Nota
El blues de la zanahoria: Fantastic Negrito, música & agroecología en EE.UU

Ganó tres premios Grammy pero su mayor orgullo es Revolution Plantation, un proyecto agroecológico que produce alimentos, trabajo y comunidad. Charla en Buenos Aires con este referente del blues actual que comenzó su carrera a los 47 años, lucha contra el narcisismo, y sueña vivir como su abuela. Por Julián Melone.
Oakland es una bulliciosa urbe de la bahía de California, característica por su diversidad étnica y torturada bajo el estigma mediático de la alta criminalidad. También se puede conseguir verdura agroecológica: es cuestión acercarse a Revolution Plantation, proyecto que empezó humildemente con un solo tipo trabajando en su jardín. Si se tiene suerte, se puede llegar el día de mercado, donde hay varios agroproductores con sus puestos, talleres para niños e incluso un escenario con artistas de todo tipo. Y a la hora de comprar la verdura, te atiende un hombre que hace menos de una semana estaba llenando teatros en su país, Japón y Alemania. Tiene tres premios Grammy guardados en alguna parte de su casa y se lo considera el artista más importante del blues contemporáneo. El tipo es Fantastic Negrito, pero se llama Xavier, y probablemente te recomiende las zanahorias.
¿Qué está pasando?
iciembre 2022. Es la segunda vez que viene a tocar a Argentina. Está subiendo y bajando las escaleras a al trote para no perder su kilometraje diario de ejercicio, mientras vocaliza las canciones del show que tendrá lugar a la noche. Pero insiste que tenemos tiempo suficiente para una entrevista.
Acomoda su metro noventa de altura en un sillón muy pequeño dentro de una habitación exclusivamente blanca. Acostumbrado a tener entrevistas estándar sobre sus Grammy y el significado de sus letras, le brillan los ojos apenas oye mencionar Revolution Plantation. Hay un alivio palpable en su alegría. De acuerdo a sus allegados, este es el proyecto que lo hace verdaderamente feliz.
Cuenta que todo comenzó hace mucho tiempo, mientras charlaba con su nonagenaria abuela. Xavier la visitó en su hogar de toda la vida, un pueblo rural al sur de Virginia que hoy tiene alrededor de 600 habitantes. Curioso sobre cómo sería vivir en aquel lugar un siglo atrás, le pidió que le contara sobre su pasado. Xavier estaba listo para escuchar historias terroríficas protagonizadas por la segregación racial, la esclavitud y otros horrores atribuibles a la época. Sin embargo, la abuela desplegó otra historia: “Me contó que todas las familias trabajaban en conjunto, como en una cooperativa –claro que en ese entonces no tenían idea de que estaban haciendo una cooperativa–. Estaban los Smith, los Jones… todos granjeros negros. Tenían cerdos, gallinas, tomates, vegetales y mil cosas más. ¡Y compartían! No tenían que pedirle nada al vecino, solo iban y tomaban lo que necesitaban. La idea de que la gente pueda trabajar colectivamente y compartir, creando algo bueno juntos… En ese entonces era joven y no me había dado cuenta de que mi vida había cambiado, pero a partir de allí comencé a intentar vivir como mi abuela”.
¿Cómo se llega a este punto? Ajústense los lentes, porque su historia parece un guion de la ficción más inverosímil.
Fantastic Negrito nace como el octavo de catorce hermanos, bajo el nombre de Xavier Dphrepaulezz.
Escapó de su casa a los 12 años, lo que implicó una infancia viviendo en las calles de Oakland y asaltando transeúntes para sobrevivir. A los 18 años se disfrazó de estudiante para escabullirse en las aulas vacías de la Universidad de Berkeley y tocar el piano en soledad.
Después de años de tocar en la calle, su carrera discográfica oficial comenzó cuando el productor de Prince, Joe Ruffalo, se transformó en su mecenas. Pero tuvo poco éxito, ya que Xavier no entendía el mundo de los negocios, la frivolidad y la competencia de egos. Fue entonces que renunció a la discográfica y se dedicó a organizar fiestas clandestinas.
Poco después un auto lo arrolló. Este incidente lo dejó en coma por dos semanas, despertando para enfrentar una dolorosísima rehabilitación en la que le reemplazaron huesos por prótesis. Los médicos aseguraron que Xavier no estaba en condiciones de usar las manos para la música. Ni hoy, ni nunca más. Entonces mandó todo a la mierda: puso su granja de marihuana y formó su propia familia.
