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El sexo de las palabras: feminismo sin eufemismos

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¿Cuál es la diferencia entre la palabra género y la palabra sexo? El rol de las ONGs en la domesticación del discurso feminista en tiempos en que el modelo neoliberal ha actualizado la opresión de manera dramática revela cómo las palabras ocultan una cuestión política. Por Claudia Acuña.

Hace un tiempo me encontré leyendo una apasionada e ideológica discusión sobre el uso del término «género» en relación a las problemáticas femeninas. Fue a través de las páginas del diario español El País y a partir de un artículo que refería a la «violencia de género», una de las mayores pesadillas de las españolas modernas. Esto significa, concretamente, que el artículo en cuestión trataba sobre una verdadera llaga que cada año suma en ese país más y más muertes violentas. El artículo que denunciaba esta cuestión estaba firmado por la diputada socialdemócrata Cristina Alberdi, de larga trayectoria en temas femeninos.

Unos días después, un lector envió al diario una carta titulada Sexo, solo sexo, rechazando la expresión «violencia de género». El lector explica que según el diccionario de la Real Academia, género significa «conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres en comunes». Es una palabra que se utiliza para clasificar especies, y en cuanto tal, las mujeres y los hombres pertenecen a la misma: el género humano. Otra de las acepciones del término es gramatical y, desde ese punto de vista, las palabras tienen tres: femenino, masculino o neutro. La tergiversación en el uso de la palabra «género» tiene, para el lector, una explicación: la traducción literal de término que se ha hecho de idiomas más pobres. Asesorado por Joaquín Moya, licenciado en filología francesa, afirma: «en inglés y en francés, los términos gender y genre, respectivamente, pueden admitir un sentido no sólo gramatical, sino también sexista», pero, en español, la palabra género tiene un carácter estrictamente gramatical o de clasificación de especies, ya que hay otras palabras para referirse a las diferencias de sexos. Su opinión, por lo tanto, era que Cristina Alberdi empleó la expresión «violencia de género cuando de lo que se está hablando realmente es de violencia sexista».

El País cuenta con una página semanal escrita por Camilo Valdecantos, el Defensor del Lector de ese diario, quien tomó esta diferencia como tema. Le pidió a la diputada Alberdi su defensa. Fue la siguiente:

«La utilización del término género para designar la distinción de sexos es política, no gramatical. La utilización de la palabra género para referirse a la posición de hombres y mujeres en la sociedad es un término pactado en el seno de Naciones Unidas, con motivo de la Cumbre de la Mujer de Pekín, celebrada en septiembre de 1995, con el objetivo de tener una denominación común a nivel mundial que identificara la distinta posición de hombres y mujeres históricamente y hoy en la sociedad, y las distintas posibilidades que de ello se derivan».

Luego, el defensor consultó al especialista Álex Grijelmo, autor del libro La seducción de las palabras, quien escribió lo siguiente:

«No puede haber violencia de género, como no puede haber violencia de subjuntivo. En esta acepción, el género es un concepto gramatical: una mesa tiene género, pero no tiene sexo. La misma palabra violencia es del género femenino. Sí se puede hablar de la violencia de las personas de género masculino, pero en este caso no nos referimos a la violencia del género, sino a la violencia de las personas. Si, siguiendo el criterio de la violencia de género, dijéramos ‘la policía francesa golpeó a los manifestantes’, estaríamos hablando de una violencia de género femenino, aunque la policía estuviera formada exclusivamente por hombres».

Dada la riqueza de la lengua española, y puesto que a Grijelmo tampoco le gusta la expresión violencia de género, ofrece luego usar las siguientes alternativas:

«En ningún caso ‘violencia masculina’, ya que estaríamos hablando de la masculinidad de la violencia; equivaldría a violencia viril, puesto que masculino es un adjetivo: ‘una mujer de voz masculina’, por ejemplo. Incluso podríamos escribir: ‘Una mujer de violencia masculina’.

Se entiende mejor ‘violencia machista’, ‘violencia contra las mujeres’, ‘violencia de los hombres’ (o ‘violencia del varón’ si se quiere evitar la eventual confusión con el genérico hombres como equivalente de seres humanos), o, finalmente, ‘la violencia del sexo masculino’ (entendiendo sexo, en este caso, como ‘conjunto de seres pertenecientes a un mismo sexo’, definición que da el diccionario en la segunda acepción de la palabra)».

