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Centro comunitario Los Pibes: la realidad detrás de un crimen

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«Imposible que no haya una ligazón política con el crimen», dicen en Los Pibes, de La Boca, el centro y comedor comunitario impulsado por Martín «El Oso» Cisneros. Los planes sociales, la comida para las familias, la invención de trabajo genuino, los emprendimientos, la autoconstrucción, la recuperación de los conventillos, y de los sueños: 250 familias moviéndose para darse una nueva realidad, a su modo, como telón de fondo de un homicidio.

Dos mujeres rallan pan sobre una mesa de madera. A su lado, otras diez baldean los pisos de cemento. Un poco más allá se ve un puñado de hombres pintando sillas escolares.

El silencio domina la escena.

Apenas lo rompen los martillazos de los que se esmeran en fabricar bancos y mesas con restos de cajones de bananas importadas. Todo transcurre en una vieja fábrica de motores náuticos, ahora reconvertida en la unidad productiva social Los Pibes de La Boca, el centro comunitario que había impulsado Martín «El Oso» Cisneros, el militante de la Federación de Trabajo y Vivienda asesinado a balazos el viernes 25 por la noche.

En el aire todavía se huele congoja. «Nos cuesta trabajar sin él», confiesa Victoria una de las que está moliendo pan tostado. Levanta la vista, hace un paneo con su brazo extendido, y agrega: «Esto era el sueño de él». La mujer se incorporó a la organización hace un año y cinco meses. Antes -ya no recuerda cuánto antes- trabajó como enfermera en el Sanatorio Güemes, también en Alpargatas y en un frigorífico cuyo nombre ya se borró de su memoria. «Durante mucho tiempo me anotaba en un montón de lugares para pedir un puesto, pero después no te llaman. Yo tengo 53 años, ¿quién me va a llamar?», cuenta, resignada. «A mi -asegura- me encantaría tener una obra social, jubilación y no tener que vivir con 150 pesos».

Victoria llegó al comedor Los Pibes por una amiga. «Esto es una cadena, una trae a otra y así sucesivamente», explica. La forma de integrarse al movimiento es paulatina. Primero se es «invitado»: se participa del trabajo y las marchas para conocer la filosofía de la organización. Cuando el interés persiste el invitado pasa a ser «criterio», es decir recibe una ración de comida, como si fuera un familiar más de quien lo acercó al comedor. Y si el compromiso va en aumento, puede convertirse en «cabeza de familia», haciéndose acreedor de un plan social cuando se abran los listados. «Es una especie de cuestión de mérito», explica Luciano Álvarez, miembro del área de prensa.

Con cinco hijos y cuatro nietos, Victoria ya es cabeza de familia. En Los Pibes eso significa que recibe uno de los 250 planes Jefas y Jefes de Hogar que distribuye la organización. Pero no sólo eso: también se lleva una ración semanal que alcanza para toda su familia. Incluye pan, fruta, vedura y carne que cocina en su casa. «La idea del Oso era que la gente conserve el almuerzo como un espacio de encuentro familiar. A los comedores solo van los chicos, por eso nadie come acá. La comida se retira. Además, no llevan los platos hechos, sino crudos, para que cada uno los prepare según sus costumbres y sus gustos», detalla Victoria que es miembro del equipo de Cocina.

Para recibir estos beneficios -como todos los asistentes a Los Pibes- debe cumplir con ciertas obligaciones: cuatro horas de trabajo diario y participar de las marchas junto a su familia cada vez que es convocada. «Una vez que estás anotada estás obligada a marchar para apoyar al comedor. Es como un trabajo más. Gracias a las marchas conseguimos mercaderías, planes, muchas cosas. Ahora vamos a luchar por El Oso», promete Victoria. «Mucha gente viene y se va», admite Álvarez y completa: «Algunos están acostumbrados a la dádiva. Nosotros queremos reconstruir la cultura del trabajo. Por eso hay que hacer alguna tarea rotativa, guardias en el comedor. Al principio, por ejemplo, había que ir al mercado de Avellaneda a buscar lo que tiraban los puesteros. Pero con el agravamiento de la crisis, iba tanta gente que ya no rendía. Esos nos obligó a dar la gran pelea por los planes sociales. Sabemos que no es solución, pero la gente tiene que comer hoy. En eso somos pragmáticos».

