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Centro comunitario Los Pibes: la realidad detrás de un crimen
«Imposible que no haya una ligazón política con el crimen», dicen en Los Pibes, de La Boca, el centro y comedor comunitario impulsado por Martín «El Oso» Cisneros. Los planes sociales, la comida para las familias, la invención de trabajo genuino, los emprendimientos, la autoconstrucción, la recuperación de los conventillos, y de los sueños: 250 familias moviéndose para darse una nueva realidad, a su modo, como telón de fondo de un homicidio.
Dos mujeres rallan pan sobre una mesa de madera. A su lado, otras diez baldean los pisos de cemento. Un poco más allá se ve un puñado de hombres pintando sillas escolares.
El silencio domina la escena.
Apenas lo rompen los martillazos de los que se esmeran en fabricar bancos y mesas con restos de cajones de bananas importadas. Todo transcurre en una vieja fábrica de motores náuticos, ahora reconvertida en la unidad productiva social Los Pibes de La Boca, el centro comunitario que había impulsado Martín «El Oso» Cisneros, el militante de la Federación de Trabajo y Vivienda asesinado a balazos el viernes 25 por la noche.
En el aire todavía se huele congoja. «Nos cuesta trabajar sin él», confiesa Victoria una de las que está moliendo pan tostado. Levanta la vista, hace un paneo con su brazo extendido, y agrega: «Esto era el sueño de él». La mujer se incorporó a la organización hace un año y cinco meses. Antes -ya no recuerda cuánto antes- trabajó como enfermera en el Sanatorio Güemes, también en Alpargatas y en un frigorífico cuyo nombre ya se borró de su memoria. «Durante mucho tiempo me anotaba en un montón de lugares para pedir un puesto, pero después no te llaman. Yo tengo 53 años, ¿quién me va a llamar?», cuenta, resignada. «A mi -asegura- me encantaría tener una obra social, jubilación y no tener que vivir con 150 pesos».
Victoria llegó al comedor Los Pibes por una amiga. «Esto es una cadena, una trae a otra y así sucesivamente», explica. La forma de integrarse al movimiento es paulatina. Primero se es «invitado»: se participa del trabajo y las marchas para conocer la filosofía de la organización. Cuando el interés persiste el invitado pasa a ser «criterio», es decir recibe una ración de comida, como si fuera un familiar más de quien lo acercó al comedor. Y si el compromiso va en aumento, puede convertirse en «cabeza de familia», haciéndose acreedor de un plan social cuando se abran los listados. «Es una especie de cuestión de mérito», explica Luciano Álvarez, miembro del área de prensa.
Con cinco hijos y cuatro nietos, Victoria ya es cabeza de familia. En Los Pibes eso significa que recibe uno de los 250 planes Jefas y Jefes de Hogar que distribuye la organización. Pero no sólo eso: también se lleva una ración semanal que alcanza para toda su familia. Incluye pan, fruta, vedura y carne que cocina en su casa. «La idea del Oso era que la gente conserve el almuerzo como un espacio de encuentro familiar. A los comedores solo van los chicos, por eso nadie come acá. La comida se retira. Además, no llevan los platos hechos, sino crudos, para que cada uno los prepare según sus costumbres y sus gustos», detalla Victoria que es miembro del equipo de Cocina.
Para recibir estos beneficios -como todos los asistentes a Los Pibes- debe cumplir con ciertas obligaciones: cuatro horas de trabajo diario y participar de las marchas junto a su familia cada vez que es convocada. «Una vez que estás anotada estás obligada a marchar para apoyar al comedor. Es como un trabajo más. Gracias a las marchas conseguimos mercaderías, planes, muchas cosas. Ahora vamos a luchar por El Oso», promete Victoria. «Mucha gente viene y se va», admite Álvarez y completa: «Algunos están acostumbrados a la dádiva. Nosotros queremos reconstruir la cultura del trabajo. Por eso hay que hacer alguna tarea rotativa, guardias en el comedor. Al principio, por ejemplo, había que ir al mercado de Avellaneda a buscar lo que tiraban los puesteros. Pero con el agravamiento de la crisis, iba tanta gente que ya no rendía. Esos nos obligó a dar la gran pelea por los planes sociales. Sabemos que no es solución, pero la gente tiene que comer hoy. En eso somos pragmáticos».
Como si fuera un globo que revienta, una garrafa de gas hace una miniexplosión e interrumpe la conversación. Victoria se asusta, después bromea: «Con lo que cuesta…» Nicolás Rusconi se acerca para ver qué pasó. Se presenta como albañil, electricista y pintor cuentapropista. «Mientras había laburo», aclara y agrega: «Cuando hubo necesidad, hace unos dos años, me metí a pedir ayuda en el comedor». El hombre, de piel curtida, es el coordinador general de las tareas del día. «Yo tengo cargo por presencia y por comportamiento», se enorgullece y explica su tarea: «Subo a hablar con los de la comisión y me dicen que tareas hay que mandar a hacer. Y yo me encargo de que se hagan. Si alguien no sabe hacerlas, acá se les enseña».
El comedor Los Pibes nació el 25 de mayo de 1996, en Sachetti, una fábrica textil que había sido abandonada por sus dueños cuando la importación se había apoderado del mercado interno. Allí habían ido a parar cinco de las cuarenta familias desalojadas de las antiguas bodegas Giol. Entre ellas, la de Martín «El Oso» Cisneros y la de Alberto Lito Borello, el coordinador general del comedor. «Empezamos garantizando la copa de leche los fines de semana y los feriados, porque los chicos solo comían en el colegio. Todo lo hacíamos con dos kilos de leche en polvo que le sobraba cada semana a un jardín maternal y con el chocolate que nos regalaban los bancarios. Después mangueábamos las facturas en las panaderías del barrio», subraya Álvarez.
A medida que el comedor fue creciendo, se fue mudando a distintas sedes que prestaban las organizaciones de la zona. Hasta que hace dos años, Los Pibes compró una casa en la calle Lamadrid con un crédito a 30 años. Paga 80 pesos mensuales, que se reúnen haciendo «vaquitas». Es una casona de dos plantas típica de La Boca, afuera con las veredas a sobrenivel para evitar inundaciones y adentro con un frío húmedo que cala los huesos. «Ibarra trucho», dice en una leyenda que ocupa todo el frente con letras catástrofe. «Fue una campaña muy fuerte que hicimos para denunciar que el jefe de Gobierno hacía promesas y no las cumplía. Le bajamos un poco el tono antes de las elecciones para que no dijeran que éramos de Macri», reconoce Álvarez, que hasta hace tres meses formaba parte de la Comisión Directiva. «Ahora que conseguí trabajo de diseñador no puedo estar tan comprometido», se excusa. Las comisiones son elegidas en asamblea -se realizan todos los lunes a las 18- y su mandato es revocado cuando se percibe que los representantes pierden legitimidad.
Cuando la Federación Tierra y Vivienda, comandada por Luis D´Elía, cortó durante 18 días seguidos la ruta 3 en La Matanza, durante el gobierno de Fernando de la Rúa, el comedor Los Pibes puso una carpa solidaria a la vera del camino. Allí comenzó a tejerse una relación que se formalizó poco después de la Primera Asamblea Nacional Piquetera. «Más que la ideología, nos hermanó la acción concreta. Nosotros habíamos cortado el Puente Avellaneda y eso había hecho temer al gobierno por la nacionalización del conflicto», opina Álvarez.
Durante mucho tiempo, Los Pibes le pidió al Gobierno de la Ciudad subsidios para microemprendimientos. Pero no los consiguió. Entonces, Cisneros -que coordinaba el área de empleo- propuso a sus compañeros hacer un aporte voluntario de 50 pesos, provenientes del plan. Con eso compraron un horno para pizza, una sobadora, una máquina gráfica y otra para trabajos de herrería y alquilaron esta vieja fábrica por 1.100 pesos mensuales. «El Oso no quería un comedor, quería trabajo. Sabemos que la economía a esta escala no es la solución, pero muestra una posibilidad de salida», sostiene Álvarez, convencido de que él mismo o cualquiera de sus compañeros podrían haber sido las víctimas.
«Imposible que no haya una ligazón política con el crimen», enfatiza y enumera las listas de hechos que se resiste a considerar casualidades: «Fue cuando se cumplían dos años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, una semana después de que la Federación Tierra y Vivienda lanzara junto a otros movimientos el frente de piqueteros oficialistas y el principal sospechoso de disparar era el hombre que hace unos meses había robado de la misma casa donde mataron a Cisneros una CPU y documentación con información del comedor.»
El comedor Los Pibes tiene tres grandes líneas de acción: política alimentaria, generación de trabajo y lucha por la vivienda. Una puerta entreabierta deja ver otro afiche gigantesco. «Hasta siempre presidente Oso. Cooperativa de Vivienda Los Pibes de La Boca». Cisneros impulsaba la autoconstrucción en un galpón de la zona. Pero además, cinco grupos de familias ya habían comprado viejos conventillos para obtener una vivienda. Ahora los están refaccionando. «Yo estaba en la cooperativa de vivienda con Martín», dice una morocha que atiende la panadería del comedor luciendo un impecable guardapolvo blanco. Vende facturas y dulces de elaboración propia, yerba Titrayjú del Movimiento Agrario Misionero y el pan producido por la panadería que Luis Bordón (el padre de Sebastián, el chico asesinado por la policía mendocina) levantó en Moreno con la indemnización recibida, para que trabajen chicos en riesgo. «Al principio no me gustaba mucho lo que pasaba acá. Decía: ‘Esta es gente que no tiene nada que hacer y corta las calles’. Pero cuando tuve la necesidad me acerqué. Vi que era distinto. No era pedir, sino venir a trabajar por comida. A diferencia de mis laburos anteriores puedo acomodar mis horarios para ir a buscar a mis hijos al colegio, comer con ellos. Acá hice un curso de panadería, otro para aprender a hacer galletitas. Me los consiguió el Oso en el Inti (Instituto Nacional de Tecnología Industrial). Estos días nos estaba tramitando otro de manipulación de alimentos. Él también nos hizo sacar la libreta sanitaria», recuerda, con cariño, la panadera.
En el primer piso, debajo de una densa nube de humo, se realizan dos nutridas reuniones. Una es de la comisión de administración, que está controlando presencias y horarios de los miembros del movimiento. En la otra, la comisión de Empleo -la que coordinaba Martín Cisineros- completa distintas planillas de planes sociales. «Son los que El Oso había conseguido con su última gestión», explica Daniel, que se presenta como un ex recolector de basura. «Ahora parece un perito mercantil», lo elogia Álvarez, por los conocimientos adquiridos. El arco de asistentes a Los Pibes es muy grande. Desde adolescentes que no terminaron el secundario hasta nostálgicos provenientes de una clase media empobrecida. Están quienes pasaron por la experiencia de la cárcel y también quienes trabajaron a destajo para quedarse con nada.
En total, son 250 familias que suman unas 1.500 personas cada vez que salen a la calle. «Las familias que vienen aquí no son las tradicionales: algunos vienen con los nietos, que tienen a su papá en cana o traen al sobrino porque sus padres se fueron a vivir al interior. Por ahí está el cuñado que está solo… «, detalla Álvarez.
La tercera planta del edificio es la única que está deshabitada.
Cisneros soñaba con verla convertida en un centro cultural de artes y exposiciones.
Todavía nadie se anima a decir quién intentará convertir ese sueño en realidad.
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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
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Fin de campaña de Adorni: crónica de un país olvidado
Todo lo que se narra a continuación sucedió mientras, en el Congreso, la policía reprimía a mansalva a jubilados, periodistas –incluido Lucas Pedulla, integrante de lavaca– y personas que se acercan a movilizarse cada miércoles. Fin.
Crónica de Franco Ciancaglini. Fotos de Sebastian Smok.


