Nota
Juicio a la ESMA: el DNI de la represión
En el juicio cada vez más revelador que se le sigue al prefecto Héctor Febres, cuatro nuevos testigos volvieron a vincularlo con los secuestros, las torturas y el trabajo forzoso perpetrados en la ESMA. Víctor Basterra relató cómo pudo fotografiar a casi 80 represores para hacerles los DNI, Graciela Daleo describió las pequeñas grandes resistencias que emergían aún en los peores momentos, el regalo a las embarazadas desaparecidas, y qué hacía Febres en Navidad. Myriam Lewin habló del stress de los sobrevivientes que atestiguan. Todos coincidieron en que las causas de la ESMA deberían unificarse.
Cuando el presidente del Tribunal Oral 5, Guillermo Gordo, quiso saber si al testigo Víctor Basterra lo comprendían las generales de la ley, le preguntó.
-¿Conoce al imputado Héctor Febres?
-Lo conozco porque lo he padecido – respondió seco y tajante.
El testimonio de Basterra abrió la tercera jornada del juicio oral y público que tiene como único acusado al prefecto Febres, primer represor de la Escuela de Mecánica de la Armada que es juzgado desde que se reabrieron las causas que investigan las violaciones a los derechos humanos acontecidas durante la última dictadura.
Los cuatro testigos que declararon el jueves 25 vincularon a Febres con la aplicación de torturas, lo mencionaron como responsable a cargo del trabajo esclavo y también como encargado de las embarazadas secuestradas en la ESMA. A pesar de que aún restan cuatro decenas de testimonios, la contundencia de los relatos escuchados hasta el momento parecen dejar sin estrategias defensivas al imputado. “Para mí, ya es suficiente. Por mí, terminaría el juicio acá”, sostiene Rodolfo Yanzón, uno de los abogados querellantes, en diálogo con lavaca.
Basterra ingresó a la sala a paso lento, ayudado por su bastón, con una carpeta azul bajo el brazo que contenía casi 80 fotografías de represores que pudo extraer de la ESMA cuando le empezaron a conceder breves salidas vigiladas. El testigo –que era fotógrafo de oficio- había sido sometido a trabajo forzoso y obligado a retratar al personal de la ESMA. “Les tenía que sacar fotos y hacer cuatro copias: una para la Cédula, otra para el DNI, otra para el Registro y una para la credencial de la fuerza. Pero yo hacía una quinta copia y las guardaba en las cajas del papel fotosensible, que era lo único que no requisaban. No sabía bien para qué, pero estaba convencido que algún día me iban a servir”, relató cuando ofreció el material al Tribunal.
El cablecito y la risa
Basterra había comenzado su testimonio recordando que lo secuestraron en su casa y lo llevaron a la ESMA, donde arribó minutos después de que llevaran a su mujer y a su hija de dos años. Contó que le pusieron una olorosa capucha que de tan dura que estaba parecía de cartón. “Estaba dura por la sangre seca que tenía. Ya la habían usado con otros secuestrados. Después aprendí porqué se llenaban de sangre: cuando a uno lo torturan con descargas eléctricas se muerde la lengua, entonces sangra”, explicó.
La primera sesión de picana a la que fue sometido –recordó Basterra- fue apenas llegó a la ESMA, en la huevera, una habitación insonorizada ubicada en el sótano. Lo hicieron desnudar, le ataron los pies y las manos a los barrotes de la cama y le ataron un cablecito en el pie derecho por donde recibía las descargas eléctricas. “Mientras me ponían la picana entre la uña y el pie pude ver al que la manipulaba, que se reía con ganas. Era el Gordo Daniel, después supe que su apellido era Febres”.
Basterra denunció que sus torturadores lo amenazaron con colocarle a su hijo de dos años sobre el pecho mientras le aplicaban descargas eléctricas. Carlos Lordkipanidse, uno de los querellantes, había relatado en la segunda jornada de este juicio como habían colocado sobre su abdomen a su bebé de 20 días mientras lo torturaban con picana eléctrica para obligarlo a delatar compañeros.
El testigo aseguró que El Gordo Daniel –como apodaban a Febres- era el jefe del sector 4 de la ESMA, ubicado en el subsuelo, donde funcionaban la salas de torturas, el laboratorio fotográfico y un comedor. “Si llevaban a torturar a alguien, Febres participaba. Era un oficial de prefectura especializado en torturas”, declaró.
