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El primer arrepentido: cuadernos, corrupción y violencia

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Los arrepentimientos empresarios analizados desde la mirada de un caso anterior: la llamada Mafia del oro reveló en los 90 un entramado de corrupción y complicidad entre empresarios y funcionarios menemistas. Enrique Piana, propietario de la prestigiosa Casa Piana, fue capturado en Estados Unidos en 1997 acusado de estafas y contrabando que efectuaba desde Argentina. De la mansión en el Boating, el yate y los Rolex de 12.000 dólares, pasó a quebrar y conocer las cárceles norteamericanas. Su experiencia, comparada con los arrepentimientos actuales. Desde Tailandia, datos para entender la Mafia del oro y las impresiones de Piana sobre los empresarios, la justicia, el sistema, y el origen de la violencia. Por Sergio Ciancaglini.

“Lo que más me llama la atención de lo que se ve de la Argentina no es lo de los cuadernos, la corrupción y las coimas. Lo peor es la violencia que significa todo eso. Pero nadie habla de eso que, para mí, es mucho peor que la violencia de un tipo que sale con un revólver a robar”.
Enrique Piana está en Tailandia rodeado de selva y preguntas. Vive en la choza que le presta un ilustrador sueco en el fondo de su casa. Tiene anteojos de armazón rojo, está rapado y luce mostachos puntiagudos: “Soy un Caparrós trucho”, explica, aunque podría atribuírsele también un aire al Dalí hecho máscara en la serie española La casa de papel.

Enrique Piana hoy.


Su fortuna personal en el momento de la conversación por Internet asciende a 3 euros: logró cobrar 20 por la venta de uno de sus libros digitales (Enrique Piana y su media valija), pero gastó 17 en abastecer la heladera. Está al tanto de las novedades argentinas y no se recupera del asombro: “Yo veo lo que dicen de los empresarios que se presentan y se vuelven a la casa, pero no me parece un arrepentimiento sino un negocio”.
Cuando fue declarado culpable en Argentina en diciembre de 2006, Piana dijo ante los jueces Jorge Pisarenco, Carlos Schlegel y Susana Castro de Pellet Lastra: “Quiero pedir perdón a mis hijos, a mi familia y a la sociedad, porque la Argentina no se merece lo que nosotros hicimos”.
Y agregó: “No está bien cagarse en todos”.

El arte de endeudarse

“Aquí se narra la historia de Enrique José Piana: argentino.
Nacido el 26 de abril de 1954.
Casado, divorciado, dos hijos.
Su ascenso en una empresa familiar de gran prestigio.
La forma en que organizó una estafa de antología.
El pago de coimas, la compra de impunidad.
El modo en que construyó una fortuna personal y cómo la perdió.
Su vida en prisión.
Su rol como testigo arrepentido. (…)
Su regreso a la Argentina.
Y algunos otros sucesos».
Así comienza Confesiones de oro La mafia del oro contada por Enrique Piana, el libro que escribí durante 2001 en los ratos libres que me dejaba el derrumbe del país, publicado en agosto de 2002. Fue la descripción y el reconocimiento de Piana sobre cómo delinquió con un entusiasmo enfermizo.
El libro fue producto de 29 horas de entrevistas con él grabadas en Long Branch, Estados Unidos, en la era del cassettte. A Piana le habían otorgado libertad vigilada y vivía en un monoambiente del que solo podía moverse en un radio de un kilómetro –y a ciertas horas- con grillete electrónico. Durante un año, intercambiamos más de 1.500 mails de preguntas y respuestas en aquella Internet paleolítica.
Ahora Piana me envía un Whatsapp grabado: “¿Cómo es esta historia? Yo me arrepentí sin ningún beneficio personal. Cuando declaré mi abogado me decía ‘estás loco como una cabra, con todo lo que confesaste no hay forma de defenderte’. Pero lo mío era sincero. Esto de ahora me parece un circo”.
No lo dice enojado, sino riendo.
Breve reseña de andanzas previas, para comprender sus sensaciones actuales. Entre 1993 y 1997 Piana ideó una serie de mecanismos para estafar al Estado y lograr una especie de milagro de mercado: exportaba oro, cuando en Argentina ese metal todavía no se extraía.
Primero, importaba el oro con subsidios.
Luego lo exportaba cobrando reintegros.
Volvía a importarlo y así continuaba la calesita.
El mismo esquema fue utilizado por la empresa Sevel (dirigida por los Macri padre e hijo) con la circulación de autopartes y coches, en lugar de oro.
Los anteojos rojos se sacuden: “A ellos los hizo zafar la Corte de Menem. Pero mirá, si hablamos de eso, los macristas van a decir que soy kirchnerista. Y si digo que en el kirchnerismo hubo corrupción  van a decir que soy macrista. Está todo muy loco”.
Lo dice una persona que gracias al entramado de estafas, contrabando, falsificación descomunal de facturaciones y coimas a funcionarios aduaneros y políticos (entre otros hallazgos a los que llamaba “desarrollos creativos”), llegó a tener un caserón en el Boating Club, varios Mercedes, un yate con el que se iba a pasear a las Islas Vírgenes, los Rolex de 12.000 dólares, viajes cotidianos a París para cenar en restaurantes exclusivos (en esa época aún resplandecía La Tour d’Argent) con vinos de 1.000 euros la botella, y la sensación de que no había límites para seguir creciendo.
El apogeo económico de Piana contó con otra herramienta: la facilidad para endeudarse. “Yo no decía ‘debo un millón de dólares’, sino ‘tengo un millón de dólares’”. Esta posibilidad de creer que contraer deuda es tener dinero forma parte de la genética argentina y es una de las tantas cosas que permiten enlazar la historia de Piana con la de una época, que acaso también es ésta, en la que habrá que pagar unos 40.000 millones de dólares de deuda externa de aquí a 2019 que nadie sabe de dónde saldrán. O mejor, ni saberlo.

