Nota
Golpe al corazón: Damián Marino, el científico que reveló la contaminación generada por el modelo agrotóxico

Su corazón dijo basta de modo absurdamente rápido: tenía 46 años. Damián Marino fue uno de los principales investigadores de las consecuencias de los agrotóxicos en el medio ambiente y la salud humana. Más abajo reproducimos completo su último posteo en Facebook (que acaso explica la tensión a la que se sentía sometido por los cambios políticos y económicos en el país), la nota hecha en su momento en la revista MU (https://lavaca.org/mu90/con-que-se-come/) y la semblanza que realizan figuras como la científica Alicia Massarini, el doctor Damián Verzeñassi y el abogado especializado en Soberanía Alimentaria y Derechos Humanos Marcos Filardi.
Marino fue uno de los pocos científicos argentinos que dedicó su trabajo a investigar las consecuencias tóxicas del modelo productivo para la salud humana y el ambiente. Era licenciado en Química, doctor en Ciencias Exactas, promotor de grupos científicos de excelencia. Fue profesor en la facultad de Ciencias Exactas de La Plata e investigador del CONICET, donde su tema de trabajo figura así: “Estudio de la contaminación ambiental derivada de las actividades agropecuarias en la Región Pampásica”. Fue además inspirador del EMISA, el Espacio Multidisciplinario de Interacción Socioambiental, en Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata.
Damián descubrió y reveló la presencia de agrotóxicos en la tierra, en los ríos (el Paraná y el Plata incluidos), pero también en frutas y verduras, en el agua de lluvia y hasta en los algodones de venta masiva en los supermercados, hechos a base de transgénicos.
Esta es la reproducción literal de su último posteo en Facebook, el 4 de diciembre:
“Luego de estar hace 10 dias mal y un fin de semana en cama, recién vengo de la guardia del sanatorio diagnostico: pico gigante de estres!, hablando con la médica y cómo no voy a tener un pico de estres? … tengo equipamiento comprado a un dolar oficial que va a llegar el 12 y no voy a poder retirar de la aduana por la devaluación que hará Milei, cuando ves caer los planes bianuales de proyectos a pedazos y lo peor y más conmovedor de todo cuando becarios y pasantes brillantes con los que uno trabaja vienen a preguntarte si sus becas continúan o cómo sigue su futuro, creanme que estoy muy indignado con quienes votaron a Milei con el andar se van a dar cuenta que arruinaron un país, que nunca el odio es buen consejero, y que los mas pobres son los que pagaran los caprichos de ese voto, nunca la casta…. ya que a a la vista esta la semejante fiesta de toma de poder que esta organizando y ni hablemos ya el viaje en avión privado a EEUU a cambio de regalar una embajada, vas a ser un numero en un excel, en un déficit que hay que reducir, nunca vas a ser un argentino con derechos de ascenso social con esta gente, lástima que el daño ya esta hecho!”

Marino fue un polemista, un investigador, y recorrió buena parte del país para informar en las legislaturas provinciales y los concejos deliberantes los resultados de sus investigaciones y comprometiéndose con los pueblos fumigados. En su perfil de X se definía así: “Trabajando de manera colectiva para que la ciencia acompañe a los pueblos…. “
Aquí, tres semblanzas sobre su personalidad y su trabajo.
Alicia Massarini (doctora en Ciencias Biológicas, investigadora adjunta del Conicet, profesora de la Maestría en Política y Gestión de la Ciencia y la Tecnología (UBA) y de la Maestría en Enseñanza de las Ciencias de la UNSAM. Coautora de la 7° edición de Biología de Curtis y una de las inspiradoras de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza, UCCSNAL)
“El trabajo de Damián es pionero en la Química Ambiental. Trabajó constantemente utilizando sus conocimientos y motivando al equipo de jóvenes que lo acompañaban en la detección de agrotóxicos en suelo, agua, aire, agua de lluvia demostrando cómo los agrotóxicos se desplazan en los territorios más allá del lugar donde son aplicados. Cómo son transportados por las nubes, caen sobre los territorios, sobre los cuerpos de agua y así se dispersan y atraviesan todas las dimensiones ambientales y por cierto también nuestros cuerpos.
Damián siempre mostró un apasionamiento con lo que estaba haciendo, aportando innumerables de datos a comunidades que así lo requerían, con una gran coherencia y sentir en su discurso sobre la necesidad de un cambio profundo de modelo productivo en el agro, no focalizándose en un único agrotóxico, sino en este modelo como modelo adicto y la propuesta de la agroecología como propuesta superadora. Vamos a extrañar muchísimo Damián su contribución su trabajo su pasión su compromiso son irremplazables. pero bueno, seguiremos acompañando las luchas desde los lugares en los que estemos y seguramente muchos jóvenes que han pasado por sus equipos continuarán con la tarea.
