Nota
Fake news: en realidad Gabo Ferro nunca morirá
Se informó durante este jueves que Gabriel Gabo Ferro, de profesión cantante, compositor, historiador, poeta y buena persona, falleció a los 54 años. La noticia podría resultar falsa: Gabo deja una obra imborrable hecha de discos y libros. Aquí publicamos la nota que fue tapa de MU con Gabo Ferro a partir de su libro Degenerados, anormales y delincuentes y del disco Boca arriba. Incluidos y excluidos, la construcción de la idea de “patria” y la historia en el momento en el que se venía el bicentenario, en mayo de 2010.
Aquel artítculo de tapa, nuestro homenaje hoy, fue escrito por Claudia Acuña. El título de la tapa de MU fue La patria degenerada. Y el título de la nota es como para no olvidar a Gabo: El grito sagrado.
El grito sagrado
Gabo Ferro. En su nuevo libro Degenerados, anormales y delincuentes investiga cómo se diseñó el límite entre los incluidos y los excluidos de la patria, en tiempos clave de la formación del Estado-nación. En esta charla analiza ese pecado original y qué representa en el debate político de estos días. Un ejemplo: cómo los mismos medios de comunicación que difundieron los parámetros que construyeron la criminalización de las identidades sexuales diferentes, hablan hoy del “matrimonio gay”. Y dice: “Tenemos la oportunidad de tomar conciencia de que la Historia es una construcción cultural y que, por lo tanto, puede haber otras”. En su último disco, Boca arriba, lo expresa de otra manera. El 25 de Mayo estará presentándolo en Berlín y luego en España. Un trayecto que construyó solo, desafiando al mercado y poniendo a prueba a su propio público, que es el que mejor lo entiende. Por Claudia Acuña.
Dos formas distintas de decir la misma cosa. La combinación es original y por eso mismo Gabo Ferro es algo más que la suma de un cantante y un historiador. El todo y no las partes le permiten esa mirada con la que fue construyendo un lugar propio y, por eso, único. Ahora mismo está presentando su quinto disco y su segundo libro, y las dos cosas son tan intensas que marean hasta que él las ordena. Con esa voz armónica de cantante hiper afinado y esa paciencia didáctica de profesor universitario dirá: “Siempre arranco desde el suelo: clase, raza, género”.
Clase, raza, género.
Esa santísima trinidad sostiene, entonces, toda su obra, aunque no es el qué sino el cómo lo que convierte a su autor en el más interesante de su generación. Lo nuevo, lo genuino es eso: su contemporaneidad. “Estar afinado con mi propio tiempo y lugar”, dirá Gabo para explicarse. Una sincronía que es, sobre todo, poética. Entendiendo por poética la manera de sentir y expresar una época y de curar sus heridas con aquello que calma, pero no consuela.
Así, Gabo nos canta desde su mejor canción, Soy todo lo que recuerdo:
La verdad es perro fiel
que vive en todas las casas
que muerde a quien no lo atiende
y defiende a quien lo guarda.
Así, Gabo nos muerde desde su último libro, Degenerados, anormales y delincuentes: “Resultará degenerado todo aquel individuo cuyas anomalías físicas o morales atenten no solamente contra la especie o la raza, sino también contra los elementos propios del proyecto de la elite”.
Dos formas distintas de decir la misma cosa.
Veamos qué.
Mataderos rosa
Gabo nació en el barrio de Mataderos y el dato no es menor. Construye una raíz que planta a su familia –padre jefe de personal de un frigorífico, madre ama de casa, hermano 11 años mayor– y construye su trayecto: desde ahí salió Porco, una banda hardcore que lo tuvo como cantante y que hoy puede entenderse casi como la contracara de La Renga. “Mataderos es rosa” gritaba entonces Gabo para exasperar. Hay en Youtube un video de aquella época que lo muestra aullando, mientras el bajista azota el piso con su instrumento. Literalmente. “Fuimos aquellos que nacimos a nuestra vida erótica cuando se estaba instalando el HIV, y el gobierno no hacía nada porque ni sabía cómo hacer una campaña. Nos veíamos más en un velorio o en hospital que en una fiesta. Teníamos esa angustia de haber sobrevivido y haber perdido muchos compañeros y compañeras, que el Estado, de alguna manera, negaba. Por eso veo el primer disco de Porco como un disco de época, como un documento. A la crítica le gustaba mucho, pero a la gente no tanto porque éramos chocantes, era feo. Pero ésa era una estética elegida en un momento en el que la mayoría de las bandas tenían un discurso súper complaciente. También fue la época del surgimiento del rock barrial, con un universo semántico muy pobre: la esquina, la birra, la yuta”.
