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El Nunca Más de Monte: marcha por justicia, contra los abusos policiales y la memoria de Danilo, Camila, Aníbal, Gonzalo y Rocío
Miles de personas marcharon en San Miguel del Monte a un mes del asesinato de Danilo, Camila, Aníbal y Gonzalo. La movilización fuee masiva, emotiva y contó con la presencia de todos los familiares. Por primera vez estuvo Loana, mamá de Rocío, la única sobreviviente de la masacre, que ya está en su casa después de casi un mes en terapia intensiva: “Hoy también vengo por ella. Lo único que quiero es justicia». Las voces de las familias. El recuerdo de sus amigos en pintadas, skates y rap. Y el peso de las preguntas a una sociedad que cambió para siempre: «Esto no se trata de un gobierno en particular, sino de una política de Estado que hay que erradicar». Cobertura colaborativa de lavaca y Revista Cítrica.
A un mes de la masacre en la que su hijo fue asesinado, Juan Carlos Sansone se despertó a las cinco de la mañana para ir a vender carnada a la laguna. “Había pocos pescadores, pero por lo menos hice unos mangos”, dice, con una remera con el rostro de Danilo en el pecho.
Desde entonces, está despierto.
Desde entonces, no para. «Vinimos a pedir justicia tranquilos, sin hacer lío, sin romper nada. Los chicos eran tranquilos porque nosotros, los padres, les enseñamos eso».
Ahora son las dos de la tarde y, de a poco, el Skate Park donde Danilo (13) venía a andar en patineta y a divertirse con Rocío Quagliarello (14), Camila López (13) y Gonzalo Domínguez (14) comienza a poblarse. Su hijo mayor, Nicolás, llega con batucada. Lleva una remera blanca con letras negras, que dice: “Mis Hermanos se Mueren por Mi y yo me Muero por ellos También”. Debajo, dos nombres: Dani y Gonzi. Nicolás lleva en las manos cañas de bambú que clava en el césped. En las puntas, hay fotos de les jóvenes. También de Aníbal Suárez (22).
Una de ellas emociona: allí se ve a Camila, Danilo, Rocío y Gonzalo, sonriendo.
Nicolás empieza a tocar los redoblantes.

Foto: Vicky Cuomo.
Entre los familiares que comienzan a llegar, muchos abrazan a una mujer: es Loana Sanguinetti, la mamá de Rocío, la única sobreviviente de la masacre, ya en su casa después de casi un mes en terapia intensiva. Es la primera vez que Loana se moviliza: «Necesitaba estar con mi hija. Y hoy acá también vengo por ella. No tengo miedo a las 13 familias que tenemos atrás de esos asesinos. Lo único que quiero es justicia, castigo y cárcel».
Son casi las tres de la tarde. Hay abrazos y llantos contenidos, que en minutos se desatarán en pedidos de justicia. Hay niñas y niños de 13, 14 y 15 años que deberían estar jugando al fútbol, rapeando, en skate o en bici pero que ahora, cuando la marcha arranca, sólo cantan:
- “Yo sabía que a los pibes los mató la policía”.
La marcha rompe el silencio de Monte.
La misma rabia que evitó el encubrimiento de esta masacre.

Foto: Vicky Cuomo.
El alma en la mano
En la causa siguen detenidas 13 personas. Cuatro policías fueron imputados por “cuádruple homicidio doblemente agravado y tentativa de asesinato”. Otros ocho están imputados por “encubrimiento agravado y falsedad ideológica de documento público”, misma figura por la que está detenido el exsecretario de Seguridad municipal, Claudio Martínez. En las próximas horas, la justicia debe determinar si otorga la prisión preventiva a los acusados. “Espero que el juez mire a sus hijos y, luego, decida”, dijo en el acto Gladys, mamá de Danilo. “No quiero a ninguno libre. Ni al que mató ni al que encubrió. Quiero a todos presos. Y al que está con el culo sucio, y lo sabe, que se prepare. Gracias por esta marcha: tengo el alma en la mano”.
Algunos vecinos se acoplan a la marcha, otros observan desde sus casas. José María es de Monte, tiene 46 años, y es familiar de los Sansone. “Este es un pueblo tranquilo, pero sufrimos un golpe terrible. No estamos acostumbrados a estas cosas. Tampoco sabíamos de tanta corrupción: los que están para cuidarnos son los que están matando a nuestros hijos”.
Tiene seis niños y niñas. “Hay muchas cosas que acá no se hablan por miedo. Antes a mí me veían y me paraban, un accionar violento de hasta los agentes de tránsito. Hacían operativos de alcoholemia y te paraban varias veces al día. Yo soy constructor, trabajé en casa de muchos policías, y es muy loco ver cómo personas que creés conocer ahora están implicadas”.

Foto: Vicky Cuomo.
Una situación similar describe Marcela, madre de dos jóvenes de 14 y 22 años, nacida y criada en San Miguel del Monte hace 43 años. “Yo tengo un hijo de 14: esto te toca. No puede ser que un pueblo así pasen estas cosas. Mi nene hace básquet, va al polideportivo acá a unas cuadras, y ahora lo voy a buscar, cosa que antes no hacía. Te da cierto miedo”.
Cuenta que a comienzos de año la policía le secuestró la moto a su hijo porque estaba sin patente. Le hicieron una contravención y el joven se volvió caminando a su casa. “A tres cuadras lo paró un patrullero. Iba con un amigo. Los cachetean, les quitan los celulares, los tiran arriba de la camioneta”. Antes de ir a hacer la denuncia le preguntó a su hijo si había hecho algo. “Llorando me contestó: `Mami, te juro que no`. Fuimos a la comisaría”.
En el proceso de la denuncia, la familia trató con el exsubcomisario de Monte, Franco Micucci, el oficial inspector José Manuel Durán, y también con el propio exfuncionario Martínez.
Los tres hoy están detenidos por la Masacre.
Marcela piensa: “Ahí es cuando decís: no estábamos cuidados. Lo que le pasó a mi hijo no fue casual: ya era una costumbre que hacían no sé por qué. Con esto te cierran muchas cosas. Y, también, el círculo de los que intervinieron”.