Finalmente, reconoce Grijelmo que la resolución o propuesta del Parlamento Europeo citada por Alberdi, habla, efectivamente, de ‘violencia de género’; pero a él le parece que:

«Una vez más el lenguaje se deteriora desde la cúpula de la sociedad, cuando los hablantes de la base siempre han sabido distinguir estos matices; así, desde las clases cultas se impone una lengua que no es la de la gente».

El sábado de esa misma semana (13 de marzo de 1999) El País publicó una carta de la propia Cristina Alberdi, bajo el título Lenguaje y valores:

«Si la expresión violencia de género no fuera correcta, desde el punto de vista lingüístico o gramatical, tanto mejor. Al utilizarla estaremos rompiendo otra de las muchas limitaciones que han mantenido oprimidas a las mujeres y abriendo el lenguaje a nuevas realidades y valores y, por ello, a otras significaciones distintas de las tradicionales».

Un completo artículo sobre este tema escrito por la doctora Soledad de Andrés Castellanos, profesora titular del Departamento de Filología Española de la Facultad de Ciencias de la Información, recuerda que el Manual de Estilo de la Agencia Efe se adaptó luego de esta polémica y que, a partir de entonces, la prensa masiva copió la recomendación adoptada por esa agencia de noticias: desde entonces, cada vez que una mujer muere a golpes, en lugar de violencia de género se utiliza la frase violencia doméstica.

Como bien explicaba Alberdi, la diferencia entre una y otra expresión es -claramente y una vez más- política.

A muchas personas les puede resultar banal esta polémica, pero para mi representa una de las tantas muestras de hasta dónde ha retrocedido el discurso feminista en estos años. Y por qué.

Las palabras no son inocentes.

Este uso de lenguaje encubre cómo se ha ido degradando el discurso feminista, que poco y nada se parece al que utilizan las mujeres cuando se refieren a sus realidades.

Por un lado, revela cómo los medios masivos suavizan las opresiones: violencia doméstica refiere a una domesticación de la violencia sexista.

Por otro, como bien explica la diputada Alberdi, son el resultado del rol de las ONGs en las demandas feministas. Encuentros internacionales entre mujeres que han asumido la representación de las demás y, por lo tanto, dictan cómo tienen que hablar: violencia de género refiere a una tecnificación de la violencia machista.

Sin duda, es este discurso el que está agotado, apolillado por los suaves modales de quienes se han convertido en especialistas de temas femeninos, abandonando la vitalidad de las demandas feministas en tiempos en que el neoliberalismo global no ha hecho más que actualizar en forma dramática.

Como un signo de esta época, si miramos para otro lado, encontraremos una contundente conclusión sobre este tema:

«Nos apena ver que muchas especialistas son repetidoras y copionas de teorías paridas en los Estados Unidos y Europa, fundamentalmente por la socialdemocracia, que ha demostrado la ineficacia de su planteamiento en el plano internacional. Debemos reconocer, sin embargo, que hacen un buen servicio al patriarcado con un lenguaje de género que alegra y confunde, dictado por las fuentes de financiación internacionales».

Se trata de uno de los tantos escritos del colectivo feminista boliviano Mujeres Creando, quien más ha reflexionado sobre los estrechos límites del discurso feminista actual. Lo denominó «feminismo tecnócrata» y se refiere así a las políticas que han parido las fuentes de financiamiento internacional que dictan sobre qué tienen que investigar, trabajar y hablar las organizaciones de mujeres. Y cómo.

Como bien lo explicó Julieta Ortega, una de las impulsoras de Mujeres Creando, durante el encuentro internacional Enero Autónomo, «como resultado de estas políticas las organizaciones de mujeres reducen su agenda a de unos pocos temas y de allí no salen». Veamos cuáles.

El domingo 7 de marzo, el diario Página 12 publicó en su página central un artículo titulado Asignatura pendiente, con la siguiente presentación: «los temas de género siguen postergados según las ONGs». Se trata de una síntesis del documento elaborado por ocho organizaciones «que trabajan por los derechos de las mujeres» en donde se denuncia «la ausencia de campañas durante el 2003 para prevenir la violencia familiar. Tampoco se avanzó en la creación de nuevas casas-refugios para mujeres golpeadas ni en la creación del Registro Nacional Unificado de denuncias de violencia doméstica». (el resaltado es mío).

