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Enero autónomo 2005: Lecciones de autogestión de cuatro fábricas recuperadas

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Cuatro fábricas recuperadas se reunieron en Enero Autónomo con movimientos de desocupados y con los visitantes al evento, para relatar sus experiencias a partir de la publicación del libro Sin Patrón (de lavaca editora). Los diálogos, las anécdotas, los interrogantes durante el taller, y la sensación de potencialidad que suele generar el acto de encontrar amigos nuevos.

El encuentro se fue organizando en el sector denominado El Camping. Varios integrantes del MTD de La Matanza y del de Solano, de Ammar Capital (que nuclea a mujeres en estado de prostitución), de la comunidad indígena guaraní de El Tabacal de Salta, de asambleas barriales, entre otros colectivos, se instalaron sobre el césped para escuchar a Cándido González (Chilavert), Guillermo Sabatella (Maderera Córdoba) Hugo Fucek (Viniplast) y Elsa Montero (Fénix Salud, ex clínica IMECC).

Todas pertenecen al Movimiento de Empresas Recuperadas (el otro gran movimiento es el de Fábricas Recuperadas) e incorporaron a Enero Autónomo un elemento que no suele ser tema de debate: el de la producción, que pareció interesar particularmente a los movimientos.

La propuesta de lavaca fue la de escuchar la experiencia con el corazón y la cabeza. Efectivamente, ambos misterios de la anatomía del cuerpo humano parecieron funcionar sin descanso en las dos horas de reunión.

El truco del número de domicilio

Hugo contó el caso de Viniplast, de Mataderos, productora de telas plásticas tales como cuerina. Una empresa que fue líder, exportaba cinco camiones diarios de materia prima para Brasil y llegó a exportar a China. Con la convertibilidad empezó la crisis. Con el crecimiento de la industria de Brasil «más el enriquecimiento y el afano», dijo Hugo, pasó de 70 empleados a 9. La patronal cedió el control de la empresa a un grupo que terminó de vaciarla y la endeudó en 3 millones de dólares.

«No hubo lucha ni policía. Fue un proceso en el que tuvimos mucha suerte y nos movimos muy rápido judicialmente».

-¿Tuvieron que ocupar la fábrica?

-«Sí, cambiamos la llave y nos quedamos adentro. La policía vino tres o cuatro veces a allanarnos. El tema es que traían la orden de allanar Garzón al 6003, y nosotros cambiábamos la chapita y la poníamos en la vereda de enfrente. Como no había número no sabían dónde allanar».

Cuando los obreros entraron a la fábrica no había un gramo de materia prima. «Arreglamos un façon en negro durante tres meses. Façon significa que el que te contrata te pide un trabajo, te da la materia prima y te paga por la mano de obra. Es un sistema de explotación. El façon te deja en un nivel de producción que no te permite crecer». Los trabajadores no cobraban la ganancia de 600 pesos mensuales, vivían de un subsidio del gobierno de la Ciudad de 200 pesos mensuales, más bolsones de comida. Vendieron unos 1000 tachos metálicos para combustible a 5 pesos cada uno. Les dieron 5.000 pesos. Con eso más el pago del primer façon de 12.000 pesos compraron materia prima para hacer una producción de plantillas para calzado. Vendieron la producción. Los 12.000 pesos se convirtieron en 35.000, que a su vez convirtieron en 70 y finalmente en 120.000.

Eso fue la vuelta completa: a los dos meses ya no hacían más façon, y tenían producción propia.

El jubilado que enseña

En Viniplast empezaron siendo 9 y actualmente son 20: aumentaron el número de trabajadores en más de un 100 por ciento. Los nuevos, dijo Hugo, se incorporaron con los mismos derechos y los mismos ingresos que los fundadores. Los ingresos, por otra parte, son igualitarios, como prácticamente en todas las recuperadas.

