Nota
Enero Autónomo 2005: apertura con murga, teatro y abrazos
Fueron llegando de a poco, durante todo el día, y de a poco también fueron acomodándose en el predio hasta darle vida. Para las siete, ya había decenas de cebadores de mate, facturas recién horneadas y saludos en varios idiomas. Había llegado la hora de comenzar Enero Autónomo en su versión 2005 y la llamada la marcó el ritmo de Los Guardianes de Mujica: bombos, redoblantes y pequeñísimos murgueros que bailan con gran convicción. Son los chicos de la Villa 31 de Retiro que llegaron hasta La Matanza luego de una larga hora y media de colectivo. No es éste sin embargo el trayecto más largo que recorrieron las más de 200 personas que se dieron cita allí. Tampoco los más ruidosos: el MTD Maximiliano Kosteki, de Guernica, peregrinó por la calle Crovara, cortando el tránsito, batiendo banderas y parches y arrastrando tras de sí dos patrulleros que los escoltaron hasta la puerta del centro productivo y cultural Tucuypaj, un espacio ganado al vacío que sembró con fábricas quebradas esa zona que alguna vez supo llamarse “cordón industrial”.
Quedó claro cuando después del baile colectivo, se sucedieron las presentaciones de quienes se animaron a compartir con el público sus identidades. Los encargados de conducir la ceremonia fueron Nahuel, Nehuen, Aldana y Nani. El mayor, con 12 años y la menor, con 9. Turnándose al micrófono, saludaron con voz decidida:
-Hola. Les damos la bienvenida a Enero Autónomo. Nosotros somos del MTD de Río Negro y del MTD de Solano. Nos juntamos una vez más para compartir nuestras experiencias, para opinar y para aprender entre todos.
Algunos de esos “todos” comenzaron entonces a presentarse. Los primeros y únicos en cantar fueron los integrantes de varios colectivos del barrio Vicente López, de la zona Norte de Gran Buenos Aires. Entonaron un fragmento de la obra que crearon (Los indios están cabreros) con un estribillo rítmico (“parece que al gran Imperio se le ha hecho la noche, che”). Lo siguió una voz de Mujeres al Oeste, que en dos palabras sintetizó su lucha contra la violencia y con otras pocas explicó porque estaba allí: “acá estamos, para trabajar con ustedes durante estos días”. La performance estuvo a cargo de los MTD de Allén Cipolletti, Solano y Guernica. Una breve obra teatral que comenzó poniendo en el centro de la escena una goma de auto.
-Maldita sea
La goma, según el guión improvisado en pocos minutos previos, era propiedad de un ciudadano de la república 4X4, muy preocupado por haber pinchado el neumático en una zona suburbana y, supone, peligrosamente marginada. Del bolsillo saca la varita mágica: un celular. Quiere pedir ayuda, la misma que le ofrece un vecino de eso que para él no es un barrio, sino una “villa”.
-¿Lo ayudo?
-No, gracias. Estoy bien.
-Mire que yo la sé cambiar rápido.
-No, gracias. Estoy bien. ¿Usted qué quiere? ¿Qué hace acá?
-Estoy esperando el colectivo.
-Acaba de pasar uno.
-Pero yo espero el 126.
-Acaba de pasar uno.
Pero el que yo espero es letra M
-Acaba de pasar la letra M
-Pero yo espero el 126, letra M colorada.
-Acaba de pasar la colorada.
-Pero el que yo espero es el 126, letra M colorada, número 2.
No es un chiste, aunque muchos se ríen. Son los que saben que el transporte público en el Gran Buenos Aires es literalmente así.
Los dos hombres juegan ahora con los diferentes sentidos que para cada uno tienen ciertas palabras. El señor 4X4 dice “robo”, “muerte” “asesinato” y el vecino ante cada una responde con su realidad.
-A ver si me entendés: yo tengo miedo de los negros, por supuesto no de los que son como vos, sino de los antisociales. Contra ellos hay que luchar.
La palabra luchar evoca otra diferencia. El vecino se coloca el pañuelo tapándole la cara y el señor 4X4 responde inmediatamente con un alarido:
-Piquetero.
-¿No dijo que hay que luchar? Bueno: luchemos por defender la vida.
-¡Ah bueno! Menos mal: sos un piquetero blando. A los otros, a los duros, son a los que hay que encarcelarlos.
La última frase es la que provoca la estampida: todos los MTDs corriendo al señor 4X4.