Un día, su hijo no podía dormirse. Entonces un Xavier de 45 años tomó una guitarra que estaba tirada detrás del sofá (el único instrumento del cual no se había desecho) y le tocó algunas canciones. Contra todo pronóstico médico, pudo hacerlo.
Y a partir de ahí, manos a la obra: nació Fantastic Negrito.
La revolución americana
Cuenta hoy con un EP y cuatro discos de primerísimo nivel. Música sangrienta y auténtica, con la aspereza del blues y la valentía de quien perdió todo más de una vez. Sus Grammy fueron un infrecuente acto de justicia sobre la calidad musical.
Y ese podría ser el final de la película.
Pero en el momento en que cualquier cristiano se recostaría en sus “merecidos” laureles, él decide iniciar Revolution Plantation, un proyecto donde la solidaridad es la respuesta; donde la gente se inspira y empieza a consumir vegetales sin agrotóxicos, descubriendo la magia de labrar su propia tierra y ser solidario con el vecino. Y con el megáfono que implica ser la figura que es hoy día: “Lo primero que hice de manera colectiva fue cuando todavía no era Fantastic Negrito, en la época en que cultivaba marihuana. Nos juntábamos con artistas, escritores y demás, en plan de ‘Ey, necesitás esto, puedo darte lo otro…’. Era poderoso estar juntos, ¡y compartir dinero entre artistas es una forma revolucionaria de pensar en Estados Unidos!”.
La revolución de Xavier se siente novedosa, pero no deja de estar basada en una idea que funcionaba hace más de un siglo atrás. ¿Cómo algo puede ser revolucionario si en el fondo ya existió y fue suplantado por otro estilo de vida? Xavier admite que no lo sabe y que por eso es un fanático (sic) de esa paradoja. Pero imagina al culpable y su voz se torna triste cuando cuenta lo difícil que es formar cualquier tipo de colectividad en su país debido al temor reinante. Xavier asegura no haberlo visto a tal escala en ningún otro lado: no importa a quién te cruces en la vereda, siempre se teme al otro. “Creo que ese terror es producto de una vida en la que no contribuiste”, dice. “Si hubieses hecho tu trabajo con el prójimo, preocupándote por los demás, contribuyendo a la sociedad y asegurándote que no solo vos tengas lo suficiente, sino que otra gente también lo tuviese, no sentirías ese miedo al ver unos niños a la noche. Somos un país de ‘yo’ por encima de todo, mucho más que la mayoría. El sueño americano es muy destructivo”.
Es por eso que el sueño de vivir como la abuela se vuelve una revolución. Asegura que la gente que ha ido a ayudar y colaborar a su tierra –o bien ha podido iniciar su propia granja– empezó a sentirse mejor física y emocionalmente. Solo necesitaban sentirse aceptados, visibilizados y tener un poco de contacto con la naturaleza. Dice Xavier: “Algo sucede cuando ponemos nuestras manos en la tierra –no soy un científico, no sé qué es lo que pasa, pero sé que algo pasa–. Pasa cuando miramos a nuestro alrededor y es todo verde; es saludable ver cómo crece nuestra comida y usar nuestros desperdicios para alimentar el suelo que nos retribuye comida en ese ciclo impresionante. Cosechar, lavarlos… Hay una sensación especial en poner amor y tiempo en una planta que ahora produce para vos”.
Todos estos conceptos comenzó a integrarlos durante aquel hiatus artístico de la plantación de marihuana. A pesar de los riesgos económicos del proyecto, descubrió que, en el fondo, lo único que necesitaba darles a las plantas era un suelo saludable, agua, sol y espacio para crecer. Y en todo caso, algo de apoyo si empezaban a caerse. “Y pensé : ¡estas plantas son como la gente! La gente va a producir para vos si también les das amor, espacio, nutrientes, apoyo… En mi pequeña e insignificante mente, esto es revolucionario”.
Narcisismo solidario
Xavier insiste con su “pequeña mente” y la revolución de la solidaridad, ya que se considera un narcisista en recuperación. “Otros probaron con drogas, pero yo elegí el narcisismo. Me sentía una mierda, pero me repetía que era grandioso; lo hacía para sobrevivir. Es algo muy destructivo. Y de pronto estás en tus 20, sos joven, hermoso y te volvés codicioso, pensás solo en vos. Probablemente porque así te educaron. Yo trataba de vivir por mi cuenta y fue mientras crecía que aprendí que, cuanto más valor le doy a la gente, más valgo. Si soy codicioso, la mejor solución es asegurarse que todos consigan algo porque ¡de esa manera yo consigo más!”