Basterra se acercó a la maqueta de la ESMA ubicada en el medio de la sala y describió con minuciosidad el sector 4. También reconoció el sector denominado Capucha, donde estuvo alojado siete meses ininterrumpidos, con una excepción: “Cuando nos llevaron a una isla del Tigre porque venía una visita de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. Para ir nos trasladó un oficial de la Armada, el Chino Sosa, y a la vuelta estábamos a cargo de Febres. Ese día nos dieron una muy buena paliza”. El relato del traslado de los prisioneros a la isla El Silencio para ocultar a los desaparecidos durante la inspección de la comitiva fue una de las tantas historias que se escucharon de manera recurrente en estas audiencias.
La comunidad informativa
Cuando Basterra volvió a ser alojado en la ESMA, Carlos Lordknipanidse, otro secuestrado, convenció a los represores de que lo llevaran a trabajar con él. Así comenzó a tomar las fotografías que eran utilizadas para los documentos falsos que se prodigaban los grupos de tareas. El responsable del sector donde Basterra era sometido al trabajo forzoso –afirmó el testigo- era el actual imputado Febres.
Basterra denunció que los represores lo apresaron por su militancia en la Federación Gráfica Bonaerense. Contó que en la ESMA le adjudicaron el número 325 y que miembros de la marina obligaron a su madre a firmarles un poder que después les permitió apropiarse con la casa de su familia. “A mi madre la convencieron diciéndole que de esa manera me ayudaba”, señaló el testigo que también recordó que la presencia de El Gordo Daniel o Selva –como se lo conocía- le resultaba “sumamente molesta por su prepotencia y su aspecto personal sucio y desagradable”.
Basterra recién recuperó la libertad en diciembre de 1983, una semana antes de que Raúl Alfonsín asumiera como presidente de la Nación a través del voto democrático. “Un oficial de apellido Vinotti me dio la noticia de que me iba a mi casa. Me dijo: `Te vas a tu casa, ahí te quedás sin romper las pelotas. No hagas declaraciones porque vamos y te matamos con toda tu familia. No te olvides que los gobiernos van y vienen, pero la comunidad informativa está siempre presente´”. Basterra fue controlado cada 10 o 20 días por personal de la Armada durante los primeros ocho meses de 1984, cuando en el país ya regía el gobierno democrático. El testigo recordó, incluso, que durante ese período allanaron una antigua casa que ya no habitaba, como represalia por haber realizado la denuncia pública de los represores que había retratado en la ESMA. “Era agosto del 84 y yo todavía me sentía prisionero”, manifestó.
El caso Adriana
Después de Basterra declaró otra sobreviviente, Adriana Markus, que recordaba el ruido del tanque de agua en el sector de la ESMA denominado Capuchita. Por sus conocimientos de alemán, Markus fue obligada a realizar trabajo esclavo como traductora. Como carecía de diccionario, comenzaron a permitirle llamar, de manera muy controlada, a su padre. Un día, relató la testigo, el imputado Febres la acompañó a la casa para buscar a su papá. Llevó a ambos a la central de policía para que levantaran el pedido de búsqueda de paradero que había realizado la familia Markus. “Febres se presentó en la policía como un amigo de la familia. Relató una historia inventada: que me había ido a buscar trabajo a Córdoba, que conocí a un muchachito y que no le había avisado a mi padre. De ahí, Selva o Daniel nos llevó al juzgado para levantar el pedido de corpus hábeas que había presentado mi familia. La persona que me atendió me dijo que sabía que yo estaba pasando una situación difícil y que sólo contestara por sí o por no a las preguntas que me hacía. Me preguntó si me habían secuestrado, si me metieron en un baúl, si eran personas de civil, si no estaba en una cárcel con rejas. Después me dijo que me cuide porque me iban a controlar.”
La situación de Markus en la ESMA se complicó cuando un legislador alemán quiso interceder para su liberación después que una tía alemana, militante de Amnesty Internacional, había denunciado su caso. Pero finalmente, pudo salir en libertad.