Damián Verzeñassi (médico, profesor universitario, director del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario).
“El trabajo de Damián Marino y su equipo fue y va a ser para siempre un trabajo clave a la hora de cuantificar y de evidenciar lo que significa haber liberado los volúmenes de química venenosa, fundamentalmente de glifosato pero también de otros químicos, a partir del modelo industrial. Sus estudios de la contaminación del río Paraná de la contaminación del aire y del agua de lluvia, de lo que pasa con los suelos de los territorios arrasados por la agroindustria, son una referencia y lo seguirán siendo por mucho tiempo”.
“Entonces creo hoy no solo es la pérdida de alguien a quien queríamos. También es una pérdida de un sistema científico que, entrando en una etapa de crisis, como la que entramos ahora en Argentina, pierde a alguien que hubiera podido ser sin duda es uno de los defensores y militantes por la defensa de un sistema tecnocientífico nacional, al servicio de los pueblos y las comunidades, con la mirada puesta en quienes peor la están pasando. Ojalá su memoria sea dignamente custodiada por quienes quedamos acá”.
Marcos Filardi (abogado especializado en Soberanía Alimentaria y Derechos Humanos).
“Damián fue un compañero imprescindible en esta construcción colectiva de la ciencia digna en Argentina. Una ciencia que se pone al servicio de las necesidades de nuestros pueblos y no al servicio de las empresas, al servicio de la reproducción y la legitimación del capital. Una ciencia al servicio de la vida.
Entregó su cuerpo, su inteligencia y toda su energía en pos de defensa de la vida, acompañando a los pueblos fumigados, poniendo datos duros al daño que los pueblos sufren en sus cuerpos y en los territorios. Caminando, pateando denunciando el carácter ecocida de este modelo agroindustrial que nos impusieron. Y sobre todo hablando claro, fuerte, de manera coherente. Le guste a quien le guste, le pese a quien le pese. Desafiando todo el tiempo. Y siempre pinchando donde hay que pinchar. Con mucha coherencia y mucho coraje.
Así que lo vamos a extrañar mucho porque ciertamente es inexplicable su partida y entiendo que el corazón se le partió en este país que estamos viviendo. A Damián le dolía la situación del país, le dolía le atravesaba los huesos la situación del país y y esto se lo llevó”.
Esta es la nota realizada por Franco Ciancaglini en 2015 para MU, con Damián y su equipo, en el marco del Congreso de la Ciencia Digna, en Rosario, un reflejo de la capacidad de este científico de crear equipos de trabajo como los que ahora sentía peligrar.
Con qué se come

El Espacio Multidisciplinario de Interacción Ambiental de la Universidad de La Plata está compuesto por egresados y estudiantes, dirigidos por el profesor Damián Marino, que llevan adelante otra forma de hacer investigación científica, en la cual la comunidad es el centro y no el objeto de estudio. Un ejemplo: qué encontraron en las frutas y verduras del Mercado Central. Por Franco Ciancaglini.
La charla que sigue ocurrió inmediatamente después de que en el Congreso de Ciencia Digna hiciera su intervención Fabián Tomasi, peón rural gravemente enfermado por los agrotóxicos. Por eso hay tres jóvenes con los ojos llorosos, visiblemente afectados. Una es Agustina: “Antes de escucharlo, justo estábamos hablando cómo nos hacía ruido dar una entrevista… Era una situación extraña tener que andar difundiendo lo que hacemos, porque para nosotros es mínimo… Y entonces Fabián, que parecía saber qué nos estaba pasando, dijo: ‘Yo no escribo nada de lo que vengo a contarles, sino que les hablo desde el corazón’. Y me parece que tenemos que aprovechar esta instancia para también hablar desde nuestro corazón. Porque lo que nosotros hacemos es mínimo–creo que acá hablo por todos-, pero lo que nos motiva es enorme: la lucha por un ambiente digno, por una salud digna, por una vida digna. Y eso es lo que nosotros intentamos hacer desde una ciencia digna”.
Tomás, Cecilia, Santiago, Macarena, Agustina, María, Cecilia, Inti, Lucas, Camila, Lucrecia son jóvenes de la provincia de Buenos Aires y de distintos puntos del país. Tienen entre 20 y 25 años y conforman EMISA: Espacio Multidisciplinario de Interacción Socio Ambiental. Se trata de un equipo de 30 personas de la Universidad de La Plata comandado por el doctor Damián Marino, que se dedica a intervenir en los territorios para proveer herramientas científicas, y el nunca bien ponderado “oído”, a los problemas de las comunidades.
