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Brukman y la cultura de la resistencia

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Hasta el domingo pasado las calles que rodean a Brukman se vistieron de fiesta. Proyecciones de video, debates, muestras de arte, música, cine, murga, teatro y desfile de modas. Vecinos y artistas, trabajadores e intelectuales se unieron para nutrir la espera: esta semana un proyecto legislativo debatirá la suerte de la fábrica recuperada.

Hay vida después de la represión. Para advertirlo, basta con visitar la Plaza Sargento Cabral, ubicada a cincuenta metros de la textil Brukman, donde se realiza la semana cultural Arte y Confección mientras los obreros desalojados hace 40 días continúan acampando a la espera de recuperar su fuente laboral.

Colgadas con hogareños broches, decenas de fotos penden de los hilos que alguien tendió entre los árboles. Un año y medio de una Argentina convulsionada puede reconstruirse en esos retratos tomados por reporteros gráficos, algunos de ellos de los medios grandes y otros simples militantes.

Victorias y derrotas flamean según lo desea el viento. Los cacerolazos del 20 de diciembre y la masacre del Puente Pueyrredón. El fallido desalojo de Zanón y la represión en Brukman. La resistencia de los obreros de Lavalán y los gases del Padelai. Las costureras cosiendo en la calle y los trabajadores de Impa exprimiendo sus máquinas. Los mapas de escrache confeccionados por HIJOS y la placa que recuerda a Gustavo Benedetto, una de las víctimas de las balas de plomo de Fernando de la Rúa.

Oscar Jiménez acaba de terminar de pisar el huevo para las empanadas. Planchador de Brukman, recorre con su mirada una a una las fotos. Se detiene frente a una. Se ve a sí mismo, arrastrado por la policía. «Fue durante el segundo desalojo», recuerda. Se muerde los labios y dice: «Veo la imagen y siento bronca, impotencia. Nunca pensé en estar ahí. Ni siquiera cuando tomamos la fábrica. Pensé que íbamos a estar dos o tres días, iban a venir los patrones, nos daban 200 pesos y se solucionaba todo». A media cuadra, treinta policías custodian la puerta de la fábrica. Se los ve distendidos y jocosos. Ninguno acepta confesar qué les generan esas imágenes donde más tensos y nerviosos se los ve lanzando gases y balas.

La muestra fotográfica se extiende por las rejas que separan la plaza del patio de una escuela. Allí las tomas hablan de otras luchas. Están las del Foro Social de Porto Alegre y las de las manifestaciones pacifistas contra la Guerra de Iraq. Están las de varios 1 de mayo, 17 de octubre y también las de El Cordobazo. Ni más ni menos que un siglo de manifestaciones populares en imágenes.

También hay fotos de esta plaza, que no es una plaza cualquiera. Durante muchísimo tiempo estuvo cercada. Cerrada. Una de las primeras reivindicaciones que consiguieron los obreros de Brukman fue recuperar este espacio para el barrio. Por eso está lleno de carteles que dicen «La Plaza es de los vecinos, cuidémosla». Y los vecinos la cuidan. Ahora convirtieron los árboles en soporte de las más diversas instalaciones. Uno, que a pesar del otoño no perdió sus hojas, está decorado con coloridos retazos de telas. Otro cobija en sus ramas a siluetas humanas hechas en yeso. Y un tercero está forrado con una red fucsia. Los canteros verdes albergan decenas de muñecos hechos con perchas de alambre.

«Queremos mostrar nuestra solidaridad con los trabajadores de Brukman, pero también documentar lo que pasa en el país. Esa también es la función de el artista», asegura Javier, del Colectivo Kinonuestralucha, uno de los grupos organizadores de esta semana cultural que se extenderá hasta el 1 de junio. El nombre Kino no homenajea esta vez a Quino, el autor de Mafalda. Sino que ése era el nombre que tenía el brazo audiovisual del Pravda, el viejo diario del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Pero Kino no es el único grupo presente. La convocatoria fue abierta, sin curadores ni selecciones. Y la heterogeneidad parece un buen síntoma. Lejos de las internas que se vieron hasta el día de la represión, las distintas agrupaciones que se solidarizan con Brukman poco a poco empiezan a articular sus acciones. El 1 de Mayo ya se habían notado los primeros síntomas: después de mucho tiempo, las organizaciones de izquierda habían logrado confluir en un único acto para conmemorar el Día del Trabajador.

Quince carpas, cada una con su bandera identificatoria, conviven ahora en esta plaza donde todo el tiempo hay gente.

Ahora, frente a los juegos, mientras los chicos del barrio se hamacan con fuerza, un grupo de artistas despliega su música, llena de tambores. Detrás, un par de titiriteros monta su retablo. Y en una carpa, 40 personas escuchan a Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo, y a Jury Fernández, de la comisión interna de Brukman. El hombre, pequeño y con acento del altiplano, explica por enésima vez la historia de la textil. También abre la puerta para la esperanza: cuenta que la semana que viene entrará un proyecto a la Comisión de Presupuesto de la Legislatura porteña que propone expropiar las maquinarias a favor de los trabajadores en forma definitiva y el inmueble de manera transitoria. «Es el piso que aceptamos -explica Fernández-. Nuestra prioridad es volver a la fábrica». Una vecina que se acercó a escuchar preguntó: «¿En qué podemos ayudar?». El obrero textil no dudó: «En el Fondo de Huelga. No podemos permitirnos perder la lucha por hambre. Ya hay algunas compañeras que nos abandonaron porque tienen que llevar el peso a la casa. Consiguen un trabajo por hora y lo agarran».

Steve, un espigado documentalista inglés, filma todo. Le pregunta a una obrera de Brukman cómo fue ese día que los gases inundaron esa plaza. Ella le cuenta hasta el último detalle de aquella represión. De telón de fondo, se ve la vida.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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