Nota
El mundo después de Cromañón
¿Cómo está funcionando el mundo, desde el punto de vista de tres chicas de 17 y 22 años, sobrevivientes de Cromañón? La indiferencia, las nuevas solidaridades, el morbo mediático, el país incoherente, las bengalas, la culpa de estar vivos, la educación, cómo evitar las cosas que tiran para abajo, y cómo encontrar estímulo para seguir peleando. El recuerdo de aquella noche, y qué imágenes les permitieron salir del agujero negro. Entre la lengüita de los Rolling Stones y las nuevas formas de entender la política, tres miradas que ayudan a entender la genética del presente.
Mauge tiene 19 años, sobrevivió a la más reciente matanza de jóvenes argentinos ocurrida en un lugar llamado República de Cromañón, y anuncia que va explicar cómo es el mundo.
Tiene uno de esos juegos que articulan decenas de hilos metálicos semicirculares, a los que se les puede dar diversas formas: una flor, una esfera, o dos, un tubo. Alguien dice:
-Está bueno para los nervios.
Pero Mauge no va a jugar, quiere describir qué sucedió con el mundo: tal vez eso también sea bueno para los nervios. Comienza exhibiendo el pequeño artefacto en su forma plana. Tiene aspecto de flor de dibujo infantil, perfecta y simétrica. Mauge empieza a mover los metales con sus uñas largas.
-Primero éramos la nada, y después fuimos desplegándonos así (el juego empieza a exhibir una forma incierta), y después terminamos así, redondos.
Muestra la esfera impecable, que sus dedos vuelven a manipular:
-Pero ¿qué pasó? Empezamos a dividirnos (la esfera va mutando hasta transformarse en dos) y después todo ¡plaf! (Mauge la aplasta con la palma de la mano). Y quedó esto.
Enseña el juego nuevamente aplanado, con forma de flor perfecta y simétrica alrededor de un círculo vacío, que ella define así:
-El agujero negro.
-No, nena, dejate de joder- le dice Sonia, 24 años.
Mauge se ríe, Florencia (19) la abraza. Las tres son sobrevivientes de Cromañón, y se disponen a una conversación con lavaca en la cual explicaron, tal vez sin proponérselo, cómo es el mundo.
Se toman de la mano: han aprendido a hablar pese al llanto, a tener humor pese al dolor, y aseguran que sienten como si se conocieran de toda la vida.
La remera
Las tres siguen sometidas a estudios periódicos. Análisis de sangre, tomografías, resonancias magnéticas, estudios de los órganos que pudieron haber sido dañados: tráquea, pulmón, laringe. Mauge explica: “El humo negro se hizo bolitas que se pegaron en las paredes del pulmón y rompieron tejidos”.
Florencia cursa el CBC, para estudiar Historia. Su historia: el 30 de diciembre de 2004 fue a Cromañón con su novio Julián, que la cargaba sobre los hombros cuando la mediasombra se incendió. Ella estuvo 13 días internada, luchando contra el veneno en sus pulmones. Julián perdió esa batalla el 1º de enero. Tenía 18 años. Estaban el sector vip, sigla que significa very important persons.
Sonia está estudia Diseño Gráfico en la UBA. Ella y sus compañeros pintaron un mural de cinco metros de altura en la Ciudad Universitaria, recordando a Rubén y Gustavo, dos de las víctimas del 30, que estudiaban allí. El papá de Sonia es verdulero, su mamá atiende el pequeño almacén junto a la verdulería, en Caseros. En la parte de atrás del almacén Sonia tiene la computadora en la que realiza los trabajos para la facultad, y está a un paso para relevar a su madre o ayudarla si llegan demasiados clientes.
Mauge terminó el secundario. Tuvo mil conflictos en la escuela, con autoridades y compañeros, pero supo resolverlos mezclando inteligencia y coraje. Dice “mi marido” cuando habla de su novio (Nico, que trabaja como albañil); cuando envía mails escribe “loko” y “sho” en lugar de “loco” y “yo” . Es una especie de volcán de humor y palabras, tono barrial de Villa Bosch y una claridad a veces asombrosa para observar la realidad. Conervó la remera con la que se defendió del humo venenoso. Esa prenda lleva impresa una síntesis que acaso cifre todo un código sobre el presente:
Callejeros.
30 de diciembre.
República de Cromañón.
Rocanroles sin destino.
Made in Argentina.
Ojos muy abiertos
-Hay planteos acerca de la indiferencia de parte de la sociedad frente a los hechos de Cromañón. ¿Cómo perciben la actitud de los jóvenes?
-Sonia: Muy pasiva. Como que “a mí no me puede pasar”. Cuando vamos a hablar en la facultad nos dicen que tienen ganas de hacer cosas, pero no saben qué. En la Ciudad Universitaria nos dieron el espacio, propusimos el mural, y se sumaron varios chicos de distintos cursos. Con la gente que te conoce es distinto, pero en general noto eso de que fue algo que no puede volver a suceder. Y para mí puede suceder en cualquier momento.
-Florencia: Cuando alguien no se identifica con una causa, no se termina de preocupar. Qué sé yo, pasa con todas las injusticias de este país. Poca solidaridad.
–Se puede entender que un chico que no se interese por cuestiones que le resultan lejanas. Pero ¿Cromañón?
-Florencia: Te dicen “yo conocía al primo de un amigo”, y listo.
-Sonia: Los comentarios son “suerte que no fui, o que mi amigo no fue” y se quedan en eso.
-Florencia: Aparte como en los medios no está, se va perdiendo.
-Sonia: Para nosotros no se pierde nada, los chicos van a estar presentes siempre. Lo que nos pasó es algo que vamos a cargar siempre… (nacen unas lágrimas, las borra velozmente con las yemas de los dedos, y luego enciende un cigarrillo). No sé, acá siempre pasa. Cuando fue el corralito salió la clase media y apoyó a los piqueteros porque le convenía. Después, pasaron a ser unos villeros y unos negros de mierda. Entonces, ¿cómo es? Los problemas no son de uno. Son de todos. Hoy es Cromañón, mañana matan a dos chicos en un puente, hay de todo, y no hay nadie que te proteja. Yo iba en el colectivo y pensaba: ¿qué pasaría si le pregunto a cada uno de los que viajan cuánto cree que vale su vida? Una vida, digo. Y acá hubo 194 vidas. Que no valieron nada para el gobierno.
–¿Se ven representadas por la palabra sobrevivientes?
-Florencia: Yo trato de no usarla. No me gustan las etiquetas.
-Sonia: Es muy pesada para llevar.
–¿Están recibiendo atención psicológica?
-Sonia: Yo decidí no hacerme atender. Sé que necesito ayuda pero me parece que no estoy preparada para enfrentar todo eso. Lo necesitaría porque no duermo con la luz apagada, ni puedo estar en ningún lugar cerrado.
–¿Por qué decidiste no hacerte atender?
-Sonia: Pensé que iba a poder sola. Pero pasa el tiempo y todo se complica un poco más. Veremos.
-Florencia: Yo estoy yendo. Ayuda en forma de descarga, de contención, de buscarle algún tipo de… no digo de explicación, porque no la tiene. Algún tipo de salida. Eso.
-Sonia: De seguir adelante.
-Florencia: Otra no queda.
Mauge: Yo empecé a ir al Alvear, te atienden bárbaro. Atendieron también a mi mamá. El problema es que iba demasiada gente, no tenían turnos, no tenían tiempo. Ahora estoy yendo con un psicólogo de los que está en el foro de Internet (Justicia por la masacre de Cromañón).
-Florencia: Yo tampoco iba al principio. Tenía la sensación de no querer ir a ningún lado después de estar esos doce días internada, con inyecciones de acá y de allá.
-Sonia: Con suero, oxígeno.
-Florencia: No pudiendo respirar.
-Sonia: Yo estuve 13 días y de ahí al 25 de febrero fui todos los días al hospital. Era como seguir internada, no podía hacer ninguna actividad. Al final dije: “Bueno, a ver si puedo salir un poco de esto”. Por eso no fui al psicólogo. No por otra cosa. Porque yo te puedo contar todo lo que pasó, y es una descarga. Es compartir el dolor. Yo la conozco a ella recién ahora, pero podemos compartir todo.
-Florencia: Es como una identificación. Un vínculo muy fuerte.
-Sonia: Como si fuera de toda la vida. La otra vez un flaco se puso a hablar. Le dije que yo también había estado en Cromañón y me abrazó llorando. Es inexplicable. Haber estado ahí, pensar como pensé yo que no salía, y ahora estar haciendo cosas… es muy raro. No sé. Estamos rodeados de muertes, pero encontrás a alguien que pudo vivir. Eso te une. Ella llora, y no necesito que me explique qué le pasa. A mí me pasa lo mismo.
-Florencia: En la sala de espera del Hospital Alvear vi a un chico. Me costó mucho acercarme. Tenía unas calcomanías, qué sé yo. Le digo ¿estuviste en Cromañón? Me miró mal, de costado. Le dije “yo también estuve”. Le cambió la cara: me miró re-franco, con una sonrisa grandota, y los ojos así de abiertos.