Como si fuera un globo que revienta, una garrafa de gas hace una miniexplosión e interrumpe la conversación. Victoria se asusta, después bromea: «Con lo que cuesta…» Nicolás Rusconi se acerca para ver qué pasó. Se presenta como albañil, electricista y pintor cuentapropista. «Mientras había laburo», aclara y agrega: «Cuando hubo necesidad, hace unos dos años, me metí a pedir ayuda en el comedor». El hombre, de piel curtida, es el coordinador general de las tareas del día. «Yo tengo cargo por presencia y por comportamiento», se enorgullece y explica su tarea: «Subo a hablar con los de la comisión y me dicen que tareas hay que mandar a hacer. Y yo me encargo de que se hagan. Si alguien no sabe hacerlas, acá se les enseña».

El comedor Los Pibes nació el 25 de mayo de 1996, en Sachetti, una fábrica textil que había sido abandonada por sus dueños cuando la importación se había apoderado del mercado interno. Allí habían ido a parar cinco de las cuarenta familias desalojadas de las antiguas bodegas Giol. Entre ellas, la de Martín «El Oso» Cisneros y la de Alberto Lito Borello, el coordinador general del comedor. «Empezamos garantizando la copa de leche los fines de semana y los feriados, porque los chicos solo comían en el colegio. Todo lo hacíamos con dos kilos de leche en polvo que le sobraba cada semana a un jardín maternal y con el chocolate que nos regalaban los bancarios. Después mangueábamos las facturas en las panaderías del barrio», subraya Álvarez.

A medida que el comedor fue creciendo, se fue mudando a distintas sedes que prestaban las organizaciones de la zona. Hasta que hace dos años, Los Pibes compró una casa en la calle Lamadrid con un crédito a 30 años. Paga 80 pesos mensuales, que se reúnen haciendo «vaquitas». Es una casona de dos plantas típica de La Boca, afuera con las veredas a sobrenivel para evitar inundaciones y adentro con un frío húmedo que cala los huesos. «Ibarra trucho», dice en una leyenda que ocupa todo el frente con letras catástrofe. «Fue una campaña muy fuerte que hicimos para denunciar que el jefe de Gobierno hacía promesas y no las cumplía. Le bajamos un poco el tono antes de las elecciones para que no dijeran que éramos de Macri», reconoce Álvarez, que hasta hace tres meses formaba parte de la Comisión Directiva. «Ahora que conseguí trabajo de diseñador no puedo estar tan comprometido», se excusa. Las comisiones son elegidas en asamblea -se realizan todos los lunes a las 18- y su mandato es revocado cuando se percibe que los representantes pierden legitimidad.

Cuando la Federación Tierra y Vivienda, comandada por Luis D´Elía, cortó durante 18 días seguidos la ruta 3 en La Matanza, durante el gobierno de Fernando de la Rúa, el comedor Los Pibes puso una carpa solidaria a la vera del camino. Allí comenzó a tejerse una relación que se formalizó poco después de la Primera Asamblea Nacional Piquetera. «Más que la ideología, nos hermanó la acción concreta. Nosotros habíamos cortado el Puente Avellaneda y eso había hecho temer al gobierno por la nacionalización del conflicto», opina Álvarez.

Durante mucho tiempo, Los Pibes le pidió al Gobierno de la Ciudad subsidios para microemprendimientos. Pero no los consiguió. Entonces, Cisneros -que coordinaba el área de empleo- propuso a sus compañeros hacer un aporte voluntario de 50 pesos, provenientes del plan. Con eso compraron un horno para pizza, una sobadora, una máquina gráfica y otra para trabajos de herrería y alquilaron esta vieja fábrica por 1.100 pesos mensuales. «El Oso no quería un comedor, quería trabajo. Sabemos que la economía a esta escala no es la solución, pero muestra una posibilidad de salida», sostiene Álvarez, convencido de que él mismo o cualquiera de sus compañeros podrían haber sido las víctimas.

