Nota
Alerta Posadas: por qué está en juego la salud pública
Trabajadores del Hospital Posadas realizaron un paro de 24 horas, un abrazo simbólico y una movilización en reclamo por los 122 despidos de enero que estuvo custodiada por un excesivo operativo de Gendarmería. Los despedidos son profesionales de hasta 20 años de trayectoria con varios puntos en común: todos estaban precarizados y muchos se habían opuesto a la extensión de la jornada laboral del sector de Enfermería a 12 horas. No los indemnizaron. Ahora, denuncian que contratan monotributistas. Testimonios de trabajadores que revelan por qué está en riesgo la salud pública.
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El enfermero Sergio Villalba estaba de vacaciones en Misiones cuando le mandaron un mensaje notificándole que había sido despedido después de 10 años de trabajar en el Hospital Posadas. El 24 de enero ya estaba de vuelta en Buenos Aires. No sólo es una de las 122 personas despedidas sino que es uno de los 15 delegados echados de la Asociación Sindical de Profesionales de la Salud de la Provincia de Buenos Aires (CICOP), uno de los sindicatos que se opuso a la extensión de 10 a 12 horas de la jornada laboral de enfermería. “Éramos 21: quedamos 6”, dice hoy. E interpreta sobre esa cuenta matemática: “Es político”.

Foto: Nacho Yuchark para lavaca.org
Son las 11 de la mañana bajo un sol que hierve y Villalba sostiene una bandera que dice «No a los despidos en el Hospital Posadas. Defendamos la salud pública». Es la cabecera de una caravana que en minutos marchará hacia la autopista Acceso Oeste luego del llamado a un paro de 24 horas y a un abrazo simbólico a la institución que fue una pieza más de un enero caliente: más de 3 mil trabajadores públicos quedaron en la calle. Es por eso que, desde los megáfonos, se anuncia el siguiente cronograma:
- Marchar el 15 de febrero en movilización convocada por ATE.
- Convocar el 17 a un encuentro de trabajadores (estatales y privados, despedidos y con empleo) en el Hospital.
- Marchar el 21 en la movilización convocada por Camioneros, un sector de la CGT, las dos CTA y organizaciones sociales.
La actual marcha es supervisada por un excesivo operativo de Gendarmería: sobre la autopista hay al menos 15 vehículos con cientos de efectivos que, con escudos, escopetas y drones, mira hacia abajo a un mismo punto, en dirección al grupo de médicos que reclama por los 122 trabajadores despedidos.

Foto: Nacho Yuchark para lavaca.org
El Estado gendarme
Las enfermeras del turno noche montaron un kiosco solidario en el hall central del hospital para recaudar fondos. Es uno de los sectores más vapuleados por los despidos de enero: no sólo denuncian que llevan siete meses sin cobrar más del 70 por ciento de su salario producto de una “represalia” por rechazar la extensión de su jornada laboral a 12 horas, sino que muchas de ellas fueron despedidas.
Así lo cuenta Fátima Gutiérrez, 38 años, 13 como enfermera en terapia intensiva pediátrica: “Empezó por un reclamo en el que nos querían imponer 12 horas de trabajo: es insalubre. Cuando fuimos a la Justicia y empezó la represalia: nos descontaron el 70 por ciento del sueldo durante siete meses. En mi caso pude aguantar porque soy soltera, pero imaginate los compañeros que tienen hijos, familia y deben pagar un alquiler. Presentamos un amparo y al comienzo éramos 125; luego quedamos 70. Es que es muy doloroso que te descuenten sabiendo que venís a trabajar todos los días. De todos modos, nadie se salvó: esas personas también fueron despedidas”.
-¿Por qué?
-Quieren que haya gente que obedezca y cumpla las disposiciones del establecimiento sin quejarse. Hacen esto porque van a precarizar.
Luego de los despidos, los trabajadores realizaron asambleas dentro del hospital, exigieron la participación de los sindicatos en los reclamos y marcharon hasta el Ministerio de Salud. No tuvieron respuestas. Tampoco desde algunos gremios. Todos los trabajadores consultados cuestionan la participación de la seccional Morón de ATE (a la que están afiliados muchos de los despedidos) y de su secretario general, Darío Silva: se viralizaron videos en los que se ve cómo una patota golpeó a los trabajadores echados que se habían acercado a pedir una asamblea para tratar el tema. El escándalo motivó a que integrantes de ATE Nacional acudan a las asambleas convocadas por los propios trabajadores, que manifestaron su apoyo al reclamo.