¿Quién hizo la Argentina?
–¿Qué pasa con los adultos? ¿Se sienten escuchadas?
-Sonia: Me parece que se alejan de la realidad, como si estuvieran resignados. No quiero pensar mal. Supongo que es un poco de ignorancia. Pero la gente grande en general… algunos incluso me llegaron a decir “la única solución es que vuelvan los militares”.
–No te creo.
-Sonia (lo recuerda exasperada): En serio, es lo peor que me podían decir. El argumento es que se podía salir tranquilo a caminar
–Pero no todos los adultos dicen semejante cosa.
-Florencia: No, claro, pero una piensa, después de los 30.000 desaparecidos, ¿qué más tiene que pasar? Que siga habiendo impunidad, y que la gente no termine de tomar conciencia…
-Sonia: Lo peor es que nadie se rebela, nadie hace algo para que esto cambie, y entonces nos toman por estúpidos. Como ella dice, si la gente no se identifica con 30.000 desaparecidos, a nosotros nos va a costar uno y la mitad del otro con menos de 200 chicos.
-Florencia: Mucha gente que estuvo, no quiere hablar más del tema. Ya está. Cromañón ya pasó.
-Sonia: Es una reacción típica, negar todo.
Mauge: O de golpe hacen al revés. Te abren Cromañón. Te lo muestran por adentro con fotos, filmaciones, detalles. Vos ya saliste de ahí, pero los medios te meten adentro. Entonces decís: “Loco, te estás rebardeando”. No te dan ganas de ir al santuario, ni a una marcha, ni de pelearla. Y así nos quieren hacer desaparecer la causa. En los medios ni se toca el tema muchas veces. La gente no sabe de qué le hablamos.
–O muestran el lado siniestro.
-Sonia: Me acuerdo hace unos meses, una persona fue a la marcha con un carro y una corona patética como si fuera un entierro, y te lo mostraban todo el tiempo. Si bien los chicos están muertos, es como seguir escarbando y metiéndole manija a ese masoquismo que tiene mucha gente.
-Florencia: Sí, hay masoquismo y morbo. En la televisión saben que el dolor vende y que si muestran a alguien llorando, la gente lo va a mirar.
Mauge: A mí me pasó cuando en Plaza de Mayo habló Mariana, la mamá de Liz, contando que después de la muerte de su hija sus células se descontrolaron, y le dio cáncer. Yo la escuché y me puse a llorar. Me dio mucha angustia ¿me entendés? Y ahí me vinieron a enfocar. Lo pasaban en la tele. El que mira dice: “Si se la van a pasar llorando no me arruino el día, me quedo en casa calentito”. Porque es así. Hace frío, llueve y encima lloran. No, no voy.
–Contás lo de Mariana Márquez, que murió unos días después.
Mauge: Me puso muy mal. Cromañón se sigue llevando a la gente que vale la pena. No pude evitar llorar mucho. Pero entonces hay que seguir la lucha por los que quedamos acá. Por suerte yo estoy en una asamblea genial (la Asamblea Popular 30 de diciembre, de Palomar) que me da mucha fuerza, y la familia que me encontré en las marchas, los padres, familiares, amigos, sobrevivientes. Lo único que no hay que hacer es caerse. Y cuando uno se cae, hay otros que lo ayudan a levantarse.
-Florencia: Mi tía decía “yo a Julián lo quería como a un hijo, pero no puedo ir a cosas que me tiren abajo, porque me no me levanto más”. En cambio cuando se enteró de actividades como la que hubo afuera de la Feria dijo “buenísimo, voy”. (En la puerta de la Feria del Libro se instalaron stands, se repartieron volantes, se reunieron firmas, actuó una murga y se exhibían unos carteles con la imagen de Aníbal Ibarra transformado en Frankenstein, y el lema: cuidado, el monstruo anda suelto).
–¿Cuál sería la diferencia, para tu tía?
-Florencia: Para luchar con ganas, voy. Para una procesión mortuoria, no. Las últimas marchas estuvieron muy buenas en ese sentido.
-Sonia: Pero fijate lo que pasó. Esas marchas fueron con fuerza, cantos, participación y documentos muy buenos. No te tiraban para abajo: pero ahí –justo ahí- no publicaron nada. (Se refiere particularmente a los diarios Clarín y La Nación, que ignoraron la marcha de fines de julio, por ejemplo, una de las más concurridas, conmovedoras y con un documento de fuerte contenido político. La televisión tampoco emitió imagen alguna).
-Florencia (que se quedó pensando en algo): Esto pasó antes de ayer. El dolor sigue, y va a seguir siempre.
–Pero también sigue la vida.
-Florencia: Sigue la vida. Y es bueno luchar desde la vida, más que desde la muerte.
Mauge (riéndose): Lo que pasa es que hay cada uno…
-Florencia: Lo peor a veces es lo más cercano a nosotros. Me siento en una clase en la facultad, veo a un pibe, el típico pibe cheto que lo único que piensa es (como hablando por un teléfono celular imaginario, con la mandíbula un poco floja): “¿a dónde vamos a salir el sábado?” A ese le hablás de lo que sea y lo único que le importa es el celular que le suena. O las zapatillas de moda. ¿Qué podés compartir con esa persona? (Detalle: las tres llevan las zapatillas de lona con puntera de goma, transformadas –contra toda moda- en un símbolo de época y de un modo de ser joven).
Mauge: (Haciendo y deshaciendo esferas con su juego de formas metálicas) Pero te cuento la contraria. Te vienen con que la juventud está podrida. Ustedes son los que fuman marihuana, y se drogan en las esquinas. Son esto y lo otro. La culpa es siempre de los jóvenes. Pero digamos la verdad: ¿Quién nos dejó esta Argentina de mierda? Nos la dejaron los grandes. No la hicimos nosotros. Ellos no se dan cuenta. Marchamos a la calle, ¿dónde están muchos padres? No están. Dejan que vayamos nosotros. Buenísimo, pedí justicia por Cromañón. No vienen pero dicen “negrita, voy a luchar con vos”. Al menos mi mamá, porque papá no tengo, dice “vamos, te acompaño”. Pero la mayoría se queda en casa y lo ve por tele.
-Florencia: Eso se siente mucho de parte de los grandes.
Palpando bengalas
Mauge (Con tono desafiante, mordaz): Hablan de los jóvenes, pero Cromañón estaba habilitado, Chabán era el dueño o capitalista, y todos sabían que iba a haber más de 4.000 personas. ¿Quién lo habilitó? ¿La juventud?
-Sonia: Mirá qué ironía lo que pasó. No sé a ustedes, chicas, pero cuando yo entré a eso de las 10 de la noche me hicieron sacar las zapatillas.
–¿Para qué?
-Sonia: Para revisarme. Fue un bardo porque tardamos mucho más. ¿Para qué fue ese control? Absurdo. Y si controlaron, ¿qué falló?
Mauge: Te revisaban las zapatillas, los pantalones, atrás del pelo, las axilas. A la piba le dije: mirá que no me gustan las mujeres. Y ella dice: quedate tranquila, a mí tampoco, pero te tengo que palpar porque no podés entrar bengalas. Me revisó toda, me dio vuelta la mochila, sacó cosa por cosa, estuvimos como media hora. Control perfecto. Pero entramos, y adentro había bengalas. Para mí, las vendían.
–¿Vendían?
Mauge: En el recital de Jóvenes Pordioseros yo le había preguntado a un pibe en la calle: ¿Sabés donde puedo comprar una bengala? Y me dijo: adentro, en la barra. Entonces, al chabón de Chabán no le daba la cabeza: tenía mediasombra y vendía pirotecnia.
-Sonia: También le echan la culpa al grupo. Yo no sé. En obras, en julio, pararon tres veces el recital porque había chicos que se asfixiaban por el propio humo de la bengala.
Mauge: En Cromañón también dijeron: loco, córtenla con la bengala porque hay pibas que las sacan asfixiadas de acá adentro. No creo que sean tan tarados de entrar ellos mismos las bengalas. Aunque a veces te encontrás con cosas…
–¿…?
Mauge: En año nuevo veía que todo el mundo tiraba cohetes y brindaba. Yo no lo entendía. Al otro día mostraban en la tele a los cartoneros que iban a las casas de los políticos y sacaban botellas, botellas y botellas de los tachos. Champán, sidra, qué sé yo. La pasaron bomba los políticos, ni se preocuparon, ¿entendés?
-Florencia: Y mientras tanto la gente estaba en la morgue. O en los velorios.
-Sonia: O ni siquiera: a muchos chicos los tuvieron dos días en una camioneta. Un amigo mío fue a buscar a la hermana a una camioneta. Estaban todos los cuerpos tirados uno arriba del otro. Y muchos chicos, yo misma, estábamos en el hospital sin respirar. Y todo seguía. Una farsa.
