Nota
David Viñas, un a-dios
(por Daniel Riera, para lavaca)
–¿Usted sigue escribiendo en La Nación?
–Oh, sí.
–¿Y ya redactó su propio artículo necrológico?
–¿Cómo dice?
–El que van a publicar cuando usted se muera.
(Tartabul, 2006)
Duele como la puta que lo parió y tal vez, pienso, tal vez precisamente por eso hay que escribirlo ahora. David Viñas ha muerto. Hoy estuve en el bar La Paz y pensé en él, parroquiano habitual del bar, con su bigote coloreado por la nicotina. Fue en el bar La Paz donde le pedí que me firmara mi ejemplar de Jauría, la edición original de Granica, que tiene el dibujo de Carlos Alonso en la tapa. Fue en el bar La Paz donde me lo crucé algunas veces en los últimos años para pedirle una nota que me negó siempre, argumentando problemas de salud que saltaban a la vista. David Viñas ha muerto y da miedo pensar en todo lo que muere con él: un escritor cada vez más libre, cada vez más experimental. No es el Viñas de Literatura argentina y realidad política ni el de Indios, ejército y frontera el que más me interesa, y eso que es difícil encontrar una obra crítica de semejante espesor. Pero tengo la impresión de que el Viñas ensayista ha sido un poco usado para ningunear a un narrador con una obra única. Si describiéramos a Lionel Messi como un gran goleador, no faltaríamos a la verdad, pero ocultaríamos una parte, y los lectores que no lo vieron jugar podrían cometer el error de pensar que Messi es algo así como el Martín Palermo del Barcelona.
Así como la obra de Balzac se denomina La comedia humana, el títuloLiteratura argentina y realidad política podría ser aplicado tranquilamente a la obra narrativa de Viñas. La campaña del desierto (Cayó sobre su rostro), los fusilamientos de la Patagonia (Los dueños de la tierra), la guerra civil española (Un dios cotidiano), los movimientos revolucionarios surgidos en América latina a partir de la revolución cubana (Cosas concretas), la casta militar que volteó a Yrigoyen y a Perón (Hombres de a caballo) el Viejo, un general que es Urquiza, pero en el fondo es Perón (Jauría), la últimas dictadura (Cuerpo a cuerpo), todo eso está presente en su obra, a la cual sin embargo le quedan francamente chicos rótulos pedorros como «Novela histórica» (¿Cómo sería, por otra parte, una novela ahistórica?)
Mientras reviso sus libros en mi biblioteca, descubro, en la solapa de Cosas concretas, un texto que tiene un aire al párrafo anterior. Dice: «En un sentido podría afirmarse que todos los libros de David Viñas (incluso sus ensayos) pueden ser leídos como un gran texto único: una amplia saga balzaciana en la que distintos niveles de escritura (ensayo, crítica, narración, reportaje, crónica) se organizan en función de la dialéctica entre biografía privada e historia política que osbsesiona al autor.» Me lo llevo. Ojalá siguieran escribiéndose solapas como esta en los libros.
En Un cuarto propio, Virginia Woolf afirma que los escritores deben dejar de lado el resentimiento a la hora de escribir, porque ese resentimiento les impedirá escribir obras maestras. David Viñas -su vida, su obra- prueba exactamente lo contrario. Viñas escribía con huevos y con odio y con dolor: no se sumergía en una probeta en busca del adjetivo perfecto. Y de este modo concibió una obra troncal en la literatura argentina. Los escritores norteamericanos viven en busca de la entelequia de «la gran novela [norte] americana (The great american novel)» La gran novela argentina, en cambio, ya fue escrita. Su primer capítulo es Cayó sobre su rostro y fue publicado en 1955; el último, Tartabul, fue publicado en 2006.
William Faulkner nos hace libres. Cualquiera que lo haya leído se siente libre, desde ese preciso momento, para escribir como se le canta, para experimentar con la lengua y los procedimientos literarios, para cagarse en el trencito introducción-nudo-desenlace y en sus vagones que se detienen casi siempre en las mismas estaciones. «La estructura es para los ingenieros», decía Faulkner. David Viñas es nuestro Faulkner, un Faulkner pasado por Sartre y por Mansilla. Un escritor imperfecto y digresivo y, precisamente por eso, un escritor a menudo genial. Y si Yoknapathawa es la tierra de las novelas de Faulkner, la Yoknapatawpha de Viñas se llama Argentina.
A propósito de la reciente polémica sobre la visita de Vargas Llosa, Américo Cristófalo escribió en Página/12 que V. Ll. es ( ha devenido) un escritor de derecha porque en los últimos treinta años su obra ha perdido todo riesgo artístico y se convirtió simplemente en una maquinaria eficaz al servicio de la industria editorial. No sé si Cristófalo tiene razón, porque no he leído obras de V.LL. posteriores a la gran Conversación en la catedral, pero en todo caso, no deja de emocionarme pensar que los últimos libros de Viñas son los más rupturistas, los más audaces; que en lugar de desalentarse porque la Revolución con la cual soñaba no había llegado, Viñas optó por hacerla desde su literatura.