Foto: Nacho Yuchark para lavaca.org
Karina Almirón tiene 47 años y trabaja hace 15 en el Posadas como técnica de anatomía patológica especializada en inmunohistoquímica, un estudio que ayuda a diagnosticar enfermadades como cáncer. “Yo era la única del Hospital que hacía ese estudio. Para reemplazarme contrataron a cuatro personas. Por un lado, le hicieron levantar el parte médico a una compañera que me ayudaba a mí, tomaron una estudiante de primer año sin título, a una tercera que va a venir algunos días y a una cuarta persona que les va a enseñar los sábados. Todos como monotributistas. Ahí te das cuenta que no es un problema de presupuesto o de dinero, porque van a gastar 60 mil pesos cuando yo tenía un sueldo de 13500, uno de los más bajos. Sólo quieren cambiar las condiciones de los trabajadores en el Estado y dejarlos sin ningún derecho”.
-¿Cómo fue el derrotero?
-El 15 de enero nos avisaron que teníamos que ver si estábamos o no en las listas de renovación de contrato. No estábamos en ninguna. Nos informan que nuestro contrato había vencido el 31 de diciembre del año pasado, con lo que nos enteramos 15 días después. No sólo no nos quieren pagar la indemnización sino tampoco los 15 días de enero que efectivamente trabajamos. Esa es la modalidad aquí: tenemos solo un 15% de planta permanente, que son compañeros que están muy cerca de la jubilación, y el 85% restante está contratado bajo diferentes modalidades. Algunos teníamos algo llamado “Contrato Posadas”, que se renovaba automáticamente y ya no existe más. Otros el “Contrato 48”, común en todo el Estado. Pero ahora están cambiando esas condiciones y están convocando a monotributistas, ni siquiera contratados.
-¿Cómo sigue aquí?
-Estamos pidiendo la reinstalación. Muchos teníamos tutela sindical: en mi caso por haber sido candidata delegada no electa, otros porque eran delegados de CICOP (Asociación Sindical de Profesionales de la Salud de la Provincia de Buenos Aires). Pero tenemos cuatro compañeras enfermas de cáncer, dos compañeras embarazadas, tres con hijos con discapacidad a cargo. Sobran razones para pelear: muchas de nosotras tenemos 15, 18 y 20 años de trabajo. Y ni siquiera nos indemnizaron, lo que es una particularidad, porque en otros organismos el Estado los indemnizó. Acá están diciendo que no corresponde: por donde se lo mire, es una ilegalidad. Nos están robando, estamos peleando por nuestros puestos de trabajo y mandan a la Gendarmería a vigilarnos cuando los verdaderos delincuentes, aquí, están en la Dirección.

Foto: Nacho Yuchark para lavaca.org
“No sobra nadie”
La caravana parte desde el patio central del Hospital cantando «Unidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode». Quiere subir al Acceso Oeste. Del otro lado de la colectora, sobre la autopista, el largo cordón de gendarmes también camina: algunos filman mientras marchan, otros lo hacen desde los puentes cercanos. De todas maneras, un drone surca el cielo, ahora más caliente que nunca.
La marcha se detiene: enfrente se topa cara a cara con un cordón de gendarmes.
Luego, otro.
Y más atrás, un tercero, acompañado de un camión.
El tránsito en la autopista se ralentiza por los propios efectivos. Los autos que se detienen y bajan sus ventanillas para cortar por un segundo el aire acondicionado y agitar sus brazos y gritar en señal de apoyo, también son filmados.
Desde la caravana surge un canto:
- “Que feo, que feo, que feo debe ser/ reprimir obreros para poder comer”.
Al frente, y sosteniendo la bandera que reclama por los despidos, avanza Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora. “Tenemos que hacer que se reincorporen a toda la gente que fue despedida”, dice a lavaca. “Este Hospital fue y sigue siendo escuela y ejemplo para toda Latinoamérica. El Gobierno tiene que respetar la salud pública, debe respetar la educación, debe respetar al pueblo para que viva una vida digna como nos merecemos todos. No sobra nadie acá. Son todos imprescindibles”.