Foto: Vicky Cuomo.
Las familias de pie
Antes de llegar a la Plaza Alsina, frente a la Municipalidad, y que está tarde fue rebautizada como La Plaza de Lxs Pibxs porque allí era el santuario donde se juntaban todas las tardes, la marcha se detiene frente al colegio donde iban los jóvenes y donde Aníbal pasaba a buscar a su primo. Allí los esperan docentes. Hacen un emotivo minuto de silencio.
Y luego, Susana, la mamá de Gonzalo, lo dice todo: “Esta es la escuela donde estudiaban nuestros hijos. A estos hijos los asesinaron. Y con alevosía, que les quede grabado en la mente. Y esta madre, así como luchó para criar a sus hijos, va a seguir luchando por justicia. Y no la van a ver caer, de ninguna manera. Porque voy a estar de pie para eso”.
La marcha continúa hasta la Plaza.
En su corazón, donde hace un mes están escritos los nombres de les jóvenes en tiza, fibrón o liquid paper, ahora tres jóvenes pintan en letras grandes:
- “El Estado es responsable”.

Foto: Vicky Cuomo.
El grito a la sociedad
El palco se arma frente a la Municipalidad. El Premio Nobel de la Paz y referente del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj) y la Comisión Provincial por la Memoria, Adolfo Pérez Esquivel, sintetiza: “Me sorprende mucho que las ventanas y las puertas de la Intendencia estén cerradas y sus funcionarios no estén. Ustedes mismo lo dijeron: son cómplices”.
Los reclamos a la intendenta Sandra Mayol comenzaron desde el mismo día de los hechos. La bronca creció cuando a dos semanas de la Masacre divulgó una foto abrazada al ministro de Seguridad bonaerense, Cristian Ritondo, y se expresó a las claras cuando las familias denunciaron la designación de María Alejandra Cotignola como titular de la Dirección de Asuntos Institucionales distrital: la funcionaria fue agente de la Bonaerense y, además, es familiar de uno de los detenidos acusados de falsedad ideológica y encubrimiento.
Masacre de San Miguel del Monte: una funcionaria municipal con vínculos con la Bonaerense
Las madres se acomodan. Allí también están Emanuel y Hugo, hermano y tío de Aníbal Suárez: «Esta noche mi hermano me dijo ahora vengo. Pero no volvió más. ¿Por qué mintieron? Vivíamos los dos solos. Siempre andábamos juntos. Por culpa de los policías no volvió a casa. Lo único que pido a los policías que están ahora: dejen a los chicos jugar en la plaza. ¿Cuántas veces veo que los corren? Eso no es justo: se merecen jugar».
Yanina, mamá de Camila: «Cuando veía a una mamá que había perdido a su hijo por el gatillo fácil, me dolía pero no podía ponerme en sus zapatos. Hace un mes atrás que sí puedo hacerlo, que siento el dolor inmenso, el vacío por dentro porque me falta una parte de mi vida. Porque me la arrancaron, me la llevaron. Hace un mes que no puedo ver a Camilo, que no puedo decirle que la amo, que no puedo tenerla en casa, que no puedo escuchar su música. Hace un mes que no está en casa, que siento un silencio, un vacío. Y desde entonces es que puedo ponerme en los zapatos de cada mamá, de cada mamá y de cada familiar que está acá presente y me da una palabra de aliento desde el primer momento. a partir de ahora soy una más. Lamentablemente, porque no quisiera estar en este lugar. Soy sincera, no quisiera. Pero soy una más. Y me comprometo a acompañarlos también a ustedes y empezar a luchar. Porque no solo reclamo por mi hija que ya no la tengo, sino para que no le pase a nadie más».

Foto: Vicky Cuomo.
Mauricio Sansone, primo de Danilo, lee el comunicado que redactaron los familiares.
El peso de las palabras encierra las preguntas que son un grito de rabia a la sociedad
- «No nos podemos quedar solo en las infinitas ganas de perdernos en su recuerdo, porque hay algo que nos convoca hoy acá. ¿Qué queremos? Vos, ustedes, que están escuchando. ¿Qué querés? ¿Qué pensás? ¿Qué querés para vos? ¿Qué querés para tus hijos, para tus hermanos, para la sociedad? ¿Querés que se vuelva a repetir esta historia, o por primera vez vamos a marcar un antes y un después donde no vamos a permitir que nos gatillen ni un pibe, ni una piba más? Lo que aquí nos reúne nos exige, en primer lugar, que denunciemos y cuestionemos a quienes hasta hoy nos vienen gobernando, porque sin dudas ahí están las responsabilidades. Esto no se trata de un gobierno en particular, sino de una política de Estado».
Lo que siguió fue música, rap, skates y pintadas.
Todo lo que Camila, Danilo, Gonzalo, Aníbal y Rocío amaban hacer.

Foto: Vicky Cuomo.

Foto: Vicky Cuomo.

Foto: Vicky Cuomo.

Foto: Vicky Cuomo.
Operación masacre: La vida y la seguridad tras los crímenes de San Miguel del Monte
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Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
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Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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