En otro párrafo se consigna que «el documento marca la existencia en el país del aumento de la violaciones a mujeres». Luego pasa al tema de «salud reproductiva», y la preocupación por «el incremento de las hospitalizaciones por abortos practicados en la clandestinidad» y por el incumplimiento del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable. Otro tema: «las organizaciones autoras del documento cuestionaron la ausencia de una política pública de género que combata los prejuicios sexistas en el ámbito escolar».

En cuanto a los aspectos legales, reclamaron la despenalización del aborto, la legalización de la esterilización voluntaria y legislación adecuada del acoso sexual.

Con respecto al Plan Jefas y Jefes de Hogar, entre otros problemas mencionan que esta ayuda social «no distingue entre familias según la cantidad de hijos y por lo tanto discrimina en forma negativa a los que tienen mayor prole y deja sin cobertura a las mayores que no tienen jubilación, pero no son jefas de hogar lo cual involucra a muchas mujeres ancianas».

Por último, el artículo concluye «el documento también alerta sobre el incremento de la prostitución. Muchas mujeres en la indigencia se han volcado a esta actividad. Nos preocupa que el Estado no combata las organizaciones que lucran con la prostitución ajena y/o la trata de personas, que en la Argentina se encuentra penada, pero en la práctica no es reprimida. No existen anuncios sobre políticas concretas en este sentido, concluyeron las ONGs.»

Como parte de la producción que acompaña al artículo, se publica una columna de Diana Maffia, doctora en Filosofía e integrante del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, titulado Las deudas con la equidad de género, que enumera las «asignaturas pendientes: acceso a la salud, en especial a la salud sexual y reproductiva; equidad laboral; participación equitativa de las mujeres en los espacios de representación y de decisión; incorporación de las demandas de equidad de género en los diseños de acción y en las plataformas políticas partidarias; representación no estereotipadas ni degradantes de las mujeres en los medios de comunicación; acceso de las mujeres a los niveles más altos de la vida académica y científica, a sus lugares de evaluación y diseño político». Para concluir, Maffia señala:

«Nuestra joven democracia, que con tanto esfuerzo ayudamos a construir las mujeres, nos reserva una ciudadanía restringida. No vamos a calificarla todavía, pero la volveremos a evaluar cada vez que nos pregunten por ella, según las estrategias de inclusión que nos ofrezca». (el destacado es mío).

Es ese rol de evaluación y esa falta de calificación la que revela el rol de algunas expertas del tema mujer y las ONGs.

Entre evaluar y calificar existe una sola diferencia. Y es política.

No son estos tiempos de eufemismos: es la pobreza lo que castiga a todos por igual y a las mujeres, como a todos los excluídos de este sistema, peor y más.

A este feminismo tecnócrata el discurso de las Mujeres Creando bolivianas le opone lo que denominan feminismo autónomo. Autónomo de los gobiernos, los partidos y las ONGs, fundamentalmente. Veamos de qué hablan y con qué palabras:

«No podemos ingenuamente creer que con un enfoque de género seremos capaces de romper la subordinación de la mujer en el terreno económico, político, cultural, sexual y reproductivo, pues es este rol dentro del estado capitalista el que permite consolidar el esquema de dominación actual».

Para estas mujeres, la lucha por las reivindicaciones feministas está estrechamente ligada a la batalla contra la opresión. Por eso plantean: «no separarnos con reivindicaciones parciales de la lucha conjunta que como pueblos tenemos».

Sus aliados son todos aquellos que impulsan un cambio y sus enemigos, lo que de cualquier manera intentan sostener el orden actual.

Es el capitalismo neoliberal y global el que es patriarcal, violento, inequitativo y excluyente.

El que enferma, viola y prostituye: personas y palabras.

De todos los géneros y al género.

Las mujeres lo sabemos.

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La Estela: tierra guaraní en escena

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Las actrices Casandra Velázquez e Ivana Zacharski crearon un unipersonal sobre una niña litoraleña que descubre aventuras al amparo del monte misionero. El calor agobiante, la siesta obligatoria, los árboles de yerba mate y las leyendas de ese territorio se cruzan con la inspiración de Clarice Lispector como punto de partida.