El síndrome Yabrán

El caso de la Mafia del oro cobró notoriedad en 1996 por un ataque al fiscal Pablo Lanusse (recibió heridas de cuchillo en la cara y un brazo) y, sobre todo, por el secuestro de su hermana Patricia, a quien obligaron a escribirse con un cortante en la frente la palabra “ORO”.
El propio fiscal reconoció que nunca pensó que Piana hubiera ordenado esos atentados, sino que fueron una maniobra de distracción motorizada por el empresario Alfredo Yabrán como parte de una disputa con Domingo Cavallo, el ministro de Economía de Menem. Cavallo propiciaba la llegada de competidores norteamericanos de las empresas de Yabrán. Como contragolpe, el escándalo del oro era un modo de apuntarle a Cavallo quien se había mostrado impávido ante la fiesta de reintegros, sobrefacturaciones y lavado de dinero. Las internas en el menemismo con respecto a estos temas no eran de salón. Todo esto había sido investigado por Marcelo Zlotogwiazda en su excelente libro La mafia del oro.
El argumento de Piana: “Yo lo veía como un partido de fútbol por arriba mío entre Yabrán, el menemismo y Cavallo. Y me parece que yo era la pelota”. Lanusse se sentía del mismo modo. Piana: “Jamás hice algo así. Hice mil cagadas, el hecho de robar y contrabandear en sí mismo fue un hecho de violencia, pero nunca atacar a nadie. Y cuando hicieron eso contra los Lanusse fue que empecé a hundirme”.

La tapa del libro Confesiones de oro.

Los presos VIP

El desarrollo creativo se cortó definitivamente en 1997. Piana hizo un viaje romántico a Nueva York con su pareja de entonces, a la que le había obsequiado una operación de siliconas a la que llamaba “tetas nuevas”.
Al llegar al aeropuerto Kennedy, Piana descubrió que lo estaban esperando ya que la aduana había detectado la maniobra que le permitía exportar chatarra metálica en lugar de oro a Estados Unidos. Lo hacía en complicidad con la empresa norteamericana Handy & Harman, asociada a Casa Piana en Refinerías Riojanas, emprendimiento inaugurado por el entonces presidente Carlos Menem.
Cuenta Piana: “El fiscal Noel Hillman (actual juez en New Jersey) me mandó preso, como para ablandarme. Fue muy duro, en cárceles pesadas, hasta que acepté colaborar, o arrepentirme. En ese momento, la verdad, no era un arrepentido de corazón, sino un empresario que estaba negociando una mejor condición. Además, no me quedaba otra”.
Durante varios meses, cada miércoles, Piana se reunió en la Union County Jail de New Jersey con Hillman, agentes de inteligencia aduanera y funcionarios judiciales que lo interrogaban y chequeaban detalles de cada transacción para armar la causa que tenía como destino principal a los implicados norteamericanos de la estafa: Handy & Harman y el banco MTB (Manfra, Tordella & Brooks) que ganó fama también como eslabón financiero los casos de tráfico de armas a Ecuador y las coimas del caso IBM-Banco Nación, entre otros.
Piana pasó casi cinco años entre cárceles y libertad vigilada con tobillera electrónica. Considerado culpable, y con el tiempo de detención cumplido, fue extraditado a la Argentina en 2002, donde lo aguardaban las causas locales, reactivadas por la notoriedad de su captura en Estados Unidos.
“Yo expliqué todo el businesstruch”. Confesó que pagó coimas a funcionarios aduaneros, denuncia no muy exitosa: los funcionarios fueron ascendidos. También reveló que le pagaba a Alberto Kohan, secretario general de la Presidencia durante el menemismo 30.000 dólares mensuales (dólares de hace 23 años) por una supuesta protección política.
Al ser extraditado desde Estados Unidos pasó otros dos años preso en la llamada “cárcel VIP” de Gendarmería en el puerto de Buenos Aires. “Ahí estuve con Carlos Grosso que me dijo: ‘sos el único empresario que reconoció responsabilidades en la joda’. Ahora, por lo que vi en televisión, parece que Carlitos está en la mesa chica de la Rosada, asesorando directamente a Macri. También estaba con nosotros el ex juez Hernán Bernasconi, que ahora está cerca del Papa”.
Grosso había sido detenido por asociación ilícita en la entrega de concesiones cuando fue intendente porteño, y Bernasconi por fraguar pruebas en casos de consumo de estupefacientes como el de Guillermo Cóppola y Alberto Tarantini.
La población supuestamente VIP de Gendarmería incluía, entre otros, a Enrique Mathov, secretario de Seguridad de Fernando de la Rúa, hombre que defendía el uso de armas de fuego contra los manifestantes y fue condenado por los homicidios provocados por la represión del 20 de diciembre de 2001.
Otro huésped del pabellón fue Enrique Arancibia Clavel, agente de inteligencia chileno condenado en Chile por coordinar al grupo de asesinos que mató al general René Schneider en 1970. Había sido liberado por Pinochet en 1973, vivió en Argentina y participó en el atentado en el que fueron asesinados el general chileno Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert en Buenos Aires (1974). El crimen fue perpetrado junto a la CIA a través de otro agente, Michael Townley. Arancibia Clavel fue condenado a prisión perpetua.
Actualiza Piana: “El chileno estaba conmigo en Gendarmería, salió libre, se quedó viviendo en Buenos Aires, y lo mató un taxi boy”. Fueron 34 puñaladas, en 2011.