La historia comienza así: el partido del gobierno La Libertad Avanza organizó un acto de cierre de la campaña del vocero presidencial y candidato a legislador porteño Manuel Adorni, en Plaza Mitre, Recoleta.
El montaje del escenario afirma: “Adorni es Milei”.
Se espera que ambas personalidades estén y hablen hoy.
Pero falta para eso.
Media hora antes de la convocatoria, en distintas esquinas de la avenida Libertador, hay grupos de personas que, muy organizadas, esperan.
En las esquinas la mayoría va vestida de negro pero, en un acto de magia política, luego se las verá llegar a la plaza con la misma remera violeta, puesta arriba de sus verdaderas remeras o incluso de buzos y camperas.
Un notero de TN primero y luego de C5N hablaron con estas personas, que confesaron haber sido convocadas para trabajar en “prevención” bajo la promesa de una paga de 25 mil pesos.
El Whatsapp de la convocatoria, revelado a cámara por uno de ellos, decía: “Ahy (sic) un acto político de 17 a 21. 25 mil pesos. El que quiere se anota”.
Finalmente no era para prevención, sino para “presencia”.
Pero lo peor no es nada de esto, sino que finalmente no les pagaron los 25 mil, sino que quisieron darles 10 mil; ante la presión, algunos recibieron 20 y otros, nada: “Porque no me quiero poner la remera esa sucia no me quieren pagar”, denunció el más sincero ante las cámaras.
Fin.


