CABA
Crimen de Blas: policía reconoce que plantaron un arma
Una policía imputada reconoció que en la escena del crimen de Blas, un joven cordobés de 17 años, se plantó un arma para escenificar un tiroteo que no fue. Esta prueba ratifica la teoría de gatillo fácil que plantean los amigos, que fueron tiroteados por la policía de auto a auto. En esta nota describimos el caso, las dudas y el pedido de justicia, contamos quién era Blas y cómo actúa en Córdoba una violencia policial sin límites que espera esta vez tener condena.

El caso de Blas movilizó a toda la provincia de Córdoba contra el gatillo fácil, como venía sucediendo desde hace años con la Marcha de la Gorra. Los detalles del caso revelan la saña policial y el encubrimiento judicial que envuelven crímenes que recuerdan a la dictadura. Por qué es un sistema que perdura y cómo se organizan los jóvenes para cambiarlo. La voz de amigos de Blas, la mamá de Facundo Alegre y de quienes desde la Marcha de la Gorra analizan el control territorial que genera el Estado a través de lo que no dudan en llamar fusilamientos.
Por Lucrecia Raimondi.
Noche del miércoles 5 de agosto. Córdoba capital. Valentino Blas Correas, de 17 años, con dos amigos y la novia de uno de ellos, todes adolescentes, se juntan a comer pizzas en un bar del centro. Después de cenar pasan a buscar a un quinto pibe en un barrio del sur de la ciudad cordobesa. Van a la casa de otro amigo. Pero el encuentro nunca sucedió. La madrugada del 6 de agosto a Blas lo mató la policía.
Andaban en un Fiat Argo blanco. Conducía el mayor de ellos, con 18 años recién cumplidos. Al lado, de copiloto, su novia. Atrás los tres chicos, Blas sentado en el medio. Después de cometer una infracción de tránsito (doblaron a contramano en una calle) en el cruce con la avenida Cruz Roja una posta policial les hizo señales de frenar. Por miedo a la policía, evadieron el control. Fue entonces que los policías Javier Alarcón y Lucas Gómez, parados al costado de los móviles y al ver que el Fiat no frenaba, dispararon más de 20 tiros contra el auto de los pibes. Aterrado, el adolescente que manejaba aceleró para escapar de las balas.
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Pasando la Ciudad Universitaria, a pocos metros de recibir los disparos de la policía, dos de los tres chicos que iban atrás, asustados, pidieron que les abrieran las puertas para seguir caminando. Le dijeron a Blas que se bajara con ellos. Blas expresó que no podía moverse, que lo habían herido: uno de los balazos atravesó el vidrió trasero e impactó en el omóplato del adolescente. Con las puertas abiertas y Blas desangrándose, el conductor aceleró para buscar ayuda en la clínica Aconcagua, donde les negaron la atención.
Siguieron en busca de otro hospital, Blas mal herido atrás. Un patrullero se les cruzó y no los dejaron avanzar. Blas murió por las balas de la policía y la falta de atención médica.
Por el asesinato de Valentino Blas Carreras hay 12 imputados, de los cuales 5 están detenidos: dos por homicidio doloso y tentativa de homicidio, los que apretaron el gatillo fácil, y otros tres policías por encubrimiento: según la investigación, quisieron plantar un arma en el escenario del crimen. Además, están siendo investigados tres médicos por abandono de persona y tres oficiales por omisión del deber público. Y un policía está imputado por lesiones calificadas por cachetear al pibe que conducía el auto, cuando buscaban auxilio y les cortaron el paso.
La familia de Blas va más allá en las responsabilidades y aseguran que la muerte del adolescente responde a las políticas del gobernador de la Provincia, Juan Schiaretti, el ministro de Seguridad cordobés, Alfonso Mosquera, y el jefe de la Policía provincial, Gustavo Vélez. Según la CORREPI, este año se registraron, con el de Blas, seis casos de fusilamiento por parte de las fuerzas de seguridad en los barrios de Córdoba: Gastón Mirabal y Fabián Perea en la capital; Franco Sosa en Ciudad Evita; José Ávila en Villa El Libertador; y Lorenzo Rodríguez en Río Tercero. Además, la coordinadora anti represiva supo de dos otros hechos graves de violencia policial en Córdoba: Alejandro Amaya, de 15 años, fue herido de gravedad con balas de la fuerza provincial y Horacio Romero fue atropellado por un patrullero, golpeado y detenido sin recibir atención médica por romper la cuarentena.
Muerte joven
Blas y sus compañeros estaban terminando el secundario en el colegio San José. Se conocieron en primer año y construyeron un vínculo de hermanos. Eran un grupo de amigos inseparables. Al principio de las clases Blas renegó mucho porque no podía ir al colegio. Extrañaba caminar las dos cuadras hasta la escuela, molestarse en el recreo con sus amigos, disfrutar el sexto y último año, que para todo adolescente es el más lindo e importante. A quien lo conocía de afuera, dice su hermano Juanse, Blas no parecía un chico simpático: “Tenía cara de mala onda pero es la típica cara seria que tenemos en la familia”. Blas era tímido pero cuando entraba en confianza era muy gracioso, un personaje muy particular, un pícaro que hacía reír hasta a sus profesores.
Blas ya no está y los chicos que iban con él en el auto quedaron muy mal, shockeados y dolidos. “Perdieron a su amigo de la peor forma posible”, dice Juanse, de 19 años, que mantiene un contacto diario con los sobrevivientes y los conoce por el vínculo apegado que tenían con su hermano. Recuerda que cuando llegaron al lugar había más de 50 policías rodeando el auto baleado con Blas adentro. No los dejaron pasar ni les informaron sobre qué había pasado. Ahí empezaron a tener miedo: “A que ensucien, a que mientan; miedo por nosotros mismos, también porque mi papá se desmayó y no lo atendieron, no nos hicieron el psicológico ni nada, nos trataron con mucha frialdad los policías”, dice Juanse. Y cuenta una realidad que para ellos marcó un límite: “La policía mató a un niño. No puede ser que vivamos así”.
Todo podrido
A diferencia de otros chicos pobres de las barriadas cordobesas, los amigos de Blas aseguran que antes de esa noche no tenían miedo a que un policía los matara. Pero ahora la percepción cambió: “Ahora tenemos miedo de cualquier cosa porque nos mostraron la peor mugre. No eran dos policías: esa noche eran fácil cincuenta entre comisario, subcomisario, cabos, todos metidos ahí, sin dejarnos pasar, ensuciando todo”. Juanse resume: “No es el mundo en el que yo quiero vivir. No quiero salir teniéndole miedo a la policía. La pregunta no es por qué los chicos no frenaron, sino por qué los chicos tienen miedo a frenar cuando los para la policía. Eso es lo que yo quiero lograr cambiar. Si yo tengo que salir a hablar, tengo que ir pidiendo las respuestas, lo voy a seguir haciendo. Mi familia lo va a seguir haciendo. No vamos a bajar los brazos”.
