Nota
El sexo de las palabras: feminismo sin eufemismos
¿Cuál es la diferencia entre la palabra género y la palabra sexo? El rol de las ONGs en la domesticación del discurso feminista en tiempos en que el modelo neoliberal ha actualizado la opresión de manera dramática revela cómo las palabras ocultan una cuestión política. Por Claudia Acuña.
Hace un tiempo me encontré leyendo una apasionada e ideológica discusión sobre el uso del término «género» en relación a las problemáticas femeninas. Fue a través de las páginas del diario español El País y a partir de un artículo que refería a la «violencia de género», una de las mayores pesadillas de las españolas modernas. Esto significa, concretamente, que el artículo en cuestión trataba sobre una verdadera llaga que cada año suma en ese país más y más muertes violentas. El artículo que denunciaba esta cuestión estaba firmado por la diputada socialdemócrata Cristina Alberdi, de larga trayectoria en temas femeninos.
Unos días después, un lector envió al diario una carta titulada Sexo, solo sexo, rechazando la expresión «violencia de género». El lector explica que según el diccionario de la Real Academia, género significa «conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres en comunes». Es una palabra que se utiliza para clasificar especies, y en cuanto tal, las mujeres y los hombres pertenecen a la misma: el género humano. Otra de las acepciones del término es gramatical y, desde ese punto de vista, las palabras tienen tres: femenino, masculino o neutro. La tergiversación en el uso de la palabra «género» tiene, para el lector, una explicación: la traducción literal de término que se ha hecho de idiomas más pobres. Asesorado por Joaquín Moya, licenciado en filología francesa, afirma: «en inglés y en francés, los términos gender y genre, respectivamente, pueden admitir un sentido no sólo gramatical, sino también sexista», pero, en español, la palabra género tiene un carácter estrictamente gramatical o de clasificación de especies, ya que hay otras palabras para referirse a las diferencias de sexos. Su opinión, por lo tanto, era que Cristina Alberdi empleó la expresión «violencia de género cuando de lo que se está hablando realmente es de violencia sexista».
El País cuenta con una página semanal escrita por Camilo Valdecantos, el Defensor del Lector de ese diario, quien tomó esta diferencia como tema. Le pidió a la diputada Alberdi su defensa. Fue la siguiente:
«La utilización del término género para designar la distinción de sexos es política, no gramatical. La utilización de la palabra género para referirse a la posición de hombres y mujeres en la sociedad es un término pactado en el seno de Naciones Unidas, con motivo de la Cumbre de la Mujer de Pekín, celebrada en septiembre de 1995, con el objetivo de tener una denominación común a nivel mundial que identificara la distinta posición de hombres y mujeres históricamente y hoy en la sociedad, y las distintas posibilidades que de ello se derivan».
Luego, el defensor consultó al especialista Álex Grijelmo, autor del libro La seducción de las palabras, quien escribió lo siguiente:
«No puede haber violencia de género, como no puede haber violencia de subjuntivo. En esta acepción, el género es un concepto gramatical: una mesa tiene género, pero no tiene sexo. La misma palabra violencia es del género femenino. Sí se puede hablar de la violencia de las personas de género masculino, pero en este caso no nos referimos a la violencia del género, sino a la violencia de las personas. Si, siguiendo el criterio de la violencia de género, dijéramos ‘la policía francesa golpeó a los manifestantes’, estaríamos hablando de una violencia de género femenino, aunque la policía estuviera formada exclusivamente por hombres».
Dada la riqueza de la lengua española, y puesto que a Grijelmo tampoco le gusta la expresión violencia de género, ofrece luego usar las siguientes alternativas:
«En ningún caso ‘violencia masculina’, ya que estaríamos hablando de la masculinidad de la violencia; equivaldría a violencia viril, puesto que masculino es un adjetivo: ‘una mujer de voz masculina’, por ejemplo. Incluso podríamos escribir: ‘Una mujer de violencia masculina’.
Se entiende mejor ‘violencia machista’, ‘violencia contra las mujeres’, ‘violencia de los hombres’ (o ‘violencia del varón’ si se quiere evitar la eventual confusión con el genérico hombres como equivalente de seres humanos), o, finalmente, ‘la violencia del sexo masculino’ (entendiendo sexo, en este caso, como ‘conjunto de seres pertenecientes a un mismo sexo’, definición que da el diccionario en la segunda acepción de la palabra)».