Lewin, cianuro, y Massera electoral
La periodista Myriam Lewin también dijo conocer al imputado Febres por su paso por la ESMA. La testigo había sido secuestrada por personal de la Fuerza Aérea. Intentó tomar una pastilla de cianuro pero sus captores la obligaron a escupirla. Primero la llevaron a un centro clandestino de detención dependiente de la Aeronáutica donde fue sometida a sesiones de picana eléctrica, submarino seco, simulacros de fusilamiento y amenazas de violaciones para que delate a una compañera. “En un momento me sacaron la venda y mi torturador me dijo: `Yo soy responsable de tu vida y de tu muerte, si colaborás no te va a pasar nada`”.
Lewin sufrió una y otra forma de presión hasta que su amiga fue secuestrada. “Cuando la mataron, embarazada de ocho meses, perdí valor para ellos”, recordó y su voz comenzó a quebrarse. En ese momento fue llevada a la ESMA para el “proyecto de recuperación de prisioneros” que la Armada había montado con la intención de conformar una estructura que llevara al dictador Emilio Massera a la presidencia argentina por vía electoral. Quien la recibió en el campo clandestino de concentración más paradigmático de la dictadura fue El Gordo Daniel, que le adjudicó el número 090 y la obligó a desvestirse. “Febres era de Inteligencia, pero también participaba de operativos y lo veíamos entrar y salir de las salas de torturas. Era vox populi que tenía contacto con las embarazadas, que les hacía armar el ajuar y obligaba a las madres a escribir cartas a sus familiares pidiéndoles que criaran a los bebés hasta que las secuestradas salieran”.
Lewin presenció el momento en que le cortaron el cordón umbilical a Rodolfo, el hijo de Patricia Roisinblit. También vio embarazadas a Liliana Pereyra y a Alicia Cabandié, madre de Juan, uno de los últimos nietos recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo y actual legislador porteño electo.
“Cuando declaré en el Juicio a los comandantes de las juntas, un compañero medio en broma me dijo que me preparase porque iba a tener que volver a declarar. Yo, que estaba acompañado por mi hijo Juan, de 5 años, le dije que iba a tener que declarar hasta que Juan tuviera 18 y que me iba a poder llevar manejando. Hoy Juan tiene 27. Esto que nos hacen a las víctimas es innecesario, los juicios tendrían que hacerse de otra manera. Para nosotros es una situación de stress muy grande”, se quejó Lewin ante el Tribunal.
Avemarías en la Avenida de la Felicidad
Graciela Daleo, la última testigo, también planteó la necesidad de unificar a las causas judiciales, un reclamo que ya habían realizado los abogados querellantes y también la Fiscalía.
Más que una pieza de un rompecabezas, el testimonio de Daleo fue el rompecabezas entero. Describió el funcionamiento de la ESMA con una precisión asombrosa, donde además abundaron nombres de víctimas y victimarios. Además de dar una detallada descripción de su secuestro en la estación Acoyte del Subte A, la testigo se encargó de aclarar que al momento de su detención ella ya sabía lo que ocurría en la ESMA porque había tipeado “La Guerra Sucia en la Argentina, un informe escrito por Rodolfo Walsh que denunciaba con exactitud lo que sucedía allí adentro.
“Allí me di cuenta de lo poderosos que eran. No sólo tenían poder para decidir nuestras muertes, sino también nuestras vidas”, dijo después de relatar varias ocasiones en las que planeó su propia muerte para dejar de sufrir y garantizar su propio silencio. Pero los represores frustraron sus planes una y otra vez. En la primera sesión de tortura pensó en asirse a la cama metálica para que el impacto de la electricidad fuese mortal, pero sus captores se lo impidieron. Esa noche, inventó una cita con su compañero en una transitada avenida del sur bonaerense para terminar arrollada por algún auto. “¡Ah! Vas a hablar!”, le dijo Febres cuando escuchó la falsa confesión. A la mañana siguiente, los represores la llevaron al lugar señalado pero no la dejaron bajar del vehículo.
Daleo, que se definió como una militante popular y cristiana, contó que mientras le aplicaban la picana eléctrica en los genitales recitaba a los gritos el Avemaría, lo que enfurecía aún más a sus torturadores. “Querían saber nombres, direcciones, citas y hasta si me había acostado con un compañero”, recordó y agregó: “En la puerta del cuarto donde me torturaban, después pude ver que había un cartel colgado que decía: Avenida de la Felicidad y otro que decía `el silencio es salud´”.
