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#8M: El día en que todo cambió

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Cuatro miradas sobre la manifestación que desbordó las calles de la ciudad de Buenos Aires y sacudió las categorías políticas tradicionales.

Uno

Lo que acaba de pasar fue enorme.
Lo que acabamos de hacer fue inmenso.
Y fue mundial.
No tenemos otra escala para medirlo que la de los cuerpos haciendo política en la calle ni otra referencia en la historia argentina que la del 17 de Octubre, cuando la ola metió la patas en la fuente para irrumpir así en la agenda institucional.
Hoy un millón de mujeres desbordaron todo lo conocido tal como lo conocíamos hasta hoy. Desbordaron incluso a quienes pretendieron organizar el acto, que fueron sorprendidas por la cantidad, pero sobre todo por la dimensión política que esa cantidad implica.

#8M: El día en que todo cambió

Foto: Nacho Yuchark


Así, la marcha del 8M no fue una marcha: nadie podía dar un paso porque la multitud había copado la Avenida de Mayo desde Congreso hasta Plaza de Mayo antes de las 17,30, la hora indicada para realizarla.
Tampoco tuvo cabecera: la que habían armado las “organizadoras” quedó atascada por la multitud a la altura de la calle Piedras, sin siquiera ser reconocida como tal por la inmensa mayoría de las mujeres que estaban entusiasmadas con sus propias banderas, organizaciones y compañeras.
No tuvo tampoco seguridad, porque la marea verde se expandió tanto que garantizó por sí sola que la calle era de todas.
Tampoco tuvo palabras, a pesar de la lectura tardía de un documento al que prestaron atención demasiadas pocas y entendieron menos. “¿Escuché mal o acaban de pedir la aparición con vida de Santiago Maldonado?”, se reía una quinceañera con los cachetes pintados con purpurina violeta y el pañuelo de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito convertido en top.
“Nos quitaron tanto que nos sacaron el miedo”, grita una cartulina blanca que pasa delante de tres dirigentes que improvisaban en la avenida 9 de Julio un cónclave tratando de decidir cómo se las ingeniarían sus organizaciones para llegar hasta el escenario, distante a cinco cuadras en las que ya no cabía un alfiler.
Imposible.
Lo que acaba de pasar, lo que acabamos de hacer, es lo imposible.
Nada lo resume, nadie lo representa, ninguna lo dirige y todas lo protagonizamos.
¿Qué significa, entonces, algo así?
¿Qué nos está diciendo a nosotras, acá abajo y al lado, y al poder, allá arriba y tan lejos?
Como todo lo inmenso, inabarcable, irrepreresentable, nos está diciendo algo sencillo, mínimo, puntual.
Nos está diciendo, sin dudas, Aborto legal Ya!
También, que ha madurado un nuevo movimiento político que tiene enormes dimensiones y una identidad fuerte, clara, definida.
Se llama feminismo y lo atraviesa todo.
Se llama feminismo y lo desborda todo.
Se llama feminismo y punto.
“No nos para nadie: nosotras paramos”, sintetiza un cartel de tela.
No hay mucho más que decir, por ahora, sin caer en generalizaciones, especulaciones y otras falsedades que lo achican, deforman o manipulan para hacerlo entrar en las categorías políticas conocidas.
Lo que acaba de pasar, lo que acabamos de hacer, es lo nuevo.
#8M: El día en que todo cambió

Foto: Nacho Yuchark

Dos

Dicen que el mar está compuesto por gotas exactamente iguales. Pero la marea de mujeres del 8 M se formó con miles y miles de gotas, todas diferentes, que fluyeron desde Plaza de Mayo, rebalsaron la Avenida de Mayo, e inundaron toda la zona de Congreso. Allí estaban las de siempre, mujeres con sus mochilas y sus batallas a cuestas, en un estado de alegría difícil de encontrar en otro tipo de manifestaciones. Y había también un enorme porcentaje de chicas jóvenes, de sub 30 y también sub 20, adueñándose de la calle.
Las pancartas manuscritas fueron un enorme medio de comunicación. Sólo algunos ejemplos:
· “Ningún pibe nace machista”.
· “Nuestra postura favorita: arriba nosotras y abajo el patriarcado”.
· “Ni flores ni bombones: queremos que dejen de matarnos”.
· “Plantando rebeliones se cosechan libertadas”.
· “Basta, vivas nos queremos”.
· “Las ricas abortan, la pobres mueren”.
· “Abortá al patriarcado”.
· “Si sos neutral en situaciones de injusticia, estás del lado del opresor”.
· “El feminismo me cambió la vida y no dejaré que tu machismo me la quite”.
· “Ni Dios, ni patrón, ni marido, ni partido”.
· “Quiero salir sin miedo”.
· “Soy mía”.