El 31 de marzo de 1997 y en pleno ascenso, Gabo se bajó de Porco. Literalmente. Dejó el micrófono en el piso y se bajó del escenario. Dejó también y durante varios años, la música –“no tocaba ni escuchaba”– y se dedicó a la Historia, hasta que obtuvo un diploma con honores y un doctorado con premio. Fue su manera de darle la espalda a una época y a una escena con la que no tenía interés en sintonizar. “No había lugar para un discurso reflexivo. No había lugar para una inquietud que no fuera más allá de la celebración de la frivolidad. Los tacos y las boas de Babasónicos estaban buenísimas, pero no te podías quedar sólo ahí”. Fue también su manera de revelarse contra un sistema de producción que aborrece. “A los grandes sellos que controlan la televisión y el cine les dije siempre que no. No por capricho, sino porque no me interesa el intercambio del uso de mi canción por plata. ¿Para que? La plata me la gasto y mi canción queda presa. Prefiero que todo fluya de boca en boca. Ir de a poquito. No tengo ningún apuro. Si algo sucede para que me transforme en una persona popular espero que sea por algo que yo no pude dominar”. Y a eso indominable le da un nombre: magia.
Gabo regresó a la música en 2004, convertido en “un Zitarrosa queer” como él mismo ironiza y desde entonces cabalga de forma independiente y por las orillas, cosechando un público propio al que pone a prueba. En la portada de su seguno disco, Todo lo sólido se desvanece en el aire, reemplazó la clásica imagen por un texto que comenzaba citando a Marx y Engels y concluía diciendo: “Que no se confunda lo fundamental con lo accesorio. Un disco son canciones; un disco es música. Lo demás es agua que se evapora en el aire”.
Todo es historia
Su primer libro fue Barbarie y civilización, una investigación histórica sobre Rosas y los mitos que alrededor de esa figura se tejieron. Mataderos también alcanzaría para explicar la elección del personaje, aunque Gabo dice que su desafío fue romper el mito académico que aseguraba que sobre Rosas no se podía decir ya nada nuevo. Él lo dijo, al analizar las metáforas con las que los historiadores aludían a una figura que adquirió en los relatos históricos la categoría de monstruo. Ahora, en plena euforia bicentenaria, pone sobre la mesa de festejos una pregunta incómoda: ¿qué es un degenerado?
La pregunta la disparó una frase de “el no-ingeniero” –como él lo llama– Juan Carlos Blumberg, cuando en noviembre de 2004 reclamó que se expulsaran a los estudiantes de Filosofía y Letras que consumían drogas y alcohol. Para defenderlos, el filósofo Gregorio Klimovsky usó una palabra que llamó la atención de Gabo: “No son degenerados”.
Dirá Gabo del resultado de cinco años de investigación: “En el libro reviso cómo llega ese concepto, quién se lo apropia, qué se le carga, cómo se usa, quién es el degenerado argentino. Por qué tiene una carga sexista, cultural, racista, clasista, segregacionista. Y cómo sirve a toda una construcción del ciudadano ideal y en momentos en los que se estaba, precisamente, constituyéndo Argentina como nación”.
Cada capítulo aborda un campo de batalla. El primero fue el científico y se libró de la mano de la Medicina. Gabo señala: “Durante la década de 1880 la joven nación argentina es conducida por una elite gobernante, administrada en su mayoría por médicos, decidida a impulsar una profunda transformación del país. Esta dirigencia médico-política-intelectual, que se reconoce a sí misma como heredera y portadora de los valores de la civilización, ofrece los elementos y las tecnologías de análisis para identificar y definir a los anormales”. Para fundar esta hipótesis Gabo analizó la literatura médica de la época: desde los programas de las materias dedicadas al tema hasta tesis y libros. Así descubrió la influencia del gran maestro estigmatizador, Cesare Lombroso, un médico italiano que estableció la relación entre la delincuencia y los rasgos físicos, para componer un patrón identificatorio basado en cosas tales como la forma de la oreja, el ancho de la mandíbula o la espesura de las cejas. En el libro de Gabo hay dos láminas que ilustran hasta dónde fue capaz de llegar esta teoría. Una muestra el retrato de 25 mujeres que, se supone, permiten establecer un patrón para identificar la cara de puta. La otra es un friso con más de 40 rostros de “revolucionarios, anarquistas y reos políticos” ideado también para establecer comparaciones. “Lombroso construye esta herramienta precisamente cuando está surgiendo la nación italiana. En Argentina, sintonizar esta teoría viene como anillo al dedo porque está en idéntico proceso”.
Pero, ¿por qué surge esa necesidad de identificar específicamente a los degenerados?
Porque se abren las puertas a la inmigración y lo que llega no es lo que esperaban. El inmigrante no era rubio, blanco, civilizado, sino tanos tirabombas o sindicalizados. Hacía falta una herramienta de control y la teoría lombrosiana permitía esa clasificación a escala masiva que necesitaban las autoridades migratorias.
El segundo capítulo analiza cómo esta herramienta llegó a la escuela. “El colegio era el instrumento de regeneración o de detección de la degeneración para la construcción de una patria, incluso desde el cuerpo. Desde el masturbador hasta el homosexual eran considerados peligrosos porque no le daban hijos a la patria”.
Gabo analiza especialmente un texto de Carlos Octavio Bunge titulado La educación de los degenerados, donde clasifica los posibles tipos: el idiota, el imbécil, los débiles de espíritu y los degenerados superiores, considerados los más peligrosos por ser “individuos aparentemente normales”, categoría de la que están a salvo las mujeres por ser más débiles y sumisas.
