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Las madres de Miguel Bru, Segundo Cazenave y Julián Rozengardt: cuando el Estado es el asesino

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Tres mujeres se reunieron para conversar, para darse la mano, y para radiografiar con una crudeza asombrosa todo lo que aprendieron a entender del país y de sí mismas tras los crímenes cometidos contra sus hijos. La indiferencia, la política, los medios de comunicación, los apoyos, y las cosas que permiten, en medio del dolor absoluto, intentar una especie de utopía argentina: construir justicia.
-Yo era de las que miraba para otro lado. Yo era de las que decía “algo habrán hecho” cuando los militares se llevaban gente. Qué lástima que en la vida tenga que haber un click que te lleve a la realidad. Que te lleve a ser más humano. A ser mejor persona. Qué lástima que te tenga que tocar para que empieces a sentir. Si fuéramos todos de otro modo, el país sería distinto, y el mundo también.
Graciela Pereira lo dijo con una mirada transparente, y tomándole la mano a Silvia Bignami, que lloraba.
El hijo de Graciela es Segundo Cazenave. Lo mataron a golpes y torturas en la Escuela General Lemos en el 2001. Tenía 20 años.
El hijo de Silvia es Julián Rozengardt. Lo mataron el 30 de diciembre de 2004 junto a casi 200 chicos más. Recién había cumplido 18 años. Le envenenaron los pulmones con cianuro en la versión más actualizada del infierno: Cromañón. Aunque los medios se esmeran en hablar de “accidente”, “tragedia” o “desgracia” los familiares siguen utilizando otra palabra: masacre. Consideran que sus hijos fueron asesinados.
Rosa Bru miraba a Silvia y a Graciela, y dijo:
-Yo pensaba que solidaridad era darle pan si le faltaba a mi vecina, ayudarla en la casa si estaba enferma, darle una tacita de azúcar. Ahora siento que la solidaridad es otra cosa.
Rosa es la madre de Miguel Bru, desaparecido hace once años y medio, en agosto de 2003. Miguel tenía 23 años, estudiaba periodismo. Pese a que nunca se encontró su cuerpo, la justicia dio por probado que Miguel fue asesinado por policías de la comisaría 9º de La Plata. Hicieron desaparecer el cadáver, según los miserables códigos de la dictadura, para evitar la existencia del “cuerpo del delito”. (¿Miserables? ¿Cobardes? ¿Abyectos? ¿Perversos?: los diccionarios, en la Argentina, se nos están quedando sin palabras que describan estas ciénagas).
-Yo me acuerdo -dice Rosa- que Miguel iba a las marchas de la resistencia, y a las marchas por Maxi Albanese, un chico de 17 años también asesinado por la policía. Yo nunca dije: voy a acompañar a esos padres. Una vez le dije a Miguel: ¿para qué vas a esas marchas? Ya está. Lo que pasó, pasó. No van a volver.
Rosa empieza a llorar:
-Y él no me contestó. Se quedó mirándome, como diciendo ‘pobre, qué ignorante’. Siempre me acuerdo de esa mirada. Yo empecé a luchar por lo de Miguel. Hoy me nace espontáneo acompañar, pelear, pero ese tipo de solidaridad no lo tenía.
-Pero Rosa, ojo que hay una cosa entre lo cotidiano y lo general -dijo Silvia, más repuesta-. Si una persona no puede prestar pan o una taza de azúcar, no sé si puede ser solidaria de otro modo. Nosotros tenemos experiencia en este país de bla-bla-bla. Pero es difícil ir a una marcha si no sabés compartir el azúcar o la yerba. Puedo hacer declaraciones maravillosas sobre algo, pero si en los gestos chiquitos no lo acompaño…
Graciela volvió a tomarle la mano. Rosa dijo que sí con la cabeza.
El encuentro nació por iniciativa del sacerdote salesiano Miguel Haag, amigo y asesor espiritual de Graciela y Rosa. Es de esos curas que logran que los herejes sintamos todavía respeto por algunos sectores de la Iglesia. Debe decirse que la porción conservadora del clero pampeano -Miguel reside en Victorica- lo tiene en la mira. Haag se comunicó con Silvia para manifestarle su solidaridad. Rosa y Graciela sentían que habían pasado por una situación similar y simplemente se ofrecían para reunirse, estar juntas, conversar, escuchar, tomarse la mano. El encuentro quedó confirmado, con la generosa invitación realizada por las madres a lavaca para coordinarlo, y la presencia de compañeras de Silvia, del Equipo de Educación Popular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
La Bruja, la Thatcher y la Loca
Los jóvenes Miguel, Segundo y Julián, debe decirse, no eran excesivamente piadosos con sus señoras madres.
Miguel había apodado “Bruja” a Rosa, que lo cuenta con una sonrisa resignada. Segundo le decía “Thatcher” a Graciela, referencia a la ex premier británica a la que ella ahora le encontró un sentido de resistencia: “Sí, soy de hierro, nunca voy a bajar los brazos”. Julián le decía a Silvia “Loca”, a veces en el sentido cariñoso, pero también en el otro. “Cuando yo me ponía autoritaria me decía: claro, vas a Madres y sos fenómena pero después acá…”.
Todas sufren contradicciones que les muerden el alma. Rosa siente que entendió demasiado tarde las cosas por las que su hijo se sensibilizaba. Graciela era una mujer que creía en los militares de un modo levemente irracional, y de algún modo contagió esa creencia a Segundo. Silvia le regaló a Julián la entrada para Cromañón y discutió con él porque ella también quería ir a escuchar a Callejeros. Reprodujeron un debate clásico entre ciertas madres y ciertos hijos.
-¿Por qué no voy a ir, si a mi también me gusta Callejeros. Hemos ido a ver a los Redondos- postuló Silvia.
-Mamá, los chicos no van con las madres. Hacé lo que quieras pero lejos. Si te acercás, no te conozco.
Julián ganó ese debate. Silvia muestra una foto de Julián. Graciela saca de su cartera una de Segundo. Rosa no trajo fotos de Miguel: lo lleva impreso en el alma.
La primera propuesta de la charla fue que cada una de estas mujeres se presentase. Que cuenten sus historias, reflejo de una tradición local: un país matando a sus jóvenes.
Que cuenten para comprender, de paso, cómo puede seguir la vida, sin ahogarse en un océano de lágrimas.
Duhalde, y la mejor policía
Rosa, mientras comienza una ronda de mate, relata que Miguel vivía con un grupo de amigos, también estudiantes, en una casa de la Calle 69 de La Plata, donde crearon una banda de rock llamada Chempes 69. Parece que hubo quejas por ruidos molestos. La policía empezó a merodear la casa hasta que la allanó sin orden, un día en que nadie estaba ensayando. Miguel no estaba, sí sus amigos. Uno pidió que mostraran la orden de allanamiento, frente a lo cual le colocaron una pistola en la cabeza: “La orden que traemos es esta”. Se llevaron a los muchachos y a dos chicas, una de las cuales era la novia de Miguel. Los llevaron a la comisaría 9º pero los soltaron al rato. Miguel y sus amigos decidieron hacer la denuncia. Miguel fue a la Fiscalía de Cámara para explicar allí de qué modo estaban siendo molestados por la policía.
Miguel le dijo a su madre: “Lo que pasa Bruja es que te allanan ilegalmente, te ponen la bolsita y después andá a cantarle a Gardel”.
Rosa: “Después de la denuncia todo se puso peor. Empezó a sentirse perseguido, hostigado, vigilaban la casa”. Los chicos decidieron abandonar el lugar y alquilar otra casa. Miguel no hizo a tiempo. Su novia fue a buscarlo el 17 de agosto de 1993, encontró la puerta entreabierta pero Miguel no estaba. Empezó la búsqueda. Rosa creía que Miguel estaba con su otro hijo, hasta que descubrieron que no. En la casa habían quedado la ropa, la bicicleta y el misterio.
“Lo primero que pensé fue: la policía. Me fui a recorrer, hice la denuncia en la comisaría donde trabaja mi marido, que también es policía. Me hicieron tomar la denuncia con un juez. Yo creía que ese juez iba a cumplir con sus funciones. Para eso está. Pero resulta que era el mismo juez que encubrió el caso de Andrés Núñez, que había sido secuestrado y torturado hasta la muerte en 1990. Después lo quemaron. Ese juez, Amílcar Vara, tenía la causa cajoneada y nadie decía nada”.
Los amigos de Miguel, sus compañeros de la entonces Escuela Superior de Periodismo de La Plata, reodearon a Rosa, comenzaron a denunciar, acompañaron los casi 30 rastrillajes que se hicieron buscando el cuerpo. “Fue el apoyo más importante. Empezaron a organizar marchas, a contar lo que había pasado. En ese momento uno pensaba que las desapariciones y las torturas habían terminado. Pero no”.
Denunciaron al juez. “Por un anónimo supimos que una chica
prostituta había sido la entregadora de Miguel. La encontramos un año y medio después. Yo la encontré. Fui con un grabador y es la primera persona que me dice que a Miguel se lo llevaron a la 9º de La Plata, y se les fue de palo”. Le pegaron demasiado, hasta matarlo. “Lo sacaron por atrás. Pero nunca más pudimos encontrarlo”.
La presión de las marchas y las denuncias impulsaron la causa judicial. “El juez llamó a declarar a los policías, pero todos cuidaban sus lugarcitos”.
Para Rosa lo crucial fue el testimonio de los que aquel día estaban detenidos: “Sabían a qué estaban expuestos. A un muchacho, Giménez, que era el mejor testigo, lo matan en un supuesto enfrentamiento. A su hermana le tiraron un auto encima. No la mataron porque no era su destino, lo mismo que al Chavo Ruarte, otro testigo: lo atropellaron con autos, con patrulleros, lo balearon. Hasta que llegó al juicio y declaró”.
En el juicio, pese a que no se encontró el cadáver de Miguel, se dio por probado el homicidio: “Yo recuerdo que uno de los asesinos de Miguel, Justo López, decía que si no hay cuerpo no hay delito. Lo mismo que decía el juez Vara sobre el caso de Andrés Núñez”. Lo mismo que los desaparecidos. “Eso sí lo habían aprendido, pero en la Cámara dijeron que el cuerpo del delito no era Miguel, sino demostrar que el delito existió. Quedó demostrado que Miguel estuvo allí. En el Instituto Balseiro de Bariloche hicieron una pericia que encontró el nombre de Miguel escrito en el Libro de Guardia, pese a que lo habían borrado, escribiendo arriba otro nombre. Pero los análisis permitieron ver, clarito clarito, que allí decía ‘Miguel Bru’. Eso, más la declaración de los detenidos, fue todo muy duro. Fue luchar contra todo un sistema porque teníamos un gobernador, Eduardo Duhalde, que decía que tenía a la mejor policía del mundo, con Pedro Klodczyk a la cabeza”.
Rosa conoció a Klodczyk: “Me dijo que tenía que cuidar a sus muchachos que se jugaban la vida en la calle”.