Inodoro Pereyra, Frankenstain y el Mundial 78
También recordó como sufrió tres simulacros de fusilamiento y hasta la última voluntad que le expresó a sus represores cuando le anunciaron el fin: “Les dije que me sacaran la venda, porque quería ver la cara de mi asesino. ´Ah, eso no´, me dijeron. Entonces les pedí que les avisaran a mis padres que me habían matado, para que no me buscaran más”.
La testigo describió también la otra parte del plan represivo, el proyecto de recuperación de prisioneros. “A mi llevaron al lugar conocido como La Pecera, porque era dactilógrafa. Me pusieron a escribir las monográfias del hermano del Tigre Acosta para que aprobara sus exámenes en la escuela militar”.
Estando en esa situación Daleo conoció la pieza donde alojaban a las embarazadas. A la primera que vio fue a Susana Pegoraro. “El oficial que las tenía a su cargo era Febres, aunque no quiere decir que los demás no tuvieran responsabilidades”, aseguró y hundió un poco más al acusado. La testigo también aseguró que el imputado fue el responsable de traer desde Uruguay a los desaparecidos Rolando Pissarrello, su compañera María del Huerto y a Rosa Quiroga.
Adentro de la ESMA, Daleo se enteró de la operación de inteligencia que Alfredo Astiz llevaba a cabo para infiltrarse en el grupo fundador de las Madres de Plaza de Mayo, que terminó con el secuestro de Azucena Villaflor y las monjas francesas Leonid Duquet y Alice Dumond, en lo que se conoció como el grupo Santa Cruz. “Sentíamos mucha impotencia, sabíamos lo que estaba pasando y no podíamos hacer nada”, subrayó y agregó que poco después, un día que le tocó lavar los platos, pudo ver a Duquet llena de moretones en los brazos.
Durante un buen tramo de su declaración, Daleo se dedicó a rescatar los pequeños grandes gestos de solidaridad que los presos se prodigaban en ese palacio de la muerte. Recordó una Navidad en que le permitieron visitar a las embarazadas y le llevó de regalos una serie de recortes de historietas, armados como pequeños libritos. “En ese momento me habían adjudicado la tarea de recortar diarios y yo juntaba dibujos de Inodoro Pereyra y acertijos de ajedrez para mis compañeros que no podían salir del sector Capucha”, explicó. Esa misma noche, las embarazadas le obsequiaron un gatito confeccionado con una tela a cuadritos que tenía la leyenda: “El amor derrite cualquier hielo”. Estaba firmado por “Las mamás”. Mientras todo esto sucedía, Febres –el actual imputado- festejaba con una careta de Frankenstain.
Otro recuerdo que Daleo conservó de El Gordo Daniel fue el día en que la Argentina se consagró campeón Mundial de fútbol, en 1978, Ese día, Febres la llevó en un auto fuera de la ESMA para que viera cómo festejaba el pueblo argentino. “Yo vi con dolor cómo la gente gritaba. Tenía la certeza de que si gritaba que estaba era una desaparecida nadie me iba a dar pelota”, revivió con tristeza.
Aquella noche, Febres y otros represores la llevaron al restaurante El Mangrullo. “Parecíamos gente normal, era una situación terrible. En un momento fui al baño y con el lápiz de labios que me habían dado para arreglarme, que seguro se lo habían robado a otra compañera, escribí en la pared: `Massera asesino. Milicos asesinos. Viva Montoneros´. Fue mi momento de libertad estando en cautiverio. Aunque me duró hasta que volví a la mesa, tenía terror de que me descubrieran”.
Daleo también denunció que en otra oportunidad, Febres la llevó en avión hasta Paso de los Libres para que denunciara si alguno de sus compañeros cruzaba la frontera. El operativo, dijo la testigo, fue un verdadero fiasco: no pudieron capturar a nadie.
“Si hay algo que demostramos en este juicio pequeño, de solo cuatro casos, – concluyó Daleo- es que no nos vencieron, que seguimos esperando justicia para nuestro pueblo. Pensaron que nos iban a dejar rotos para siempre y acá estamos”.
Nota
Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Jubilados y jubiladas se movilizaron desde el Congreso de la Nación hasta Plaza de Mayo en una nueva jornada de reclamos y denuncia por los ingresos de pobreza que perciben y el fin de la moratoria previsional, cuya prórroga sigue durmiendo en Diputados. Como siempre, los carteles manuscritos fueron una forma de expresión y creatividad. En uno se leía: «Francisco está feliz. Jubilados haciendo lío!!!»