Mauge: El 31 yo estaba en casa. No podía hablar, tosía. En el hospital me habían dicho que no tenía nada, pero el 1º me agarró un paro respiratorio por el humo que tenía en los pulmones. Pero ese día, el 31, vino mi familia, el barrio. Todos llorábamos. En televisión veías el año nuevo. Faltan diez segundos para brindar –nueve, ocho, siete- y mientras tanto vos sabías que la gente estaba en la morgue –cinco, cuatro, tres-… buscando a sus hijos.
-Sonia: Para mí el año no terminó. Me quedé en el 2004.
-Florencia: Yo también. Hablo del año pasado, y me confundo. Era el primer fin de año que iba a pasar con Juli. El 31 a la mañana estaba internada, pero pensaba en lo que iba a cocinar a la noche. Ya había comprado todo. No tenía noción de lo que había pasado. (Julián murió al día siguiente, y a Flor no le avisaron hasta varios días después). Yo estaba con el respirador y pensaba: hay que pasar el año nuevo.
30 de diciembre, 23 horas
Mauge: Hay que pasar año nuevo. Era lo mismo que se escuchaba esa noche ahí adentro.
–¿En Cromañón?
(Mauge empieza a describir la pesadilla, y el recuerdo contagia a Florencia y a Sonia. Aclaración: el orden del relato no es cronológico. Hay idas y vueltas: la memoria de las chicas fue disparando poco a poco imágenes de diferentes momentos, hasta que se termina por armar cada historia).
Mauge: Sí, la gente gritaba “loco, mañana es año nuevo”, “yo quiero salir”, “tengo un hijo”, “mamá ayudame”. Cada uno gritaba. Yo empecé a llorar y decía “mamá sacame de acá adentro”. Pensaba en mis sobrinos. Quería salir y ver a mi vieja. Nunca pensé que alguien se podía quedar ahí para siempre. Después empecé a ver los cuerpos de los chicos… me desperté en una ambulancia y me arrastré hasta un camión de bomberos porque traían a un chico casi muerto, todo negro del humo, y salí de la ambulancia para dejársela. Yo decía: ayúdenme a buscar a mi amigo, pero me dicen “no, está muerto”. Yo buscaba a Walter, que había ido conmigo. Había cuerpos y cuerpos apilados. Mi amigo estaba ahí tirado. Le tuve que pegar para que reaccione, y reaccionó. Un rato antes estabas escuchando rocanrol, y terminás con pibes muertos al lado tuyo. Quedás re-loco.
-Sonia: O con tu familia buscándote en la morgue.
Mauge: Yo la llamé a mi vieja para decirle que estaba quemándose todo. Mi amigo lo último que hizo fue agarrar el celular para llamarme, pero lo perdió ahí adentro y se quedó dormido, igual que yo. Por el humo. A mí me pasaron por arriba, me pisaron. Llegué hasta dos metros de la salida y me quedé ahí. No pude correr. Me sacaron desmayada. No me morí porque en la calle hubo una mina que se re-copó, trajo un tubo de oxígeno, y me hacía respirar a mí, a mi amigo, a mí, a mi amigo.
-Sonia: La gente fue muy solidaria. A mí me sacaron después de una hora y media en el vip (vuelven las lágrimas a sus ojos).
–¿Cómo fue?
-Sonia: El sector vip estaba arriba, se cortó la luz, y no pudimos bajar porque la gente subió escapándose del fuego. Pero fue el primer lugar a donde llegó el humo. Pasaron unos minutos, llamé a mi vieja por el celular y le dije “nos estamos quemando, te quiero un montón”. Ella no entendía nada y me decía “salí, salí”. Yo le digo “mami, no puedo salir” y corté para no matarla más todavía. Yo no respiraba, y vomitaba todo ese humo. No sé cuánto estuve ahí. Sacaron a todos los chicos muertos y los bomberos no querían subir.
-Florencia: Unos amigos de Julián querían subir y les dijeron “no vayas arriba, que están todos muertos”.
-Sonia: Yo era una de esas muertas. Me acuerdo que me quise tirar por la baranda, pero nunca llegué. Me desmayé. Hubo una de mis amigas, Jessica, que salió casi antes de que se apagasen las luces, y sin embargo volvió a buscarnos. Ahí se quemó, se mareó por el humo, y no pudo salir. Por suerte pudieron rescatarla. El que me sacó a mí se llama Roberto, un chico de más de 40 años. Como la policía no se metía a sacar gente le dijo a un cana “tomá, flaco”, le dejó el bolso y entró. Salía de trabajar, pasaba por ahí y se puso a ayudar. Pensó: “algo hay que hacer”. Sacó a tres pibes, después subió al vip. Me cargó, me llevó a una camioneta y me llevaron al hospital Pena.
-Florencia: La gente del barrio fue re-solidaria. Hubo chicos que no tenían nada que ver, ni habían ido al recital, y perdieron la vida para ayudar a los que estaban adentro.
Mauge: Yo lo último que vi ahí adentro fue una remera roja de Kapanga (otra banda). La última mano que toqué fue la de ese chico. Cuando estaba afuera y vino a buscarme mi mamá, vi a un pibe con remera roja de Kapanga, tirado, la cara tapada. Yo dije: loco, que no sea el pibe que me sacó a mí porque no me lo perdonaría en mi vida. No me perdonaría saber que un pibe que no me conocía, dio la vida por mi ¿entendés? Hubo pibes que se salvaron, pero murieron al entrar para sacar a otros.
-Florencia: Lo que nos salvó fue la gente. Bajaban de los edificios. Cargaban botellas, traían agua y nos mojaban. Yo salí inconsciente, y lo único que me reanimó fue el agua. Una señora salió por la calle Jean Jaures con una manguera y nos mojaba. Yo iba todo el tiempo hasta donde estaba ella, porque me descomponía, me iba a mojar, y volvía a buscar a Julián.
Mauge: Pero de los que hicieron eso nadie habla. Lo que buscan es al pibe que prendió la bengala.
–Tendencia típica: culpar a las víctimas.
Mauge: ¿Y sabés por qué? Porque son morbosos. Es como cuando preguntaban por tele: ¿es cierto que estaban todos drogados y por eso no vieron la salida? Yo no lo podía creer.
-Florencia: Ahí es que dicen: “murieron como vivieron, la culpa es de los chicos”.
¿Rezar o tirarse?
–Sonia, contabas que no habías podido llegar a la baranda.
-Sonia: No pude, la gente me aplastó contra la puerta. Me quise levantar y prender el celular para iluminar, pero la puerta que intentaba abrir estaba cerrada y quemaba, porque era metálica. No tenía picaportes. La golpeamos hasta que un flaco se desmayó. Dije: bueno, listo, nos estamos quemando. Me intento levantar y una flaca me tira al piso y me dice “quedate y recemos”.
–¿Recemos?
-Sonia: Sí, y yo le digo, con lo poco que podía hablar “tirate, no reces”. Había como una resignación. La gente se quedaba en el piso, pensando que ahí había más oxígeno. Pero en el vip no había oxígeno en ningún lado. Intento caminar y escucho un grito porque había pisado a alguien. Ahí dije: no, estoy matando a alguien. Y entonces no caminé más. Me quedé parada. ¿Me salvo yo y el otro no? No. Yo decía: tenemos que salir todos. Les gritaba: “Chicos, no recemos, tírense”. No había opción ahí arriba. Si te tirás te podés lastimar, te quebrarás en mil partes, pero salís vivo. Arriba no había salida. Y no tenías noción de nada, porque estaba todo negro.
Mauge: No había luz, se había cortado todo.
-Florencia: Apenas gritaron ‘se quema’, bajó el humo y no vimos más.
Mauge: Fue instantáneo. Había gente que corría en círculo porque no había carteles de salida de emergencia.
-Florencia: Arriba vi uno.
Mauge: Abajo no. Yo estaba debajo de la valla donde tocaba Callejeros. El incendio se hizo dos personas atrás mío. Caía el fuego del techo, la gente se abrió y se hizo un círculo. Yo corrí por el medio de ese círculo.
-Sonia: Lo que pasa es que cuando la gente se abrió hubo más aire, y más combustión. De arriba veíamos que caía fuego.
-Florencia: Yo estaba arriba de los hombros de Julián y no reaccionaba. Le digo bajame, bajame, y él se asoma para ver qué pasaba, hizo tiempo a bajarme, y se vino el humo.
-Sonia: El fuego se veía… ¿viste como la lava de un volcán cayendo?
Mauge: Eran gotas, como una lluvia de fuego.
-Sonia: Cortaron la luz y fue terrible, lo peor.
-Florencia: Además el humo te consumía lo poco que podías pensar.
Mauge: Hubo chicos que salieron de ahí adentro y caminaron cuadras y cuadras hasta que se desmayaron. Estaban como drogados por el humo. Cuando se cortó la luz, empecé a escuchar los gritos de “abran la puerta”, y la puerta que no se abría. Dije: ya está. Acá nos quemamos todos.
–¿Cómo saliste, Flor?