Silvia y Graciela la escuchan tomadas de la mano.
El honor militar
Graciela Pereyra, viuda de Cazenave, pasa el mate y recuerda que su hijo Segundo ingresó en la Escuela de Suboficiales General Lemos, de Campo de Mayo, en febrero del 2002. “La verdad es que Segundo era un joven con ganas de divertirse, con ganas de joder, muchísimas novias, alto, buen mozo. Hasta que un día me dice: ‘Mami, yo voy a cambiar. Voy a ser alguien en la vida y creo que el mejor lugar para cambiar es ahí, en el ejército”.
A Graciela le pareció razonable: “En el campo creemos mucho en los miltares, en la patria. Claro, uno piensa en militares como San Martín. Es como que uno vive en otro mundo. Fijate que en Victorica había sido el famoso asado de Galtieri”. Leopoldo Galtieri, dictador que en 1982 intentó construir una base de apoyo a partir, justamente, de ese asado, previo a la guerra de Malvinas. Graciela: “Teníamos un orgullo bárbaro de que llegara a Victorica. Mi hijo era chiquito, y yo quería a toda costa que se sacara una foto con Galtieri. Mi esposo tenía tropilla de caballos, y ofreció el espectáculo de doma. Compartíamos la carpa. Qué orgullo… qué ironía. Pero bueno, todos nosotros éramos de los que decíamos: por algo será.
Segundo ingresó en la Lemos, que quedó a cargo de la patria potestad, con el agregado de un tutor retirado de la Marina, llamado Guillermo Pérsico. “Volvió a Victorica para Semana Santa. Lo noté muy delgado. ‘Me están haciendo un poco la contra’. Contó que como él sabía mucho de mecánica, a los de 3º año no les gustaba que hubiera uno que supiera más que ellos”.
En mayo Graciela fue a la fiesta de bendición de los trajes. Segundo le pidió que se vistiese con la mayor sencillez posible. Comentó también que estaba un poco sordo y que había estado internado por una gastroenteritis. “Después supe que en realidad lo habían golpeado, se había desmayado, y por eso lo tuvieron que internar. Lo de la gastroenteritis me lo decía por lo delgado que yo lo veía”.
Después de la ceremonia volvieron al departamento del barrio de Colegiales que el tutor de Segundo le prestaba para usar los fines de semana.
“Allí le ví los pies en carne viva. Me dijo que habían tenido la semana verde, donde les exigen al límite. También me dijo: ‘está bien, mami, hay que hacerse hombre, hay que aprender a aguantar. Lo que no entiendo es por qué no tomé medidas en ese mismo momento”.
Graciela se queda pensando. Silvia le toma la mano. Graciela dice: “Yo creía en los militares. Pensé que después de lo de Carrasco todo sería distinto”. El conscripto Omar Carrasco fue muerto a golpes en Neuquén, en 1994, caso que derivó en la derogación del servicio militar obligatorio.
“Nos acompañó al departamento un compañero de Segundo, Joaquín Cortés de Jujuy, que me contó que a Segundo no lo trataban bien. Me mostró cómo lo ahorcaban, también a él. Segundo dijo: ya estoy acostumbrado, pero no contó mucho más. Yo le dije que si no estaba bien, lo mejor era dejar todo eso. Me dijo que no, que después de esa ceremonia todo empezaba a mejorar. Como llevamos la filmadora lo filmé saludándonos en la estación”. Graciela empieza a llorar: “Fue la última vez que lo vi”.
Once días después, el 28 de mayo, ya en La Pampa, Graciela recibió el llamado del tutor que empezó diciendo ‘perdóneme Graciela’. A lo que ella le contestó: “A Segundo lo mataron los militares”.
“Hacía cinco días estaba muerto en el departamento de Colegiales. Quién lo puso ahí, no sé. La verdad es que no sabemos nada de cómo ocurrió”.
En ese momento apareció el sacerdote Miguel Haag, que se ofreció para acompañar a los familiares en su viaje a Buenos Aires, donde le presentó además a Rosa Bru. Pidieron una reunión en la Lemos con el director, el coronel Ricardo Sarobe.
El militar y sus subordinados dijeron que sólo recibirían a Graciela. Cuenta el padre Haag: “En el estado en el que estaba, ellos iban a dominar la escena”. Pidieron que Haag estuviese presente como asesor espiritual, y lo aceptaron de mala gana. Paula, 18 años, la hija menor de Graciela, logró meterse en la reunión: “Medio que se coló, pero es tan chiquitita que el que estaba en la puerta no la pudo parar. Le deben haber metido un buen castigo porque a los militares no les gustó que fueran tres personas” cuenta Haag. (Resulta notable que estos artistas de la fortaleza y la guerra estuviesen tan a la defensiva ante una madre destrozada, su hija, y un sacerdote sin voz ni voto en el encuentro).
Paula tuvo la precaución de llevar escondido un grabador, que sostenía en su bolsillo derecho. Por eso, cuando uno de los militares le quiso dar la mano, ella estiró automáticamente la mano izquierda explicándole: “Soy zurda”.
Graciela no actuó como madre destrozada sino que empezó a adueñarse de la situación y pidió que llamasen al cadete Joaquín Cortés, el amigo de su hijo. Graciela: “Cuando vino empezó a contar todo, mucho más de lo que yo sabía. Y el coronel le decía: ‘Cállese la boca, porque usted es cómplice’. Y yo le decía: ‘No se calla nada, este es el momento de hablar’. Porque ¿cuál era nuestro miedo? Que si ahí no decía todo, a la salida lo matan, lo hacen callar para siempre, o lo compran. Pero el chico decía: ‘yo no soy cómplice. Si yo hablaba y contaba lo que nos hacían, me dijeron que yo seguía en la lista y me iban a matar a mí”.
¿Quiénes eran los responsables de los tormentos? “Los de los años superiores, segundo y tercero. Cortés contó cómo los torturaban en los baños, los dejaban sin dormir. Se les paraban arriba y los obligaban a hacer flexiones. Cuando estuve en la Lemos, Segundo me había mostrado a algunos diciéndome ‘son la peor basura humana que te puedas imaginar’. Nunca me voy a olvidar”.
El sacerdote Haag recuerda que aquella reunión terminó con el coronel Sarobe pronunciando una frase emblemática de la historia argentina: “Quédense tranquilos, que vamos a investigar hasta las últimas consecuencias”
Luego, los militares argumentaron que hubo maltrato, pero que nada de lo ocurrido en la escuela tiene que ver con el homicidio. Pretenden que la causa judicial quede reducida a eso. Como si la muerte fuese un accidente inexplicable. La abogada Mirta Mántaras les había anunciado que Cortés posiblemente iba a terminar cambiando su testimonio, cosa que efectivamente ocurrió tras una persuasiva temporada de conversaciones del joven y su padre con los jefes militares.
“Pensar que yo creía que había dejado a mi hijo en las mejores manos del mundo” dice Graciela.
Haag: “El chico había dicho: yo quiero ser alguien, acá voy a cobrar un sueldito, a tener una obra social”. Graciela: “Acá voy a ser un hombre. Eso decía”.
(Merece ser meditada la noción inscripta en las creencias de un joven de 20 años, según la cual un salario militar y una obra social se equiparan al proyecto de ‘ser un hombre’).
Graciela: “Mi hijo me había puesto un nombre de hierro, Thatcher, porque yo no me voy a doblar. Conocer a otras personas como Miguel o como Rosa me enseñó a nacer de nuevo. Uno se cae mucho. Mis hijos. Paula ha tenido intentos de suicidio. Es muy difícil vivir y volver a creer. ¿Cómo puede existir gente tan mala, que mate de a poco a un chico, haciéndole sufrir un calvario? Pero aprendí a no tener odio hacia nadie, ni siquiera hacia los asesinos de mi hijo. Si tuviese odio no podría luchar, porque uno con odio se enferma”.
Rosa no está de acuerdo. Es imposible describir el grado de tensión y emoción con el que pronuncia esta frase: “A mí me pasa distinto. Me agarra una cosa acá (se toma la garganta). Doli Demonty (la madre de Ezequiel Demonty, el chico asesinado al ser arrojado al Riachuelo por integrantes de la Policía Federal) también es muy creyente, y me dice que tengo que aprender a perdonar. No a los asesinos, sino perdonar para mí, para sentirme mejor. Pero yo no puedo. Digo: ya se me va a pasar. Pero no, no perdono, me pone violenta sólo acordarme de esos asesinos. Me da una envidia sana que alguien pueda perdonar, porque capaz que tienen una paz que yo no tengo”.
Los fantasmas de Cromañón
Es el turno de Silvia, que dice que le cuesta focalizar la cuestión en su hijo Julián: “Es un crimen muy masivo. Pero hay tanta intoxicación de información yo encaro el tema desde él. Es el que está ahí en la foto, con la novia”.
Silvia explica una diferencia previa con Graciela y Rosa: “Al revés de ustedes, yo soy una descreída previa en el sistema. Yo tenía muy presentes los casos de ustedes, o el de Sebastián Bordón, las presas y presos de la Legislatura, General Mosconi, toda una cadena de hacerle difícil la vida al pueblo. Julián venía de una cadena de injusticias. Él quería acompañar a Florencia, la novia, a ese recital de Callejeros, porque ella tenía una hermanita que murió en un parto por mala praxis. Ya ven: una cadena de cosas espantosas. Ya les conté que no quiso que yo fuera al recital, y lo que quería era darle una alegría a Florencia. Yo me quedé sola en casa, preparando las cosas para el 31 de diciembre y viendo Emergencias, esa serie norteamericana de médicos y hospitales”.
Silvia cuenta que no se quedó preocupada. No más que con cualquiera de las veces que su hijo salía.
A medianoche sonó el teléfono. Era la voz de la tía de Florencia llorando, y se escuchaba detrás el llanto de la propia chica: “Poné Crónica” le dijo la voz.
“Puse Crónica, hablaban de once muertos en Cromañón. Yo pensé que Julián no podía ser, es deportista, fuerte, con muy buen físico. En el medio de la noche, recorriendo no sé cuántos hospitales con un amigo, no me di cuenta de que eran ciento y pico las víctimas”.
La recorrida por las calles y hospitales fue en sí misma un infierno. “Había que tener cuidado porque los chicos iban caminando sin mirar, deambulando, como fantasmas. Habían desparramado a las víctimas por todos los hospitales. Yo creo que eso lo hicieron de entrada ya con la idea de diluir. Nadie te informaba nada, no había un puto megáfono. Pero lo peor era eso: ver a los chicos deambulando sin saber a dónde ir”.
En el Ramos Mejía encontró a Florencia, que estaba muy mal, diciendo sobre Julián: “Lo perdí, se me cayeron los anteojos. Él me dijo no me sueltes la mano. Pero lo perdí”.
Silvia se dirigió al lugar donde se suponía que darían información, un CGP (Centros de Gestión y Participación): “Un maltrato… nadie sabía nada, pero te decían que iban a centralizar la información al lado de la morgue. Los padres empezaron a enojarse con la policía”.