La contención a la familia vino de sus amigos, sus vecinos, de los habitantes de Córdoba que se conmovieron con el crimen de Blas y salieron a las calles en lo que quizá fue la movilización más grande en toda la cuarentena. “Nunca me imaginé que la movilización iba a ser tan grande -sigue Juanse-. La gente salió igual a pesar del miedo por la pandemia. Se ha despertado y eso me impresionó. En la sociedad veo que la gente no baja los brazos, se compromete con el ruido nuestro, de tomarse el tiempo de difundir algo que no le pasó pero sabe que le puede pasar y se dio cuenta de que esto no puede seguir así”.
Lo profundo
La Coordinadora de Víctimas de Gatillo Fácil regional Córdoba continuó organizándose para la Marcha de la Gorra pero también para acompañar los casos nuevos que sucedieron y mantener viva la memoria de los casos históricos como el de Facundo Rivera Alegre. Su mamá, Viviana Alegre, es un testimonio directo de quien vive, quien sufre y quien transita la represión estatal: su hermana y su cuñado están desaparecidos por la última dictadura cívica-militar y en 2012 la policía de Córdoba desapareció a su hijo en democracia. “De la situación de represión mucho no se habla y está igual que en todos lados a nivel nacional. Acá con Blas Correas se hizo más visible pero hubo más casos que no tuvieron mediatización porque eran pibes de barrio, de otras zonas”, interpreta Viviana.
Agustín participa de la Marcha de la Gorra en Córdoba desde hace seis años. Entiende que el término más adecuado para referirse al gatillo fácil es el fusilamiento, por la herencia de las prácticas represivas por parte del Estado y porque la mayoría de las muertes en ocasión de disparo por parte de las fuerzas de seguridad son por la espalda.
En ese sentido, analiza Agustín que la Marcha de la Gorra construyó un proceso de identificación de la represión estatal en Córdoba, que empezó con detenciones arbitrarias y persecuciones, continuó con las desapariciones forzadas en democracia y culminó con los fusilamientos. Y que esta violencia creciente es la que se vive hoy en la provincia, donde la Policía de Córdoba y las fuerzas de seguridad nacionales apuntan estas prácticas represivas sobre un sector de la población con un objetivo planificado. “Para nosotros es muy importante pensar ese término, disciplinamiento y control social, y que tiene que ver con un aumento de la fuerza represiva, no solo material en cuanto a agentes y a patrullaje y armas y sofisticación y tecnologías, sino también a la intencionalidad política. No fue suficiente la detención arbitraria y las violencias, sino que profundizaron la utilización de esas herramientas para terminar desapareciendo personas y fusilándolas”.
¿Qué políticas hacen visible estos lineamientos?
Por ejemplo, desde los gobiernos de la ciudad trazaron un diseño urbanístico geográfico determinado. Los asentamientos que durante muchísimos años estuvieron en el centro de Córdoba fueron erradicados y trasladados hacia las afueras con la intención de que no se vean las poblaciones más empobrecidas, más desfavorecidas. Despejaron el centro de lo que no debe ser visible, lo llevaron hacia donde no se ve. Entonces esa gente que antes ocupaba los barrios del centro fue llevada a la periferia. Ahí crece una generación. Que cuando empieza a querer venir al centro es detenida, perseguida, se le prohíbe el circuito, no puede ir a los shopping, no puede ir a los paseos, no puede ir a los juegos, tienen que hacer todo en su barrio. Y la gente del centro que tiene una apariencia similar a los desplazados, corre la misma suerte. Así definen los sectores públicos por donde algunos cuerpos e identidades pueden transitar.
En carne propia
Agustín sufrió represión estatal en varias oportunidades. La más vejatoria fue en un baile del cuartetero Ulises Bueno: un oficial de la policía lo obligó a desvestirse en un cubículo del baño de varones para revisar si tenía drogas. Agustín, que acompaña a los pibes de barrios populares y les explica cómo defenderse de la policía, no pudo defenderse a sí mismo. Estaba aterrorizado. Se sintió violado. Reconoce que fue la secuencia más grave que vivió, pero que los abusos policiales, no solo la violencia física sino también la verbal, dejan marcas profundas en la subjetividad de lxs pibxs.
Las juventudes son la población que en mayor medida sufren estas prácticas policiales. Y las características de estigmatización que orientan el accionar represivo, para Agustín, están bien definidas: ser joven, de piel morocha, con un estilo de vestimenta deportivo; usar gorra, pertenecer a un barrio vulnerable, los tatuajes, la música, la forma de pararse o de estar sentados, los lugares a los que van a divertirse como puede ser un baile popular de cuarteto.
¿Qué genera esta violencia estatal?
Agustín: “Se va configurando un sujeto, una forma de ser que en primer lugar les tiene mucho miedo a esos agentes, a esos uniformes. En segundo lugar, mucho odio, demasiado odio. Y un tercer punto es que prepara a esas juventudes para que puedan hacer lo que quieren porque estén haciendo algo o no estén haciendo nada, esa misma violencia la van a sufrir”.
Viviana Alegre, que sostiene la memoria de sus familiares desaparecidos con la militancia anti represiva en Córdoba, hace una lectura del asesinato de Blas y que va más allá de este caso puntual. Una perspectiva de deécadas de historia, para comprender el presente. Viviana refuerza la idea de que no se trata de un hecho aislado y que la visibilización mediática de los fusilamientos está atravesada por una cuestión de clase: “Los chicos asesinados como Blas existen hacen rato pero viven en zonas marginales, en barrios populares y son de familias laburantes. Pero de ellos no se habla porque se estigmatiza a la víctima por su condición social, educativa o si tuvo algún antecedente. Y no tiene nada que ver si hicieron algo o no porque son iguales a otros chicos, todos tienen sueños y proyectos pero diferentes posibilidades”.
La mamá de Facundo Rivera Alegre analiza que el problema estructural es la injusticia social: “Hay chicos que son diamante en bruto pero se criaron en situaciones familiares complicadas y el Estado no les garantiza las oportunidades para estudiar y tener un trabajo. El problema central es la desigualdad, que los funcionarios fomentan, y beneficia a los que tienen el poder. La condición socioeconómica es lo que prevalece. Unos hijos valen más que otros para ellos por su condición social o el barrio donde viven, pero las fuerzas represivas a nuestros hijos e hijas nos los matan por igual”.