Hugo contó que actualmente no hay mano de obra calificada. Cándido: «Con la desocupación se perdió la dignidad, el oficio». En Viniplast se les ocurrió una idea brillante para amortiguar ese problema: «Un compañero jubilado de la empresa va a venir tres horas por día para formar a los más jóvenes. Así se transmite el oficio. Va a cobrar, y está más contento que todos nosotros juntos con la idea».

Julio, del MTD de Solano, le preguntó por los costos del producto. Hugo: «Cuando trabajás, los costos de una cooperativa son menores que los de una empresa normal, donde el gerente mantiene a la secretaria, le paga la tarjeta gold a la amante, el auto a la hija. Acá no hay nada de eso, se aprovecha la ganancia para reinvertir, y nuestro único capital de trabajo es este (golpeándose por encima del hombro): el lomo».

Julio: «Ustedes anularon el eje más importante de la empresa: la plusvalía».

Cándido contó que los obreros confiaron en la patronal, pensando que, al no cobrar, o cobrar tarde y mal, estaban poniéndole el hombro a la empresa. En realidad se trataba de un vaciamiento.

Cuando se intentó concretarlo, lograron evitar que se llevaran las máquinas, y resistieron el desalojo policial con la intención explícita (tenían listos los bidones de combustible) de incendiar la fábrica.

La policía se quedó custodiando la planta por orden judicial, para impedir que los obreros trabajaran. Sin embargo, en Chilavert tenían pendiente la entrega de las tapas para el libro «Qué son las asambleas populares», trabajo que realizaron de modo casi clandestino. Para sacar las tapas abrieron un boquete en la pared lindera con el vecino, pasaron las tapas y el vecino las llevó en el baúl de su auto, frente a las narices policiales.

Cándido: «Yo estuve 42 años en la empresa. No podés estar dos años y ser un veleta. Pero tuvimos que tomar la fábrica. Fue como cuando te golpeás el pie y gritás. Fue una reacción instintitiva. No es que queríamos hacer una cooperativa o conseguir la revolución. Queríamos por lo menos cobrar algo».

Hombres blancos, y los negros del fondo

Las máquinas habían sido eliminadas del inventario de Chilavert. Contó Cándido: «Aprendimos que así se vacía a las empresas, con el inventario. Ese fue un negociado del juez, el secretario, el síndico. Todos arreglados con el empresario: una asociación ilícita, una organización mafiosa. Venden algunas máquinas viejas, y se llevan las que valen tres millones de dólares».

Había puentes con el barrio. Cándido participaba en la Asamblea de Pompeya. Los vecinos estaban enterados de la toma. Un día golpearon la puerta de Chilavert a las once de la noche:

«Pensamos que era la policía, pero eran del centro de jubilados de enfrente, que nos traían pastelitos…»

Cándido no pudo terminar esta parte de su relato, ahogado por la emoción y las lágrimas.

El corazón y el cerebro de todos los que estábamos en la ronda seguían sin descansar.

Maderas

Guillermo refirió entonces el caso de Maderera Córdoba. La empresa entró en convocatoria en el 2002. Sabatella fue convocado a la parte de administración, lo que le permitió conocer el manejo general de la empresa. «Queríamos salvar a la firma, a los patrones, porque pensábamos que eso era nuestro beneficio».

La empresa profundizó su crisis, dejó de pagar salarios. Los trabajadores descubrieron que una de sus compañeras tenía como domicilio uno de los correspondientes a la maderera. Para que se entienda, está ubicada en una serie de casas viejas conectadas entre sí, en Córdoba al 3100, Buenos Aires, con una fachada común salvo la de esa entrada que está a pocos metros del local principal.

La bautizaron «La Puertita». En diciembre de 2003 se instalaron allí, mientras la justicia clausuraba el negocio. «Fue difícil decidir, pero lo hicimos. En estos casos todo suma. El tipo que estuvo en una marcha alguna vez sabe lo que es tener enfrente a los azules, la policía. Esas experiencias te van preparando. Ya uno sabe que si la policía tira algo, vos se lo podés devolver», describió Guillermo.