Corrupción en tiempo presente

“Yo no fui un arrepentido virtual”, explica Piana desde Tailandia. “Hablé en Estados Unidos y hablé en Argentina. No sacaba ningún beneficio sino que reconocí lo que hice. De acuerdo a mi experiencia con los norteamericanos, lo que están haciendo ahora con los arrepentidos me parece poco profesional”.
Piana se ha dedicado en los últimos años a escribir libros de tono espiritual como la serie Pepito Sentinfante o Enrique Piana y su media valija que vende a través de su blog en Internet. “Me las voy arreglando porque mucha gente me ayuda y hace donaciones. Vendo los libros virtuales. Paso algún tiempo en Irlanda del Norte, cuidando hostels a cambio de alojamiento y comida. Así estuve en Albania, Marruecos, Berlín. Si junto plata para el pasaje, trataré de ir antes de fin de año a Gran Canaria donde otra amiga, Andrea, me ofreció su hostel para que viva allí un tiempo. A veces mi hijo Matías me manda algo (vive en Australia donde instaló una empresa de catering de comidas típicas argentinas). Ahora hace varios meses que estoy acá en Tailandia, que es baratísimo, en la choza que me prestó Saard Nilkong en el fondo de su casa. Es el ilustrador de uno de mis libros. Un tipo bárbaro: recién me dejó tres bananas”.
Internet es la ventana que le permite a Piana trabajar con su notebook y estar conectado a los sucesos argentinos: “Lo que se ve con el tema de la corrupción es que no hay tratamiento equivalente. Unos son mejor tratados que otros. A los políticos les pegan duro y a los empresarios los sueltan enseguida. Pero para que haya coimas hay dos culpables. Vos podés pensar que el Estado tiene más responsabilidad, por representar a la gente, pero los empresarios no son inocentes”.
Un argumento que se suele deslizar en estos días postula que los empresarios fueron extorsionados por los funcionarios para pagar los llamados retornos.
La respuesta de Piana es posterior a unas carcajadas: “Mirá: el empresario quiere ganar la guita lo más rápidamente posible. En Argentina y en todo el mundo. Es lo único real. Los de Handy & Harman eran tan chorros como yo. Y si se te presenta un tipo del Estado que te permite duplicar la facturación, vas para adelante. En estos casos nadie extorsiona a nadie, no seamos ingenuos”.
Una suposición: “Puede ser que en algún momento los políticos dijeran ‘poneme para la campañita’, pero los empresarios hacen lo que quieren, es un sistema”.
Una cuestión que hasta ahora no se mencionó, según Piana: “El tema del IVA y las facturas truchas va a tener que aparecer, porque ¿cómo hacés para sobrefacturar y ganar fortunas sin pagar impuestos demenciales? Así como la parte financiera iba para los políticos, está faltando que los empresarios digan cómo hicieron para coimear, sobrefacturar y pagar impuestos. ¿Cómo hacían para sacar 8 millones, 10 millones, 300 millones de una cuenta? O necesitás facturas monstruosas, o tenés guita negra en un paraíso fiscal: a mí, que no me la cuenten”.

El modelo de la violencia

“La corrupción y el robo, como lo hice yo y como lo hacen estos empresarios y políticos, es terrible, es pura violencia”, sigue Piana.
“Pero nadie habla de esa violencia que es mucho peor que la del pibe que sale de la villa con un trabuco para robar un par de zapatillas, o que la de los que te afanan el teléfono y se escapan corriendo en moto. Para la gente esos son los violentos. Pero todo esto que se está mostrando tiene mucha más violencia, porque es la violencia que genera las otras. Los pibes quieren salir de la miseria y del maltrato. Pero ven por televisión a estos otros pibes, los empresarios y políticos, que ganan millones y millones de dólares y no les importa absolutamente nada de lo que le pasa a la gente. Porque esa es la verdad. Entonces los que miran esto, dicen: ‘Ah, este es el modelo’”.
Teoría sobre el arrebato: “Los chorros te arrebatan un teléfono. Pero estos empresarios te arrebatan un país. Es muy raro ver que los medios aparecen casi defendiendo a los empresarios, siendo que ellos saben que ese arrebato existe. Es como si cada vez se robaran tres provincias, cuatro empresas, dos puertos”.
Sostiene Piana que el espectáculo tiene signos pornográficos: “Valijas de un lado para el otro, empresarios, políticos y también la Justicia, aunque de eso todavía no se habló, y te lo digo porque aprendí que la corrupción es transversal a todos. Y después dejan sin castigar a muchos de los que los que estuvieron en el circuito. Es un acto de violencia superior, en el marco de gente de traje, paqueta, hijos de familias de buena posición, que estudiaron en universidades privadas o en el exterior, pero que son absolutamente violentos en lo que hacen. Porque además no tenés riesgo. El pibe chorro se la juega con la policía. El empresario es amigo del presidente, de los ministros, tiene abogados y jueces que lo cuidan, fiscales que no lo acusan. Está muy protegido. Esa es, para mí, la violencia”.