#8M: El día en que todo cambió

Foto: Nacho Yuchark

No me quiero enojar

Bárbara tiene 27 años. Llegó desde Lanús. “¿Por qué vine? Me parece fundamental la despenalización del aborto, y lo que espero además es que nos podamos repreguntar las cosas que naturalizamos: las tareas de la mujer dentro del hogar, todo lo que busca reglamentarnos día a día tanto en la familia como en el trabajo”.
Sobre las voces que se oponen a la legalización del aborto. “Las personas que hablan creo que no pasaron por esa situación de qué hacer con un embarazo no deseado. Trato de no enojarme con esas personas. A ellas les puede irritar lo que yo pienso. Pero yo no quiero ser así. No quiero discriminar al otro por lo que hace, ni que me discriminen a mí. No está bueno que te señalen con el dedo, entonces yo tampoco señalo a nadie. Tengo la esperanza de que la gente que piensa así un día cambie su mirada, sin necesidad de que yo ni nadie las juzgue”.
Luciana, 33, llegó con Bárbara: “Apoyo el aborto legal, que no exista el machismo, que haya protección hacia las mujeres, cortar las violaciones, la violencia y todo lo que tenga que ver con el maltrato a la mujer. Por ser mujer parece que estamos un escalón más abajo que el hombre. Pero si nos apoyamos entre nosotras, esto va a cambiar”.

#8M: El día en que todo cambió

Foto: Nacho Yuchark

Chicas imparables

Claudia: “Vengo porque como mujer sufro cotidianamente los acosos, la violencia, la desigualdad, la injusticia en los espacios laborales. Gano menos que mis compañeros varones, y todo en medio de un modelo que revienta el ambiente… así que vine por muchas cosas”.
Sobre el futuro: “Todos estos movimientos suelen entrar en una meseta. Pero acá no, porque está lleno de chicas, de gente joven, toda gente de la edad de mis hijos. Y además las acompañan hermanos, novios, maridos, amigos. Ellas no nos van a dejar quedarnos, van a seguir esta movida, y está pasando en todo el continente. A no ser que pase algo grave, algo de corte represivo, a esto no lo para nadie. Lo que falta es lograr que se transforme en políticas públicas”.
Florencia tiene 25, como sus amigas. Conversan: “En estos últimos años cambiaron muchas cosas. Las mujeres grandes, como mi mamá, están mucho más permeables. Cuando hablaba con ella sobre temas de patriarcado en nuestra casa, de machismo, y ella no me escuchaba, como que aceptaba la situación, la daba por natural. Hoy cambió muchísimo”. Una de sus amigas: “Cuando le hablabas a los chicos que conocemos sobre el acoso en la calle te decían que eras exagerada, o muy sensible. Este año empezaron a pedir disculpas, como que tomaron consciencia de lo que sufríamos. Así que hay que seguir hablando. Y con esta masividad creo que va a terminar habiendo un cambio”, dice mientras pasan grupos que cantan lo que ha dado en llamarse “hit del verano”.
Mirta llegó a la marcha para vender gaseosas y cervezas. Vive en Florencio Varela, tiene 60 años. “El machismo estaba mal, y está peor. Hoy una vecina me contó que escuchó por
televisión que un tipo quemó a la mujer porque no le gustaron las empanadas que ella había cocinado. La mató”. Se refiere a Florencia Velázquez de 23 años asesinada en Merlo por Leonel Cabral.
Mirta mira sus botellas: “Cuando yo tenía 18 años, embarazada de 8 meses, mi marido me pegaba hasta dejarme los ojos con moretones verdes. Si me escapaba, me iba a buscar, me encontraba, me mataba a golpes y me llevaba de los pelos”.
¿Se separó? “No, no te separás, por miedo. Gracias a Dios ese hijo de puta murió. Pero hay que aprender a separarse”.
Mirta tuvo aquel hijo, y dos más. “La nena del medio falleció. Tenía 20 años. El novio la tiró de un 9ª piso. Era hijo de un policía. Nunca se pudo hacer nada, porque yo no tengo plata. Y si no tenés plata no hay ley para vos”. Esa chica asesinada se llamaba Cintia, y tenía una beba de dos años: “La crío yo a mi nieta. Se llama Brisa. Tiene 18 años. Pero es distinta: piensa bien. Sabe que no le pueden pegar. Y que si le pegan una vez, le van a pegar siempre”.
Mirta cree que la vida está funcionando mal: “Tengo 60 años, diabetes, y vengo a vender porque si no, no tengo nada. No sabés el dolor que tengo. Podés trabajar en estas marchas, pero si querés vender en la calle, te echan de todos lados, como a los perros. Así que está bien que todo el mundo haga cosas porque la vida está muy mal, y cuando le veo la cara a mi nieta quiero que la vida esté un poco mejor”.