Silvia sospecha que hubo manipulación oficial de las cifras de víctimas, ya que en un momento se pasó de los 11 muertos, a más de 170. “Este amigo tenía auto y celular, por eso pude buscar, porque hasta para encontrar a tu hijo en ese infierno tenés que tener plata: al otro día todavía estaban llegando papás de Laferrere que habían tenido que salir a pedir plata para viajar en micro”.
Sonó el celular. Le avisaban a Silvia que en el Clínicas había un Julián. Llegó y encontró una hoja de carpeta pegada que decía “fallecidos”. Nadie recibía a los familiares, nadie los contenía. Silvia leyó la lista, su hijo no estaba, siguió recorriendo hasta que encontró a la madre de una chica que había acompañado a Julián en la ambulancia. La mujer rezaba con un rosario en la mano. “Está en terapia intensiva” le dijo.
La primera sorpresa para Silvia fue que todos hablaban de un incendio, pero no había olor a quemado.
“Yo había escuchado espantosidades” dice, usando un neologismo aplicable a varios rubros de la vida criolla. Tuvo que subir diez pisos por escalera porque -obvio- los ascensores no andaban. Se topó con una médica. Le describió a Julián: la estrella roja tatuada en la pierna.
Finalmente lo encontró: “Estaba enterito, con un color muy raro. Sin ropa. Nunca la fui a buscar. Por eso cuando voy a las marchas y veo las zapatillas…”
Silvia llora. Graciela la abraza. “Le habían hecho una traqueotomía. La médica me dijo: es muy fuerte, hizo un paro cardíaco pero salió. La gente del Clínicas estaba muy afectada y desbordada. El lugar es de alta complejidad, pero tuvimos que salir a comprar hielo, rolitos, para ayudar a que el cuerpo eliminase el veneno”.
Silvia está separada de Rodolfo, el padre de Julián que vive en La Pampa. “Lo primero que le dije fue ‘perdoname’, no sé por qué me salió”. Silvia aprendió que el veneno era la combinación del tolueno y el cianuro. No había existido un incendio, sino una nube asesina que tomó los pulmones de los chicos.
“El 1º murió Julián. Nunca se despertó”.
Silvia dice que no puede dejar de pensar en los demás chicos, los que sobrevivieron. “Me agarra como una cosa. No pueden ser sometidos a semejante maltrato. Todos pibes chiquitos. Y venían y me pedían perdón. No sé qué creen que tenían que hacer”.
No eran culpables, pero Silvia pedía perdón, los chicos también. “El gobierno no pide perdón. El presidente de los argentinos siguió de vacaciones. Tiene asesores de imagen que lo mandaron a la fiesta de la Pachamama cuando asumió, pero aquí le dijeron ‘quedate al costado’. Y lo de Ibarra… es patético, lastimoso, lamentable”.
Silvia y Rodolfo tuvieron que ir a una seccional policial a pedir un papel que permite que los familiares, y no la morgue se hagan cargo del cuerpo. “La morgue estaba saturada, y las ambulancias no llevan cadáveres. El tipo de la seccional tenía el problema de cómo llenar el papelito. ¿Religión? Ninguna, le dije. Pero no le iba en el formulario. ¿Qué pongo en los puntos suspensivos? No ponga nada, o ponga ninguna. Y entonces aparece algo de ‘darle cristiana sepultura’. Le digo que si puso que no tiene religión, qué le va a meter lo de cristiana. Pero lo tengo que borrar, dice, y no hay liquid paper. Entonces me acordé que en la mochila tenía liquid paper y de golpe me dí cuenta y le digo: mirá, cambiemos de lugar. Yo lleno el papelito y vos tenés un hijo muerto, ¿querés?. Ahí reaccionó”.
A Silvia le asombró también el vocabulario. Hablaban de los heridos e internados como NN. “Eso es lenguaje de la dictadura”.
¿Y después? “Después empezó la movilización. Yo siempre he salido a la calle. Es algo terapéutico, juntarse con otros”.
Diálogo de tres mujeres
-En una reunión de familiares de Cromañón, vi a un chico que estaba desesperado. Contaba que había estado allí, caminando sobre los cuerpos, entre los gritos. Y dijo que no entendía cómo los padres podían estar de pie, haciendo cosas y reclamando. Lo dijo mientras lloraba. Les pregunto lo mismo: ¿Cómo hicieron para seguir adelante?
Rosa: Yo sentí siempre una fuerza interior. Había veces que estaba destruida y decía “hoy no voy al juzgado”. Y de repente algo me levantaba, saltaba de la cama y salía. Una vez no encontraba las medibachas y me puse otras. Voy al juzgado y andaba de un ascensor a otro. Un señor me mira los pies, y siento que algo arrastro. Eran las medibachas que no encontraba, que habían quedado adentro del pantalón. Sacudí un poco el pie y me hice la desentendida.
Pero además me ayudaron los chicos, los amigos de Miguel. Tenía que aprender a soportar. En el mismo juicio escuché todo, no me perdí una sola audiencia. La mamá de Maxi Albanese dice que los chicos, allá arriba, formaron un gran ejército que es el que nos empuja, nos lleva, nos guía. Me gusta tanto lo que dice, que a veces hasta me convenzo de que es cierto.
Silvia: Yo no soy muy creyente, pero hay cosas que te dan fuerza. Los amigos de mi hijo van mucho más que yo al cementerio. El otro día fui y me encuentro con los amigos alrededor de la tumba, sentados en unos tronquitos. Estaban con un discman al que le pusieron parlantes chiquitos mirando hacia la tumba. Escuchaban La Vela Puerca, un grupo que a Julián le gustaba mucho y a mí también.
Pero cómo se sigue, para mí tiene mucho que ver con lo grupal, con estar sostenido. En mi caso también con tener otros hijos. Y te lleva la ola. Pero a mi me preocupan más los pibes como el que vos contabas, el que estaba llorando en la reunión de Cromañón. Que se te muera un par a esa edad. O a Florencia, que se le murió el que ella considera el amor de su vida. Todo eso te cristaliza en un lugar de mierda. Temo por los pibes. Ya hubo un suicidio. Creo que el chico al decir “no sé cómo ustedes están de pie” tiene la culpa del sobreviviente. Porque a un chico de esa edad, ¿qué le tendría que estar pasando? Tener un esguince.
-Dicen que los chicos subliman el miedo con las películas de terror. Aquí, en todo lo que ustedes contaron, Miguel, Segundo, Julián, son víctimas del terror en estado puro, real.
Silvia: Con las películas los chicos desacralizan la muerte. Pero acá la ironía te la metés en el culo.
Graciela: Yo creo en la fuerza de las personas que no están. Hay algo que no te deja quedarte. No querés que sufran otros, ni que haya tanta injusticia. Si no, estaríamos en una cama esperando la muerte. Yo lo veo a Segundo en todos lados. En los chicos chiquitos, cuando veo a un joven de espaldas. Me pone muy mal ver a alguien vestido de militar. Es como que yo lo espero.
Silvia: Es que estas muertes… Vos contabas, Graciela, que lo saludaste. Y después, se murió. Te queda esa sensación de levantarte a la mañana y pensar: “le voy a preparar la leche”. No. La verdad es que no la tengo que preparar. “Voy a hacer las milanesas”. No. Siempre es terrible perder a alguien. Pero esto…
-Rosa, tu caso es diferente en una cuestión: ¿Cuándo pensaste “Miguel murió”?
Rosa: Cuando habla esa chica y me dice que lo mataron a golpes. Cuando vienen los testigos. Uno dijo que hacía mucho frío en la cárcel y le preguntó a Miguel qué le había pasado. Y él contestó: “No sé qué quieren estos boludos, estoy esperando que me larguen. Y eso que mi viejo es cana”. El otro le dijo: si es cana, decilo. Y Miguel le contestó: “No, no, ya soy grande”. Ahí supe que era Miguel. Eran sus palabras. En las marchas una cantaba “a Miguel lo mató la policía”. Pero no sé cuándo empecé a aceptarlo. Nunca quise ponerle una flor, ni una vela, ni una foto. La hermana hizo un portarretrato en la escuela, y puso la foto de Miguel. Le dije: “Sacala, porque si él viene… ¿qué va a pensar?”
-Otra cosa llamativa es el castigo a la diversión. Miguel tenía su banda de rock y empezó a perseguirlo la policía. Julián también era muy roquero. Segundo…
Graciela: Era un chico que se divertía, todos lo querían. Tenía sus cosas, era vago, le gustaba la mecánica y hacía picadas, gastaba la plata, le gustaba divertirse. Y bueno, estaba en su derecho. Mis otros hijos me decían “le perdonás todo”. Pero Segu era el bebé. Me podía en todo.
-Pero apareció diciendo: voy a cambiar. Y decidió ir al ejército.
Graciela: Tenía una novia, estaba enamorado, y me decía que quería casarse y tener cinco o seis hijos. La primera hija se iba a llamar Camila. “Me voy a ir al sur, vieja, y te llevo conmigo. Te voy a poner a mi cargo. Vas a ver. Yo voy a ser otra persona.
-Se nota en la Argentina mucho castigo generacional. Se puede pensar a partir de los desaparecidos, Malvinas…
Silvia: Gatillo fácil…
Rosa: Y lo que no nos enteramos. Salen a la luz los casos privilegiados, entre comillas. Porque si uno tomara conciencia de la verdadera dimensión de los casos de gatillo fácil, le cambiaría la mente a más de uno.
Graciela: Es cierto que no se sale sola de esto. Tiene que haber gente al lado. Si no es muy difícil estar de pie.
Silvia: Pero no es solo que te acompañen haciendo una proclama, que tiene su mérito. También es el que te sostiene. Yo casi no estoy viviendo en mi casa (ubicada en Caseros) y hay amigas van todos los días. Una se llevó a mi gata y le hace reiki porque la gata está deprimida. Y están los compañeros de Educación Popular. No necesito que me lo digan: siempre hay uno al lado mío (en la propia entrevista estaban Claudia, como anfitriona, y Roxana). Porque a mi me ha dado por desmayarme. Entonces encontrás una solidaridad no solo de palabras, sino en cosas bien concretas.
-Hablabas de los chicos que deambulaban como fantasmas. Los que tenían amigos. En esos casos no hay tanta sensación sobre la necesidad de acompañar como en el caso del familiar directo.
Silvia: Esta es una sociedad que se instala mal con la memoria. Yo tengo amigos a los que les parece que si me hablan de Julián, me voy a poner peor. El día de mi cumpleaños, 7 de febrero, todo el mundo quería que yo festejara. Tuve un ataque de nervios: me llamaban para decirme “feliz cumpleaños”. Esa cosa defensiva le hace el juego al gobierno, que quiere que Cromañón se diluya. Hay pibes en el colegio Otto Krause que dicen “queremos hablar de Cromañón”, y no se los permiten. Les da miedo a las autoridades. Realmente es terrible no instalar la palabra. Después vamos a estar diciendo que hay suicidas, o que hay violentos.
-Así como hay mucha gente al lado de ustedes, ¿cómo viven lo que ocurre con la parte de la sociedad que no quiere oír, o no lo soporta, o se mantiene indiferente?
