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El Nunca Más de Monte: marcha por justicia, contra los abusos policiales y la memoria de Danilo, Camila, Aníbal, Gonzalo y Rocío

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Miles de personas marcharon en San Miguel del Monte a un mes del asesinato de Danilo, Camila, Aníbal y Gonzalo. La movilización fuee masiva, emotiva y contó con la presencia de todos los familiares. Por primera vez estuvo Loana, mamá de Rocío, la única sobreviviente de la masacre, que ya está en su casa después de casi un mes en terapia intensiva: “Hoy también vengo por ella. Lo único que quiero es justicia». Las voces de las familias. El recuerdo de sus amigos en pintadas, skates y rap. Y el peso de las preguntas a una sociedad que cambió para siempre: «Esto no se trata de un gobierno en particular, sino de una política de Estado que hay que erradicar». Cobertura colaborativa de lavaca y Revista Cítrica.

A un mes de la masacre en la que su hijo fue asesinado, Juan Carlos Sansone se despertó a las cinco de la mañana para ir a vender carnada a la laguna. “Había pocos pescadores, pero por lo menos hice unos mangos”, dice, con una remera con el rostro de Danilo en el pecho.

Desde entonces, está despierto.

Desde entonces, no para. «Vinimos a pedir justicia tranquilos, sin hacer lío, sin romper nada. Los chicos eran tranquilos porque nosotros, los padres, les enseñamos eso».

Ahora son las dos de la tarde y, de a poco, el Skate Park donde Danilo (13) venía a andar en patineta y a divertirse con Rocío Quagliarello (14), Camila López (13) y Gonzalo Domínguez (14) comienza a poblarse. Su hijo mayor, Nicolás, llega con batucada. Lleva una remera blanca con letras negras, que dice: “Mis Hermanos se Mueren por Mi y yo me Muero por ellos También”. Debajo, dos nombres: Dani y Gonzi. Nicolás lleva en las manos cañas de bambú que clava en el césped. En las puntas, hay fotos de les jóvenes. También de Aníbal Suárez (22).

Una de ellas emociona: allí se ve a Camila, Danilo, Rocío y Gonzalo, sonriendo.

Nicolás empieza a tocar los redoblantes.

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Foto: Vicky Cuomo.


Entre los familiares que comienzan a llegar, muchos abrazan a una mujer: es Loana Sanguinetti, la mamá de Rocío, la única sobreviviente de la masacre, ya en su casa después de casi un mes en terapia intensiva. Es la primera vez que Loana se moviliza: «Necesitaba estar con mi hija. Y hoy acá también vengo por ella. No tengo miedo a las 13 familias que tenemos atrás de esos asesinos. Lo único que quiero es justicia, castigo y cárcel».
Son casi las tres de la tarde. Hay abrazos y llantos contenidos, que en minutos se desatarán en pedidos de justicia. Hay niñas y niños de 13, 14 y 15 años que deberían estar jugando al fútbol, rapeando, en skate o en bici pero que ahora, cuando la marcha arranca, sólo cantan:

  • Yo sabía que a los pibes los mató la policía”.

La marcha rompe el silencio de Monte.

La misma rabia que evitó el encubrimiento de esta masacre.

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Foto: Vicky Cuomo.

El alma en la mano

En la causa siguen detenidas 13 personas. Cuatro policías fueron imputados por “cuádruple homicidio doblemente agravado y tentativa de asesinato”. Otros ocho están imputados por “encubrimiento agravado y falsedad ideológica de documento público”, misma figura por la que está detenido el exsecretario de Seguridad municipal, Claudio Martínez. En las próximas horas, la justicia debe determinar si otorga la prisión preventiva a los acusados. “Espero que el juez mire a sus hijos y, luego, decida”, dijo en el acto Gladys, mamá de Danilo. “No quiero a ninguno libre. Ni al que mató ni al que encubrió. Quiero a todos presos. Y al que está con el culo sucio, y lo sabe, que se prepare. Gracias por esta marcha: tengo el alma en la mano”.
Algunos vecinos se acoplan a la marcha, otros observan desde sus casas. José María es de Monte, tiene 46 años, y es familiar de los Sansone. “Este es un pueblo tranquilo, pero sufrimos un golpe terrible. No estamos acostumbrados a estas cosas. Tampoco sabíamos de tanta corrupción: los que están para cuidarnos son los que están matando a nuestros hijos”.
Tiene seis niños y niñas. “Hay muchas cosas que acá no se hablan por miedo. Antes a mí me veían y me paraban, un accionar violento de hasta los agentes de tránsito. Hacían operativos de alcoholemia y te paraban varias veces al día. Yo soy constructor, trabajé en casa de muchos policías, y es muy loco ver cómo personas que creés conocer ahora están implicadas”.