Dinero, destrucción & egodultos

¿Qué explicación se da para los hechos que él cometió y para los actuales? “Yo era un adicto al dinero, con una especie de hueco espiritual que llenaba metiéndome en un mundo de transgresión, de mentiras. Mi forma de mostrar valor era teniendo guita. Era el “egodulto” del que hablo en los libros de Pepito Sentinfante: un adulto ególatra, un hijo de puta que no tiene sensibilidad ni le importa nada de los demás, sin conciencia, un tipo deshumanizado”.
Piana apunta al presente: “Mirá estos empresarios en lo que se metieron. Van a tener que vender sus empresas por monedas, salen en los diarios, sus familias se quieren morir. Todo para tener más y más, al final no se sabe para qué mierda. Yo mismo fui así: hice sufrir a mi familia, me metí yo también en una situación de sufrimiento absolutamente ridícula. Todo para estar a la altura de un sistema de consumo que solo propone eso: tener más y más cosas. Es una locura muy destructiva”.
Un costado político del tema: “En un mundo deshumanizado, solo vale la plata conseguida del modo más fácil posible. Nada está unido a un valor industrial, o incluso de trabajo. Agarrás 100, lo ponés en un banco o un bono, sacás la guita, comprás otro bono, lo revendés. El trabajo es un desvalor. Fijate que incluso Macri ha puesto su energía en eso. Nadie habla del trabajo: están todo el día hablando de cómo pedir más plata prestada. Creo que el tema de que no haya trabajo es lo básico. No se entiende a qué mundo vamos. Y parece que a nadie le importa, por eso de la deshumanización”.
¿Cómo se sale? “Para mí es un cambio individual. O muchos cambios individuales. Recuperar la capacidad de sensibilidad por los demás, y de buscar un lugar más cómodo para todos. Eso no va a venir de un gobierno. El argentino egodulto tendría que hacerse una autocrítica y salir de la cosa muy hipócrita. Hay un dominio de lo económico que realmente no tiene sentido”. Un recuerdo: “En Italia hicieron el Mani pulite, fue todo el mundo en cana, parecía el fin de la corrupción, y después vino Berlusconi que era igual o peor”.
Por momentos parece que Piana hablara de enfermos al mencionar a los empresarios: “Es que están programados así. Por eso no hay ningún arrepentimiento sincero. Yo entré en ese sistema de enfermedad por el dinero, y salí. Lo que digo entonces es que se puede volver de eso, porque además es mucho más lindo. No la voy a ir de salvador, profeta o Madre Teresa. Pero la verdad es que el camino –no te digo de la felicidad que es medio abstracto, pero sí de cierta paz, de cierta calma- es algo más vinculado a una cosa interior que una cosa externa y de acumular objetos y dinero”.
Reconoce Piana que su propia experiencia posterior a las cárceles le cambió los mapas mentales: “Hice el Camino de Santiago hace siete años, que me marcó mucho con respecto al desapego a las cosas. Me cambió la vida y me liberé de muchas culpas. Pero además, si he podido vivir de este modo es gracias a mucha gente, a muchos amigos y amigas. Es como que entendí que los caminos laterales del pueblo son los que te llevan a la buena gente. Y los centrales, los de Callao y Santa Fe, no te apoyan en nada. El camino principal del pueblo es la miseria. Y en los laterales está el que te ayuda sin preguntarte nada. Es otra idea: compasión, solidaridad, y así me fui encontrando a gente verdaderamente maravillosa”.
La percepción sobre los jóvenes: “Son los que más se dan cuenta de que la gente vive tironeada, haciendo lo que no le gusta hacer, con sensación de falta de libertad. Porque esa cosa mágica del dinero, al final te chupa la vida. Los chicos no quieren ese modelo: tienen los huevos llenos”.
Imágenes sobre los espejos: “Todo esto que pasa podría hacer que nos miremos en el espejo como sociedad, y eso sería bueno. Pero como está la grieta, cada uno ve la parte del espejo que le conviene. Y así sigue la hipocresía”.
Si hay algo que parece molestarlo especialmente es esa historia mediática de la grieta. “Una locura: de eso no quiero saber nada”, dice Piana, que pronto pondrá a la venta el último de sus libros. Se trata de un diálogo con la terapeuta española María Fernández, que no sé si figurará entre los textos de autoayuda, de economía política, o de ciencia ficción: se llama Ani-kill-ando el sufrimiento.

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Daniel Solano: la Corte Suprema confirmó la detención de los siete policías condenados por homicidio

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Los siete policías condenados a prisión perpetua por el asesinato de Daniel Solano, el joven salteño de 27 años desaparecido en Choele Choel el 5 de noviembre de 2011, fueron detenidos tras el rechazo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación a un recurso de queja de los efectivos, y así deberán empezar a cumplir la pena en prisión por primera vez desde la sentencia. El juicio concluyó el 1 de agosto de 2018, pero desde entonces los oficiales Sandro Berthe, Pablo Bender, Juan Barrera, Pablo Albarrán Cárcamo, Pablo Quidel, Diego Cuello y Héctor Martínez estaban en libertad, a la espera de la resolución de la Corte. “Nunca los sacaron de la policía: tenían libertad, cobrando sueldo y portando armas”, dice Leandro Aparicio, uno de los abogados de la familia Solano, que subrayó su “satisfacción” por el fallo: “Uno está golpeado, pero esto da energías para poder avanzar. No hay muchos casos que se detengan a 7 policías”.

La desaparición de Daniel se produjo tras un episodio de violencia policial en la vereda de un boliche de la ciudad. Antes había reclamado por su sueldo y el de sus compañeros como trabajadores rurales de la empresa Agrocosecha, tercerizada de Expofrut Argentina. Aparicio: “Fue un homicidio más allá de la desaparición, y fue un homicidio en un contexto de trata de personas, que está denunciada en la justicia federal de Roca, como está denunciado el narcotráfico, pero la causa no se mueve como se debería. Está parada. Pero esto va a servir para darle un impulso a toda esas cuestiones pendientes”.

Pedidos de justicia por Daniel Solano en 2012, a meses de su asesinato.

Entre esas cuestiones, en abril habrá audiencias por la acusación a otros cuatro policías, entre ellos Tomás Vega, a quien la familia lo señala como el “nexo” con la empresa: “Vega estuvo cuando le pegaban a Solano en el boliche. Vio todo eso. Y fue el que estuvo a cargo de la investigación los primeros día de la desaparición”.

Daniel sigue desaparecido. Gualberto, su papá, murió en medio del juicio, sin poder llegar a la sentencia por homicidio, y fue el principal motor de la causa que denunció la desaparición forzada y la connivencia judicial y estatal bajo un reclamo concreto que repitió una y otra vez a lo largo de seis años y medio: “Quiero encontrar el cuerpo y llevarlo”. No se detuvo un día: hizo huelgas de hambre, inició acampes y se encadenó al juzgado para exigir respuestas. Así reveló la trama de explotación laboral en Río Negro, la corrupción judicial que cubrió el caso y logró la detención de los oficiales que hoy están presos. Aparicio lo recuerda: “Nosotros tenemos esperanza de que el cuerpo aparezca. Algún policía capaz que se puede quebrar, o Vega mismo, sabiendo lo que se viene, puede dar información. Hemos hecho lo imposible para que aparezca el cuerpo”.

