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El Facebookgate, o el gobierno de los algoritmos

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Miguel Benasayag explica en este artículo cómo funciona la «gobernabilidad algorítmica» y por qué el Facebookgate no debería sorprendernos. Qué implicancias tiene la era tecnológica para los estudios biológicos y cómo hacer para no convertirse uno mismo en un montón de datos.


Por Miguel Benasayag para www.lavaca.org

Sólo los poetas saben y pueden extrañarse que el sol salga cada mañana, y es porque lo extraordinario del mundo no está en la cosa mirada sino en la mirada: es la mirada la que encanta al mundo. Pero los no poetas, los que viven con sus teléfonos celulares injertados a la oreja, los que vomitan cotidianamente su vida por Facebook, los que no pueden esperar más de tres segundos que Internet les responda, para ellos, todo y nada puede resultar extraño, pues su mirada ordinaria aplasta al mundo y lo vuelve ordinario y triste. Roba encanto al mundo.
       
Es así que, con «gran sorpresa» millones de «perfiles» (es decir, en lo que se transforman los individuos en la era de la gobernabilidad algorítmica) se extrañan de que Facebook haya vendido sus informaciones con fines políticos.       
 
Pero lo que ha hecho Facebook es justamente un no-acontecimiento, un hecho banal y simple, no es un «exceso», es el funcionamiento normal del mundo en el orden actual. Es lo propio de esta «gobernabilidad algorítmica » de la cual todos hemos participado, con entusiasmo y con brío, divirtiéndonos y comparando quién la tenia más grande.
Ahora se sabe: su smartphone.
           
La gobernabilidad algorítmica se basa en el stockage de millones de millones de micro datos. Estos micro datos se leen como informaciones pre individuales o sub individuales. Es decir, no se rata de tener informaciones de Pedro, María o Juan, sino de los comportamientos -considerados de modo separados de un todo- que interesan a las grandes centrales para saber cómo los micro comportamientos de una población evolucionan, en qué sentido van.
 
Para comprender esto podemos acordarnos la famosa frase de Margaret Tatcher: «La sociedad no existe, existen sólo los individuos». Ahora la cosa no es más así, mismo los individuos se han transformado en estructuras demasiado oscuras, demasiado complejas, ahora podemos decir con «googel». Los individuos no existen sólo existen sus microcomportamentos sociales, individuales y biológicos, que debemos captar y acumular en nuestras «big data», independientemente de la ilusión de individuos o sociedades.
 
La banca mundial, la salud, la educación, la epidemiología, la demografía, las guerras  pasaron ya a ser dirigidas por las inmensas bancas de datos que (creen) poder prever las actitudes de las poblaciones e individuos. Mas allá de las «ilusiones» de libertad subjetiva ideológicas,  filosóficas, etcétera, todos estos microcomportamientos corresponden a circuitos calculables, modelizables, reproductibles y, por lo tanto, aumentables.
 
Se trata simplemente de los axiomas de base de la teoría de la información: todo lo que existe son agenciamientos, montajes, agregados de estas unidades de información, modelizables y reproductibles.
 
Los individuos y las personas no son así las unidades ni de la investigación ni de los comportamientos. Al contrario, la hipótesis central es que toda interioridad, subjetividad, motivación es simplemente la resultante cuantitativa (nunca cualitativa) del movimiento subyacente de estas mareas de micro datos. 
 
Un ejemplo: analizando simplemente los datos de cómo alguien utiliza su tarjeta de crédito durante un año, Google puede preveer con 80% de certeza si esta persona se va a divorciar en los tres años siguientes. No es lógica estadística o probabilística: es otra cosa. Son los datos de un «big data » que, a partir de correlaciones concluye a la predicción del movimiento estudiado. 
 
Que nadie se ofusque: el 90% de los datos no son «robados a los individuos », sino que somos nosotros que los ponemos en circulación activamente, y pasivamente también dado que siguen nuestras navegaciones por Internet. Se dice que toman a la gente por boluda… tienen razón.
 
Toda una parte de los últimos trabajos de investigación en los que participo se centran en la posibilidad de comprender cómo se transforman, materialmente y concretamente, los individuos en «perfiles», panópticos transparentes y de pura superficie. Lo que sucede, entre otras cosas, es que no se trata de que les roben datos privados a los individuos, sino más bien que existe una verdadera mutación de nuestros modelos de existir, de ser en el mundo, un cambio que deja cada vez más de lado nuestros cuerpos y nos modifica nuestro ser cultural, psicológico, social, pero también biológico.
 
La producción de cada uno de nosotros como perfiles, es decir como un agregado de data, se opera por la captura de nuestros comportamientos. Poco a poco nos acostumbramos a hacer «lo que la máquina puede hacer», es decir, nosotros nos fundimos en los moldes de los posibles de la máquina, que no esta más al servicio de nuestros proyectos sino que deviene poco a poco nuestros proyectos. Algo así como lo que Marx explica en El Capital cuando escribe que el dinero se transformó poco a poco de ser un medio a ser su propio fin: la tecnología deviene así la finalidad, no más el medio.
 
Piensen por ejemplo cuántas veces por hora se mira el móvil para «ver si tenemos mensajes». Ahora bien, es porque el móvil nos permite tener mensajes en permanencia que nosotros lo miramos y que nosotros mandamos mensajes en permanencia, no porque lo necesitemos. Es la sustitución de un «endoesqueleto», para llamarlo así, por un «exo esqueleto» que desde el exterior ordena nuestros comportamientos.
     

Otro ejemplo a reflexionar es el hecho de que en los EE.UU acaba de realizarse la pesadilla de más de un siglo de ciencia ficción: un Google Car autónomo ha atado a una mujer. No es un drone o un robot teleguiado: es una máquina autónoma que mata a un humano.

Esto nos lleva, a través del análisis de la gobernabilidad algorítmica, a la necesidad de comprender la transformación de nuestras sociedades en sociedades de la «post democracia», y más aun, de la post política. Estos serán algunos de los ejes de nuestro futuro Congreso del mes de noviembre en Buenos Aires, que comenzaremos a preparar con una serie de encuentros en MU a partir de abril.

De aquí a ese día, tengan cuidado no de que le roben sus datos, sino de no convertirse ustedes mismos en un montón de datos.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

Taller: ¡Autogestioná tu Podcast!

De la idea al audio: taller de creación de podcast 

Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.

¿Cómo hacer sonar una idea? Desde el concepto al formato, desde la idea al sonido. Vamos a recorrer todo el proceso: planificación, producción, grabación, edición, distribución y promoción.

Vas a poder evaluar el potencial de tu proyecto, desarrollar tu historia o propuesta, pensar el orden narrativo, trabajar la realización sonora y la gestión de contenidos en plataformas. Te compartiremos recursos y claves para que puedas diseñar tu propio podcast.

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Contenidos:

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Mariano Randazzo, comunicador y realizador sonoro con más de 30 años de experiencia en radio. Trabaja en medios comunitarios, públicos y privados. Participó en más de 20 proyectos de podcast, ocupando distintos roles de producción. También es docente y capacitador.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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