Por María del Carmen Varela

A la hora de la siesta el pueblo entra en una pausa obligatoria barnizada por un calor agobiante. Ni el sueño ni el sofoco detienen a la niña, que abandona su cama con sigilo y logra escapar al amparo del monte. Encuentra en la intemperie el abrigo que no es costumbre en su casa. Cada día la espera una aventura distinta, aunque no siempre hay juego y risas. Rebelde, divertida, decidida, busca compañía para sus andanzas y si no la encuentra, transita en soledad.  La salvación a cielo abierto, la naturaleza como sostén y una fascinación: “La Estela”.

La actriz y bailarina Casandra Velázquez y la actriz y directora de teatro Ivana Zacharski dieron luz a esta niña litoraleña sumergida en la vastedad de un paisaje indómito y deslumbrada por Estela, la joven esquiva con mirada de pantera. Ivana y Casandra se conocieron a sus 18 años tomando clases de actuación con Pompeyo Audivert en el Teatro Estudio El Cuervo, poco tiempo después de que cada una viniera a estudiar teatro a la Capital. Casandra nació en Rosario y creció en Venado Tuerto (Santa Fe), Ivana es de Apóstoles, Misiones, donde se desarrolla esta historia que juntas llevaron a escena. Este universo, recorrido por Ivana, de tierras guaraníes surcadas por árboles de yerba mate y leyendas de peligros a la hora de la siesta, fue la inspiración para La Estela.

Ivana tenía ganas de dirigir un unipersonal y eligió a su amiga Casandra para actuarlo. El punto de partida fue un cuento de Clarice Lispector: La relación de la cosa. Casandra: “Los primeros encuentros fueron sin texto, nos acercamos a la obra desde el cuerpo, la respiración y la carne. En los primeros ensayos bailé un montón, unas danzas extrañas, medio butohkas, transpire, canté, corrí, toqué el bajo. Ivana empezó a escribir y yo a probar y actuar todos esos textos e hipótesis, el insomnio estaba presente, la obsesión con el tiempo, los fantasmas del futuro, algo vinculado a la materialidad del agua y el devenir del río. Aparecieron unos cuentos protagonizados por distintas niñas en paisajes litoraleños. Nuestro personaje de ese momento: una mujer en medio del insomnio, se contaba esos cuentos a ella misma para poder dormir”.

La Estela: tierra guaraní en escena

Foto: Gentileza La Estela.

Después de que Ivana hiciera un taller de escritura con Santiago Loza y Andrés Gallina, la historia fue tomando fuerza. Cuenta Casandra que algo se abrió y comenzó a aparecer la trama: “La obra apareció y nos empezó a hablar. Nos metimos adentro de esos cuentos, de esos paisajes y de esas niñas y dejamos de lado todo lo demás. Apareció algo muy mágico entre nosotras, algo de eso que las obras permiten, que es crear un universo común, descubrir conexiones y relaciones nuevas. Sentía que la obra estaba apareciendo y tenía voz propia, apareció el cuerpo de la obra y una forma de narrar”. Casandra recorre el escenario y su fuerza expresiva invita a adentrarse en la historia de esta niña llena de vitalidad y asombro. La vemos en su habitación, presa del calor de la tarde, en busca de libertad y juego, invocando protección divina cuando algo se le escapa de las manos, trabajando en el puesto rutero, pateando una pelota, como se patea a la injusticia, hipnotizada al descubrir la mirada felina de “la Estela”.

El entusiasmo de la juventud, las tragedias inesperadas, las súplicas, el goce de la novedad caben en ese cuerpo palpitante de sueños. Ivana y Casandra apelaron a sus propias vivencias para hilar la narración. Casandra: “Las dos pasamos nuestras infancias y adolescencias medio punkis en distintos paisajes litoraleños, lejos de esta ciudad, sus ritmos y velocidades. Había algo de ese universo común, de elegir siendo muy chicas irnos de las ciudades donde crecimos, que empezó a operar, casi telepáticamente. El ejercicio de revisitar esos paisajes y poblarlos de ficción fue fascinante, mirar el mundo con ojos de infancia nos abrió mucho permiso y nos devolvió mucha vitalidad, nos permitió vincularnos con la violencia, el dolor y la crudeza de crecer desde un lugar de mucho delirio y mucho juego. La obra es bastante impune en ese sentido, el relato no pide permiso, ni da explicaciones, sólo sucede. Justicia poética, decimos, un conjuro de liberación”.