-Florencia: Adentro, lo único que escuchaba era la voz de Julián. Cuando él me baja le digo “vamos al piso, hay aire en el piso”. Nos tiramos, pero no había aire, y nos pasaba la gente por encima. Nos volvimos a parar. Llegamos a la baranda y le digo, tirémonos. Me agarra y me dice que no. Le digo que nos vamos a morir. Me dice que no. Escucho que él me grita que me ama. En un momento nos separamos, no sé cómo. Justo cuando suelto la mano de Julián, veo que dice ‘salida de emergencia’. Al final pude salir por un costado, el del hotel.
Viejas locas
Mauge: En medio del quilombo se escuchaba de todo, son frases que te quedan dando vueltas en la cabeza. “Hagamos un agujero en la pared” gritaban chicos en la sala vip. Otro gritaba: “tengo familia”. Yo gritaba “mamá ayudame”. Me saqué la remera, me la puse en la boca y con la otra mano agarré una medallita que mi mamá me había regalado hacía cinco días en Mar del Plata, una púa de las Viejas Locas (una banda de rock). Me había dicho: te va a traer suerte. Agarré la púa y dije: mamá sacame de acá adentro. Y dije: no me voy a quedar un fin de año sin ver a mis sobrinos. Y dije: si no salgo por ellos no salgo por nadie.
-Sonia: Claro, era buscar la fuerza en algo. Yo pensaba en mi mamá.
-Florencia: Yo también. Salí por mi vieja.
-Sonia: Pensaba: si me pasa algo se muere ella, y no quiero que se muera. Por ahí hubo gente que se resignó y no encontró esa cosa por la cual salir.
Mauge: Yo pensé que mi vieja estaba afuera esperándome. Vi como una luz y me mandé. No sé qué era, una luz chiquita. Parecía la película de Peter Pan, una campanita. Yo la seguí, le agarré la mano a un pibe, y terminé muy cerca de la puerta. Por eso me sacaron más o menos rápido. Si me quedaba, como muchos chicos que no se movieron, no salía.
-Florencia: Yo en un momento dije “ya está”. Estaba caída, arrodillada. Justo ahí abrieron la puerta, vi la luz y pensé ¿qué es esto? ¿La salida? ¿O es el cielo?
–¿Pensaste eso realmente?
-Florencia: Sí. No sabía si eso era estar muerta, o si estaba por salir.
-Sonia: Yo tampoco entendía. En el hospital preguntaba: ¿estoy viva?
Mauge: Los de control gritaban “corran por acá”. Yo escuché a un loco que gritaba “corran acá, soy de Callejeros”. Y subían gente al escenario. Habían salido a decir “no rompan las pelotas, no prendan bengalas”. Y Chabán había dicho ‘somos 6.000 personas, por esa puerta no salimos’.
-Florencia: También dijo: “y si pasa algo, es una masacre”.
Mauge: Como en Paraguay, dijo, como en el shopping donde había pasado algo parecido.
-Florencia: Él sabía que iba a pasar. Cuando habló así, dijimos ¡eh!, ¿una masacre?
Mauge: El Pato (cantante de Callejeros) había dicho: “No prendan bengalas, acá hay pibitas que no van a poder respirar por el humo”.
No traje desodorante
-Florencia: Pasa siempre. Como sos más petisa, tenés ocho monos a tu alrededor, y no ves nada. Y no respirás. O respirás ese olor a… (abanica las manos)… a gente. Olor a huevo, a qué sé yo. Además, ese día hacía un calor insoportable. Las paredes transpiraban.
Mauge: A mucha gente capaz que la salvó la transpiración de las remeras. La mía estaba empapada porque en el boliche habían puesto temas de La Renga y Ji Ji Ji (de Los Redonditos de Ricota) y todos bailábamos y saltábamos. Mi remera chorreaba agua. A un amigo le dije, jodiendo: loco, no traje desodorante. “Quedate tranquila que no tenés olor a chivo“ me dijo. Estaba empapada y cuando empezó el humo negro me tapé la boca con la remera mojada. Se le pegó el humo y quedó negra. Los pantalones también.
-Sonia: Imaginate cómo tenemos los pulmones. No me quedé con nada de ese día, porque nos desvistieron y nos dejaron a todos desnudos.
Mauge: Yo salí desnuda de arriba porque me había sacado la remera y el corpiño me lo arrancaron en el quilombo. No sé cómo, en la ambulancia pusieron mi mochila. La mina de la ambulancia quería sacarme la mano del pecho, para poder presionarme y ayudarme a respirar, pero no podía, porque yo tenía agarrada la medallita de Viejas Locas.
-Florencia: Cuando salí, había un chico grandote, medio colorado. Le digo: “hay que hacer algo, está mi novio, se están muriendo todos”. Me dijo: “está mi vieja, negra, y tampoco la puedo sacar”. Después, de a poco, me fui encontrando con los amigos de Julián, me encuentro con mi familia buscándolo en el Ramos. Y recién me internan a las 3 o 4 de la madrugada. Yo vomitaba todo negro.
Mauge: El que te encontraste debía ser Eduardo, el baterista del grupo. Ahí murió su madre, Lidia.
-Florencia: Es que era un grupo muy familiero, como un grupo de barrio que creció.
Mauge: Tenían un almacén, de golpe se encontraron con un Carrefour, y no lo supieron manejar. Mi mamá decía “prefiero que vayas a ver a Callejeros” porque era familiero. Y no a los Ratones Paranoicos o a otras bandas grandes. Cuando fui a ver a los Ratones a Ferro casi me fisuran una costilla. Me aplastaron contra una valla, me tiraron al piso, todo un tema. Por eso no te entra que vayan chicas con sus bebés. Yo no llevaría a mi hijo a un recital.
-Florencia: Pero andá a saber si tenían con quien dejar a los chicos.
-Sonia: Me quedé pensando. Suerte que nos dieron agua porque eso te salvaba, te limpiaba. Yo tomé no sé cuántos litros cuando me sacaron.
-Florencia: Eso, y ser jóvenes.
Policías, periodistas y abogados
–¿Qué recuerdan de la actitud de la policía?
Mauge: Te digo sinceramente, yo soy de familia de la Federal, estoy en contra de la policía porque me parecen todos corruptos, pero hubo gente que se puso a ayudar en serio. Había un pibe que estaba con campera de la policía y hacía de todo. Otros que se quedaban en la esquina. Yo me iba arrastrando cuando salí de la ambulancia, casi no podía hablar y le digo a un cana “loco ayudame” y el chabón me miraba de reojo como diciendo “qué me importa que te estés arrastrando”.
-Sonia: A una amiga un policía le dijo: “Yo no sé de primeros auxilios”. Pero vos pensás: hacé algo, traé agua. Los chicos atendían a los chicos. No es de ser policía lo que digo. Es de ser persona. En cambio los pibes buscaban a sus amigos, pero veían un cuerpo y lo sacaban. Hubo un chico que entró siete veces. Buscaba al hermano, pero el hermano había salido, estaba enfrente totalmente shockeado. Y este chico entraba, sacaba a alguien, volvía a entrar. La séptima vez no pudo salir.
Mauge: Me lo contaron. Aspiró tanto humo… el humo salía a bocanadas, te empujaba para afuera.
-Florencia: Entre los chicos se ayudaban. Cuando lo encuentran a Julián… no sé los tiempos exactos….
Mauge: Los tiempos se perdieron.
-Florencia: Por ahí fueron cinco minutos o una hora. Cuando lo sacan uno de los chicos le sostenía las piernas arriba, porque Juli decía que le dolían. Al lado había otro chico, que también estaba mal. Y Leandro, este amigo de Juli, le dice aun policía “fijate, atendé a ese chico que está muy mal”. Y el policía le dijo: “es tu amigo, o el pibe”. Uno, o el otro, y que lo hiciera él.
-Sonia: Ahí ves la policía que tenemos. Más allá de lo que yo piense de ellos, es gente que no está preparada.
Mauge: Mi tío es policía y su hijo, mi primo, es fanático de los Rolling Stones. Por él adopté la onda del rocanrol. Mi primo no había ido. Pero mi tío fue a buscarme. Y cargaba a los chicos a los taxis para que los llevaran a los hospitales. Me lo contó llorando. Negrita, me dijo, yo cargaba a los pibes. Lo contaba, y no paraba de llorar. Más allá de que sea mi tío, hubo gente así. También te cuento que era todo muy confuso. Llegó un patrullero y los policías se quedaron adentro. Los chicos me contaron que les gritaban “bajate y llevá gente”, pero como no hacían nada, los pibes le rompieron todo el auto.
-Florencia (abre los ojos, recordó otra cosa): Yo estaba sentada en la calle y escucho que putean a alguien. “¿Cómo vas a estar sacando fotos?”. Había una mina rubia que trataba de esconder la cámara. Me acerco y le grito hija de puta, ayudá, hacé algo. Me tuvieron que sacar porque quería pegarle.
-Sonia: ¿Qué preferís? ¿La foto o salvar una vida?