«Imposible que no haya una ligazón política con el crimen», enfatiza y enumera las listas de hechos que se resiste a considerar casualidades: «Fue cuando se cumplían dos años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, una semana después de que la Federación Tierra y Vivienda lanzara junto a otros movimientos el frente de piqueteros oficialistas y el principal sospechoso de disparar era el hombre que hace unos meses había robado de la misma casa donde mataron a Cisneros una CPU y documentación con información del comedor.»

El comedor Los Pibes tiene tres grandes líneas de acción: política alimentaria, generación de trabajo y lucha por la vivienda. Una puerta entreabierta deja ver otro afiche gigantesco. «Hasta siempre presidente Oso. Cooperativa de Vivienda Los Pibes de La Boca». Cisneros impulsaba la autoconstrucción en un galpón de la zona. Pero además, cinco grupos de familias ya habían comprado viejos conventillos para obtener una vivienda. Ahora los están refaccionando. «Yo estaba en la cooperativa de vivienda con Martín», dice una morocha que atiende la panadería del comedor luciendo un impecable guardapolvo blanco. Vende facturas y dulces de elaboración propia, yerba Titrayjú del Movimiento Agrario Misionero y el pan producido por la panadería que Luis Bordón (el padre de Sebastián, el chico asesinado por la policía mendocina) levantó en Moreno con la indemnización recibida, para que trabajen chicos en riesgo. «Al principio no me gustaba mucho lo que pasaba acá. Decía: ‘Esta es gente que no tiene nada que hacer y corta las calles’. Pero cuando tuve la necesidad me acerqué. Vi que era distinto. No era pedir, sino venir a trabajar por comida. A diferencia de mis laburos anteriores puedo acomodar mis horarios para ir a buscar a mis hijos al colegio, comer con ellos. Acá hice un curso de panadería, otro para aprender a hacer galletitas. Me los consiguió el Oso en el Inti (Instituto Nacional de Tecnología Industrial). Estos días nos estaba tramitando otro de manipulación de alimentos. Él también nos hizo sacar la libreta sanitaria», recuerda, con cariño, la panadera.

En el primer piso, debajo de una densa nube de humo, se realizan dos nutridas reuniones. Una es de la comisión de administración, que está controlando presencias y horarios de los miembros del movimiento. En la otra, la comisión de Empleo -la que coordinaba Martín Cisineros- completa distintas planillas de planes sociales. «Son los que El Oso había conseguido con su última gestión», explica Daniel, que se presenta como un ex recolector de basura. «Ahora parece un perito mercantil», lo elogia Álvarez, por los conocimientos adquiridos. El arco de asistentes a Los Pibes es muy grande. Desde adolescentes que no terminaron el secundario hasta nostálgicos provenientes de una clase media empobrecida. Están quienes pasaron por la experiencia de la cárcel y también quienes trabajaron a destajo para quedarse con nada.

En total, son 250 familias que suman unas 1.500 personas cada vez que salen a la calle. «Las familias que vienen aquí no son las tradicionales: algunos vienen con los nietos, que tienen a su papá en cana o traen al sobrino porque sus padres se fueron a vivir al interior. Por ahí está el cuñado que está solo… «, detalla Álvarez.

La tercera planta del edificio es la única que está deshabitada.

Cisneros soñaba con verla convertida en un centro cultural de artes y exposiciones.

Todavía nadie se anima a decir quién intentará convertir ese sueño en realidad.

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La Estela: tierra guaraní en escena

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Las actrices Casandra Velázquez e Ivana Zacharski crearon un unipersonal sobre una niña litoraleña que descubre aventuras al amparo del monte misionero. El calor agobiante, la siesta obligatoria, los árboles de yerba mate y las leyendas de ese territorio se cruzan con la inspiración de Clarice Lispector como punto de partida.

Por María del Carmen Varela

A la hora de la siesta el pueblo entra en una pausa obligatoria barnizada por un calor agobiante. Ni el sueño ni el sofoco detienen a la niña, que abandona su cama con sigilo y logra escapar al amparo del monte. Encuentra en la intemperie el abrigo que no es costumbre en su casa. Cada día la espera una aventura distinta, aunque no siempre hay juego y risas. Rebelde, divertida, decidida, busca compañía para sus andanzas y si no la encuentra, transita en soledad.  La salvación a cielo abierto, la naturaleza como sostén y una fascinación: “La Estela”.