La mayoría son estudiantes de la licenciatura en Química y Tecnología Ambiental de la Universidad de La Plata, pero también hay médicos, químicos, ingenieros y una socióloga recibidos en otras universidades del país, que llegan a La Plata para cursar su doctorado.
El EMISA es parte del Programa Ambiental de extensión universitaria de la Facultad de Ciencias Exactas, también en coordinación con el Centro de Investigaciones del Medio Ambiente del Departamento de Química, del que Marino forma parte. Pero más allá de la burocracia, se trata de un grupo de investigadores que venían trabajando por distintos lados y se reunieron para potenciar un trabajo multidisciplinario y comprometido.
Plaguicidas exprimidos
El EMISA se divide en siete líneas de trabajo. “Todas tienen el mismo espíritu, las mismas metodologías y la inclusión de los saberes populares”, dice Agustina, una de las integrantes del proyecto. Por ejemplo, la línea Plaguicidas en alimentos investiga, por un lado, el residuo de plaguicidas presentes en frutas y verduras del Mercado Central platense, que son llevadas a 82 comedores escolares, a través del Banco Alimentario de La Plata. Por el otro, diseñan estrategias para bajar esa carga tóxica. Los resultados del informe los presentaron en el Congreso:
El equipo analizó las siguientes variedades: lechuga, acelga, zanahoria, morrón, naranja y mandarina.
Los muestreos se realizaron entre noviembre de 2014 y abril de 2015 y en total se hicieron 60 muestras.
El 80% dieron positivas para al menos 1 compuesto agrotóxico.
3 de cada 10 tenían al menos 3 compuestos.
El más encontrado fue el endosulfán, que se encuentra prohibido, y el clorpirifós, que es un fungicida.
En cítricos: se encontró un nivel de residuos del 41,7% de endosulfán, 50% de clorpirifós y 58,3 ce cipemetrina.
En hojas verdes, 30% de endolsufán y 50 de clorpirifós.
En los morrones: 44 de endosulfán y 22 de clorpirifós.
En las zanahorias: 66 de endosulfán y 50 de clorpirifós.
El profesor Damián Marino contextualiza qué quieren decir estos números y los nombres raros: “Si comemos estos productos cada fin de semana, tenemos 4 exposiciones por mes, a las que habría que sumarle alguna que otra ensalada entre semana. Si tenemos un mínimo de diez consumos mensuales de este tipo de productos -asumiendo que cada diez posesiones, 5 serían positivas en agroquímicos- estaríamos 54 veces por año consumiendo cítricos con plaguicidas, 50 veces lechuga con plaguicidas, 52 veces pimientos y 70 veces zanahorias. Si esta cuenta la hago acumulativa, el resultado es que más de la mitad del año estoy consumiendo productos con plaguicidas”.
La otra comparación que establece tiene que ver con los límites regulatorios, es decir hasta qué punto la legislación permite el residuo de plaguicidas: el 8% de las muestras superaron el Límite Máximo de Residuos (LMRs) permitido. Pero, aclara Marino, de una gran cantidad de compuestos ni siquiera encontraron un límite preciso. “Que no excedan el límite no quiere decir que no tengan plaguicidas. De nuevo, contextualicemos: una ensalada de lechuga, con unas tiras de morrón no significaría una exposición cero. Y ni se les ocurra hacer más una torta con cáscara de naranja, ni hablar de un lemoncello: es como exprimir los plaguicidas para que los tomemos”.
El profesor advierte: “Se habrán dado cuenta de que no hablé de glifosato, sino de sus amigos, a los que también hay que hacerlos visibles”.
Otra línea de trabajo de este equipo se da junto a escuelas rurales fumigadas, donde además de tomar muestras hacen talleres participativos “para poder instalar la temática y problematizar una situación que para ellos es cotidiana”, cuenta Santiago. Camila, desde la Sociología, agrega: “En general son hijos, sobrinos de fumigadores o trabajadores rurales. Es tan imbrincado socialmente el problema que es complicada la solución”.
La vida bajo la lupa
El profesor Damián Marino los escucha orgulloso. Los jóvenes cuentan con detalle las interacciones que están haciendo y las que planean hacer en otras líneas todavía en desarrollo. Más ejemplos: trabajos junto al MOCASE (Movimiento Campesino de Santiago del Estero), investigando la presencia de plaguicidas en sangre de bovinos, o el acceso a agua potable en la Isla Paulina, en la localidad de Berisso.