#8M: El día en que todo cambió

Foto: Nacho Yuchark

Tres

¿Qué veo?
A las mujeres de Barrios de Pie con vinchas sensuales en la cabeza.
A pibas, muchas, pintándose la cara, los labios, los ojos. Poniéndose brillos. ¿Qué es eso? ¿Una ceremonia? Sacan de las mochilas, carteras, riñoneras, lápiz labiales verdes, brillantina, rimmel. Una pinta a la otra, y lo pasan. ¿Es una ceremonia o una preparación para la ceremonia? Las dos, quizás.
A mujeres de distintas generaciones juntas, la madre, la hija, la abuela.
A las que llevan carteles en la mano.
A mujeres de a pie.
Banderas, pancartas, remeras, todas gritando.
¿Qué?
“Basta”.
A las que hacen sonar los tambores.
A las que comen los choris y chorrean la cervilleta y les encanta.
A las que sonríen emocionadas.
A las que putean.
Miles y miles con pañuelos verdes que piden aborto legal, seguro y gratuita.
YA.
Miles y miles.
Cientos de miles de mujeres.
A todas.
¿Qué escucho?
Que abajo el patriarcado.
Que arriba el feminismo.
Que queremos abortar en el hospital.
Que wow, cuanta gente.
Que te acordá cuando éramos poquitas.
Que que emocionante esto esté sucediendo.
Que no tenemos miedo.
Que estamos para nosotras.
Que no nos para nadie.
Que ya está, que ese sistema no funcionó, que acá se cocina lo nuevo.
¿Qué siento?
Un tono.
Es diferente.
El encuentro se convirtió en grito.
Un estamos hartas.
Un algo que es abrazo y que ahora es agarrarnos de la mano y dale que vamos.
Un dale que venimos.
Un dale que ya estamos.
Un no pedimos permiso.
Un lo estamos haciendo, lo estamos transformando.

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Foto: Nacho Yuchark

Cuatro

Si el primer grito Ni Una Menos fue una concentración que exigía una cura social a un genocidio, este 8M fue un desborde arrollador que te pasaba por arriba, sin perdón ni permiso. Esa irrupción ya es una marca que deja huella y nos habla sobre la maduración de un movimiento único, que avanzó a pasos enormes sobre cuerpos y mentes.
¿Estamos ante el movimiento más maravilloso, creativo, heterogéneo, trans, gremial, social y político que hay en Argentina?
Estamos en eso.
Puro desborde, puro deseo, puro grito, puro canto, pura garganta.
Hay mujeres con brillo en la cara y en las tetas y con pelos verdes y fucsias y rojos y con cervezas en la mano y cantando y felices de estar así, en un “Y” que es infinito, una conjunción constante de disrupciones a un orden al que le están escupiendo en la cara una verdad: que está muerto.
¿Está?
Estamos en eso.
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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