En el tercer capítulo descubre cómo este concepto discriminatorio que comenzó a construirse desde el discurso científico se populariza a partir de 1930 y por los dos canales de difusión masiva de la época: el cine y la prensa, en particular la revista Caras y Caretas y el diario Crítica. Por último, repasa cómo esta teoría se aplicó al más degenerado fenómeno de la política argentina: Juan Domingo Perón.
El resultado es certero. “Lo que brutalmente podés ver, si confrontás las dos puntas de este trayecto que traza el libro, es cómo el concepto de degenerado se inicia con todo el floreo de la jerga científica y cómo hoy, ese mismo concepto, generalmente se expresa como anónimo o exabrupto, porque ya casi nadie se anima a decir tal palabra públicamente”. Un trayecto que va de la academia al insulto. Lo que aparece inalterable, en cambio, es el método lombrosiano. “El otro día escuchaba por radio a una señora que contaba que la habían asaltado y se sorprendía porque el tipo no tenía cara de chorro. Me dije: ahí está vivo Lombroso”.
La patria es chica
«La patria es una idea. Y esa idea se construye a partir de la bandera, el himno, la escarapela, pero también de la familia, el barrio, los hijos. Es todo eso y nada de eso. Siempre está en el plano del imaginario y ese imaginario es social”, dirá Gabo para explicar su desafío: incluir en ese imaginario lo excluido.
Por lo general, se analiza la función biopolítica de los cuerpos en relación al mercado, pero no en función de cómo con ellos se construye una idea de patria, a partir de una clasificación que, por descarte, establece el identikit del ciudadano ideal. Gabo viene ahora a recordarnos el fracaso de esa operación y su intención no es únicamente intervenir en el debate del pasado, sino meter un aguijón en el presente. Veamos cómo. “Hay una clase, que no está constituida sólo desde lo económico, que trata de perpetuar el canon de qué es bueno, qué es normal, qué es degenerado. Y por eso creo que estos debates por el mal llamado casamiento gay –porque se trata en realidad de la unión civil de personas del mismo sexo– constituyen un lugar muy nervioso para revisar estos conceptos”.
¿Cómo sería esa revisión?
Cuando el Registro Civil se impone y le quita a la Iglesia las actas de casamiento y nacimiento fue un gesto civilizatorio súper fuerte, pero no suficiente. Todavía se mezcla en el debate la cuestión de la reproducción y la cuestión de la ciudadanía. La ley de ciudadanía tiene que contemplar a todos y cada uno de los ciudadanos. No debe quedar afuera nadie, haga lo que haga en su vida privada, porque sino es un no-ciudadano. Hoy estamos en un lugar crítico, de crisis y de pensar nuevas formas. Y las que nos presentan como “normales” se difundieron a través de medios que todavía hoy pretenden construir la verdad. Una señora, en 1930, no se enteraba por su médico de qué se trataba la degeneración. Se enteraba por Caras y Caretas. La prensa y el cine –que ocupaba entonces el lugar que ocupa hoy la televisión– enseñaron cómo clasificar y la perpetuidad de ese canon es algo que le conviene a una cierta elite social. Tenemos, entonces, la oportunidad de revisar esa verdad, de entender que la Historia no es un dogma sino un problema, y de tomar conciencia de que tanto la Historia como la verdad son una construcción cultural…
Y que por lo tanto, se puede construir otra…
En realidad, otras, porque las verdades, como las identidades, son múltiples. En todo caso el desafío es cómo intervenir en la construcción colectiva de esa verdad para que sea resultado de un consenso y no de una imposición. El problema es que semejante conciencia trae angustia, porque la duda es angustiante. Y ésa es la angustia política con la cual se especula. Ya hay mucha angustia en el cotidiano: desde si voy a llegar a fin de mes hasta si mi marido me quiere, como para sumarle a eso las políticas. Soy, igual, de los que prefieren una angustia consciente a una felicidad insconciente.
Qué vivo: vos después cantás.
Y sí: transformo desde ahí. Acá es donde lo que hago se funde con el color de la militancia: para mí el arte no es para cobardes, es para apasionados. Por eso, estoy acostumbrado a ganar por afano o perder por goleada, no a empatar.
Portada
Hasta siempre, Mirta
Lo dijo con una sonrisa, amorosa, y con la mirada encendida, directo a los ojos: “El miedo es para los cobardes”. Fue un jueves de puro sol, cuando le preguntamos si tenía miedo en este contexto, antes de comenzar una nueva ronda que justo ella, con otras trece madres, fundó el 30 de abril de 1977, cuando buscaban con desesperación a sus hijos e hijas.
Mirta Acuña de Baravalle buscaba, además, a un nieto o nieta: su hija Ana María, a quien secuestraron el 26 de agosto de 1976 junto a su compañero Julio César Galizzi, estaba embarazada. Mirta murió este viernes sin saber qué pasó con ellos.
