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Entrevista a Horacio Tarcus, director del CEDINCI: «La izquierda argentina es irreformable»

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Con la paciencia de un franciscano y la obsesión propia de todo coleccionista, Horacio Tarcus se convirtió en el director del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierda (CEDINCI), la biblioteca más importante sobre socialismo, anarquismo y marxismo que existe en el país. Amante de la historieta, profesor de Teoría del Estado e historiador de profesión, Tarcus conoce a la izquierda vernácula como pocos. Eso le da autoridad para desmenuzarla y para polemizar con ella. O, mejor dicho, con lo último que queda de ella.

El neoliberalismo es cuestionado como nunca y, sin embargo, la izquierda hizo una pésima elección ¿por qué?

Me parece que es la gran pregunta, sobre todo si tomamos en cuenta que la izquierda parecía enarbolar los valores con los que aparentemente la sociedad se identificó desde diciembre del 2001, y en las elecciones prácticamente no existió. Los votos progresistas los capitalizaron Néstor Kirchner y Elisa Carrió, pero no la izquierda. Creo que es un asunto que tiene raíces históricas. Hay muchos episodios en la historia político-electoral argentina en los que la izquierda alcanza una presencia importante en la movilización social, en la acción cultural y gremial y, sin embargo, esa fuerza no se traduce en términos políticos, no alcanza peso electoral. Y si en algún momento logró meter diputados en el Congreso, no consiguió mantenerlos. Se volvieron absolutamente volátiles. Es evidente que la traducción no es automática.

¿Por qué no se logra esa traducción?

Pasan varias cosas. Si tomamos las últimas votaciones creo que por un lado influyó la propia coyuntura electoral pero, por el otro, lo determinante es cómo la izquierda construye política. Volvamos para atrás: en las elecciones del l999 llegaron a su pico máximo el ausentismo, el voto en blanco y el voto nulo… Lo que hasta entonces era una expresión de impotencia aislada, en el 99 se manifestó como protesta colectiva. Mucha gente que había militado en los partidos de izquierda se saturó de ese modelo de militancia y los dejó de votar. Y es este tipo de voto el que se traduce en el estallido de diciembre: un movimiento que parece. cobrar un perfil político con el «que se vayan todos». Frente a esto, el gobierno apuesta inteligentemente a establecer un cronograma electoral, que le pone tiempos, ritmos y modos a la política que son totalmente distintos al «que se vayan todos». En este contexto, la izquierda queda desconcertada entre seguir funcionando con la lógica de presentarse a alecciones y avalar un movimiento de impugnación del sistema representativo. En el caso de la izquierda Unida nunca hubo un apoyo profundo al «que se vayan todos», resignificaban la consigna en el sentido de que se vayan ellos, que se vaya la clase dominante… No se sentían incluidos como políticos dentro del sistema de representación. El caso más flagrante es el de Luis Zamora, que avala el «que se vayan todos», a la vez, arma su candidatura para la jefatura de gobierno.

¿Qué futuro tiene, entonces, la izquierda?

Creo que la izquierda argentina, tal como hoy la conocemos, con las organizaciones políticas y los líderes existentes, es irreformable; es una izquierda absoleta, no tiene posibilidad de recuperación. Hay que ser tajante: esta izquierda tiene un techo y no es solamente electoral. Vive en la cultura política -con una modalidad de organización, un imaginario, un lenguaje- que no tienen nada que ver con los códigos de una nueva militancia social en la Argentina. La izquierda nacional no puede decodificar la emergencia de lo nuevo y se limita a una aproximación, en parte oportunista y en parte instrumental, de lo que aparece. Su acto reflejo ante lo nuevo es desconfiar . Y al mismo tiempo decir: «Si esto es lo emergente estemos ahí, ganemos, controlemos, orientemos nosotros»