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Foto: Vicky Cuomo.


Una situación similar describe Marcela, madre de dos jóvenes de 14 y 22 años, nacida y criada en San Miguel del Monte hace 43 años. “Yo tengo un hijo de 14: esto te toca. No puede ser que un pueblo así pasen estas cosas. Mi nene hace básquet, va al polideportivo acá a unas cuadras, y ahora lo voy a buscar, cosa que antes no hacía. Te da cierto miedo”.
Cuenta que a comienzos de año la policía le secuestró la moto a su hijo porque estaba sin patente. Le hicieron una contravención y el joven se volvió caminando a su casa. “A tres cuadras lo paró un patrullero. Iba con un amigo. Los cachetean, les quitan los celulares, los tiran arriba de la camioneta”. Antes de ir a hacer la denuncia le preguntó a su hijo si había hecho algo. “Llorando me contestó: `Mami, te juro que no`. Fuimos a la comisaría”.
En el proceso de la denuncia, la familia trató con el exsubcomisario de Monte, Franco Micucci, el oficial inspector José Manuel Durán, y también con el propio exfuncionario Martínez.
Los tres hoy están detenidos por la Masacre.
Marcela piensa: “Ahí es cuando decís: no estábamos cuidados. Lo que le pasó a mi hijo no fue casual: ya era una costumbre que hacían no sé por qué. Con esto te cierran muchas cosas. Y, también, el círculo de los que intervinieron”.
El Nunca Más de Monte: marcha por justicia, contra los abusos policiales y la memoria de Danilo, Camila, Aníbal, Gonzalo y Rocío

Foto: Vicky Cuomo.

Las familias de pie

Antes de llegar a la Plaza Alsina, frente a la Municipalidad, y que está tarde fue rebautizada como La Plaza de Lxs Pibxs porque allí era el santuario donde se juntaban todas las tardes, la marcha se detiene frente al colegio donde iban los jóvenes y donde Aníbal pasaba a buscar a su primo. Allí los esperan docentes. Hacen un emotivo minuto de silencio.
Y luego, Susana, la mamá de Gonzalo, lo dice todo: “Esta es la escuela donde estudiaban nuestros hijos. A estos hijos los asesinaron. Y con alevosía, que les quede grabado en la mente. Y esta madre, así como luchó para criar a sus hijos, va a seguir luchando por justicia. Y no la van a ver caer, de ninguna manera. Porque voy a estar de pie para eso”.
La marcha continúa hasta la Plaza.
En su corazón, donde hace un mes están escritos los nombres de les jóvenes en tiza, fibrón o liquid paper, ahora tres jóvenes pintan en letras grandes:

  • “El Estado es responsable”.

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Foto: Vicky Cuomo.


El grito a la sociedad
El palco se arma frente a la Municipalidad. El Premio Nobel de la Paz y referente del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj) y la Comisión Provincial por la Memoria, Adolfo Pérez Esquivel, sintetiza: “Me sorprende mucho que las ventanas y las puertas de la Intendencia estén cerradas y sus funcionarios no estén. Ustedes mismo lo dijeron: son cómplices”.
Los reclamos a la intendenta Sandra Mayol comenzaron desde el mismo día de los hechos. La bronca creció cuando a dos semanas de la Masacre divulgó una foto abrazada al ministro de Seguridad bonaerense, Cristian Ritondo, y se expresó a las claras cuando las familias denunciaron la designación de María Alejandra Cotignola como titular de la Dirección de Asuntos Institucionales distrital: la funcionaria fue agente de la Bonaerense y, además, es familiar de uno de los detenidos acusados de falsedad ideológica y encubrimiento.