Rosa: Mucha gente te escucha. Pero si sos muy reiterativa se cansa, como que ya pasó, te tenés que resignar. Esa persona no es la más solidaria. Otros te escuchan mil veces. Por eso contaba que yo no iba a las marchas, ni entendía por qué iba Miguel. Yo misma no tenía ese tipo de solidaridad.
Graciela: En Victorica hay mucha gente de campo y la gente de campo cree en el militar. Era lo que contaba antes. Nosotros decíamos: “ah, por algo será” cuando se llevaban a alguien. La prensa tapaba todo, de paso. Pero creíamos que los militares eran personas buenas. Y Segundo por eso decía: “ahí voy a ser una persona de bien”.
-¿Y cómo tomó Victorica lo que le ocurrió a Segundo?
Graciela: Se dividió el pueblo. El intendente es de la Alianza, pero estuvo también con la dictadura. Viene del grupo militar. Es más: la familia de mi marido, los Cazenave, no nos apoyaron en nada. apoyan a los militares. Mi cuñado es íntimo amigo de Brinzoni.
Silvia: ¿Pero qué explicación le dan a lo de Segundo?
Graciela: Ninguna. Miguelito, ¿usted qué dice?
Miguel Haag: Hasta el hijo mayor de Graciela se peleó con nosotros, decía que éramos zurdos y le queríamos buscar la quinta pata al gato. Después entendió. Pero en el pueblo muchos decían: por algo habrá sido. Y lo más importante: no te metás. Está intacto lo de la dictadura, hasta el tuétano. El miedo, ensuciar a la víctima.
Silvia: Es cierto, se culpabiliza a las víctimas. Y se ataca también a los padres, que si se les permitió, que si no, es un horror. Me parece que lo que no funciona entonces es la cosa individual para poder seguir. Porque lo que yo siento es que individualmente uno no puede hacer más que llorar.
-Pero entonces, ¿qué les parece que habría que hacer ante los indiferentes, que piensan “a mi no me tocó, entonces no es mi tema”?
Miguel: Yo creo que es tremendo el miedo. Y Rosa dice siempre que el miedo paraliza. En muchos casos en Victorica veo que es cerrazón, y en otros mala leche. No sé qué se hace con eso.
Graciela: Ojalá que a ellos no les toque. Lo que una tiene que hacer es meterse. Yo era de no preocuparme por los demás. Me culpo por eso. Repito: qué lástima que en tu vida tenga que haber un click que te haga mejor persona, más humano, saber estar donde te necesitan. Si hubiera otra actitud, el país sería distinto, y también el mundo.
-Pero si a vos no te hubiera pasado lo de Segundo…
Graciela: Estaría pensando en tener plata, en divertirme. Pero a partir de lo de Segundo no me gusta nada: un auto, una casa, nada me satisface. Solamente ver feliz a alguien. La vez pasada vino León Gieco a Victorica, para ayudar a los salesianos y que puedan tener una sala de computación los chicos. Eso para mi es alegría. Poder dar y ver a alguien feliz. Aparte de eso, a mi nada me va a hacer feliz nunca más.
Rosa: Yo creo que a la gente no la vas a cambiar. Con los años y años empiezan a valorar. Pero otra cosa que no puedo decir es que no voy a ser feliz. Lo de Miguel está siempre ahí, como el primer día. Pero vinieron los nietos, eso me enseñó que la vida continuaba. Nadie va a ocupar el lugar suyo, pero los nietos te traen momentos de felicidad, me hacen reir. Tenemos un nietito de dos años y agarró la pancarta con la foto, pero como era pesada empezó a decir “se me cae Miguel, se me cae Miguel”. Y con esas cositas también te acordás de Miguel riéndote. Me pasó hace bastante. Un día estaba mirando el programa de Tinelli con la cámara oculta. Mi hijo salió de la pieza y me dijo: ¿vos te estabas riendo? Hacía años que no me oía reirme.
Así que no sé si vamos a cambiar a la gente, pero creo que está más sensibilizada. La gente sabe más cosas. No es como en la dictadura que ponían “abatieron a un subversivo” pero no decían que a los que desaparecían los tiraban al medio del mar. El que no estaba militando no sabía lo que pasaba. Eso yo lo discuto mucho. Me dicen: “todos sabían”. Yo digo que no. Te deformaban la información. Lelia, una amiga del padre Miguel, dice “yo no quiero que me pase por encima el gatillo fácil, como me pasó la dictadura. Hay un caso palpable como el de Mariano Wittis. Lo toma como rehén un delincuente con un arma que no podía matar a nadie porque no funcionaba. Lo lleva a Mariano. Aparece la policía y mata a los dos. ¡Y después le pusieron un arma a Mariano! La madre tuvo que salir a demostrar que su hijo era inocente.
Acusar a la víctima.
Rosa: En Cromañón no dicen que la barbaridad es la falta de controles, o el techo inflamable, sino que los chicos tomaban cerveza o se drogaban. Yo creo que eso es de la época de la dictadura. Cuando matan a alguien por la espalda siempre es porque el milico tropezó y se le disparó el arma. Nunca se dispara en contra de ellos.
Silvia: No, los muertos los ponemos nosotros. Están siempre del mismo lado. No sé cómo se hace para cambiar la indiferencia. Habría que estudiarlo incluso psicológicamente. No creo que todo el mundo sea hijo de puta ni mucho menos. Creo que está el individualismo. Sos individualista hasta en tener tu luto por tu hijo en su tumba. A mí me hubiera gustado que Julián esté en una tumba colectiva. Porque para mí eso instala la memoria. Pero bueno, supongo que no se cambia las cosas solo con palabras, sino haciendo. Hay que buscar formas creativas de hacer. Además, no sé si quiero cambiar a la gente. ¿Quién soy para cambiar a nadie?
Rosa: Igual me parece que es más solidaria la juventud de ahora. Yo veo con lo de La noche de los lápices, cada vez va más gente.
Silvia: A la vez, hay una contradicción entre el decir y el hacer. Porque los gobiernos hacen discursos cada vez más interesantes, hablan de los desaparecidos… no está mal, pero ¿del gatillo fácil van a hablar dentro de 10 años? ¿Y de los chicos de Cromañón dentro de 20? Decir que la única lucha que se pierde es la que se abandona, está muy bien de parte de Madres. Pero si lo dice Tinelli, se me apropia de las palabras. Me parece que hay que ir a las acciones, y de manera no evasiva. Porque los jodemos a los pibes con la droga, con el acohol, pero convengamos que son salidas que encuentran en una sociedad de mierda. Hay que estar alertas para que no nos roben las palabras. Hoy los gobernantes hablan de los desaparecidos, pero podrían estar hablando de Cromañón. Siempre atrasan 20 años.
Graciela: Por eso para mí hay que empezar desde la escuela con el tema de los derechos humanos. Yo me acuerdo que una de las veces que vinimos a Buenos Aires estábamos mirando televisión con mi hija. Aparecieron las Madres de Plaza de Mayo y el tutor de Segundo, Pérsico, dijo: “Mirá las locas. Yo viví en la ESMA y nunca vi nada parecido a lo que dicen esas locas”. Cuando volvimos a Victorica, Paula me dijo: “A ese tipo no lo quiero ver más en mi vida”. Y yo ni le había prestado atención al viejo.
-Lo de “loca” te lo habrán dicho también a vos en Victorica, después de lo de Segundo.
Graciela: Estaba dicho para mí también. Hoy yo estoy del lado de las locas.
-Se habla del escenario político, de la clase política, los gobiernos… ¿qué sensación les produce ese escenario tan magnético para los medios?
(Risas generalizadas) Graciela: Para mí política es mi hijo. Desde que pasó lo de Segundo voto con la foto de mi hijo. Mis hijos también. Yo a los políticos los necesito para que me ayuden a ayudar a los demás. Pido para que a los chicos de las escuelas no les falte nada.
Silvia: Pero eso lo tendrían que hacer sin esperar a que uno les pida. ¿Qué hacen? Acá está todo muy corrido.
Rosa: Ellos es como que te hacen un favor dándote la computadora para el colegio. Pero les tendría que nacer.
Silvia: Para los medios política es lo que hacen los gobernantes. Se vota a gente que no se sabe quién es. Por eso muchos dicen “no me meto en política” pero van a las marchas. Porque es el poder por arriba, un poder super vertical el que tenemos. Lo que pasa con el resto de la sociedad no te lo cuentan. Me da miedo que la política parezca que es solo el voto. Estábamos en una radio y llamó un oyente diciendo que no había que criticar a Ibarra porque Macri es peor. Y yo decía: me están colocando en un lugar perverso. Ibarra es menos peor. Faltaba que nos dijeran golpistas. Es terrible elegir entre lo malo y lo peor. Creo que habría que cambiar esa concepción. Yo quiero lo mejor. Y lo mejor es que no mueran más pibes, y que tengamos futuro. No soy golpista, ni anti esto ni anti lo otro. Hay que actuar sin miedo a esas dicotomías. Ya usaba Alfonsín esta idea del blanco o negro.
-Yo, o el caos. Lo han dicho todos los gobernantes argentinos.
Silvia: Si es así, vamos por el caos. Porque me parece que lo muy ordenado no está funcionando. Pero el caos como algo creativo.
Graciela: Por eso digo que hoy es mejor: los chicos dicen lo que sienten y actúan como sienten. Cuando yo era joven, realmente era una época de hipócritas.
Silvia: Para mí está todo más mezclado. En la dictadura yo era adolescente, algo hacía, pero tenía conciencia de que éramos una minoría. Ahora no termino de ver. En los lugares por donde yo circula la gente es cuestionadora. Julián era así. Y en la batidora me cuestionaba también a mí. Me criticaba la incoherencia. Me ponía autoritaria con él. Qué sé yo, estuve en un encuentro de mujeres en Mendoza y había mujeres jóvenes que eran peor que mi bisabuela, decían que nosotras éramos asesinas de nuestros hijos. Terrible.
-¿Y qué es lo que está haciendo la Asociación Miguel Bru?
Rosa: La asociación se dedica a seguir casos de gatillo fácil y apremios ilegales, colabora gratuitamente con las víctimas. Y también estamos haciendo un trabajo muy fuerte en la Isla Maciel, donde ya formamos una Comisión de Derechos Humanos de la isla.
Graciela: Y en Victorica yo estoy con los salesianos. El padre está con 120 chicos en riesgo social, así que qué mejor que ayudar con eso.
Silvia: En el caso de Cromañón hay un montón de iniciativas. Lo que pasa es que todo hay que ir haciéndolo con mucha paciencia.
Rosa: No todos pueden superarlo tan rápido. No es fácil.
Graciela: Porque ¿sabés qué pasa? Después de perder un hijo nada te asusta. Le perdés el miedo a todo. Yo ya duermo con las ventanas abiertas y la puerta sin llave.
Silvia: Ni es lineal. Un día uno se quiere morir, al otro día estás trabajando como una loca.
Rosa: Cuántas veces, Silvia, uno se quiere morir. Pero no se muere. Y después te das cuenta: simplemente tenés que seguir.

