CABA
La moda que incomoda: el Gac después de Venecia
«Fue al pedo». Así resume Carolina Golger, una de las integrantes del Grupo de Arte Callejero la participación de ese grupo en la Bienal de Venecia. También expresa el momento que está atravesando ese colectivo artístico: la necesidad de definir rumbos, pensar antes de hacer y romperse la cabeza para encontrar una fórmula que afloje la soga cotidiana de sobrevivir sin recursos. «Todo arte es político e hijo de su época»- reflexiona Carolina – «Pero lo que ocurre ahora es que hay gente que viene de otros ámbitos y produce arte de temática política que, en realidad, no es político. Es oportunismo.»
Carolina Golder llega agitada. Viene de Villa Fiorito -el terruño que vio nacer a Maradona- donde da clases de plástica a chicos de séptimo, octavo y noveno año. Como evidencias trae sus botas manchadas de amarillo y su campera naranja veteada con pincelazos blancos. La artista, de 28 años, es uno de los diez integrantes del Grupo de Arte Callejero (GAC), una organización que interviene en los espacios públicos para denunciar las miserias políticas y sociales a través de la creación. El GAC nació para protestar contra la Ley Federal de Educación, pero poco después se asoció a HIJOS para imponer el escrache como forma condena social a los genocidas de la dictadura. Más tarde, ganó el concurso estatal para diseñar el Parque de la Memoria y todos los días 20 organiza una procesión artística que denuncia la impunidad de los asesinatos ocurridos el 20 de diciembre de 2001 en las cercanías de la Casa Rosada. A sus miembros se los puede ver realizando acciones en marchas por la paz, contra los desalojos o en los piquetes. La semana pasada regresaron de un lugar extraño para ellos, la Bienal de Venecia. Allí exhibieron Cartografía de Control, una proyección de video y collage. Por supuesto, está basada en un ícono de este grupo: el fragmento del mapa de la ciudad de Buenos Aires debidamente señalizado, con marcas que identifican centros del poder económico, acciones de la represión militar, lugares de conflictos bélicos y zonas militarizadas. Aquí, Carolina analiza la experiencia.
-¿Qué balance hacen de la participación en la Bienal de Venecia?
– Llegó la invitación a Venecia y dijimos que sí, sin reflexionar demasiado. Cuando terminamos de montar la obra dijimos: «¿Qué hacemos acá?. Antes de ir se dio la discusión si era una fagocitación del sistema, pero a mí no me generaba conflictos. Me sentí como en un congreso de ginecología, una cosa totalmente distinta, ajena. Fue al pedo. En un lugar así se pierde todo tu mensaje.. Nunca más aceptaríamos esa invitación, no es nuestro lugar. Una obra como la que llevamos se descontextualiza, pierde toda la fuerza. Es lo mismo que esté o que no esté.
– ¿Cómo repercutió esa frustración al interior del grupo?
-Venecia nos generó muchos conflictos. El grupo no se dividió, pero se instaló una discusión muy fuerte hacia adentro. Nos dimos cuenta que empezamos a hacer, hacer y hacer, y reflexionamos poco. Nosotros contestamos un montón de demandas de distintos grupos sociales que se nos acercan y eso nos dificulta dedicarle tiempo a pensar quiénes somos, qué tenemos ganas de hacer… Con Venecia nos dimos cuenta que empezamos plantando una cosa y esa cosa nos llevó a otra y esa a una tercera. Entonces empezás a replantearte todo, hasta los conceptos básicos, que tenemos internalizados desde hace seis años, como el trabajo en la calle, el arte público, el espectador casual planteándose una cosa y esa cosa te lleva a otra y esta a otra. Las cosas cambian y uno tiene que reflexionar sobre eso. Yo venía con un casete puesto, pero pasaron muchas cosas desde que empezamos, incluyendo el 19 y 20. En este último tiempo se puso de moda el arte y la política, surgieron un montón de curadores que vienen de otro lado y hablan de eso, y entre nosotros apareció el debate si teníamos que hacerle el juego a la moda.
– ¿Es una moda que vuelve inocuo el discurso comprometido o se logró imponer un discurso en la agenda social?