Mauge: Yo estaba con mi amigo Walter, vi que respiraba, le gritaba “hablame, cantame, hacé algo, traigan oxígeno”. Por atrás, viene una chica con un micrófono, y un chico con cámara y cables. Y ella pregunta ¿qué pasó? Después supe que eran de Crónica TV porque me vieron mis amigos. Yo le decía “ayudalo, ayudalo”. Y la mina seguía poniéndole el micrófono a la gente. Un pibe le pedía: “Llamá a mi mamá y decile que la amo”. Estaban lucrando con la vida de los chicos.
-Florencia: En la puerta del Ramos Mejía estábamos buscando a Julián, y vino una chica con la tarjeta de un estudio de abogados.
–Llamar a toda esa gente ‘cuervos’ sería injusto. Los cuervos no merecen esa comparación.
-Florencia: No sabés cómo la puteaba. La vida de los chicos no la va comprar nadie, le decía yo.
Mauge: Y no son solo las víctimas que pasaron por esto. También los familiares. Mi hermana se quedó con un trauma para toda la vida de buscarme. Empezó a levantar cuerpos. Uno por uno. Eran pibes muertos, ¿entendés? Yo la había llamado por el celular, le dije que estaba viva. Pero ella cuando llegó no me encontraba. Por eso me buscaba.
-Sonia: Mi hermana me buscó en la morgue. Y mi viejo me reconoció como supuestamente muerta. Cuatro horas pasaron llorándome, y resulta que no era yo. Te dicen que vivimos lo peor: nuestras familias también.
La bengala y el rock
–¿Qué piensan de los chicos y la cuestión de las bengalas?
-Florencia: Nosotros no somos los que tenemos que pensar en la seguridad. Suponemos que hay gente encargada de eso.
-Sonia: Las bengalas jamás me gustaron. No por pensar que se puede quemar un boliche. Me parecen una boludez. De todos modos representaba una forma de alegría, y el rock lo tenía interiorizado.
-Florencia: Pero si estabas al lado del que la prendía, capaz que te quemaba.
-Sonia: A eso voy. La poca conciencia. A mí me dio miedo la bengala porque un día viene un flaco amigo quemado. ¿Qué te pasó Maxi? No, un flaco prendió la bengala y la esquirla me quemó, me dijo. En cualquier caso, no le echo la culpa a los pibes ni loca. Pero hay una falta de conciencia. No pensemos que pasaba lo de Cromañón, pero sí que te lastiman.
-Florencia: Asfixiás al de al lado.
-Sonia: Pero Cromañón no necesitaba bengalas ni candelas: si un flaco tiraba un cigarrillo, o había cualquier chispita de un cortocircuito, se prendía igual.
Mauge: De Callejeros, yo digo que no los veo culpables, pero los veo responsables. Le dije a uno de la banda: “Si llenaste un Excursionistas hace diez días con 18.000 personas, no podés ir a Cromañón”. Y el flaco me dice: “Pero yo perdí a alguien de mi familia”. Está bien chabón, pero casi pierdo la vida yo por ir a verte a vos. Sos responsable, no sos culpable.
-Sonia: Sí. Responsabilidad, o inconsciencia. Uno comienza, tal vez no tocando en River. Ni los Redondos. Pero no nos hagamos los boludos. Todos, Bersuit, Skay, Attaque, qué sé yo, empezaron del mismo modo. Estos chicos de Callejeros yo me los cruzaba meses antes en los boliches.
Mauge: El domingo anterior, a La 25 se le prendió fuego, hubo descontrol, lo apagaron y todos volvieron a entrar. Esto le pudo pasar a cualquiera, pero Callejeros tiene su responsabilidad.
-Sonia: Obvio. Pero si hay que hacer un juicio también sería a nosotros mismos. ¿Qué hacemos? ¿Seguimos yendo a recitales? Seguimos. Bah, yo no.
Mauge: Yo sí. Pero si no vienen diez pesonas que estén al lado mío no voy. Me acordé de algo, mirá la ironía. Dos días antes de Cromañón, Clarín saca las mejores fotos del año. Una es de una chica con la remera de Los Piojos, con una bengala así de grande.
-Sonia: Estaba asociada a la alegría.
Mauge: Claro, con La Renga siempre fue una fiesta prender bengalas, llegar hasta Chizzo, y quedar ahí babeándote por el chabón. O la guerra de los trapos cuando tocaban La 25 y Los Gardelitos.
-Sonia: Pero hay mucha mentira. Bersuit, Skay, Attaque, qué sé yo, salieron a defender a Chabán porque son amigos. Y los de Bersuit, el pelado Cordera, apareció declarando que ellos no usaban bengalas. (Risas generalizadas) Yo se las vi en montones de recitales. Son unos caraduras.
Mauge: No sabés las bengalas que vendían en Ferro, cualquiera lo sabe, y está lleno de fotos.
–¿Por qué creen que Cordera hizo esa declaración?
Mauge: Para sacarse el problema de encima y decir (parodiando a las estrellas del rock, con sus dedos en “v”) “oh, somos re-pacíficos, vengan con nosotros, amor y paz, angelo paolo”. No flaco, no es así.
–¿Y vos Sonia, qué pensás? ¿Por qué lo dijo?
-Sonia: Porque es un imbécil.
Las desventuras del piercing
Sonia tiene un piercing en la nariz, y otro que sólo se puede descubrir cuando se ríe: en la lengua. “Me lo hice el día antes de Cromañón. Después me provocó una fisura en la lengua, porque en el hospital una mamá me limpió con una toalla la cara, los dientes: tenía todo negro. Y cuando me pasó la toalla por la lengua me lastimó”.
Mauge tuvo problema con otro piercing, el de la célebre lengua de los Rolling Sones, que se había colocado en la cara, bajo la boca. “Fui a Tribunales el día que iban a liberar a Chabán. La policía empezó a pegarle a todos, y el golpe que me dieron a mí fue justo acá, en la cara, donde estaba la lenguita, me lastimó y me lo tuve que sacar”.
Sobre ese día, el 13 de mayo del 2005, hay una historia que cuenta Ariel, el abuelo de Julián Rozengardt: “Estábamos en Tribunales. Empezó la represión contra los familiares. De golpe, la veo a Mauge que pasa corriendo. Pero lo raro es que no huía de la policía, sino al revés: iba hacia los que reprimían. Tengo muchos años de estar en manifestaciones. Pero confieso que nunca vi algo así. Le grito: ‘¿qué hacés? ¿a dónde vas?’ Y me contesta: ‘Le están pegando a los chicos’. Así que ahí iba ella corriendo a defender a la gente. Y yo atrás rengueando, como podía, para ayudarla”.
La realidad nacional terminó empujando también a la pequeña Florencia a un combate contra la policía aquel día en Tribunales, donde pateó a los “tortugas” (efectivos que la doblan en peso y tamaño, cubiertos con cascos, chalecos, rodilleras, canilleras y escudos, y armados con palos y gases) y soportó las agresiones sin pedir tregua.
-Florencia: Yo estaba por ir a la psicóloga. Me estaba poniendo la campera y escuché que iban a liberar a Chabán. Tomé una decisión cautelosa: primero ir a la sesión. Después hablé con Mauge y Sonia y quedamos en encontrarnos en Tribunales. Ahí me desahogué. Estaba re-mal. Era indignante que hubiera tanta policía. Una provocación. Al final sacamos a la policía a patadas porque si no iba a haber un quilombo gigante. La idea era ir y presionar para que Chabán no quedase libre. Y bueno, salió lo que salió.
Apagando incendios
Mauge lleva un brazalete que dice “Víctima de Cromañón”, pero lo muestra posando como si fuese una modelo. Le van a tomar unas fotos, y se sube a caballito de su novio. Está contenta porque pudo organizar su viaje de egresados del secundario, tema que durante algún tiempo se le transformó en un laberinto, ya que a comienzos del ciclo lectivo tuvo conflictos en su escuela con todo el mundo.
Primero, con algunos compañeros, que descubrieron lo gracioso que era encerrarla en el aula encendiendo tachos con fuego: “Tuve que romper un vidrio para salir” cuenta. Eso la llevó a un conflicto con las autoridades. Discutió con el director de la escuela planteándole que el edificio no está en condiciones ya que no había matafuegos que funcionaran, por ejemplo. Le dijeron que se calme. Respondió que iba a invitar a la escuela a todos los inspectores del país fuese capaz de convocar. “No seas egoísta, vas a dejar sin clase a tus compañeros”, le dijeron. Frente a este curioso argumento, Mauge siguió pensando que reclamar condiciones seguras en la escuela no parece ser un acto de egoísmo. Al día siguiente avisaron que iban a poner matafuegos, y calefacción de tiro balanceado. “Estoy re contenta, porque aunque sea poquito, algo pude hacer”. Nadie sabe cuántas vidas se hubieran salvado en Cromañón si una chica de 17 años, con el sentido común de Mauge, hubiera tenido a su cargo la seguridad del local.
–¿Y con tus compañeros, los que te encerraron?