La marcha comenzó nuevamente con un operativo desproporcionado con las cuatro fuerzas federales -PFA, Gendarmería, Prefectura y PSA- que reprimió la protesta pacífica: la Comisión Provincial por la Memoria contabilizó una persona detenida y 13 heridos por efectos de los gases lacrimógenos, entre ellos jubilados y trabajadores de prensa.
Frente a la Rosada, realizaron un acto donde distintas agrupaciones de jubilados se manifestaron contra el acuerdo con el FMI y cantaron por la salud de Pablo Grillo.
«Hasta el próximo miércoles», saludaron los jubilados y jubiladas.
La próxima semana, la marcha contará con la participación de los gremios de la CGT como previa al Día del Trabajador y la Trabajadora del 1 de mayo.

Foto: Juan Valeiro para lavaca

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Nota
Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.
Por Claudia Acuña
Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.
Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.
Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.
A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Hasta lograrlo.
Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.
Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.
Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.
Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.
Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.
Quizá.
Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.
Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.
La presentación
Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.
Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.
Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».
El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.
Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

Nota
La Justicia esquiva la causa por el disparo a Pablo Grillo: “Hasta ahora no se investigó nada”

La recuperación de Pablo “es muy rápida” pero la investigación sobre su intento de asesinato, muy lenta, o directamente inexistente. Qué dijo el padre hoy frente al Hospital Ramos Mejía donde Pablo sigue pelando por su vida, aún en terapia intensiva pero con avances prometedores, y las abogadas del caso que presentaron ante la Justicia: primero Servini de Cubría y luego el candidateado a la Corte Ariel Lijo rechazaron la causa, y ahora se sortea en la Cámara Federal de Casación a qué juez le tocará investigar a quien le disparó y a sus superiores jerárquicos. Los dichos de Adorni en conferencia de hoy, y quién cortó el diálogo con la familia; las pruebas que se pidieron y las que se aportaron; y el texto de la presentación judicial en la que la familia pide ser querellante, con las pruebas que aportamos desde decenas de medios, fotoperiodistas y organizaciones sociales.
Por Francisco Pandolfi
Pablo Grillo todavía no está fuera de peligro, pero la mejoría día a día, paulatina y constante, le permite a la familia hablar ya no sólo de su estado de salud. Hasta hoy, el único foco era la supervivencia de este fotógrafo de 35 años impactado por una granada de gas lacrimógeno, fuera de toda legalidad, por las fuerzas de inseguridad comandadas por la ministra Patricia Bullrich.
La pérdida de masa encefálica y la fractura de cráneo con la que llegó de urgencia al Hospital Ramos Mejía –el miércoles 12 de marzo, cuando se desató la represión en la marcha por las paupérrimas condiciones en las que viven las y los jubilados–; la primera operación esa misma noche en la que se bajó la presión intracraneal y se le reconstruyó algo del tejido. Las pupilas que empiezan a reaccionar bien. La merma en la sedación. Los primeros movimientos – prematuros e inesperados por los propios médicos–. Otra operación por un derrame que es revertido a tiempo. La baja de los glóbulos blancos como síntoma de la baja en la infección. Y a solo una semana del disparo, Pablo abre los ojos. Y le sacan el respirador para ver cómo reacciona y lo hace agarrándole la mano a la mamá. Y por si fuera poco le susurra las palabras más hermosas a su papá: “Hola, viejo”.
Pablo continúa en terapia intensiva, en estado crítico, pero respondiendo bien neurológica y físicamente. “Es asombroso el nivel de avance que tuvo”, dice Fabián, su viejo, con los ojos emocionados e incrédulos por la mejoría impensada en tan poco tiempo. Esa sucesión de buenas noticias las que posibilitan a la familia convocar este viernes a una conferencia de prensa «para contar novedades en la causa judicial».
Primero, habla Fabián, su papá, sobre la salud de Pablo: “Las novedades son que está estable, por lo tanto es bueno. Está con los ojos abiertos y sigue sin respirador”.