Al cabo de dias de ensayo, la voz de la niña litoraleña comenzó a asomar y Casandra hizo un trabajo específico con la coach vocal Mariana García Guerreiro. El actor Iván Moschner también se sumó a pulir el fluir de la voz. Escuchar radios misioneras, discos y entrevistas a Ramón Ayala y otrxs artistas misionerxs colaboró con esa tarea. La niña que sube el escalón hacia la adolescencia, la que se enfrenta al monte y sus amenazas, se abre paso en la oscuridad con la lumbre de su irreverencia. Salvar y ser salvada, desafiar la imposición de la siesta, para correr a soñar despierta.

La Estela

El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA

Sábados a las 18  hs, hasta el 27 de septiembre

@laestela.obra

@casandravelazqz

@ivanazacharski

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Litio: nace un nuevo documental

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Este viernes 29 de agosto se presentará un nuevo contenido de Cooperativa de trabajo lavaca: Litio. Un documental dirigido junto a Patricio Escobar que refleja la lucha de las comunidades originarias y el paralelismo entre la reforma (in)constitucional de Jujuy, como experimento hacia la Ley Bases votada a nivel nacional.

“Te cuento esta historia, si me prometés hacer algo. ¿Dale?”.

Así arranca el documental Litio, una historia de saqueo y resistencias, que continúa…

Un documental independiente y autogestivo de cooperativa lavaca y dirigido en conjunto con Patricio Escobar, que traza un hilo conductor entre la reforma (in)constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).

Este proyecto tiene algunas particularidades: por un lado, no se trata de una única pieza audiovisual, sino de varias. Una más larga, de 22 minutos; y otras más cortas, de menos de 6 minutos. Por otro lado, se propone un documental en construcción permanente, al que se le irán agregando nuevas piezas de una cadena extractivista que parece no tener fin. Para esto, creamos una página web (que también estrenaremos el viernes 29) en la que iremos agregando los nuevos eslabones que surjan a futuro relacionados al oro blanco. 

LITIO muestra cómo viven las comunidades de la puna jujeña en la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, y a la par, zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. Dato insoslayable: para obtener un kilo de carbonato de litio se utilizan hasta dos millones de litros de agua. Las imágenes se entrelazan con los ostentosos congresos mineros, la represión policial a las manifestaciones por la reforma (in)constitucional y la resistencia de un pueblo que no otorga la licencia social a la explotación minera.

“¿Cuánto cuesta, cuánto vale… nuestra Pacha?”, cantan las comunidades originarias. Esa bandera hecha canción – y esa pregunta- se construye a través de distintas entrevistas a las comunidades Santuario de Tres Pozos, Lipán, El Moreno, Tres Morros, Potrero de la Puna, así como a otros actores. También evidencia el silencio de las autoridades, que no quisieron hacer declaraciones públicas. “Todas las Salinas están cuadriculadas de pedimentos mineros. Allí viven las comunidades y debajo, en el subsuelo, están las minas”, cuenta Alicia Chalabe, abogada de las comunidades.

El documental plantea una premisa: la reforma (in)constitucional de Jujuy en 2023 impuesta por el entonces gobernador Gerardo Morales –a merced de la explotación del litio, ya que modificó el régimen de agua, de tierras fiscales y de la propiedad privada, y ratificó la propiedad exclusiva de la provincia sobre los recursos naturales, entre los que incluye el subsuelo y el mineral de litio– fue el experimento que sirvió de antesala a la Ley Bases aprobada en 2024. Esta profundizó no sólo la matriz extractivista mediante enormes beneficios fiscales a empresas mineras, petroleras y del agronegocio, sino también las relaciones carnales con Estados Unidos y particularmente con Elon Musk, dueño de la empresa Tesla que construye autos eléctricos, para lo cual el litio es fundamental.

LITIO termina con tres palabras, y se erige como punto de partida:

“Esta historia continuará

¿Dale?”.

Te invitamos a seguir construyendo esta historia, este viernes 29 de agosto a las 20, en MU Trinchera (Riobamba 143, CABA).

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Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

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¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?

Por María del Carmen Varela

Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?

La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.

Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.

¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.

Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.

En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.

Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.

NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA

Miércoles 30 de julio, 21 hs

Próximas funciones: los viernes de octubre

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