Mauge: Los iban a sancionar. Pero yo preferí hablar. Les conté lo que había pasado. Hay gente que piensa que los muertos están muertos y los vivos están vivos y listo, se acabó. Pero no es así. Los chicos que perdieron la vida esa noche dejaron amigos, familias, primos, novias, barrios, colegios, todos destrozados. Y en las familias de sobrevivientes también hay destrucción, porque todos se quedaron con miedo, no saben si vas a volver, tus amigos se quedan en la incertidumbre. Yo les expliqué eso a los chicos. Les conté que me di cuenta de que estaba muriéndome y de que no iba a volver a ver a nadie. Me entendieron, ahora está todo bien. ¿Y sabés qué? Empezaron a venir a las marchas. Y también organizamos el viaje de egresados a Bariloche. Yo al principio no sabía si ir, porque me cargaban diciendo que no íbamos a ir a bailar porque se iban a quemar los boliches. Y a mí eso me da miedo en serio. Ahora cambiaron la actitud y se pusieron la media pila.
-Florencia: Estuvo buenísimo lo que hiciste. Pero la verdad, hay mucha gente que no te quiere escuhar. No se quieren hacer cargo del dolor del otro.
Mauge: Hay gente que prende la tele, ve los problemas. Pero después apaga la tele, y se cree que apagó los problemas.
¿Cuándo hacemos política?
Sonia cuenta que votó una vez, a la izquierda, “pero no por hacerme la rebelde sino porque para mi la única forma de desmantelar todo esto es que se pudra pronto y que alguna vez haya gobernantes en serio”.
Florencia, en cambio, dice que lleva una carga en su conciencia: “Voté al innombrable (Aníbal Ibarra) en la segunda vuelta para jefe de gobierno en Buenos Aires. Claro, te lo ponen de opción con el otro (Mauricio Macri) y entonces: ¿qué hacés? Ahora ya pensé: así como hay gente que vota a los Simpson, la próxima vez voy a poner en el sobre una boleta que diga justicia por Cromañón”.
-Sonia: Es que los políticos no existen. Fijate: la gente acusan a las chicas de 17 años que fueron con sus bebés. Pero mientras tanto, en lugar de dar educación sexual en las escuelas, te dan materias chotas o inútiles. Está todo lleno de ministros y funcionarios, todos hablan de lo importante que es la educación, y nadie educa. Me parece la mentalidad más estúpida del argentino: culpar a lo inmediato, no buscar el origen de las cosas.
Mauge: Uno piensa que la educación es el futuro. Pero los políticos van a un barrio, reparten cocacola y panchos: votame. La gente los vota por una canasta de comida, los tipos se llenan los bolsillos, y nosotros nos cagamos muriendo adentro de un boliche por una causa totalmente injusta.
–Todo lo que surgió después de Cromañón, ¿puede cambiar algo de la realidad? ¿puede generar transformaciones?
Sonia: Depende del día que me preguntes. A veces pienso que sirve, que la gente está mucho más consciente. Y hay días que creo que no, que sigo viendo que no hay participación ni interés. Lo veo en la facultad. No vamos a paranoiquearnos pensando que en todos lados va a haber un Cromañón, pero tampoco esa cosa de a mí no me va a pasar, y entonces nunca hago nada. Pero algo cambió.
Mauge: Para mí hay transformaciones que van más allá de Cromañón. Empezando con que se destapó a un montón de personajes nefastos que no veíamos. Yo al menos, por ser adolescente o estar en mi propia joda, no veía gente que ahora entiendo qué hace. Veo quién es quién, quién hace cosas buenas y quién se hace el buenito pero es un mentiroso.
–Participar en las asambleas, movidas y marchas ¿qué les provocó?
Mauge: Me abrió la cabeza. Me di cuenta de que puedo escuchar a otra gente sin enojarme. Yo siempre tuve una opinión hacia la política: no me gusta. Ahora empecé a ver que cada uno hace algo. Algo bueno, o algo malo. Entendí que lo malo no es la política. Los malos son muchos de los que hacen política.
-Sonia: Los que hacen la política partidaria.
Mauge: Claro, porque todos somos políticos y hacemos política.
–¿Cuándo?
Mauge: Cuando tomamos partido por cómo vivir.
–¿Cuál sería la diferencia entre la política partidaria y este otro modo de entender la política?
-Sonia: Unos hacen promesas y te quieren dirigir. Los otros hacen cosas. Lo que me pasó con Cromañón es que hay gente que no cambió su forma de pensar, y otros cambiaron sus personalidades. Pero lo que se logró es unir distintos grupos y distintas formas de vida. Es como un pequeño país, un extracto de cada lugar y cada familia.
Mauge: Este país que replica Cromañón es un país de sobrevivientes, de mucho dolor, pero también de políticas que quieren salir de todo esto. Un país chiquitito que se está construyendo de a poco. Es como empezar desde cero.
-Sonia: Participás de otra manera en el armado de las cosas. Decís qué te parece bien y qué no. Te pone muy activa. Es una semilla que hay que ver si prende, o no.
Mauge: El cambio recién empieza. Pero hay gente… yo entiendo que haya tipos que defiendan a Chabán, otros a Ibarra, gente que nos defiende a nosotros. También hay otros que nos echan la culpa.
–¿Por qué?
Mauge: Por haber salido vivos. (Se queda mirando sus zapatillas de lona, se acomoda el flequillo negro) Pero nosotros no vamos a pedir culpas a una marcha. Lo que pedimos es justicia por los chicos que no están, más allá de lo que opine cada uno. No decimos: “Venga a echarle la culpa a tal”. Decimos que vengan todos a pedir justicia.
-Sonia: Yo sé que hay gente que lo siente alejada todo esto. Pero tenemos que cuidarnos. Tenemos que ver a quién elegimos. Pedir explicaciones a los que nos representan. Hacer cosas. Los malos están hace mucho tiempo.
–¿Cómo es eso de que te culpan por haber salido viva, Mauge?
Mauge: Te dicen ¿y para qué fuiste a esa ratonera? Una persona mayor me dijo: ustedes son unos pelotudos porque se metieron ahí. Yo le dije: disculpame, yo soy una pelotuda, pero ¿sabés quién lo habilitó? La gente que ustedes votaron. Los que ustedes pusieron. Porque yo soy menor. Lo que te decía antes. Los mayores nos dejaron lo que tenemos ahora. La época de Menem, Alfonsín, Duhalde, De la Rúa. Entonces ¿qué hago desde mi punto de vista de pendeja de 17 años? Tengo que salir a la calle e intentar cambiarlo. Pero es difícil cuando esto está desde hace tantos años, y con tanta gente grande que no quiere cambiar.
–¿Por qué no quieren?
Mauge: Porque dicen ¿para qué? Si algún día ya me voy a morir. Con el pensamiento de “algún día me voy a morir” no vamos a ningún lado.
-Sonia: No hacés nada. Mirás la vida por la tele.
–Es como ir sacando pasaje al cementerio.
Mauge: Por eso yo, ¿qué intento? Estar activa con todo lo que tenga que ver con Cromañón y otras cosas. Qué sé yo: vi cuando mataron a los pibes en puente Pueyrredón cuando era chica (tres años atrás). Hay gatillo fácil, chicos con dificultades, muchísimas injusticias. Y entonces ¿sos sobreviviente de Cromañón y te hacés cargo de eso solamente? No: soy sobreviviente de Cromañón, y por eso me hago cargo de lo que pasa en la sociedad. Y eso que no tengo ni siquiera un estudio terciario, ¿eh?
-Sonia: Si seguimos con esa visión de que cada uno se hace cargo solo de lo que le pasa, al final todo va a explotar. La gente tiene problemas, se mueve, reclama y otros no hacen nada.
Mauge: Me doy cuenta por lo que me pasa a mí, que quiero cobrar un subsidio por lo de Cromañón. ¿Qué hacen? Te dan vuelta, te dan vuelta. Imaginate el que va a pedir porque tiene hambre. Le dan vuelta, le dan vuelta. Ya entendí a los que gobiernan: se pasan la pelota y no se hace nada.
-Sonia: Aquí no buscan el cambio. Buscan que la gente se canse.
Mauge: Por eso me gusta lo que se hace con Cromañón. Hay reuniones de organización de todos los grupos, se pelean, intercambian, a los gritos, callados, tomando nota, lo que sea, pero se llega a un punto.
-Sonia: Todos estamos con la misma idea, se habla, y que cada uno pida justicia como lo prefiera.
Mauge: Así nos dimos cuenta de que todos somos sobrevivientes. No de Cromañón, sino de la Argentina. Porque los 30.000 desaparecidos, la desocupación, todos los desastres que uno ve aquí, no fueron en Japón, o porque hubo un tsunami donde volamos todos.
-Sonia: Pero los políticos tienen una postura incoherente, y fuera de lo real. Una cosa muy ambigua, cuando todo es claro.
–La ambigüedad es una política.
-Sonia: De ellos.
–¿Qué le dirían a un chico que tuvo alguna relación con Cromañón, sigue mal, y no sabe qué hacer?