No sabe muy bien cuándo, pero un día empezó a ver la comida de los mercados con otros ojos. Empezó a sentir que su alimento era insalubre, a diferencia de lo que ofrecían sus plantas.
“Y pensé: ¿qué tal si cultivamos nuestra comida aquí mismo, en nuestra tierra, como hacía mi abuela?; ¿qué tal si les enseñamos a los jóvenes cómo compostar, cómo construir, cómo ser un electricista, un pintor, todas esas cosas que vas a necesitar en una granja? Cuando quiero darme cuenta estoy plantando, reciclando, supra-reciclando …”
Revolution Plantation crece a ritmo firme. Xavier asegura que realiza eventos a los que acuden cientos de personas en el llamado Storefront Market, que toma el nombre del sello discográfico independiente que ha creado.
“Es un mercado gratuito que se hace en el frente de mi casa. No les cobramos a los vendedores y productores, no hay tarifa: vas, contribuís y te quedas con todo. No nos quedamos con nada”.
“Además de comida se ofrecen adopción de mascotas, artesanías… También hay un escenario donde tocan los músicos. Son mayormente buskers (término de Oakland para músicos callejeros) porque yo era uno de ellos. Cada vez viene más gente, hay más colaboradores. Tenemos más brazos. La comunidad incorpora todo esto al mercado, todo con Revolution Plantation … lo que está ocurriendo es orgánico. No quiero darme demasiado crédito. Yo ofrezco mi espacio para que lo puedan usar, y es la gente la que decide”.
Su camino de recuperación narcisista viene bien encaminado. Resulta que durante la pandemia descubrió la composición de su ascendencia. “¡Al carajo mi vida, esto sí es interesante!” dice riéndose sobre sus hallazgos. La que más le llamó la atención fue una séptima abuela de origen, sirvienta contratada, que en el año 1700 en territorio estadounidense se fugó con un esclavo negro, tuvo un hijo y así continuó la línea de descendientes que llegaría hasta Xavier. Define esa historia como “la mierda más punk-rock” que escuchó en su vida y es la historia en la que se basa la totalidad de su (tremendo) último álbum, White Jesus, Black Problems (Jesús Blanco, Problemas Negros).
Pero aunque intente escapar del reflector de la vanidad, entiende que la gente se sienta inspirada por su historia. E incluso, cuando se toca el tema de su edad, se siente orgulloso: “La sociedad solo celebra la juventud. Con Fantastic Negrito empecé a los 47 y voy a cumplir 55. Lo cierto es que podés empezar en cualquier momento, solo tenés que ser auténtico. O sea, perdí mi mano pero puedo tocar la guitarra. Hay que recordar que está bien fallar, caerse, sentirse muy mal… es parte de la vida. Va a llover y va a salir el sol. Va a haber viento, terremotos, muerte… es todo parte de la vida y tenemos que abrazar esa idea, y aceptarla”.
El aura de Xavier es inspiradora. Su presencia exuda la energía de un chamán que por suerte se dedica a la música. Y se pone genuinamente feliz de saber que en Argentina las cooperativas agroecológicas existen y crecen. Pero tampoco le sorprende y quiere mantenerse en contacto.
En la prueba de sonido, durante la canción Plastic Hamburgers (Hamburguesas de plástico), un micrófono se cae sin explicación y genera un acople aturdidor que obliga a detener la música. “Dios odia esta canción, no quiere que la toquemos”, dice Xavier mientras lo vuelve a ajustar.
Ésta nota se hizo gracias a suscriptorxs.
La suscripción digital de lavaca te permite acceder de forma prioritaria a todas las notas de la Mu, a otros contenidos y a descuentos en libros, cursos y talleres que dictamos en lavaca. Todo por 350 pesos. Si te interesa asociarte, podés hacerlo desde éste link.

Nota
Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

Revista MuHace 3 semanasMu 208: Lara Brenda Morena

#NiUnaMásHace 4 semanasUn mes sin Brenda, Lara y Morena: lo que se sabe de la trama narcofemicida

Soberanía AlimentariaHace 3 semanasMiryam Gorban: hasta siempre, maestra

Derechos HumanosHace 3 semanasEstela, 95 años y 140 nietos recuperados: ¡que los cumplas feliz!

#NiUnaMásHace 4 semanasTransfemicidio en Neuquén: reclaman justicia por Azul, la trabajadora estatal por la que se declararon dos días de duelo





