Su despedida será de 16 a 19 en el hall del Municipio de San Martín, el partido donde ella vivía, donde jugaba al scrabble sin cansarse, y donde seguía todos los jueves las rondas de Madres Línea Fundadora por las transmisiones de medios comunitarios, mandando saludos en vivo y recordatorios que una hermana leía sobre otras personas desaparecidas.
Tenía 99 años, la mirada encendida y la sonrisa amorosa, para indicarle a nuevas generaciones que la lucha sigue.
Gracias, Mirta.
Presente, ¡ahora y siempre!
Mirta en las marchas masivas del 24 de Marzo, marchando por la memoria, la verdad y la justicia junto a sus compañeras de Madres Líneas Fundadora. Foto Lina Etchesuri para lavaca
24 de Marzo de 2017. Mirta acompañada por Victoria Moyano, nieta recuperada. Foto Lina Etchesuri para lavaca
Esta foto fue tomada el 29 de febrero de este año y fue el último jueves de ronda donde estuvieron las tres Madres Líneas Fundadora juntas: Nora Cortiñas (fallecida el 30 de mayo), Mirta Baravalle (en el centro) y Elia Espen. Consultada sobre si tenía miedo en un contexto de discursos de odio y negacionistas, Mirta respondió a Lavaca con una sonrisa: “El miedo es para los cobardes”. Foto Lina Etchesuri para lavaca
Nota
S.O.S. Garrahan: el desfinanciamiento del hospital modelo
Un guardapolvo blanco, pintado de letras rojas en el dorso: “Salud en lucha”. Una pancarta naranja, con letras negras, que grita: “El Garrahan es insalubre”. Lo que adorna a las instalaciones del centro pediátrico de referencia en salud pública, gratuito, de altísima calidad y de máxima complejidad donde se atiende a infancias de todo el país, refleja el contexto de lucha: seis paros en diez semanas. Una movilización el martes pasado a Plaza de Mayo. Otros paros por venir. Y un festival que se está organizando para el 8 de noviembre. Seis mil laburantes que dijeron basta, que ya no se puede, que así no se sigue. Los reclamos son tan centrales como diversos: salario, condiciones laborales y presupuesto. Todos, repercuten en un problema tan primordial como poco tenido en cuenta: la salud mental de sus trabajadoras y trabajadores.
Por Francisco Pandolfi
Lo que pasa puertas adentro de esta entidad emplazada al sur de la Ciudad de Buenos Aires llevó a que en 2019 se creara la Comisión de Condiciones de Trabajo Insalubres y Agotamiento Prematuro del Hospital Garrahan.
Ivone Malla tiene 55 años y es, desde hace 12, médica hepatóloga del hospital e integra la comisión desde su nacimiento. Le cuenta a lavaca por qué surgió la necesidad imperiosa de organizarse y de ponerle ese nombre: “En 2019 empezamos a notar la situación compleja en la que estábamos. El grado de sufrimiento que padecíamos por estar expuestos durante tanto tiempo, todos los días, muchas horas por día, bajo una presión insoportable un tercio de nuestra vida. Armamos un grupo de whatsapp, primero entre cinco, seis personas, y en menos de una semana éramos 200. Hicimos reuniones y armamos la comisión con integrantes de distintas áreas del hospital. Y decidimos armar un informe que es contundente por los datos que denuncia. El documento de 40 páginas tiene cifras como estas: “En el Garrahan muere casi un paciente por día. La mayor parte es menor de un año y un cuarto menor a un mes”.
La salud de quienes cuidan la salud
Ivone actualiza algunos datos del informe presentado en marzo de 2020:
–El 26 por ciento de las licencias que se piden en el hospital se deben a trastornos de depresión y problemas de salud mental.
–Hicimos una encuesta y uno de cada 2 trabajadores del hospital toma psicofármacos.
–Otro dato alarmante tiene que ver con la tasa de suicidios. El hospital duplica a la tasa del país, que es de uno cada 12 mil personas por año. En el Garrahan somos 6 mil laburantes y tenemos un trabajador por año que se suicidó. De hecho, cuando empezó este reclamo se mató un compañero. Obviamente este no es un número oficial, porque pedimos el registro a las autoridades y no brindan la información, pero nosotros sabemos bien lo que pasá acá.
Frente a este escenario, desde la Comisión proponen medidas concretas: “Demostramos con datos fehacientes que el trabajo que realizamos afecta nuestra salud física y mental y amerita la aplicación de un régimen especial que contemple las condiciones de trabajo insalubres y/o agotamiento prematuro a los que estamos expuestos, y limite la exposición con reducción horaria sin afectar nuestros salarios (de ocho a seis horas el área médica y de siete a seis la enfermería), licencias por estrés (de cinco a quince días anuales) y reducción de nuestros requisitos jubilatorios (25 años de servicio, mínimo 50 años de edad y 82% móvil).
Ivone sentencia: “Se habla mucho del modelo Garrahan, que la manera de sostenerlo es que pasemos más horas en el hospital y debe suceder todo lo contrario. Un motivo por el que se están yendo muchos profesionales es por los bajos salarios, porque aunque siempre cobramos poco el ajuste de los últimos meses es feroz, pero otro factor es por ese mismo modelo Garrahan que te obliga a quemarte, a dejar la salud, porque te exprime a tal punto de ser expulsivo. No podemos continuar un sistema que no cuida la salud de quienes cuidamos la salud pediátrica de mayor complejidad del país”.