Mauge: Le diría: yo sé que los adolescentes no van al psicólogo. Pero no está tan mal ir. Pero sobre todo, que hable con chicos que están en la misma, con un grupo.
-Sonia: Hay muchos grupos y asambleas en distintos lugares. Y te integrás al toque.
Mauge: Y cada uno puede seguir en su joda, pero abriendo un poco la cabeza.
-Florencia: Y haciendo cosas. Las marchas que se hicieron en Caseros y los recitales en El Palomar, por ejemplo fueron hermosos. Cantábamos, sentíamos todos una fuerza tremenda. Aunque no seamos demasiados es muy lindo.
–¿Será que el problema no es el número?
-Florencia: No, lo importante es lo que se haga. Si vamos todos a una marcha mortuoria, eso te parte al medio. Pero en cambio hacer algo distinto… tomar la voz, vos mismo.
Mauge: Sí, porque esto se va a cambiar. Mi hermana estuvo en Kheyvis la vez del incendio (Kheyvis un local de Olivos, se incendió el 20 de diciembre de 1993; murieron 17 jóvenes). Ella estaba confiada en que todo iba a cambiar, pero la verdad es que no hizo mucho para conseguirlo. Yo también estoy confiada en que va a cambiar. Pero además voy a hacer todas las cosas que sean posibles. No me voy a quedar esperando. ¿Entendés?
Fue lo que dijo Mauge, antes de sacar de su mochila el leve artefacto de hilos metálicos articulados, con el que logra demostrar que el mundo puede adquirir apariencias sumamente extrañas.
O que quizás todo depende de la forma que uno quiera darle.
Nota
Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
Nota
Fin de campaña de Adorni: crónica de un país olvidado
Todo lo que se narra a continuación sucedió mientras, en el Congreso, la policía reprimía a mansalva a jubilados, periodistas –incluido Lucas Pedulla, integrante de lavaca– y personas que se acercan a movilizarse cada miércoles. Fin.
Crónica de Franco Ciancaglini. Fotos de Sebastian Smok.


La historia comienza así: el partido del gobierno La Libertad Avanza organizó un acto de cierre de la campaña del vocero presidencial y candidato a legislador porteño Manuel Adorni, en Plaza Mitre, Recoleta.
El montaje del escenario afirma: “Adorni es Milei”.
Se espera que ambas personalidades estén y hablen hoy.
Pero falta para eso.
Media hora antes de la convocatoria, en distintas esquinas de la avenida Libertador, hay grupos de personas que, muy organizadas, esperan.
En las esquinas la mayoría va vestida de negro pero, en un acto de magia política, luego se las verá llegar a la plaza con la misma remera violeta, puesta arriba de sus verdaderas remeras o incluso de buzos y camperas.
Un notero de TN primero y luego de C5N hablaron con estas personas, que confesaron haber sido convocadas para trabajar en “prevención” bajo la promesa de una paga de 25 mil pesos.
El Whatsapp de la convocatoria, revelado a cámara por uno de ellos, decía: “Ahy (sic) un acto político de 17 a 21. 25 mil pesos. El que quiere se anota”.
Finalmente no era para prevención, sino para “presencia”.
Pero lo peor no es nada de esto, sino que finalmente no les pagaron los 25 mil, sino que quisieron darles 10 mil; ante la presión, algunos recibieron 20 y otros, nada: “Porque no me quiero poner la remera esa sucia no me quieren pagar”, denunció el más sincero ante las cámaras.
Fin.


Lo cierto es que estas columnas de unas 50 personas cada una fueron las que lograron ocupar una plaza Mitre que estaba semivacía.
Temprano, los remera violeta se negaban a hablar con la prensa, aún disciplinados por la promesa de la paga. Luego, ante la deflación de lo prometido descargaron su bronca ante las cámaras dejando en evidencia cómo trabaja el puntero Sebastián Pareja en la provincia de Buenos Aires, de donde provenían estas personas, para el cierre de una campaña porteña.
Alicia es jubilada pero no está marchando alrededor del Congreso, sino que está acá, colándose entre los violetas para saltear unas vallas y pasar más rápido hacia el sector del escenario. Hace un año y medio que se afilió al partido en la Comuna 13 Belgrano, Núñez. Habla de Milei como obnubilada, apurando su paso como ansiosa por la posibilidad de verlo en vivo. Faltan, al menos, dos horas.
Describe a Milei como un “bocho en economía” y se ríe al recordar que en la última elección, hace dos años, votó al actual jefe de gobierno, Jorge Macri. Está claro que no repetirá voto: “Está la ciudad muy abandonada. Mucho linyera, ratas por todos lados. En mis 82 años nunca había visto ratas en la ciudad”. Voto cantado: Adorni, a quien define como “alguien muy correcto”.
Sobre el otro Macri, el Mauricio, dice que “en su momento gobernó bien” pero ahora lo ve fuera de escena. No está al tanto de sus últimas apariciones contra Caputo, Karina y al propio Presidente, o no le interesan.
Alicia prefiere no hablar más y busca un lugar cerca del escenario para ver a su Presidente.


Lucía y Paula, también jubiladas, vinieron de Vicente López y prefieren mirar la escena desde atrás de todo. Es que llevan dos perritos de raza, o de diseño: Coca y Cola. ¿Qué les gusta de Milei? “Te puede gustar o no pero él habla desde el sentimiento. De lo que sentimos muchos”, dice Paula. Lucía suma: “Me gusta porque va a fondo”.
Sobre Mauricio Macri: “Yo lo voté. Ahora, de política no entiendo mucho, pero me da un poco de tristeza porque creo que tienen (con Milei) más coincidencias. Pero tiene que haber una oposición con responsabilidad. Tal vez Macri sea la oposición”.
Marta también es jubilada de 87 años bien llevados. Por qué vino acá (y no al Congreso): “Porque quiero escuchar quiero informarme quiero saber. Son tantos años de lo otro, que esto merece una oportunidad”.
Sigue sola: “El tono no me gusta. Cuando dice malas palabras es un mal ejemplo para la juventud”.
Qué le pedirías al gobierno a nivel Ciudad: “Por favor que saque las villas. La 31 es infernal”. Se pregunta y se responde: “¿Porque avanzaron tanto? Porque les han dado plata”.

¿Marra? “Sí, me gusta. Qué paso ahí, no sé. Me gusta, te soy sincera, pero ahora hay que unir fuerzas”.
¿Está de acuerdo con la medida anti-inmigratoria? “¿Vos te podés hacer ciudadano dinamarqués, o paraguayo? Acá entran todos. Los chorros, los burros. Y si no les gusta que se vuelvan a sus países”.
¿Y la pobreza? Marta cambie el eje: “Basta de decir ‘hagan lío’. Francisco se terminó. Basta de decir la iglesia de los pobres. Pepe Mujica era comunista. Se han hecho ricos con los pobres”.
Precisamente Mujica pareciera que no. Ella: “No sé. Déjame dudar. Pero basta”.
¿Qué representa para vos Mujica y qué Milei? “Apoyo a Milei y lo nuevo. Y que dios nos ayude”.
¿Y si sale mal? “Creo que ya no voy a estar con vida. Que se arreglen los que quedan”.
Fin.

A su lado hay un joven con una pala gigante. Posa sonriente para decenas de cámaras. Parece haber logrado su objetivo: llamar la atención.
Se llama Santiago y se tomó dos colectivos desde “la zona más fea de la provincia”, Florencio Varela, donde vive. Tiene 21 años, camisa manga larga a cuadros y una enorme mochila roja sobre la que ató un pañuelo celeste.
Cuenta sobre el sentido de la pala: “Hay que trabajar en este país. Nada se puede conseguir gratis. Todo es trabajo en la vida”.
De qué trabaja: “Soy Rappi y Pedidos YA”. ¿Cuánto gana? “Un poco, mi mamá me decía: muy bien Santiago, ese dinero lo sacaste de tus esfuerzos”. No dice números. Y finalmente revela que ahora ya no trabaja.
Al joven de la pala lo interrumpe Franco, otro joven, vestido de traje, que quiere sacarse una foto con el instrumento. Me da la cámara y posa de mil maneras para fotos que luego subirá a su Instagram. Franco Vera, sabré después, es un joven militante que ha irrumpido hace pocos meses en el colegio Nicolás Avellaneda de Palermo –estando él domiciliado en el conurbano- para postularse como Presidente del centro de estudiantes de la institución.
Franco Vera es de estatura pequeña pero en el debate del centro de estudiantes miró a sus contendientes de la lista oficialista, asociada al peronismo, y al ver que eran 8 personas dijo: “Yo estoy solo pero me la aguanto”. Primera gran ovación del público que recién lo conocía en un debate que ganó con comodidad con palabras clave como fútbol, Messi, Dios, diversidad.
Su lista, hasta antes del debate compuesta por él solo, se llama Ruge el cambio.