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El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.
Por María del Carmen Varela
El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.
La propuesta reza:
El Teatro está Abierto: ENTRÁ.
La historia no se repite igual, pero rima.
El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.
La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.
Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».
El texto poético que acompaña el mitín:
Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada
Ayer fue incendio, hoy es apagón
Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito
Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva
Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital
En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.
Entrá porque es urgente
Entrá porque es ahora.
El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.
Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)
[email protected]
Instagram: @festivalentra
CABA
Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.
Por Francisco Pandolfi
Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra).
La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.
La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.
Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra.
Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran:
• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.
• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.
• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.
• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.
• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.
• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.
Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:
• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.
• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.
• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.
La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.
Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.
¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?
Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.
¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?
Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.
¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?
Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.



La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.
Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.
Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.
Actualidad
Marcha de jubilados: balas y bolitas

Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales.
Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.
Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.
Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.
Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.
Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla.
- “Vacas gordas, jubilados flacos”.

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.
Números y un café
Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.
Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.
De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.
Abus en la calle
Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.
En la marcha hubo muchos carteles al respecto:
- No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
- Ni veto ni represión: fuera el FMI
- No al veto a las leyes en jubilaciones
- No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei).
Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”.

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.
Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.
Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”.

Jubilado hablándole a la pared.
Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”.
Vallas a donde vayas
El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.
Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”.

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.
Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.
La violencia y las bolitas
Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando.

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar).
La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

¿Qué escudan los escudos?
Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”.
Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.
Sin embargo, la gente no se fue.
La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió.
“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.
Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.
De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.
Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:
–Juguemos a las bolitas.
Todos se rieron, por el absurdo de la situación.
De nuevo, frente al horror, la creatividad social.
Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

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