Compartimos la investigación de MU sobre este caso:

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Sí, podemos: 20 años del No a la Mina de Esquel

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Esquel está cumpliendo 20 años del histórico plebiscito en el que por más del 81% de los sufragios la comunidad votó «No a la Mina» y rechazó así la instalación de la megaminería en la región. A qué le dijeron que «Sí», desde la nota histórica que se hizo desde MU en uno de los tantos viajes, el primero, a la madre de muchas batallas.

El 23 de marzo se cumplieron 20 años del rechazo a la megaminería en Esquel, símbolo de lucha contra los proyectos contaminantes, inconsultos, impuestos en silencio y con violencia, y símbolo también de la democracia participativa, la organización y una lucha que se contagió a otros lugares del país.

En estos días hubo recitales, charlas, caminatas, marcha el 23 de marzo, y este domingo culminará la celebración con un ascenso al cerro Calfu Mahuida, un modo de simbolizar ese contacto permanente de la comunidad de Esquel con la naturaleza.

La historia viva cuenta que un puñado de vecinas y vecinos, que fueron cada vez más, comenzaron a reunirse, a estudiar la situación, a ir a escuelas, clubes, barios, difundiendo capilarmente, en una movilización a la vez inmensa, lo que se estaba tramando para hundir a Esquel en la megaminería. El 4 de diciembre de 2002 fue la primera marcha que reunió a más de 6.000 personas. Nunca desde entonces se dejó de marchar el 4 de cada mes.

Esa creación de movilización involucró otro hecho histórico: se había formado la Asamblea No a la Mina, grupo apartidario, horizontal, democrático, diverso, expresión de las nuevas formas de organización social que emergían en el país tras la crisis de 2001.  

El mecanismo asambleario en el que participaba todo el que quisiera, llevó a presionar la situación hasta obtener la posibilidad de la que se celebraron ahora 20 años: el 23 de marzo de 2003 se realizó un plebiscito en el que la comunidad rechazó por más del 81% de los votos al proyecto que intentaban imponer la empresa Meridian Gold y el Estado. Esquel hizo nacer aquel No, pero además generó un contagio en diferentes lugares en que se manifestaban  conflictos ambientales en todo el país (Gualeguaychú, Famatina, Andalgalá, como emblemas de una actitud ciudadana no ha dejado de crecer hasta hoy frente a diferentes situaciones territoriales, de salud, y hasta de derechos humanos). Se ponía en foco al modelo extractivo.

Desde aquellos años Esquel ha pasado por situaciones de todo tipo que han sido reflejadas tanto en lavaca.org como en la revista MU:

  • la intención de dar vuelta la decisión de la población a través de campañas de acción psicológica y desinformación;
  • el espionaje a vecinas y vecinos que integraban la Asamblea, por parte de la AFI, como forma de amedrentamiento y control social;
  • las presiones políticas y hasta laborales que sufría toda persona involucrada con el proceso asambleario;
  • el contagio fundamental de la acción de Esquel a toda Chubut, que se pobló de asambleas en todo el territorio, incluyendo a las comunidades de pueblos originarios, siempre rechazando los proyectos y negociados minero-estatales;
  • las trampas legislativas detectadas cuando se obtuvo la foto del diputado Gustavo Muñiz (del Frente para la Victoria) chateando por celular con el gerente Gastón Berardi de Yamana Gold, la empresa que había asumido el proyecto para impedir y ningunear la Iniciativa Popular presentada por la ciudadanía para que se convirtiera en Ley;
  • las represiones a los manifestantes en Rawson, cuando la lucha debió concentrarse en la capital provincial; el acoso mediático a toda esta movida en defensa de la naturaleza por parte de buena parte del sistema mediático, dependiente de pautas publicitarias estatales y privadas.
  • Y, por nombrar algo de lo más relevante en los últimos tiempos, el Chubutazo, o “Chubutaguazo”, con que la provincia movilizada logró dar vuelta de un modo comovedor en 2020 un nuevo intento de legislación que bajo el disfraz de una “zonificación” provincial buscaba lo de siempre: ir por la minería. La ciudadanía logró tumbar esa intentona y reponer la ley que prohíbe los megaproyectos extractivos.
  • Otro detalle de estos tiempos: ya hay una tercera generación de integrantes de las asambleas participando plenamente, un sub-17 que demuestra el alcance de todo lo que se ha realizado, también desde el punto de vista inter-generacional.

Esquel fue el nacimiento de la resistencia de Chubut, que no significa solamente un rechazo al saqueo y la contaminación, un No, sino también múltiples Sí:

  • Sí: sí a la vida.
  • Sí a la reivindicación por la positiva de otras formas de producción que no impliquen la destrucción.
  • Sí a la necesidad de licencia social para cualquier proyecto, de cuidado de ambiente como forma de preservación de la vida y el trabajo.
  • Sí a nuevas formas de relación entre lo humano y la naturaleza. A nuevas relaciones también entre las personas para plasmar la idea de que el agua vale más que el oro, y de que el futuro es posible.

Como homenaje a todo eso aquí puede verse la primera de las notas publicadas en MU sobre la asamblea de Esquel: “La madre del No”, para conocer esa experiencia histórica hecha de resistencia, inteligencia, generosidad y, también, alegría.  

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24 de marzo de 2023: Que la memoria (los) ilumine

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Crónica de un nuevo 24 de marzo desde la voz de la gente, que habla de todo: de cuánto estaba el chori la marcha pasada a cuánto está hoy; de la pesificación de los fondos jubilatorios y de las elecciones por venir; de las dos marchas, y de la realidad. La necesidad de seguir enfrentando al fascismo, ¿cada vez más presente?, y la energía que da la calle. El recuerdo de Hebe, la presencia y las palabras de Nora Cortiñas, la partida sin condena de Carlos Blaquier. Lo pendiente: los juicios aún en curso, la falta de respuestas del Poder Judicial y de la política, les desparecides de hoy. La presencia de niñas y niños como herencia de una sana costumbre: memoria, verdad y justicia, ahora y siempre.