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Detenciones injustificadas, golpes, humillaciones y persecución: la grave denuncia de las personas detenidas en la cacería de la Ley Bases

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Detenciones ilegales y acusaciones falsas. Patadas, palazos y balas de goma. Mujeres esposadas 15 horas en camionetas y pasillos, humilladas al ser desnudadas en celdas abiertas. Carceleros que tiran gas pimienta a los varones estando presos. Estas son algunas de las denuncias que exdetenidxs en la Ley Bases comunicaron en conferencia de prensa en el Serpaj, donde pidieron por la liberación de las cuatro personas detenidas, el rechazo a las apelaciones del fiscal federal Carlos Stornelli y el pedido de cierre de todas las causas. Además convocaron para este viernes una concentración con un festival en Plaza de Mayo, a un mes de la cacería, de 15 a 19.30 horas. Cómo viven hoy quienes estuvieron presos y qué dicen los abogados: “No hay elementos jurídicos para sostener esta barbaridad”. Y la voz de Emilia, pareja de Daniela, detenida: “Luchar no es un delito y estar organizados, tampoco”. 

Por Lucas Pedulla

Gabriel Famulari tiene 41 años y está sin documentos. Saca de su bolsillo el papel que le dieron en los tribunales federales de Comodoro Py para su reemplazo: una hoja A4 doblada en cuatro partes que dice “Acta de excarcelación”. Hace casi un mes fue detenido en la cacería que el Gobierno desplegó con cinco fuerzas de seguridad distintas durante las protestas de la Ley Bases, y fue liberado por falta de mérito -es decir, por falta de pruebas- cinco días después por decisión de la jueza María Servini. Sin embargo, es una de las siete personas a quien el fiscal federal Carlos Stornelli apeló la excarcelación. No se enteró por su abogado -un letrado de la Defensoría oficial- sino por un mensaje de WhatsApp. 

“Stornelli apeló mi libertad”, dice Gabriel a lavaca una vez concluida la conferencia que la Coordinadora Por La Libertad de lxs Presxs de la Ley Bases convocó en el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ), para exigir la liberación de las cuatro personas que siguen detenidas: Daniela Calarco Arredondo, David Sica, Cristian Valiente y Roberto de la Cruz Gómez. Piensa Gabriel sobre esa apelación, que pesa sobre otras seis personas exdetenidas: “Somos nosotros como podría ser cualquiera, pero puntualmente somos gente que no está enrolada en organizaciones. Así hay más saña y por ahí piensan que, quizá, no tengas gente que salga a defenderte”.

Cuenta que, cuando lo llevaron al penal, en uno de los “interrogatorios ilegales” le preguntaron si estaba en alguna “orga”, de dónde era, en qué partido militaba. “Me rodearon un montón. Ese maltrato fue sistemático, porque te preguntaban siempre que podían. Y les dije: ‘Sabés que soy un perejil, porque si militara en algún lado ahora habría 500 personas afuera’”. Gabriel no milita en ninguna organización o partido, y el 12 de junio había ido tarde porque sabía que la ley se votaría de madrugada. “No estuve ni cuando tiraron los piedrazos. Sólo filmé una persona que estaban deteniendo en situación de calle. De hecho me subo a la vereda, tal como ordenaron los policías que estaban por la zona, y cuando me doy vuelta, sobre Callao, a media cuadra del Molino, escucho que dicen ‘ahora, ahora’, y me agarran por la espalda”. 

Desde entonces no recuperó su DNI. En el penal le dijeron que estaba en la comisaría 28 y en la comisaría 28 le dijeron que estaba en el penal. “En la 28 protesté y, a los 10 minutos, vino alguien que me dio mi tarjeta de débito y mi SUBE, que estaba todo junto en la billetera junto con el documento. Ya no sé qué pensar”, dice, y es tan sólo una de las historias cuyas vidas cambiaron para siempre hace un mes, tras 33 detenciones al voleo.

Cuatro de ellas todavía siguen detenidas. 

Detenciones injustificadas, golpes, humillaciones y persecución: la grave denuncia de las personas detenidas en la cacería de la Ley Bases
El flyer de convocatoria para el festival del viernes.

La barbaridad jurídica

La última persona liberada fue Facundo Gómez, el vendedor de cafés de Plaza Serrano (Palermo), a quien detuvieron mientras estaba hablando con su mamá. La noticia se conoció el jueves pasado, minutos antes de que comenzara la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, que fue masiva. Al mismo tiempo las partes se notificaron de los rechazos de las otras cuatro excarcelaciones. La decisión la tomó la Cámara de Apelaciones con los votos en contra de Martín Irurzun y Eduardo Farah. “Los votos tienen nulo fundamento técnico-jurídico”, dice a lavaca Daniel Vázquez, abogado de Daniela. “El fallo dice, en líneas generales, que tanto ella como los que quedan presos podrían entorpecer la investigación estando libres. Planteamos que es una barbaridad. Los detenidos están en un penal, la totalidad de la prueba instrumental y documental son de cámaras del Gobierno de la Ciudad y medios masivos. No hay ningún elemento de prueba que pueda ser entorpecido por los detenidos”. El único juez que votó a favor fue Roberto José Boico.