La situación de insalubridad de las y los trabajadores del Garrahan es gravísima.
El sueldo más bajo de la historia
Norma Lezana es la Secretaria General de la Asociación de Profesionales y Técnicos. Tiene 62 años y hace 36 que trabaja en el hospital, cuando ingresó meses después de la inauguración del Garrahan, el 25 de agosto de 1987. “Estudié en la universidad pública y recuerdo cómo mi sueño era trabajar en ese lugar que se estaba construyendo. Yo armé mi vida en paralelo a este hospital de tanto prestigio, que sigue solucionando las enfermedades más graves y raras de los niños y niñas de Argentina, que no son números. Cada historia es un pacientito, un nombre, una familia. Cada caso requiere una reunión, un equipo interdisciplinario detrás, esa siempre fue la intención acá, así nos formamos y así creció el Garrahan”, dice Norma, ya con los ojos vidriosos.
Esa labor en equipo, hoy la replican para otro tipo de lucha: “Ahora nos toca defender la importante misión que tiene esta institución, en un momento en el que quienes trabajamos estamos cobrando el sueldo más bajo de la historia. En menos de un año, la inflación fue de 236% y nuestro salario apenas subió el 100. Este cambio fue de golpe, entonces no hubo manera de acomodarnos, porque no podés de un día para el otro dejar de pagar internet, de mandar a tu hijo al colegio, ya no pagar los impuestos. Es angustiante lo que estamos viviendo. Una compañera el otro día me dijo que empezó a pagar el alquiler con el crédito que te da Mercado Pago, que te cobra mucho interés y en poco tiempo ya no va a tener sueldo. Otra me dijo que no tenía de dónde sacar para el campamento escolar de su hijo. Yo gastaba 5 mil pesos de luz y me vinieron 100 mil. Es muy estresante, esto antes no pasaba”.
Desde las distintas organizaciones que forman la vida política del hospital dan números concretos: los operarios y técnicos no llegan a 500 mil pesos. De enfermería a 750 mil. 900 mil del área médica con aproximadamente 15 años de experiencia. Ivone expresa: “Necesitamos una recomposición salarial del 100% y un sueldo inicial igual a la canasta familiar, que hoy está en 1.500.000 mil pesos”. Completa Norma: “Los sueldos más bajos están bajo la línea de la pobreza y los de la mayoría, salvo los de los médicos más antiguos y los cargos de conducción, tampoco llegan a cubrir la canasta básica. Frente a esto, nuestro sueldo subió un 1 y un 2% en las últimas paritarias, que es lo que firmó UPCN con el gobierno nacional. Por eso denunciamos al sindicato, a la CGT y a la CTA, porque firmaron esto calladitos, como si no se dieran cuenta la situación que vivimos”.
Norma es licenciada en nutrición y pone el foco en lo que compra (o no) la gente y en lo que mira (o no) el Gobierno nacional: “Veo changuitos vacíos, poca fruta, verdura y lácteos. El salario no es algo que nos puedan recortar, porque no es un gasto. Pero este gobierno es insensible, cruel, lleno de mercenarios. Pueden hablar de déficit cero, de que Caputo es el mejor ministro, pero la realidad es que varios enfermeros después de trabajar diez horas, cuando salen a las 7 de la mañana de acá se van a otro trabajo y no a descansar. Puede ser libertario o no libertario, pero si esta es la realidad sólo queda claro que es un gobierno pésimo”.
Mientras tanto, la perspectiva del Ejecutivo: “El Ministro de Salud Mario Lugones acaba de presentar un plan estratégico de recorte del 20% en la salud. Es criminal esta decisión. Y sólo se explica con el lobby que está haciendo la gestión privada. Los funcionarios son sus gerentes y nos están llevando a un retroceso tremendo”.
Hay salarios iniciales que no llegan a los 500 mil pesos.
El éxodo de trabajadores
Josmar Flores Arnéz es licenciado en bioimágenes, tiene 36 años y hace 15 que trabaja en el servicio de neurointervencionismo del hospital. “Desde hace varias semanas luchamos por una recomposición salarial y por mejores condiciones de trabajo. Este año convivimos con un presupuesto congelado que duró los primeros seis meses. El Ministerio de Salud mandó una ampliación de ese presupuesto, pero es insuficiente. Por eso exigimos la apertura de paritarias y un porcentaje acorde que por lo menos nos empate con la inflación. Las categorías más bajas no pueden cubrir ni lo básico, como vestirse, comer, educarse”.
Josmar es delegado de la junta interna de ATE y comparte un dato que refleja la situación extrema: “No nos quisieron decir el número concreto, pero desde la propia Dirección confesaron que en los últimos 9 meses renunció la misma cantidad de profesionales que en los últimos 9 años. Si bien esta situación no empezó con este gobierno, sí la profundizó muchísimo y potenció el éxodo de profesionales. Esa pérdida no se recupera”.