Y si de vos
me dijeran que no exististe,
les gritaría que me quedan,
tus ojos tristes,
tu caminar lento,
tu sonrisa apenas esbozada,
tu caricia leve,
y una espera,
una larga espera
de la que no volveremos
nunca,
o tal vez sí…

“Octubre 1976”, de Ana María Ponce, desaparecida.
24 de marzo de 2023: una de las intervenciones callejeras con el Nunca Más como bandera. Foto: Sol Tunni

Ahora es marzo de 2023.

24 de marzo de 2023.

Un pibe alto camina lento, con ojos tristes; el frente y el dorsal de su musculosa negra, cuenta: “Son 30.000 y uno es mi abuelo”. Al lado, su mamá, camina lento, con una sonrisa apenas esbozada. Su musculosa gris, cuenta: “Son 30.000 y uno es mi papá”. Caminan lento porque hay un océano de cabezas, pies y corazones que se dirigen desde el Congreso de la Nación hacia Plaza de Mayo, a reivindicar la Memoria, la Verdad y la Justicia, a 47 años de la noche más sombría.

El pibe alto se llama Thomas Aballay y sostiene un cartel que contiene la foto de su abuelo, cuya sonrisa es tan ancha que parece desbordarse de la imagen. Se lee: “Jorge Oscar Tanco, detenido desaparecido, 16/09/1976”. Dice: “Pertenezco a la agrupación de Nietos de desaparecidos, conmueve un montón estar acá. El Nunca Más no debe quedar en el aire, por eso hay que seguir luchando”. Lo escucha su mamá, Maika Tanco, la hija de Jorge. Plantea deudas de esta democracia en relación a los castigos por los crímenes de lesa humanidad: “Necesitamos hablar no sólo del pasado, sino del presente y del futuro. La cárcel para los genocidas debe ser definitiva; cárcel común, no que estén en sus casas. Además, los juicios están retrasados. En los últimos cuatro años no hubo adelantos significativos y eso quedó manifiesto en que el empresario Carlos Blaquier acaba de morir sin ser juzgado por su complicidad con la dictadura. 47 años después, no es justicia. Y él ni siquiera la tuvo; falleció como inocente, y no lo fue”.

Lo que plantea Maika, minutos después lo confirman en números desde Sobrevivientes, Familiares Compañerxs y Amigxs del Centro Clandestino de Detención «El Olimpo”, emplazado en el barrio porteño de Floresta: “Hoy, 8 de cada 10 condenados por delitos de lesa humanidad están en sus casas cumpliendo las penas que debieran completar en cárcel común”. Desde que se reabrieron los juicios, entre 2006 y 2022 hubo 283 sentencias dictadas, 1115 personas condenadas y 171 absueltas. Hay 15 juicios en curso y 75 causas aguardan fecha de debate. En relación a la falta de celeridad, se debe a la escasez de tribunales orales disponibles. Un ejemplo es el proceso judicial por las violaciones de derechos humanos en el Centro Clandestino “Puente 12”, en La Matanza. El debate, pactado para principios de 2022, recién comenzará el próximo 3 de abril “por cuestiones de agenda”.

Como el mundial

El olor a humo que emana de decenas de parrillas acompañan toda la marcha. Hay olor a chori, hay olor a un pueblo que, pese a ser una fecha que evoca la peor de las crueldades, se hermana, se abraza. Se trata de una fecha para encontrarse y reencontrarse, con unx mismo y con el resto. El barro que se multiplica con el paso de las horas en varios sectores de la Plaza de Mayo refleja la masividad de la cita ineludible. Hay mil banderas de organizaciones sociales, de partidos, de sindicatos; pasacalles, stencils, graffitis viejos y que acaban de nacer; bombos, cánticos, intervenciones artísticas; hay sueños compartidos: “La importancia de estar acá es mostrar que la derecha, los milicos, la policía, no tiene la cancha libre; desearía que fueran menos, pero no lo son, siguen teniendo mucho poder. Entonces, la única defensa que tenemos es la calle”, alza Cecilia, 69 años, de Florida Norte. Y profundiza: “Hay que apuntar a la igualdad social como eje; tenemos alimentos para millones de personas, pero la mitad de nuestra población infantil es pobre. Alguien se la está llevando y es contra ellos que debemos pelear”.

Antes de empezar a marchar, Norita Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, le dice a la lavaca que está “con mucha fuerza para seguir pidiendo Memoria, Verdad y Justicia”; le dice que “el país está cada día peor, porque este gobierno, gobierna para los ricos, y hay que resistir en la calle”; le dice que pasó su cumpleaños (93, el 22 de marzo) “muy feliz, llena de abrazos y de afecto, pero la felicidad nunca es completa y será así hasta encontrar a Gustavo (su hijo, desaparecido)”; dice que el compromiso “debe ser hasta morir” y antes de terminar la charla, en medio de un intenso calor, propone ir tomar una cerveza al final de la jornada.

Lucía Iérmoli tiene 35 años y está embarazada de seis meses. “Las conquistas hay que defenderlas acá, contra el poder concentrado que sigue creciendo. No estar un día como hoy marcaría una ausencia. Que reviente de gente esta plaza es un logro de todas, de todos. No sé cuántos lugares en el mundo tienen un día que reivindique la memoria”, dice, con voz tierna y con Vera en la panza, que también sigue creciendo. A su lado, su amiga Alejandra Spinetta, 59 años, agrega: “No se puede no estar acá; si uno falta, si no se compromete, es dejarle el lugar para que avance la derecha”.

A unos metros, Laura, de 66, está contenta. Muestra una vitalidad que está recuperando, a medida que avanzan las horas: “Es mi primera movilización después de la pandemia; estuve muy enferma, durante muchos años, pero hoy sentía que debía estar con mi pueblo y no me arrepiento: me llena de energía”.