La justicia había fajado las puertas interiores. Cortaron un pedazo de aglomerado que tenía la faja, y lo usaban para quitar, entrar a utilizar las máquinas, y volver a ponerlo al finalizar.

Empezaron a recuperar clientes y a enfrentarse a la policía. Los clientes preferían seguir trabajando con ellos, antes de probar la incertidumbre criolla de lo que podría llamarse «una empresa normal».

El promedio de edad en la maderera era de 40, 45 años. «Eramos viejos, no teníamos posibilidad de encontrar otro trabajo». Guillermo explicó que aún existe una diferenciación interna en las fábricas: «Están los de administración, y los negros del fondo, como si en la administración fueran blanquitos.

Cándido, más repuesto, quiso aclarar: «Yo me emociono mucho, pero no por la lucha que uno lleva adelante. La emoción la produce la pelea que el otro da por mí». Lo dijo, y volvió a ser inundado por las lágrimas.

El piquete de Parque Centenario

Elsa, de Fénix Salud, la clínica de Parque Centenario, relató la caída de la empresa, la convocatoria, la quiebra y el cierre en enero del 2004 por parte de empresarios médicos, que seguían siendo cada vez más ricos.

Elsa recordó el día del cierre de la clínica. «No sabía a dónde ir, no sabía cómo le iba a decir a mis hijas…» Nuevamente la emoción cortó el relato. (Luego, Toty Flores del MTD de La Matanza le diría: «es bueno de vez en cuando poder llorar».

Había miedo acerca de tomar la clínica, pero en marzo Elsa decidió, junto con Eduardo Murúa (presidente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas) dar ese paso. La jueza ya quería rematar todo, incluido el edificio.

El 2 de marzo tomaron IMECC. «A la noche ya éramos 120 personas representando a todas las cooperativas. Unos traían arroz, otros fideos, todos traían lo que podían. En vez de sentirte apaleado te sentís grande».

El juzgado intentó impedirlo y unos días después, el 12 de marzo, envió a la policía para recuperar al edificio como fuera. La policía aprovechó un momento en el que había relativamente poca gente, y entró por la fuerza a la clínica. Golpearon a varios trabajadores e integrantes del MNER, incluido Hernán, el hijo de Cándido.

Elsa contó que hicieron un piquete con gomas quemadas en la avenida Díaz Vélez, frente a la puerta de la clínica, pero dejaron un carril para que pasaran los autos: «Una señora pasó y me gritó: ‘vagos de mierda, ¿por qué no se van a laburar?’ Y yo pensaba, eso es lo que queremos».

Resolvieron quedarse hasta las últimas consecuencias. Apareció Eduardo Luis Duhalde, secretario de Derechos Humanos, que quedó a cargo de la clínica. «La policía destrozó todo adentro, robaron todo lo que se podía robar». Hoy la clínica está reabriéndose con el proyecto de normalizar totalmente el nivel de trabajo durante el 2005. Fue una de las 13 expropiadas por la Legislatura porteña. Los trabajadores tienen 20 años de plazo para pagarla.

Cándido volvió a hablar: «Uno particularmente no ganaría una lucha. Pero la gente es solidaria y hay un compromiso moral que es más fuerte que el dinero».

¿Estatización o cooperativas?

Neka, del MTD, preguntó por las diferencias concretas en la vida de los trabajadores, entre cooperativas y el reclamo de estatización con control obrero. Y contó además que los MTD tienen proyectos productivos, ¿es posible articular experiencias?

Hugo dijo: «Somos trabajadores que necesitan hacerse cargo de su puesto de trabajo, porque no existe el trabajo, no existe el patrón, no existe la autoridad, y todo se va a la mierda. Y el único horizonte que te queda es la desocupación. Hicimos cooperativas porque es la única figura jurídica para dar la pelea. La verdad es que lo nuestro es una autogestión de trabajadores para hacerse cargo de una fábrica. No tenemos nada que ver con cooperativas tradicionales.

