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A veces, el mejor futbolista del mundo no puede con un director de cine

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No hay explicaciones enteras del partido Argentina, pero la mirada de Ariel Scher permite enfocar la cuestión desde ángulos bien distintos: por qué Argentina no pudo ganar, por qué Islandia empató bien, cómo se vivió desde Moscú y cómo sigue el Mundial de Rusia. Fotos de Sebastian Smok.

A veces, el mejor futbolista del mundo no puede con un director de cine

Foto desde Moscú: Sebstian Smok

Por Ariel Scher desde Moscú

POR ESO EL FÚTBOL es el fútbol: un hombre del que habla la humanidad todo el tiempo no pudo con un hombre al que la humanidad ni menciona.
Eso no es la explicación entera, pero dice algo.
Lionel Messi, ese crack que está siempre en el centro de la historia, se encontró con la resistencia de Hannes Helldorson, un arquero sin fama pero con manos convencidas, que le atajó un penal a los 63 minutos, en la mejor circunstancia con la que Argentina contó para transformar en dulce un debut mundialista que cerró con el regusto de la frustración. Un empate 1 a 1 con Islandia, un empate que nació con augurios de no empate porque el Kun Agüero movió la red con una definición de zurda y muy suya a los 19 minutos, es una instalación de claroscuros futbolísticos: estos campeonatos no conceden la posibilidad de demasiados errores, el rival certificó tanto sus méritos como que no es una potencia de la pelota y es difícil suponer que los adversarios que vienen -Croacia y Nigeria- no sean hasta más exigentes que el que pasó.

A veces, el mejor futbolista del mundo no puede con un director de cine

Foto desde Moscú: Sebstian Smok


En Moscú, las 44.190 personas que llenaron el estadio del Spartak le pusieron al contexto un fuego que el partido tuvo y no tuvo. Messi, atrapador de casi todas las pupilas, tocó la pelota por primera vez cuando faltaban dos segundos para los cuatro minutos. Antes, los hinchas argentinos le habían puesto música, de cumbia, de rock y de Despacito a los subtes infinitos de la ciudad infinita, se habían engalanado con sus mejores camisetas blancas, celestes y blancas o con las de sus clubes de muchas partes del país y se habían permitido conmoverse con una clásica tonada islandesa que recorrió las tribunas con sus gentes poniendo el corazón en la voz. Antes, además, a algún fanático hasta le pidieron 1.700 dólares por una entrada revendida y antes, sobre todo, ningún pronóstico que llevara tonadas porteñas, cordobesas, rosarinas, tucumanas y más auguraba otra cosa que una victoria de la Selección.
A veces, el mejor futbolista del mundo no puede con un director de cine

Foto desde Moscú: Sebastian Smok.


Sabía Argentina que se iba a quedar con la pelota. Lo sabían sus jugadores. Y sus hinchas, desde Maradona, quien recibía ovaciones erguido como un póster del pasado en un rincón alto del estadio, hasta los portadores de una variedad de banderas tan vasta que costaba corroborar que en la Argentina caben tantos lugares («¿qué es ser villero?», preguntó un español con entradas para este duelo que se plantó frente a una bandera de hinchas de Laferrere que incluía esa palabra). Lo sabían y sabían, por supuesto, que lo mejor que podía hacer con esa pelota consistía en hacérsela llegar a Messi en las condiciones más cómodas posibles para que desplegara su genio. Se enturbió eso porque los dos mediocampistas centrales -Mascherano y Biglia- abastecieron de pocos pases nítidos a Messi en medio de la colección de músculos islandeses y porque el fútbol necesita de inspiraciones de las que Argentina expuso en cuentagotas. Narrada en reverso, la historia sería que Argentina dispuso de una elaboración más fluida cuando Banega sustituyó a Biglia y funcionó como un receptor de juego que achicaba la soledad del 10 y cuando Pavón entró por Di María y le concedió al equipo la posibilidad de desequilibrar por la fórmula más vieja del fútbol, o sea que el delantero superara al defensor. Justo al suceder eso, Messi no respiraba su aire más puro porque el penal se le había esfumado, pero, aun así, pudo enhebrar algunas combinaciones más profundas. Un zurdazo se le fue por poco, un derechazo se le fue por otro poco, un tiro libre, el tiro del final de la película, lo estampó en la barrera. No era su jornada para amargar a Halldorson.
A veces, el mejor futbolista del mundo no puede con un director de cine

Foto desde Moscú: Sebstian Smok


Quizás ese señor de Newell’s que desembarcó en la casa del Spartak en el subte 7 o esa joven que tarareó el nombre de su patria con ritmo de Callejeros en los bordes de la cancha o ese que escaló las tribunas con dos muletas como torres y una efigie de Messi en la cabeza estarían ahora en danza completa si la Selección hubiera capitalizado la ventaja tan deseada que le permitió el golazo de Agüero. Pero fue un equipo que pensó poco en la cancha, que no se plantó como dueño del desarrollo, que circuló sin fineza las salidas defensivas y que dejó ir un primer tiempo estático y un partido entero de muy módica inspiración. Todo eso abrió las puertas para que Islandia semidesnudara la vulnerabilidad del bloque defensivo en el que un solo hombre requirió la atención de los dos centrales y los dos mediocampistas más retrasados. Cualquiera que haya cursado matemáticas en la escuela infiere que con esas cuentas resultaba complejo que Argentina lograra superioridad numérica en ofensiva. Y se notó.
A veces, el mejor futbolista del mundo no puede con un director de cineHalldorson, el de las manos convencidas, además de arquero director de cine, repitió el convencimiento más cerca del final cuando Pavón, que había ingresado por Di María, lo exigió con uno de los derechazos cruzados que patentó con los colores de Boca. Y también Halldorson falló nada en las pelotas aéreas que correspondía que resolviera o en el tiro inaugural que le surtió Messi, a los 16 de la primera mitad. Halldorson respaldó a un equipo sin brillos técnicos y experto en el argumento que lo trasladó al escenario del gran fútbol: ceder la pelota, lanzarla en busca del lungo Finnbogason o de la velocidad de sus veloces compañeros por los costados y evidenciar las debilidades de las defensas contrarias. El lungo metió la más clara de su tarde a los 23 minutos y fabricó el suficiente espacio como para que Islandia se ilusionara durante fugacidades hasta con más que la igualdad.
Y, como si las historias difíciles se empecinaran a veces en hacerse más difíciles, el penal.
A veces, el mejor futbolista del mundo no puede con un director de cineEl penal que no debería distorsionar el análisis ni maquillar insuficiencias aunque sí modificaría los gestos.
El más mundial de los futbolistas chocó con un futbolista que el mundo recién conoce a partir del día que los puso cara a cara en Rusia. Se pellizcan para creerlo los hinchas de celeste, blanco y celeste que se esparcen por las calles de Moscú como seguro lo hacen los que andan en las calles de un montón de pueblos argentinos. Habrá que ver si, en el futuro inmediato, los espera un asombro peor o mejor.
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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

Taller: ¡Autogestioná tu Podcast!

De la idea al audio: taller de creación de podcast 

Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.

¿Cómo hacer sonar una idea? Desde el concepto al formato, desde la idea al sonido. Vamos a recorrer todo el proceso: planificación, producción, grabación, edición, distribución y promoción.

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Duración: 4 encuentros de 3 horas cada uno
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Docente:

Mariano Randazzo, comunicador y realizador sonoro con más de 30 años de experiencia en radio. Trabaja en medios comunitarios, públicos y privados. Participó en más de 20 proyectos de podcast, ocupando distintos roles de producción. También es docente y capacitador.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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