Guido Gromadzyn es neurocirujano y parte de Trabajadores Autoconvocados del Garrahan. Tiene 40 años y desde 2009 recorre estos pasillos. Su cumpleaños de 15 no está siendo el más feliz: “Nunca estuve tan preocupado, porque la salud pública está peor que nunca. El hospital hasta ahora, había sido un oasis al realizarse las técnicas más avanzadas y nunca nos faltó nada. Si bien muchas veces tuvimos conflictos de sueldo, es muy preocupante sentir cómo el hospital de a poco se va debilitando y desmantelando desde el recurso humano, y desgranando todo el trabajo interdisciplinario tan característico del Garrahan. Siempre tuvimos los mejores profesionales y ahora están renunciando porque no llegan a fin de mes, profesionales que tienen alquilar y les es imposible, hipermegaespecialistas que ya no les conviene hacer las jornadas extendidas de 8 horas cobrando un sueldo miserable y entonces se van a trabajar a otro lugar o directamente fuera del país”.
Guido mira el futuro: “Es lo que más me preocupa. Somos un hospital escuela y va a llevar años y décadas formar este tipo de profesionales. Esto va a repercutir directamente en la salud de los chicos y si sigue así va a empeorar, porque muchos compañeros nos dicen: ‘Yo estoy hace 15 años, siempre me puse la camiseta, pero más allá de marzo no aguanto’. Es desesperante saber que en poco tiempo el gobierno está rompiendo todo y que nos va a llevar muchísimo reconstruirlo”.
Sobre el financiamiento freezado, Norma Lezana pone números: “Al presupuesto que teníamos de 60 mil millones del año pasado, que estuvo congelado todo el año y que en junio se acabó, llegó un refuerzo de 90 mil millones de pesos, o sea, un tercio más. Pero eso no tiene nada que ver con la realidad. Solo por poner un caso: el medicamento gammaglobulina aumentó 10 veces, y lo mismo sucede con el resto de los remedios, insumos y obras. Por eso en salud no se puede ajustar, pero el ministro Lugones es el hombre manos de tijera, solo piensa en recorte, recorte y recorte”.
Hay motosierra, licuadora y también organización como defensa de la salud pública.
El ministro que nunca pisó el hospital
El Juan Pedro Garrahan lleva ese nombre por un reconocido pediatra. En cuanto a su sostenimiento, depende un 80% del Ejecutivo nacional y un 20% del gobierno porteño. Cuando a principios de octubre asumió el ministro Lugones, una de sus primeras decisiones fue echar a todos los integrantes del Consejo de Administración, al otorgar un bono por única vez de $500 mil pesos a las y los trabajadores. Contextualiza Ivone: “El bono no fue una dádiva, sino el producto de varios meses de reclamo y además se obtuvo con recursos genuinos que producimos con nuestro trabajo, ya que ese dinero salió de una caja donde va la plata que se recauda de las obras sociales de los pacientes. Esa caja sigue existiendo, pero el mensaje de la patronal fue que ya no se repartirá entre las y los trabajadores”.
Josmar agrega: “Cuando Lugones se reunió hace 15 días con el nuevo Consejo de Administración (presidido por Soraya Anis El Kik) dijo públicamente que el presupuesto del hospital garantizaba su total funcionamiento, pero nosotros sabemos que no es así”. Da un ejemplo: “En una de las terapias especializadas en pacientes inmunosuprimidos donde sí o sí debe haber una determinada ventilación, en estos últimos días de calor los aires acondicionados no funcionaron. Y no funcionan desde hace varios meses porque dicen que no hay plata para arreglarlos. Da otro: “No solamente se nota en las habitaciones de los pacientes, también en los entrepisos técnicos donde está toda la maquinaria, hay mucha precariedad en el ambiente, con paredes, techos y pisos rotos”. Otro más: “En los vestuarios del personal hay humedad, hay ratas, hay baños clausurados”. Y explica el por qué de las palabras del ministro Lugones: “Nunca pisó el hospital”.
A 37 años de su inauguración, sus trabajadores denuncian cómo lo están desmantelando.
La resistencia
Por año, el Garrahan atiende 660 mil consultas. Realiza 12 mil cirugías. Trata el 40% del cáncer infantil del país. Hace más de 100 trasplantes pediátricos de órganos, lo que representa al 50% de toda la Argentina.
Eso, y muchísimo más, es lo que está en juego.
Tras la marcha blanca del martes pasado, donde confluyeron con las clases públicas universitarias, ayer se consensuó en la asamblea del Garrahan continuar el plan de lucha. Se votaron dos paros: el jueves 31 de octubre, con permanencia y distintas actividades. Y el viernes 8 de noviembre, con un abrazo cultural y social en defensa del hospital, y con el cierre de un festival musical.
Guido Gromadzyn: “Hace meses que reclamamos y, aunque esto nos está llevando un montón de desgaste mental y emocional, vamos a seguir organizándonos para que esto le llegue a toda la comunidad y así evitar que esto se desbande aún más. Vamos a seguir, porque aunque este gobierno parezca que nunca escucha, siempre sirve hacer ruido”.