Es lo que hizo en las asambleas…

Y en el movimiento piquetero también. Cada grupo de izquierda sueña con tener un grupo piquetero propio. Y eso le hace un enorme mal no solo a la propia izquierda sino a todo el movimiento social. La izquierda traslada sus divisiones a los nuevos movimientos sociales; en lugar de favorecer la unidad, ayuda a fagocitarlos. Lo hizo ya en el campo de los derechos humanos, entre los estudiantes, con los piqueteros y con las asambleas, donde distintos grupos de izquierda llegaron al punto escadaloso de agarrarse a piñas en la Interbarrial de Parque Centenario. Esa es la versión grotesca y caricaturesca de lo que puede ser la izquierda. Yo creo que ni el fascista más cebado podría haber imaginado un escenario mejor para la derecha que esa situación. Lo que pasa es que el izquierdista es un animal político empecinado, que no aprende por experiencia, piensa que la próxima vez lo va a hacer mejor; carece de autocrítica porque es un pensamiento que no admite la autocrítica. Si pienso en los militantes, me enternecen y me entristecen, a la vez… Tipos que dedicaron su vida a proyectos fracasados, que no tenían ninguna viabilidad, que sacrificaron sus vocaciones, sus familias, sus deseos. El viejo modelo de militante disociaba vida privada de vida pública, vida cotidiana de militancia… De todas formas, insisto: este modelo de izquierda está condenado a desaparecer.

¿A qué se refiere exactamente con «este modelo de izquierda»?

Al modelo de organización que se remonta a los tiempos leninistas y a los viejos partidos comunistas, de donde salen todos los moldes y que está a contrapelo de la cultura y la sensibilidad políticas de la emergencia militante, de los jóvenes de hoy. Esa forma identitaria cerrada y doctrinaria de pensar, ese modo eclesial o de secta de vincularse, de captar al movimiento social y hasta de parasitarlo, esa concepción política totalmente instrumental. Aquel viejo modelo fue concebido por Lenin en condiciones de clandestinidad en la Rusia de fines del siglo XIX, principios del XX, con militantes que tienen que enfrentarse a un aparato absolutista poderoso. Esa forma política -que se demostró eficaz hasta cierto punto, por lo menos hasta la toma del poder- decía: «acá no se trata, como creen los socialistas utópicos, románticos, de crear vínculos, formas y valores que anticipen la sociedad futura, aquí se trata de crear una maquinaria eficaz para la toma del poder. Como la estructura del Estado es una estructura jerárquica, centralizada, ejecutiva, poderosa, hay que crear una maquinaria de guerra que esté en condiciones de enfrentarla, de destruirla y de reemplazarla». Por lo tanto se construye una lógica política especular a la maquinaria que se quiere enfrentar. El mérito de este planteo es su eficacia; el riesgo es que esté infisionado de las formas, las lógicas y los valores de lo que se quiere destruir. Creo que esta lógica permeó las políticas de las izquierdas en el siglo XX. Por lo menos hasta los años 60, cuando -con el Mayo francés, el movimiento situacionista- surge la idea de que las organizaciones sociales tienen que ser una anticipación de las formas y los valores de la sociedad futura. Lo nuevo del movimiento, del 2001 para acá, es -por el contrario- su carácter molecular, crítico de la representación, de las estructuras fijas, de la profesionalización de la política, y abierto a otras categorías y otras inflexiones del pensamiento. La izquierda tradicional no es capaz de dialogar con todo esto.

¿Los actuales movimientos sociales vuelven, de algún modo a ese socialismo utópico?

Creo que, en algún punto, la crisis de la izquierda tradicional tiene que ver con el colapso de los socialismos reales, que han llevado a una desvalorización de la utopía y de la anarquía. Me parece que hoy hay una circulación de ideas, prácticas, formas y valores utopistas y libertarios que circulan molecularmente en el movimiento social. En cierto modo, el marxismo de Holloway es un marxisms libertario. Se retomó, por ejejmplo, la vieja idea anarquista de organizarse por grupos de afinidad. Yo creo que del modo en que lo practicaban las viejos anarquistas no es viable hoy, y sin embargo hay un interés en el agrupamiento a través d e compartir opresiones comunes, experiencias comunes, resistencias y luchas comunes, más que acuerdos ideológicos doctrinarios estrictos.

¿La izquierda tradicional equivoca el enemigo?

De hecho sucede eso. En la medida en que la izquierda no está en condiciones de enfrentarse al enemigo real, juega el partido menor: a ver cuál es la organización que logra juntar más votos, o controlar a las asambleas, o reunir más planes trabajar.

¿Los nuevos movimientos sociales podrán terminar de nacer a pesar de esa capacidad de destrucción de la izquierda más tradicional?

Es un problema, indudablemente. La izqueirda tradiconal, lo que no controla trata de aplastarlo. En la medida en que lo emergente logre cobrar suficiente impulso va a arrastrar a lo que la izquierda tradicional tiene todavía de más interesante: miles de perosnas extrarodinarias, abnegas, militantes, que quisieran romper con ese cascarón pero no pueden. Es cierto, sin embargo, que hoy por hoy la izuqueirda tradicional funciona como un obstáculo

¿Quiénes encarnan la nueva izquierda?

