirigencia política prefiere no tomar partido. Porque tomar partido para unos y para otros en algún sentido implica pagar costos políticos: debemos estar orgullosos de llevar este debate adelante, porque nos estamos haciendo cargo”.
Después, con la voz notablemente emocionada, relató un aborto clandestino que ella misma se practicó: “A esta mujer que está presidiendo el debate a le pasó a los 16 años: me falló el método anticonceptivo. Yo tomé la decisión de interrumpir ese embarazo, y la tomé consciente de lo que estaba haciendo. Yo era una nena que quería tener una vida, soñaba con ser médica, con militar, con viajar, con vivir un montón de cosas que hasta ese momento no había vivido. Tuve la suerte de hablarlo con mi mamá sin miedo, y que con mi decisión consciente y responsable me acompañase. También tuve la suerte de que tenía los medios económicos como para llegar a un consultorio en el barrio de Recoleta un sábado a la mañana; en ese momento no había Misoprostol. Fui, había un médico, un anestesista, había un lugar seguro, tenía la plata -$30.000 creo que era en ese momento, una barbaridad-. También me pasó que en mi colegio, en el Nacional de San Isidro, he vivido situaciones de compañeras que no tuvieron la posibilidad que tuve yo de acceder a un aborto más seguro, y esas compañeras tuvieron que vivir situaciones traumáticas. No murieron, algunas de ellas sí perdió la fertilidad y la posibilidad de ser madre más adelante. Tengo una hija que es lo que más amo en la vida, y cuando tomé la decisión de maternar fue a conciencia y la decisión más feliz que me hizo en mi vida. A mí no me pesa el embarazo que interrumpí, al día de hoy lo que me sigue pesando es el miedo y la clandestinidad, el miedo que sentí siendo una nena sintiendo que estaba haciendo algo que estaba prohibido, sintiendo que podía ir presa por lo que estaba haciendo. En definitiva, estaba tomando una decisión sobre mi propia vida. Y las mujeres y las nenas tenemos derecho a tomar decisiones. Lo que tenemos que hacer es pensar que a las próximas generaciones, a nuestras hijas, a las hijas de todos y cada una de nosotras le puede pasar, y en el caso de que les pase lo que me paso a mí, lo que le paso a muchas, tienen que tener la certeza de no tener miedo; miedo a hablar, miedo a poder decidir qué hacer, miedo a charlarlo con los padres; miedo a tomar una decisión que, si no lo hacés contenida, acompañada, cuidada por el Estado, por la familia, te puede sacar la vida”.
Dejó así a un auditorio en silencio e impactado, que deberá votar el 10 si quiere seguir perpetuando este tipo de relatos.
Moreau pidió, para cerrar, que el próximo jueves, cuando el proyecto se vote en el recinto, puedan los diputados y diputadas decirle a la sociedad “que este Congreso se hace cargo de los debates que encara».
Que así sea.
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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