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Red de mujeres solidarias: «Peleamos por nuestros derechos y también por un país mejor»
«Las que luchamos por nuestros derechos pero también peleamos por un país mejor, contra el ALCA y la ilegítima deuda externa, contra el hambre y la desocupación, por salud y educación para todos, realizaremos una serie de actividades en conmemoración del Día Internacional de la Mujer», convoca para el 8 de marzo la Red de mujeres solidarias, una organización que nació con la idea de que sus integrantes llevaran la discusión de género hacia adentro de los propios movimientos y que éstos la sumaran a sus reivindicaciones.
«Las que luchamos por nuestros derechos pero también peleamos por un país mejor, contra el ALCA y la ilegítima deuda externa, contra el hambre y la desocupación, por salud y educación para todos/as, realizaremos una serie de actividades en conmemoración del Día Internacional de la Mujer», convoca para el 8 de marzo la Red de mujeres solidarias, una organización que nació con la idea de que sus integrantes -universitarias, profesionales, militantes barriales, asambleístas- llevaran la discusión de género hacia adentro de los propios movimientos y que éstos la sumaran a sus reivindicaciones. Lo que se plasmó -en el marco del Foro Social Mundial de Porto Alegre de 2002- fue una militancia femenina insuflada por los nuevos aires sociales: inmersa en lo cotidiano, flexible, desestructurante, que trabaja en red, sin dogmas ni apuros para conseguir los cambios, tal como desarrolla Cecilia Merchán en esta entrevista. «Desde diciembre de 2001 la problemática doméstica se transformó en pública», sostiene.
– ¿Por qué la agrupación se organizó como una red?
– Porque nosotras tenemos la concepción de que las mujeres nos organizamos centralmente en otros movimientos, por determinadas necesidades. Por ejemplo, en las agrupaciones barriales, la organización de la mujer viene de la mano de la necesidad de resolver el alimento de los niños, la escolaridad, la salud… Por eso lo que nosotros creemos es que la discusión de género tiene que darse al interior de esas organizaciones. Que la tomen las mujeres y que la tomen los hombres. La Red la integran desde movimientos piqueteros hasta un grupo de documentalistas u otro de egresados de la Universidad de Córdoba, entre todos acordamos las discusiones que se van a llevar a cada una de esas organizaciones y también las estrategias de trabajo conjunto. En el caso de Barrios de pie por ejemplo, que tiene distintas áreas (salud, comunicación, cultura) la idea es que el tema del género las cruce a todas ellas.
– ¿No hay, en Barrios de Pie, un área específica de la mujer?
– Hay una delegada por barrio que toma específicamente el tema para encargarse especialmente de que la temática de género sea una parte más de las políticas de las áreas y del movimiento. Por tomar otro ejemplo: la idea es que en la universidad no sean solo las cátedras que tocan la problemática de género las que incorporen estas temáticas. De hecho, tenemos organizadas médicas que se ocupan del género en una materia como patología. Aislarse en una discusión solo entre nosotras, no sirve para avanzar e ir conquistando espacios… Hay que tratar de que las mujeres, desde los lugares donde participan, puedan llegar a ocupar roles de decisión, puedan salir al espacio publico… Esto sin perder de vista que tenemos que sostener espacios solo nuestros cuando creemos que es necesario, cuando se discute un problema de violencia se necesita de un lugar exclusivo para nosotras.
– Tradicionalmente, en la Argentina, la discusión de género se dio en ámbitos exclusivos para mujeres…
-Sin desvalorizar en absoluto esas luchas, nosotros creemos que ese tipo de organización ha tenido un límite en la discusión argentina. En la Argentina, ciertos movimientos de mujeres han estado desvinculados del resto de las mujeres. No pensamos que las mujeres tengamos que tener un montón de definiciones antes de poder avanzar en nuestros derechos. Por el contrario, nosotras muchas veces partimos de menos diez, ni siquiera de cero…
– ¿El modelo tradicional de roles se reproduce en los nuevos movimientos?
– Por supuesto que se da, se da todo el tiempo. Mujeres que en los movimientos ocupan roles de dirección y toma de decisiones, en sus casas crían a sus hijos con el clásico patrón de que las nenas lavan los platos y los nenes no. Estas son cosas que se trabajan a partir de muchísimos debates, de talleres, de una enorme acción. Nosotras creemos que la transformación de género es una transformación sumamente compleja, los roles femeninos y masculinos están tan marcados culturalmente que cambiarlos no es una tarea sencilla, que se vaya a resolver haciendo talleres un par de años seguidos. Es un debate que tiene que ir dándose, paralelo a los otros debates políticos y sociales. Hay mujeres que tienen polenta, que dirigen a 150 personas y les dan de comer a 300 chicos y en sus casas son golpeadas por sus maridos. Por supuesto que la experiencia que hacen de organización y dirección las fortalece tanto, que en un punto logran romper con esa situación. Pero no es de un día para el otro. Es una ruptura más lenta y muy profunda en las vidas privadas de las personas.
– ¿Se logran modificaciones?