Hoy tiene más que nada una existencia grupuscular, molecular. No sé qué forma va a adoptar: si la de un movimiento, la de un partido político más flexible… Ni sé cómo se va a llamar… Quizás no cuaje en un partido político, yo apuesto a que sí porque es lo que me gustaría, pero no tiene porqué suceder. Me parece que va a surgir de la unión de pibes jovencitos y viejos militantes reactivados a partir de diciembre, porque ambos están buscando algún tipo de articulación y de convergencia. Hay cantidad de gente que viene al Cedinci a preguntar qué puede leer sobre formas alternativas de organización social.

¿Y qué les ofrecen?

Hace falta producir una nueva literatura política que pase en limpio los viejos debates en función de estas necesidades. Una nueva literatura que de algún modo acompañe nuevas formas de agrupamiento, de organización y de gestión. Va a ser una articulación entre lo que se experimenta actualmente y lo que se procesa de la tradición. Pero lo más probable es que esto no cuaje en un sujeto claramente definido como podía ser el proletariado. Estamos ante sujetos múltiples y más difusos y por lo tanto ante formas de organización, de pensamiento y de reagrupamiento distintas, animadas por una especie de sensibilidad libertaria reactiva frente a formas fiscalizadas y jerárquicas de hacer política. De modo que no va a ser de la transformación de la vieja izquierda, de donde vaya a salir una nueva.

De hecho la nueva izquierda es una izquierda sin obreros…

Exacto. La izquierda tradicional trata de pensarlo en los viejos términos y dice que los piqueteros son una fracción de la clase obrera desocupada. Lo que pasa es que esto no es ya ni lo que Marx llamaba ejército industrial de reserva que era una variante de ajuste del capital, que expulsaba obreros temporariamente y cuando entraba en un período expansivo los volvía a absorber. Este es un fenómeno estructural. Ya nadie se puede proletarizar. Además la fábrica perdió la centralidad social y política que tuvo hasta los años 70. Es una herida narcisista de la que la izquierda no se recuperó. Por eso digo que la izquierda necesita un aggionarmiento de los viejos programas, hace falta renovar las categorías teóricas, renovar el marxismo y abrirlo a su encuentro con otros pensamientos, con otros paradigmas. No hay una izquierda partidaria que promueva esos debates. Es más de lo mismo.

¿Qué lograron construir ya esos sectores emergentes?

Es cierto que no han construido formas políticas que transunten en un resultado electoral. Pero tampoco creo que haya que apurar una plataforma político-electoral de los movimientos político-sociales emergentes. Creo que ese fue el gran error de Zamora: abortó así la posibilidad histórica de recuperar parte de la vieja izquierda articulándola con una nueva militancia y constituyendo un movimiento amplio y nuevo, ignorando -en principio- las elecciones. Por lo menos por los primeros años. Lo que hizo fue repetir lo que ya sabía hacer: ser candidato y armar una organización política en torno a él. Zamora tuvo en sus manos un capital político importante para construir algo nuevo, si se hubiera puesto al servicio de eso que circulara. Por ejemplo: hay que inventar una forma de gestión colectiva de los servicios públicos que todavía no existe. Un gran movimiento social detrás de la gestión pública que acompañe desde las cooperadoras de los colegios y los hospitales hasta el servicio de energía eléctrica y de gas… Y recién a partir de ese movimiento, imbuido en la gestión de la ciudad, armar candidaturas. Es movimiento tiene perspectiva y tiene interés, porque permite una construcción política articulada con un proceso social

¿ Hasta que punto se puede generar un cambio al margen del poder?

No es que estoy en contra de que un movimiento emergente de izquierda se presente a elecciones, lo que no puede ser es que la lógica constitutiva sea ésa. Creo que hay que transitar un largo proceso de gestación. Se trata de romper con el paradigma del asalto al poder, que es lo que se plantea Holloway. Si se construye fuerza social, poder social -o contrapoder social- esa fuerza se puede articular después políticamente a nivel de municipio o de provincia. Me imagino un movimiento que empiece desde abajo. Una proliferación de movimientos autónomos que tiene que intentar involucrarse en la gestión colectiva, sin diluirse dentro del Estado pero tampoco autonomizándose de modo absoluto, porque si no se perpetua una estructura de poder que termina por desgastar al propio movimiento. Se puede transformar y revolucionar el poder, pero no con la idea de asaltarlo

Un modelo más parecido al de la resistencia global que al de los partidos de izquierda

Sin dudas, absolutamente.