En las novelas de Viñas, la gente huele. «Yo hiedo, viejito; mi cuerpo es un queso. Bilbao, no: camembert. En los sobacos y en las verijas -te ruego- oléme, soy una planta, Lore, no me desprecies. […]»
En las novelas de Viñas, la gente coje. Con jota. Y hay saliva, semen, fluidos.
En las novelas de Viñas no hay asepsia.
Opuestos por el vértice. Borges escribe con la tradición de la literatura argentina en la cabeza. Viñas escribe con la tradición de la literatura argentina en la cabeza. Cada uno se hace cargo a su manera de esa tradición. Borges escribe cuentos. Viñas escribe novelas: escribió un libro de cuentos, Las malas costumbres, pero es, sobre todo, un novelista. Viñas denunciaba al borgismo como un camino paralizante. Un ejército de epígonos berretas de Borges y de Bioy Casares dan fe de cuanta razón tenía.
Hombres de a caballo, una novela sobre milicos, es la obra de transición de Viñas. El momento en que empieza a lanzarse al vacío. En una novela sobre milicos, Viñas rompe filas. Cuerpo a cuerpo fue escrita en 1979, cuando la dictadura de Videla ya había desaparecido a sus hijos María Adelaida y Lorenzo Ismael, y se publicó por primera vez en la Argentina en 2006. Cuerpo a cuerpo circula por librerías de viejo o de saldos: cuesta 15, 20, a lo sumo 25 pesos según la librería. En Cuerpo a cuerpo, a un general le rompen el culo. Literalmente. Y luego su propia hija le pega un tiro en la cabeza. Cuerpo a cuerpo es una novela disruptiva, áspera, que requiere un enorme compromiso de parte del lector acostumbrado a la papilla narrativa. Seguime, Chango. Y si te animás a seguir a Viñas, quedate tranquilo que no te va a defraudar. Cuerpo a cuerpo es «la» novela de la dictadura. Ideología y estética son absolutamente inescindibles en la obra de Viñas.
La Academia (léase Filosofía y Letras, Puán, etc.) ha reconocido a Viñas. Los cánones literarios construidos y promovidos desde la Academia suelen ser denunciados por su arbitrariedad desde una postura ciertamente tilinga. Si no fuera por la influencia benéfica de las operaciones culturales diseñadas desde la universidad de Buenos Aires, escritores como Héctor Viel Temperley, Osvaldo Lamborghini, César Aira, Juan José Saer, se habrían ido perdiendo en el olvido. Viñas mismo es un gran pionero en la creación de cánones. Un grupo de estudiantes universitarios entre los cuales estaban los hermanos David e Ismael Viñas fundó una revista durante la década de los 50 y la llamó Contorno. El primer número de Contorno estuvo dedicado a un escritor por entonces olvidado que se llamaba Roberto Arlt.
En la Facultad de Filosofía y Letras, David Viñas ha tenido cátedras a su cargo, desde donde impuso su perspectiva crítica, absolutamente ajena a la bananeada de la «muerte del autor», a la escisión quirúrgica entre vida y obra. [Quiero decir: ¿Los condicionamientos sociales en que surgió la obra?; Sí, por supuesto, ya sé; ¿El contexto político?, Sí, claro, ya, sé, de acuerdo, pero qué hacemos con vos, el autor de ese libro. Sí, vos también, porque lo político y lo privado, como dice el solapista de Cosas concretas, en Viñas no se escinden jamás: la pregunta del millón es, digamos, como interactúan una cosa y la otra.]
Cuerpo a cuerpo se estudia en Literatura Argentina II. Pese a este esfuerzo académico, Viñas no tiene la cantidad de lectores que se merece. Ojalá el tiempo ponga las cosas en su lugar.
A Viñas le molestaba ser definido como un «escritor». Prefería ser llamado «intelectual». La diferencia entre un término y otro se relaciona con el deseo, la necesidad, la obligación de intervenir en su tiempo para transformarlo. Según Piglia, el tema de la obra de Viñas es la «indagación sobre las formas de la violencia oligárquica». Desde allí escribe. Desde allí, también, interviene como intelectual. Desde allí lee. Viñas es un modo de leer la literatura argentina. Viñas es un modo de leer la Argentina.
Duele como la puta que lo parió y quizá por eso mismo hay que escribirlo ahora. David Viñas ha muerto. No se trata de estetizar la muerte: su rigor intelectual no lo permitiría. Viñas es un corazón que se detuvo, un cuerpo que ha comenzado a descomponerse. Parece como si la literatura argentina se hubiera muerto, pero no, es un eclipse nomás. Queda, siempre, el legado de Viñas: el resentimiento como ejercicio de la lucidez, la experimentación formal como acto revolucionario. Y un general al que una de sus víctimas le rompió el culo y su hija le pegó un tiro en la cabeza.