Las partes tienen 10 días para apelar ante la Cámara de Casación Federal. “No hay elementos jurídicos para sostener esta barbaridad -sostiene Vázquez-. Es la expresión de un gobierno ultraderechista con prácticas violatorias de la Constitución y los tratados internacionales. Lo estamos afrontando en las calles y, jurídicamente, en los tribunales”. El abogado también defiende a Sofía Ottogali, la primera de las liberadas, otra de las apeladas por Stornelli. “La fiscalía no fundamentó absolutamente nada. No hubo ningún planteo nuevo, ni siquiera un adorno”. Todos los abogados ya presentaron los memoriales por sus represantados y representadas, que fueron elevados a la Cámara. “Podría y tendría que resolver hoy, pero tiene la potestad de tomarse cinco días”, dice Claudia Leaños, abogada de Sasha Lyardet, la joven estudiante de la UNSAM, otra de las apeladas. 

Estos atropellos fueron presentados por familiares y exdetenidxs en el Serpaj, acompañados por organismos, legisladores y diputados de la izquierda y del peronismo. Otra de las que habló fue Emilia, pareja de Daniela y compañera en el MTR-Votemos Luchar (Movimiento Teresa Rodríguez): “Tuvimos la posibilidad de verla, y a pesar del contexto de mierda, la compañera está fuerte, entera, pero lo que principalmente la sostiene es que está organizada. Luchar no es un delito y estar organizados, tampoco”. 

A Daniela la acusan de quemar bicicletas del gobierno de la Ciudad, aunque Emilia explicó a lavaca que esta acusación es falsa y dio su versión de los hechos. David Sica está en situación de calle, y lo acusan de pegarle a una policía, cargos que él negó. Roberto de la Cruz Gómez es empleado de una panadería, lo acusan de tirar piedras, delito que también negó. El último es Cristian Valiente, trabajador de una verdulería, a quien denunciaron por tener una granada de mano, pero en realidad era un aerosol químico de los que usan las fuerzas para gasear manifestantes. Su hermano Jonathan dijo a lavaca: “Lo acusan de terrorista pero carrea cajones de frutas y verduras 12 horas al día. Es una locura”.

Las familias convocaron a una concentración con festival este viernes 12 de julio, a cumplirse un mes de las detenciones, en Plaza de Mayo. La cita es a las 15 horas y se extenderá hasta las 19.30. Habrá música en vivo con Sudor Marika, Paula Maffia, El príncipe idiota, La piba berreta, Saga.hfk, Flopa Lestani, Julio y Agosto (banda de Santiago Adano, uno de los exdetenidos) y La perra que los parió.

Compartimos el comunicado redactado por exdetenidxs y familiares, leído este miércoles en el Serpaj. 

Somos un grupo de liberadxs de los 33 detenidxs el 12 de junio en la movilización en contra de la votación de la Ley Bases.

Nos detuvieron ilegalmente, mediante acusaciones falsas y violencia brutal de la policía, con patadas, palazos y balas de goma en algunos casos. Nos llevaron a distintas comisarías y alcaldías sin decir en ningún momento cuál era la causa de detención, sin poder hablar con un abogado/a, sin poder usar los celulares, sin ver a ningún familiar, mucho menos a un médico. Desoyendo pedidos de Habeas Corpus, vulnerando nuestros derechos más básicos.

Las mujeres estuvieron/estuvimos 15 horas en una camioneta y pasaron/pasamos la noche ahí esposadas, para luego pasar el segundo día en el pasillo de una comisaría sin agua y donde la policía no les/nos dio ni un plato de comida. Cuando la causa pasó a fuero federal, las/nos trasladaron a la Unidad 29 en el edificio de Comodoro Py, las/nos desnudaron una por una en una celda a puertas abiertas donde había tránsito de gente, en lo que fue una situación de humillación más para ellas/nosotras. Las que no fueron/fuimos excarceladas el viernes 14, terminamos en el Complejo Penitenciario de Mujeres de Ezeiza.

Los varones fuimos/fueron a tres cárceles de máxima seguridad: Devoto, Ezeiza y Marcos Paz. Algunos fueron puestos contra una pared y les tiraron gas pimienta en la cara. Convivimos con ratas, cables de electricidad sueltos en habitaciones inundadas habiendo riesgo de quedar electrocutados.

Cabe destacar que en todo momento, tanto en las comisarias como en los penales, se nos preguntaba insistentemente si formábamos parte de alguna agrupación política, que habíamos hecho o si tirábamos piedras, lo que constituye interrogatorios extrajudiciales que las fuerzas de seguridad tienen prohibido por ley hacer.

Queremos remarcar la situación de ilegalidad de todas las detenciones y el contexto de violencia institucional por el que pasamos porque creemos que tiene que ver directamente con una estrategia política de este gobierno, que no somos lxs primerxs ni vamos a ser lxs últimos, pero nos preocupa ver como la criminalizacion de la protesta está en escalada. Y al mismo tiempo que aumenta la represión, nos entristece ver como vacían los espacios de memoria y de DDHH tan necesarios para nuestra historia y el fortalecimiento de la democracia.

2)

Desde que nos detuvieron sufrimos incontables delitos llevados a cabo por las fuerzas policiales y el personal del Servicio Penitenciario Federal pero ello no es nada comparado con el sentimiento indefensión que genera las irregularidades procesales de la causa por que:

No son peores las lesiones y amenazas, que los procesamientos que aún sufren David Sica, Cristian Valiente, Daniela Arredondo y Roberto De la Cruz Gomez, que siguen detenides después de casi un mes, y Facundo Gómez, excarcelado el pasado jueves.

No es peor ver las actas de detención ser llenadas horas después de las mismas y firmadas por el propio personal policial en lugar de ser firmadas por testigos, que las apelaciones de Fiscalía de las faltas de mérito de 7 personas de las que no hay ni una sola prueba.

No son peores los apremios ilegales, que la confirmación por parte de la sala del rechazo de las excarcelaciones de nuestros 4 compañeres. Todo este despliegue ilegal y antijurídico tiene un solo fin: amedrentarnos, hacernos creer que pueden hacer con nosotrxs lo que quieren.

Hoy en día toda esta estigmatización por parte del poder, desde que nos llamen terroristas que queríamos hacer un golpe de Estado hasta la privación de la libertad que aún continua en 4 casos, nos ha dejado secuelas. Muchxs de nosotrxs sufrimos persecución policial, política, laboral y mediática. Nos han amenazado y hostigado por redes sociales. Nos ha parado la policía para verdugearnos y hacernos requisa solo por mostrar el dni. Muchxs estamos con estrés post traumático que nos impide hacer nuestra vida normal, por lo que les pedimos que nos sigan acompañando hasta que se cierre este armado judicial.

Creemos que somos un ejemplo para mostrarle al pueblo que seas quien seas, hagas lo que hagas, si vas a protestar contra las políticas de hambre de este gobierno, sos un terrorista que puede terminar en un penal de máxima seguridad sin siquiera estar procesado. Tenemos claro que no fue contra nosotres, sino contra todes los que quieren seguir viviendo en libertad y democracia.

3)

Por último, queremos agradecer la solidaridad de las redes humanas tejidas por distintas personas y organizaciones de todo el arco político, que se nuclearon en la Coordinadora por la libertad de los presxs de la Ley Bases. Aprovechamos para que se amplíe la convocatoria y se sumen más organizaciones porque entendemos, ahora más que nunca, que la unión hace la fuerza.

Vamos a seguir con solidaridad, amor, lucha y trabajo, mucho trabajo, teniendo el objetivo principal de la Liberación de Cristián, David, Roberto y Daniela y el sobreseimiento de lxs 33 imputadxs.

Como dijo nuestro compañero Facundo: nuestras convicciones están intactas y seguimos defendiendo el derecho a la protesta y luchando por nuestro lugar en las calles.

Para ello, queremos invitarlos el próximo viernes 12 de julio, a un mes de las detenciones, a concentrarnos en Plaza de Mayo a partir de las 15 y compartir el Festival Solidario #Faltan 4, organizado por la Coordinadora por la libertad de los presxs de la Ley Bases.

¡Libertad a todos lxs presxs politicxs!

¡Cierre de todas las causas !

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Télam: tras 130 días de acampe y lucha, los trabajadores vuelven a la agencia

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420 trabajadoras y trabajadores (de 700 al inicio del conflicto; alrededor de 300 tomaron retiros voluntarios) volverán a trabajar en una agencia dividida: el gobierno reconvirtió a Télam Sociedad del Estado en APE S.A.U., específicamente para el tema de la pauta oficial; y creó RTA Noticias bajo el paraguas de Radio y Televisión Argentina. “Claro que no es la empresa que queríamos, que no estamos de acuerdo con la división, pero volvemos a trabajar y eso se logró por la lucha colectiva y organizada”, dice a lavaca una de las delegadas del sindicato SiPreBA, que repasa la situación. El desgaste, las presiones, las y los compañeros que no están; la histórica agencia, que tampoco. Lo que se logró con la lucha: reconocimiento de antigüedad, del estatuto del periodista profesional, de los convenios colectivos y de la representación sindical. Y volver a trabajar. Lo que falta, y lo que empieza a partir de hoy.

Por Francisco Pandolfi

“Si se calla el periodismo, también se calla la vida”.

Esa inscripción pintada en un corazón de madera estuvo colgada durante cuatro meses en una de las carpas montadas en la puerta de la Agencia de Noticias Télam. Un medio público fundado el 14 de abril de 1945, que en sus 79 años intentó ser cerrado, privatizado y vaciado por gobiernos variopintos: peronistas, radicales, macristas y militares. Una agencia que se encargaba de dos actividades: por un lado la pata publicitaria, que distribuía la pauta oficial; por el otro la pata informativa, a través de una agencia de noticias federal con un alcance de punta a punta del país.

En la apertura de sesiones legislativas, el viernes 1º de marzo pasado, el presidente Javier Milei anunció por cadena nacional la promesa de “cerrar la agencia Télam”. Y cumplió, en un pestañear: el lunes 4, las dos sedes porteñas amanecieron valladas. Los trabajadores desde entonces no pudieron entrar a sus edificios y fueron “dispensados” de cumplir tareas.