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Cecilia Basaldúa: la sangre de un sospechoso

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Mario Mainardi (en la foto tomada hoy), uno de los principales sospechosos por el femicidio de Cecilia Basaldúa cometido en Capilla del Monte, Córdoba, hace poco más de 5 años, finalmente fue citado por la fiscalía de Cruz del Eje para realizarle este martes una extracción de sangre. La abogada de la familia Basaldúa, Daniela Pavón, se enteró apenas un día antes de esta citación a Mainardi. El sospechoso (actualmente vive en Santa Fe) había sido encargado de alojar a Cecilia en Capilla, y fue la última persona que la vio con vida, el 5 de abril de 2020. Sobre su presencia hoy en Cruz del Eje, contó la abogada: “Sacó fotos a todo el edificio, selfis con tribunales de fondo y salió custodiado con personal de la policía de Córdoba. Se subió a un móvil y se fue”.

Las irregularidades y desinformación o manipulación en la causa han sido frecuentes en perjuicio de la familia y sus defensores (además de Pavón, el abogado Gerardo Batistón es querellante en nombre de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación). También ha significado un ocultamiento a la prensa. Audiencias para las que los testigos no eran notificados, falsos argumentos policiales para explicar su propia inoperancia, demoras incomprensibles en la causa, todos temas por los que hay iniciada una denuncia de la Dirección Nacional de Protección de Grupos en Situación de Vulnerabilidad de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, en la Dirección de Investigaciones de las Fuerzas de Seguridad. Además se solicitó a la Fiscalía de Cruz del Eje que la policía de Capilla del Monte, ya no sea la que realiza las notificaciones.

Queda pendiente ahora la información que se brinde a la sociedad sobre este trámite, que permitió ver a un sospechoso clave que nunca dio la cara. La causa ha sido siempre un laberinto sacudido en todo caso por numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad. Aquí publicamos la crónica de lo ocurrido hace menos de un mes, al cumplirse 5 años del hallazgo del cuerpo de Cecilia Basaldúa.

Fotos y crónica de María Eugenia Marengo para cdmnoticias.com.ar

25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

Cecilia Basaldúa: la sangre de un sospechoso

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..

Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.

      – Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.

Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.

–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.

Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.

La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

Cecilia Basaldúa: la sangre de un sospechoso

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:

Adrián Lúquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género.  Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.

El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.

Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.

Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

Cecilia Basaldúa: la sangre de un sospechoso

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

Cecilia Basaldúa: la sangre de un sospechoso

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como  granaderos.

Cecilia Basaldúa: la sangre de un sospechoso

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado  notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón  se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

Cecilia Basaldúa: la sangre de un sospechoso
Susana, Daniel y Daniela Pavón

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar  que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

Cecilia Basaldúa: la sangre de un sospechoso

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.

 El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.

La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?

Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.

La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el  centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:

 “Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación  y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.

Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

Cecilia Basaldúa: la sangre de un sospechoso

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.


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Desde que se inició este año desde el Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez registramos 100 femicidios, casi 1 por día. 

La víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán. 

En este 2025 ya registramos 85 tentativas de femicidio.

En el 2025 registramos en todo el país 77 marchas y movilizaciones que se organizaron para exigir justicia por crímenes femicidas. 

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En nuestro padrón de funcionarios denunciados por violencia de género, podés encontrar el registro clasificado por institución estatal y provincia. Hasta la fecha, tenemos contabilizados 161 funcionarios del Poder Ejecutivo, 120 del Poder Judicial, 72 del Poder Legislativo, 71 de las fuerzas de seguridad y 71 de la Iglesia Católica. 

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En el padrón que compila datos oficiales sobre denuncias de violencia de género, podés encontrar datos sobre cantidad de denuncias por localidad y la frecuencia con que la recibimos. Un ejemplo: este mes la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de la Nación informó que durante el primer trimestre de este año recibió un promedio de 11 denuncias por día de violencia contra las infancias.

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Otro: el Ministerio Público Fiscal de Salta informó que no alcanzan al 1% las denuncias por violencia de género que son falsas.

En nuestro padrón de desaparecidas ya registramos 49 denuncias.

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Lo que revela toda esta información sistematizada y actualizada es el resultado que hoy se hace notorio con una cifra: 100.

Más información en www.observatorioluciaperez.org

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