Ahora tiene una decena de seguidores, más después de su segunda jugada: hacerle una cámara oculta a la directora. En la cámara, subida a las redes, se ve cómo la mujer lo apercibe por una serie de hechos difíciles de entender desde afuera, supuestas actitudes de Franco desde que llegó al colegio. Es cierto, se lo nota sobre excitado y concentrado en su carrera estudiantil. Y si bien el video no lo muestra, él asegura que el objetivo de la directora es censurar a Ruge el Cambio para que no se presente –y gane- las elecciones del centro.
Así utilizó la cámara oculta para denunciar la censura institucional.
Su historia merece un documental aparte, que no entra en esta nota. Sobre la elección porteña, él no puede votar. Y pese a las preguntas sobre la actualidad él hablará como representante de los jóvenes de LLA en tono candidato y pedirá que sea a través de videos: “Menos Estado es menos peso al sector público. O sea… Si una persona no capacitada no nos sirve, ¿para qué lo vamos a tener como empleado? Necesitamos tener personas capacitadas. Hay que aprender en esta batalla cultural que los que nos gobiernan son personas normales, no son entes superiores, no tienen título de nobleza”.
¿Los Menem no serán parte? A Franco no le entra una bala: “Los jóvenes somos el cambio” responde en casete y mostrando su sonrisa de dientes con aparatos. Corta la charla para seguir sacándose fotos que subirá tanto a su Instagram como al de la agrupación Ruge el cambio, actividad que le sale muy bien: durante la tarde noche logrará cosechar selfies con personajes como el Gordo Dan o el diputado Martín… Menem.
Fin.




Otras celebridades que se llevan las miradas:
El Zorro con la bandera de Argentina.
Mickey Mouse con un cartel que dice “Aguante Adorni”.
Lila Lemoine vestida como playera de YPF.
Una mujer que tiene tatuada en la cara, justo arriba de su ceja, la palabra “Castrate”. Hay que acercarse bien para entender bien de qué va… o no tanto. En su cachete izquierdo amplía las siguientes consignas:
- Castrá
- Adoptá callejeritos
- Educá
- No compres
- No + piroctenia
Son tatuajes.
En la cara.
Fin.

Franco Carcedo es autor de un libro recién salido del horno que se llama Milei: Conexiones filosóficas. Lo escribió junto a su esposa en La Pampa, donde vive, de donde llegó hoy 7AM y a donde vuelve hoy mismo a las 22. Vino, además de para ver a Adorni y Milei con el objetivo concreto de vender su libro. Lleva 5 ejemplares en la mano, y cuenta que ya vendió otros 5. “Es un camión”, anuncia. Y cuenta sobre su contenido: “El libro relaciona distintos acontecimientos que sucedieron durante la vida de Javier Milei, lo que hizo y muchas veces lo que dijo y dice”. ¿Un ejemplo?
Lo que sigue es literal y no está trucado ni escrito maliciosamente: es parte del libro editado por la editorial Dunken, que cualquiera puede comprar. Dice Franco: “Cuando habla de la felicidad él sin saberlo está hablando de algo que dijo Oscar Wilde en 1888”. ¿Cómo? “Cuando Milei dice que la felicidad es no tenerle miedo a la muerte. Oscar Wilde dice algo parecido”.
La pido mejor hojear el contenido; al inicio hay dos citas. Una de Napoleón que dice: “Los hombres excepcionales son parte de un momento excepcional”. Y otra de Javier Milei: “No seré reconocido como economista sino como rockstar”. Ahí nos vamos entendiendo.

En el libro, profundiza Franco, “hay referencias a Nietzche, Maquiavelo, hay cosas de Spinoza… y la frutilla del postre”. Atención: “La cita de Wilde de la felicidad es de 1888. Milei en 1998 funda una banda que se llama Everest. ¿Sabés cuantos metros tiene el Everest? 8848.88”. Ante mi mirada atónita, Franco Carceda prosigue: “Pero hay más. El día que nació Milei se jugó un partido amistoso para homenajear a Arsenio Erico (futbolista paraguayo muy querido en Independiente). En ese partido debutan Bianchi, Carrascosa y César Laraignée. Ese día nació Milei”.
¿Y entonces? Franco Carceda repite: “El día que nació Milei ellos debutan con la casaca argentina”.
¿Pero cuál sería la conexión filosófica: “Es algo piola porque Milei es fanático de Boca y Bianchi es casi el máximo ídolo de Boca, con Riquelme y Palermo, ponele”.
Vuelvo a pedirle el libro. Sobre el nacimiento de Milei, se informa también que nació el mismo día que el guardameta ruso «Araña» Yasín (¡dos arqueros!) y que se editó un álbum del conjunto Jackson 5 de donde saltaría a la fama Michael Jackson.
Fin.


Equivalencias y bebidas.
Una señora envía videos a un grupo y le responden “como quisiera estar ahí”, “cuidate” y le ponen emojis de un león.
Una nena con la careta de Milei y una motosierra posa para las fotos mientras la mamá, al lado, tiene una careta de Adorni, un caniche y muchos pañuelos celestes atados a la mochila, como si los hubiera llevado para hacerse unos pesos.
Un remera violeta grita “viva la libertad” y otros remera violeta, alrededor, lo miran y estallan en carcajadas. Él también.
Franco Vera me contará luego, orgulloso y dolorido, que le tocó la mano a Milei pero que eso le costó que, literalmente, que los seguridad lo tiraran al piso y le pisaran la cabeza: “Estoy bendecido”.
Suena en el escenario un tema con acordes punk cuya letra asegura que Milei es “el último punk” y “el último superhéroe de la libertad”; eso significa que están al caer el Presidente y también Adorni, a quien nadie parece esperar demasiado. Menos que nadie, los remera violeta.
Aparece más allá otro contingente de remeras violetas que ahora llevan bengalas violetas y tocan bombos violetas, siguiendo a una bandera sostenida por jóvenes prolijos y sonrientes sin remera violeta.
La inscripción de la bandera en la cabecera dice «Jóvenes LLA» y otra atrás “Lugano”. La entrada es de cancha: se canta “el domingo cueste lo que cueste” y “un minuto de silencio para Macri que está muerto”.
Otro de los hits son “El que no salta es radical” y uno que cambia la palabra “Perón” por “León”.

Un hombre de 40 y pico, vestido de traje, es el que saca las canciones y agita.
Lidera a la barra hasta meterla en el centro mismo del escenario.
Mientras este cronista anota otras cosas, como la presencia de francotiradores en las terrazas de Recoleta y al lado del escenario, se ve que el hombre sale del tumulto, ofuscado.
Le han robado el celular.
Habla con una persona de seguridad, que abre las manos en señal de “no puedo hacer nada”.
El hombre está visiblemente afectado, dice “no lo puedo creer” y pide un celular para “dar de baja las tarjetas”.
Consigue una cómplice, a quien le confesará lo que él cree es la razón del robo:
-Es que está lleno de negros.
Fin.

Nota
Cecilia Basaldúa: la sangre de un sospechoso
Mario Mainardi (en la foto tomada hoy), uno de los principales sospechosos por el femicidio de Cecilia Basaldúa cometido en Capilla del Monte, Córdoba, hace poco más de 5 años, finalmente fue citado por la fiscalía de Cruz del Eje para realizarle este martes una extracción de sangre. La abogada de la familia Basaldúa, Daniela Pavón, se enteró apenas un día antes de esta citación a Mainardi. El sospechoso (actualmente vive en Santa Fe) había sido encargado de alojar a Cecilia en Capilla, y fue la última persona que la vio con vida, el 5 de abril de 2020. Sobre su presencia hoy en Cruz del Eje, contó la abogada: “Sacó fotos a todo el edificio, selfis con tribunales de fondo y salió custodiado con personal de la policía de Córdoba. Se subió a un móvil y se fue”.
Las irregularidades y desinformación o manipulación en la causa han sido frecuentes en perjuicio de la familia y sus defensores (además de Pavón, el abogado Gerardo Batistón es querellante en nombre de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación). También ha significado un ocultamiento a la prensa. Audiencias para las que los testigos no eran notificados, falsos argumentos policiales para explicar su propia inoperancia, demoras incomprensibles en la causa, todos temas por los que hay iniciada una denuncia de la Dirección Nacional de Protección de Grupos en Situación de Vulnerabilidad de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, en la Dirección de Investigaciones de las Fuerzas de Seguridad. Además se solicitó a la Fiscalía de Cruz del Eje que la policía de Capilla del Monte, ya no sea la que realiza las notificaciones.
Queda pendiente ahora la información que se brinde a la sociedad sobre este trámite, que permitió ver a un sospechoso clave que nunca dio la cara. La causa ha sido siempre un laberinto sacudido en todo caso por numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad. Aquí publicamos la crónica de lo ocurrido hace menos de un mes, al cumplirse 5 años del hallazgo del cuerpo de Cecilia Basaldúa.
Fotos y crónica de María Eugenia Marengo para cdmnoticias.com.ar
25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..
Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.
– Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.
Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.
–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.
Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.
La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:
Adrián Lúquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género. Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.
El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.
Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.
Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como granaderos.

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.
El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.
La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?
Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.
La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:
“Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.
Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.