Cierra Norma Lezana: “Hay mucho en riesgo y no sé si la población es consciente de lo que se puede llegar a perder si no hay un cambio de rumbo en un gobierno que no dialoga, que no entiende lo evidente. Acá estamos preparados para resistir, porque si no resistimos nosotros, no lo va a hacer nadie. Estamos fortalecidas y convencidos de que vale la pena defender todo lo que significa nuestro hospital Garrahan”.
Nota
Desalojo a una comunidad originaria en Jujuy: el poder político detrás de la violencia policial
La comunidad originaria kolla de Guerrero, al sur de la provincia, fue desalojada este martes en medio de una violenta y desproporcionada represión policial: “Casi 200 policías para un puñado de mujeres, niños y ancianos”. Hubo detenciones y vejaciones: “Les hicieron sacar toda la ropa; los tuvieron contra una pared con los brazos arriba por tres horas y si querían bajar los brazos, les pateaban las canillas”. La complicidad entre la Justicia y el poder político. La figura del empresario de medios y ex vicegobernador peronista Guillermo Jenefes, cuya familia reclama esas tierras. La voz de la comunidad desterrada, que hace siglos vive en ese territorio: “Pasaron las topadoras por nuestras casas, por nuestra chacra. Arrasaron con todo, no quedó nada”.
Por Francisco Pandolfi
En Jujuy, a la gente originaria la destierran de su tierra, por ejecución de la policía, por orden de la Justicia y por decisión de la política.
Los desalojos de las comunidades indígenas no son una excepción, sino una regla a piaccere de quienes manejan la provincia del norte del país. Fueron moneda corriente en la última parte de la gestión de Gerardo Morales. Y lo son desde que el pasado 10 de diciembre lo reemplazó Carlos Sadir, quien fuera su Ministro de Hacienda y Finanzas. Este martes, cinco familias campesinas fueron arrancadas de su tierra ancestral en la localidad de Guerrero, al sur de la provincia de Jujuy, a 20 kilómetros de la capital, San Salvador. Una comunidad que contaba con personería jurídica desde 2008, otorgada por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) y con el plano catastral que marcaba los límites de su territorio, publicado incluso en el Boletín Oficial de la Nación (resolución 62/2018). Ni ese marco legal impidió un operativo violento y descomunal conformado por más de 150 policías, luego que la jueza Lis Valdecantos Bernal, a cargo del Juzgado 7° de Primera Nominación en lo Civil y Comercial, ordenara el desalojo.
No se trata de un terreno más. Detrás de este desalojo se encuentra la todopoderosa familia Jenefes, que reclama las tierras como propias. Guillermo Jenefes fue vicegobernador de Jujuy entre 2011 y 2015, en la administración peronista de Eduardo Fellner. En ese lapso, nombraron a la Valdecantos Bernal como jueza. Guillermo Jenefes también fue uno de los constituyentes que votó a favor de la Reforma (in)Constitucional que el radical Gerardo Morales impuso el año pasado a espaldas del pueblo. Guillermo Jenefes además es un robusto empresario de medios de comunicación de Jujuy. Juan, su hijo, denunciante de la comunidad indígena, es diputado provincial por el PJ.
Fotos: comatoconvocada.jujuy
Arrasa-miento
Lorena Durand integra la comunidad kolla de Guerrero recientemente despojada. Cuando la contactamos desde lavaca, pidió si la podíamos llamar “en quince minutos” porque estaba entrando al colegio de sus hijos a justificar por qué no fueron a clase esta semana. Se la nota agitada. Con un dejo de agotamiento en el habla y en la respiración, que persiste en el aire cuando termina cada oración. Minutos después, lo primero que dirá son dos palabras, con múltiples significados: “Acá estamos”.
El acá estamos literal es en el portón de ingreso de su comunidad. “Nos acercamos a pedir por nuestros animales. Y a darles agua y comida, pero no nos dejaron. Además de animales grandes, como vacas, caballos y ovejas, quedaron gallinas, gatos y un corderito al que estábamos dándole mamadera. Una abogada proteccionista nos está ayudando y logró que nos los entreguen, aunque por tandas. Ayer nos devolvieron algunas perras, en un estado deplorable, golpeadas, asustadas. De 30 gallinas nos dieron 11, todas muy lastimadas. La Policía demolió nuestras casas, pasaron las topadoras cuando la orden judicial decía solamente desalojar. No deberían haber tocado las viviendas y creemos que en esa demolición aplastaron a muchos animales”.
El acá estamos, Lorena también lo dice suspirando injusticia y una lucha que seguirá, ahora sin un techo donde vivir, y en una abismal desigualdad de condiciones. Habla de corrido, como quien necesita diseminar lo que está pasando lo más rápido y contundente posible. “Los animales grandes no los vamos a sacar, porque sacarlos sería perder nuestra posesión y no lo vamos a hacer”. Y repite, porque cree que hay oraciones que necesitan subrayarse: “Y no lo vamos a hacer. Nosotros acá estábamos en uso y posesión de nuestra tierra, vivíamos, teníamos árboles frutales, nuestra chacra y los animales, que son nuestra principal fuente de ingreso. Todo fue arrasado. Todo. No quedó nada”.