La actriz y bailarina Casandra Velázquez y la actriz y directora de teatro Ivana Zacharski dieron luz a esta niña litoraleña sumergida en la vastedad de un paisaje indómito y deslumbrada por Estela, la joven esquiva con mirada de pantera. Ivana y Casandra se conocieron a sus 18 años tomando clases de actuación con Pompeyo Audivert en el Teatro Estudio El Cuervo, poco tiempo después de que cada una viniera a estudiar teatro a la Capital. Casandra nació en Rosario y creció en Venado Tuerto (Santa Fe), Ivana es de Apóstoles, Misiones, donde se desarrolla esta historia que juntas llevaron a escena. Este universo, recorrido por Ivana, de tierras guaraníes surcadas por árboles de yerba mate y leyendas de peligros a la hora de la siesta, fue la inspiración para La Estela.

Ivana tenía ganas de dirigir un unipersonal y eligió a su amiga Casandra para actuarlo. El punto de partida fue un cuento de Clarice Lispector: La relación de la cosa. Casandra: “Los primeros encuentros fueron sin texto, nos acercamos a la obra desde el cuerpo, la respiración y la carne. En los primeros ensayos bailé un montón, unas danzas extrañas, medio butohkas, transpire, canté, corrí, toqué el bajo. Ivana empezó a escribir y yo a probar y actuar todos esos textos e hipótesis, el insomnio estaba presente, la obsesión con el tiempo, los fantasmas del futuro, algo vinculado a la materialidad del agua y el devenir del río. Aparecieron unos cuentos protagonizados por distintas niñas en paisajes litoraleños. Nuestro personaje de ese momento: una mujer en medio del insomnio, se contaba esos cuentos a ella misma para poder dormir”.

La Estela: tierra guaraní en escena

Foto: Gentileza La Estela.

Después de que Ivana hiciera un taller de escritura con Santiago Loza y Andrés Gallina, la historia fue tomando fuerza. Cuenta Casandra que algo se abrió y comenzó a aparecer la trama: “La obra apareció y nos empezó a hablar. Nos metimos adentro de esos cuentos, de esos paisajes y de esas niñas y dejamos de lado todo lo demás. Apareció algo muy mágico entre nosotras, algo de eso que las obras permiten, que es crear un universo común, descubrir conexiones y relaciones nuevas. Sentía que la obra estaba apareciendo y tenía voz propia, apareció el cuerpo de la obra y una forma de narrar”. Casandra recorre el escenario y su fuerza expresiva invita a adentrarse en la historia de esta niña llena de vitalidad y asombro. La vemos en su habitación, presa del calor de la tarde, en busca de libertad y juego, invocando protección divina cuando algo se le escapa de las manos, trabajando en el puesto rutero, pateando una pelota, como se patea a la injusticia, hipnotizada al descubrir la mirada felina de “la Estela”.

El entusiasmo de la juventud, las tragedias inesperadas, las súplicas, el goce de la novedad caben en ese cuerpo palpitante de sueños. Ivana y Casandra apelaron a sus propias vivencias para hilar la narración. Casandra: “Las dos pasamos nuestras infancias y adolescencias medio punkis en distintos paisajes litoraleños, lejos de esta ciudad, sus ritmos y velocidades. Había algo de ese universo común, de elegir siendo muy chicas irnos de las ciudades donde crecimos, que empezó a operar, casi telepáticamente. El ejercicio de revisitar esos paisajes y poblarlos de ficción fue fascinante, mirar el mundo con ojos de infancia nos abrió mucho permiso y nos devolvió mucha vitalidad, nos permitió vincularnos con la violencia, el dolor y la crudeza de crecer desde un lugar de mucho delirio y mucho juego. La obra es bastante impune en ese sentido, el relato no pide permiso, ni da explicaciones, sólo sucede. Justicia poética, decimos, un conjuro de liberación”.

