CABA
Las víctimas de Yacyretá
Doscientos misioneros, correntinos y paraguayos que fueron desarraigados para que se puedan efectuar las obras de la represa hidroeléctrica de Yacyretá viajaron a Buenos Aires y ocuparon un galpón ferroviario en Chacarita. Vinieron para denunciar la destrucción de su economía de autosubsistencia, los desalojos violentos y la ausencia hasta de indemnizaciones. Explican: «Nos robaron la vida».
Celso Cáceres agita una y otra vez una carpeta verde para que el cronista de lavaca pueda ver bien. La dobla para un lado y para el otro con sus manos tan callosas como nerviosas. Por fin la abre y en la portada se lo ve de adolescente, acompañado por su padre, su madre y una hermana. A pesar de que la fotocopia no es de buena calidad, se intuye que el escenario es un paisaje paradisíaco, con un río de fondo y abundante vegetación. La segunda hoja parece un diploma: “Ezequiel Cáceres (así se llamaba el padre de Celso) ha sido censado oportunamente como localizado en Pirity”, atestigua el documento que está fechado en 1980 y rubricado por la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) encargada de la represa a la que el mismísimo Carlos Menem calificó en su momento como «monumento a la corrupción».
A la carpeta le quedan dos folios más. En uno consta que don Ezequiel vivía con otras siete personas y era el único que poseía documento nacional de identidad. Allí también se tomó nota que todos los habitantes de la finca eran agricultores y que ninguno contaba con más de tercer grado de instrucción. La última carilla es la fotocopia de un mapa, en la que se señala con precisión donde residía la familia Cáceres.
Cáceres, de 42 años, blande su carpeta en un galpón situado a un costado de la estación Federico Lacroze del ex Ferrocarril Urquiza, en Buenos Aires. Desde hace un mes ocupa ese lugar junto otras 200 personas que fueron relocalizadas compulsivamente, en oasis de cemento, a medida que avanzaban las obras de la mega-represa de Yacyretá. Viajaron a reclamar por las indemnizaciones que nunca cobraron y a denunciar que les robaron sus vidas.
Contaminación y embargo de la Corte a Yaciretá
“Nadie sabe lo que vivimos, lo que perdimos. Nunca llegó a la opinión pública la imagen del desarraigo violento, la contaminación masiva ni los desalojos represivos. La represa es un gran pulpo que se instaló en el Río Paraná, una empresa invasora que se apropió de todo”, dice Cáceres con la voz llena de impotencia.
Cuando llueve, el frío húmedo cala los huesos dentro de esa construcción de chapa en la Chacarita que ocupa media cuadra de largo y lo cobija en Buenos Aires. Pero cuando asoma el sol, el calor convierte al lugar en un invernadero humano. Los colchones se alinean uno al lado del otro, dejando un lugar mínimo para caminar sobre el piso, empedrado con esos típicos adoquines porteños que ya están en vías de extinción. Un par de carpas le da intimidad a los más precavidos y un improvisado fuego permite cocinar los fideos, sin salsa, del almuerzo. Viejos cajones de frutas y verduras se transformaron, de pronto, en destartaladas sillas o mesas. La escena, inundada por un penetrante aroma a yerba mate, la completan decenas de prendas que intentan secarse colgadas en artesanales tendederos y un televisor que muestra imágenes más lluviosas que este otoño porteño. Dentro del galpón trina el guaraní, la lengua de la mayoría de los relocalizados, que provienen de Misiones, Corrientes y el sur del Paraguay.
“Se destruyó la cultura y la economía costera. Se acabó la fabricación artesanal de ladrillos de adobe, el trabajo de los pescadores, de los cortadores de paja. La Entidad Binacional Yacyretá (EBY) piensa entregar a fines de 2008, llave en mano, la obra sin ocuparse del tratamiento costero, de los desechos tóxicos, de la basura, ni de evitar el trasvasasmiento de la contaminación a los Esteros del Iberá. Es el peor desastre ecológico de la Argentina”, explica Pavel Wiechetek, un polaco que filmó un video sobre las víctimas de la represa y se convirtió en el promotor de este viaje, que tiene como principal interés agilizar los trámites de un expediente judicial que reclama indemnización para 1.200 personas y que ya llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El máximo tribunal ya decretó un embargo preventivo por 17 millones de dólares sobre las oficinas que la EBY posee en Puerto Madero.
100.000 afectados, 100.000 ignorados
De todas formas, los afectados por la represa son muchos más. La propia empresa reconoce a 40.000 personas, aunque en el galpón ocupado del ferrocarril hablan de 100.000. “Hasta que se comenzaron estas obras toda esta gente vivía en una economía de autosubsistencia que fue destruida. Sólo tenían que comprar sal y jabón, lo demás lo tenían al alcance de la mano. Iban al río y elegían el pez que querían comer. Ahora reemplazaron la autosubsistencia por un asistencialismo grosero que sólo profundiza la pobreza”, sentencia El Polaco, como todos llaman a Wiechetek.