Foto: Nacho Yuchark para lavaca.org
Ningún trabajador nace monotributista
La tensión dura varios minutos. Luego, los trabajadores deciden retomar sus pasos y marchar hacia el centro de Ramos Mejía, localidad de La Matanza, vecina al Posadas.Y hacia allí también camina Daniela, trabajadora del área de internación de adultos, que aporta un dato cuando el grabador se enciende: no está despedida.
-¿Por qué está acá?
-Porque están vaciando el hospital de enfermeros en represalia a una lucha por querer imponer 12 horas de trabajo. De hecho, ya lo impusieron. Es un trabajo insalubre y 12 horas es muchísimo. Los compañeros se opusieron, lograron un fallo de la Justicia de San Martín que declara la resolución inconstitucional y como represalia despidieron a casi todos. Y hay que aclarar algo: estos despidos no son por ajuste, sino tendenciosos. Muchos de los que empezaron a reclamar ya se habían ido bajando porque les hicieron descuentos brutales en el sueldo, para que tengan hambre y desistan. Despidieron también gente de otros sectores y muchos delegados y afiliados de los sindicatos de CICOP, que fueron los únicos que apoyaron el reclamo, mientras que ATE Morón y UPCN no solo no acompañaron sino que dieron el visto bueno a la Dirección para implementarlo. Es una vergüenza. El secretario general de Ate Moron, Dario Silva, era enfermero de pediatría y se prestó a avalar a 12 horas cuando hace mucho estábamos luchando por reducir la jornada a 6. No solo por el cuidado psíquico y físico del trabajador, sino por el bienestar del paciente. El desgaste impacta en la atención del paciente, y después de 10 horas el enfermero no puede brindar el mismo cuidado. Entonces, ¿por qué estoy acá? Estoy en apoyo de mis compañeros despedidos pero sobre todo en apoyo al hospital. Un atropello a todos los que tenemos muchos años.
-¿Hace cuánto que trabaja en el Hospital?
–Llevo 15 años. Están queriendo limpiar a toda la gente que tiene memoria de lucha. Adentro, además, la cosa está muy difícil: metieron mucho miedo de perder el trabajo. Hay compañeros que apoyan, que estarían acá, pero tienen presión de muchos jefes. ¿Y por qué? Porque todos somos precarizados, todos somos contratados y mañana no sólo nos pueden rescindir el contrato sino también dejarte en la calle sin derecho a nada.

Foto: Nacho Yuchark para lavaca.org
Qué está en juego
La movilización avanza hacia Ramos Mejía, punto clave de acceso por donde pasa el ferrocarril Sarmiento. La caravana corta por unos minutos las vías del tren. Mirta Arceri, otra de las despedidas, con 18 años en el Hospital, comunica desde un megáfono: “Vienen por la privatización del Hospital. De su hospital. Vienen para que todos los servicios sean arancelados. Para que cada necesidadad, cada consulta que se necesite, deba abonarla”.
Pese a la marcha, psa algo curioso para este país frenético: no hay insultos ni bocinazos.
Desde los balcones de los edificios, los andenes de la estación y de los colectivos repletos de calor llegan aplausos, gritos de entusiasmo y cantos de apoyo que, bajo este mediodía hostil, son como gotas de agua que calman la sed.
Así lo entienden también dos empleados de una remisería que le convidan un vaso de agua a Carmen Lima, 48 años, enfermera en el Posadas hace 18, con una recorrida en pediatría, en adultos, en terapia intensiva e intermedia, en unidad coronaria y que hoy, con una hija a cargo con enfermedad crónica, también quedó en la calle.
Y dice: “Me echaron sin mandarme telegrama ni notificación escrita. Es injusto cómo nos han despedido, sólo para cambiarnos por monotributistas. Te prohíben hasta que te movilices. Son contratos basura, y eso en realidad va a la privatizacion de todo el sistema de salud publica del Hospital Posadas. Si cae nuestro monstruo, cae toda la Argentina”.

Foto: Nacho Yuchark para lavaca.org
Nota
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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