Télam: tras 130 días de acampe y lucha, los trabajadores vuelven a la agencia
La postal del conflicto: la sede de Bolívar, vallada por la Policía. Al lado, los trabajadores montaron uno de los acampes. Foto: somostelam

Un paso importantísimo

La resistencia estuvo a la altura de los acontecimientos: ese mismo día, las y los trabajadores junto al Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), instalaron dos carpas en las puertas de los edificios de las calles Bolívar 531 y avenida Belgrano 347. La lucha colectiva se mantuvo, indeclinable. E instó a que cuatro meses después, el 1 de julio, el gobierno decretara la reconversión de Télam en APE S.A.U. (la Agencia de Publicidad Estatal Sociedad Anónima Unipersonal), que se encargará del eje publicitario. Las funciones periodísticas continuarán dentro de Radio y Televisión Argentina (RTA), en una agencia de noticias pública. Anteayer se sacaron las vallas y se levantó el acampe. El corazón de madera fue descolgado, cuidadosamente. 

Hoy, 130 días después, los trabajadores de Télam vuelven a trabajar.

Un empleado de la agencia desde hace más de 15 años cuenta que el lunes, ni bien quitaron el vallado, entró al baño del edificio de Bolívar y se le “explotaron los ojos de tanto llorar”. Dice que prefiere no dar su nombre hasta firmar el nuevo contrato. 

Andrea Delfino es una de las delegadas de Télam e integrante del SiPreBA. Le cuenta a lavaca que hace 34 años trabaja en la agencia, que es periodista en la sección economía. Ella fue una de las que anteayer ya firmó el nuevo contrato que la une a RTA Noticias. Detalla la situación: “Con la vigencia del DNU 70/2023, el gobierno reconvirtió a Télam Sociedad del Estado en APE S.A.U., que va a funcionar en el edificio de la calle Bolívar específicamente para el tema de la pauta oficial. Allí irán un centenar de compañeros, que ya trabajan en ese rubro. Cambia el nombre de la empresa, pero las condiciones laborales no se modifican”. 

Sobre el eje informativo, explica: “Todos los demás, o sea periodistas, camarógrafos, reporteros gráficos, infografistas, empleados de administración, recursos humanos, comercialización, pasamos a formar parte de RTA Noticias, una nueva unidad de negocio que funcionará bajo el paraguas de Radio y Televisión Argentina, igual que Radio Nacional y la Televisión Pública. Nosotros trabajaremos en el edificio de Belgrano”. Al margen de los datos, abre el corazón: “Estamos dando un paso muy importante al volver a trabajar. Muy importante –remarca Andrea, con la u del “muy” extendiéndose en el aire por un par de segundos–. Claro que no es la empresa que queríamos, que no estamos de acuerdo con la división, pero volvemos a trabajar y eso se logró por la lucha colectiva y organizada”. 

Radiografía de un vaciamiento

Como la relación de dependencia es con una nueva empresa, el lunes pasado se inició la firma de contratos, que continuará hoy y los próximos días. “Las condiciones son las mismas que teníamos hasta el 3 de marzo: se nos reconoce la antigüedad, el estatuto del periodista profesional, los convenios colectivos y la representación sindical de la Comisión Interna del SiPreBA para quienes somos delegados”.

Sin embargo, cambiaron muchos otros aspectos. Dice Andrea: “Dieron de baja el portal, la cablera y nos achicaron un montón en lo periodístico. En total éramos más de 700 trabajadores y quedamos 420 entre las dos empresas. O sea, hay 300 personas menos. Por lo tanto, habrá que hacer todo un reordenamiento de secciones, porque hay algunas que quedaron desmanteladas”.

Sergio Arboleya hace 30 años que trabaja en Télam, donde empezó como colaborador. Hace 15 que es editor de la sección Espectáculos. “Vengo usando la idea del milagro, porque en este contexto de ajuste salvaje, de recorte, de persecución en todo lo estatal, es una alegría haber sostenido el trabajo y en breve ya arrancaremos a producir noticias para la cablera de RTA. El aspecto milagroso se dio a partir de la resistencia, con tantos días de acampe, con una organización que realmente funcionó muy bien, con un manejo del SiPreBA que ha sido eficaz para lograr lo que parecía imposible: conservar los puestos de trabajo de aquellos que finalmente decidimos quedarnos”.

Respira profundo: “Esto resulta muy impresionante, pero no disimula la pérdida de un montón de colegas de enorme valor que se fueron un poco asustados por la política expulsiva de los retiros y que dejan un hueco enorme en la estructura periodística. Y también entender que la marca Télam, con esa simbología, con esa carga, ya no existe más. Hablábamos el otro día con un compañero sobre si podremos recuperar un poco el sentido de la agencia, en este nuevo lugar. Aún con las críticas que podía tener a sus gestiones y a nuestra propia falencia para plantarnos como colectivo de trabajadores a hacer realmente la agencia federal, plural, sabíamos que Télam funcionaba en una dimensión, con sus abonados en todo el país, con su red de corresponsalías que ahora han quedado prácticamente todas afuera”.

La gente que se fue lo hizo mediante retiros voluntarios que, semana tras semana, el gobierno nacional renovaba por decisión del ahora ex interventor de los medios públicos Diego Chaher (la semana pasada tomó su lugar el ingeniero aeronáutico y espacial Eduardo González). La delegada Delfino retoma: “Este conflicto tuvo mucho de psicológico, porque no hay nada peor que tener a la gente sin tareas; fue destructivo. Nos jugaron en contra muchas presiones, tanto externas como internas. En cuanto a las externas, la empresa extendió cada semana el programa de retiro voluntario, a la par que algunos medios publicaban notas que buscaban generar miedo: si no agarrabas el retiro, parecía que se venía el apocalipsis”.

Trabajar para volver a trabajar

Las presiones también las hubo internas y “bien intencionadas”. Describe un aspecto neurálgico de la resistencia: “Los fines de semana eran momentos clave y por eso los lunes o martes hacíamos las asambleas. En el fin de semana es común encontrarse con los seres queridos, que con la mejor intención te decían ‘pero te parece seguir yendo’; ‘hace frío y llueve’; ‘¿por qué estás haciendo una cobertura si en realidad estás dispensado de trabajar?’. Esa presión bien intencionada fue la más difícil de vencer y superar. Con el paso del tiempo, notamos que si nos hubiésemos quedado dispensados y tranquilos en nuestras casas viendo Netflix, esta resolución no hubiese pasado. Me parece importante resaltarlo, porque en una época en que se habla tanto del individualismo y que te hacen creer que solo te salvás por tu mérito, el resultado de esta lucha colectiva muestra lo contrario”.

Desde el 4 de marzo hasta la reconversión de Télam, cada semana se renovaba la dispensa a cada uno de las y los trabajadores. “El presidente que dice que en el Estado somos todos ñoquis, nos está haciendo ñoquis, porque nos está pagando sin trabajar”, solían repetir desde los acampes, como una manera de desarticular el relato oficial. Con la agencia fuera de funcionamiento, decidieron lanzar el sitio web somostelam.com.ar e informar desde ahí. Al frente del portal estuvo Andrea Delfino: “Decidimos arrancarlo con el fin de que la sociedad sepa que nosotros estábamos trabajando para volver a trabajar. Nos enfocamos mucho en cubrir los despidos en el sector público y en el privado. Era difícil mantener esperanza, pese a que en Télam finalmente no hubo despidos. Hubo días muy difíciles y las asambleas parecían terapias de grupo. Las reuniones nos contuvieron y nos organizaron; las conducciones de SiPreBA y de FATPren (Federación Argentina de Trabajadores de Prensa) siempre estuvieron poniendo el cuerpo, al igual que delegados de otros medios de comunicación. Cuando hablo de los lazos de la base, me refiero a los lazos sociales que se fortalecen en estas instancias, al contrario de lo que esperan quienes generan estas acciones para desorganizar a los trabajadores”.

¿Qué no pudo lograr el gobierno?

Andrea: Callarnos, cerrarnos. Nos silenciaron durante cuatro meses y hoy estamos volviendo a laburar. Si logramos un resultado positivo dentro de este contexto es porque fuimos muy tozudos. Y porque tuvimos bien claro lo que queríamos, que se resume en algo hermoso que dijo un compañero en una asamblea: “Yo no quiero ser el último que apague la luz; quiero ser el primero que prenda la computadora cuando volvamos”. Ese es el espíritu del colectivo Télam.

Hoy, algunas luces se volvieron a encender.

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Terrorismo de Estado: siguen detenidas 5 personas tras la represión de la Ley Bases

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“Lo acusan de terrorista pero carrea cajones de frutas y verduras 12 horas al día. Es una locura”, dice el hermano de Cristian Valiente. Familias de personas que continúan presas realizaron ayer un encuentro para organizarse y desarmar las mentiras con las que se sostienen sus acusaciones. El caso de Cristian y el de de Facundo Gómez, que hablaba con su mamá cuando lo detuvieron: la justicia no tiene filmado sus supuestos “disturbios”, pero lo encarceló igual. Las causas armadas sobre los más vulnerables, mientras nunca se detuvo a quienes causaron los destrozos, por ejemplo, del auto de Cadena 3. Además, el fiscal Stornelli insiste con meter presas a siete personas que ya fueron liberadas por la jueza Servini por falta de pruebas. El terror que continúa, los ataques de pánico, las condiciones de detención: se puede colaborar económicamente con las personas detenidas (el alias: LIBRESYA) y existen 5 puntos de acopio de mercadería detallados en esta nota. Qué necesitan: abrigo, frazadas, comida. Las familias llaman al 10 de julio a una nueva conferencia y al 12 a una concentración en Plaza de Mayo.