– Creo mucho en la gente que hace cosas en la calle y que hace cosas políticas. Lo que no creo es que porque alguien tome un tema social sea revolucionario. Si vos sacás un cuadro a la calle no quiere decir que seas revolucionario, quiere decir que sacaste un cuadro a la calle. Arte político no es sólo tratar la temática social.
– ¿Cuál es la diferencia entre arte político y arte de temática política?
– Lo político lo da la construcción, la discusión, la conexión con otra gente. No se trata simplemente de una temática. La diferencia está en el trabajo, no tanto en lo que queda, en la obra en sí. La diferencia esta en cómo te comunicás, cuánto te importa el protagonismo y la individualidad del artista. Nosotros, por ejemplo, no firmamos. Ahora surgieron grupos nuevos con la necesidad de decir:»Yo hice esto». Me parece que eso no va de la mano a una construcción desde abajo. Lo veo como repetir el sistema: surgió esto, bueno tengo que ver de qué forma con la temática política yo hago algo. Pero no comparto esas relaciones.
– ¿Se puede concebir el arte sin la política?
– Son otras palabras para redefinir. Todo arte es político. En los 60 y 70 se hablaba de arte político y en los 80 y 90 de arte ligth. Pero el arte ligth también es una decisión política, detrás de él hay una ideología. La decisión de salir a hacer arte a la calle y pintar una manzana es política. Y, ojo, me parece bárbaro que alguien pinte una manzana, pero depende de la decisión vital de cada uno. Y también el arte es hijo de su época. Pero lo que ocurre ahora, como dije, es que hay gente que viene de otros ámbitos y ahora produce arte de temática política que, en realidad, no es político. Es oportunismo, repite la misma mecánica del sistema, el circuito de las becas, lo hacen porque está de moda.
– ¿Cuándo el GAC se piensa a sí mismo se reconoce en algún colectivo de artistas políticos de los 60 o 70?
– No. Pero la verdad es que no es porque no nos reconozcamos, sino porque nunca hablamos o reflexionamos de dónde venimos. Creo que porque no hay tiempo para pensar y discutir.
– Si la política es construcción, ¿se puede construir sin pensar?
– No, para mi no. Me estás poniendo en jaque. Por eso digo que este es un momento de replanteos, de sentarse a reflexionar.
– ¿Qué cambió en el GAC desde creación?
– Lo que mas cambió es la demanda. Éramos un grupo que trabajábamos muchísimo, pero con el único grupo que interactuábamos era HIJOS y la Mesa de Escrache Popular. Nosotros veníamos haciendo miles de trabajos en la calle, pero anónimos. Desde 19 y 20 de diciembre apareció un montón de grupos para conectarnos y trabajar juntos. ¿Qué hacemos con esta gente que nos pide que trabajemos juntos? Sobre todo se dio en el 2002, con los MTD y con las agrupaciones independientes de la FUBA .Pero no fueron los únicos: también la Correpi, la liga de derechos humanos. No es que antes no estaban, pero de golpe aparecieron. Eso cambió la manera de trabajo, mucho más acelerada para responder a esa demanda.
– ¿El GAC había nacido para eso?
– El GAC surge en 1997, cuando se discute la Ley Federal de Educación y aparece la Carpa Blanca. Nace como necesidad del Centro de Estudiantes de la Prilidiano Pueyrredón. Viéndonos como futuros profesores, buscando de qué forma nos juntábamos para decir las cosas que pasaban y no nos gustaban. Y también surge por la falta de espacios que nos representaran a nivel artístico. Son cosas que no tiene nada que ver con los que nos pasa ahora. En ese momento el concepto era ese. Éramos un grupo súper abierto, hacíamos murales, intervenciones en afiches. Era un espacio de reunión de gente que tenía ganas de salir a la calle y hacer cosas. Recién en el 98, cuando empezamos a trabajar con HIJOS, se produjo el primer quiebre del grupo. Muchos se fueron y quedamos los que estamos ahora.
– ¿Cómo se produjo el acercamiento a HIJOS?