Cándido: «Para que te den la empresa tenés que tener una figura jurídica. Nosotros siempre decimos que, más que cooperativas, somos fábricas recuperadas que tomamos la figura legal de cooperativas.

Para mí no se puede tomar una fábrica para hacerla funcionar para la política, sino para hacerla producir.

Hugo: «La discusión sobre estatización es ideológica. En Brukman querían estatizar y que el Estada les pagara el sueldo. ¿quérés ser un empleado del Estado? Es una locura. Nos decían: ustedes están proponiendo la autoexplotación obrera. Pero no es así, yo me estoy apropiando de los medios de producción, genero lo que genero y distribuyo lo que genero. Esa es la discusión.

Cándido: «En el caso de Zanón ahora hicieron la coperativa. Y han trabajado muy bien. Tuvieron el apoyo del pueblo, es una fábrica enorme, incorporaron gente, son eficientes».

Elsa: «La estatización es más de lo mismo, que un paciente tenga que esperar 6 meses para que se le haga un estudio de corazón. Clínica Medrano fue estatizada, mandaron a cada compañero a un lugar distinto, la cooperativa se terminó».

Cándido: «Fue una estrategia del gobierno para desarmar un conflicto. Eso fue la estatización».

Hugo: «Sobre la articulación con los emprendimientos, las empresas entran en lo que llamamos economía social. Hay fábricas que producen elementos que ustedes pueden llegar a utilizar, desde materias primas, comida, alimentos, hasta productos finales».

Otro asunto: «Lo central no es pedirle al Estado que se haga cargo de esto, sino pedirle que genere políticas públicas genuinas de distribución, de crédito, de apoyo a la economía social, a las empresas recuperadas. Esos son los instrumentos que nos sirven».

Cándido: «No se lo pedimos al Estado. Se lo arrancamos».

El trabajo y la presión

Surgió la consulta siguiente: en Zanón, el argumento es que ser estatales impediría que la empresa se transforme en puro lucro para un grupo, y permitiría que los beneficios redunden en la sociedad. Al menos esa es la teoría. ¿Cómo lograr eso en las cooperativas?

Cándido: «Una, nosotros éramos 8 y somos 12. Dos, el otro día fuimos a recuperar máquinas para Global, nos podían meter a todos en cana, pero lo hicimos. Es el compromiso moral del que hablaba antes».

Hugo: «Además hay algo esencial. No vamos a ser el nuevo Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. No somos la nueva burguesía que nace de la pobreza. Esas son categorías ideológicas que no se condicen con la realidad. Nosotros triplicamos salarios, mejoramos las condiciones de trabajo, reparamos máquinas y duplicamos el personal. Y cobramos todos lo mismo. Si genero trabajo genuino, buen salario, aumento la base social, todos ganamos lo mismo, genero educación, ¿qué más?

Cándido: «Además no somos fábricas cerradas, somos de puertas abiertas. A veces las tenemos cerradas por los chorros. Pero tenemos un centro cultural. La Cooperativa Patricios (ex talleres Conforti) directamente tiene una escuela.

Hugo: «Estas cosas no se conocen, tienen una escuela para recuperar a los chicos de la calle. Hay más de 200 pibes en esa escuela, dentro de una fábrica. Si eso no es trabajar por la sociedad, ¿cuál es?»

Una de las asistentes a la ronda consultó: ¿cómo se lleva a cabo la toma de decisiones, y como es la forma de organización?

Hugo: «Cada fábrica tiene su esquema de organización interno, pero la decisión de qué se produce, qué se arregla, en qué se invierte, qué ganancias se reparten, todo lo resuelve la asamblea. Lo decidimos todos».