Por Lucas Pedulla

Terrorismo de Estado: siguen detenidas 5 personas tras la represión de la Ley Bases

Jonathan dice que está un poco nervioso porque nunca habló en público, y ahora hay un aula llena de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en el barrio porteño de Constitución, dispuesto a escucharlo. Tiene 34 años y es el hermano de Cristian Valiente, una de las cinco personas -junto a Daniela Calarco Arredondo, David Sica, Facundo Gómez y Roberto María De la Cruz Gómez– que sigue detenida en Ezeiza tras la cacería del Gobierno durante el tratamiento de la Ley Bases en el Senado, hace ya tres semanas.

Todavía no pudo ver a su hermano porque no tenía su documento; espera hacerlo el próximo fin de semana.

Vino con su compañera, su hija y un perrito desde Moreno, oeste profundo del conurbano, a pedir por favor que lo liberen: “No tiene justificación. La gran mayoría están detenidos solamente por protestar. Y mi hermano, mientras estuvo detenido, le hicieron un desalojo en la casa: cuando salga ahora no tiene dónde estar”.

El lugar de donde desalojaron a Cristian era una pieza de un hotel céntrico. Allí había trabajado tres años como portero: “Uno con todos los derechos y dos, en negro”, cuenta el hermano. Denunció la situación y fue a juicio, que determinó que debía vivir allí hasta que le pagaran lo que debían. Casualmente, un derecho que la Ley Bases barrió en su capítulo de reforma laboral.

A Cristian -41 años, dos hijos- lo acusan por provocar “disturbios”, “arrojando piedras y otros objetos contundentes” contra la policía, pero sobre todo por haberle “secuestrado entre sus pertenencias” una granada de mano. En su indagatoria, él aclaró que no se trataba de una granada sino de un aerosol químico de los que usan las fuerzas de seguridad para gasear en las manifestaciones; y que lo encontró en las propias inmediaciones del Congreso, y se lo guardó para mostrarlo a un canal de televisión porque había vencido en 2022. “Decían que lo vendía en el mercado negro -dice Jonathan a lavaca, y no lo puede creer-. Lo acusan de terrorista pero carrea cajones de frutas y verduras 12 horas al día. Es una locura”.

https://twitter.com/Lavacatuitera/status/1808269566549622911

Este encuentro, motorizado por la Comisión de Solidaridad de la coordinadora por la liberación de lxs detenidxs y el cierre de todas las causas, fue el ámbito para que Jonathan pueda, por primera vez, dimensionar esa locura.

También pudo hacerlo Elena, la mamá de Facundo Gómez, 31 años, cuyo trabajo era ir con su carrito por Plaza Serrano, en Palermo, vendiendo cafés: “Lo detuvieron mientras hablaba por teléfono conmigo -dice mientras muestra un cartel con el rostro de su hijo, sonriente-. La causa debería caerse porque lo ponen arriba de una valla, diciendo que arengaba y tiraba piedras, pero la comunicación con mi hijo se detiene en el momento en que lo están deteniendo. Intenté llamarlo, hasta que me atendió una persona que supongo que era un policía, y me dice que le estaban haciendo averiguación de antecedentes. Le pregunto por qué, y me dice porque estaba en un lugar que no debía estar. Mi hijo grita bien fuerte: ‘¡Yo no estaba ahí!’”.

https://twitter.com/Lavacatuitera/status/1808262187380588878

Elena remarca que no hay registro fotográfico ni fílmico de Facundo, y su otra hija, Micaela, dice a lavaca que al fotógrafo que registraba su detención le rompieron la cámara: “Lo presentamos como testigo. Dijo que le pidió a Facundo que gritara su nombre, y cuando iba a hablar le pegaron una piña en el estómago”.

Elena dice que su hijo no aparece en los videos: “Ellos (la justicia) dicen que han mirado 100 horas, pero Facundo no aparece”. Y agradece la convocatoria: “Es una causa totalmente ilegal y armada para amedrentar y que no salgamos a protestar para que aceptemos todo lo que ellos quieren. Quiero la libertad de los cinco”.

El aula, llena, la abraza con un aplauso.

Crueldad sin paz

Una mesa afuera del aula junta donaciones (galletitas, paquetes de yerba, azúcar, latas de arvejas, jugos en polvo, lavandina, shampoo, toallitas) mientras otras personas de la coordinadora pasan con una caja de cartón para juntar dinero. Adentro, sobre la pared, una gigantografía de Rodolfo Walsh recuerda su Carta abierta de un escritor a la junta militar.

En bancos de madera, mientras tanto, se van sentando, entre otras personas, exdetenidos como Gonzalo Duro, Fernando Leone, Sofía Ottogali y Santiago Adano -liberadxs en las primeras 17 excarcelaciones, el viernes 14 de junio-, o Juan Spinetto y Camila Juárez Oliva, liberadxs en una segunda tanda de 11 faltas de mérito dictadas por la jueza María Servini, el martes 18.

Es que, además de las causas abiertas y la solidaridad por las cinco personas que aún siguen presas, la alerta continúa, porque el fiscal federal Carlos Stornelli apeló y pidió nuevamente la prisión preventiva sobre siete personas: Ottogali, Spinetto, Juárez Oliva, Sasha Lyardet, Nicolás Mayorga, Gabriel Famulari y Brian Ortiz.

“Nos siguen criminalizando cuando la jueza ya dictó la falta de mérito”, dice Camila a lavaca. La falta de mérito se dicta cuando se considera que no hay elementos suficientes para acreditar el hecho que se imputa. La propia Servini habló de la “orfandad probatoria” en las acusaciones de Stornelli. Camila, junto a Sasha y Nicolás, es una de lxs tres estudiantes de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) detenidxs: “Es una crueldad, porque todos los días me acuesto y miro la ventana porque no sé si un policía va a venir a decirme ‘agarrá tus cosas’, y ya en mi cabeza pienso que no tengo que agarrar ropa oscura para entrar al penal. Así está funcionando mi cabeza. Hasta que la Cámara no se expida, no estoy en paz”.

La sala II de la Cámara de Apelaciones, conformada por Roberto Boico, Eduardo Farah y Martín Irurzun, tiene ahora la palabra.

El docente Spinetto, otro de los “apelados” por Stornelli, dice lavaca: “Es ridículo, porque no aporta nada nuevo para apelar e insiste sobre algo que jurídicamente está zanjado. Básicamente lo que está haciendo Stornelli es continuar con la maquinaria de armado de causa. No tiene ningún sostén jurídico”.

Donaciones, acopio y concentración

La Comisión de Solidaridad abre el encuentro. Sus integrantes recuerdan que hay un alias (LIBRESYA) para contribuir a un fondo solidario común con montos de $500, $1000 o $2000. También subrayan que lxs detenidxs necesitan ropa de abrigo clara (no gris, sin capucha), frazadas de una plaza, y elementos de almacén. Los puntos de acopio:

  • ATE / INCAA: Lima 319, 1er piso, oficina 101.
  • SUTEBA Tigre: Santa Fe 11028, General Pacheco.
  • Mutual Sentimiento: Av. Lacroze 4181.
  • ATE Sur – Lomas de Zamora: Boedo 120.
  • ATE Alte Brown – Pte Perón: Somellera 481.

Luego habla Gonzalo Duro, trabajador judicial, uno de los exdetenidos: “En ese pabellón éramos 15 personas desconocidas y ahora somos amigas. Es una realidad y habla de la transversalidad del problema”. A continuación, Camila recuerda a Daniela Calarco Arredondo: “Le estamos tratando de juntar plata porque tiene que pagar el alquiler. También para pagarles el transporte a sus padres, que viven en Mar del Plata”. Grisel, hermana de Sasha, suma la preocupación por las apelaciones de Stornelli, y pide asistencia psicológica porque muchxs continúan con ataques de pánico. Valora la importancia de estos encuentros y pide, también, monitorear las trabas que les están poniendo los penales a las visitas familiares, para que el Sistema Penitenciario no siga “vulnerando derechos”.

Luego, y por un largo rato, pasan voces de diversos partidos y agrupaciones que hacen caracterizaciones del Gobierno. Algunos traen reclamos urgentes, como los trabajadores despedidos del Hospital Posadas o de la fábrica de neumáticos FATE, pero otros gritan pedidos de paro a la CGT. El músico Santiago Adano, otro de los exdetenidos, agradece con sensibilidad la solidaridad y el acompañamiento, pero sugiere avanzar en lo operativo del encuentro. Algunos no parecen escucharlo, y siguen. Otros sí, y piden acompañar, por ejemplo, la ronda de las Madres de este jueves en Plaza de Mayo para continuar la visibilidad por los detenidos. La propuesta es aceptada.

Las familias y exdetenidos, a su vez, proponen una nueva conferencia de prensa en el Servicio Paz y Justicia (Serpaj) para informar sobre la situación de las detenciones y las causas. En asamblea votan realizarla el miércoles 10. También votan, para el viernes 12, a un mes de la protesta, realizar una nueva concentración en Plaza de Mayo, con posibilidad de festival, buscando la convocatoria del amplio abanico político que movilizó la última vez, el día de las últimas excarcelaciones. Silvia, la mamá de Camila, recuerda que la urgencia de esos días fue lo que juntó a sindicatos, organismos, referentes de la izquierda y del peronismo: “Vengo a reforzar la idea de unidad, como lo hice desde el día uno”.

Cerca de las diez de la noche, la asamblea concluye.

Los ejes que se refuerzan:

  • Libertad a las cinco personas que siguen detenidas.
  • Pedir el rechazo de la Cámara a las siete apelaciones de Stornelli.
  • Cierre de todas las causas.

Leé la nota de tapa de la nueva MU: Qué es la libertad.
Sasha y su hermana, dos caras de lo que se vivió adentro y afuera tras la cacería policial el día de la votación de la Ley Bases. Sus reflexiones sobre la estigmatización, la persecución, y la vida en ¿libertad? Las redes y la calle. El ego y lo colectivo. Hablan Ramona y Santiago, también detenidos sin pruebas, con torturas. La organización entre familias. Y el reclamo por los que todavía están adentro.

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