Fotos: comatoconvocada.jujuy
Jenefes, el patrón
De fondo, se escuchan los bocinazos de gente autoconvocada que se acercó a apoyar a las familias. Hay mucho ruido en este desalojo: “Somos una comunidad aborigen con reconocimiento nacional, pero en Jujuy Guillermo Jenefes maneja absolutamente todo: el poder político, la policía, todo, todo, todo. Él quiere sacarnos del terreno para fraccionarlo y venderlo; al resistir estamos yendo contra el gran patrón de la provincia”.
Lorena argumenta: “Nosotros no somos una comunidad improvisada como él nos quiere hacer ver, no estamos fuera de regla. Hasta tenemos personería jurídica otorgada a nivel nacional. Figuramos en el ReNaCI (Registro Nacional de Comunidades Indígenas) y en el ReTeCI (Programa de Relevamiento Territorial de Comunidades Indígenas), además de tener nuestra carpeta técnica aprobada por el Estado Nacional. Desde Buenos Aires mandaron un equipo técnico y corroboraron nuestra existencia y preexistencia en este lugar, donde estuvieron nuestros antepasados mucho antes que cualquiera. Pero hoy, con el poder y el dinero que tiene, Jenefes hace lo que se le antoja”.
Fotos: comatoconvocada.jujuy
Una peli de terror
El martes a la mañana arremetió un operativo encabezado por efectivos del CEOP (policía provincial), con más de diez patrulleros, caballos y armas de fuego. Detuvieron a seis integrantes de la comunidad “por resistencia a la autoridad” y los liberaron algunas horas después. Cuenta Lorena: “Nos pasaron por encima. Vinieron casi 200 agentes para desalojar a un puñado de mujeres, niños y ancianos. A mi nene de 10 años le doblaron los brazos hacia atrás. Fuimos violentados y vulnerados, la situación fue totalmente caótica y traumática. Se llevaron a dos personas mayores de 70 años, sin comida, ni bebida, incomunicados. A mi esposo y a mi primo los golpearon, los vejaron, les hicieron sacar toda la ropa “para buscarles los celulares”; los tuvieron contra una pared con los brazos arriba por tres horas y si querían bajar los brazos, les pateaban las canillas. De terror la violencia que generaron, no hay palabras para describir lo que pasamos”.
Hay más. Clemencia Farfán tiene 99 años y vivió allí toda su vida. Es la abuela de Lorena: “La sacaron de la cama donde estaba, la empujaron a su silla de ruedas y la llevaron afuera, le cerraron las puertas de su propia casa y la pusieron de espaldas a su tierra. Fue terrible lo que hicieron y con muchísima brutalidad”. Su abuelo Carlos falleció hace tres años y está enterrado en su territorio. “El mayor miedo que tenemos es que saquen el cadáver de nuestro abuelo. Nos dieron 72 horas para que lo saquemos. ¿Cómo vamos a sacarlo de su tierra? Ellos están tratando de borrar todas nuestras huellas, causando el mayor daño posible antes de que regresemos a nuestro hogar, porque saben bien que hicieron las cosas mal, que la orden de la jueza está totalmente fuera del orden constitucional”.
Un puñado de kollas
La vocera de la comunidad asegura que la jueza Lis Valdecantos Bernal firmó el desalojo porque Jenefes, cuando era vicegobernador, la nombró en ese cargo. “Le pagó el favor y puso una firma donde no había argumento, pero Guillermo Jenefes mueve los hilos de todas las marionetas: el Poder Judicial, la Policía y el resto de los políticos. Él hace ostentación de su poder, a diestra y siniestra, sin importarle nada”.
La disputa la tierra lleva 17 años sin ninguna resolución: Explican desde la comunidad: “Si Jenefes tuviese algún papel que demostrase que es suya o de su familia, ¿alguien podría creer que el conflicto jurídico seguiría? No, nos hubieran sacado desde un principio. No hay ni un papel que corrobore que el terreno es de él, pero la jueza debió pagar el favor. Este hombre es dueño del canal 7 –la única señal que llega a todo Jujuy– y tiene mucha injerencia en el canal 4, por eso en la provincia no se nos abren los micrófonos”.
Además de un posible negocio inmobiliario, en zona de majestuosas yungas, pura vegetación verde y cerros, Lorena apunta a otro foco de la persecución: “Jenefes es una persona cuyo orgullo no le permite mirarnos como iguales. Odia que un puñado de kollas ose pararse delante de él, mirarlo a los ojos y decirle: ‘Vos no sos mi patrón’. El país tiene que saber que los desalojos a las comunidades originarias están siendo cada vez más frecuentes. Los terratenientes están tomando un impulso que debemos frenar. Lo que nos hicieron debe ser la gota que rebalsó el vaso”. Concluye, desde la puerta de su comunidad, aunque del lado de afuera del portón: “Somos la comunidad aborigen de Guerrero, pertenecientes al pueblo kolla, de piel oscura y estamos orgullosos de serlo. Acá estamos, y acá estaremos”.
Fotos: comatoconvocada.jujuy
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