Fabián lleva puesta una remera azul, con letras blancas que dicen: “Justicia por Pablo Grillo”. Se lo nota cansado, pero más distendido. Se ríe cuando cuenta: “Tengo un video con saludos de (Ricardo) Bochini, veremos si los médicos nos permiten que se lo pasemos. Si lo escucha al Bocha, va a volver a hablar seguro Pablo”. Mantiene los pies sobre la tierra: “Todavía la situación es grave: está en terapia y con riesgo de vida. Pero en ese marco todo lo que estuvo ocurriendo es favorable. A todos nos sorprendió su evolución. Incluso los médicos manifiestan que la evolución que está teniendo es asombrosa. Es muy rápida”.
Este jueves, el vocero presidencial Manuel Adorni dijo que el diálogo con la familia quedó roto desde que el padre de Pablo acusó a Bullrich de ser cómplice. Fabián le responde: “Nosotros no cortamos nada porque nunca existió el diálogo. Lo mío fue una respuesta a una declaración mentirosa de Bullrich, por tanto si es que alguien cortó el diálogo fueron ellos. Yo estoy dispuesto a escuchar, si alguien me llama”. Y agregó: “A esta altura no lo espero (ese llamado). Espero poco. Pero demostraría que tienen todavía un grado de humanidad”.
En relación a las mentiras de Bullrich sobre el trayecto del proyectil, expresó: “Me da vergüenza la forma en que fue acomodando la mentira. La va acomodando a medida que la realidad se lo desmiente, es hasta absurdo, burdo, grotesco: no sé que palabra utilizar”. Cuando le preguntaron si le diría algo al gendarme que, según los elementos reconstruidos hasta el momento, sería quien disparó (presuntamente, el cabo Guerrero), afirmó: “Personalmente no le diría nada. Sí lo vamos a decir de forma jurídica. El mejor diálogo que podemos tener con esta gente es en lo judicial”.
La causa, sin avances
Fabián estuvo acompañado por Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, y a Paula Litvachky, del CELS, organismos que patrocinarán legalmente a la familia, que este 21 de marzo se presentó ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº 1 para ser tenida en cuenta como querellante en la investigación judicial.
Lo más importante de la causa hasta ahora: desde el 12 de marzo “no se investigó nada y reclamamos que se empiece a investigar urgente”. Las abogadas cuentan el por qué: “La causa iniciada por la denuncia de la Procuvin (Procuraduría de Violencia Institucional) que dio inicio a la instrucción estaba presentada en el Juzgado 12 de Ariel Lijo, quien se la devolvió a la Jueza Servini de Cubría, que otra vez la rechazó. Ninguno de los dos quiere hacerse cargo de la investigación. Ahora irá a sorteo para definir quién la sigue. La Cámara Federal de Casación Penal tiene que resolver”. Agregan: “Hasta ahora el Ministerio de Seguridad dijo que no hará sumarios internos por el accionar de su Fuerza, lo que refleja el encubrimiento”.
La causa aún no tiene carátula porque no está radicada en ningún juzgado. La denuncia presentada es por tentativa de homicidio agravado, por abuso de autoridad e incumplimiento de funcionario público.
Dice Paula Litvachky, del CELS: “Es muy importante que la causa salga de este limbo judicial y se inicie el pedido de pruebas antes de que pase más tiempo”.
Dice Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos: “Esperamos que en estos primeros 9 días en los que no se hizo nada, no haya ninguna prueba que se haya destruido, modificado, alterado. Hay cámaras del Gobierno de la Ciudad que tienen un tiempo de duración determinado, o de negocios que también se van borrando y si no las pedís inmediatamente después ya no están. Es vergonzoso que un hecho así no lo esté investigando nadie”.
Las abogadas pidieron una serie de pruebas. Las más relevantes: “Quién dio las órdenes, cómo se manifestaron esas órdenes y cuáles fueron, antes y después del impacto; cuál fue el protocolo que se aplicó, quienes integraban el equipo donde estaba incluido el cabo Guerrero y qué órdenes se le impartió a ese grupo en particular; qué armas utilizaron”. También exigen que se lo llame a indagatoria a Guerrero. “Ya hay suficientes elementos para hacerlo”.
Completa Paula Litvachky: “Hicimos una presentación con los hechos, tenemos un montón de pruebas para que se reconstruya ese tramo del operativo de modo tal que se pueda tener la responsabilidad de quién disparó y de toda la cadena jerárquica”.
Concluyen ambas: “Las pruebas están. Nunca hubo tanto registro fotográfico y audiovisual. Necesitamos el acompañamiento social para empujar a que se haga justicia y que no quieran desviar el foco de la investigación”.
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