Masacre de San Miguel del Monte: una funcionaria municipal con vínculos con la Bonaerense


Las madres se acomodan. Allí también están Emanuel y Hugo, hermano y tío de Aníbal Suárez: «Esta noche mi hermano me dijo ahora vengo. Pero no volvió más. ¿Por qué mintieron? Vivíamos los dos solos. Siempre andábamos juntos. Por culpa de los policías no volvió a casa. Lo único que pido a los policías que están ahora: dejen a los chicos jugar en la plaza. ¿Cuántas veces veo que los corren? Eso no es justo: se merecen jugar».
Yanina, mamá de Camila: «Cuando veía a una mamá que había perdido a su hijo por el gatillo fácil, me dolía pero no podía ponerme en sus zapatos. Hace un mes atrás que sí puedo hacerlo, que siento el dolor inmenso, el vacío por dentro porque me falta una parte de mi vida. Porque me la arrancaron, me la llevaron. Hace un mes que no puedo ver a Camilo, que no puedo decirle que la amo, que no puedo tenerla en casa, que no puedo escuchar su música. Hace un mes que no está en casa, que siento un silencio, un vacío. Y desde entonces es que puedo ponerme en los zapatos de cada mamá, de cada mamá y de cada familiar que está acá presente y me da una palabra de aliento desde el primer momento. a partir de ahora soy una más. Lamentablemente, porque no quisiera estar en este lugar. Soy sincera, no quisiera. Pero soy una más. Y me comprometo a acompañarlos también a ustedes y empezar a luchar. Porque no solo reclamo por mi hija que ya no la tengo, sino para que no le pase a nadie más».

El Nunca Más de Monte: marcha por justicia, contra los abusos policiales y la memoria de Danilo, Camila, Aníbal, Gonzalo y Rocío

Foto: Vicky Cuomo.


Mauricio Sansone, primo de Danilo, lee el comunicado que redactaron los familiares.
El peso de las palabras encierra las preguntas que son un grito de rabia a la sociedad

  • «No nos podemos quedar solo en las infinitas ganas de perdernos en su recuerdo, porque hay algo que nos convoca hoy acá. ¿Qué queremos? Vos, ustedes, que están escuchando. ¿Qué querés? ¿Qué pensás? ¿Qué querés para vos? ¿Qué querés para tus hijos, para tus hermanos, para la sociedad? ¿Querés que se vuelva a repetir esta historia, o por primera vez vamos a marcar un antes y un después donde no vamos a permitir que nos gatillen ni un pibe, ni una piba más? Lo que aquí nos reúne nos exige, en primer lugar, que denunciemos y cuestionemos a quienes hasta hoy nos vienen gobernando, porque sin dudas ahí están las responsabilidades. Esto no se trata de un gobierno en particular, sino de una política de Estado».

Lo que siguió fue música, rap, skates y pintadas.
Todo lo que Camila, Danilo, Gonzalo, Aníbal y Rocío amaban hacer.

El Nunca Más de Monte: marcha por justicia, contra los abusos policiales y la memoria de Danilo, Camila, Aníbal, Gonzalo y Rocío

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El Nunca Más de Monte: marcha por justicia, contra los abusos policiales y la memoria de Danilo, Camila, Aníbal, Gonzalo y Rocío

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El Nunca Más de Monte: marcha por justicia, contra los abusos policiales y la memoria de Danilo, Camila, Aníbal, Gonzalo y Rocío

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El Nunca Más de Monte: marcha por justicia, contra los abusos policiales y la memoria de Danilo, Camila, Aníbal, Gonzalo y Rocío

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Operación masacre: La vida y la seguridad tras los crímenes de San Miguel del Monte

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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