Tomás: “Es nuestra forma de aportar desde nuestro lugar como científicos. Funcionamos como intermediarios, como una herramienta para que la comunidad tenga el dato”.
Sofía: “Conlleva mucha responsabilidad. Uno no esta hablando de un dato, está hablando de personas, está hablando de la vida. Por eso también nos daba un poco de miedo la entrevista. No queremos vender humo: somos lo que somos y hacemos lo que podemos, con el tiempo que tenemos para hacer esto. Muchos le dedicamos mucho tiempo, pero igual sentimos que es poco lo que podemos hacer para lo grande que es este tema y lo complejo que es trabajarlo”.
Agustina: “Creo que estas instancias de encuentro y en las que se va al territorio son el motor para volver al laboratorio con más ganas”.
Según informan los pasillos, Damián insistió mucho para que la mayor cantidad de integrantes del EMISA puedan asistir a esta Semana de la Ciencia Digna, en la que pudo verse a los jóvenes en cada una de las charlas, desde las 8 de la mañana hasta las 18, de martes a viernes. ¿Por qué? Responde Damián: “Generalmente en los congresos científicos a los que uno está acostumbrado a enviar trabajos, sentís que permanentemente estás siendo evaluado: en qué te equivocaste, qué podrías haber hecho mejor, si ese resultado que estás mostrando tiene un nivel de incertidumbre. Un nivel de fineza que sólo sirve para sostener el ego. Cuando vos venís a este tipo de congresos, lo que venís a sentir y a poner en práctica es para qué sirve lo que hacés. Qué podés aprender del otro, cómo lo tuyo va a ser tomado por otro y, a su vez, cómo podés tomar un aprendizaje de otro grupo. No es común que haya espacios de este nivel de construcción”.
El afecto trabaja
La Facultad de Exactas de La Plata y la de Ciencias Médicas de Rosario están separadas por más de 300 kilómetros. En La Plata, a su vez, el área de investigación queda en otro edificio que el departamento de extensión universitaria. Y los laboratorios, en otro lado. ¿Cómo trazar puentes cuando todo tiende separarse? “Si bien están las instituciones, está la Universidad y uno intenta firmar los convenios dentro del marco institucional, pero el trabajo es entre personas. Acá, el trabajo es afecto. Si bien tenemos proyectos de investigación clásicos, tratamos de generar proyectos alternativos, porque la otra preocupación que tenemos es el financiamiento. Entonces siempre estamos buscando recursos para poder comprar insumos, viajar… Más de una vez la mayoría de los chicos ponen de su bolsillo. Esto también es un acto cooperativista”.
Al equipo de EMISA no le gusta hablar de “investigación”. Ya dijimos: es un equipo raro. Hay químicos, sociólogos, médicos, ingenieros que reúnen saberes no para hacer una investigación, sino para vivirla. “Venimos de una formación híper ortodoxa donde la investigación representa sentarse a escribir un objetivo, ponerse a trabajar, traducir lo que encontraste en una tabla de resultados y escribirlos en un paper para publicarlo en una revista internacional. Esto es otra cosa”.
Agustina: “A mí me marcó mucho la militancia estudiantil. Empecé a militar en un espacio que me abrió la cabeza con respecto al rol de la universidad pública y en función de eso me di cuenta de que la investigación, la extensión y la militancia es todo lo mismo. Me parece que ahora viene una oleada generacional que plantea temas de investigación contextualizada, con fines claros, que tienen que ver con necesidades populares”.
La interacción, como palabra, se separa de la idea de investigación clásica básicamente en relación a su objeto: no lo estudia desde adentro, sino que actúa en relación a él. Damián: “Inicialmente costó mucho entrar al territorio, porque es normal que la gente desconfíe de nosotros: han sido usados como objetos de estudio. Las universidades iban, generaban sus estudios y no aparecían nunca más, porque habían conseguido su objetivo. Nuestra lógica funciona distinto: estamos ahí dispuestos a escuchar lo que nos proponen, nos piden, nos sugieren. A veces ni tomamos muestras, simplemente hacemos una charla en una escuela. Y eso genera un círculo de confianza. Y significa una legitimación. Y te pone en un rol de responsabilidad muy delicada, porque uno está trabajando y generando informacion que significa, nada menos, la calidad de vida de la población”.
¿Cómo se pierde el miedo a salir del laboratorio? Responde Sofía: “Cuando ves que el resultado sirvió para algo”. Agustina: “Para mí es fundamental que quede claro que uno, como científico, no viene a legitimar la lucha de las comunidades. La lucha ya es legítima porque se están violando sus derechos”.

Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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