Finalmente, reconoce Grijelmo que la resolución o propuesta del Parlamento Europeo citada por Alberdi, habla, efectivamente, de ‘violencia de género’; pero a él le parece que:
«Una vez más el lenguaje se deteriora desde la cúpula de la sociedad, cuando los hablantes de la base siempre han sabido distinguir estos matices; así, desde las clases cultas se impone una lengua que no es la de la gente».
El sábado de esa misma semana (13 de marzo de 1999) El País publicó una carta de la propia Cristina Alberdi, bajo el título Lenguaje y valores:
«Si la expresión violencia de género no fuera correcta, desde el punto de vista lingüístico o gramatical, tanto mejor. Al utilizarla estaremos rompiendo otra de las muchas limitaciones que han mantenido oprimidas a las mujeres y abriendo el lenguaje a nuevas realidades y valores y, por ello, a otras significaciones distintas de las tradicionales».
Un completo artículo sobre este tema escrito por la doctora Soledad de Andrés Castellanos, profesora titular del Departamento de Filología Española de la Facultad de Ciencias de la Información, recuerda que el Manual de Estilo de la Agencia Efe se adaptó luego de esta polémica y que, a partir de entonces, la prensa masiva copió la recomendación adoptada por esa agencia de noticias: desde entonces, cada vez que una mujer muere a golpes, en lugar de violencia de género se utiliza la frase violencia doméstica.
Como bien explicaba Alberdi, la diferencia entre una y otra expresión es -claramente y una vez más- política.
A muchas personas les puede resultar banal esta polémica, pero para mi representa una de las tantas muestras de hasta dónde ha retrocedido el discurso feminista en estos años. Y por qué.
Las palabras no son inocentes.
Este uso de lenguaje encubre cómo se ha ido degradando el discurso feminista, que poco y nada se parece al que utilizan las mujeres cuando se refieren a sus realidades.
Por un lado, revela cómo los medios masivos suavizan las opresiones: violencia doméstica refiere a una domesticación de la violencia sexista.
Por otro, como bien explica la diputada Alberdi, son el resultado del rol de las ONGs en las demandas feministas. Encuentros internacionales entre mujeres que han asumido la representación de las demás y, por lo tanto, dictan cómo tienen que hablar: violencia de género refiere a una tecnificación de la violencia machista.
Sin duda, es este discurso el que está agotado, apolillado por los suaves modales de quienes se han convertido en especialistas de temas femeninos, abandonando la vitalidad de las demandas feministas en tiempos en que el neoliberalismo global no ha hecho más que actualizar en forma dramática.
Como un signo de esta época, si miramos para otro lado, encontraremos una contundente conclusión sobre este tema:
«Nos apena ver que muchas especialistas son repetidoras y copionas de teorías paridas en los Estados Unidos y Europa, fundamentalmente por la socialdemocracia, que ha demostrado la ineficacia de su planteamiento en el plano internacional. Debemos reconocer, sin embargo, que hacen un buen servicio al patriarcado con un lenguaje de género que alegra y confunde, dictado por las fuentes de financiación internacionales».
Se trata de uno de los tantos escritos del colectivo feminista boliviano Mujeres Creando, quien más ha reflexionado sobre los estrechos límites del discurso feminista actual. Lo denominó «feminismo tecnócrata» y se refiere así a las políticas que han parido las fuentes de financiamiento internacional que dictan sobre qué tienen que investigar, trabajar y hablar las organizaciones de mujeres. Y cómo.
Como bien lo explicó Julieta Ortega, una de las impulsoras de Mujeres Creando, durante el encuentro internacional Enero Autónomo, «como resultado de estas políticas las organizaciones de mujeres reducen su agenda a de unos pocos temas y de allí no salen». Veamos cuáles.