Lo cierto es que estas columnas de unas 50 personas cada una fueron las que lograron ocupar una plaza Mitre que estaba semivacía.
Temprano, los remera violeta se negaban a hablar con la prensa, aún disciplinados por la promesa de la paga. Luego, ante la deflación de lo prometido descargaron su bronca ante las cámaras dejando en evidencia cómo trabaja el puntero Sebastián Pareja en la provincia de Buenos Aires, de donde provenían estas personas, para el cierre de una campaña porteña.
Alicia es jubilada pero no está marchando alrededor del Congreso, sino que está acá, colándose entre los violetas para saltear unas vallas y pasar más rápido hacia el sector del escenario. Hace un año y medio que se afilió al partido en la Comuna 13 Belgrano, Núñez. Habla de Milei como obnubilada, apurando su paso como ansiosa por la posibilidad de verlo en vivo. Faltan, al menos, dos horas.
Describe a Milei como un “bocho en economía” y se ríe al recordar que en la última elección, hace dos años, votó al actual jefe de gobierno, Jorge Macri. Está claro que no repetirá voto: “Está la ciudad muy abandonada. Mucho linyera, ratas por todos lados. En mis 82 años nunca había visto ratas en la ciudad”. Voto cantado: Adorni, a quien define como “alguien muy correcto”.
Sobre el otro Macri, el Mauricio, dice que “en su momento gobernó bien” pero ahora lo ve fuera de escena. No está al tanto de sus últimas apariciones contra Caputo, Karina y al propio Presidente, o no le interesan.
Alicia prefiere no hablar más y busca un lugar cerca del escenario para ver a su Presidente.