Detrás, una imagen bellísima que retrata a Hebe de Bonafini, en el primer 24 sin su presencia física. Está con sus dos hijos, chiquitos, ambos desaparecidos. Una frase acompaña el cuadro, a 40 años de la recuperación de la democracia: “El día que me muera no me tienen que llorar. Hagan una fiesta en la calle, porque hice lo que quise y peleé con todo como quise”.

Retrato de Hebe de Bonafini: símbolo de lucha y de una época. Foto: Sol Tunni

El 24 de marzo de 1995 a las 6 de la mañana llegó al mundo Victoria Rossi. “Victoria por la frase del Che, de ‘hasta la victoria siempre’, por el concepto del triunfo del pueblo”, rememora Viqui, a metros de la Catedral vallada, en su cumpleaños 28. “A partir de que empecé a militar en el centro de estudiantes del secundario, sentí que los 24 de marzo ya no había lugar para festejos personales, sí para abrazos, sí para estar con mi gente, pero desde un lado más colectivo”. Su mamá y su papá, militantes de izquierda, venían a las marchas mucho antes de que se decretara feriado, allá por 2022: “Desde chiquita fui consciente del valor que tenía esta fecha y me acuerdo que en cuarto grado fue el último cumple que festejé en la escuela. Sin embargo, estar acá es lo más importante en este día; un año no vine y algo me faltó. Decidí que esa sensación no la quiero sentir más”. Y asocia: “Más allá de que esto no sea una celebración, vivo un 24 de marzo como lo más parecido a ganar un campeonato del mundo, porque hay un gran motivo para juntarse: hay orgas, partidos, familias, parejas, gente que va de la mano con quien quiere y eso tiene que ver con la búsqueda de la libertad por la que peleaban las y los desaparecidos”.

Ideas de ayer a hoy

Un hombre cuarentón camina de la mano de su hija. Ambos tienen puesta el mismo modelo de remera que exige “Juicio y castigo”. La diferencia es que una es talle X y la otra es talle S. Expresa Lucas: “Estamos acá por dos motivos: por responsabilidad social y porque mi papá es uno de los 30 mil”. ¿Qué utopías de su viejo hay que traer al presente? “Nunca dejar de hacer política seria y trabajar mucho en los barrios”. Se va a seguir marchando, siempre de la mano de su hija. En su espalda, de su mochila cuelga un pañuelo blanco que denuncia: “Pablo Córdoba, desaparecido”.

Ana Valverde escucha atentamente el documento leído por el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia. Tiene 72 años, milita hace 54 y lleva bien alto un cartel con la foto y el nombre de Patricia Gaitán, desaparecida por la última dictadura cívico militar eclesiástica. “La principal pelea de los 70 que hay que dar hoy es cómo lograr la unidad de las y los laburantes”. Dice que es jubilada y protesta porque “el gobierno nacional acaba de confiscar el fondo de garantía de sustentabilidad que estaba en dólares y que por un DNU lo pesificó. Esto no perjudica a quienes ahora somos jubilados, sino también a ustedes, los más jóvenes”.

–¿Vos aportás? –me pregunta.
–Sí.
–Bueno, te acaban de afanar.

Un pasacalle grita: “30.000 razones contra el FMI”; un cartel pegado con engrudo sigue la línea: “Basta de extorsiones del FMI”; desde arriba del escenario, en el documento que leen los organismos de derechos humanos, se agita: “El Poder económico es el gran ausente de este proceso, y su impunidad la seguimos pagando como pueblo, porque nos siguen sometiendo a la miseria, buscando un enriquecimiento sin límites y sin importar los costos”. Abajo, la inflación arrasa. Alberto es de Avellaneda y atiende una parrilla que instaló en la esquina de Avenida de Mayo y Carlos Pellegrini: “En la marcha pasada, el chori estaba 150 pesos, cobrándolo caro; hoy, yo lo tengo 700, como barato; en otros puestos está hasta 900”. A 50 metros, Viviana está sentada en un banquito. En el piso, sobre una lona, expone pañuelos blancos y azules, con la consigna “Nunca Más”. “El año pasado estaban 250 pesos, hoy 500”. Agrega: “Fue muy floja la venta, hoy se vendió mucho menos que en 2022”.

La primera actividad que arranca el 24, a media mañana, y la que cierra, a eso de las 20, se da en Plaza de los Dos Congresos. Es un festival por la memoria donde cantan bandas de heavy metal, que se organiza desde hace 16 años. Quien presenta a las bandas se llama Fernando Ricart, tiene 52 años, un pelo larguísimo y un padrino que estuvo detenido desaparecido: “Se lo llevaron por ser delegado, como si eso fuera un delito. Estuvo un mes y medio desaparecido, pero el daño que le hicieron fue para siempre. Se lo llevaron siendo uno, y me devolvieron a otra persona. Nunca se recuperó”. Andrés, 39 años, escucha la música pesada junto a su hijo de 6. Lleva una remera que se pregunta qué hicieron con Santiago Maldonado. Le pregunto qué ideas de la militancia de los 70 serían importantes que hoy sean prioridad: “Se perdió la perspectiva de un cambio revolucionario real; el peronismo tiene su eje en la Justicia, como si no fuera parte de este sistema que hay que cambiar de raíz; mientras que la izquierda partidaria sigue en la pelotudez, discutiendo en el Congreso sobre concepciones marxistas de hace tiempo, sin pensar en el cambio social actual”.