El domingo 7 de marzo, el diario Página 12 publicó en su página central un artículo titulado Asignatura pendiente, con la siguiente presentación: «los temas de género siguen postergados según las ONGs». Se trata de una síntesis del documento elaborado por ocho organizaciones «que trabajan por los derechos de las mujeres» en donde se denuncia «la ausencia de campañas durante el 2003 para prevenir la violencia familiar. Tampoco se avanzó en la creación de nuevas casas-refugios para mujeres golpeadas ni en la creación del Registro Nacional Unificado de denuncias de violencia doméstica». (el resaltado es mío).
En otro párrafo se consigna que «el documento marca la existencia en el país del aumento de la violaciones a mujeres». Luego pasa al tema de «salud reproductiva», y la preocupación por «el incremento de las hospitalizaciones por abortos practicados en la clandestinidad» y por el incumplimiento del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable. Otro tema: «las organizaciones autoras del documento cuestionaron la ausencia de una política pública de género que combata los prejuicios sexistas en el ámbito escolar».
En cuanto a los aspectos legales, reclamaron la despenalización del aborto, la legalización de la esterilización voluntaria y legislación adecuada del acoso sexual.
Con respecto al Plan Jefas y Jefes de Hogar, entre otros problemas mencionan que esta ayuda social «no distingue entre familias según la cantidad de hijos y por lo tanto discrimina en forma negativa a los que tienen mayor prole y deja sin cobertura a las mayores que no tienen jubilación, pero no son jefas de hogar lo cual involucra a muchas mujeres ancianas».
Por último, el artículo concluye «el documento también alerta sobre el incremento de la prostitución. Muchas mujeres en la indigencia se han volcado a esta actividad. Nos preocupa que el Estado no combata las organizaciones que lucran con la prostitución ajena y/o la trata de personas, que en la Argentina se encuentra penada, pero en la práctica no es reprimida. No existen anuncios sobre políticas concretas en este sentido, concluyeron las ONGs.»
Como parte de la producción que acompaña al artículo, se publica una columna de Diana Maffia, doctora en Filosofía e integrante del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, titulado Las deudas con la equidad de género, que enumera las «asignaturas pendientes: acceso a la salud, en especial a la salud sexual y reproductiva; equidad laboral; participación equitativa de las mujeres en los espacios de representación y de decisión; incorporación de las demandas de equidad de género en los diseños de acción y en las plataformas políticas partidarias; representación no estereotipadas ni degradantes de las mujeres en los medios de comunicación; acceso de las mujeres a los niveles más altos de la vida académica y científica, a sus lugares de evaluación y diseño político». Para concluir, Maffia señala:
«Nuestra joven democracia, que con tanto esfuerzo ayudamos a construir las mujeres, nos reserva una ciudadanía restringida. No vamos a calificarla todavía, pero la volveremos a evaluar cada vez que nos pregunten por ella, según las estrategias de inclusión que nos ofrezca». (el destacado es mío).
Es ese rol de evaluación y esa falta de calificación la que revela el rol de algunas expertas del tema mujer y las ONGs.
Entre evaluar y calificar existe una sola diferencia. Y es política.
No son estos tiempos de eufemismos: es la pobreza lo que castiga a todos por igual y a las mujeres, como a todos los excluídos de este sistema, peor y más.
A este feminismo tecnócrata el discurso de las Mujeres Creando bolivianas le opone lo que denominan feminismo autónomo. Autónomo de los gobiernos, los partidos y las ONGs, fundamentalmente. Veamos de qué hablan y con qué palabras:
«No podemos ingenuamente creer que con un enfoque de género seremos capaces de romper la subordinación de la mujer en el terreno económico, político, cultural, sexual y reproductivo, pues es este rol dentro del estado capitalista el que permite consolidar el esquema de dominación actual».
Para estas mujeres, la lucha por las reivindicaciones feministas está estrechamente ligada a la batalla contra la opresión. Por eso plantean: «no separarnos con reivindicaciones parciales de la lucha conjunta que como pueblos tenemos».
Sus aliados son todos aquellos que impulsan un cambio y sus enemigos, lo que de cualquier manera intentan sostener el orden actual.
Es el capitalismo neoliberal y global el que es patriarcal, violento, inequitativo y excluyente.
El que enferma, viola y prostituye: personas y palabras.
De todos los géneros y al género.
Las mujeres lo sabemos.
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Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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