Lucía y Paula, también jubiladas, vinieron de Vicente López y prefieren mirar la escena desde atrás de todo. Es que llevan dos perritos de raza, o de diseño: Coca y Cola. ¿Qué les gusta de Milei? “Te puede gustar o no pero él habla desde el sentimiento. De lo que sentimos muchos”, dice Paula. Lucía suma: “Me gusta porque va a fondo”.
Sobre Mauricio Macri: “Yo lo voté. Ahora, de política no entiendo mucho, pero me da un poco de tristeza porque creo que tienen (con Milei) más coincidencias. Pero tiene que haber una oposición con responsabilidad. Tal vez Macri sea la oposición”.
Marta también es jubilada de 87 años bien llevados. Por qué vino acá (y no al Congreso): “Porque quiero escuchar quiero informarme quiero saber. Son tantos años de lo otro, que esto merece una oportunidad”.
Sigue sola: “El tono no me gusta. Cuando dice malas palabras es un mal ejemplo para la juventud”.
Qué le pedirías al gobierno a nivel Ciudad: “Por favor que saque las villas. La 31 es infernal”. Se pregunta y se responde: “¿Porque avanzaron tanto? Porque les han dado plata”.

¿Marra? “Sí, me gusta. Qué paso ahí, no sé. Me gusta, te soy sincera, pero ahora hay que unir fuerzas”.
¿Está de acuerdo con la medida anti-inmigratoria? “¿Vos te podés hacer ciudadano dinamarqués, o paraguayo? Acá entran todos. Los chorros, los burros. Y si no les gusta que se vuelvan a sus países”.
¿Y la pobreza? Marta cambie el eje: “Basta de decir ‘hagan lío’. Francisco se terminó. Basta de decir la iglesia de los pobres. Pepe Mujica era comunista. Se han hecho ricos con los pobres”.
Precisamente Mujica pareciera que no. Ella: “No sé. Déjame dudar. Pero basta”.
¿Qué representa para vos Mujica y qué Milei? “Apoyo a Milei y lo nuevo. Y que dios nos ayude”.
¿Y si sale mal? “Creo que ya no voy a estar con vida. Que se arreglen los que quedan”.
Fin.