Nota
Pablo Grillo: llaman a indagatoria al gendarme Guerrero a seis meses de un disparo criminal

El 2 de septiembre el gendarme que disparó una granada de gas lacrimógeno por fuera de todos los protocolos de la fuerza deberá comparecer ante la justicia. La decisión la tomó la jueza María Servini de Cubría más de cuatro meses después del hecho. Pablo Grillo luchó por su vida, perdió masa encefálica y hoy se encuentra en plena rehabilitación. Todo lo que deberá explicar Héctor Guerrero y que implica a su principal defensora y la responsable de la violencia estatal: Patricia Bullrich.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cuatro meses y una semana pasaron desde el miércoles 12 de marzo. Ese día, durante otra violenta represión a la marcha de jubilados y jubiladas, el Gendarme Héctor Guerrero le disparó fuera de toda legalidad una granada de gas lacrimógeno al reportero gráfico Pablo Grillo, cuyo impacto casi lo mata, y por el que perdió parte de la masa encefálica, estuvo casi tres meses internado en terapia intensiva en el Hospital Ramos Mejía y por el que hoy continúa en proceso de rehabilitación. Cuatro meses y una semana pasaron hasta hoy, lunes 21 de julio, en el que la jueza María Servini citó a indagatoria al gendarme, autor material de lanzamiento, para el próximo 2 de septiembre.
Es decir: entre la ejecución y la audiencia habrán pasado 131 días, casi seis meses, casi medio año.
El camino de la in-justicia
En un primer momento, la jueza había rechazado el expediente y el caso había pasado al Juzgado Federal N° 12, donde tramitaba otra denuncia por los mismos hechos. Como ese juzgado estaba vacante y subrogado por Ariel Lijo, quien también se declaró incompetente y declinó la competencia, el expediente regresó al Juzgado N° 1 el 28 de marzo y la jueza Servini lo tiene en sus manos desde el 10 de abril, a la vuelta de una licencia.
La cronología detalla el tiempo que una familia debe atravesar para exigir justicia por un hecho de violencia estatal: desde el 21 de marzo en que el papá, la mamá y el hermano de Pablo se presentaron en la causa como querellantes, solicitaron se llame a Guerrero a declarar “en calidad de imputado, por tentativa de homicidio agravado por abuso funcional, abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Pero no hubo respuesta. Por eso, el 6 de junio, reiteraron el pedido con estos argumentos: “Desde el inicio de la investigación, todas y cada una de las pruebas recabadas por el Juzgado corroboran lo que planteamos en nuestra querella del 21 de marzo: el cabo primero Héctor Jesús Guerrero de la Gendarmería Nacional Argentina fue el autor del disparo de la pistola lanzagases que hirió de gravedad a Pablo Grillo el 12 de marzo a las 17.18hs”. Y agregaron: “En el pedido que presentamos ante la jueza Servini ofrecemos una descripción de los hechos y un análisis pormenorizado de los elementos de prueba existentes hasta el momento”.
Y no hubo dos sin tres: el 15 de julio se le volvió a exigir al Juzgado que lo cite a Guerrero.
Y la tercera fue la vencida: este lunes, Servini citó a prestar declaración indagatoria al cabo Guerrero como autor del disparo con cartucho de gas lacrimógeno calibre 38mm que impactó en la cabeza de Pablo Grillo. La audiencia será el 2 de septiembre a las 10.
Guerrero es el primer efectivo formalmente imputado en la causa por el operativo policial del 12 de marzo.
Desde la querella informaron: “El juzgado ordenó la realización de una pericia balística a cargo de la División Balística de la Policía de la Ciudad para reconstruir con el mayor nivel de precisión técnica posible el disparo que hirió de gravedad a Pablo. Si bien la jueza consideró que ya existen elementos de prueba contundentes respecto de la responsabilidad de Guerrero para esta instancia, sostuvo que la pericia es necesaria para afianzar la reconstrucción de la dinámica del hecho”.
La pericia tendrá como objetivos precisar:
-La trayectoria y velocidad del proyectil que impactó en la cabeza de Pablo Grillo;
-La posición del arma al momento de efectuarse el disparo y el ángulo de salida del proyectil;
-Analizar si el proyectil impactó previamente contra otra superficie, y si eso alteró su dirección o energía.
-Las ubicaciones de Grillo y de Guerrero al momento del disparo.
El juzgado también ordenó, previo a la pericia, una inspección en el lugar del hecho (la esquina de Hipólito Yrigoyen y Solís) que incluirá un relevamiento fotográfico terrestre y aéreo y la elaboración de un croquis detallado de la escena.
Además, le prohibió a Guerrero la salida del país.
Compartimos el perfil de Pablo que realizamos en la edición 203 de MU.
Nota
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
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