Queda claro: para ellos el límite de la paciencia (y de las diferencias) es la cárcel.
Ahora la voz es de Mario Rearte, que lllega desde Mosconi, Salta, después de 26 horas de bus. Lo sigue otra, de Historias de cartonero, un espacio ganado a la estación de Olivos, que se convirtió en una revista que, a su vez, se transformó en un instrumento “autogestivo, autónomo y horizontal, que les permite a los cartoneros expresarse y a nosotros transformarnos”. Se suma ahora Vilma, de MTD de La Matanza y tras ella, un monstruo que aulla y sacude su caparazón negra. En realidad, una bolsa de dormir que cubre la cabeza de la media docena de personas que agita los brazos tratándo de simular peligrosos tentáculos. Debajo de la bolsa, una voz impostada para la ocasión anuncia:
-Nosotros venimos de la boca del lobooooo. Vivimos en el corazón del Imperioooo. Aquí todo es muy oscuro y muy feooooooo. Estamos muy asustados y reprimidoooos. ¿Saben de dónde venimos? ¿Saben?
El público responde, por supuesto, con un sí.
-¿Pero sabe otra cosa? Acá también hay una luz.
El público responde con un aplauso y el monstruo se convierte en una media docena de hombres y mujeres que comienzan a ponerle voz a esa luz.
La primera es la que cuenta que trabaja en un centro que nuclea a familias de inmigrantes en el Alto Manhattan, en Nueva York. “Allá estamos, resistiendo”. La segunda cuenta que en Worcester, en Boston, existe una red de Solidaridad Global que desde hace cuatro años trabaja en red con pueblos en lucha. La tercera es de Los Angeles, del Colectivo Estación Libre que tiene sedes en varias ciudades norteamericanas. Se trata de grupos autónomos que trabajan en solidaridad con Chiapas. Hay una cuarta que habla de su trabajo con presos y ex convictos, en contra de la policía y de las cárceles. La quinta es californiana y pertenece a un activista del movimiento de liberación de Palestina llamado Judíos por Palestina Libre. La sexta es una estudiante norteamericana que llega desde Paraguay “para aprender sobre sus experiencias”. La séptima es de Sisters and Sisters (Hermanas y hermanas), mujeres jóvenes que luchan en barrios latinos de Nueva York contra la violencia personal e institucional y que han creado una zona de justicia comunitaria, es decir, absolutamente independiente de la policía. “No es fácil. Somos inmigrantes. Somos el Tercer Mundo dentro del primero. Si tienen la opción, no se vayan. No es lo mejor que les puede pasar. Pero a nosotras, que ya estamos allá, nos queda una: aprender juntos a resistir mejor”.
Desde México, se suman dos voces: una de Indymedia y otra de Acción Directa, los dos con trabajos solidarios con el movimiento zapatista y promotores, entre otras cosas, de Radio Zapote, un medio independiente que definen así: “transmite la verdad”. Traen para compartir Memoria y rebeldía, una producción del Movimiento de Documentalistas Latinoamericanos.
Una voz más que es anunciada por los pequeños maestros de ceremonias como “la de los dueños de casa”. La definición le permite a esta cooperativa definir su filosofía: “este tipo de lugar se justifica por la presencia de ustedes acá. Ustedes son tan dueños del lugar como nosotros”.
Ahora estamos con el pueblo mapuche, en el Sur de Chile. Una pueblo incansable, según definen sus representantes, y con una lucha “viva”. El último capítulo de esta contienda ha sido la disputa por 80 mil hectáreas en la región 8 y 9. Su saldo: “10 hermanos encausados y condenados con 10 años de cárcel, 36 en proceso de clandestinidad y más de cien procesados”. Lo sigue otra de Paraguay, impulsora de los “consulados rebeldes” y otra de California, integrante de una cooperativa. Luego, dos más de Washington, de la organización Voluntarios Orgánicos, que promueven y sostienen redes de proyectos orgánicos.
La ronda comienza a detenerse porque es hora de las tareas comunitarias: la cena, la organización del espacio, la charla informal, la convivencia.
El viaje ha sido largo y el cansancio también está presente.
Mañana temprano comienzan los talleres. Y llegan los Ava Guaraní de El Tabacal; un representante de la comunidad Pillán Nihuiza, de Esquel; Pepino Fernández, de la UTD de Mosconi; Raúl Zibechi, de Uruguay, entre tantos otros.
Más voces, más realidades, trenzándose en esta ronda que hoy comenzó a girar.
Nota
Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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