Cándido: «Otro mito es la seguridad. Desde que empezamos, jamás hubo un accidente. Hay menos accidentes que en las que tienen patronal».

¿Será porque hay menos presión?

Cándido: «Claro, antes entrábamos a las 7, decidimos entrar a las 8. Decidimos cuándo parar, cuando tomar mate. Cuándo recibir visitas. Prácticamente no hay accidentes, tampoco en las otras».

Cándido explicó otro aspecto de la idea de seguridad: «La única seguridad para nosotros es luchar por los otros».

Una joven contó que trabaja como docente en un jardín de infantes recuperado, casi como una cuestión ideológica, pero su decepción ocurrió al comprobar que las fundadoras de la cooperativa explotan a la gente que contratan (no las incorporan a la cooperativa) y cobran tres o cuatro veces más.

Hugo: «Como cooperativa estás habilitado para contratar gente. Pero eso no lo vamos a hacer nunca. Nunca».

Guillermo contó que en los estatutos del MNER se aclara que salvo un contador o un profesional que facture por un servicio, el resto tiene que ser integrante de la cooperativa.

La autogestión

Toty Flores, del MTD de La Matanza, retomó la charla que se había iniciado 24 horas antes junto al uruguayo Raúl Zibechi: «En esta etapa de la resistencia las formas organizativas que toma la resistencia son múltiples y todas son buenas en tanto apunten a la recuperación de los lazos sociales. A mí me parece importante lo que ustedes hacen, el impacto que produce en la cabeza de los compañeros. Si lo viéramos como resultados solamente, 1000 puestos de trabajos no es para recuperar el país. O la actitud de los compañeros que están casi obligados a tomar una empresa, porque es lo más conservador que se puede hacer. En ese sentido yo creo que hay trayectoria de otros movimientos que vienen pedaleando, buscando una forma para salir de la crisis, y esta nueva forma que se incorpora me parece muy fuerte. Es difícil recuperar la cultura del trabajo, y es muy importante que estemos acá hablando de esto. Nosotros editamos un libro en Chilavert. La ganancia es para la manutención de un jardín de infantes. Fíjense cómo se va creando un poder simbólico casi invisible. La fábrica, el movimiento de desocupados, el jardín de infantes. Esa es la importancia de la eco social. Esa diversidad. Pero no me quiero engañar. Este es un proceso largo, terriblemente traumático, y es bueno que lo digamos porque acá no hay soluciones mágicas».

«Quiero saludar este encuentro con ustedes, más allá de que tenemos muchas cosas para discutir. Es bueno porque es múltiple la forma de la resistencia».

Cándido: «Nosotros decimos que no nos tienen miedo porque hacemos producir las fábricas. Pero sí porque creamos conciencia».

Soledad, de La Matanza: «Le quiero decir a Cándido y a Hugo que dijeron que las fábricas son para producir y no para hacer política. Y yo pensaba que me encanta la política que ustedes hacen, porque ustedes producen y transforman. Uno hace política cuando dice ‘ganemos todos lo mismo, tratemos a la gente con respeto'».

Cándido: «Tenemos también una política hacia fuera, defender los recursos no renovables. Considerar a YPF como una empresa emblemática. Nosotros podríamos recuperarla. Ojalá el tema se pueda instalar en la sociedad».

Luego pronunció otra definición a futuro: «Dentro o fuera de la ley, vamos a seguir tomando las fábricas».

Neka, de Solano, fue cerrando la ronda: «Lo que aprendí de este encuentro es que los medios legales, como las cosas que le podemos arrancar al Estado, son eso: medios. Lo más importante son las personas. Y otra cosa que aprendí es que con estas acciones le están diciendo no a la explotación, no a la estatización y sí a la autogestión. Y la autogestión la ejercemos nosotros».

Hubo aplausos y un reconocimiento a los trabajadores: por las lágrimas, y por las risas.

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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