Al cabo de dias de ensayo, la voz de la niña litoraleña comenzó a asomar y Casandra hizo un trabajo específico con la coach vocal Mariana García Guerreiro. El actor Iván Moschner también se sumó a pulir el fluir de la voz. Escuchar radios misioneras, discos y entrevistas a Ramón Ayala y otrxs artistas misionerxs colaboró con esa tarea. La niña que sube el escalón hacia la adolescencia, la que se enfrenta al monte y sus amenazas, se abre paso en la oscuridad con la lumbre de su irreverencia. Salvar y ser salvada, desafiar la imposición de la siesta, para correr a soñar despierta.

La Estela

El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA

Sábados a las 18  hs, hasta el 27 de septiembre

@laestela.obra

@casandravelazqz

@ivanazacharski

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Litio: nace un nuevo documental

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Este viernes 29 de agosto se presentará un nuevo contenido de Cooperativa de trabajo lavaca: Litio. Un documental dirigido junto a Patricio Escobar que refleja la lucha de las comunidades originarias y el paralelismo entre la reforma (in)constitucional de Jujuy, como experimento hacia la Ley Bases votada a nivel nacional.

“Te cuento esta historia, si me prometés hacer algo. ¿Dale?”.

Así arranca el documental Litio, una historia de saqueo y resistencias, que continúa…

Un documental independiente y autogestivo de cooperativa lavaca y dirigido en conjunto con Patricio Escobar, que traza un hilo conductor entre la reforma (in)constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).

Este proyecto tiene algunas particularidades: por un lado, no se trata de una única pieza audiovisual, sino de varias. Una más larga, de 22 minutos; y otras más cortas, de menos de 6 minutos. Por otro lado, se propone un documental en construcción permanente, al que se le irán agregando nuevas piezas de una cadena extractivista que parece no tener fin. Para esto, creamos una página web (que también estrenaremos el viernes 29) en la que iremos agregando los nuevos eslabones que surjan a futuro relacionados al oro blanco. 

LITIO muestra cómo viven las comunidades de la puna jujeña en la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, y a la par, zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. Dato insoslayable: para obtener un kilo de carbonato de litio se utilizan hasta dos millones de litros de agua. Las imágenes se entrelazan con los ostentosos congresos mineros, la represión policial a las manifestaciones por la reforma (in)constitucional y la resistencia de un pueblo que no otorga la licencia social a la explotación minera.

“¿Cuánto cuesta, cuánto vale… nuestra Pacha?”, cantan las comunidades originarias. Esa bandera hecha canción – y esa pregunta- se construye a través de distintas entrevistas a las comunidades Santuario de Tres Pozos, Lipán, El Moreno, Tres Morros, Potrero de la Puna, así como a otros actores. También evidencia el silencio de las autoridades, que no quisieron hacer declaraciones públicas. “Todas las Salinas están cuadriculadas de pedimentos mineros. Allí viven las comunidades y debajo, en el subsuelo, están las minas”, cuenta Alicia Chalabe, abogada de las comunidades.

El documental plantea una premisa: la reforma (in)constitucional de Jujuy en 2023 impuesta por el entonces gobernador Gerardo Morales –a merced de la explotación del litio, ya que modificó el régimen de agua, de tierras fiscales y de la propiedad privada, y ratificó la propiedad exclusiva de la provincia sobre los recursos naturales, entre los que incluye el subsuelo y el mineral de litio– fue el experimento que sirvió de antesala a la Ley Bases aprobada en 2024. Esta profundizó no sólo la matriz extractivista mediante enormes beneficios fiscales a empresas mineras, petroleras y del agronegocio, sino también las relaciones carnales con Estados Unidos y particularmente con Elon Musk, dueño de la empresa Tesla que construye autos eléctricos, para lo cual el litio es fundamental.

LITIO termina con tres palabras, y se erige como punto de partida:

“Esta historia continuará

¿Dale?”.

Te invitamos a seguir construyendo esta historia, este viernes 29 de agosto a las 20, en MU Trinchera (Riobamba 143, CABA).

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Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

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¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?

Por María del Carmen Varela

Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?

La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.

Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.

¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.

Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.

En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.

Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.

NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA

Miércoles 30 de julio, 21 hs

Próximas funciones: los viernes de octubre

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