Rocío y Darío viajaron desde Tandil junto a su hijo Amadeo, de un año recién cumplido, para sentir en vivo y en directo la marcha que tantos años recorrieron cuando vivían en Buenos Aires. “La memoria se construye desde la cuna y las Madres y las Abuelas son la escuela”, recuerda ella. “La mejor manera de reivindicar a las y los desaparecidos es seguir su camino: el trabajo de base que se hacía en esos años”, recuerda él, que al igual que su bebé lleva puesta una remera de Diego Maradona. A su lado está Belén, una amiga de la pareja que por primera vez es parte de esta movilización: “En Tandil es diferente; hay un espacio fuerte y comprometido con los derechos humanos, pero es una ciudad mayormente oligarca; para mí es muy fuerte estar acá. Más que nunca debemos mantener viva la memoria y para eso hay que movernos”.

Memoria en este momento

Hay un graffiti recién pintado en la estación de subte Lima, de la línea A, que reza: “Memoria en este momento”.

Aparece también en paredes, en carteles y en diversos reclamos. Elizabeth tiene 70 años y lleva colgado un cartel que pide “Libertad a Assange, una verdad sin mordaza”. Lo relaciona con el 24 de marzo: “En el caso de Julian, se condena la libertad de expresión, no hay derecho a la información de la población y se expone cómo se persigue a la gente cuando se descubren los secretos de los gobiernos”. Detrás de ella, un stencil negro exhorta: “Abran los archivos secretos de la Dictadura”. Elizabeth tiene tres compañeros desaparecidos: Mónica Epstein, Hernán Abriata y Klaus Zleschank. “De ellos, además de recordarlos, hay que seguir su ejemplo: militar por una mejor redistribución de los ingresos”.

El recorrido desde la 9 de Julio hasta la Plaza de Mayo está acompañado por afiches de la organización La Poderosa con un encabezado: “40 años alimentando la democracia”. Se da en el marco de un proyecto de ley que impulsa el conglomerado de asambleas villeras para que se reconozca con un salario a las más de 70 mil cocineras comunitarias que trabajan en el país sin percibir un salario. ¿Qué implica el reconocimiento laboral? “Un salario ligado al Mínimo Vital y Móvil como base; acceso al aguinaldo, vacaciones, seguridad social, cobertura contra riesgos en el trabajo por enfermedades y maternidad, por invalidez y vida, retiro, acceso a la jubilación y guarderías”, expresan desde el movimiento.

Uno de esos afiches lo tiene a su lado Francisca, que vive en la calle y ahora está delante de un kiosco de diarios cerrado. Tiene una bandeja de arroz por la mitad y una voz que pide escucha: “Se la pasa muy difícil acá”. Y en un puñado de palabras, esgrime una deuda sustancial de la democracia: “Pensemos, ¿cuántos políticos en los últimos años hablaron de la situación de calle, de las villas? Eso dice mucho de cómo estamos”.

Detrás de su lente, la mirada de Oswald, colombiano de 41 años que hace 14 vive en Argentina, fotografía a un pueblo que recuerda sin parar. “Es imposible estar acá y no compararlo con mi país. Allá, pese a que no hubo una dictadura tan marcada, la serie de gobiernos de derecha y los paramilitares han desaparecido a más gente que en cualquier dictadura del cono sur”. Añade: “Por eso es tan importante valorar lo que se consiguió acá. En mi país, el miedo y la violencia aún imposibilita la unión de familiares de víctimas para reclamar en conjunto. En el último tiempo la juventud comienza a jugar un rol clave y para esto la Argentina es un ejemplo a seguir”.

Sobre Avenida de Mayo, un gazebo contiene a un grupo de “peruanos autoconvocadxs” que vocifera por la “dictadura que vive Perú”. Más de 60 caras se alternan con cintas de luto negro, en un antimemorial que estremece. Son las “víctimas del Estado Peruano”. Merly tiene 36 años, nació en Parcona Ica y hace 20 vive en Argentina. “Estamos acá porque también queremos decir Nunca Más. Las muertes tienen rostro y la mayoría son de pueblos originarios, del sur del país”.

Carolina, de 23, muestra su juventud caminando rápido, para no perderle pisada a sus amigos que van un poco más adelante. “Recordar a los desaparecidos de la dictadura es luchar por los desaparecidos de hoy. La derecha sigue avanzando y no lo podemos permitir”. A pocos metros de la Plaza de Mayo, donde desemboca la enorme movilización, Daniela, de 35, vende hamburguesas veganas. En el frente de su heladerita de telgopor está pegado un cartel con los colores de la diversidad, que se pregunta: ¿Dónde mierda está Tehuel? “No se puede aceptar tener desaparecides en democracia. El Estado define de quién se ocupa y de quién no, discriminando a las identidades trans. El racismo sigue, nunca se fue”.

¿Dónde está Tehuel?. Foto: Sol Tunni

Pablo está a pasos de la Pirámide de Mayo. Tiene 36 años, una militancia desde la juventud y un miedo que le recorre el cuerpo: “La democracia vuelve a estar en riesgo; las voces que la amenazan vuelven a tener más peso, que se traducen en persecución, en proscripción, en prohibición”. Suma: “Sufrimos salarios de miseria que sólo lo podremos dar vuelta con una transformación obrera y un pacto social que resguarde un piso que la derecha busca perforar. Para esto, hay que poner el cuerpo como en los 70, porque salvo en determinados momentos como el 2001 o la reforma jubilatoria del macrismo, no pudimos hacerlo en unidad”. A su lado, lo escucha Fidel, su hijo de 8 años.

–¿Por qué estás acá? –le pregunto a Fidel.

–Por la desaparición de los compañeros.

La tarde empieza a caer, la multitud a desconcentrarse y, mientras las paredes siguen pintando preguntas, también se escuchan versos que alimentan la memoria.

Se que algún día dejaré de pertenecer al mundo,
y nunca más podré escribir,
ni hacer el amor,
ni disfrazar la naturaleza con un poema,
ni viajar en los libros,
ni exponer mis ideas.
Por eso en este poema dejo, mar, cielo y luna
mariposas, besos y sirenas,
y me dejo a mí,
porque cuando muera seguiré viviendo en estos
versos.

“Poema para no morir”, de José Beláustegui, desaparecido.
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