Nota
Estamos en llamas 🔥
La Plata se inundó de miles de miles de mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binaries a pura fuerza, alegría, color, ideas, propuestas, arte, cantos, bailes y futuro. De dónde vinieron y adónde van. Lo que dicen y cuentan. Las que estuvieron, y las que faltan. Del fútbol a la autodefensa, pasando por las crianzas, la autogestión, la agroecología y el sindicalismo: por qué el debate del presente lo dan los feminismos.
Una multitud avanza por las calles de La Plata.
Más temprano, cientos de rondas en el pasto, en el cemento de las calles, en las escuelas que hicieron de cobijo, en cada esquina, alrededor de la feria con mantas, mesas, gazebos, en doble fila, ida y vuelta, por la Calle 7, unen dos plazas desbordadas.
Las trabajadoras de la Unión de lxs Trabajadorxs la Tierra en un feriazo con verdura sin veneno y cantando en las calles: «Agroecología para el cambio social, y la tierra para trabajar”.
Un taller de autodefensa con decenas de cuerpos que se enseñan y aprenden en movimientos rápidos,
Un partido de fútbol con dos arcos improvisados,
Lxs que bailan,
Lxs que juegan con les niñes,
Lxs que venden,
Lxs que compran y alimentan el mercado que nosotrxs inventamos,
Lxs que se maquillan,
Lxs que comparten glitter en cachetes,
Lxs de la murga,
Lxs de la batucada,
Lxs de pecheras sindicales, partidarias, de organizaciones,
Lxs que vinimos,
Lxs que nos reciben,
Lxs que no llegaron,
Lxs que nos faltan.
La bandera que en la reja del Tribunal de Casación, dice: “Nombrarte Lucía”.
Y Marta, su mamá, que llega abrazada por los aplausos.
Hacer justicia
Marta Montero, mamá de Lucía Pérez, viajó dos veces a La Plata en la última semana. La primera fue el pasado martes, ocho de octubre, a tres años del femicidio de su hija. En la puerta de los Tribunales de Casación Penal bonaerense se hizo una ronda durante horas que terminó con una foto colectiva que se replicó en Mar del Plata, Rosario y Esquel. Hoy, en esa misma reja, todavía están colgadas las fotos de Lucía cuando Marta vuelve para un conversatorio que se nombra como un interrogante: “Acá no hay justicia, ¿qué hacemos?”.
Marta dice: «Hemos decidido empezar a mirar a la justicia con otros ojos, a criticarla, a sacarle el velo de intocable. Acá vinimos para que pensemos cómo hacer una justicia diferente. No nos pueden juzgar por lo que hacemos: queremos libertad. No queremos que nadie nos oprima por lo que hicimos o dejamos de hacer. Hoy es el comienzo, tenemos que pensar entre todas para saber qué queremos hacer y cómo lo queremos hacer. Esta justicia no la aguantamos más, por eso el 8 de noviembre se va a hacer una marcha en Mar del Plata. Nos sobran ovarios para seguir sosteniendo esta causa».
Y explotan los aplausos.
En el edificio que está tras las espalda de Marta, el juez Carlos Natiello tiene la decisión sobre la anulación del fallo misógino y peligroso de la causa de Lucía. Fueron los jueces Facundo Gómez Urso, Pablo Viñas y Aldo Carnevale del Tribunal en lo Criminal N°1 de Mar del Plata quienes absolvieron a sus femicidas el año pasado. A Matías Farías y a Juan Pablo Offidani los condenaron a ocho años de prisión y multa de 135 mil pesos por el delito de “tenencia de estupefacientes con fines de comercialización agravado por ser en perjuicio de menores de edad y en inmediaciones de un establecimiento educativo”. Pero ambos quedaron absueltos de la acusación del delito de “abuso sexual con acceso carnal agravado por resultar la muerte de la persona ofendida y favorecido por el suministro de estupefacientes en concurso ideal con femicidio”. Por su parte, Alejandro Maciel fue absuelto de la acusación de “encubrimiento agravado”.
Resumen: no hay nadie preso por el femicidio de Lucía.
Entre quienes escuchan hoy a Marta está Liliana, del colectivo Yo no fui, integrado por personas que pasaron por la privación de la libertad y otres que no lo hicieron, interesada en pensar cómo hacer una justicia feminista. Resume: “Las cárceles están llenas de pobres, de un montón de gente que no pudo tener un abogado y por eso no puede salir. Poder pensar cómo nos afecta la economía que hace que terminemos en la cárcel también hace al feminismo. También qué pasa con las compañeras presas por abortar a las que le ponen una carátula de homicidio agravado por el vínculo y con las compañeras que se defienden de sus agresores. Todos esos puntos tienen que ver con el feminismo. También poder ver qué la economía y la política nos afectas; todo es un circuito, y quien no muere afuera de las cárceles muere adentro”.
Sin veneno
Cecilia llegó desde Córdoba interesada en pensar en torno a los feminismo y el ambiente. “Desde el feminismo rápidamente llegamos a conectarnos no solamente con nuestros cuerpos sino con todo lo que nos rodea y el espacio ambiental del que formamos parte nos ayuda a reconocernos”, dice preocupada por una agenda de urgencias que trae desde su territorio. Enumera: los abortos clandestinos, la violencia machista, la necesidad de pensar en soberanía alimentaria, el acceso a la tierra.
“Buscamos centrarnos no en el mercado sino en una vida que contemple la dignidad y el desarrollo de todes», sigue. «No solamente de la sociedad sino que también contemplando la vida que nos rodea. Es el feminismo lo que está poniendo en discusión todo. Vivir en condiciones más dignas no tiene que ver solamente con un salario que nos permita llegar a fin de mes, sino que también tener acceso a un ambiente sano, a garantizar el acceso de toda la población a la alimentación sana es algo que este sistema económico no esta contemplando”.
Radiografía del presente
En la manta hay mallas, corpiños deportivos, tangas, culotes, bombachones. Todo verde aborto legal. Quienes venden son Camila y su mamá.
“Somos dos compañeras que tenemos un centro cultural independiente, autogestivo y feminista. Hacemos esto como alternativa para poder pagar el alquiler y los costos que tiene la cultura independiente hoy”, dice Camila, de 22 años, que desde los 14 viene a los Encuentros y esta vez lo hace por primera vez con su mamá. “Esta experiencia es enseñarnos mutuamente. Que hoy estemos instalando esta revolución en las calles es gracias a otros derechos que ellas consiguieron”.
Las dos viven a dos cuadras de Plaza Congreso, frente al Parlamento, y tienen desde ahí una radiografía de la calle y sus reclamos al poder legislativo. “El principal, como en todo el país, es el aborto legal aunque estamos en una situación de mucho privilegio en comparación con lo que pasa si cruzas la General Paz, o en otras provincias en las que hacen parir a una piba de 11 años. También es reclamamos cupo laboral travesti trans y basta de femicidios. Perdí la cuenta de cada cuántas horas están matando a una piba. Y la gente del movimiento desocupado también viene teniendo un rol muy activo en las calles, está diciendo: nos están haciendo cagar de hambre. Hay una calle muy activa contra este gobierno que nos está matando por todos lados”.
Organizadas
El micro en el que viajaba Viviana desde Rosario se rompió y tuvieron que cambiar de transporte bajo la lluvia torrencial del primer día del Encuentro. «La tormenta no nos impidió llegar y la economía nos jugó bastante feo, pero a pesar de la crisis llegamos”, cuenta y revela que tuvieron que hacer un sinfín de actividades para pagar colectivamente los viajes de quienes no podían hacerlo por sus medios. Es su octavo encuentro y vino con su hija, de nueve años: «La primera vez ella era chiquita, desde ahí dije que no iba a faltar más. ¿Porqué? Porque cambié muchísimo. Estar acá te transforma”.
Con el pañuelo verde al cuello está Alicia, que viene hace más de dos décadas a los Encuentros y pese a eso mira maravillada su alrededor: «Gente muy joven se incorporó al movimiento y tomó las consignas que eran de una minoría. La tomaron todos los movimientos, los partidos, los sindicatos”. Para ella, lo que viene está en la calle.
Junto a sus compañeras vino también Julia, metrodelegada. «Las mujeres somos capaces de organizarnos sin estructura», dicen desde las bases de los sindicatos. En sus buzos se lee «El sindicato es con nosotras» y «El lugar de la mujer es su sindicato». En 2016 tuvieron una paritaria de hambre, pero sin embargo las mujeres lograron una licencia por violencia machista en el convenio colectivo de trabajo de diez días con goce de sueldo. Cuenta: «También extendimos la licencia por enfermedad de hije, tanto para compañeros como para compañeras porque militamos la redistribución de tareas de cuidado. Lo estamos armando de abajo para arriba. Y tenemos una tarea doble: con la patronal pero también concientizar a nuestros propios compañeros. Estamos armando también un protocolo de violencia para adentro de la organización sindical».
Transformalo todo es el desafío.
La música suena, mientras la canción que se grita dice:
Que arda.
La mecha ya está encendida.
34º Encuentro Plurinacional: postales desde el pogo feminista más político del mundo
Nota
Campaña: Encontremos a las/los nietos de Oesterheld
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Cien