Los 200 afectados que están en Buenos Aires llegaron en tren. Se rotan cada tanto, con otros damnificados, para evitar el desgaste y atender a las familias que quedaron en sus terruños. Aprovechan que El Gran Capitán, el tren que llega a Posadas, les ofrece transporte gratuito: la empresa es otra de las perjudicadas por la represa: el ferrocarril no podrá seguir cumpliendo el recorrido una vez que la central hidroeléctrica esté funcionando a pleno.
Pero para los habitantes de la zona, los problemas llegaron hace más de 20 años. Algunos huyeron escapando del agua a medida que la zona era inundada artificialmente, otros fueron relocalizados en asentamientos alejados de sus localidades: “Parecen campos de concentración, son casas una al lado de la otra, sin lugares de esparcimiento, viviendo todos hacinados y rodeados de cemento mientras que su entorno original era pleno verde”, dice Wiechetek.
La Comisión Mixta Técnica Argentino-Paraguaya, a cargo del estudio técnico de aprovechamiento del río Paraná, se creó en 1958. Pero recién el 3 de diciembre de 1973 se suscribió en Asunción el Tratado de Yacyretá, por el cual los dos estados se comprometieron a emprender en común la obra. Para ejecutarla se fundó la EBY, compuesta de manera igualitaria por ambas partes, entidad que a la que el entonces presidente Menem rebautizó como «monumento a la corrupción». La construcción de la mega-represa había comenzado a fines de 1983, quince años después comenzó a funcionar.
Entre Cáceres y Wiechetek está sentado José Silva. Habla para adentro, casi sin modular. Cuenta que se mantenía con una chacra de ocho hectáreas en la localidad paraguaya de San Cosme y Damián, donde plantaba algodón, maíz, maní, arroz y porotos. También producía leche y queso y criaba ovejas. “En el 94 se me venía el agua. Entró a mi casa porque inundaron la zona y tuve que salir. Vendí mal mis animales para comprar otro pedazo de tierra. Compré dos hectáreas, pude pagar sólo el 50 por ciento y no tengo título de propiedad. Y ahora se me está secando ese terreno porque están desviando el canal de Agua Pey», cuenta.
La exclusión social filmada
Historias similares se escuchan por decenas dentro del galón ocupado. “Soy nacido y criado en Ituzaingó, Corrientes”, se presenta Mario Román, que hasta que llegó la inundación artificial poseía cinco hectáreas con chanchos, lecheras y ovejas. “Cuando nos echaron, en el 86, a mi viejo le dieron una casa de tres ambientes. Éramos quince para vivir ahí. Y todavía ni siquiera tiene los papeles. Nos levantamos un día y el agua estaba sobre las plantaciones de mandioca. Nos sacaron a la fuerza y nos cerraron los caminos para que no pudiéramos volver. Nos vimos obligados a recibir la casa”, explica. La necesidad llevó a Ramón a trabajar en la misma construcción de la represa. Pero eso duró solo un tiempo. Ahora volvió a la Isla Sarmiento, donde cuenta con una chacra de tres hectáreas en terrenos fiscales. “Temo que en cualquier momento me la inunden”, dice y justifica su temor en que aún falta siete metros de cota por subir.
El Polaco, invita a lavaca a la Mutual Sentimiento, ubicada a unos metros de allí, a mirar la proyección de su documental. Busca una forma de validar todos los testimonios que se expresan en el galpón.
Las imágenes muestran como las retro excavadoras destruyen la localidad El Brete. También muestran como sus pobladores son desplazados, hacinados, en los camiones, con colchones y muebles que se bambolean sobre sus cabezas. Susana Nores regresa con un camarógrafo al lugar de donde fue expulsada: “Esta fue mi casa”, solloza. Sube por los cinco escalones que sobrevivieron a la demolición y que ahora llevan a la nada. Sólo una silla y pilas de escombros la rodean.
La cámara ahora entrevista a Jenny Zárate, una joven que recuerda que la policía la desalojó a punta de pistola sin importarle, si quiera, que su hijo estuviera delante. “Me agarraron de atrás, me lastimaron un brazo, y me metieron dentro de un patrullero”. Vladimir Dos Santos también recordó cuando un fiscal fue a tomar posesión de su domicilio. “Mientras que no nos paguen, nadie va a tomar posesión de nada, le dije. Saqué un bidón de nafta y amenacé con quemar todo. Nadie se quedará con lo que es mío. Ya nos destruyeron la vida, nos sacaron todo”, dice mirando a cámara y cuelga un cartel que sentencia: “Si no hay ley, vale mi ley”.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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