A su lado hay un joven con una pala gigante. Posa sonriente para decenas de cámaras. Parece haber logrado su objetivo: llamar la atención.
Se llama Santiago y se tomó dos colectivos desde “la zona más fea de la provincia”, Florencio Varela, donde vive. Tiene 21 años, camisa manga larga a cuadros y una enorme mochila roja sobre la que ató un pañuelo celeste.
Cuenta sobre el sentido de la pala: “Hay que trabajar en este país. Nada se puede conseguir gratis. Todo es trabajo en la vida”.
De qué trabaja: “Soy Rappi y Pedidos YA”. ¿Cuánto gana? “Un poco, mi mamá me decía: muy bien Santiago, ese dinero lo sacaste de tus esfuerzos”. No dice números. Y finalmente revela que ahora ya no trabaja.
Al joven de la pala lo interrumpe Franco, otro joven, vestido de traje, que quiere sacarse una foto con el instrumento. Me da la cámara y posa de mil maneras para fotos que luego subirá a su Instagram. Franco Vera, sabré después, es un joven militante que ha irrumpido hace pocos meses en el colegio Nicolás Avellaneda de Palermo –estando él domiciliado en el conurbano- para postularse como Presidente del centro de estudiantes de la institución.
Franco Vera es de estatura pequeña pero en el debate del centro de estudiantes miró a sus contendientes de la lista oficialista, asociada al peronismo, y al ver que eran 8 personas dijo: “Yo estoy solo pero me la aguanto”. Primera gran ovación del público que recién lo conocía en un debate que ganó con comodidad con palabras clave como fútbol, Messi, Dios, diversidad.
Su lista, hasta antes del debate compuesta por él solo, se llama Ruge el cambio.

Ahora tiene una decena de seguidores, más después de su segunda jugada: hacerle una cámara oculta a la directora. En la cámara, subida a las redes, se ve cómo la mujer lo apercibe por una serie de hechos difíciles de entender desde afuera, supuestas actitudes de Franco desde que llegó al colegio. Es cierto, se lo nota sobre excitado y concentrado en su carrera estudiantil. Y si bien el video no lo muestra, él asegura que el objetivo de la directora es censurar a Ruge el Cambio para que no se presente –y gane- las elecciones del centro.
Así utilizó la cámara oculta para denunciar la censura institucional.
Su historia merece un documental aparte, que no entra en esta nota. Sobre la elección porteña, él no puede votar. Y pese a las preguntas sobre la actualidad él hablará como representante de los jóvenes de LLA en tono candidato y pedirá que sea a través de videos: “Menos Estado es menos peso al sector público. O sea… Si una persona no capacitada no nos sirve, ¿para qué lo vamos a tener como empleado? Necesitamos tener personas capacitadas. Hay que aprender en esta batalla cultural que los que nos gobiernan son personas normales, no son entes superiores, no tienen título de nobleza”.
¿Los Menem no serán parte? A Franco no le entra una bala: “Los jóvenes somos el cambio” responde en casete y mostrando su sonrisa de dientes con aparatos. Corta la charla para seguir sacándose fotos que subirá tanto a su Instagram como al de la agrupación Ruge el cambio, actividad que le sale muy bien: durante la tarde noche logrará cosechar selfies con personajes como el Gordo Dan o el diputado Martín… Menem.
Fin.




Otras celebridades que se llevan las miradas:
El Zorro con la bandera de Argentina.
Mickey Mouse con un cartel que dice “Aguante Adorni”.
Lila Lemoine vestida como playera de YPF.
Una mujer que tiene tatuada en la cara, justo arriba de su ceja, la palabra “Castrate”. Hay que acercarse bien para entender bien de qué va… o no tanto. En su cachete izquierdo amplía las siguientes consignas:
- Castrá
- Adoptá callejeritos
- Educá
- No compres
- No + piroctenia
Son tatuajes.
En la cara.
Fin.