Desde que se inició este año desde el Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez registramos 100 femicidios, casi 1 por día.
La víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán.
En este 2025 ya registramos 85 tentativas de femicidio.
En el 2025 registramos en todo el país 77 marchas y movilizaciones que se organizaron para exigir justicia por crímenes femicidas.

En nuestro padrón de funcionarios denunciados por violencia de género, podés encontrar el registro clasificado por institución estatal y provincia. Hasta la fecha, tenemos contabilizados 161 funcionarios del Poder Ejecutivo, 120 del Poder Judicial, 72 del Poder Legislativo, 71 de las fuerzas de seguridad y 71 de la Iglesia Católica.

En el padrón que compila datos oficiales sobre denuncias de violencia de género, podés encontrar datos sobre cantidad de denuncias por localidad y la frecuencia con que la recibimos. Un ejemplo: este mes la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de la Nación informó que durante el primer trimestre de este año recibió un promedio de 11 denuncias por día de violencia contra las infancias.

Otro: el Ministerio Público Fiscal de Salta informó que no alcanzan al 1% las denuncias por violencia de género que son falsas.
En nuestro padrón de desaparecidas ya registramos 49 denuncias.

Lo que revela toda esta información sistematizada y actualizada es el resultado que hoy se hace notorio con una cifra: 100.
Más información en www.observatorioluciaperez.org
Nota
5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje
Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.
Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar
25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..
Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.
– Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.
Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.
–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.
Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.
La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:
Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género. Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.
El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.
Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.
Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como granaderos.

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.
El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.
La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?
Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.
La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:
“Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.
Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.
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