– Era el verano del 98, cuando empezaba el juicio a Alfredo Astiz. A partir de ahí, a un compañero se le ocurrió señalizar todos los centros clandestinos de detención de la ciudad utilizando el código vial, que es un código institucional. En ese momento se conocían los primeros escraches. Entonces salió la idea de conectarnos con HIJOS, que es una agrupación de nuestra edad con la que compartimos un montón de cosas. A ellos les gustó mucho nuestra idea y empezamos a participar. Al principio fue muy de afuera, en la elaboración de los carteles, pero después comenzamos a participar en la Mesa de Escrache Popular.
– ¿La autodefinición como «callejeros» nace como una necesidad o como princicipio?
– Nuestra identidad en la calle surge porque no nos identificaba ningún lugar privado o institucional. Entonces, ¿qué espacio es nuestro? La calle. Surgió como necesidad vital. Pero el nombre del grupo surgió recién en el 99, cuando nos presentamos en un concurso y había que proponerse un nombre y surgio GAC. Pero la verdad, no fue producto de ninguna discusión identidaria. Ahora es distinto, la calle es claramente lo que nos identifica porque no nos importa lo que pasa dentro de una galería o dentro de un museo, lo que tenemos para decir es para todo el mundo. Todo va cambiando y quizá nos convirtamos en otra cosa. A muchos grupos le está pasando. Es un momento de muchos cambios, sobretodo si lo que vos hacés se pone de moda y pasas a estar en la boca de todos. Tiene que ver con lo que estamos viviendo. Paso una euforia muy grande y ahora es época de redefiniciones: hacia donde vamos. Por ejemplo, nosotros estamos muy acostumbrados a trabajar con la tergiversación de las imágenes y ahora estamos buscando nuevos lenguajes. Sin abandonar lo que hacemos, buscamos nuevos lenguajes. Queremos ver otras formas, todavía no sabemos muy bien cuáles. La tergiversación para nosotros es cómoda, porque la manejamos tan bien, que lo hacemos muy rápido. Ahora estamos discutiendo de que otra forma se puede decir algo.
– ¿La decisión de que la producción sea anónima siempre fue una cuestión política?
– Si vos ponés un afiche callejero que dice que acá vive un genocida, ¿la vas a firmar? Si es un elemento que ocupa el espacio público. Firmarlo sería contradictorio hasta con los elementos que hacemos. Ese cartel está en la calle y tiene que confundirse en el espacio público para quien lo vea. Vale más el mensaje que quien lo emite. Así como el mensaje está por sobre la forma. Incluso, antes teníamos más tiempo para pensar las formas, ahora no. Y la plata también es una limitación, se nos ocurren cosas muy lindas, pero sin recursos no las podemos implementar. Contamos con un presupuesto de 400 pesos mensuales que nos da el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.
– ¿Además de la producción colectiva, ustedes tienen obra individual?
– En este momento no.
– ¿Y cuál es la vida más allá del GAC?
– Todas las chicas, menos una, somos docentes. También hay dos diseñadores y un desocupado. Yo soy docente en Fiorito, Budge y Villa Albertina. Me muero de hambre, no aguanto más. Antes trabajaba en escenografía, pero cuando se vino la debacle me quedó sólo la docencia.
-¿Nunca se plantearon vivir del arte?
-Sí , porque tengo mi hermana que vive del arte. Pero es como si fuera otra profesión. Mi hermana es artista de video y desde los 18 se la pasa de beca en beca, viajando por todos lados y ganando buena plata. No me parece que esté mal. Pero no me parece ganar plata colgando carteles. Fijate que ninguno de nosotros producimos individualmente. Pasamos a otra esfera de lo artístico, es como otra cosa que no sé como llamarla que está en el límite del arte y lo político.. Tenés un saber y ganas y los empleas en una construcción social, política.
– ¿Cuál será la próxima acción del GAC?
-Las chicas nos vamos a Ledesma, Jujuy. Vamos a hacer carteles en la Noche del Apagón. El 27 de julio del 76 allá hubo un apagón donde desaparecieron 600 personas. Todos los años desde la vuelta de la democracia, va mucha gente a acompañar a la única madre de Plaza de Mayo y se hace una marcha muy larga por el ingenio de los Blaquier. Y también seguiremos trabajando con la geografía de control. No sabemos qué vamos a hacer, pero queremos trabajar con las zonas militarizadas, con la frontera entre Capital y provincia.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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