– El problema de género es un problema de poder y como todo poder hegemónico nosotras creemos que aunque parezca enorme, no es eterno. Están tan naturalizadas ciertas relaciones de género, que parece que las cosas siempre van a ser siempre así, porque están internalizadas como esquema de poder. Por eso el cambio es un trabajo de hormiga, que a veces es más silencioso y que a veces nos despierta, como pasó con la participación de la mujer en el 2001. La Argentina tiene una tradición de lucha femenina -no feminista- que nosotras reivindicamos absolutamente: Juana Azurduy, La Peñaloza, Evita, las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas, Norma Plá, que no es muy recordada pero fue muy importante en la lucha contra el menemismo. Y detrás de esas figuras siempre hubo muchas otras mujeres.
– ¿Las mujeres ocupan lugares de dirección dentro de los nuevos movimientos?
-A partir de las transformaciones estructurales que hemos pasado en la Argentina y que hicieron su ebullición en diciembre de 2001, la problemática doméstica se transformó en pública: qué comen los chicos, cómo se los educa, cómo vivir… La política pasa hoy por un debate que, hasta hace pocos años, era del ámbito doméstico.
– ¿Eso hizo que la mujer se volviera protagonista?
– Exactamente, que se volviera protagonista de las luchas y las nuevas expresiones políticas y sociales en la Argentina. Eso no significa que las cuestiones de género estén resueltas. En un comedor popular, la mujer es seguramente la que hace la olla. Esas son las discusiones que nosotros llevamos a los movimientos. Para que podamos compartir tanto las tareas domésticas de nuestros propios movimientos, como las decisiones públicas. Nosotras creemos que desde diciembre de 2001 ha habido un gran avance en la participación pública de las mujeres, pero con grandes límites también. No porque lo privado haya pasado a ser público como eje de la discusión política, se rompieron completamente los esquemas de discriminación, de desigualdad, de roles…Cuando todo el movimiento popular logre entender que lo privado no está distanciado de lo público, habremos dado un salto cualitativo enorme
– ¿Por qué el protagonismo de 2001 no se tradujo en mujeres que aparecen como las caras visibles de esos movimientos?
– En el movimiento Barrios de pie, la mayoría de los coordinadores son mujeres y tienen referentes mujeres muy importantes.
– Pero no son los que aparecen en los medios ni se reconocen socialmente…
-Sí, en ese sentido el referente de Barrios de pie sigue siendo (Jorge) Cevallos. De hecho hay una situación que nosotras no desconocemos sino que por el contrario, sobre eso tenemos que trabajar. Y creo que esto tiene que ver, también con limitaciones propias que tenemos las mujeres; las que participamos tenemos triple jornada de trabajo: la militancia, el empleo -las que lo tienen- y la casa.
– ¿Qué problemáticas aparecen en las mujeres de los movimientos?
-Son múltiples…Nosotras nos abocamos fundamentalmente a algunas cuestiones como la violencia familiar, doméstica, y también la institucional: desde la mala atención en los hospitales hasta la situación de humillación y vejación cuando visitan a sus familiares en las cárceles o cuando, para entrar a la cancha o las bailantas, las palpan varones porque no hay personal femenino. Después está la problemática del trabajo, que tiene varios niveles: por un lado la desocupación, pero también que la mayoría de las mujeres se incorporan al ámbito laboral en peores condiciones que los varones y por un salario más bajo. También la cuestión de la salud, fundamentalmente ligada a la anticoncepción, el aborto, el cuidado de enfermedades venéreas, hiv, cánceres de útero y de mamas y la descalcificación. Aunque parezca mentira hay compañeras que han hecho marchas para exigir dentaduras postizas, además de calcio para el embarazo. Otro tema que nos ocupa es la educación; fundamentalmente son mujeres las que van a los talleres a alfabetizarse
– ¿Por que hay más mujeres analfabetas o porque los hombres no van a los talleres?
– Por las dos cosas. Hay más mujeres analfabetas que hombres analfabetos y también hay una predisposición más alta de las mujeres a ir a aprender, sienten menos vergüenza, a pesar de que a veces los maridos no las dejan, los hijos se les burlan… La división tan marcada que hubo durante mucho tiempo en el mercado laboral, hizo que algunos hombres tuvieran cierto tipo de acceso a la educación.
– ¿La estrategia de acción es siempre a través de talleres?
-Sí, pero no solamente. Los talleres son el trabajito de hormiga, experiencias prácticas, a partir de disparadores…. En Neuquén, por ejemplo, hicimos uno alucinante, cuya consigna era que los hombres tenían que pensar cómo usarían los métodos anticonceptivos si fueran mujeres y las mujeres cómo los usarían si fueran varones… Aparte de reírnos y pasarla bien, se discutió y se fue hasta el fondo. A la vez, tratamos de producir hechos que repercutan en la vida de la sociedad, hacia fuera de nuestros movimientos. Así, por ejemplo, dimos apoyo público a la designación de Carmen Argibay. Salir a apoyarla fue apoyar su trayectoria, apoyar el hecho que hubiera una mujer en la Corte pero centralmente fue acompañar sus opiniones respecto a los derechos de las mujeres, en particular en el tema del aborto. Con el mismo sentido participamos del último Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario. Y también organizamos las actividades públicas en torno del 8 de marzo.
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
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