Franco Carcedo es autor de un libro recién salido del horno que se llama Milei: Conexiones filosóficas. Lo escribió junto a su esposa en La Pampa, donde vive, de donde llegó hoy 7AM y a donde vuelve hoy mismo a las 22. Vino, además de para ver a Adorni y Milei con el objetivo concreto de vender su libro. Lleva 5 ejemplares en la mano, y cuenta que ya vendió otros 5. “Es un camión”, anuncia. Y cuenta sobre su contenido: “El libro relaciona distintos acontecimientos que sucedieron durante la vida de Javier Milei, lo que hizo y muchas veces lo que dijo y dice”. ¿Un ejemplo?
Lo que sigue es literal y no está trucado ni escrito maliciosamente: es parte del libro editado por la editorial Dunken, que cualquiera puede comprar. Dice Franco: “Cuando habla de la felicidad él sin saberlo está hablando de algo que dijo Oscar Wilde en 1888”. ¿Cómo? “Cuando Milei dice que la felicidad es no tenerle miedo a la muerte. Oscar Wilde dice algo parecido”.
La pido mejor hojear el contenido; al inicio hay dos citas. Una de Napoleón que dice: “Los hombres excepcionales son parte de un momento excepcional”. Y otra de Javier Milei: “No seré reconocido como economista sino como rockstar”. Ahí nos vamos entendiendo.

En el libro, profundiza Franco, “hay referencias a Nietzche, Maquiavelo, hay cosas de Spinoza… y la frutilla del postre”. Atención: “La cita de Wilde de la felicidad es de 1888. Milei en 1998 funda una banda que se llama Everest. ¿Sabés cuantos metros tiene el Everest? 8848.88”. Ante mi mirada atónita, Franco Carceda prosigue: “Pero hay más. El día que nació Milei se jugó un partido amistoso para homenajear a Arsenio Erico (futbolista paraguayo muy querido en Independiente). En ese partido debutan Bianchi, Carrascosa y César Laraignée. Ese día nació Milei”.
¿Y entonces? Franco Carceda repite: “El día que nació Milei ellos debutan con la casaca argentina”.
¿Pero cuál sería la conexión filosófica: “Es algo piola porque Milei es fanático de Boca y Bianchi es casi el máximo ídolo de Boca, con Riquelme y Palermo, ponele”.
Vuelvo a pedirle el libro. Sobre el nacimiento de Milei, se informa también que nació el mismo día que el guardameta ruso «Araña» Yasín (¡dos arqueros!) y que se editó un álbum del conjunto Jackson 5 de donde saltaría a la fama Michael Jackson.
Fin.


Equivalencias y bebidas.
Una señora envía videos a un grupo y le responden “como quisiera estar ahí”, “cuidate” y le ponen emojis de un león.
Una nena con la careta de Milei y una motosierra posa para las fotos mientras la mamá, al lado, tiene una careta de Adorni, un caniche y muchos pañuelos celestes atados a la mochila, como si los hubiera llevado para hacerse unos pesos.
Un remera violeta grita “viva la libertad” y otros remera violeta, alrededor, lo miran y estallan en carcajadas. Él también.
Franco Vera me contará luego, orgulloso y dolorido, que le tocó la mano a Milei pero que eso le costó que, literalmente, que los seguridad lo tiraran al piso y le pisaran la cabeza: “Estoy bendecido”.
Suena en el escenario un tema con acordes punk cuya letra asegura que Milei es “el último punk” y “el último superhéroe de la libertad”; eso significa que están al caer el Presidente y también Adorni, a quien nadie parece esperar demasiado. Menos que nadie, los remera violeta.
Aparece más allá otro contingente de remeras violetas que ahora llevan bengalas violetas y tocan bombos violetas, siguiendo a una bandera sostenida por jóvenes prolijos y sonrientes sin remera violeta.
La inscripción de la bandera en la cabecera dice «Jóvenes LLA» y otra atrás “Lugano”. La entrada es de cancha: se canta “el domingo cueste lo que cueste” y “un minuto de silencio para Macri que está muerto”.
Otro de los hits son “El que no salta es radical” y uno que cambia la palabra “Perón” por “León”.

Un hombre de 40 y pico, vestido de traje, es el que saca las canciones y agita.
Lidera a la barra hasta meterla en el centro mismo del escenario.
Mientras este cronista anota otras cosas, como la presencia de francotiradores en las terrazas de Recoleta y al lado del escenario, se ve que el hombre sale del tumulto, ofuscado.
Le han robado el celular.
Habla con una persona de seguridad, que abre las manos en señal de “no puedo hacer nada”.
El hombre está visiblemente afectado, dice “no lo puedo creer” y pide un celular para “dar de baja las tarjetas”.
Consigue una cómplice, a quien le confesará lo que él cree es la razón del robo:
-Es que está lleno de negros.
Fin.
